CAPÍTULO 4

Saber abrió los ojos lentamente, a regañadientes. A su lado, la cama estaba vacía. Se sintió dolorida y lastimada, pero la fiebre se había ido. ¿Qué demonios le había pasado para estar tan enferma? Nunca estaba enferma, nunca, y había sido un shock. No lo había manejado muy bien tampoco.

Se dio la vuelta y atrapó los lados de la almohada para inspirar profundamente el perfume masculino distintivo de Jess. Inundó sus pulmones y su estómago hizo una pequeña y extraña cabriola. Había yacido a su lado, sosteniéndola entre sus brazos, cantándole para que se durmiese. Su boca se curvo con el pensamiento. Le dijo que no sabía cantar, pero ella amaba su voz. Al pensar en eso, en la canción para ella, una calidez se propago rápidamente a través de todo su cuerpo.

Tomó otro olfateo rápido de la almohada, preguntándose si debería lavar la funda de la almohada inmediatamente antes de que se volviese obsesiva sobre ella, o dejarla para siempre, deslizándola en su paquete de emergencia así que si tenía que huir deprisa, siempre la tendría. Nadie estaba por ahí para verla, así es que empezó a rodar como un gato sobre el lugar donde él había dormido.

Jess. Olía tan bien todo el tiempo. Olía a seguro y limpio y tan pero tan masculino. Con un pequeño suspiro se forzó a sí misma a levantarse. Se había despertado más temprano de lo habitual. Solía mantenerse levantada toda la noche y dormía por las mañanas y las primeras horas de la tarde. No teniendo ni idea de lo que iba a hacer, forzó a su cuerpo a moverse, tomándose tiempo en la ducha, saboreando la sensación del agua caliente en su piel.

No podía alejar a Jess de su mente. El tacto de sus duros músculos, su enorme fuerza, la ternura en su voz. Durante un momento cerró los ojos, permitiendo al agua caliente caer en cascada sobre la cabeza y sólo fantasear. Dejándose creer, sólo por un momento, que podría tener una vida. Una casa. Un hombre. Quería pertenecerle a Jess Calhoun. Los ojos se le abrieron repentinamente en estado de shock ¡Oh Dios! Tenía un problema. Tenía que irse antes de que fuera demasiado tarde. ¿Cómo había permitido que esto ocurriera?

Se puso encima sus ropas mientras trataba de calmar su corazón que latía salvajemente. Su boca se quedó seca. Jess Calhoun no era para ella, no importa lo mucho que le quisiera. ¿Cuándo había ocurrido? ¿Cuándo se había permitido creer en su propia fantasía? Se clavó los ojos en el espejo mientras secaba el pelo, tratando de hacer que su mente se enfocara en que hacer después. Una mujer sensata se marcharía. La auto-conservación mandaría eso.

Mientras apagaba el secador oyó el murmullo de la suave voz de Jess. Algo, alguna nota dentro de él, quedó atrapada en su mente, elevando cada alarma. Sonaba molesto. No mucho, pero le conocía ahora, prestando atención a cada detalle, y Jess estaba molesto.

Su corazón latió ruidosamente fuerte en su pecho cuando cuidadosamente dejó el secador a un lado y alcanzando bajo del colchón a por su cuchillo. No estaba allí. Juró por lo bajo y fue a por su bolsa, colocando los pies con cuidado para no hacer ningún ruido. Su boca se puso firme y sus manos fueron seguras mientras se ponía el cinturón, colocó la pistola suavemente en la pistolera y deslizó los cuchillos lanzadores en cada lazo. Si Jess estaba en problemas, entonces iba a estar preparada.

Se había prometido a sí misma acabar con el asesinato, pero… No podía permitirse pensar en eso. Eso sólo la perturbaría. Moviéndose sin ruido, Saber mantuvo la espalda contra la pared, reduciendo el tamaño del blanco mientras se movía con cuidado a través de la puerta del dormitorio hasta el balcón del piso superior. Había dos lugares donde las juntas crujían. Ella las evitó a ambas, aunque las escaleras eran más difíciles. Debería de haberlas arreglado, pero pensó que era un buen sistema de advertencia si alguien trataba de moverse furtivamente hacía ellos mientras ella dormía.

– Es tan bueno volverte a ver, amorcito -ronroneó la voz de una mujer, seguido de un convincente silencio. Saber se endureció en la puerta de su pequeña sala de estar, imaginado a Jess siendo besado sonoramente. Sus dedos se apretaron alrededor de la pistola.

– Chaleen. Tengo que admitir que me conmocionaste. Eres la última persona en el mundo que esperaba oír cuando cogí el teléfono. -Había esa nota de tensión nerviosa otra vez. Quienquiera que fuera Chaleen, Jess no estaba feliz de verla.

La carcajada resonó fuera. El sonido irritó a Saber.

– Sabía que estarías encantado.

– ¿Qué demonios estás haciendo en Sheridan?

Jess no sonaba contento en absoluto. Chaleen tenía que ser una idiota si pensaba que él lo estaba. Saber se relajó en el vestíbulo. La alarma todavía palpitaba en su cuerpo, una advertencia de que todo no estaba bien.

– Porque, vine a verte, amorcito -los tacones de Chaleen sonaron sobre el piso de madera-. He viajado en aviones durante días.

Saber fue de puntillas silenciosamente con los pies desnudos sobre el balcón con vistas al salón. La mujer era alta y delgada, con pechos que eran demasiados buenos para ser reales. Su pelo era liso y sofisticado, sus ropas elegantes. Saber la despreció a la vista.

– Dime, ¿cómo has averiguado dónde estaba? -Preguntó Jess-. Creía que había cubierto mis huellas.

Saber se apoyó en el pasamano, escuchando sin reparo. ¿Chaleen? ¿Quién era la llamada Chaleen? Arrugó su nariz con repugnancia. ¿Y la querida Chaleen tenía que ronronear a Jess? ¿Por qué no podía la bruja hablar como una mujer normal? Incluso el perfume iba a la deriva subiendo por las escaleras. Saber inhaló por la nariz en disgusto y se encogió fuera de la vista pero que, en caso de que se quedasen en el salón, podría oír cada repugnante y ronroneante palabra. O, si la mujer no iba en busca de puro sexo como parecía sonar, entonces Saber podría meterle una bala en la cabeza antes de que hiciese un movimiento incorrecto contra Jess.

– Me topé con tus padres en París -Chaleen se sentó tranquilamente en el lujoso sofá, cruzando sus piernas cubiertas de seda para mostrar que eran su mejor ventaja-. Todavía no puedo creerlo, semejante tragedia. El pobre Jess recortó sus alas de una forma tan brutal. -Una uña larga y roja se arrastró delicadamente a través del pelaje de su abrigo.

– Déjate de gilipolleces, Chaleen, me abandonaste en el momento en que te enteraste.

– Te amaba demasiado para verte sufrir, Jess.

Saber puso los ojos en blanco ¡qué tontería! Jesse. Jess y Chaleen. ¡Qué infantil! Le ponía los nervios de punta la manera en que la querid Chaleen lo decía. Jess. Chaleen ronroneó. Lo saboreó. Los dedos de Saber se apretaron alrededor de la pistola hasta que sus nudillos se emblanquecieron. Humeando, se perdió la respuesta de Jess, pero no la risa cascabelera de Chaleen. El sonido le hizo querer lanzarse o dispararle. Faltó poco para que la querida Chaleen estuviese a segundos de la muerte.

– ¡Oh, amorcito! ¡Eres tan divertido! Y tan valiente, por soportar esta carga horrenda tan heroicamente. ¿Pero por que te entierras en esta ciudad apartada? Nunca serás feliz aquí. Necesitas la excitación, la caza. Te marchitas aquí -Chaleen agitó sus pestañas, moviendo una mano descontenta a lo largo de su pierna sedosa.

– Me las he arreglado para no marchitarme hasta el momento -Jess sonaba aburrido.

– Jess, estoy tan devastada al pensar que un hombre tan viril, tan sexy pudo haber sido anulado tan cruelmente.

Saber se sobresaltó con eso, y casi se mordió un hueco de su labio inferior. ¿Cómo sabía eso la que llevaba puesto un cadáver? Sexy. Viril. Bueno mejor que la vieja Chaleen mantenga los dedos de uñas roja sobre sí.

– Siempre has necesitado una verdadera mujer, que pudiera satisfacer tus apetitos, y ahora… Oh, Jess. Puedes… quiero decir… es posible que… -Se detuvo Chaleen apagadamente, con una mano sobre la garganta.

Furiosa, Saber se levantó de un salto y se apresuró a ir a su dormitorio. Esa… Esa repugnante libertina. Lanzándose sobre Jess. Y lo estaba haciendo muy bien al hacerle sufrir, haciéndole sentir inferior a un hombre. La víbora. Trataba de despojarle de su orgullo. Bien, Saber estaría condenada si no hacía nada y permitía que eso sucediera.

Lanzó ropas en todas direcciones, buscando algo sexy. No tenía nada sexy. ¿Y cómo iba a competir con cinco pies de rubia con más busto que buenos modales?

Se vio momentáneamente a sí misma en el espejo sobre su tocador. Una sonrisa lenta, descarada curvó su suave boca. No había competición. Ella sacó la camisa de Jess, la que siempre llevaba puesta en la cama, la que la hacía sentir tan cerca de él cada vez que se la ponía. La que tenía su perfume.

Saber echó a un lado su pistola, seguido de los cuchillos, y pateó sus vaqueros a la esquina del cuarto, deseando poder estar en dos lugares a la vez. Quería escuchar cada palabra que la pintarrajada bruja decía a Jess.

Con los pies desnudos Saber bajó de puntillas las escaleras, vestida únicamente con la ropa interior y la camisa de Jess.

La vampiresa atormentaba de cerca a Jess, atravesándolo con sus venenosas, brillante y rojas uñas a través de su pelo, doblándose para murmurarle en su oreja, con evidente riesgo de quedarse fuera de su vestido.

– Jesse -Saber no utilizaba la voz susurrante de la Sirena Nocturna. Era para su trabajó en la radio, ¿por qué no en casa?-. No me dijiste que esperábamos compañía -sonrió, como un dulce almibarado-. ¿He de entender que es esta la vieja amiga de quien me hablaste? -Maliciosamente Saber enfatizó la palabra “vieja” y sólo por diversión se rió nerviosamente como si Jess le hubiera regalado a ella un cuento divertido.

Jess alargó su mano hacía Saber, sonriendo abiertamente con la conspiración.

– Chaleen Jarvos, Saber Wynter. Chaleen viajó por casualidad a Sheridan y tuvo la gentileza de pasar a vernos, cara de ángel.

Chaleen se enderezó abruptamente, fulminando con la mirada a Saber, los fríos ojos castaños la miraban de arriba abajo.

– ¿Quién es esta pequeña golfilla, Jess? -Exigió.

Jess trajo la mano de Saber hacía la calidez de su boca.

– ¿Es eso lo que eres, amor? ¿Mi pequeña golfilla?

Saber se rió y frotó la mejilla con los nudillos de él.

– Entraré corriendo y agarraré tu bata -echó un vistazo por encima a Chaleen cándidamente-. ¿Quieres un café?

Saber parecía tan inocente como era posible, pero en el interior estaba tan fría como el hielo. Esta mujer podría ser la ex-novia de Jess, pero definitivamente era mucho más que eso, y era una amenaza para Jess. Esos ojos eran planos y fríos y llenos de veneno. Chaleen Jarvos era alguien aparte de quién fingía ser.

– Dudo de que Chaleen se quede tanto tiempo -dijo Jess.

– ¡Jess! -Ronroneó el nombre Chaleen-. He viajado todo este camino para verte, para hablar contigo -hizo un gesto abarcando la casa-. Esto no eres tú, no eres un hombre casero. Naciste para la excitación salvaje, no para esta ridícula y mona escena hogareña. Te estás desperdiciando aquí.

Los brazos de Saber rodearon su cuello. Ella se presionó contra la parte trasera de su silla. Jess podía sentir el calor de su cuerpo, el calor de su aliento. Olía a fresca y limpia en contraste con el pesado y empalagoso perfume que Chaleen había vertido sobre sí. Una parte de él quiso enviar a Saber lejos, donde Chaleen no pudiera hundir sus garras en ella, y otra parte la quería desesperadamente allí.

Saber le dedicó una risa ronca, íntima.

– No te preocupes, umm, Carlene, ¿no es así?, Jess no está definitivamente desaprovechado aquí. Nos proporcionamos uno al otro más que suficiente, ¿cómo lo dices?… Salvaje excitación -intercambió una íntima sonrisa de dormitorio con Jess, doblando su cabeza ligeramente para rozar un lado de su oscurecía mandíbula con sus suaves y satinados labios-. Sólo quiero correr y conseguir la bata.

– Es Chaleen -la rubia la miró furiosamente, golpeando ligeramente su alto tacón en el duro piso de madera. Ofendida de que Saber saliera directamente de la habitación sin ni siquiera admitir la corrección, se paseó de acá para allá-. No me cabe en la cabeza que un hombre de tu calibre, de tu educación, Jess, se uniese con una pequeña…

– Golfilla -se burló Jess.

– ¡Exactamente! -Chaleen saltó sobre eso-. Tenemos un pasado, nos conocemos. Hemos compartido el peligro, la excitación -posó la mano en el muslo de Jess-. Nos hemos compartido.

– Eso fue hace toda una vida, Chaleen. Otro mundo.

– Un mundo al que perteneces. Perder tus piernas no puede cambiar eso -Chaleen gravitó sobre la silla de ruedas-. Tienes que volver, ser parte de eso otra vez. Tal vez ya lo estás. No puedo imaginarme que dejases tu trabajo por esa tonta y pequeña niña. Debe de haber acabado apenas la escuela secundaria. Necesitas a una mujer, no una niña -le transmitió una sonrisa-. Estás trabajando para la marina, ¿no es así, Jess?

Saber ajustó el cinturón de la bata más apretado alrededor de su pequeña cintura, esperando con ilusión que por un momento estuviese la cuerda alrededor del flaco y huesudo cuello de Chaleen.

Jess se inclinó hacia adelante, rodeando la muñeca de Chaleen con su mano. El corazón Saber cayó directamente hasta sus pies. ¿Y si había adivinado incorrectamente? ¿Y si esta víbora vampiresa era la mujer misteriosa de la otra noche? ¿Y si estaba haciendo el tonto, lanzándose en defensa de Jess cuando realmente no lo necesitaba o quería? Ella contuvo el aliento mientras Jess levantado la mano de Chaleen.

Todo en ella se calmó. El mundo se estrechó, lo escudriño. De repente se concentró y con completo control. Porque si él besaba los dedos de Chaleen, Saber supo con seguridad que Chaleen Jarvos era una mujer muerta.

Jess dejó caer su mano como si fuera desagradable al gusto.

– Estoy exactamente donde quiero estar, Chaleen.

Saber se derrumbó contra la pared con alivio, cerrando los ojos brevemente, disgustada por su primera y más primitiva reacción de golpear a un enemigo. Esa no era una reacción normal. ¿Había esperado demasiado tiempo para marcharse? ¿Se había convertido ya en la misma cosa que siempre había temido ser? Presionó el talón de su mano sobre la frente del mismo modo que se esforzaba por escuchar la conversación.

– Éste es mi mundo. Sheridan, Wyoming. Y Saber es todo lo que necesito. Vuelve con tu jefe y dile que he elegido mi tiempo y que quiero quedarme solo.

– Pero hay mucho más aún que puedes hacer. Todo tu gente, son todavía leales, todavía confían en ti. Tu nombre podría abrir puertas.

– ¿Con quién estás intentado contactar?

– Necesito algunas respuestas, Jess. Ya sabes para quien trabajo. Lo que fuere que estés haciendo disgusta mucho a algunas personas poderosas -Chaleen le inmovilizó con una fría mirada fija-. Saben que estas involucrado en algo muy grande. Nadie se traga tu charada sin piernas. Estoy tratando de mantenerte apartado del problema, y viendo que pretendes pasarte por un idiota para tu pequeña quinceañera me hace querer vomitar.

– Lo siento, no hago ese tipo de trabajo. Y mis lesiones están con creces documentadas. Lo que fuere que andas buscando no está aquí.

– ¡Maldita sea, Jess! no quieras meterte conmigo -dejando repentinamente el ronroneó, Chaleen sonaba más dura que una piedra, sacó una veta protectora en Saber que ni siquiera sabía que la tenía-. Trato de salvarte el pellejo. Has puesto en marcha alguna investigación y eso levanta banderas en todas partes. El FBI. La CIA. Estoy escuchando tu nombre en todas partes. ¡Por Dios!, por algo así conseguirás que te maten.

Saber se mantuvo todavía muy quieta. Había un miedo real en la voz de Chaleen. Podría haber venido a por información sobre lo que investigaba Jess, pero estaba realmente preocupada por su seguridad. ¿Era Chaleen una asesina? Saber se movió hacia una mejor posición para apartarla de Jess si probaba ser otra cosa. ¿Que estaba Jess haciendo, de todos modos?

– No tengo ni idea de lo que hablas.

– ¡Maldito seas, Jess! Siempre tan jodidamente callado. Esto no es un juego. Siempre piensas que juegas al ajedrez en lugar de vivir la vida real. Te estás haciendo enemigos y vendrán trás de ti.

Chaleen definitivamente sonaba amenazante. Saber se olvidó de tratar de obtener información y se movió hacia la habitación. Rodeó el cuello de Jess con los brazos.

– Lo siento me tomó más tiempo, amor -murmuró.

Chaleen echó un vistazo a su reloj de diamante.

– ¿Has corrido? -Ella chasqueó.

Saber cepilló con los dedos el pelo grueso y oscuro de Jess.

– ¿Perdón? -Preguntó, su voz goteando dulzura.

Chaleen recogió su abrigo de pieles y su bolso Gucci.

– Cometes un gran error, Jess -el ronroneo se había ido completamente de su voz, sonando fría y desdeñosa.

Las cejas de Jess se elevaron rápidamente.

– No me amenaces, Chaleen. Transmítele esto a tu gente: Tú no quieres amenazarme.

Durante un momento los ojos castaños brillaron intensamente de amarillo, la mirada imperturbable de un gato peligroso, y luego Chaleen se rió.

– Me has entendido mal, no me atrevería a amenazarte. Ha sido agradable encontrarte. -No se molestó en mirar a Saber, alguna batalla silenciosa se estaba librando entre los ojos castaños y los de marrón oscuro.

Saber, asustada por Jess sin ninguna razón que pudiera pensar, se aferró convulsivamente a sus bíceps. Sin apartar los ojos de Chaleen, él cubrió la mano de Saber en apoyo.

– De acuerdo -se rindió Chaleen-. Estás fuera.

– Espero que sí -contestó Jess tenebrosamente-. Saber, haz café para nosotros, cariño. Y tomate un vaso de zumo de naranja.

A regañadientes Saber le permitió alejarse de ella, atravesando la habitación, escoltando a la rubia hacia la puerta principal. Jess nunca le había ordenado a Saber hacer cosas como hacer el café o tomar zumo de naranja. El zumo, estaba segura, era por causa de su fiebre. El café era una táctica para quitarla de en medio. Vaciló, preocupada por dejarle vulnerable ante Chaleen, aunque él parecía sentir que el asunto estaba cerrado.

Y ella se sentía malísima. Su cabeza le dolía, su cuerpo le dolía, y no había duda de que necesitaba una aspirina. Mascullándose para sí misma, molió los granos frescos y obedientemente puso una cafetera de café.

Jess la encontró sentada en una silla, los codos sobre la mesa, cobijando la cabeza entre las manos. Se deslizó silenciosamente a su lado sobre las ruedas.

– ¿Estás segura de que no deberías de estar en la cama, cara de ángel? -Le preguntó amablemente.

– Claro que no -replicó, sin mirar hacia arriba-. El lugar está siendo invadido por tus mujeres. Alguien tenía que hacer algo.

Su boca se movió nerviosamente pero se mantuvo en silencio mientras vertía en un vaso zumo de naranja y lo colocaba al lado de su codo.

– Bebe.

Ella levantó la cabeza.

– ¿Chaleen? ¿Realmente alguien se llama Chaleen? -Su voz mantuvo una gran cantidad de desprecio.

Él con tacto se abstuvo de señalar que ella tenía también un nombre inusual.

Saber bebió la mitad del vaso de un trago.

– ¿A cuántas hay que esperar?

– Vamos cariño -la calmó, deliberadamente alimentando el fuego-. Ella es muy simpática.

– Algunas personas pensaron probablemente que Jack el Destripador era simpático también. ¡Por Dios! Jesse, lleva encima anímales muertos -lo miró airadamente como si él hubiese matado y sacrificado a las pobres criaturas con las manos remojadas en sangre para hacer el abrigo de la querida Chaleen-. Fuiste el amante de una mujer que lleva puesto animales muertos. Eso es tan repugnante.

Él tiró de uno de sus salvajes rizos.

– Ella no es tan mala.

Los ojos azules dispararon chispas violetas.

– Oh sí, lo era- lo es. ¿A quién debería esperar después? ¿A la esposa de Atila el Huno? Me debes una por eso, pez gordo. Probablemente te he salvado de un destino peor que la muerte. Esa vampiresa tiene la mira puesta en tu virtud -ella tenía la mira puesta en más que eso, pero Saber iba a tener que tardar un poco de tiempo en averiguar el qué.

Él dio un codazo al jugo un poco más cerca de ella, urgiéndole en silencio a que bebiera más.

– No sé, Saber, podría haber sido entretenido.

– No me vengas con eso, Calhoun -Saber rastrilló con una mano por su pelo en total exasperación-. Estabas aterrorizado porque iba a lanzarse sobre ti y lo sabes. Lo pude ver en tus ojos.

Le sonrió abiertamente a ella.

– Las alucinaciones otra vez. Mejor será llamar al doctor después de todo.

Ella puso los ojos en blanco.

– La última vez que el doctor estuvo aquí, insistió en vacunarme de la gripe junto contigo, y miro lo que sucedió. Nunca he estado enferma hasta ahora y qué tengo… la gripe.

– Bebe tu zumo -esta vez empujó el vaso a su mano.

Le envió una mirada al rojo vivo, pero cuando él no se amedrentó, bebió un sorbo.

– Realmente, no te culpo un poco por querer cambiar el tema. Si hubiera tenido tan mal gusto en mi juventud, no querría hacer hincapié en ello tampoco -bufó ella-

– ¿Así que es eso? ¿Significa que tienes mal gusto? ¿En tu juventud?

Al instante una persiana se derrumbó con estrépito, la risa que bailaba en sus ojos se desvaneció y los dejó velados, sombreados, incluso atormentados. Saber se encogió por la pregunta que soltó casualmente, demasiado casualmente.

– Buen zumo, Jesse. ¿Está recién exprimido?

– Por supuesto ¿Qué más haría contigo enferma? -Recorrió con los nudillos a lo largo de su mejilla con una caricia ruda-. ¿Cómo te sientes esta mañana? Me preocupaste anoche.

– Mejor. Voy a ir al trabajo esta noche -le aseguró.

– Saber, no seas ridícula. No estás bien -le colocó una mano fresca sobre su frente-. Todavía tienes fiebre.

– Estoy mejor -insistió.

– Uhuh, puedo decirlo -no pudo menos que reírse. Estaba sentada enroscada sobre la silla del roble, vestida con su bata, el pelo negro enredado, con largos mechones barriendo la curva de su mejilla, Saber era irresistible. Jess tenía que tocarla, quería sostenerla. Su dedo trazó la palma de la mano de ella, sólo para mantener el contacto-. Soy tu jefe, cariño, y yo digo que no vas a ir a trabajar esta noche.

Ella inclinó la barbilla.

– ¿Cobraré?

– Es un duro trato.

– Te conseguiré tu café -se ofreció Saber voluntaria.

– Siéntate. Yo conseguiré mi café. Acábate el zumo y vuelve a la cama -Jess fácilmente alcanzó la cafetera situada sobre el bajo mostrador.

– Entonces, de acuerdo, admitiré que estoy enganchada. ¿Trabaja Chaleen para la CIA, o es algún agente de otro gobierno?

Jess concentró toda su atención en servirse una taza de café.

Saber enroscó el pelo de él.

– No importa, rey dragón. No quiero que tengas que mentirme.

Su mano llegó hasta cubrir la de ella, deslizando los dedos sensualmente entre los de ella. Antes de que ella pudiera apartarse, él atrapó su mano, llevándola hasta el pecho.

– Estoy dispuesto a negociar, cariño.

Saber podía sentir el latido estable de su corazón. Por alguna extraña razón tuvo el deseo de colocar la cabeza sobre su pecho. No podía mirar a sus agudos ojos.

– No tengo nada para negociar.

La ceja de Jess se alzó rápidamente, pero antes de que pudiera responder, el estridente timbre del teléfono los interrumpió. Él sonrió abiertamente, los blancos dientes brillando intermitentemente.

– Tienes un ángel de la guarda -Jess alargó una perezosa mano hacia el aparato receptor-. ¿Sí?

Saber puso los ojos en blanco por su saludo poco convencional. Un débil ceño revoloteó por sus rasgos, y por un breve momento su oscura mirada descansó sobre su pequeña cara.

– Está enferma, Les, no va a ir esta noche -deliberadamente, ignoró las señales frenéticas de Saber, sosteniendo el aparato receptor lejos de ella, rechazándola con una mano.

– Puedo ir en caso de que me necesiten -siseó. Su mirada resbaló por su áspera belleza y se estrechó especulativamente. ¿Era una mancha de lápiz de labios rojo brillante a lo largo de la sombra azulada de su mandíbula? Su puño se apretó con fuerza. ¿Le había permitido a esa bruja que le besara?

– ¿Qué tipo de llamadas? ¿Amenazas? ¿Qué diablos significa “no exactamente”? -Jess sonó impaciente-. Si alguien acosa a la radio, o a Saber en particular, entonces llama a la policía.

– No -Saber intentó agarrar otra vez el teléfono, con cara pálida-. Jesse -gimió cuando él giró la silla, manteniéndose de espaldas a ella, evitando que alcanzase el aparato receptor.

– ¿Qué es exactamente lo que él dice? Sí, así es. Llama a la compañía de seguridad, haz que duplique la guardia alrededor de la radio. ¿Esta Brady de guarda esta noche? Pídele que me llame. Seguro, Les, gracias por llamar -colocó el parador en su soporte y giró la silla para confrontarla.

– Esa era mi llamada telefónica, Jesse -protestó Saber, su corazón se apretó con alarma-. No tenías ningún derecho de mantenerme alejada.

Como siempre, no le pareció que estuviera un poco al menos intimidado o disgustado por su arrebato.

– Siéntate antes de que te caigas -sugirió serenamente él-. Estas temblando.

– De ira -explotó ella, pero se sentó, asustada de que sus estremecedoras piernas no la sostuvieran.

– De miedo. Háblame sobre ello, Saber. ¿A quién estás esperando? ¿Cuán peligroso es él?

Tercamente su barbilla se elevó.

– No es mi culpa si algún chiflado llama a la radio. Sucede. No tiene nada que ver conmigo. Por mí, como si triplicas la guarda en la radio.

– No te preocupes -dijo Jess-. Lo haré. Les dice que el hombre ha llamado nueve veces, anoche y esta mañana. Brian registró un par de llamadas en su turno también. No te ha amenazado, pero quiere conocerte.

– Todo el mundo quiere conocerme. Soy linda.

– Tu voz es sexy como el infierno y eso induce a todas clases de ideas.

– ¿Puedes por favor limpiarte esa repugnante cosa de tu cara? Apenas puedo estar de pie mirándote -se quebró ella.

Su ceja se alzó rápidamente.

– ¿Qué repugnante cosa?

– Lo sabes muy bien. Precisamente tuviste que dejar que ella te besará, y tienes su lápiz de labios por todos partes.

Sus ojos ardieron como el negro terciopelo.

– Tendrás que hacer eso, cariño. No lo puedo ver.

Saber sacudió la cabeza.

– De ninguna manera. Dejaste que ella lo pusiera allí, por tanto puedes quitártelo por ti mismo.

Jess se encogió de hombros.

– Supongo que tendrá que quedarse de esta manera.

Ella le miró con rencor.

– Sabes dónde te besó.

– No lo recuerdo -tuvo que esforzarse para alejar la amplia sonrisa de su cara.

Furiosa, Saber se levantó de un salto, humedeció un trapo, y se dobló sobre él, limpiando la desagradable mancha de lápiz de labios a lo largo de su mandíbula.

– Te podría dar una bofetada, Jesse.

Él la empujó sobre su regazo, exactamente donde había tenido intención de tenerla en el momento en que ella había bajado por la escalera.

– Gracias, cariño, te lo agradezco. No me habría gustado ir por ahí todo el día con la marca de Chaleen sobre mí.

– Pero la tendrías -Saber no estaba dispuesta a perdonarlo-. Todo el día, sólo por sacarme de quicio.

– ¿La tendría?

– Por supuesto.

– Bueno, ya que estamos hablando -sacó el cuchillo militar de su envase y lo puso delante de ella-. Pensé que tenía que devolverte esto.

Saber se quedó absolutamente quieta.

– ¿Dónde encontraste eso? -no lo tocó.

– Tuviste una pesadilla. Antes de que te despertase, trataste de protegerte.

Saber se bajó de un salto de su regazo, evitando con cuidado el cuchillo, y se quedó mirándolo, con una mirada de horror estampada en su pálida cara.

– ¿Qué hice? ¿Te ataqué, Jesse?

Las lágrimas inundaron sus ojos, y cuándo se movió hacia ella, ella se echó hacia atrás, poniéndole una mano en su brazo para mantenerlo a distancia.

– No. No. Si hice eso, ya no es seguro para ti. Tengo que marcharme. No puedo creer que hiciera eso.

No era la reacción que él quería o esperaba. Si ella era una actriz, entonces era la mejor que alguna vez había visto. Podía sentir su angustia, como ondas emanando de ella, angustia y miedo. Ambas emociones se trasmitieron tan fuertes que lo abrumaron. Su cuerpo reaccionó con signos de tensión nerviosa, aumentando la frecuencia cardiaca tan dramáticamente que se presionó la mano sobre el pecho.

Los ojos de ella se abrieron aún más y alejo de un tirón la mano de él, frotando la palma sobre el muslo, con el miedo en sus ojos.

– ¿Cuál es el problema? ¿Es tu corazón? Jesse, contéstame ahora mismo.

Él sintió el alivio instantáneamente, la presión de su pecho se aflojo, su corazón se calmó hasta la normalidad.

– Estoy bien, bebé, sólo siéntate y deja de trastornarte por pequeñeces.

– Sacarte un cuchillo no es “nada”, Jesse.

– Yo te saque una pistola. Somos una pareja violenta.

– Eso no es divertido. Nada de esto es gracioso. Guardé el cuchillo en mi dormitorio para protegerme, pero nunca pensé que alguna vez tendría una pesadilla y trataría de usarlo sobre alguien. No puedo quedarme aquí.

Saber tomó una profunda respiración para tranquilizarse y forzó al aire a través de sus pulmones, tratando de mantenerse tranquila. ¡Oh Dios! ¿Casi le había matado? ¿Primero con su toque y luego con un cuchillo? Quería correr rápido y muy lejos de sí misma.

El humor tenue abandonó la cara de Jess, dejando su expresión sombría y fría.

– No seas ridícula, Saber. Puedes tirar lejos el cuchillo si estas asustada, pero marcharse no soluciona nada.

Si sólo fuera tan fácil como tirar lejos un cuchillo.

– Marcharme te mantiene a salvo.

– ¿Tú crees? ¿Realmente lo crees?

Ella estaba tan contrariada. Nunca había estado enferma antes, ni una vez en su vida. Y nunca había cometido tal error antes, pero ¿estaba Jess en peligro? ¿Representaba Chaleen un peligro para él? Y allí estaba el desasosiego que ella no podía sacudirse, la sensación de ser observada. Incluso había salido la noche anterior alrededor de las cuatro de la mañana y había patrullado los parámetros de la propiedad, pero no había visto a nadie. Pensaba hacer lo mismo esta noche, porque iba a asegurase totalmente de que ella no iba a volcar su infierno sobre Jesse.

Ella saltó, necesitando poner distancia entre ellos.

– No quiero hablar contigo más. Me voy arriba.

Un músculo se sacudido en su mandíbula.

– Adelante, Saber, corre como un conejo, entierra la cabeza bajo la almohada.

Saber escapó sin una mirada atrás, corriendo rápidamente hasta el santuario de su habitación. Le había sacado un cuchillo a Jess y él había podido desarmarla. Tuvo que haber sido porque estaba todavía dormida. Él no podía usar sus piernas. Estaba indefenso, de verdad. Enterrando la cabeza en la almohada, ella trató de dejar la mente en blanco, trató de bloquear la imagen de dañar a la única persona en el mundo que le importaba.

Pero estaba indefenso. Y tenía enemigos, tal vez tantos como los que tenía ella. Alguien tenía que cuidarlo. No se percataba de lo vulnerable que realmente estaba en esa silla. La necesitaba. La necesitaba velar por él. Yació despierta con los ojos clavados en el cielo raso, tratando de averiguar que hacer sin necesidad de dejarle.


Sujeto Wynter. Algo ocurrió esta noche mientras estaba ausente. El sujeto dejó la residencia, por lo que me hace creer que el virus tuvo poco efecto en ella. Casi me atrapó. Estaba a punto de girarme en el camino cuando se me acercó por delante. Para evitar delatarme continué alejandome de la residencia. Creo que comienza a sospechar que está bajo vigilancia. Creo que vamos a necesitar otro par de ojos y oídos para mantener adecuada…


Dejó de dictar abruptamente.

No quería a nadie alrededor para presenciar cualquier diversión que pudiera tener mientras recogía información- después de todo, ese era su negocio. Borró la cinta entera. No era su noche para la vigilancia. Si ella había salido de la residencia y no había sido atrapado, entonces no estaba sobre él. Nadie se enteraría de que había querido echar un fugaz vistazo a su ventana, que algunas veces se sentaba a escuchar su voz en la cinta y miraba fijamente al dormitorio con la esperanza de vislumbrarla momentáneamente. Encontraba estimulante sentarse simplemente debajo de ella, a simple vista, creando sus planes para la pequeña y sexy sirena… tenía tantos.

Загрузка...