CAPÍTULO 2

La piscina interior estaba tibia y tantadora, la escasa luz, proyectaba intrigantes sombras en las paredes embaldosadas. Un mosaico de árboles con brillantes hojas de plata se extendían hasta el techo, entremezclados con las baldosas frescas verdes. Desde la puerta, Saber saludó a Jess y lo miró mientras se deslizaba silenciosamente en el agua, los músculos de sus pectorales sobresalían con fuerza. Su piel brillaba con una tonalidad bronce intenso, el vello oscuro se enredaba sobre los fuertes músculos del pecho y se delineaba hacia abajo por su abdomen para desaparecer en el bañador azul.

Definitivamente tenía un buen cuerpo. Ella lo miraba a menudo fijamente, aunque tratara de no hacerlo, por lo que acabó memorizando cada uno de sus músculos. Cuando él se movía, lo hacía con total gracia. Siempre estaba alerta y preparado, incluso cuando estaba descansando, a diferencia de ella. Ella era inquieta, siempre en movimiento, siempre cautelosa de permanecer en algún sitio.

Su aliento quedó atrapado en la garganta, mientras le observada deslizarse por el agua. Le recordó a un elegante depredador, poderoso, silencioso, mortal, moviéndose con engañosa pereza, cortando el agua.

Saber no podía apartar los ojos, viendo poder en él. Nunca le había dicho lo que le había sucedido a sus piernas, pero las cicatrices estaban todavía rojas y crudas y los médicos lo visitaban frecuentemente. Sabía que había tenido numerosas operaciones, pero era algo sobre lo que jamás hablaba. Trabajaba fuera de casa e iba al fisioterapeuta diariamente. Era excelente en natación. Una vez, había permanecido bajo el agua tanto tiempo, que ella se había zambullido, aterrorizada por si se había ahogado; sólo para tenerlo asustándola al agarrarla por la cintura y tirar de ella hasta la superficie. No era de extrañar que hubiera sido un SEAL de la Armada, se sentía más a gusto dentro del agua que fuera de ella.

Cuando Jess se detuvo, utilizando poderosas brazadas para pararse en el agua, Saber dejó caer su toalla en la plataforma y se sumergió, no queriendo que la viera mirándole.

Jess se sumergió tras ella y la encontró bajo el agua. La agarró de la cintura con las manos y la disparó hacia la superficie. Ella salió del agua con fuerza riéndose, bajó, eludiendo sus manos extendidas, y se hundió bajo él. Jugaron al energético juego del corre que te pillo y al fútbol. Saber era de fútbol. Echaron carreras, intentaron una extraña forma de ballet acuático, y finalmente terminaron colgándose de las barras que recorrían toda la piscina.

Jadeante, con los ojos brillantes de alegría, Saber se enjuagó las gotitas de agua de la cara.

– Esto fue una gran idea, Jess.

El enganchó un brazo en la barra de metal, flotando perezosamente.

– Siempre tengo grandes ideas. Deberías saber eso. -Sonaba imposiblemente arrogante.

Ella le envió un chorro de agua a su presumida y sonriente cara, chilló y se zambulló en el centro de la piscina cuando él se vengó.

Cuando emergió, él estaba sentado en el borde del agua luchando por parecer inocente.

El corazón saltó apenas lo miró. Su sonrisa. Su risa. La manera en que sus ojos se iluminaban. ¿Cómo podía haber conseguido ser tan afortunada de encontrarlo? Mandó otra columna de agua disparada hacia él, luego se giró y nadó alejándose. Pasó varios minutos braceando dura y rápidamente, conducíendose, tratando de empujar su cuerpo hasta la fatiga.

Jess se sentó en el jacuzzi y encendió los chorros, permitiendo que el agua masajeara sus piernas dañadas. Se sentó en silencio y miró el pequeño cuerpo cortando eficientemente a través del agua. Extrañamente, cuando ella nadaba, su cuerpo estaba en alerta, cada sentido estallaba en modo de supervivencia. Era una nadadora hermosa. Se movía con el ritmo de una bailarina, en silencio y elegantemente. Sabía que tenía rápidos reflejos. Los había probado hacía poco, simplemente a causa de la manera en que nadaba.

Cuando ella se permitió olvidar que él estaba cerca, nadó rápida como un corredor, pero cuando él le había preguntado si había competido alguna vez, ella lo había fulminado con un mirada de desdén y un segundo después se había reído y había dicho que por supuesto. El supo que le estaba mintiendo.

Debía de haber utilizado eso, lo agregó a las cosas que sabía acerca de ella y continuó buscando su verdadera identidad. Tenía un permiso de conducir válido, pero sus huellas no encajaban con las huellas del sistema. Ni se parecían. Se enjuagó la cara con la toalla y continuó mirando su perfecta forma. Hipnotizada ver la manera en que se disparaba bajo el agua y giraba, deslizándose hasta la mitad de la distancia al otro lado antes de surgir de nuevo. Ni un solo sonido delataba su presencia, ni siquiera cuando emergía, y eso era lo que más le fascinaba. Él vivía prácticamente en el agua y ¿cómo podía ser ella tan silenciosa?

Saber. Jugó con su nombre en la mente. ¿Una espada para la justicia? Había tomado de ahí el nombre, obviamente. ¿Y dónde encajaba Wynter en eso? Las cosas apenas tenían sentido con su compañera de apartamento, pero no podía traer a su equipo para ponerse en ello. Suspiró y miró la superficie otra vez, mirando primero el brillo de las hojas en los mosaicos y luego al techo.

Ella parecía tan exótica, tan inocente. Era delgada, pero había músculo bajo esa suave piel. Giró la cabeza y le encontró mirándola, y sonrió. Dios. Le golpeó como un puñetazo en la barriga. Su cuerpo se calentó inmediatamente, la sangre se acumuló en su ingle, hasta que pensó que estallaría de necesidad. La cautela estaba inculcada en ella, esos ojos azul-violeta, tan excepcionales, tan capaces de obsesionar, estaban siempre inquietos, buscando un enemigo.

Sabía que parte de la razón por la que ella se relajase con él era porque estaba en una silla de ruedas y no lo percibía como una amenaza. No era que no viera o reconociera, al depredador en él, simplemente no creía que existiese una amenaza oculta.

– ¿Vas a nadar toda la noche?

– Lo estoy pensando -le concedió-. Es esto o el jacuzzi.

– Me siento obligado a indicarte que el jacuzzi es mucho más caliente y que te estás poniendo azul. El color te sienta bien, va con tus ojos.

Ella se rió de la manera en que sabía que hacía. Adoraba poder hacerla reir, reir verdaderamente. Genuina y feliz. Había tomado meses de paciencia, pero finalmente le había dejado entrar, apenas un poquito. Confiaba en él. Pero quizás no debería. Ella tenía una falsa impresión de quien o qué era él, pero no iba a espantarla mostrándole al verdadero Jess Calhoun. Ella podía creer esta vida, la estación de radio, al escritor de canciones. El hombre que la trató suavemente.

Saber subió las escaleras tiritando, y se apresuró en dirección al jacuzzi, tomando asiento frente a él.

– No me di cuenta que hacía tanto frío.

Eso era otro detalle que había advertido acerca de Saber, ignoraba su nivel de comodidad, de dolor, como si pudiese bloquear la sensación por largos espacios de tiempo.

– ¿Dónde puedo encontrar a Larry? -Porque iba tener unas pocas palabras con ese hombre-. ¿Cuál es su apellido y dónde trabaja?

Ella hizo una mueca.

– Es barman y créeme, Jess, él no es el problema, así que olvídalo. Fue mi propia estupidez de todos modos -inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos-. No sé porque hago la mitad de las cosas que hago. Salir con Larry fue una mala idea y mi culpa enteramente.

– ¿Por qué saliste con él?

Ella parecía relajarse, algo que rara vez hacía Saber. Estaba en constante movimiento, como un colibrí. Sus manos siempre estaban inquietas. Saltaría o bailaría por un cuarto antes que andar. A veces saltaba por encima de los muebles, incluso una vez saltó por encima del sofá, y era más largo y ancho que la mayoría. Era un enigma que no podía resolver.

Saber abrió los ojos para mirarle a través del vapor que se alzaba.

Por tu culpa. Había salido con estúpidos putrefactos porque no estaba dispuesta a enamorarse de Jesse. Era tan estúpido y sin sentido. No podía tener a alguien decente, así que salía con hombres sabiedo que no podía herirles. Nunca le haría daño a un inocente.

No tuvo tiempo de censurar sus pensamientos. Ni siquiera para si misma habia admitido alguna vez que no podía mirarle sin desearle. Quería trazar cada línea de su cara, memorizar la forma y la textura de su boca, deslizar los dedos por la riqueza de su hermoso pelo que caía al azar en todas direcciones. No podía cerrar los ojos y no tenerlo en su mente. Le olía en cada cuarto. Cuando inhalaba, estaba ahí, entrando tan profundamente en sus pulmones que se sentía poseída por él.

Con miedo de que él pudiese leerle la cara, apartó la mirada,, estudiando el mural embaldosado.

– Quien sabe porque hago lo que hago, Jesse.

Él no tenía la habilidad para leer mentes. Pero ella le había hablado telepáticamente. Cada célula de su cuerpo se puso en alarma. Sus palabras habían sido claras, absolutamente claras en su mente. Por tu culpa. Ella había sido capaz de proyectar sus pensamientos en su cabeza. No sólo fue clara, sino que lo había hecho fácilmente, sin apenas malgastar energía, ningún poder salió de ella. Nunca en los diez meses viviendo con él había cometido un deslilz. Ni una sola vez. Y eso hablaba de entrenamiento especializado, no solamente especializada; llevaba una disciplina rígida ser lo suficientemente bueno para ir encubierto y nunca cometer un error. Él no iba a comprar que simplemente había encontrado su casa, le habia encontrado a él, y que estaba entrenada en la comunicación telepática. Dios. Jesús. No podría soportar que ella jugase con él como si fuese tonto.

Se sentó en silencio, aturdido por la revelación, furioso consigo mismo por no haberlo visto venir. Quizá durante todo el tiempo lo había sospechado, pero no había querido saberlo. Era tan hermosa. Tan corrects para él. ¿Quién la enviaba? ¿Quién ponía esas sombras en sus ojos? ¿La cautela en su cara? Por tu culpa. ¿Qué significaba eso exactamente?

Mantuvo un rostro inexpresivo mientras estudiaba la situación desde todos los ángulos. Si había sido enviada allí para matarle, ya había tenido oportunidad de hacerlo. Si le estaba espiando, habría tratado de entrar en su oficina y él lo habría sabido. No creía que en las coincidencias, ¿así que en cuanto peligro estaba? ¿Y cuanto debería contarles a los otros? Se había mantenido lejos de Saber, puramente por razones egoístas, aunque quizá había sabido la verdad todo el tiempo.

– ¿Qué? ¿Ningún comentario? Estás terriblemente calmado Jesse y siempre tienes algunos comentarios que sacar de tu larga lista. Adivino que la verdad es que quise sentir algo por alguien. Y él parecía divertido en el bar. Guapo. Algo inteligente.

Había sido un canalla. Ella había salido deliberadamente con un cliché de hombre, como siempre hacía, porque no quería herir a un hombre realmente agradable. Dondequiera que llamase actualmente su casa, sabía que nunca podría permanecer. Queria hacer todas las cosas normales que una mujer haría cuando fingía que estaba viviendo como los demás, pero nunca quería herir a nadie por su culpa. Ya había causado suficiente daño para toda una vida.

Ella suspiró y dio un puñetazo a las burbujas.

– Fue estúpido. No lo volveré hacer otra vez.

– Fue estúpido -estuvo de acuerdo él-. Y no, no lo volverás hacer otra vez.

Ella lo miró a la cara. Parecía que había sido cincelado en piedra. Ese era Jesse por fuera. Jesse por dentro era… sentimental. Una lenta sonrisa se extendió por su cara y la diversión se encendió en sus ojos.

– Eres tan mandón. ¿Cómo es que alguien te soporta?

– No lo sé muy bien, porque he vivido solo hasta que viniste. Aunque mis padres me evitan -le dirigió una sonrisa de respuesta, y utilizando las barras salió del jacuzzi a la plataforma que usaba para secarse.

Por un momento ella sólo pudo mirarle fijamente con admiración ante el poder en sus brazos mientras levantaba su cuerpo. Dandose cuenta de que estaba mirándolo ávidamente otra vez, saltó apresuradamente fuera, alejándose de él.

– ¿Qué pasa con la camiseta, cara de ángel -Jess se frotó el pelo con la toalla despreocupadamente.

– Siempre llevo camiseta cuando nado. -Saber tiritó cuando el aire frío golpeó su cuerpo mojado. Se esforzó para que sonase normal. Despreocupada. Animada. Ppodía ser despreocupada, lo había perfeccionado-. Sabes que lo hago, no es nada nuevo.

– Lo sé pero no puedes ponerte quemarte con el sol dentro -le indicó, alcanzando la gruesa bata de felpa-. Te lo he explicado antes pero parece que no tomas muchas notas -él se detuvo en el acto de ponerse la bata-. ¿Dónde están tus pantalones?

– Los olvidé -Saber se estaba secando tan rápidamente como le era posible.

– Ven aquí -Jess le ordenó suavemente con exasperación.

– Estoy bien -le aseguró, parecía ansiosa.

– Es más fácil que tu vengas hasta aquí que yo vaya hasta ahí, pero si insistes. -Jess cambió su peso, estirándose atrás a por su silla.

– Bien ya está -Saber estuvo a su lado en un instante-. ¿Siempre lo tienes que conseguir todo a tu modo?

Él sonrió con tono burlón y sin preámbulo agarró su camisa y tiró de ella sacándosela por la cabeza. Saber se congeló en el lugar, el corazón tronaba en sus orejas, pero enseguida Jess la envolvió con una cálida bata.

– Ya sabes la respuesta a eso, nena. Con la comodidad de la práctica y la ayuda de las barras estratégicamente colocadas, Jess se izó a la silla.

Saber tiró de la bata, apretando el cinturón alrededor de su fina cintura.

– Alguien te ha mimado, Jess. ¿Patsy?

Nombró a su hermana mayor.

– ¡Patsy! -Él gimió el nombre-. Patsy estaba demasiada ocupada en salvar mi alma. Deberías saber eso. ¿Cuántas veces has oído sus discursos de que nosotros estamos viviendo en pecado? -giró la silla, equilibrando las dos ruedas por un momento antes de pasar como un rayo por los vestíbulos abiertos hasta el salón.

– ¿Pararás por hacer eso? -Saber corrió detrás de él-. Un día de estos estarás presumiendo y te caerás hacia atrás. -Sacó el grueso edredón que estaba sobre el sofá y se lo tiró-. Y no es culpa nuestra los discursos que tenemos que soportar. Tú empezaste todo esto.

– ¿Yo lo hice? -Jess se metió la manta alrededor, una ceja alzándose de repente-. Yo no fui el que salió vino paseando de mi dormitorio llevando una de mis camisas y nada más cuando ella nos visitó.

Su sonrisa le dio un vuelco al corazón.

– No fue como si no lo supieras. Ni siquiera mencionaste tener una hermana, rey dragón. ¿Cómo iba a saber yo quien era? Y sabes muy bien porque estaba en tu dormitorio, llevando tu camisa.

– Otro de tus desgraciados accidentes… un charco de barro, ¿verdad?

– Riete de ello. -Saber se pasó una mano por el pelo mojado, deslumbrándole-. Me dejaste caer en un charco de barro a propósito. Sé que lo hiciste. No iba a ir goteando por las escaleras hasta mr cuerto. Y no iba a quedarme con las ropas sucias.

– Tu decidiste vengarte ensuciando mi dormitorio -le indicó él-. Y no fue idea mía salir del dormitorio tan endemoniadamente sexy cuando la curiosa de mi hermana apareció. Lo hiciste todo porque quisiste.

Saber estampó el pie desnudo con fingida rabia.

– Oye, no sabía que estaba ahí. Me lo tenías que haber advertido -Sólo Jesse le había echó sentir de esa manera la alegría, la risa, un sentido de pertenencia. Diversión. Él era la diversión-. No iba a permanecer sucia. Sabes muy bien que me había tomado una ducha y me había puesto tu camisa. Estaba siendo tonta, era una broma. No parecía sexy. Soy totalmente incapaz de parecer sexy.

La diversión suavizó el duro borde de la boca de Jess

– ¿Sí? ¿Quién lo dice? Créeme, dulce, parecías atractiva. No culpo a Patsy por llegar a una conclusión equivocada.

– Y no lo negaste cuando lo hizo -le acusó Saber, acurrucándose más profundamente en la bata, deseando apretar los labios contra su boca.

– Tu tampoco. Según recuerdo, envolviste los brazos alrededor de mi cuello y parecías provocativa. -Deliberadamente la provocó, deseando que las sombras desaparecieran de sus ojos, queriendo ver su risa, la verdadera, la que reservaba sólo para él.

– ¿Provocativa? -Unas chipas violetas aparecieron en sus ojos azules.

Ella parecía joven, despeinada y muy tentadora, tan pequeña, en la inmensa gruesa bata de felpa. Si se estiraba, él podría agarrar las solapas de la bata y tirar de ellas, atrayendo su boca a la suya y estallar en llamas.

– Provocativa -dijo él decididamente.

– Ahora no es verdad y lo sabes, Jesse -arrugó la nariz con repugnancia-. Provocativa. Que típico. Además me tiraste en tu regazo antes de que envolviera mis brazos alrededor de tu cuello. Y que casualmente, fue un error mayor, debería haber tenido mis manos alrededor de tu garganta. No tenía ni la menor idea de que Patsy fuese tu hermana. Pensé que era una de tus ex-novias de la que querías deshacerse. Yo solamente te ayudaba.

– ¡Ah! -Bufó él de manera poco elegante-. Cómo pensaste que ella era una nueva, quisiste deshacerte de ella.

Los pies desnudos de Saber golpearon el piso con absoluta frustración. Buscó algo para tirarle a la cabeza y agarró con fuerza su toalla húmeda.

– Eso desearías, bruto. No te halagues. Eres tan… arrogante, Jesse, me vuelves loca.

Él se estiró, capturó su mano y atrajo sus dedos hacia el perturbador calor de su boca.

– Me amas, cariño -su pulgar le acarició los nudillos, enviando dardos de pequeñas llamas que recorrían sus terminaciones nerviosas-. Adoras discutir.

Ella dio un tirón alejando la mano como si se hubiese quemado. Quizás realmente se había quemado, pero nunca lo admitiría.

– Un día de estos alguien te bajará esos humos.

El se encogió de hombros, unos hombros poderosos, su sonrisa burlona.

– No serás tú, cara de ángel.

– No cuentes con ello, rey dragón. Mientras sucede, mi semana para cocinar se acerca rápidamente. Sé por lo menos siete recetas para el tofu. Compórtate o comerás soja.

Jess se echó a reír, y el sonido fue tan contagioso que ella se unió a él.

– Mocosa pequeña y vengativa, ¿eso es lo que eres?

– Ya lo sabes -Saber no se molestó en negar la acusación. -Voya arriba.

– ¿Eso es una invitación?

– Deja de mirarme con lascivia, aunque puedo darme cuenta que eres muy experimentado en ese aspecto -replicó ella-. Buenas noches.

La dejó que subiese los primeros peldaños de las escaleras.

– No me tengas toda la noche con esa basura melancólica que llamas música.

– ¡Basura melancólica! -Saber sonó ultrajada. Subió el último tramo de escaleras corriendo, la suave risa era amortiguada por sus pisadas.

A él no le gustaba su música country, ¿verdad? Revolvió toda su colección de CD’s.

– Justo esto -murmuró feliz, por encima de los ruidosos acordes de la peor y más desagradable canción rap de su colección. Jess apreciaría la buena música country después de una hora de escuchar ese rap realmente ruidoso. Se tomó su tiempo en la ducha, lavando su pelo con champú, permitiendo deslizarse al agua caliente por su frío y tembloroso cuerpo. Hasta cantó, fuerte y alto, complacida consigo misma.

Para cuando Saber se secó el cuerpo con la toalla y se estaba secándo la cabeza, Jess estaba lanzando cosas al techo.

Con los labios torcidos en una malvada sonrisa, apagó la música rap.

– ¿Quieres algo Jess? -le preguntó con su voz más dulce.

– Me rindo. Bandera blanca -su contestación sonó sardónica.

– No pensé que podrías -dijo Saber con aire de suficiencia.

Jess sacudió la cabeza cuando la música cesó. Ella tenía una vena malvada. Sabía que él escribía a menudo canciones y que el sonido de lo que fuera que estaba resonando le sería insoportable después de unos minutos. Eso le hizo reír, mientras empujaba la silla de ruedas hasta su oficina privada. Tecleó el código secreto y esperó a que las puertas se abriesen.

Una vez dentro con las puertas cerradas a su espalda y el sistema de seguridad encendido, la risa se esfumó de su cara. Tendría que seguir cavando más profundamente y averiguar quién era realmente Saber Wynter. No podía permitir que sus sentimientos por ella se interpusiesen en su camino. Y que Dios les ayudase a ambos si ella se decidiese por dañarle, pues él no estaba muy seguro de poder matarla. Con un suspiro alejó esos pensamientos de su cabeza y se dispuso a trabajar.

Los ordenadores y las líneas de teléfono estaban abiertas. Abrió el disco de velocidad.

– Está todo claro. Envía la información y acabemos con esto. Cuando entres no hagas ningún ruido en absoluto. Ella no estará dormida.

– Conozco el procedimiento.

El chasquido abrupto le indicó a Jess que estaba en problemas. Logan Maxwell no estaba feliz con él. No lo había estado cuando Jess le informó de la intención de invitar a Saber Wynter a irse a vivir con él. No se había creído la historia ni por un momento de que necesitaba una ama de casa, y menos una como Saber. Pero ninguno se había quejado. Ese era el poder de las sillas de ruedas. Logan le habría gritado si no hubiese estado mirándole, encarando la silla. Pero si Logan sabía que Saber era telépatica, le pondría un arma en la cabeza, y al diablo con las objeciones de Jess.

Jess hizo rodar las ruedas hacia delante y hacia atrás mientras pensaba en esto último. Toda situación tenía sus ventajas, y un Caminante Fantasma aprendía a tomar lo que venía y a usarlo. Jess estaba seguro como el infierno de poder contar con Logan a pesar de la silla, pues Logan era como un hermano, pero Saber, bien, Saber se estaba abriendo paso a su corazón. No habría nada más si Saber se iba.

En el momento en que Logan entró en el cuarto, le dio una patada a la silla de ruedas y miró furiosamente a Jess.

– ¿Qué diablos haces estos días? ¿Tienes alguan idea de que hora es? Y que es eso de que la mujer nunca duerme. Eres un condenado afortunado que este cuarto sea insonoro, porque ella está paseando otra vez. ¿Qué pasa con esto? -Pasó alrededor de Jess y se sirvió una taza de café.

– Hola a ti también -Jess le echó un vistazo a su compañero Caminante Fantasma. Logan llevaba un pasamontañas azul oscuro dejando ver sólo sus fríos ojos-. Puedo ver que estás de buen humor.

– Se supones que estás tras la pista de un asesino, no satisfaciendo a tu novia.

– Vete al infierno, Max -rugió Jess-. Haré el trabajo. Si no quieres trabajar conmigo ahí tienes la puerta. No dejes que te golpee cuando te largues.

– Qué gruñón -Logan encogió sus anchos hombros dirigiéndole una burlona sonrisa-. ¿No duermes aún con ella no? El gran Jess Calhoun, sargento del equipo de los SEAL derribado por su ama de llaves.

Jess respondió con un gesto grosero y empujó la silla contra él.

– Tenemos trabajo que hacer.

Logan se dejó caer en la silla y se pusieron a trabajar moviéndose con la facilidad que otorgaba la práctica, registrando cada archivo, buscando un nombre. Un solo específico nombre. Esperaban reconocerlo si lo encontraban por casualidad.

Después de una hora, Logan se echó hacia atrás, y sacudió la cabeza.

– Esto pinta mal para el almirante.

– Ninguna pista. Nada que nos indique quien es él. El traidor se oculta muy bien -dijo Jess soltando un pequeño suspiro-. No voy a creer que el Almirante Henderson está implicado de algún modo. No puede ser tan buen actor, y seguro como el infierno que no es estúpido. Ahora mismo es nuestro único sospechoso, ¿y sería ese el caso si fuera culpable?

– Hemos estado haciendo esto durante semanas, Jess -dijo Logan-. ¿Hemos encontrado un nombre que tiene la influencia y la acreditación necesaria para orquestar esta clase de engaño, una persona que ha estado en cada misión.?

– Pero es el jefe del NCIS. Uno de los Contraalmirantes más condecorados de nuestra nación. Ha sido el oficial al mando de nuestro equipo de Caminantes Fantasmas, desde que fuimos creados, él nos buscó -protestó Jess-. No puede ser él.

– ¿Quién entonces? Dame otro nombre -Logan alzó las manos al aire-. Alguien más. Porque por lo que puedo ver él era el único que siempre sabía a dónde nos enviaban. Él dio la orden de enviar a Jack al Congo. Cuando Jack no pudo ir envió entonces a Ken en su lugar. Los gemelos Norton fueron torturados más allá de lo que un ser humano puede soportar. ¿Has visto a Ken? Al menos tienen la suerte de que escaparon.

Jess pasó una mano por su pelo y golpeó con frustración el escritorio.

– Lo se. Le visité en el hospital en cuanto regresó.

Pocas personas sabían de la existencia de los Caminantes Fantasmas, incluso en Washington. Equipos de las Fuerzas Especiales de cada rama del ejército habían sido probados en busca de habilidades psíquicas, y a quien sacaba las puntuaciones altas le daban la oportunidad de continuar hacia el proyecto Caminante Fantasma. Los soldados eran sometidos a un entrenamiento especializado antes, durante y después de los experimentos, y los resultados habían sido increíbles. Desde luego nadie sospechaba que la manipulación genética había sido llevada a cabo. El conocimiento de los Caminantes Fantasmas estaba oculto, más allá de la acreditación de alta seguridad. Eran armas sumamente secretas, enviados solo cuando las circunstancias eran horribles. Pero alguien muy arriba de la cadena de mando los quería muertos.

– Alguien lo sabe. Alguien sabe que nos ofrecimos voluntarios para ser realzados psíquicamente, y también deben saber que el doctor Peter Whitney llevó el experimento más allá. Sabe Dios con cuantas mujeres experimentó también. -Jess sacudió la cabeza-. Alguien lo sabe, Max, pero no puede ser el almirante.

– Tal vez Louise Charter, la secretaria del almirante. Ha estado con él durante veinte años, y cuando la investigamos antes salió limpia, pero podemos ir de nuevo y ver si se nos pasó algo por alto. -Logan sabía que sonaba tan poco dispuesto como se sentía. Habían revisado a Louise a fondo. Nada había sido omitido y ambos lo sabían.

– Mis tripas dicen que no es el almirante -insistió Jess.

– Bien. ¿Entonces qué hacemos aquí?. Estamos examinando cada informe que ha tenido algo que ver con los Caminantes Fantasmas, pero ninguna de las misiones estaban en los informes. El trabajo administrativo es todo una tontería. Dime que buscamos, Jess.

– Cada Caminante Fantasma se ofreció voluntariamente para ser psíquicamente realzado. Al menos los hombres. Bien es cierto que no sabíamos nada acerca del realce genético, mi hipótesis es que, si nosotros lo hubieramos sabido, habríamos seguido adelante. Alguien nos quiere a todos muertos y lo que hacemos es intentar averiguar quién.

– Cierto -Logan asintió, sabiendo que Jess estaba pensando en voz alta. El hombre era brillante, de hecho era como Kadan Montague, otro Caminante Fantasma considerado un genio. Si alguien podía entender el lío, ese alguien era Jess o Kadan.

Como si le leyese el pensamiento Jess le echó un vistazo.

– Kadan controla el núcleo del equipo de Ryland. Está mirando a su comandante Rainer. Está encontrando lo mismo que nosotros. Daría un dólar por su general, no cree más de lo que yo creo que el Almirante Hendersson nos traicione. ¿Qué sabemos de verdad, Max? Tenemos que regresar al principio de todo esto y desenredar el lío para averiguar quién es nuestro traidor.

Logan le dirigió una sonrisa burlona.

– Sabemos y es absolutamente cierto, que fuimos unos asnos sin cerebro al convenir, y que estamos jodidos. Bien, con la triste excepción de ti, que no puede conseguir que su ama de casa colabore y te de un suplemento o dos. Eso podría cambiar si no fueses un hijo de perra.

– Podría echarte en otro minuto -la voz de Jess era suave.

– En realidad ella es linda -persistió Logan-. Y cuando habla por la radio, hombre, suena como el pecado. Tal vez podría darle una oportunidad, para ver si soy su tipo.

– Tendría que pegarte un tiro -le dijo Jess.

Las paredes se ampliaron y se contrajeron. Bajo su silla el piso se movió ligeramente, y sobre el escritorio se movieron varios objetos. Jess respiró profundamente y exhaló.

Logan estaba bromeando. Tan solo una broma. La clase de bromas que se hacían habitualmente desde tiempo atrás, pero por una razón desconocida, el mero hecho de pensar que Logan pudiese tocar a Saber le revolvía el estómago.

Logan echó un vistazo a su alrededor, apoyándose hacia atrás en la silla y enlazando los dedos detrás de la cabeza.

– Sabes que has escogido un mal momento, Jess.

Jess suspiró, no se molestó en fingir que no sabía de lo que le hablaba Logan. Infiernos, sí había escogido un mal momento y a la mujer incorrecta.

– Sí, soy muy consciente de eso. No te preocupes, tengo muy claras mis prioridades.

– ¿De verdad? Porque esto podría ponerse feo. Si la persona incorrecta se hace con la información de la investigación, vendrían a por ti, amigo. Te matarían a ti y a ella. Y muy probablemente le harían las clases de cosas que le hicieron a Ken, así que mira lo que sabes y a quien se lo cuentas.

Jess sabía que Logan tenía razón. Y lo peor de todo, sabía que se había puesto en peligro a él y al equipo al no revelar que Saber era telepática. El doctor Peter Whitney había experimentado años atrás con muchachas jóvenes y sin duda Saber era una de ellas. Ella podría poseer otros dones psíquicos mucho más peligrosos. La mayor parte de los Caminantes Fantasmas los tenía. Pero no podía dejarla. Esto no tenía sentido, pero no podía hacerlo, aún no.

– Tienes que decirme como continuamos, Jess -dijo Logan cambiando de postura en la silla, apoyándose hacia delante-. Hemos sido amigos demasiado tiempo como para que me ocultes cosas.

Jess asintió.

– Dame unos días para revisar todo esto. No estamos cerca de encontrar al traidor, así que de ningún modo hemos podido asustar a alguien. Solamente déjame averiguar unas cosas.

– No esperes demasiado tiempo -advirtió Logan-. En nuestro negocio las cosas se van al diablo muy rápido.

Ociosamente, Logan recogió una carpeta que había debajo de la lámpara sobre el escritorio y la giró una y otra vez en sus manos. Jess se inclinó hacia delante parar tomarla de inmediato. Logan la abrió.

– ¿Qué es esto?

Jess tendió su mano.

– Nada importante.

Logan inhaló bruscamente.

– No me jodas. Esto es un archivo médico. ¿Biónica? -Se mantuvo silencioso mientras hojeaba las páginas del archivo -Lily te envió esto, ¿verdad? Por Dios Jess, es la hija de Whitney. Ya tenemos detrás de nosotros a algún bastardo que intenta matarnos como para que nos abran nuestros sesos para ver los cambios genéticos, ¿es qué no tuviste suficiente? Dime que no acordaste hacer esto.

Jess permaneció silencioso.

– Biónica -murmuró Logan en voz alta-. ¿Otro experimento?

Jess se encogió de hombros intentando parecer ocasional.

– Última tecnología. Eric Lambert me explicó sobre esto cuando me comprobó. Dijo que Lily Whitney ya ha avanzado en este campo.

– ¿Y te has ofrecido para ser su conejillo de indias? ¿No crees que ya nos hizo bastante su padre? -Logan respiró-. ¿Confías realmente en ella, Jess? Sé que se ha casado con Ryland y que él es uno de los nuestros, pero…

– Ella vive en aquella casa, sabiendo cada minuto de cada día que Whitney es capaz de ver y ori lo que ella hacer así que puede rastrearle. Vive en el infierno, Logan. Sí, confío en ella. Ha ayudado a cada Caminante Fantasma de algún modo, desde los ejercicios que nos enseña, para ayudar a proteger nuestros cerebros de las perturbaciones exteriores, hasta hacernos financieramente independiente. Sin ella, no tendríamos ni la mitad de los datos de Whitney que tenemos. Ella usa sus ordenadores para espiarle.

– ¿Cómo sabes que no es un doble agente?

Jess sacudió la cabeza.

– No seamos tan paranoicos. Mira lo que le hacemos al almirante. Conocemos al anciano desde hace años, y pero estamos examinando cada aspecto de su vida. ¿Y ahora piensas que no debemos confiar en Lily? Si hay una persona aquí que ha sufrido más, quien lo ha dado todo, es ella. Sabe que él puede encontrarla, tal vez hasta atraparla, pero aguante allí para que podamos seguir rastreándole. Sin esos ordenadores estamos perdidos, muertos en el agua. Él se iría y nunca lo encontraríamos.

– Apuestas tu vida por ella -gruñó Logan-. Se parece mucho a su padre.

– Eso no es justo. Es brillante como su padre, pero no se parece en nada a él. -Apartó de su cabeza la voz que le recordaba el ADN de iguana y lagartija y la droga de para regenerar células adultas de su cuerpo que le habían administrado. Ahora parecía muy lejanos los experimentos del padre de Lily.

Fue Peter Whitney, un millonario con una mente extraordinaria, quien había logrado convencerlos a todos para que se prestasen a los experimentos psíquicos, sin mencionarles, o a alguien más, que esa no era la primera vez que lo había intentado con seres humanos. Primero había experimentado con huérfanos, niños pequeños sobre los que tenía completo poder, incluida Lily, la niña que al final acabó adoptando. Con el tiempo, descubrieron que también había logrado modificarles genéticamente a todos. Y había continuado con los experimentos, nadie sabía con exactitud cuántas mujeres u hombres habían sido afectados. Lily estaba intentando averiguarlo.

– Trabajé con ella mientras me recuperaba en el hospital -admitió Jess-. Ella ayuda a los Caminantes Fantasmas, a todos ellos. Quiere encontrar a las otras mujeres y detectar cualquier otro equipo con quienes su padre podría haber trabajado, para que puedan vivir una vida medianamente normal.

– Ninguno de nosotros alguna vez va a ser capaz de hacer eso -dijo Logan-. Lo sabes tan bien como yo. Y dejándola experimentar en ti con la biónica.

– ¿Qué tengo que perder?

– Tu vida.

– Dijiste que ninguno de nosotros iba a tener una -le indicó Jess-. En cualquier caso, es demasiado tarde. He comenzado el programa.

Hubo un largo silencio. Logan saltó de su silla y paseó por el cuarto perjurando entre dientes.

– ¿Está la mujer arriba, no es así Jess? Ella te está volviendo loco, hombre -Logan se giró para afrontar a Jess -No voy a dejar que esto pase. Lo juro. Hemos sido amigos demasiado durante demasiado tiempo. Si ella no te quiere porque estás en una silla de ruedas…

– No es eso y lo sabes. Quise intentarlo. Cuando Eric mencionó el programa de biónica, lo estudié y cuando lo comencé, Lily me pidió que la dejara ver si podía mejorar algunas cosas. Con mis realces quiso agregar unas cosas que podrían funcionar mejor para mi. -Sustancias que regenerarían células de modo que mis piernas funcionaran, sustancias como el ADN de iguana y células de su médula ósea. ¿Quién sabía realmente lo que había en su médula ósea, ya que Peter Whitney ya había añadido ADN extraño que ahora era suyo?

– Esto todavía es un experimento.

– No anduve ciegametne. Me conoces mejor que eso. No pararé hasta que averigüe quien es el topo y voy a andar otra vez.

Logan sacudió la cabeza.

– No me das muchas opciones, Jess.

– Soy consciente de ello. Comencemos a trabajar. Tenemos una o dos horas para examinar el resto de los informes. Tal vez algo se nos pasó por alto.

Logan dio otro vistazo al archivo sobre biónica y lo lanzó sobre el escritorio moviendo la cabeza.

– Testarudo hijo de perra.

– No sabes ni la mitad -Jess le dirigió una pequeña sonrisa burlona y volvió al trabajo.


Sujeto Jess Calhoun. Llamó a otro Caminante Fantasma esa noche, Logan Maxwell. Calhoun definitivamente todavía trabaja con el equipo SEAL de los Caminantes Fantasma. En estos momentos no tengo ningún dato sobre en que está trabjando. No he podido conseguir la oportunidad de inocular los dispositivos, ya que el virus no reaccionado como esperabamos. El sistema de Wynter era bastante resistente. Lo intentaré otra vez subiendo la dosis. Necesito la entrada y ayuda para encontrar los defectos de seguridad del programa. Hasta ahora, no puedo entrar sin ser detectado. Por favor, aconsajeme. Ambos sujetos parecen tener la misma vulnerabilidad. Si su adversario no está realzado, ninguna alrma o radar parece dispararse. Tus observaciones eran correctas y creo que debería tomar medidas para corregir esto en futuros proyectos.


El hombre pulsó la tecla de su pequeña grabadora y se reclinó hacia atrás contra el asiento de cuero del coche, encendiendo la radio. Inmediatamente el coche se inundó con la voz de la Sirena Nocturna. Sensual. Como sábanas de seda. La sintió penetrar él, acariciándole la piel y endureciendo su ingle. Ajustó las piernas y cerró los ojos, pensando que le estaba hablando a él. Podía sentir sus dedos, su lengua y su boca. Tan erótico. Tantas promesas.

No debería haber despachado a la puta tan pronto. Ella no era nada comparado con aquella voz, pero tenía una buena boca. Se desabrochó los pantalones y comenzó a acariciarse con el sonido de la sexy voz Saber Wynter.

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