Ciento cuarenta y cinco

Simona se sienta en el suelo junto a Niki y se rodea las piernas con los brazos. Imita la posición de su hija. Apoya la cabeza en la pared y exhala un hondo suspiro, a continuación empieza a hablar.

– Cuando estaba a punto de casarme con tu padre tuve un repentino ataque de pánico, me escapé de casa dos días antes de la boda y mis padres se llevaron un buen susto. Él también, claro está. Sentía miedo del matrimonio, aunque la verdad es que yo creía haberme enamorado de otra persona…

Niki alza la cabeza de los brazos.

– ¿En serio, mamá?

– Claro… -Sonríe-. ¿Acaso crees que he entrado aquí y me he sentado a tu lado en el suelo para contarte una sarta de mentiras? Estuve con ese hombre, se llamaba Sandro, y después, casi de inmediato, sentí una especie de repulsión. Quiero decir que no me gustaba… En realidad lo que me empujó a dar ese paso fue el miedo, el deseo de seguir siendo joven… No estaba realmente enamorada de él, sino sólo asustada de todo lo demás.

Niki exhala un suspiro y se limpia la nariz con el puño de su camiseta.

– ¡Niki!

– ¡Perdona, mamá! -Después se echa a reír-. Pero en estas situaciones creo que es lo propio.

– Sí -sonríe Simona-. Tienes razón… No sé en qué lío te has metido, pero recuerda que nosotros estaremos siempre a tu lado y que, sea lo que sea lo que hagas, te apoyaremos en tu decisión…

– ¿Papá también?

– Por supuesto que sí. Diría incluso que él el primero… Al principio reacciona así, pero ya sabes cómo es. Te adora y sólo desea tu felicidad. Así que serénate y vete a dormir. Con el tiempo lo entenderás todo. -Simona se levanta y se dirige hacia la puerta-. Claro que, cuanto antes lo comprendas, mejor…

Niki esboza una sonrisa.

– Sí, lo sé, mamá.

– Bien… Buenas noches.

– Adiós… Ah, mamá…

– ¿Sí?

– No te preocupes, no le contaré nada a papá de esa historia de Sandro.

Simona le sonríe.

– Vete a la cama.

Sale del cuarto de baño y se reúne con Roberto en la terraza.

– ¿Y bien? ¿Cómo ha ido?

Simona se sienta a su lado y mira el cenicero.

– ¡Te has fumado cuatro!

– Es que con tanta tensión…

– ¡Ya sabes que es malo!

– ¡De acuerdo, no fumaré más! Pero, bueno, ¿qué tienes que contarme?

Simona se arrellana en el sillón.

– Creo que sólo está asustada. El otro no le interesa… -¿En serio?

– Sí.

– ¿Cómo puedes estar tan segura?

– Le he contado que yo también me escapé y salí con Sandro.

– ¿De verdad? A saber qué pensará ahora…

– Me ha servido para tirarle de la lengua; he pensado que al saber que yo también me había comportado así me lo contaría todo. ¡Si incluso le he confesado que me acosté con él!

– ¿También eso?

– Sí… Si ve que su madre se comportó así, Niki no se avergonzará de contármelo todo…

– Ah, ya… -Roberto se calla por unos instantes, luego se levanta del sillón ligeramente tenso-. Pero fue sólo un beso, ¿no?

– Sí, cariño, sólo un beso… Hace veintidós años.

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