CAPÍTULO 13

La lluvia los saludó mientras marchaban por la carretera y se dirigían hacia la hacienda de Patsy. Los abuelos de Jesse y Patsy les habían dejado dinero, y Patsy vivía a sólo unos kilómetros de su hermano, la parte trasera de su propiedad conectaba a la misma área de gruesos árboles. Un mes después de que le hirieran en las piernas, ella había comprado la propiedad junto a la de él y creó la estación de radio. Le llevaba más tiempo conducir hacia su casa que cruzar el bosque, ya que tenían que dar vueltas siguiendo las carreteras.

– ¿Qué vamos a decirle? -Preguntó Saber.

– Aún no lo he resuelto -dijo bruscamente Jess y luego le disparó una mirada rápida de disculpa-. No lo sé, pero pensaré en algo.

Saber tragó con dificultad y se quedó mirando fijamente por la ventana a la lluvia. La tormenta se movía rápidamente. El meteorólogo había estado prediciendo una gran tormenta durante varios días y finalmente estaba aquí, la pesada capa de espesa niebla tapaba las estrellas y la luna. El relámpago veteaba la parte inferior de las ominosas nubes oscuras que se arremolinaban en lo alto y la ansiedad se deslizó por su espina dorsal.

– Lo siento, Jess. Debería haber encontrado la manera de contárselo a Patsy sin revelar el hecho de que soy una psíquica adiestrada.

– No estoy molesto contigo, Saber, simplemente con la situación. Y no tengo ni idea de qué decirle a Patsy a las cuatro de la mañana, pero tengo que ir. Siento una sensación de urgencia, lo cual es tonto supongo, pero es que no puedo correr riesgos con su vida.

– Es tu familia. Y creo que es mejor decírselo inmediatamente y llevarla a un hospital -bostezó-. Estoy verdaderamente cansada. Está todavía oscuro y estoy cansada. Asombroso.

Él se estiró y le pasó el dedo por el dorso de la mano. El estómago de Saber se apretó. Era el primer gesto de afecto o ternura que le había mostrado desde que había revelado que pensaba que podría haber algo malo en el corazón de Patsy e instantáneamente se sintió feliz. Era extraño cuidar de otro ser humano. Apesta pensar si te gusta o no, porque su afecto y su necesidad de protección, le llevaba a su hermana también.

– Esperaba con anticipación acostarme contigo. Amo la idea de despertarme contigo en mi cama, envuelta en mis brazos, tu cara la primera cosa que vea.

No era justo que él le pudiera decir cosas como esas y hacer que su cuerpo fuera a la velocidad de la luz. Pero era incluso más injusta la manera en que hacía que su corazón y su alma se extendieran hacia él. Corrían hacia él. Le necesitaban. Qué irónico, considerando que ella siempre había sido tan independiente, considerando cómo había luchado por la libertad. Y ahora Jess la sujetaba tan seguramente como si estuviera en una jaula.

El relámpago destelló a través del cielo y unos segundos después el trueno retumbó. Los limpiaparabrisas apenas podían seguir el ritmo de la lluvia torrencial. Normalmente, disfrutaba de las tormentas, pero esta vez su corazón golpeaba y su boca se le secó.

Jess condujo por la vía sinuosa, dirigiéndose a través de la gruesa arboleda que separaba su casa de la de su hermana.

– No lamentes amarme, Saber.

Ella le dio un exagerado parpadeo.

– No digas “amor” rey dragón. No estoy realmente acostumbrada y dejo que mi mente vaya allá lentamente.

– Estás loca por mí.

– Estoy loca, con eso estaré de acuerdo. El resto de eso… -Dejó que las palabras murieran y deliberadamente y esperó el sonido de su risa.

Amaba el sonido de su voz, la manera en que parecía derramarse por su cuerpo y llenarla de calor y una sensación de paz, y necesitaba paz ahora mismo. La tormenta parecía estar realmente afectándola, su cuerpo se tensaba más y más, su respiración salía en pequeños jadeos y su pulso se aceleró.

Jess le envió una rápida sonrisa, pero no alivió el miedo que crecía en su interior. Bajó la ventanilla e inhaló profundamente, esperando a sentir la noche a su alrededor.

– Reduce la velocidad.

La sonrisa se desvaneció y él lo hizo mientras le preguntaba.

– ¿Qué está mal, cariño?

– No lo sé, pero creo que deberías parar en el arcén.

– Estamos sólo a pocos metros de la entrada a la casa de Patsy -señaló Jess, pero desaceleró la furgoneta hasta que apenas se movieron.

Su corazón latía a toda velocidad ahora y le picaba la piel. Saboreó el miedo en su boca.

– Alguien está difundiendo un tremendo miedo. Puedo oír el latido del corazón atronando en mis oídos y no está… bien.

Jess juró.

– Patsy. Es Patsy, ¿verdad? -Aceleró-. Está teniendo un ataque al corazón.

Saber puso la mano en su brazo.

– No, no es eso. Detén el coche y apaga las luces. ¿Nos siguieron Ken y Mari? -Se dio la vuelta en el asiendo buscando focos delanteros.

Jess hizo lo que le pedía bajó la ventanilla también, intentando sentir la llamarada de energía que señalaba que algo estaba mal. Lo que fuera, estaba lejos. Saber tenía que ser muy sensitiva para sentirlo.

– Voy a entrar. Pon la furgoneta alrededor de la parte trasera de la propiedad de Patsy, deja el motor en marcha y las puertas abiertas. Nos abriremos paso hacia ti.

– Eso es una tontería, Saber. Aun no sabemos qué está pasando. Esperaremos a Ken y Mari y entraremos con toda la fuerza.

Saber se tragó el nudo de miedo en su garganta.

– No creo que esa sea una buena idea. Los necesitamos aquí tan pronto como sea posible, pero algo no está bien y tengo que intentar llegar hasta Patsy ahora. -Su mano revoloteó contra su garganta. Se volvía más difícil respirar-. Tengo que ir ahora, Jess.

Él la cogió de la muñeca, fuertemente.

– No, Saber.

La mirada de ella se clavó en la de él.

– No creo que esté sola.

– Esperaremos a Ken y Mari.

– No tenemos tiempo -sus manos temblaban-. Ella está aterrorizada, Jess. Tienes que confiar en mí, confiar en mis habilidades. Puedo entrar y salir de sitios sin detección. Puedo hacer esto.

– No es cuestión de confianza, Saber. No voy a arriesgarte. No tepuedo arriesgar.

Ella echó atrás la barbilla.

– No dirías eso a Ken o Mari. Tú no puedes entrar en la casa sin ser visto y lo sabes. Patsy me necesita y voy a ir. -Tiró de su mano, intentando liberarse.

– Estoy en una jodida silla de ruedas. ¿Qué va a ocurrir si te atrapan?

– La silla de ruedas nunca ha tenido importancia, Jess. Si algo ocurre, nos sacarás. Sé que lo harás -sus ojos azules se encontraron con los de él-. Confío en ti completamente.

Él juró, su mirada enfadada, furiosa incluso pero asintió con la cabeza, atrayéndola cerca y capturándole la nuca para mantenerla quieta mientras la besaba. Apretó su boca duramente contra la de ella.

Ella saboreó la potente mezcla de miedo y cólera, una necesidad feroz de proteger, impotencia, pero sobre todo a un depredador desatado. Le besó a su vez, intentando transmitir confianza y amor todo envuelto junto.

Jess descansó su frente contra la de ella, sus dedos moldeando la nuca de su cuello.

– Permanece en comunicación conmigo. Soy un telépata fuerte. Te oiré.

– Lo haré.

– No, Saber. Prométemelo. No importa lo que pase. No dejes que tu miedo o tu necesidad de protegerme te impida decirme que está ocurriendo. Necesitaré todos los datos para tener un plan de acción.

– Lo prometo. -Y quería decirlo. Porque costara lo que costara, Jess Calhoun era letal, y si ella le necesitara, encontraría la manera de llegar hasta ella.

Jess se estiró y apagó la luz sobre sus cabezas.

– Rodearé la casa, pero tú necesitas asegurarte de que el camino está libre. Si tienen colocado un guarda, una vez que gire en el camino, luces o no, sabrán que me dirijo a la casa de Patsy.

– Me libraré del guarda.

Él sacó un arma y un silenciador de un compartimiento detrás de guantera.

– Ten esto y la munición.

– ¿Qué hay de ti?

– Estoy armado. Simplemente se precavida -la besó otra vez, esta vez suavemente, tiernamente, queriendo que se sintiera amada-. Me cabrearé si cualquier cosa te ocurre.

– Lo mismo para ti -dijo Saber y abrió la puerta.

Se dejó caer al suelo y salió corriendo por la parte más profunda del bosque que rodeaba la casa de Patsy sin mirar atrás. Le había llevado un tiempo precioso convencer a Jess que la dejara ir sola y sabía lo que había costado en el orgullo. Si hubiera sido cualquier otro en peligro excepto Patsy, habría intentado detenerla… y una parte de ella lo encontraba emocionante. Nadie nunca se había preocupado por ella antes.

El relámpago brilló intermitentemente otra vez, esta vez ondulando a través del cielo como un tornillo dentado. Inmediatamente el trueno golpeó tan fuerte que los árboles y la espesa maleza temblaron. Saber se empapó en cuanto salió de la furgoneta, el frío penetraba a través de su delgada ropa. Se movió velozmente hacia la casa. Sólo había estado en la casa de Patsy una vez.

Saber había estado viviendo en casa de Jesse aproximadamente cinco meses y su hermana había querido asegurarse de que Jess estaba seguro con ella. Patsy le había pedido a Saber que no comentara su reunión con Jesse, y no lo hizo, pero intentar esconder cualquier cosa de Jess era lo siguiente a imposible. Tenía ojos y oídos en todas partes y había sabido del encuentro entre Patsy y Saber aun antes de que terminara. Por supuesto que Jesse no había estado muy contento con que su hermana intentara protegerle, pero a Saber le había gustado instantáneamente ella por eso.

Saber se escabulló por los árboles, acercándose al lateral de la casa. La lluvia se vertía a través de las hojas, con un patrón inconfundible, así que cuando la nota discordante fue introducida, Saber se hundió de vuelta a la zona de arbustos cerca de las ventanas y esperó. Alguien patrullaba alrededor del perímetro de la casa.

Esperó, agachada, respirando a través del miedo sombrío que Patsy irradiaba desde dentro de la casa. La tormenta violenta no derribaría la energía de la violencia, más bien los vientos salvajes y las vetas dentadas de los relámpagos parecían alimentarse de ella hasta que su estómago se le revolvió. Rezó que Jess estuviera lo suficientemente lejos de la casa para no captar el terror de Patsy, o no habría manera de retenerle en la furgoneta.

Mientras el guarda se acercaba, Saber se dejó caer sobre sus manos y rodillas. El guarda era un hombre pequeño, regordete con hombros anchos y un tranquilo balanceo en su modo de andar. Se podía manipular a sí mismo y eso no era bueno. Saber deseaba que se detuviera, esperando poder colocar una mano sobre él, pero se mantuvo en movimiento, observando el camino y todas las formas de acercarse a la casa. El pánico comenzó a arrastrarse en su interior, inundando su sistema de adrenalina, y supo que Patsy estaba cerca de sufrir un colapso.

Batallando contra las olas de mareo, esperó a que el guarda estuviera casi encima de ella y entonces rodó desde debajo del arbusto, directa a sus pies, el arma en su mano mientras apretaba el gatillo y le acertaba en el centro exacto de la frente. Se mantuvo rodando cuando él perdió el equilibrio y cayó al suelo, boca abajo en un pequeño charco de agua reunido en el macizo de flores. Ella aterrizó junto a varios árboles pequeños ornamentales, la energía violenta chocando por todo su cuerpo, perforándole el cráneo como mil cuchillos.

Intentó dejarlo fuera, presionándose las manos en la cabeza, pero ya estaba dentro, dónde no tenía filtros. No había forma de escapar al dolor, unos martillos neumáticos le golpeaban el cráneo, el trueno de la muerte, el grito silencioso de su víctima. Rodó en agonía, con los ojos cerrados, intentando echarlo fuera. Apenas logró ponerse de rodillas cuando su estómago se rebeló, sufriendo nauseas una y otra vez.

Tenía que dominarse. Era sumamente vulnerable y Patsy necesitaba ayuda desesperadamente. Desafortunadamente, incluso con un escudo, si alguien estuviera torturando a Patsy, y Saber comenzaba a temer que fuera así, entonces la energía violenta se deslizaría bajo el escudo y la debilitaría, como esta energía había hecho. Sólo un ancla podría atraer energía violenta permanentemente fuera. El escudo simplemente evitaba que su energía alertara a los otros que ella estaba cerca.

Ordinariamente cuando mataba, se aseguraba de que su blanco fuera destruido rápidamente y con un conocimiento o dolor tan pequeño como fuera posible. Se introducía por medios naturales, más que disparando. Nunca había matado usando un arma, aunque era diestra, y estaba preparada para la reacción violenta.

Se arrastró hasta ponerse de pie, tropezando, su cabeza todavía latiendo, cada movimiento sacudiendo sus dientes y enviando fragmentos de vidrio a través de su cráneo. No iba a ser fácil. Se tambaleó alrededor del macizo de flores hacia la ventana e inesperadamente el dolor se calmó, y luego desapareció enteramente. Supo antes de darse la vuelta que no estaba sola.

¡Jess! El alivio y el miedo se mezclaron. Dio vueltas buscando enemigos. Jess no podría rebasar a nadie u ocultarse sentado en su silla de ruedas como estaba. Pero sin el dolor podía pensar con claridad y podía interpretar lo que estaba sintiendo mucho más fácil.

Él tiró de ella acercándola, inspeccionando el daño. No puedes ir ahí sola, no después de esto. Su voz era nerviosa, enfadada incluso, pero sus manos eran suaves mientras le acariciaba el pelo.

Tengo que ir allí, Jess. Algo malo está ocurriendo. No quería entrar. ‘Algo’ no estaba sucediendo. La violencia ocurría. En el momento en que dio un paso en la casa, la energía tendría un objetivo. Con Jess cerca, sería mucho más fácil tratar con ella, pero tendría que poner a Patsy y Jess a salvo.

No deberías estar aquí. No importaba que ella le quisiera allí, era mucho más peligroso.

Termínalo. Estaré por ahí en la parte trasera de la casa. Inténtalo por el sótano, pero si no puedes, sube al ático. Eres especialmente buena en eso, ¿verdad? Te cubriré. Simplemente sácala, Saber.

Saber asintió con la cabeza y se volvió a la ventana. Casi le había devuelto el arma, pero había vacilado. Aunque sería terrible la reacción violenta, usar el arma podría ser la única manera de salvar la vida de Patsy. Quienquiera que estaba en la casa con ella jugaba de veras, y el guarda no había sido un aficionado. Vaya desastre.

Probó la ventana. Por supuesto que estaba cerrada. Patsy tenía un sistema de seguridad, Saber lo sabía, pero considerando a los intrusos de la casa, creía que el sistema estaría probablemente apagado. No tenía tiempo para delicadezas, y el cuarto estaba vacío. Esperó, equilibró el codo, para el siguiente retumbar del trueno. Cuando llegó, golpeó el cristal y se estiró para desenganchar el cierre.

Le llevó solamente unos segundos hundirse por la ventana y golpear contra el suelo, rodando para quedar a cubierto en el sofá que había visto durante ese breve encuentro en la casa de Patsy. El cuarto estaba alfombrado y la mayor parte de los trozos de cristal habían caído sobre un largo y pesadamente acolchado asiento junto a la ventana, haciendo poco ruido. Olió sangre en el momento en que estuvo dentro. El miedo la golpeó en ondas. La energía en rojo y negro se derramó por ella y en su interior con una fuerza brutal. Se atragantó y luchó contra la negrura que se arremolinaba en los bordes de su visión.

¡Jesse!

Estoy aquí, cariño. Respira a través de eso. Estoy casi en posición.

Ella ya podía sentir la disminución de la energía violenta mientras Jess se acercaba lo bastante a la casa para extraerla fuera de ella. ¿Y cuan cerca estaba exactamente? Su corazón latía con un ruido demasiado sordo en su pecho y se mordió el labio inferior para estabilizarse. No podía pensar en Jess y en lo que esos hombres le harían si le atrapaba. Tenía que mantener su mente en el escudo, construirlo tan fuerte como fuera posible para enmascarar su presencia mientras comenzaba a buscar a Patsy.

Se concentró en ser pequeña e invisible, desaparecer en el fondo, moviéndose despacio y cerca del suelo. Con los pequeños vistazos que tenía aprendidos de memoria del interior de la casa Patsy, se abrió camino por la majestuosa doble escalera que conducía a la reciclada sala de pinturas. Las pinturas cubrían las paredes subiendo las escaleras y eran exhibidas en huecos junto con esculturas en intrincados pedestales. La curvada galería se abría a las escaleras que iban a las habitaciones y a los cuartos de baño, y ya sabía exactamente dónde estaba Patsy.

Dos estatuas estaban hechas pedazos en el piso de parquet y había una mancha de sangre a lo largo de la pared cerca de la probablemente era el dormitorio principal. Oyó voces de hombres, ligeramente altas, tonos rudos, el sonido de carne golpeando carne y el grito de Patsy de dolor. Saber cruzó a través de los escombros sin incidente, consciente de que no tenía tiempo de cubrirse el rastro. Si había un tercer guarda, vería las marcas de su recorrido, pero no podía evitarlo. El terror llega a ella en oleadas, aun con la proximidad de Jess. La intención de los intrusos era tratar brutalmente, torturar, y matar a Patsy, y esa energía estaba bordeada de rojo y era horrenda.

Saber la ignoró su estómago revuelto estableciendo contacto con Jess, para encontrar su calma, para sentir el calor de su mente.

Dime.

No se lo podía decir. Nada le impediría entrar, ¿y cómo los protegería a los dos? Estoy casi allí.

Saber miró con atención al dormitorio. Un hombre estaba sobre Patsy, quien estaba atada a una silla con cinta adhesiva, la parte superior de su cuerpo desnuda y el agua chorreaba por su piel y pelo. Ya se le estaban formando magulladuras en la cara, un ojo estaba cerrado y unas marcas arruinaban sus pechos y estómago. Lloraba continuamente, negando con la cabeza.

– No sé de lo que me está hablando. No importa cuánto me haga daño, no lo sé. Mi hermano era un SEAL de la Armada pero ahora está en una silla de ruedas. Cualquier cosa que piense que está haciendo, no lo está. No podría.

El hombre delante de ella la abofeteó otra vez y el segundo se inclinó con una paleta de mango largo, tocando el pecho de Patsy a fin de que su cuerpo se convulsionara y ella gritó mientras la electricidad crepitaba.

El estómago del Saber se revolvió mientras gateaba dentro del cuarto, viniendo detrás del primer hombre que había abofeteado a Patsy. Era de mediana estatura, pero parecía fuerte. Rió y comenzó a desabrocharse el cinturón.

– Le gusta eso, John. Le duele, puedes ver que se está poniendo cachonda. Mira sus pezones -se quitó el cinturón y lo balanceó ante Patsy-. Miente todo lo que quieras, perra, pero nos lo dirás al final. Queremos nombres. Sus amigos. Para quién trabaja. Todo.

El cinturón dejó un gran verdugón a través de los pechos y el estómago de Patsy. Su cuerpo saltó pero no gritó esta vez, solo negaba con la cabeza impotentemente, sus ojos salvajes.

– Dínoslo o haremos pedazos tus piernas como las de él, puta.

Aunque los hombres torturaban a Patsy, usando métodos depravados y brutales, Saber no estaba obteniendo energía sexual de ellos. Ni siquiera la risa era genuina. Era un negocio. Le darían una paliza a Patsy, la romperían, su cuerpo, su alma, su mente, hasta que supieran todo lo que ella sabía y luego la matarían. Era simplemente un negocio para ellos.

– Otra vez, Greg, golpéala otra vez -John se inclinó hacia Patsy, atrapando su pelo y tirándosela hacia atrás bruscamente-. Te quedarán bien las franjas. Por supuesto, nos detendremos en cualquier momento que quieras contarnos la verdad acerca de tu hermano.

La mirada fija de Patsy saltó alrededor del cuarto buscando desesperadamente una salida. Saber estaba ahora en posición, en el suelo directamente detrás del hombre llamado John, quien todavía tenía a Patsy por el pelo.

Saber colocó las puntas de los dedos muy suavemente en su tobillo mientras su mirada se encontraba con la de Patsy. Voy a tener que matarle directamente enfrente de ella. Había angustia en la voz de Saber cuándo se confesó con Jess. No había elección.

Ya la mirada fija de Patsy se había agrandado, la esperanza empujando a través del dolor y el terror mientras su mente captaba la posibilidad de rescate. Saber bloqueó todo excepto el latido del corazón de John. Encontrándolo. Fundiéndose con él. Desestabilizándolo. No tenía tiempo para delicadezas. Tenía que eliminarle rápidamente, introduciendo un masivo ataque al corazón.

Una patada aterrizó en su estómago mientras Greg atacaba, haciéndola rodar, enviándola a medio camino del cuarto, mientras John caía, agarrándose firmemente el pecho. Ella se mantuvo rodando, consciente de los gritos desesperados de Patsy, del hombre abalanzándose sobre ella, con la rabia en la cara, balanceando el cinturón sobre su cuerpo una y otra vez. Sintió los golpes caer, pero no retrocedió. Se puso boca arriba, con el arma en la mano, el dedo apretando el gatillo repetidas veces, observando como los agujeros florecían en el cuerpo, un pequeño patrón circular en medio de su garganta. Si nada más, tenía puntería.

Y en ese entonces todo se volvió negro y rojo mientras la energía violenta, la cólera, el dolor y la muerte brutal le llegaban, colocando manos ávidas sobre ella, agarrándola por la garganta y cerrando el conducto del aire mientras unos picahielos se estrellaban contra su cráneo en todas direcciones. Saboreó sangre en su boca, la sintió en su cara, se la limpió de los ojos. Estaba muerta pero Patsy estaba a salvo. Con tal de que no hubiera otro enemigo cerca, Jess vendría por su hermana. El rugido en su cabeza aumentaba y cayó rodando, contorsionándose, su cuerpo comenzó a convulsionarse.

Respira, Saber. Maldita sea, respira, joder. La voz de Jess llenó su mente, una orden evidente de un hombre claramente acostumbrado a la obediencia.

Habría sido cómico si ella no estuviera luchando por sobrevivir. Si pudiera respirar, lo estaría haciendo. Luchaba por aire, intentando ponerse de rodillas, pero cayó al suelo otra vez por el dolor. Estaba perdiendo el conocimiento. Tal vez su vida.

Jess estaba allí, en el suelo a su lado, atrayéndola a sus brazos, moviéndole hacia atrás la cabeza y alzando su estómago.

– Respira, Saber. Un jodido aliento, eso es todo lo que te pido.

La terrible piedra que le aplastaba el pecho y la cabeza se aligeró con la cercana proximidad de Jess, pero no podía oír o ver correctamente. Tenía auténtico dolor ahora, por todo su cuerpo, sus costillas, su espalda, incluso su cara. ¿La había golpeado el cinturón una docena de veces antes de disparar? ¿Cuántas veces la había pateado? Se sentía como si le hubiera atropellado un camión.

Jess empujó hacia atrás su pelo mientras la colocaba sobre el suelo, con cuidado de mantener su cuerpo lejos de la sangre que manchaba la alfombra de marfil de Patsy. Giró la cabeza rápidamente para asegurarse de que Patsy no estaba en peligro. Estaba luchando con la cinta, intentando soltarse de la silla, su mirada horrorizada fija en la sangre que goteaba de los ojos y la boca de Saber.

– ¿Qué está mal con ella, Jess?

– Estará bien -envió una silenciosa oración de que fuera verdad-. Dame un minuto y te soltaré. -Respiró para Saber, intentando encontrar una forma de introducir aire en sus pulmones ardientes.

Saber se revolvió. Gimió. Las pestañas revolotearon. Jadeó y escupió sangre. Rodando, se puso de rodillas, agarrándose el estómago.

– ¿Patsy? -Recorrió con la mirada a la hermana de Jess, su vista borrosa. El color de Patsy se había ido, su cara estaba pálida, el sudor le goteaba por la frente y se mezclaba con el agua que le habían vertido por encima.

Jess la estabilizó.

– ¿Puedes ponerte de pie?

La energía se había ido, drenada por la presencia de Jess, pero la secuela estaba allí, golpeando en su cabeza y constriñendo sus pulmones. Luchó por tomar aire una vez, y luego una segunda vez. Más sangre se filtró por la nariz. Enjuagó las huellas en su cara, escupió otra vez para limpiarse la boca.

– ¿Saber? -Las manos de Jess fueron a sus caderas, sujetándola cuando se tambaleó sobre los pies.

Ella tuvo que agarrarse a su hombro, aferrarse a su silla para permanecer de pie.

– ¿Cuántos, Patsy?

– Cuatro. Vi al menos cuatro, pero creía que había más.

– Sólo conseguí tres de ellos -dijo Saber dijo y se limpió la boca. Nunca había estado tan temblorosa. Matar con un arma no era para ella, seguramente no está cercanía a la víctima y no en un entorno cerrado.

– Siéntate, cariño -dijo Jess, sus manos suaves mientras la empujaba a su regazo-. Sólo descansa un minuto mientras libero a Patsy.

– Ella ha dicho al menos cuatro, Jesse. Sólo encontré tres -empujó el arma encima de su regazo-. No puedo usar esto, no otra vez.

Saber ayudó a Jess a cortar la cinta adhesiva que sostenía a Patsy a la silla. Cada movimiento era doloroso, pero se obligó a continuar, sacando ropas de un cajón y ayudando a Patsy a ponerse la suave sudadera para cubrir las terribles marcas en su cuerpo.

– No puedo parar de llorar -dijo Patsy, colapsando encima del regazo de su hermano-. Estaba tan asustada, Jess. Iban a matarme. -Arrojó sus brazos alrededor de su cuello, sollozando, enterrando su cara en su pecho.

– Lo sé, cariño -dijo, intentando confortarla y observando la puerta al mismo tiempo-. Tenemos que salir a toda prisa -atrapó la mano de Saber-. ¿Puedes hacerlo? Necesito saberlo, Saber.

Forzó el aire en sus ardientes pulmones, su garganta en carne viva, el sabor y el olor de la sangre grabada para siempre en sus sentidos. Asintió con la cabeza.

– Estoy bien. Saquemos a Patsy de aquí.

No esperó su penetrante mirada para evaluarla, asustada de sufrir un colapso. Saber avanzó poco a poco alrededor de los cuerpos humanos, con cuidado de no tocar a ninguno de ellos. Iban a salir a toda prisa. Un hombre en una silla de ruedas, Saber incapaz de respirar correctamente, y Patsy torturada y traumatizada.

– Nunca me he dado cuenta de qué optimista eres -masculló mientras miraba a hurtadillas por la esquina-. Estamos seguros. Muévete rápido.

El elevador, el cuál Saber no había sabido que existía, estaba a la izquierda del dormitorio. Era pequeño y estaba escondido por las largas columnas que formaban arcos para enmarcar las piezas de arte. Con Patsy en su regazo, Jess empujó la silla con rápidas aceleraciones a través del suelo de la galería mientras Saber protegía las escaleras.

– No es extraño que lograras entrar tan rápidamente.

– Patsy puso rampas para mí en la entrada de atrás porque era más fácil hacer maniobras y acercarme al ascensor si quería subir al segundo piso. -Su mirada chocó con la de Saber sobre la cabeza de Patsy. Tenía el ceño fruncido. Patsy se estaba meciendo ahora, adelante y atrás, haciendo pequeños sonidos de de dolor y lamentos. Estaba gris, su piel fría, húmeda y pegajosa. Creo que va a entrar en shock.

¿Quién la podría culpar? Esos hombres la estaban aterrorizando deliberadamente en busca de información sobre ti. No le importaría entrar en shock ella misma, tan maltratada como estaba. Era una asesina y había matado, pero no le gusta esto, no esta muerte brutal, fea y sucia. Ella lo hacía con estilo y sin ninguna fanfarria. Tranquila y natural como si no fuera a suceder. Intentaba reducir el dolor y el miedo de sus objetivos.

Saber sintió más que vio el movimiento. En las escaleras, Jesse. Patsy tiene que guardar silencio. Métela en el ascensor contigo y los distraeré.

Que se joda. Vienes con nosotros.

Ella le envió una mirada sabedora. El ascensor iba a hacer ruido. No importaba cuan moderno fuera, no era silencioso al funcionar. El enemigo sabría y estaría de pie en la puerta, disparándole cuando se abriera.

Maldita sea, Saber. Pero ya estaba utilizando poderosos empujes para propulsar la silla por el vestíbulo hacia la jaula pequeña. Saber insertó su cuerpo entre Jess y las escaleras. Ya no tenía arma, pero no importaba. Su mente nunca tomaría otro asalto y sobreviviría. Ahí tenía que haber otra manera.

Dos hombres saltaron en el suelo de la galería, rodando para refugiarse detrás de las columnas macizas. Antes de que Saber pudiera reaccionar, las pinturas y las esculturas comenzaron a temblar, el suelo a ondular. Trató de agarrase a la barandilla para sujetarse, mirando a Jess con alarma.

Cúbrete, Saber.

No tuvo tiempo para mucho más que dejarse caer con las manos sobre la cabeza para protegerse mientras las esculturas comenzaban a volar por los aires. Las estatuas y las pinturas se estrellaban contra las columnas. Los pedazos de los marcos se convirtieron en armas, lanzados a través del aire como misiles.

Creo que esto es considerado arte sin precio, Jesse. Saber miró con atención a través de los dedos. Estaba destruyendo la sala de pinturas de Patsy. El cristal y el yeso formaron remolinos en el aire a fin de que crear una pantalla.

Ahora, Saber. Corre. Salgamos de aquí. Tenemos una mejor probabilidad afuera. Jess se maldijo a sí mismo por haber despedido a su equipo más temprano. Con la captura de los dos locales y Chaleen descubierta, ni él ni Ken o Mari habían sentido alguna amenaza inmediata. Maldijo por lo bajo mientras dirigía una pintura a estrellarse con estrépito sobre la cabeza de uno de los pistoleros.

Saber se movió rápidamente, su figura pequeña un borrón mientras se abalanzaba sobre él. La puerta del ascensor se cerró de golpe y se movieron. Jess contó los segundos que les llevó llegar al primer piso, una eternidad cuando dos pistoleros solo tenían que bajar corriendo un tramo de escalera. Sólo podía esperar que ambos estuvieran tan sacudidos por el extraño fenómeno de arte volador que permanecieran donde estaban durante unos minutos, aunque eran profesionales. No habían disparado a ciegas, o se habían asustado, ninguno de ellos.

La puerta se deslizó abriéndose y propulsó la silla por encima del suelo del pequeño cuarto que Patsy usaba como habitación. Había otra ventaja que Jess se figuró que tenia. La caja del ascensor estaba oculta en las paredes y todos los paneles parecían ser lisos. Aun si el enemigo tenía un plano de la casa, la localización de las puertas del elevador no estaba incluida. Patsy había instalado el ascensor el año pasado. No tendrían ninguna forma de saber que habitación se abría al ascensor.

– ¿Estás bien, Pats? -Preguntó Jess, preocupado por su hermana.

Su respiración era superficial y su pulso acelerado. La piel estaba fría y pegajosa y ya no trataba sostenerse firme, cayendo contra él como si estuviera demasiado exhausta para moverse.

– Háblame, hermana -dijo Jess, empujando la silla por el vestíbulo hacia la parte trasera de la casa, donde había aparcado la furgoneta al lado de la rampa. Saber, algo está mal.

Saber sacudió su cabeza. Estaban en un maldito infierno. Podía oír a los hombres atravesando corriendo la casa. Tienen radios. Alguien está fuera.

Joder. Dejé la furgoneta en marcha. Nos tienen atrapado. Porque quienquiera que estuviera en el exterior estaría esperando en esa furgoneta, o en una posición ventajosa desde donde pudieran disparar a cualquiera que corriera hacia allí. Él tenía a dos mujeres para proteger, y si el enemigo colocaba sus manos encima de cualquiera de ellas, tendrían a Jess por las pelotas.

Dame alguna dirección. Saber patinó deteniéndose.

El sótano. A través de la cocina. La puerta está a la izquierda de la despensa.

¿Las escaleras? No iba a esconderse en un sótano mientras él intentaba distraerlos en su silla. Jess, no voy a dejarte. No se le importaba si él usaba su voz viril de yo-estoy-al-mando y la miraba fijamente, iba a aferrarse a él como pegamento.

Estaré contigo. Solo vete. Vete rápidamente antes de que nos encuentren.

Saber corrió, siguiendo las instrucciones de Jess en las vueltas a la izquierda y a la derecha. Abrió la puerta de un tirón. El corazón se le hundió. Las escaleras eran estrechas y pronunciadas, aunque no había tantas de ellas.

Ayuda a Patsy.

Saber arrastró a la mujer del regazo de Jess, poniendo un brazo alrededor de su cintura. Patsy no dijo nada, apenas abrió los ojos, hundiendo su peso contra Saber, casi golpeándola escalera abajo.

Apresúrese, Saber. Tendrás que llevar mi silla y luego cerrar la puerta.

Saber no le miró, aterrorizada de lo que planeaba. Se concentró en bajar a Patsy por las escaleras. La mujer no caminaba, así es que Saber no tenía más alternativa que medio llevarla, medio arrastrarla. Dejó caer a Patsy al suelo del sótano y volvió de prisa para ver a Jess balancear su cuerpo fuera de la silla y, usando sólo la fuerza de la parte superior del cuerpo, comenzar a bajar las escaleras.

Los músculos en sus brazos y los hombros se hincharon con el esfuerzo, y ella se encontró con el aliento atascado en la garganta. Había determinación en su cara, su boca firme, los ojos brillando intensamente con amenaza. Aun en las escaleras, empujando la parte inferior de su cuerpo, se las arreglaba para parecer más depredador que presa. Ella se tragó su admiración y saltó sobre él, aterrizando como un gato al lado de la silla para sacarla de su camino y así poder cerrar la puerta.

El sótano instantáneamente se volvió totalmente negro. Por un momento hubo silencio, luego Jess juró para sí y encendió una cerilla.

– El interruptor de la luz está cerca de la puerta, Saber, ¿puedes verlo?

Lo pulsó y abajo, en el muro, una sola bombilla se iluminó.

– Supongo que Patsy no lo usa mucho.

– No. Apresúrate. Baja aquí. Tendremos que apagar la luz otra vez y desenroscar la bombilla para que no funcione cuando lo intenten.

Ella ya llevaba abajo su silla, bajando dos escalones a la vez. Colocando la silla a su lado, se apresuró a la parte trasera del cuarto y desenroscó la bombilla, una vez más hundiendo el cuarto en la oscuridad.

– Vienen, Jesse. No van a engañarse pensando que nos hemos ido.

Se puso en cuclillas al lado de Patsy y puso una mano reconfortante en su hombro, consciente de Jess moviéndose hacia ellas en la oscuridad. Sólo el campo de energía la dejaba "ver" dónde estaban todos. Aunque escuchaba atentamente el sonido del enemigo, automáticamente adquirió el ritmo del corazón de Patsy y se tensó.

– Jesse. Tenemos un problema. ¿Puedes acercarte aquí ahora? ¿Sientes tu camino hacia nosotras? Tienes un camino limpio. Ahora mismo. -Giró el cuerpo flojo de Patsy sobre ella misma para ponerla boca arriba. Presionando la palma sobre el corazón de Patsy, Saber miró a Jesse consternada.

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