Prólogo

Ya había perdido la cuenta de las personas a las que había quitado la vida. Tampoco es que tuviera la menor importancia. La calidad era más reveladora que la cantidad en la mayor parte de las actividades. También en la suya, a pesar de que el placer que provocaba un giro original había perdido, con los años, algo de su lustre. En más de una ocasión había sopesado la posibilidad de buscarse otro quehacer. La vida estaba repleta de posibilidades para las personas como ella, se recordaba de vez en cuando. Mentira. Era demasiado mayor. Estaba cansada, lo notaba. Esto era lo único que realmente sabía hacer. Y era un negocio lucrativo. El sueldo por horas era desorbitado, claro, pero sólo faltaría. Llevaba su tiempo recomponerse.

Lo único que realmente le gustaba era no hacer nada. Donde se encontraba, no había nada que hacer. Pero, a pesar de todo, no estaba a gusto.

Quizá fuera mejor que los otros no hubieran venido.

No estaba del todo segura.

En todo caso el vino estaba sobrevalorado. Era caro y sabía agrio.

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