CAPÍTULO 8

Toda la angustia de Saber era inspiradora. Jess estaba empezando a creer que los cantautores necesitaban sufrir para producir buen material, porque esta canción era buena. Cada nota era fascinantemente hermosa, al igual que Saber.

Había comenzado a trabajar para desentrañar el misterio de ese pequeño grabador digital que Louise Charter le había traído. La grabadora había sido sellada en una bolsa de plástico y encerrada en la oficina de seguridad cuando la encontró, y ella no había sido quien la había puesto allí. El almirante no tiene nada que ver con su oficina de seguridad. Según Louise, no sabía la combinación. Si se trataba de un plan para incriminar al almirante, quien había colocado la grabadora no sabía que solamente el secretario tenía acceso a la caja fuerte.

La grabación estaba en malas condiciones. Podía oír voces, pero no podía distinguir las palabras, incluso con su avanzado equipo. Al fin y al cabo, pensó que era mejor llevar la grabadora al experto en sonido del equipo, Neil. El hombre podía hacer casi cualquier cosa cuando se trataba de sonidos. Y una vez que tomara las medidas…

La necesidad de Saber lo consumía, por eso vertía sus frustraciones en la composición y todo lo demás podía irse al infierno. Por primera vez en su vida, quería dejar su puesto de trabajo con los militares, para que si Saber se quedaba en su casa no fuese por otro motivo más que porque quería estar, los secretos ya no importarían y podrían estar juntos.

– ¿Jesse? -Su suave voz de sirena pasó a través de sus pensamientos, una nota de entrañable vacilación por lo que ya estaba sonriendo cuando abrió la puerta de su oficina. Por un momento su corazón pareció dejar de latir.

Saber iba vestida con un vestido ajustado sin hombros, azul real. La falda volaba de las caderas hacia abajo en un dobladillo de colas rasgadas. Ella había retocado sus largas y gruesas pestañas con una máscara, había pintado sus labios de un color rosa perlado. El salvaje motín de rizos se derramaban en torno a su cara resaltándola. Estaba tan increíblemente hermosa que su estómago se contrajo y su corazón dio un vuelco.

– ¿Todavía quieres ir conmigo?

– No vas a ir sin mí, no vestida así -dijo, con una oscura y hambrienta mirada.

Ella realizó un giro para él.

– ¿Qué piensas?

– Creo que puedes romper corazones con ese vestido. – Por no hablar de aumentar la temperatura de un hombre en unos pocos cientos de grados. Jess se enjuagóo algunas gotas de sudor de su piel. Al infierno con el baile. Tenía otras, mucho mejores ideas en mente.

– ¿Te gusta? Lo compré por capricho hace un par de meses. Me conoces, nunca me pongo vestidos. -Ella lo miró complacida por su respuesta.

– Será mejor que me lave y me ponga presentable si voy a ser visto contigo. Estás absolutamente hermosa, Saber.

Un tenue rubor se posó en sus mejillas.

– ¿Has conseguido trabajar algo?

Él asintió mientras la seguía hasta el vestíbulo, sin poder apartar los ojos de su esbelta figura. Sólo la forma en que caminaba le sugería música. Era hermosa, y vestida así, lo único que hacía era fantasear sobre ella. Se preocupó de su ropa, queriendo impresionarla, queriendo que se sintiera de la misma manera en que él se sentía acerca de ella.

Saber esperó, mientras Jess se ponía su oscuro traje italiano, el gris carbón. El que siempre hacía que Saber se derritiera cuando se lo ponía. Amaba el picante y masculino aroma, la manera en que su pelo estaba tan ordenado a excepción de un persistente y muy sexy mechón de cabello que siempre caía en el centro de su frente.

En la furgoneta él se sentó un minuto, simplemente mirándola. Su mirada era posesiva, admirativa, todo lo que Saber hubiera querido ver. Esto causó una avalancha de calor húmedo, un remolino de alas de mariposa, y su boca se secó de repente. Ella se humedeció los labios con la punta de su lengua, y tragó fuerte cuando su hambrienta mirada siguió el movimiento.

– Jesse -protestó jadeando.

– Bésame. -Su voz sonó áspera de cruda necesidad. Necesitaba sus besos, sentir sus labios, su boca, su cuerpo quemando de deseo, ansiando el delicioso sabor de ella.

Incluso su cerebro protestó, pero su cuerpo ya se inclinaba hacia él, deseando el calor que llameaba entre ellos, queriendo sólo una vez más probar lo prohibido.

En el momento en que su boca reclamó la de ella, comenzó el temblor. Sus dientes acariciaban su labio inferior, insistiendo en que ella los abriera para él. Vacilantemente ella obedeció, fuego líquido se precipitó por sus venas, despertando algo feroz y primitivo que estaba a la altura del salvaje que había en el.

Su lengua clamaba por su boca, de la misma manera que su cuerpo clamaba por el de ella, duro, empujando, curvando su cuerpo contra él, un salvaje tango de apareamiento para siempre. El corazón de Tansy, su alma y su cuerpo le pertenecían en ese momento, fundiéndose, fusionándose, estirándose para ser parte de él.

La falta de aire los separó. Después de que la dejara ir, las manos de Jess enmarcaron su cabeza, los labios vagabundeaban sobre cada pulgada de su rostro y su garganta. Saber gimió suavemente, aferrándose a los duros músculos de sus hombros.

– ¿Quieres quedarte en casa, cariño? -Le susurró seduciéndola, un brujo tentándola.

Se quedó sin respiración de repente y le miró fijamente, impresionada y complacida y más cerca de estar de acuerdo de lo quería admitir.

– No nos atrevamos a hacerlo, Jess.

Ella no se atrevía. El, sin embargo, era una historia totalmente diferente. Con Saber, se atrevería a cualquier cosa -dejaría cualquier cosa-incluso su carrera si fuera necesario. Muy suavemente Jess puso algo de distancia entre ellos. Le llevó un minuto controlar su respiración, conseguir que su furioso cuerpo pareciera tener algo de control.

– Gloria, Jesse, tienes que dejar de hacer esto. -Saber se abanicó a si mismo con la mano, sus ojos azules tan oscuros que parecían violetas.

– Personalmente, cara de ángel, me estoy volviendo bastante parcial sobre "hacer esto". -Puso la furgoneta en marcha, una pequeña sonrisa torcida suavizaba la dura curva de su boca.

Una sonrisa en respuesta osciló en los labios de ella.

– Bien, no creas que se va a convertir en un hábito. Somos responsables de no prender fuego al vecindario, somos combustible.

Su ceja se disparó.

– No creo que tengas ni un poco la mente abierta sobre esto, Saber.

– Es cuestión de supervivencia -Le informó. Sus largas pestañas ocultaban la expresión de sus ojos.

El le dirigió su sonrisa depredadora

– Exactamente. Ahora estás cogiendo la idea. Se trata de una cuestión de supervivencia. -No había risa en su voz.

Ella frunció el ceño, mordiéndose la respuesta, considerando más prudente guardar silencio. Definitivamente no conseguía sacar lo mejor de él. De hecho, tenía la desagradable sospecha de que estaba perdiendo terreno rápidamente. Le quería tanto. Más de lo que nunca había querido a nadie en su vida, pero él estaría siempre fuera de su alcance. Incluso si sucediera un milagro y se enamorara de ella, ella nunca sería capaz de quedarse.

– Asombroso -se burló – Saber Wynter sin palabras.

Ella miró por la ventana, negándose a que la provocara.

La risa de Jess disipó su malestar, y estiró una mano a través del espacio que los separaba para acariciar su mejilla con la punta de sus dedos. Saber dio un salto y clavó su mirada azul-violeta en el. Ojos embrujadores. Esta vez fue Jess quien tragó con fuerza y desvió la mirada.

El club era relativamente pequeño, sugerentemente íntimo. La mayoría de los clientes se conocían los unos a los otros y saludaron a Jess y Saber de inmediato. Saber permaneció al lado de Jess, su mano en la de él mientras pasaban a través de la multitud hasta su mesa. Jess pidió su habitual 7UP y zumo de naranja sin un murmullo, una de las muchas cosas que apreciaba de él. Saber nunca tomaba bebidas alcohólicas y normalmente sus citas se ofendían por ello, o la trataban como si fuera un niño que necesitara persuasión. Jess simplemente tomaba sus preferencias con calma.

La banda era buena, tocando una mezcla de rock and roll y lentas melodías románticas.

– Jess. Qué bueno verte.

La voz provenía de detrás de ellos, sorprendiéndola. Saber no había sido consciente de que se acercara nadie, y eso la desconcertó. Normalmente, ella era consciente de todo. Su corazón saltó y, a continuación, comenzó una rápido martilleo en su pecho. Se giró para ver una pareja justo detrás de ella, tan cerca que podría haberlos tocado. Demasiado cerca para fijarse en ella sigilosamente. No los había olido, sentido su energía o su ritmo, y su radar no estaba apagado. Su corazón se hundió. Jess tenía que estar escudándoles.

– Ken. Mari. -Jess le dio la mano al hombre.

Ken estaba cubierto completamente de cicatrices. Parecía como si alguien le hubiera rebanado en pedacitos. Parecía tan duro como el acero, y sus ojos eran de hielo frío y vigilantes. Mari parecía pequeña a su lado, pero la forma en que se movía era un regalo.

Eran Caminantes Fantasma, no sólo amigos de Jess. Había llamado a su equipo. Debía haberse dado cuenta de que él se daría cuenta de que alguien les estaba observando. Debería haber previsto que llamaría a sus amigos. Se había relajado, y ahora estaba prácticamente rodeada por el enemigo.

Jess la cogió de la mano y tiró hasta que ella estuvo a su lado, tan cerca que podía sentir su calor.

– Saber, estos son buenos amigos míos. Mari y Ken Norton. Están recién casados, así que esperemos que de repente se pierdan en sus propias miradas y olviden que estamos aquí. Ken, Mari, esta es mi Saber.

Saber deliberadamente forzó una sonrisa, estudiando a la otra mujer, intentando ponerse en su lugar, intentando averiguar si alguna vez habían estado en el mismo recinto. Whitney tenía varias instalaciones de entrenamiento y le gustaba tener a las niñas en grupos, pero separó a los grupos e introdujo diferentes técnicas de entrenamiento en un esfuerzo por encontrar el que mejor funcionaba. Nunca había visto antes a Mari, pero sin duda era un soldado, un Caminante Fantasma.

Saber estiró la mano, su aliento capturado en sus pulmones, esperando. ¿Tomarían su mano? ¿La conocían? Si Whitney les había enviado a recuperarla, podrían vacilar o encontrar alguna excusa para no tocarla. Temerían incluso su toque.

Mari tomó su mano de inmediato, con una acogedora sonrisa en su rostro.

– Encantada de conocerte.

Ken no sólo tomó su mano, sino que también la cubrió con la otra. Si la conocían, eran demasiado buenos para mostrar temor.

– Así que tu eres la mujer que finalmente ha puesto a Jess en su lugar.

Por un momento pensó que no le había oído bien.

– No es así… -empezó a replicar, pero Jess cogió su mano de entre las de Ken y la besó en el centro de la palma, sus miradas se encontraron. Ella perdió el hilo de sus pensamientos.

– Lo es -admitió Jess -. Ella lo negará, pero es porque es una pequeña mentirosa vergonzosa. Estábamos a punto de bailar.

Ken se inclinó hacia él. Su voz era casi un susurro.

– Es Mari quien me ha arrastrado aquí también. Te compadezco enormemente.

Mari rió y sacudió la cabeza.

– No puedo bailar en absoluto. A Ken le gusta esto.

Ken pasó un brazo alrededor de su cintura y la sacó a la pista de baile. Ella resbaló fácilmente en sus brazos. Más que bailar se abrazaban el uno al otro y se balanceaban.

La negra mirada fija de Jess ardió posesivamente sobre Saber. Se deslizó fácilmente por la pista y le ofreció su mano. La sonrisa de Saber fue lenta, inconscientemente sexy, ojos azules que se adhirieron a el. Se deslizó en su regazo, rodeandole el cuello con sus delgados brazos, lentamente relajándose contra la pared de su pecho, la cabeza sobre su hombro. La mano de Jess se deslizó por su espalda, la otra balanceando la silla al ritmo lento, sensual de la música.

Ella era insoportablemente suave, su piel caliente a través de la delgada separación entre sus ropas. Sus corazones latiendo juntos, agitando su cuerpo a una feroz excitación demasiado sensible contra su muslo desnudo. Olía fresca y dulce y Jess no pudo resistirse a deslizar su lengua por elu cuello, degustándola suavemente, oliendo su piel. Sus dientes la pellizcaban experimentalmente, la mano en su espalda acercándola más para poder experimentar la reacción de su cuerpo. Ella puso la cabeza sobre su hombro, la mano siguiendo el ritmo sobre la nuca de su cuello.

Saber estaba perdida en la música, en la dura solidez de su cuerpo. Se trataba de una fusión de calor, una fusión de las almas, un lento, erótico pulso de la sangre y los instrumentos, del cuerpo y la mente. Duró una eternidad, para siempre, duró un latido de corazón, un momento.

Cuando la suave música se desvaneció, el mundo real forzó su entrada en el santuario privado. Íntimamente, Saber levantó la cabeza, los ojos llenos de estrellas, el aliento imposible de controlar. Ella le miró como si él le hubiera hecho el amor y por un momento Jess intensificó su agarre, casi olvidándose de donde estaban.

Un buen número de parejas se separaron. Ken palmeó a Jess en el hombro.

– Ya basta, vosotros dos -les reprendió-. Vamos a ver como os movéis.

De mala gana, Jess permitió a Saber deslizarse de su regazo, cerrando sus ojos contra el salvaje dolor mientras sus firmes, redondeadas nalgas, se deslizaban tentadoramente sobre su regazo.

– ¿Es esto una especie de desafío? -Le guiñó un ojo a Saber, su voz un poquito áspera, su respiración no exactamente bajo control.

Ken asintió.

– Lo tienes, Calhoun. Tú y Saber se supone que debeis estar calientes, al menos esas son las palabras de Max -Guiñó a Mari. – Bien, tal vez tú ya lo estás.

– Muy gracioso -Saber se movió hacia atrás, sus caderas se balanceaban al ritmo de la música, los pies siguiendo el ritmo. No sabía quién era Max, pero ellos obviamente habían hablado de ella en el contexto de que le pertenecía a Jess, y estaba absurdamente contenta por eso.

Jess sonrió, en lenta y sensual respuesta al ritmo de su cuerpo, fácilmente inclinado sobre su silla, balanceándose sobre dos ruedas, moviéndose con ella, a su alrededor, Saber alrededor de él, cerca, aparte, sus ojos fijos en los del otro. Su cuerpo flotaba con la gracia de una bailarina y la fuerza de una gimnasta. Ella era una pequeña cosa salvaje de pura belleza, música misteriosa entrando en su vida.

Era obvio que estaban en su propio mundo, las únicas personas en la pista de baile. Parecía que cada momento había sido coreografiado a la perfección, un remolino de hombre, mujer y máquina. La habilidad de Jess para girar, saltar y deslizarse en su silla de ruedas era fenomenal. Su risa suave y débil y su baile salvaje, experto continuó algunas canciones más.

Ken y Mari, riendo, se unieron a Saber y a Jess en la mesa.

– ¿Así que somos los campeones? -preguntó Jess, fastidiando a su amigo.

– Me rindo, -concedió Ken. – Podéis mantener vuestras coronas.

– No puedo bailar más, -admitió Mari. – Ken hace que quede bien, pero no creo que nunca le coja el tranquillo. ¿Dónde aprendiste a bailar así, Jess?

Jess sorbió su bebida, sus ojos fijos en la perfección de la cara de Saber.

– Esta señorita de aquí. Adora bailar, y tiene música todo el tiempo. Me fastidia todo el tiempo, hasta que no tengo otra opción.

Sonrió a Saber tiernamente.

Lo tienes mal, Jess. Ken le envió el pensamiento telepáticamente. Definitivamente es una Caminante Fantasma, pero Mari nunca la ha visto antes. ¿La has comprobado?

Jess intentó no reaccionar al débil rastro de sospecha en la voz de Ken. Si las posiciones hubieran estado invertidas, también habría sospechado.

– Bien, ella te ha enseñado bien, -dijo Mari, tímidamente. – Eres muy buena.

Saber tuvo la impresión de que Mari no solía estar entre la multitud. Ken deslizó su brazo alrededor de su cintura, inclinándose para acariciar su sien con un rápido y tierno beso. Obviamente no pretendían estar casados para su beneficio y eso la hizo sentirse más segura. Quizás Jess no había llamado a su equipo. Sus amigos querían ver que estuviera bien, visitarle y asegurarse de que lo estuviera haciendo todo correctamente. Quería creer que Ken y Mari estaban el en club para divertirse junto a Jess.

– Es bueno, verdad? -dijo Saber con orgullo.

Mari asintió.

– Nunca he visto nada así.

Era divertido que estuvieran sentados en la misma mesa pretendiendo que eran amigos – gente normal – en vez de la realidad. Saber había aprendido a mantener la energía de la multitud lejos, pero era difícil durante prolongados periodos de tiempo. Normalmente aborrecía las multitudes. Mari no era un ancla tampoco y debía tener los mismos problemas estando en público. Saber se sintió más cerca de Mari.

– Adoro bailar, y Jess es bastante bueno bailando en casa conmigo.

Casa. A Jess le gustó la forma en que lo dijo. Nunca había pensado demasiado en tener una casa. Lo había dado por sentado, creciendo de la forma en que lo hizo en una familia cariñosa. Se preguntó como había sido la infancia de Saber. Sabía que la de Mari había sido extremadamente difícil. Jess alcanzó la mano de Saber, sus dedos acariciando sus nudillos.

– Es divertido -dijo con decisión – Sin embargo a veces pienso de que ella tiene miedo de que pueda caerme de espaldas.

– Eso es porque me asustas deliberadamente -rió porque no pudo evitarlo mientras él levantaba las ruedas-. Para, sabes que lo odio.

– Para de hacer eso por tu mujer -le ordenó Ken-. Se está riendo, pero realmente está preocupada.

Jess disparó a su amigo una mirada de cállate, pero dejó de tomarle el pelo.

– Hago esto siempre, dulce, y nunca me caigo.

– Lo sé – Saber sorbió su bebida y le lanzó una sonrisa tranquilizadora.

Ese es el verdadero problema, decidió Jess. Esa sonrisa. La forma en que le cuidaba, mirándole. Temiendo que se hiciera daño. Él sabía dónde estaban todas las salidas y las ventanas. Sabía quién sería el hombre más peligroso de la habitación en una pelea. Conocía la marca y el modelo de cada coche del parking y exactamente como estaban aparcados. Sabía que clientes iban armados y cuales podía coger – quizás todos ellos- sin romper a sudar y todavía sentado en su silla de ruedas. Pero ella no le veía como alguien que pudiera cuidar de ella.

Quería alejar esos pensamientos. Estaba harto de pretender ser menos capaz de lo que era realmente. Pero no podía decirle la verdad porque era un arma de seguridad nacional de alto secreto. Y lo más probable, ella no podía decirle nada a él, por la misma razón.

Como si leyera su mente, Ken le dio una pequeña sacudida a su cabeza. Mari piensa que ella está huyendo.

¿Era él realmente tan transparente? Quería apoyarse en la mesa y besarla. Ella se había derretido cuando la besó, olvidándose de la silla. Jess suspiró y buscó un tema seguro de conversación.

– ¿Cómo está Briony? Su bebes deben llegar pronto. -Buscó la mano de Saber de nuevo, enredándole los dedos porque necesitaba tocarla- Briony, la hermana de Mari, está casada con el hermano de Ken, Jack.

– Jack y yo somos gemelos -explicó Ken-. Y también lo son Mari y Briony. Briony está esperando gemelos.

– ¿Cómo pasó eso? -preguntó Saber-. Porque eso es verdaderamente espeluznante.

Ken rió.

– Es un maldición en mi familia. Siempre tenemos gemelos. Los hombres de nuestra familia encuentran mujeres que producen gemelos idénticos. Es una bendición o una maldición, no estamos seguros de cual.

Mari le disparó una mirada.

– Yo no. Mi pobre hermana está aterrorizada de tener niños y con dos en camino no puedo culparla.

Saber estaba horrorizada.

– ¿Dos? Nunca he sostenido un bebe.

– Tampoco yo -confesó Mari-. Brioni tampoco, pero le dije que la ayudaría. Jack es realmente bueno con ella.

– Jack tiene todos esos libros que siempre está leyendo -dijo Ken con una amplia sonrisa-. Embarazo, tener gemelos, parto y ahora crianza.

– Nos los ha hecho leer a todos -añadió Mari.

Saber sintió las lágrimas quemar a través de sus ojos. Era tan inesperado que no estaba preparada para la emoción que sintió. Sus voces, decidió, contenían tanto amor, tanta calidez. Eran una familia. Jack y Briony. Ken y Mari. Y ahora los niños. De alguna manera habían dejado fuera lo que era la vida de un Caminante Fantasma.

Quería hacerles tantas preguntas, pero al mismo tiempo no quería mantener la esperanza. Porque si tienes esperanza y después te la quitaban, la vida era peor que antes. Había escapado, pero Whitney había ido tras ella. Más tarde o más temprano, la cogería y la mataría, porque no había forma de que volviera a ese infierno de cautiverio. Moriría primero. ¿Cómo lo había hecho Mari? ¿Y era Briony una Caminante Fantasma también? ¿Porqué Whitney las había dejado ir? ¿Porque las había dejado vivir solas y a ella no?

Jess tiró de ella hasta que estuvo sentada en su regazo.

– Baila conmigo otra vez cariño -le dijo, manteniendo su voz baja y suave. La mirada de su cara era desgarradora. Si en algún momento de su vida había considerado romper la autorización de seguridad, era este.

Sus brazos envolvieron su cuello y ella se relajó contra él cuando impulsó la silla a la pista de baile. Encontró una esquina tranquila donde las sombras les daban intimidad. La música era suave y relajante. Saber se relajó en sus brazos, enterrando su cara en su garganta.

El divisó a Logan Maxwell entre la multitud, y a Martin Howard en el bar. Se sintió mejor sabiendo que estaban cerca. Quien fuera que los estaba observando obtendría mucho más de lo que querría si hacía un movimiento contra Saber o contra el. Logan empuñaba su poder con infinita destreza. Martin era letal en cualquier situación. Mari era una desconocida para Jess habiendose casado recientemente con Ken, peo pero si era lo suficientemente fuerte para estar con Ken, entonces era bienvenida.

Jess no iba a perder a Saber. Sus días de huir habían terminado, y si todavía trabajaba para Whitney, entonces se encargaría de que ella supiera exactamente quién y qué era Whitney realmente.

– ¿Qué está mal? -el susurro de Saber estaba en su oído, en su mente, deslizándose por su piel como una caricia.

Se obligó a respirar.

– Nada, cariño. Estoy disfrutando de sostenerte.

La silla se tambaleaba con la música. Sabía que los demás podían leerle. Sabrían como de profundos eran sus sentimientos por Saber, pero en ese momento la única cosa que realmente le preocupaba era mantenerla a salvo.

Fuera, Neil Campbell estaría apostado en algún tejado o en la copa de un árbol en algún sitio al alcance de la noche. Normalmente Ken y Jack Norton desempeñaban el papel de francotiradores, pero con la esposa de Jack tan cerca de tener a sus bebés, y siendo Ken el único que tenía pareja femenina de su equipo, Neil asumió la tarea de proveerles cobertura.

Las últimas notas de la música se iban disipando y Jess maniobró la silla entre la multitud de vuelta a la mesa. Saber permaneció en su regazo porque quería robar unos cuantos minutos más con el. El camino se abrió a lo largo del muro, y sus piernas se rozaron contra un hombre muy atractivo de unos helados ojos azules, amplios hombros y músculos en sus brazos que rivalizaban con los de Jess.

En el momento en que le rozó, una corriente eléctrica se deslizó a través de su cuerpo y tuvo que forzarse a si misma a evitar levantar la vista. Un Caminante Fantasma. Maldición. Maldición, había esperado demasiado. El hombre era un soldado realzado, un ancla si no se equivocaba, y nadie estaba a salvo ahora. Tenía que sacar a Jess del bar tan rápido como pudiera y quizás – oh Dios, no podía creer que lo estuviera considerando- tenía que encontrar la manera de escoltar a Ken y a Mari a la furgoneta. A menos que…

Por un momento no pudo respirar, su respiración se atascó, pero era una profesional, y si Jess la estaba traicionando, deliberadamente devolviéndola a las manos de Whitney, entonces sería mejor que estuviera preparada para todo. Estaba rodeada, y ellos no podían saber que lo sabía. ¿Pero habría permitido Jess que se acurrucara en su regazo si le hubiesen hablado de ella? Tenía que pensar. Quizás podría excusarse e ir al baño. Podría desaparecer en segundos. Saber era experta en desaparecer. Tendrían a un hombre, tal vez dos afuera, pero podría distinguirlos. Finalmente habrían encontrado su equipo. Suspiró. Si Jess estaba realmente en peligro, su marcha le dejaría vulnerable.

Jess supo inmediatamente que Saber había identificado a Logan como un Caminante Fantasma. No había cambiado de expresión o se había tensado, pero por una décima de segundo su respiración se había detenido.

Lo has hecho, Logan. Incluso conmigo escudándote, lo sabe.

Lo sentí cuando me tocó. Logan le dijo con un encogimiento de hombros mental. No me sorprende en absoluto. Estoy impresionado de que los dos hayáis estado en la misma casa tanto tiempo y ningunohaya sabido lo del otro.

Saber tenía sus brazos alrededor de Jess, sus palmas se curvaban en la nuca, piel con piel, y sintió el arco de energía en el aire, desde Jess al extraño. Automáticamente sintonizó sus biorritmos a los de Jess para sentir la corriente. La actividad cerebral permitía la comunicación telepática cada vez más lejos. Supo exactamente que parte del cerebro lo hacía y de dónde venían los impulsos. Estaba hablando con el hombre de los fríos ojos azules.

Ella mantuvo el ritmo de su corazón exactamente igual. Su pulso no se disparó, incluso cuando tomó consciencia de que podía haber caído en una trampa, con Jess como cebo – demasiado consciente del cebo. El los conocía a todos. Y estaba hablando con ellos. Si pudiera deslizarse en su ritmos, podría encontrar el camino adecuado y escuchar a escondidas.

No se atrevía a pensar que Jess la había traicionado – no realmente -porque si lo había hecho, no sabía que haría. ¿Debería-podría- matarle?

– Saber, háblame -dijo Jess. Ella se estaba alejando. No físicamente. Si no la conociera tan bien, no habría notado ninguna diferencia en ella, pero sintió una nota discordante, como si su energía se ajustara a la de ella y ahora se la devolviera rechazándole -. ¿Qué pasa?

Ella quería sacudirle. Odiaba jugar, pero no tenía elección.

– Nada. – Ahora sonaba enfurruñada y se sentía inadecuada. En el momento en que regresaron a la mesa, saltó de su regazo-. Nada en absoluto. -Incluso le dirigió una rápida y brillante sonrisa. ¿Quién sonreía antes de asesinar? Había sido sometida a tests la mayor parte de su vida, mentales, psicológicos, físicos y emocionales. Siempre había sido demasiado emocional para el gusto de Whitney. El había estado cerca de eliminarla en varias ocasiones, cerda de usarla en uno de los programas donde pocos sobrevivían, pero en aquel momento, cayó en la cuenta. Sabía que tenía que jugar a su juego y ser la mejor, porque en su mundo, ser la mejor en el trato con la muerte, significaba sobrevivir.

Mari señaló las bebidas de la mesa.

– El dueño nos ha traído otra ronda.

No bebería más sorbos o confiaría en sus compañeros, ni siquiera para fingir. Vio a Jess coger su bebida y levantarla con un guiño hacia el camarero. Ken inclinó el vaso hacia Mari y luego el de Saber. Fue cuidadosa al poner sus labios en el borde. El polvo del veneno podría matarla en un instante. Aparentando estar distraída con un bailarín, dejó la bebida aparte, todavía de pie, siguiendo el ritmo con el pie.

– Esta música es fantástica -dijo a nadie en particular, lo que permitió que su mirada fuera a la deriva sobre la multitud. Los hombres y las mujeres que podían cuidar de si mismos tenían una mirada distinta. Tocó a unos cuantos potenciales, hombres que parecían buenos en una pelea, hombres que se dejaban llevar con confianza, que se movían con facilidad, pasos seguros y fluidos músculos. No podía descartar a las mujeres como una amenaza, tampoco.

Mari era un soldado. No había ninguna duda de eso en la mente de Saber. Había pasado por el mismo entrenamiento extenso que Saber, y este había sido minucioso. Probablemente conocía muchas más formas de matar a un hombre que muchos de los individuos de la sala. Había pasado por tests psicológicos y emocionales. Había sido entrenada extensamente en armas y lucha cuerpo a cuerpo, pero lo más importante, había pasado prueba tras prueba sobre su habilidad de pensar en una crisis. En cómo mantener la frialdad y la calma, como ser tan fria como el hielo en cualquier situación.

Por primera vez en su vida, Saber estaba agradecida por los años de entrenamiento, por todas las veces que había sido castigada por mostrar emociones. Jess la había traicionado, la había vendido a los otros Caminantes Fantasma. Por todas estas razones debía acabar con el.

– ¿Has conocido a la hermana de Jess, Patsy? -preguntó, lanzándole su sonrisa.

Ken asintió.

– Lo hice. La conocí antes de que esto pasara. – Pasó su mano por las cicatrices de su cara. – Lloró cuando me vio. Patsy es una mujer muy bondadosa.

– Yo no la he conocido -dijo Mari-, aunque me gustaría. Ambos Jack y Ken hablan bastante de Jess y su familia.-

– Jess siempre nos invita durante las vacaciones -dijo Ken-. Tiene una familia agradable.

Saber continuó buscando por la habitación aparentando no hacerlo. Había otros en la multitud. Debían querer al equipo completo si planeaban recuperarla. Apartó todo sentimiento, todo pesar. Escaparse no sería fácil. Ella era pequeña y su fuerza no estaba en la lucha cuerpo a cuerpo. Era buena con las armas, pero de nuevo, no era su especialidad. Podía hacía – debía hacerlo – porque tenía que hacerlo. Cuando el fracaso no es una opción, encuentras la forma de hacerlo.

– Yo sólo conozco a Patsy, y me gusta de veras.

– Ella cree que Saber es demasiado joven para mí -dijo Jess. Ella se estaba alejando de él. Podía sentir su retirada tan claramente como si ya lo hubiera hecho. Algo cercano al pánico presionaba contra su pecho hasta que casi no pudo respirar. Nunca había sentido pánico en su vida. Ni una sola vez. No en el entrenamiento, ni en el combate, ni cuando fue capturado y torturado. Pero el pánico le llenó hasta que no fue capaz de pensar correctamente.

– Saber -Dijo su nombre en voz baja-. Mírame.

Ella ni siquiera giró la cabeza hacia él. Mantuvo aquella mirada suave, soñadora en su cara, su media sonrisa, y parecía como si estuviera muy interesada en los bailarines.

– Estoy escuchando.

Incluso su voz era alegre, maldita ella, pero él lo sabía. Lo sabía con cada fibra de su ser. ¡Mírame ahora! Era una orden, aguda, firme y exigente.

Asustada, sus ojos se encontraron con los de él.

¿De vedad crees que te traicionaría? No mires a nadie más. Mírame. ¿Pensabas que te traje aquí para que el bastardo de Whitney pudiera llevarte lejos de mi?

Estaba furioso con ella – que ella pudiera creer en tal traición. Y dolía. Dios, dolía como un hijo de puta. Quiso sacudirla, tanto que no se atrevía a ponerle las manos encima. La mesa vibró debajo de sus palmas. Ken le disparó una pregunta rápida, pero Jess le ignoró, sosteniendo la mirada fija de Saber. Respóndeme, maldición, ¿es eso lo que piensas de mi? ¿Qué te entregaría después de vivir contigo durante casi un año?

Ella se humedeció sus labios, su único gesto nervioso. Ni siquiera parpadeó, pero le miró fija y directamente a los ojos. Su mirada regresó a la multitud. El corazón de Jess latía con fuerza contra su pecho, una sacudida y su estómago se sintió como si hubiese sido perforado.

Ken se movió ligeramente, para proteger mejor a Jess si fuera necesario. El gesto le irritó. La maldita silla de ruedas otra vez. No necesito protección y menos de Saber.

La mesa está temblando. La voz de Ken era suave.

Ella piensa que la he traicionado.

Esa sería una reacción natural. Ha descubierto al equipo. Sabe que Mari y yo formamos parte de el. No es estúpida, Jess. Si está escapando de Whitney, tiene que pensar que esto es un plan. ¿Cuáles serían las posibilidades de que esto fuera una coincidencia?

Se deshizo de su ego y se centró. Jess se estremeció. Había oído el eco de ese pensamiento y agachó la cabeza, como si todavía estuviera sosteniendo la mirada de Saber. Dejó salir su aliento e intentó ver las cosas desde el punto de vista de ella.

– De acuerdo, cariño. Vamos a ver su puedo aclararte unas cuantas cosas. Ken y Mari forman parte de un equipo de Fuerzas Especiales conocidas como Caminantes Fantasma. Mari escapó de un centro de investigación dirigido por el Dr. Whitney. Ken, Mary y unos cuantos más han venido a ayudarnos porque tú y yo estamos bajo vigilancia. No sé si estás huyendo y Whitney te ha encontrado, o si él me vigila a mí, pero en cualquier caso, me figuré que necesitaríamos ayuda.

Hubo un silencio sepulcral cuando ella le miró, sorprendida de que le hubiera revelado todo lo que sabía. ¿Se atrevería a creerle? Echó un vistazo a Mari, pero su mirada saltó de regreso a Jess. A pesar de si misma, su pulso se aceleró y la esperanza la asaltó. ¿Había una posibilidad de que le estuviera diciendo la verdad? Si me estás mintiendo, Jesse, te prometo que te mataré antes de que me cojan. Deliberadamente le habló a su mente para hacerle saber que ella también tenía el poder de hacerlo.

– Es justo, Saber. Pero dime la verdad. He puesto mis cartas sobre la mesa. Espero que hagas lo mismo.

– ¿Cuantos de tus hombres hay aquí?

– Cinco. Y uno apostado atrás.

Ella inhaló bruscamente. Había llamado a un equipo completo. Cada Caminante Fantasma tendría una habilidad diferente y serían letales.

– Tienes muchos amigos. -No podía esperar cogerlos todos. No era esa clase de guerrero. Lanzando una pequeña plegaria porque le estuviera diciendo la verdad, le cogió su reloj-. Vamos a casa. Porque si vamos a discutir esto, quiero que sea entre tu y yo. Y no me siento segura rodeada de tantos soldados realzados.

El le dirigió una pequeña sonrisa, alentadora. Al menos no iba a atacarle por ello. Se supone que deberían hacerte sentir a salvo.

– Bueno, no está funcionando -Se deslizó de la silla, evitando acercarse demasiado a Ken. Era un hombre grande y obviamente fuerte.

– Os escoltaremos a casa- dijo Ken -. Y os dejaremos solos una vez que estéis instalados y la seguridad conectada.

Jess asintió y sin una palabra siguió a Saber fuera del club.


El júbilo le llenó. Estaba extasiado cuando encendió su reproductor de CD y se quitó las ropas. Quería oír su voz, aquel sexy susurro, ronco que avanzaba lentamente por su piel y se metía en su cuerpo, pero la música lo haría y al menos podría olerla. Se tumbó en sus sábanas y rodó antes de saltar a abrir su vestidor. En lo alto encontró un tesoro.

Sedosos tangas y sujetadores de encaje de todos los colores. Seleccionó unos cuantos y los puso junto con dos pares de pantalones cortos cortados a lo largo del trasero. Acercándolos a su nariz, inspiró y los rozó a lo largo de su cuerpo. Cada vez que la viera ahora la imaginaría llevando la seda y sabría que el los había tocado, los había sostenido, los había frotado contra su miembro hasta que se había corrido una y otra vez con ellos. Los dejó y empezó de nuevo, usando un par azul casi transparente pasándolos por todo su cuerpo, mientras la música sonaba y su cuerpo tarareaba. Se la imaginó atada y desvalida, después de que los otros hubieran golpeado a Calhoun hasta convertirlo en un bulto sangriento. Quizás tomaría su cuerpo allí mismo. Se tomaría su tiempo, haciéndola pagar por ese beso en el parque. Esta noche estaba siendo perfecta. Su cuerpo se arqueó, sus caderas se sacudieron, y vio con satisfacción como rociaba su semen por encima de sus sábanas y su ropa interior.

Загрузка...