Para Jane, Lisanne, María y Hope.

«¡Engéndrale un hijo de maldad que pueda vivir

Y ser para ella un tormento perverso y desnaturalizado!

Que imprima arrugas en su frente juvenil;

Con candentes lágrimas ahonde canales en sus mejillas;

Convierta sus dolores y gratificaciones de madre

En risa y desprecio; que sienta ella

Cuánto más punzante que el diente de una víbora es

Tener un hijo ingrato»

Shakespeare, Rey Lear

– ¡Cuarenta y dos! -chilló Loonquaw-. ¿Es eso todo lo que tienes que mostrar de un trabajo de siete millones y medio de años?

– Lo he comprobado con mucha minuciosidad -dijo la computadora-, y ésa, muy definitivamente, es la respuesta. Pienso que el problema, para ser honrada con usted, es que nunca ha sabido cuál es la pregunta… Una vez que sepa cuál es la pregunta, sabrá lo que significa la respuesta.

Douglas Adams, The Hitch Hiker's Guide to the Galaxy



Me pregunto si debería de mantener estos diarios guardados bajo llave. Jenny Spede ha estado otra vez revolviéndolos, y eso me irrita. Tuvo que abrir un volumen por inadvertencia mientras quitaba el polvo, y ahora los lee por una especie de curiosidad lasciva. ¿Qué conclusión saca, me pregunto, de una mujer vieja, deformada por la artritis, que se desnuda para un hombre joven? Una lujuria prestada, seguro, porque supera toda creencia de que alguien que no sea el bruto de su marido la haya mirado con cualquier cosa que no sea repulsión.

Pero no, no puede tratarse de Jenny. Es demasiado perezosa para limpiar con tanta minuciosidad, y demasiado estúpida como para que cualquier cosa que yo diga o haga le resulte interesante o graciosa. Los últimos volúmenes parecen estar llamando más la atención pero, por el momento, no consigo entender por qué. Yo sólo me intereso por los comienzos, porque en los comienzos hay una gran cantidad de esperanza. El final no tiene más mérito que el de demostrar lo erróneo que era el objeto de esa esperanza.

En la tremenda inmensidad de la medianoche… ¡Cuán gastados, rancios, monótonos e inútiles me parecen todos los usos de este mundo!

¿Quién, entonces? ¿James? ¿O es que estoy haciéndome senil e imaginando cosas? Ayer me encontré la oferta de Howard abierta sobre mi escritorio, pero podría haber jurado que la había devuelto al archivo. «Oh, juicio, has huido…»

Las pildoras me preocupan más. El diez es un número demasiado redondo como para equivocarse. Me temo que Joanna anda otra vez en sus miserables trucos; peor, me pregunto si Ruth no irá por el mismo camino. La sangre siempre superará…

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