CAPÍTULO 20

– Jess, has vuelto -Ken Norton echó un vistazo a su reloj-. Cuatro de la madrugada y te casas mañana. Vives al límite, hombre. -Estaba agachado sobre una gran roca que protegía la entrada a la tierra de los Norton.

Jess y Saber se quedaban temporalmente en una de las cabañas que los gemelos Norton tenían en las montañas de Montana.

Jess se detuvo en el recodo del camino. Esa noche no había luna y las nubes oscurecían la mayor parte de las estrellas del modo que le gustaba.

– No tenía mucha opción. La reunión con el Contralmirante y el general Rainer fue tan bien como podía esperar, adivino, pero ninguno de ellos se mostró muy feliz al saber que les habíamos estado investigando.

Ken se encogió de hombros, acunando el arma en sus brazos, los ojos barrieron la línea de árboles de abajo.

– Dudo mucho que Ryland o tú le dieseis mucho más que una disculpa.

– Infierno, no. Sólo le dimos nuestras conclusiones y una copia de la cinta. El original está aquí y lo mantendremos así.

– Estarás contento de saber que tienes una garantía. Oficialmente posees ochenta y seis acres aquí arriba. Ryland y Lily también compraron tierras aquí. De hecho están comprando grandes terrenos con la esperanza de que más Caminantes Fantasmas se asienten aquí más adelante. He estado ideando unos edificios que podamos defender más fácilmente -Ken se encogió de hombros-. Espero que puedas echarle un ojo más tarde.

Jess asintió.

– Definitivamente quiero comenzar a construir en cuanto podamos. Patsy está dispuesta a construir su casa cerca de la mía, así estaré seguro de que estará a salvo también. Eso significa que tendremos que construir dos casas para la próxima primavera.

– Estoy contento de que finalmente estuviera de acuerdo en venir. ¿Saber y ella todavía hablan sobre comprar otra emisora de radio? -La pregunta de Ken sonó bastante suave.

La risa de Jess fue débil. Sabía exactamente lo que Ken pensaba.

– No te preocupes. Si eso sucede, lo arreglaremos. Se que sería una pesadilla protegerlas en la ciudad.

– ¿Dónde nos quedamos con todo eso?

– Sobre lo mismo. El círculo de espionaje está todavía en el lugar, y lamentablemente varios del personal del ejército están implicados junto a un alto cargo de la Casa Blanca, lo cual significa que estamos jodidos. Violet está en libertad con su propia agenda personal y Whitney está ocupado manipulando a todos.

Ken sonrió abiertamente.

– Sí, bien, nos gusta este tipo de vida interesante.

– Tengo que volver, dormir un poco antes del gran acontecimiento. -Jess intentaba parecer calmado, cuando no lo estaba para nada. No podía esperar para ver a Saber y sostenerla en sus brazos.

Ken bufó.

– Está un poco cabreada contigo, amigo. No esperes una cálida recepción cuando te arrastres a su cama a… er… dormir.

Jess le sonrió burlonamente y subió el sendero hacia la cabaña, gesticulando hacia uno de los guardias agachados en los precipicios que dominaban la propiedad. Había localizado a varios Caminantes Fantasmas patrullando y sabía que habían llegado para la boda. Su boda. Sonrió como un idiota, pensando en ello.

Se había ido siete días mientras se encontraba con el almirante para darle las conclusiones de la investigación. Pero ahora estaba en casa y determinado a ver a Saber.

Había odiado dejarla detrás, y ella había estado menos que feliz por ello, pero sentía que estaba más segura bajo la protección del equipo de Caminantes Fantasmas.

Se deslizó por la ventana abierta y se paró allí un momento, bebiendo ante la vista de ella. Era tan hermosa que hacía que su corazón doliera. Desvistiéndose rápidamente, Jess subió a la cama, empujando su forma femenina a sus brazos.

Ella se abrazó a él, curvada como una gatita, mientras el cuerpo más grande de Jess se envolvía alrededor del suyo en actitud protectora. Sus rizos negro azulados se sentían como seda contra la cara y la suave piel invitaba a tocarla. La inhaló, empujando su olor hondamente en sus pulmones. Su cuerpo ya estaba hambriento, la boca anhelaba su sabor.

Se estiró, moviendo las piernas, deleitándose en el milagro de ser capaz de hacerlo, luego se inclinó hacia ella y le besó la nuca, deslizando las manos por las costillas hasta ahuecar los senos. El era un hombre grande y ella parecía tan frágil, aunque sabía que había poder en ella… acero. Ella estaría a su lado sin importar que sucediera.

Era un lujo poder tocarla, despertar su suave cuerpo curvilíneo. Suyo. Sonrió otra vez y apartó la sábana, deslizando el cuerpo sobre y bajo el de ella.

– ¿Qué estás haciendo aquí? -Saber no abrió los ojos.

Su voz soñolienta hipnotizaba, se deslizaba por su sistema como una droga.

– Vuelve a dormir. Quiero consentirme un poquito.

– Me dejaste y estoy enfadada contigo, así que vete.

Deslizó las manos sobre la piel suave desde los senos al vientre. Ella no abrió los ojos pero le frunció el entrecejo.

– No me mereces. Vete.

– Es el día de nuestra boda.

– Lo era. Fui abandonada. Dejada atrás. Abandonada. Sueño con venganza en este momento y me estás molestando.

El acarició la punta del seno con los labios, ligero como un pluma.

– ¿Qué clase de venganza? -Sentía el conjunto de músculos del estómago arremolinarse en respuesta.

– Encuentro que uno de los muy calientes marines de las Fuerzas Especiales toma tu lugar. Me adora y nunca me deja.

– Él conseguirá tener su garganta cortada y tú serás castigada severamente. Vuelve a dormir y sueña con una venganza apropiada como matarme o algo así. Eso es mucho más apropiado. Y ningún marine podrá jamás reemplazar a un SEAL, cariño. -Se inclinó para morder suavemente, la lengua lavando el pequeño picor.

– ¡Ay! -Le empujó la cabeza-. Vete.

La boca se cerró sobre el seno, amamantándose fuertemente, la lengua bailando sobre el pezón, dando golpecitos y excitando hasta que ella se estaba arqueando y las manos que le habían estado empujando tiraban de él acercándolo.

– Bien -murmuró ella-. Adivino que te mantendré.

El se rió y trazó un camino a besos por su vientre, acariciando los muslos y empujándolos para que se abrieran. Se tumbó sobre ella, las manos en el abdomen, los brazos sosteniendo las caderas en el lugar mientras se doblaba para probarla. Bajo él, ella saltó, las caderas dieron tirones pero él la mantuvo quieta y le dio varias largas y satisfactorias lamidas. El sabor meloso de ella era sexy como el infierno, y decidió que despertar debía ser todo indulgencia. Podía tenerla así cada mañana y sería un hombre feliz todo el día.

– Eres tan hermosa.

Su cuerpo estaba ruborizado, los muslos apretados. Los músculos se arremolinaron en el estómago y el rocío brilló en los rizos diminutos que protegían el tesoro tras el que andaba. La sostuvo abierta para él, dobló la cabeza y bebió, la lengua apuñalaba profundamente, rodeaba su clítoris y atraía el néctar.

Su cuerpo se movía, pero la sostuvo firmemente, dándole un pequeño cachete en el trasero. El pequeño golpe de calor envío más miel. La lamió con apreciación.

– Permanece quieta. Este es mi tiempo, puedes hacer lo que quieras más tarde, después de todo, tengo que mostrarte que los hombres de la marina están preparados para la tarea.

Saber gimió, agarrando la almohada para evitar levantarse de la cama. La lengua era como fuego, acariciando con pequeñas llamas alrededor de su clítoris. El succionó, el sonido era sexy, de un modo pecaminosamente malvado. Un sollozo de placer escapó y se clavó a las sábanas, intentando aguantar quieta para él. Los ojos de Jess eran calientes y oscuros con lujuria mientras sentía los primeros temblores del cuerpo de Saber.

– Oh, sí, cariño, deshazte para mí. -El dedo barrió sobre su calor resbaladizo, empujando profundamente, y ella sintió la ráfaga de un orgasmo alcanzándola. Instantáneamente él dobló la cabeza otra vez y utilizó la pecaminosa boca para aumentar la fuerza de los temblores, la lengua tanteando profundamente, hasta que ella se volvió salvaje, rompiéndose bajo él y gritando su nombre.

Jess sonrió mientras se echaba para atrás. Ella era tan hermosa con los ojos casi opacos y los signos de su boca por todas partes. Le besó los muslos y entrelazó los dedos entre los suyos, estirándole los brazos sobre la cabeza y sujetándole las manos al colchón mientras se inclinaba hacia adelante para encontrar la boca con la suya. Podría besarla para siempre. Planeaba besarla para siempre.

Se tomó su tiempo para besarla una y otra vez, profundizando cada vez hasta que pudo sentir la misma urgencia en ella que él sentía. Se movió, deslizándose fuera del colchón, queriendo estar de pie, arrastrando el cuerpo de Saber al borde de la cama.

– ¿Qué estás haciendo?

– Algo -le levantó las caderas y se dobló para beber otra vez. Ella gritó entrecortadamente, respirando en jadeos-. Todo -lamió otra ofrenda de miel tibia y luego se enderezó sobre ella-. Abre la boca.

El parecía enorme estando de pie sobre ella como algún dios vengador, pero no podía resistirse al hambre que lo dirigía. Quería saborearle, quería ver cuán lejos le podría conducir antes de que perdiera el control.

– Esto se supone que sucede después de la boda -indicó ella mientras él empujaba las caderas más cerca, golpeándole los labios con la ancha cabeza acampanada de su pesada erección.

– Eres mi mujer -dijo-. En cada sentido de la palabra, eres mi mujer.

Ella le permitió esperar un latido del corazón antes de lamer la pequeña gota color perla de la cabeza. Las caderas dieron un tirón y él le agarró el pelo en las manos como si fueran riendas. Ella rió mientras él empujaba en su boca con ansia. El sonido viajó por su miembro y le sintió temblar, le vio echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos.

Lo tomó profundo, la lengua excitaba la cara inferior de la ancha cabeza, encontrando el lugar más sensible, mientras la mano rodeaba la base, acariciando con los dedos. Le amaba con la boca, succionaba con fuerza y daba golpecitos con la lengua solo para cambiar a un ritmo más lento. Ella emparejó el ritmo con el latido de corazón de Jess, con el rápido aliento así podía seguir más fácilmente que le daba más placer. Todo parecía darle placer. Las caderas empezaron a empujar con urgencia y le sintió hincharse más, endurecerse en acero sedoso.

Fue Jess quien se apartó, respirando en duros jadeos.

– No tan rápido, mujer mía. Vas a matarme.

– Mereces morir por abandonarme.

El la agarró fácilmente y la echó al aire sobre el estómago, tirándola hacia atrás para que las caderas colgaran sobre la cama. Un brazo le rodeó la cintura mientras la otra mano fue inmediatamente entre las piernas, encontrando la humedad que le dijo que ella estaba más que lista para él. Empujó el dedo en ella y los músculos lo sujetaron con avidez.

– Estás tan malditamente caliente, Saber. -Presionó una mano en la nuca, sosteniéndola contra la cama mientras continuaba probando con la otra mano, hundiendo los dedos profundamente y luego retirándolos hasta que ella estuvo gimiendo y empujando contra su mano.

Jess quitó inmediatamente la tentación de los dedos y la reemplazó con su pesada erección. Ella intentó empujar hacia atrás, para empalarse, pero él la hizo esperar, sosteniéndola indefensa mientras empujaba dentro del canal llameante y apretado, lentamente, pulgada a pulgada. Estaba casi demasiado apretada, su vaina sedosa lo agarraba hasta que quiso rugir con placer. Se retiró y entró otra vez con el mismo empujón terriblemente lento, absorbiendo el modo en que su cuerpo se apretaba a su alrededor, sujetándolo con calor y fuego, seda viviente moviéndose y contrayéndose a su alrededor.

El aliento de Saber estalló en pequeño sollozo e intentó otra vez empujar con más fuerza hacia atrás, para forzar el ritmo que deseaba. Los dedos de Jess se apretaron en su nuca.

– Todavía no, nena, tómalo lento y tranquilo.

Él no lo quería lento y tranquilo más que ella lo hacía, pero la quería desesperada para él. Quería que lo anhelara de la misma manera que él lo hacía, que sintiera esa hambre que arañaba y rasgaba hasta que ella hiciera cualquier cosa por tenerlo dándole la liberación. Frotó la piel suave y firme de las nalgas, masajeando hasta que se retiró lentamente y luego miró como desaparecía en el secreto canal femenino.

Cuándo ella se sacudió otra vez, él se hundió duro y rápido. Ella sollozó, los músculos apretándose a su alrededor, las caderas meciéndose mientras él se conducía más fuerte, sosteniéndola sujeta a la cama, conduciendo profundamente su trasero contra su estómago. Su polla latía casi dolorosamente, hinchándose más, estirando su vaina femenina.

Saber no podía moverse, no podía hacer nada más que yacer allí boca abajo, disfrutando, mientras él bombeaba más y más duro en ella. La caliente fricción enviaba sensaciones a explotar por cada parte de su cuerpo hasta que pareció que cada parte de ella dolía por la liberación. Todo era más erótico colgada sobre el borde de la cama, incapaz de moverse mientras él tomaba su placer y lo devolvía diez veces más. Cada duro empuje de su polla deslizándose por sus pliegues de terciopelo se sentía como llamas arrastrándose por ella.

Él comenzó a bombear duro y rápidamente, ella no podía controlar el placer que estallaba a través de su cuerpo, cada músculo se apretaba, la explosión arrolladora se construía hasta que envió temblores y estremecimientos por su cuerpo. Los músculos convulsionaron alrededor de su pesado miembro, apretando con fuerza hasta que con un grito ronco, él llegó al clímax con ella.

Jess estaba encima de ella, respirando con jadeos, el corazón martilleando. Deslizó las manos bajo el cuerpo y ahuecó los senos, besándole la nuca mientras yacían juntos. Podía ver como su cuerpo se curvaba alrededor de su polla y respondió con pequeños tirones de éxtasis satisfecho. Ella le había drenado, le había dejado saciado y feliz, pero en algún lugar en el fondo, ese anhelo oscuro ya empezaba de nuevo, su mente viva con sus fantasías y todas las cosas que podía hacer para darle placer.

– Te amo, cariño. -Se puso en pie con desgana, sin querer separarse, pero sabiendo que era pesado. Dejó que su polla resbalara del calor de su cuerpo.

– Vas a estar en apuros cuando Patsy averigüe que estás aquí -susurró Saber, girándose hacia él, rodeándole el cuello con sus brazos esbeltos.

– Sí, bien, afrontaría cualquier cosa para estar contigo -la levantó, besándola, queriendo que sintiera como ella lo agitaba por adentro-. ¿Estás bien con esto? ¿Con vivir aquí? ¿Con ser una parte de todo esto?

– ¿Y si no lo estuviera?

– Eres mi mundo, Saber. Si no eres feliz, entonces yo no soy feliz -la besó otra vez y la puso en la cama, bajando hacia ella, con una sonrisa engreída-. Entonces sigo trabajando en convencerte hasta que sepas que esto es a donde perteneces.

Jess dobló la cabeza para acariciarle el vientre con la nariz. Algún día su niño crecería allí. El niño de ellos. Se labraría una vida para ellos de cualquier modo que pudiera, y que Dios ayudara a cualquiera que tratara de quitársela, porque él no tendría misericordia si venían a por su familia otra vez.

– Sé a donde pertenezco -dijo ella, los dedos retorciéndole el pelo-. Sé exactamente a donde pertenezco.

Jess Calhoun era su hombre, su otra mitad, y dondequiera que él estuviera, esa era su casa. Con quienquiera que él estuviera, era su familia. Y si alguien intentaba apartarlo de ella, bien, había todo un lado de ella que estaba suprimiendo, pero estaba allí, esperando y preparado para proteger lo suyo.

Saber Wynter, pronto Saber Calhoun, había parado de escapar finalmente, de Whitney y de ella misma. Al final sabía quién era y a donde pertenecía. Ella había hecho una casa para si misma aquí, una vida, con Jesse. Quizá no era la vida normal con la que siempre había soñado y quizá nunca lo sería.

¿Pero por otra parte, quien necesitaba normalidad?

Esto era mucho mejor.

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