Olly es la primera en hacerse cargo de la situación.
– Lo sabía, lo sabía… Alex es demasiado perfecto. Simpático, divertido, guapo, siempre atento, de puta madre incluso con nosotras, el faro, después la sorpresa de Nueva York… Sabía que había algo detrás… Está con otra. No, espera, peor aún… Algo contra lo que tú no puedes luchar… ¡Es homosexual!
– No…
– ¡Ahora lo entiendo! ¡Está casado y no te lo había dicho!
– No…
– Quiero decir, que nunca se ha divorciado.
– Olly…, si me dejas hablar os lo cuento.
– Sí, tienes razón, perdona.
Las tres amigas, las tres Olas, están delante de ella, ligeramente inclinadas hacia adelante, muertas de curiosidad.
Niki sonríe.
– Bueno, pues… he sido yo. -Sus amigas se quedan aún más sorprendidas-. Tengo miedo. No sé qué me ha ocurrido, llegó un momento en que estaba como enloquecida, no podía resistirlo más, tenía una sensación horrible…, tenía la impresión de ser una clepsidra rota. Cuando le daba la vuelta me daba cuenta de que estaba agujereada, el agua se deslizaba por completo y se acababa, se salía por un agujero… -Olly, Diletta y Erica la escuchan en silencio. Niki prosigue-: Ya no entendía nada, tenía ataques repentinos de pánico, sentía que el tiempo fluía, pasaba, volaba, se quemaba, mi tiempo… -Rompe a llorar-.
No sé qué me ocurrió. Y, sin embargo, Alex era muy importante para mí. Ya no entiendo nada. Estoy desesperada. Lloro por la belleza del amor que sentía… ¡Y que ya no siento!
Olly es la primera que se sienta a su lado y la abraza.
– Venga, Niki, no te pongas así, me siento fatal, me vas a hacer llorar.
– Sí. -Diletta y Erica se sientan al otro lado-. Sí, a nosotras también. Vamos a llorar como Magdalenas… Mira… -Diletta le indica sus ojos-. No consigo contenerlas, ¡uf! Me gustaría ser mayor, estar a tu lado para poder consolarte, ser una roca para ti… Y, en cambio, ¡lloro más que tú!
Se echan a reír. Niki y Diletta sorben por la nariz. Se estrechan en un abrazo. De repente Niki siente que ha recuperado a sus tres amigas, como si todo el tiempo que ha pasado sin ellas se hubiese desvanecido. Ese abrazo cancela las culpas, reduce las distancias, anima a retomar el hilo y a volver a ser como antes, como si nada hubiese sucedido. Ya tendrán tiempo de hablar, de disculparse, de aclarar lo ocurrido mientras disfrutan de un buen carcadé. Pero ese abrazo cuenta más que cualquier palabra.
Erica deposita sobre la mesa su taza vacía. Tiene los labios ligeramente manchados de rojo. Olly se lo hace notar y le da un pañuelo.
– Ten, te has ensuciado con el carcadé.
Erica lo coge y se limpia. Después sonríe.
– ¡Siempre me mancho!
– ¡Eres un desastre! -le dice Niki-. Cuánto echaba de menos todo esto…
– ¿A quién se lo dices?… Habías desaparecido… ¡Siempre estabas pegada a Griselda y a Anastasia!
Niki se echa a reír.
– ¡Pero si no se llaman así!
– ¡Da igual!
– Por lo visto piensas que soy como Cenicienta… La verdad es que no te falta razón…, sólo que yo he perdido al príncipe en lugar de encontrarlo…
Niki se entristece.
Diletta alarga una mano, busca la suya y se la aprieta. También Olly. Erica se levanta y rodea la mesa, se detiene detrás de Niki y la abraza.
– Escúchame bien y recuerda el cuento… ¡Cenicienta no tenía unas amigas como nosotras!
Niki se conmueve. Todas la abrazan.
– Es verdad, no tenía a las Olas, menuda suerte tengo. Os quiero mucho, habéis aguantado lo indecible, estaba insoportable…
Olly trata de ser racional y práctica.
– ¡Está bien! Ya basta, venga, chicas… Que no estamos en secundaria. Tenemos que estar tranquilas, ser fuertes, mujeres, pensad que a nuestra edad podríamos ser ya madres…
Diletta la mira y sonríe procurando que sus amigas no la vean. No sabes a quién has ido a decirle eso, piensa.
– Mira, Niki -prosigue Olly-, la cosa es más sencilla de lo que parece… Significa tan sólo que no es el momento adecuado. ¡No es ningún problema! Quiere decir que era demasiado pronto… Quizá baste con aplazarlo un poco, ¿no crees? Tú no has hecho nada malo… No tienes culpa de nada.
Pero el silencio de Niki es muy elocuente. Olly, Diletta y Erica la escrutan.
– ¿Niki?
Ella baja la mirada.
– He salido con otro.
– ¿Qué? -Olly no se lo puede creer-. ¡Eres una sorpresa constante!
Diletta no sabe qué decir. Erica pasa de inmediato a la carga.
– ¿Y cómo fue? ¿Te gustó?
Niki la mira asombrada.
– ¡Erica!
– ¿Por qué? ¿Acaso me estás diciendo que no te acostaste con él?
– No lo hice. Resistí. -El mero hecho de decirlo le produce una herida inmensa. Es la primera vez que lo admite en voz alta: «Resistí.» Y se avergüenza de todas formas. Se siente sucia.
Olly, Diletta e incluso Erica se dan cuenta de inmediato. Olly le sonríe con afabilidad.
– ¡Venga! No exageremos, la vida es así. Uno se cae, se vuelve a levantar y sigue adelante. Todo el mundo tiene derecho a cometer un error, y en caso de que ni siquiera hayas cometido nunca ninguno, hasta dos.
Erica cambia de expresión de repente, casi parece otra persona.
– ¿Por qué resististe?
Niki levanta la cara de repente y la mira.
– Dímelo, por favor -prosigue Erica-. ¿Por qué te detuviste? Lo deseaste por un momento y, sin embargo, algo te frenó. ¿Qué fue?
Niki reflexiona durante unos instantes.
– No lo sé. Varias cosas a la vez; eso sí, todas muy simples. Me acordé de Alex. Pensé en dónde podía estar en ese momento, en qué estaría haciendo, en la serenidad que debía de estar experimentando, quizá estaba pensando en mí y me sonreía, tal vez suponía que yo ya estaba durmiendo… Tenía el móvil apagado… Y entonces, al imaginar su cara y su sonrisa, pensé en cómo éstas podrían cambiar si me viera en ese momento… Eso fue lo que me detuvo y me hizo resistir. Así, pase lo que pase, lo recordaré siempre con amor, atribuiré la justa importancia a mi relación con Alex, nunca tendré nada de qué avergonzarme. -Luego las mira algo más reflexiva, más pensativa, como si hubiese excavado en lo más hondo de sí misma, como si esas palabras perteneciesen a una Niki más adulta-. Sí, quizá lo hiciese por mí misma… Egoístamente quise resistir para estar bien.
Erica se encoge de hombros.
– Sentía curiosidad -dice, pero luego le replica-: Aunque quizá en ese momento él no estaba pensando en ti en absoluto, quizá estaba hablando con sus colegas de trabajo, o peor aún, tal vez estuviera haciendo el tonto con alguna… Eso es, quizá estuviera diciéndole esas estupideces que en ocasiones dicen ciertos tipos para impresionar, y, en lugar de ser sinceros, de reconocer sin más que les gustas, dan toda una serie de rodeos. Quizá estuviese dando uno de esos rodeos… Y tú renunciaste a algo que podrías haber vivido. Porque hay cosas que no vuelven a ocurrir, que existen sólo en determinados instantes y luego se acaban… Quiero decir que quizá resististe en vano.
Niki sonríe.
– Sí, puede que tengas razón, quizá estaba dando uno de esos rodeos que a veces dan los hombres… Pero no resistí en vano. Me alegro de haber tomado esa decisión, al igual que hasta ayer me alegraba de mis circunstancias. Ahora, algo ha cambiado.
Olly se rasca la frente.
– ¿Has hablado con Alex?
– No, todavía no. Le escribí una carta.
Olly la mira preocupada.
– ¿Y le has contado eso?
– No. -Niki le sonríe-. ¿Estás loca?
Olly exhala un suspiro. Diletta sacude la cabeza.
– ¡Si yo encontrara una carta poco antes de casarme en la que mi futuro esposo me dice que me deja, no sé lo que haría! Creo que me suicidaría. -Después se percata de lo que acaba de decir-. No…, quiero decir que me sentaría muy mal, pero aun así intentaría comprender lo que ha ocurrido… Lo que es seguro es que te llamaría de inmediato, me plantaría debajo de tu casa y te acribillaría a preguntas…
Niki le sonríe.
– Pero tú no eres Alex. Además, en la carta le decía también que necesitaba un poco de tiempo para mí, que tengo que pensar, comprender… Alex es una persona adulta, entenderá mi exigencia, estoy segura.
Erica interviene intrigada:
– ¿Y qué has pensado hacer con el otro?
– Todavía no lo sé.
Olly sonríe.
– Es el tipo de la facultad que querías presentarnos, ¿no?
Niki asiente con la cabeza y se avergüenza ligeramente de su seguridad. En cuestiones de amor, nunca hay que estar demasiado seguros.