Cada vez que cojo un libro nuevo, lo primero que hago es ir a la página de agradecimientos, porque me proporciona una especie de fotografía aérea de la obra: un mapa a gran escala que muestra en parte ese entorno más amplio en el cual se escribió el libro y aporta más información sobre el dónde y el cómo.
Ninguna obra en proceso de producción ha recibido jamás tanto cariño y cuidados como Flavia de los extraños talentos, por lo que es para mí un gran honor expresar mi agradecimiento a la Crime Writers' Association (asociación de escritores de novela policíaca, CWA por sus siglas en inglés) y al jurado que consideró esta obra merecedora del premio Debut Dagger: Philip Gooden (presidente de la CWA), Margaret Murphy, Emma Hargrave, Bill Massey, Sara Mengue, Keshini Naidoo y Sarah Turner.
Quisiera transmitir mi especial agradecimiento a Margaret Murphy, quien no sólo presidió el comité de los premios Debut Dagger, sino que también le robó un poco de tiempo a su apretada agenda el día de la entrega de premios para recibir en persona a un extranjero que deambulaba por Londres.
Gracias también a Meg Gardiner, Chris High y Ann Cleeves por hacerme sentir como si los conociera de toda la vida.
A Louise Penny, ganadora ella también del premio Dagger, cuya generosidad, calidez y aliento quedan perfectamente ejemplificados en su página web, convertida ya en un faro para los aspirantes a escritor. Louise es una maestra a la hora de devolver con creces lo que recibe. Y, por si eso fuera poco, las novelas protagonizadas por el inspector jefe Armand Gamache son sencillamente espléndidas.
A mi agente, Denise Bukowski, por cruzar el Atlántico para estar a mi lado y por conseguir llevarme a la iglesia a tiempo, a pesar de mi jet lag.
Gracias de nuevo a Bill Massey, de Orion Books, por confiar en la novela y comprarla -junto con la serie- basándose en unas pocas páginas y por invitarme a una inolvidable comida en el antiguo Bucket of Blood («cubo de sangre») en Covent Garden, el mismísimo lugar en el que el poeta y crítico John Dryden fue atacado por una banda de rufianes. Nadie ha tenido jamás mejor editor que Bill. ¡Es ciertamente mi alma gemela!
Gracias a Kate Miciak y Molly Boyle de Bantam Dell en Nueva York y a Kristin Cochrane de Doubleday Canada por confiar en mí desde el principio y alentarme.
A Robyn Karney, correctora de Orion Books, por sus acertadas e inteligentes sugerencias. Y a Emma Wallace y Genevieve Pegg, también de Orion Books, por su entusiasta y cordial recibimiento.
Gracias al atento y solícito personal del museo y archivo británico de correos, en Freeling House, Phoenix Place, Londres, por contestar con tanta amabilidad a todas mis preguntas y permitirme consultar material sobre la historia del Penny Black.
Gracias a mis queridas amigas de Saskatoon, y expertas en novela policíaca, Mary Gilliland y Janice Cushon, por depositar en mis manos el equivalente eduardiano de internet: la colección completa de la 11.a edición (1911) de la Enciclopedia Británica, lo cual es probablemente el sueño de todo escritor de novelas de detectives.
A David Whiteside, de la agencia Bukowski, por su valiosísimo trabajo a la hora de poner un poco de orden en las inevitables pilas de papeleo y trámites burocráticos.
A mis queridos amigos el doctor John Harland y Janet Harland, quienes me aligeraron el camino con sus muchas y útiles -en algunos casos, incluso brillantes- sugerencias. Sin el entusiasmo que ellos han demostrado, Flavia de los extraños talentos sería un libro de menor valía y, desde luego, no me habría divertido tanto escribiéndolo.
Todos estos queridísimos amigos me han ofrecido sus mejores consejos; si se ha escapado algún error, yo soy el único responsable.
Y, por último, quiero expresar mi amor incondicional y mi eterna gratitud a mi esposa, Shirley, quien me animó o, mejor dicho, me insistió para que dejara salir a Flavia de Luce y a su familia de la maraña de notas en las que languidecían desde hacía demasiado tiempo.