MaryAnn despertó al sentir lágrimas corriendo por su cara y el suave sonido de voces femeninas al otro lado de la puerta. Gimió y se giró, el cuerpo le dolía en lugares que no sabía que existían.
– Fue sólo sexo -dijo en voz alta-. No te quiere. El amor es la cuestión y él no te quiere.
Puede que no la amara, pero era dueño de su cuerpo. Ella habría hecho cualquier cosa que le hubiese pedido y no sabía que eso fuera posible. Le ardía entre los muslos y en la barbilla debido a la barba. Vibraba y palpitaba de deseo cada vez que pensaba en él. Le dolían los pechos y los sentía pesados. No había un sólo centímetro de su cuerpo que él no hubiese reclamado o que ella no le hubiese dado libremente.
Su pérdida de control había sido terrible. ¿Cómo podía anhelar su cuerpo hasta el punto de dejar que la llevara más allá de cualquier frontera, real o imaginaria, que hubiese creído tener? La única solución segura era marcharse y ya era demasiado tarde para eso. Ella era una mujer práctica, que razonaba las cosas, y aquello no tenía lógica.
Se sentó y se secó más lágrimas. No había llorando tanto desde que era una cría. Una ducha sólo potenciaría las susurrantes sensaciones de su piel. Los recuerdos de sus dedos trazando cada sombra y cada hueco, cada curva y cada hoyuelo. Su boca enloqueciéndola de ansia.
– Esto no es natural -le dijo a su reflejo en el espejo-. No es normal desearlo de esta forma y temer que vuelva o temer aún más que no lo haga.
¿Podía irse? ¿Sería posible volver a su vida en Seattle? Manolito aún estaba atrapado entre dos mundos; ¿podría dejarlo sabiendo que era probable que nunca volviese si ella no le ayudaba?
MaryAnn se vistió con cuidado, utilizando la ropas como escudo, como hacía a menudo cuando necesitaba seguridad y sentir que tenía el control. Manolito le había dicho que se pusiere un vestido, así que elijió unos pantalones y un top de seda. Se quedó de pie, temblando, examinándose, deseando llevar puesto un vestido porque eso le complacería. Porque la contemplaría con esa mirada de hambre oscura a la que nunca había podido resistirse. Por un momento, sus manos fueron a los pequeños botones en forma de concha de la blusa, pero se obligó a bajar las manos. No cedería, ni ante sí misma ni ante él. Si no podía dejarle, al menos podría hacerle frente.
Alzando la barbilla, entró en la sala común. Una mujer joven estaba acurrucada en el asiento de la ventana, el cabello largo le bajaba en cascada por la espalda, como una catarata. Alzó la vista con una sonrisa indecisa que no era auténtica en absoluto, sus ojos esmeraldas la miraban cautelosamente.
– Tú debes ser Jasmine. Yo soy MaryAnn Delaney. ¿Te dijo Juliette que iba a venir?
Se acercó a la chica lentamente, con movimientos suaves y nada amenazadores. Ella era la razón por la que había venido en primer lugar, esta joven con los ojos demasiado viejos y la pena ya grabada en su cara.
Jasmine sonrió y alzó una mano.
– Es un placer conocerte por fin. Juliette habla muy bien de ti.
– Apestas a macho Cárpato -dijo otra voz, con el tono lleno de desdén.
MaryAnn se giró para encontrarse cara a cara con Solange. No podría ser nadie más. Era hermosa de una forma salvaje e indomable.Tenía ojos de gata, ambarinos, directos y recelosos. Merodeaba en lugar de caminar, sus rápidos e inquietos movimientos eran gráciles y ágiles. MaryAnn podía distinguir la rabia en su interior, profunda y fuerte. Había visto demasiados horrores para volver a ser inocente.
Solange llevaba unos pantalones holgados de cordones y un cinturón alrededor de las caderas. Mientras MaryAnn confiaba en un spray de pimienta, Solange usaba cuchillos y armas con familiar desenvoltura. Tenía armas que MaryAnn no había visto antes, muchas, pequeñas y afiladas y en apariencia muy eficientes. Llevaba el cabello despeinado, pero le iba bien a la forma de su cara. Mientras Jasmine era etéreamente hermosa, delgada y de buena figura, con gentiles curvas y cabello suelto, Solange era terrenal, con curvas llenas, carácter en los ojos y pasión estampada en su boca.
– ¿En serio? Me di una ducha. -MaryAnn sonrió a la mujer, esperando tranquilizarla, ayudarla a relajarse.
Solange se detuvo a medio paso, arrugando la nariz.
– Lo siento. Eso fue una grosería. Tengo un acusado sentido del olfato. No debería haber dicho eso. Hemos estado rondando en forma de jaguar y eso me vuelve ultrasensible.
– No pasa nada. Tienes derecho a decir lo que piensas. -MaryAnn le lanzó una rápida y apreciativa sonrisa-. Aunque digas que apesto.
– Oh, no -dijo Jasmie, poniéndose en pie-, Solange no quería decir eso en absoluto. -Lanzó a su prima una mirada de advertencia y alargó la mano para coger la de MaryAnn-. ¿Tienes hambre? Estábamos a punto de cenar. Nos acabamos de levantar hace unos minutos. Lo siento si te despertamos.
– Estabas llorando en sueños -dijo Solange-. También tengo un oído excepcional. ¿Estás bien?
MaryAnn mantuvo una sonrisa serena. Los dedos de Jasmine se habían apretado alrededor de los suyos, la joven estaba temblando.
– Soy una chica de ciudad. La lluvia en el bosque me asusta un poco. Supongo que ninguna de vosotras se siente así. Aunque usé mi spray de pimienta con un jaguar la noche anterior cuando me atacó.
Solange dio vueltas alrededor de ella, sus cejas oscuras se unieron en un ceño.
– ¿Fuiste atacada por un jaguar? ¿Estás segura?
MaryAnn asintió.
– Estaba bastante cerca de él.
– ¿Tenía algún collar en el cuello, o un bulto de alguna clase que pudieras ver? -prosiguió Solange. Ya estaba apresurándose de ventana a ventana, asomándose al exterior.
– Ahora que lo dices, quizás sí. -MaryAnn sostenía la mano de Jasmine en la suya. La chica se estremeció, pero siguió caminando por el amplio salón hasta la larga y abierta cocina-. No puedo recordarlo. Todo pasó demasiado rápido.
Solange olfateó otra vez el aire, levantando la cabeza y olisqueando.
– ¿Estuviste cerca de un jaguar macho? ¿Un hombre aparte del Cárpato?
Jasmine jadeó y se cubrió la boca, los ojos se le ensancharon de miedo.
– ¿Están aquí? ¿En la isla?
– Todo irá bien -le aseguró Solange-. Yo puedo protegerte. Y Juliette tiene la casa rodeada de salvaguardas. Mientras permanezcamos aquí, deberíamos estar bien. Sólo voy a mirar escaleras arriba, para asegurarme de que los balcones y las ventanas están cerradas. Las ventanas tienen barrotes, Jazz.
Jasmine se apresuró hacia ella, agarrándola con fuerza del brazo.
– No vuelvas a dejarme sola. No quiero estar sola.
Su joven cara pareció angustiada y sólo por un momento, Maryann vio angustia en los ojos ambarinos de Solange. Puso los brazos alrededor de su prima y la abrazó.
– MaryAnn está aquí, cariño. Sólo voy a ir arriba. Ella se sentará contigo y yo volveré enseguida. ¿Por qué no le consigues algo de comida a MaryAnn? Está hambrienta, ¿recuerdas?
Jasmine tragó saliva y asintió.
– Sí, lo siento. Por supuesto que te conseguiré algo de comer. ¿Te gusta el té? -Observó a Solange abandonar la habitación-. Volverá enseguida, no te preocupes -añadió.
– Por supuesto que sí -asintió MaryAnn suavemente y envolvió con un brazo reconfortante a la joven. Jasmine se había puesto pálida bajo el dorado de su piel-. Un té sería perfecto, gracias.
Las manos de Jasmine temblaban tanto que las tazas tamborileaban, pero sirvió una taza de té a cada una, añadió leche y se sentó frente a MaryAnn en la mesa de cara a la puerta, esperando a su prima.
– Debe ser difícil tener a Solange lejos del alcance de tu vista -le dijo MaryAnn suavemente. Se concentró en tratar de relajar a la joven, tranquilizarla y confortarla, deseando hacerle entender que tenía a alguien con quien hablar.
Ya estoy aquí. Todo irá bien. Haré que todo vaya bien. Eres fuerte y podemos con esto. Jasmine apenas había salido de la adolescencia y su mundo ya estaba lleno de violencia y miedo. MaryAnn deseó atraerla a sus brazos y mecerla como a un bebé, volver a arreglar su vida de alguna forma.
Jasmine asintió.
– Intento no ser una carga para ella, pero no puedo dormir la mayor parte del tiempo y ella tiene que sentarse conmigo.
– Estoy segura de que no le importa, Jasmine. Es obvio que te quiere.
Solange podía ser dura como una piedra, pero era leal y cariñosa con su familia. Lucharía hasta la muerte por esta chica, y usaría hasta su último aliento para reconfortarla. MaryAnn podía leer esto en ambas mujeres, pero Jasmine estaba más que asustada tras su terrible experiencia. Se guardaba algo más, algún oscuro secreto que no compartía con Juliette ni con Solange. MaryAnn acarició mentalmente a la chica como si fuera un bebé, con calidez y preocupación en su mente. Ansiaba hacer que Jasmine se sintiera bien, ansiaba eliminar la pena de sus ojos y alejar el miedo y el terror.
Jasmine inspiró profundamente.
– Me alegro tanto de que vinieras. Gracias. Juliette dijo que eres de la ciudad y que todo esto es difícil para ti.
MaryAnne se encogió de hombros, dispuesta a que la chica se dejase de charlas insustanciales y le dijese lo que fuera que estaba a punto de decir. Algo la asustaba y quería contárselo a Maryann sin que Solange estuviese en la habitación. Está bien, cariño. Estoy aquí: no te traicionaré. He venido desde muy lejos para ayudarte. Confía en mí. Confíame la carga que llevas encima y las dos lo arreglaremos.
– Ya has hablado con otras chicas, chicas como yo, ¿no? -preguntó Jasmine, bajando la voz, echando un vistazo a la puerta para asegurarse de que Solange seguía arriba.
– Lo que te pasó a ti fue particularmente brutal -dijo MaryAnn-. Tienes que darte tiempo. -Vamos, cariño. Compártelo. Te está devorando por dentro. Sea lo que sea, podremos con ello. Sé lo que hago. Puedes confiar en mí.
Deseaba encontrar la forma de transmitir a Jasmine que la ayudaría, que nunca traicionaría su confianza.
– No tengo tiempo -susurró Jasmine. Bajó la cabeza y dejó la taza-. Que sepas lo que ha pasado lo hace más fácil. No se lo he dicho a nadie aún, pero voy a tener que hacerlo pronto.
MaryAnn contuvo el aliento, el corazón le palpitaba con fuerza. Quería llorar por la chica, poco más que una adolescente y su vida ya hecha pedazos. Colocó su mano sobre la de Jasmine, conectándolas, deseando que la chica se calmara, consolarla.
– Estás embarazada.
Jasmine se cubrió la cara con las manos.
– Hay una planta que podemos usar después, ya sabes, para asegurarte. Solange me la dio, pero no pude… -Las palabras murieron en sus labios y miró a MaryAnn a través de los dedos-. Ya lo sabía. En el momento en que pasó. Simplemente lo supe y no pude hacerlo.
– Tú no hiciste nada malo, Jasmine. Esos hombres te despojaron de toda elección, les hiciste frente y tomaste tu propia decisión. ¿Temes haber hecho algo malo?
– Es complicado. Vivimos una existencia difícil y yo la he vuelto aún peor. Ahora nunca pararán. Esos hombres. Vendrán tras nosotras no importa donde estemos. -Volvió a mirar hacia la puerta- Solange… -se interrumpió-. Ha sido muy difícil para ella.
– ¿Te arrepientes de tu elección?.
– No sé cómo me siento y no puedo soportar que Solange se disguste conmigo. Ella ya ha hecho bastante y sería una persona más de la que tendría que preocuparse.
– ¿Te quedarás con el bebé?
Los ojos de Jasmine brillaron con algo parecido al fuego y por primera vez, MaryAnn vio la semejanza entre Jasmine y su prima.
– Nunca les entregaré mi bebé a ellos. Nunca. Si Solange quiere que me vaya lo haré, pero no les cederé mi bebé, aunque sea un niño.
– No, por supuesto que no. Lo que esos hombres hicieron fue criminal. Jasmine. -MaryAnn tomó un sorbo de su té y miró a la chica. Eligió sus palabras cuidadosamente.
– Manolito me dijo que se encontró con uno de los hombres jaguar, el mismo que me salvó la vida ayer cuando otro jaguar me atacó. Dijo que un vampiro les había contaminado, haciendo que los hombres cometieran crímenes contra sus mujeres. Si es así, de alguna forma, ellos también son víctimas.
– ¿Qué le estás diciendo? -exigió Solange.
MaryAnn se giró cuando la mujer entraba en la habitación. Se movía en absoluto silencio, su cuerpo perfectamente equilibrado, los pies desnudos no producían ningún sonido sobre el frío piso de mármol. Cruzó la habitación hasta ponerse junto a Jasmine y le pasó un brazo alrededor, fulminando con la mirada a MaryAnn.
Jasmine se puso rígida, la alarma se extendió por su rostro. Le dirigió a MaryAnn un rápido y nervioso movimiento de cabeza, no queriendo que revelara su secreto.
MaryAnn sospechaba que Solange ya lo sabía. Era una jaguar purasangre, con todos los sentidos del animal. A Jasmine no le sería posible ocultarle algo así, pero MaryAnn no traicionaría su confianza, sin importar lo que creyese.
– Solo que si un vampiro está influenciando a los hombres para cazar a sus mujeres, es una tragedia horrible para todos. -Mantuvo la voz moderada y tranquila- Si lo que Manolito descubrió es cierto, el vampiro está acabando deliberadamente con una especie entera
Solange se mordió el labio y se sirvió un té.
– Quizás la idea del vampiro sea acertada. Si nuestros hombres son capaces de hacer las cosas que hacen, la especie no debería sobrevivir.
– Solange -protestó Jasmine.
MaryAnn captó la mirada dolida de sus ojos y deseó poder reconfortarla. No pretendía decirlo de esa manera. Ha visto demasiado, ha pasado muchas cosas y también está traumatizada. Aceptará al bebé. No podía asegurárselo a Jasmine, aunque pensaba que era verdad. Solange nunca le daría la espalda a Jasmine ni al bebé. No iba con ella.
Solange se encogió de hombros.
– Ya sabes lo que pienso, Jazz. Nunca he ocultado mi desprecio por los hombres.
– ¿Nunca has deseado una familia? -preguntó MaryAnn.
– Claro. A veces. Cuando estoy a solas en mitad de la noche, o cuando estoy en celo. -Dejó caer una mano sobre el hombro de Jasmine-. No hay otra forma de decirlo. Sufrimos necesidades de apareamiento un poco más acuciantes que la mayoría de las mujeres, creo, pero no estoy dispuesta a vivir la clase de vida que tiene que vivir una mujer para tener una familia.
– ¿Qué clase de vida es esa? -preguntó MaryAnn, echando una cucharada de miel en el té. Por alguna razón, estaba teniendo dificultades para bebérselo. La comida de la mesa le revolvía el estómago. No había ingerido nada desde hacía tiempo y debería estar muriéndose de hambre, pero ni siquiera la fruta le llamaba la atención.
– Renunciar a la libertad. Estar bajo el puño de un hombre.
– ¿Es así cómo crees que son la mayoría de los matrimonios? ¿Es así el matrimonio de Juliette? ¿Está obligada a hacer las cosas al modo de Riordan?
Solange abrió la boca, tomó una bocanada de aire y la cerró. Suspirando, se dejó caer en la silla.
– Para ser justas, quizás no. Así parece a simple vista, pero la forma en que él la mira, las cosas que hace por ella no, creo que Juliette tiene tanto que decir como él. Ella quiere hacerle feliz. -Había curiosidad en su voz-. No puedo imaginarme queriendo hacer cosas por un hombre.
– Sorprendentemente, Solange, yo me sentí igual durante mucho tiempo. Por mi trabajo, veo lo peor de los hombres, al igual que tú supongo. Pero vemos sólo una pequeña parte. Hay muchos hombres buenos ahí fuera que tienen mujeres que los quieren y a las que tratan con amor y respeto.
MaryAnn quería hacerla comprender y ver lo que ella veía, porque Solange estaba amargada y la amargura arruinaba vidas con el tiempo. Eres una mujer demasiado buena para vivir de esa manera, cariño. Deseó poder alejar todos aquellos recuerdos horribles, toda la tragedia que había caído sobre las dos. Solange había estado rescatando mujeres cautivas de los hombres jaguar desde hacía algún tiempo. Había visto demasiada brutalidad y muerte. No había policías a la vuelta de la esquina a los que llamar. Era una lucha a vida o muerte en la selva tropical, y Solange se las había arreglado no sólo para sobrevivir, sino para salvar también a otras mujeres.
– Quizás tengas razón -estuvo de acuerdo Solange-. He llegado a pensar que Jasmine y yo debemos abandonar este lugar. Es mi hogar y me gusta, pero si seguimos con este combate, nos matarán finalmente. Ya nos conocen y conocen nuestra reputación.
Era lógico, pero más que eso, la lucha con los hombres jaguar marcaba cada aspecto de sus vidas.
– No es el mejor lugar para Jasmine -convino MaryAnn.
Solagen asintió.
– Lo sé. Sabíamos desde hace algún tiempo que tendríamos que buscar otro hogar, ¿verdad, Jazz? -Alborotó el cabello de su prima.
Había demasiado dolor en Solange, como si sostuviese un gran peso sobre los hombros. Era más joven que MaryAnn y eso era lo chocante. Parecía mayor, su cara era seria y adulta en lugar de inocente, pero debía de tener solo unos pocos años más que Jasmine.
– Hemos hablado de ello -admitió Jasmine-, pero ¿adónde podemos ir? Ninguna de las dos podríamos vivir en la ciudad, tan cerca de otras personas.
– Juliette dice que Riordan tiene una casa en su rancho para nosotras -dijo Solange con voz casual. -Podríamos probar.
Jasmine se puso tensa y sacudió la cabeza sin decir nada.
MaryAnn era muy hábil leyendo a las personas. Solange no quería ir al racho. Desconfiaba demasiado de los hombres y el hogar principal de los De la Cruz era un rancho activo con hombres por todas partes. Pero eso colocaría a ambas mujeres bajo la protección y el ojo de los hermanos De la Cruz, los cuales se tomarían su papel muy en serio. Solange estaba preocupada por Jasmine. Si, como MaryAnn sospechaba, sabía lo del embarazo, querría llevar a Jasmine a la relativa seguridad del rancho.
– ¿Has conocido a Rafael y Colby? -preguntó MaryAnn-. El hermano pequeño de Colby, Paul, y su hermana Ginny viven en el racho. Parece que de verdad les gusta. Ginny se vuelve particularmente loca con los caballos.
Solange le lanzó una sonrisa agradecida.
– Ginny aún es joven ¿no? He oído a Juliette hablar de ella. Once o quizás doce años.
– No va a funcionar, Solange -dijo Jasmine-. No voy a ir al rancho sin ti.
– ¿Dije algo de ir sin mí? Yo irían también si tú lo hicieras -dijo Solange-. Y te estás alimentando como un pajarito. Come.
Jasmine frunció el ceño mientras cogía un plátano.
– Irías al racho, Solange, pero no te quedarías allí y lo sabes. Me dejarías con Juliette y volverías a la selva para intentar trabajar tú sola.
Solange se reclinó en la silla y miró a Jasmine con cara grave.
– Dije que iría contigo y lo haré. Intentaré quedarme. Eso es todo lo que puedo prometer. Intentaré quedarme. Creo que estaremos a salvo allí, porque si los hombres jaguar conocen esta casa y saben que la mayor parte del tiempo los hermanos De la Cruz no la usan, vendrán por nosotras. Quizás deberíamos volver con Juliette y Riordan cuando vuelvan.
MaryAnn captó la ansiedad subyacente. Solange no creía ni por un momento ser capaz de permanecer en el rancho, pero por Jasmine lo intentaría.
– ¿Qué es lo que tanto temes del rancho? -apoyó la barbilla sobre la palma de la mano y estudió la cara de Solange. Jasmine nunca se quedaría si no lo hacía su prima.
Solange permaneció callada tanto tiempo que MaryAnn temió que no contestaría.
– No soy buena con la gente. Especialmente con los hombres. Tengo claustrofobia a los espacios cerrados. No he tenido a nadie que me dijera qué hacer desde que tenía doce años y no puedo imaginarme viviendo en un lugar con reglas, las reglas de otra persona. He hecho lo que he querido durante mucho tiempo y no puedo encajar en ninguna parte. -Miró a Jasmine-. No quiero que eso te pase a ti, Jazz. Te mereces una buena vida.
– Y tú también -dijo MaryAnn suavemente- estoy segura.
– No soy una buena persona -dijo Solange, sus ambarinos ojos se volvieron oscuros y duros-. He hecho cosas que no puedo borrar.
Jasmine colocó las manos sobre las de Solange.
– Has salvado vidas.
– Y las he quitado.
No había arrepentimiento en su voz ni en su cara, pero MaryAnn pudo sentir la tristeza que emanaba de ella en oleadas. Era una guerrera, y ya no quedaba ningún lugar en el mundo para una mujer como Solange.
– No lo sientas por mí -dijo Solange-. Hice mi elección.
– Y yo también hice la mía -aseveró Jasmine-. Me quedo contigo. Aquí o en el rancho, o donde sea. Somos familia y nos quedaremos juntas. Juliette siente lo mismo. No puede unirse a nosotras durante el día, pero está con ambas cuando puede.
Bien por ti. MaryAnn le dirigó a Jasmine una sonrisa de aprobación. Después de todo, la chica tenía agallas. No iba a renunciar a Solange.
Jasmine le dirigió una pequeña y conspiradora sonrisa, MaryAnn se dio cuenta de que se alegraba de haber venido aquí. Ambas mujeres la necesitaban. Ella había nacido consejera, ayudaba a la gente a encontrar su camino y era buena en ello, estaba orgullosa de su habilidad. Solange parecía más perdida que Jasmine porque había renunciado a su vida. A la gente. A todo.
De pronto, Solange levantó la mano, se puso de pie con el cuerpo rígido, Jasmine se presionó una mano contra la boca para suprimir un grito de alarma.
– Está bien, cariño -le aseguró Solange.
– Están aquí -susurró Jasmine-. Fuera. Y aún quedan un par de horas hasta la puesta de sol.
– Lleva a MaryAnn a la habitación segura -le ordenó Solange-. Espérame allí.
– MaryAnn estará muy bien ayudando aquí afuera -dijo MaryAnn-. No voy a esconderme de esos hombres. Si se atreven a venir aquí a haceros daño…
– Nos violarán y matarán. Eso es lo que harán -dijo Solange con voz dura-. Aquí vivimos según las leyes de la selva, matar o morir, y tienes que prepararte para hacer justamente eso. Ve con Jasmine.
Jasmine empujó hacia atrás la silla y alargó la mano bajo la mesa en busca del arma pegada allí. MaryAnn abrió los ojos como platos. Obviamente, se habían estado preparando para el ataque.
– Iré arriba -dijo Jasmine-. Tú defiende la planta baja, Solange. MaryAnn, no podrán abrir ninguna brecha en la habitación segura. Si las cosas se ponen feas, lucharemos por abrirnos camino hacia allí, así que déjala sin cerrar tanto tiempo como puedas.
– Me quedaré con vosotras -dijo MaryAnn-. Sé cómo disparar un arma.
– Riordan y Juliette colocaron salvaguardas en la casa -dijo Solange, sin preocuparse en malgastar tiempo discutiendo con ellas-. Jasmine, comprueba las ventanas. Mantente oculta. Si te ven y te reconocen, puede que eso les empuje a hacer alguna locura para entrar, pero si rompen las ventanas, dispara a matar. ¿Me entiendes? Sin vacilar.
– No vacilaré -le aseguró Jasmine.
– Iré con ella -añadió MaryAnn.
Jasmine parecía tan joven y asustada. Su embarazo la volvía aún más vulnerable.
Solange atrajo a Jasmine hacia ella y la miró a los ojos.
– Mantente a salvo, primita.
– Tú también. -Jasmine dio un ligero beso en la mejilla a Solange y después giró y se apresuró escaleras arriba.
MaryAnn la siguió, pero hizo una pausa parar observar cómo se movía Solange por la enorme cocina hacia el salón. La mujer parecía un lince, hermoso, poderoso y mortal. Era imposible no admirarla o confiar en ella.
– Nos sacará de esta -le aseguró Jasmine.
– No lo dudo.
Aún así, siempre era bueno tener un plan de emergencia. Tenían que resistir hasta que Manolito, Riordan y Juliette pudieran despertarse y llegar hasta ellos. Echó un vistazo al reloj. En poco menos de dos horas. Las salvaguardas deberían aguantar hasta entonces.
– Uh oh -dijo Jasmine, mirando por la ventana y empujándose contra la pared-. Tienen a alguien ahí fuera y parece que sabe lo que hace.
MaryAnn arriesgó una rápida mirada. El hombre no era un jaguar: su complexión no era la adecuada. Era bajo y delgado, el cabello rapado era rubio. Estaba de pie frente a la casa, con las manos en el aire, dibujando gráciles patrones con las manos. Sólo había visto algo así una vez y se congeló hasta los huesos.
– Un mago -susurró la palabra.
– Está derribando las salvaguardas ¿verdad? -dijo Jasmine.
– Eso parece.
Solange soltó una palabrota. Había vuelto para deslizarse tras ellas.
– He contado cuatro hombres-jaguar. Reconozco a uno de ellos. Es un luchador poderoso, Jazz. Conoce nuestro olor. Nunca había visto al que has identificado como hechicero. Debe haber sido traído específicamente para desentrañar las salvaguardas cárpatas.
– Lo que significa que están aquí por una razón -dijo Jasmine, ahogándose de miedo, la voz le temblaba-. Han venido aquí a propósito por nosotras ¿no es cierto, Solange? Por mí.
– Cálmate, cariño -dijo Solange-. Sabes que dan caza a cualquier mujer con sangre jaguar, particularmente a aquellas que pueden transformarse. Las dos estamos en edad de tener hijos: llevamos la línea de sangre más pura y podemos cambiar.
Jasmine negó con la cabeza.
– Yo no. No puedo.
– No quieres hacerlo. No es lo mismo. Dame el arma, Jasmine. -Solange extendió la mano.
Jasmine negó con la cabeza, esta vez con más energía.
– No. La necesito.
– Hablo en serio. Dámela.
MaryAnn se estremeció ante el acero en la voz de Solange.
– Jasmine, no hay necesidad de dejarse llevar por el pánico. Al mago le llevará algún tiempo desentrañar las salvaguardas. Después de que Juliette y Riordan las pusieran en su lugar, Manolito vino conmigo temprano por la mañana y añadió las salvaguardas. Dale a Solange el arma y vamos a buscar algo frío para beber, esperaremos abajo, cerca de la habitación segura. Si colocamos algún tipo de alarma en las escaleras no tendremos que vigilarlas. Podremos concentrarnos en defender la parte baja, un área menor. Será más fácil y podremos dejar un camino despejado hasta la habitación segura. Sin importar cómo, estaremos bien hasta que lleguen los cárpatos.
Mantuvo la voz tranquila y los rasgos de la cara serenos, disolviendo la tensión que se había alzado en la habitación.
Solange le sonrió.
– Tienes razón. Dejemos que jueguen un poco bajo el ardiente sol. Nosotras estamos dentro, donde tenemos un montón de comida y agua y cobijo de la lluvia. Está empezando a caer otra vez. El pobre mago parece un perro mojado.
La sonrisa de Jasmine fue débil, pero consiguió sonreír mientras ponía el arma en la mano de su prima.
– ¿Qué es exactamente un mago? ¿Y por qué está aquí?
Ambas mujeres miraron a MaryAnn. Ella se mordió el labio y se encogió de hombros.
– No estoy totalmente segura. Sólo puedo decirte que aprendí un poco de aquí y allí cuando estaba en los cárpatos. Juliette o Riordan podrán explicarlo mejor. Por lo que yo sé los magos son parecidos a los humanos, pero con poderes psíquicos y la habilidad de tejer magia. Eran amigos de los cárpatos y compartían gran parte de su conocimiento. Algo pasó y hubo una guerra entre los cárpatos y los magos.
– Eso fue hace años -admitió Solange-. Oí algo sobre el tema a alguno de los contadores de historias cuando era pequeña, pero creí que hacía tiempo que se habían ido de este mundo.
– Aparentemente no -dijo MaryAnn.
– ¿Y todos están contra la especie cárpato? -preguntó Jasmine-. ¿Eso significa que lo están los jaguares también?
– Por lo que he observado, Jasmine -dijo MaryAnn-, ninguna raza es por completo buena o mala. Muchos no odian simplemente porque otros lo hagan. Conocí a un hombre jaguar que me salvó la vida y estaba muy preocupado por lo que le estaba pasando a su gente. Estoy segura de que hay magos que no aprueban lo que está ocurriendo. Es probable que muchos ni lo sepan. Los vampiros son completamente malvados, y una vez se han infiltrado e influenciado a todo el mundo, alteran el equilibrio natural.
– Entonces los vampiros usan las tendencias violentas de nuestros machos para corromperlos y terminar con nuestra especie -dijo Solange, con un deje sarcástico en la voz.
– No todos los machos son malos, Solange, y recalcar una y otra vez que lo son, influenciando a Jasmine para que tema una vida normal, no está bien.
– No has visto lo que hacen esos hombres.
– Sé honesta, ¿no es sólo una pequeña parte? ¿Un grupo pequeño? Creo que los otros hombres-jaguar han estado tratando de detenerlos. Si ese es el caso, estás condenando a los mismos hombres que están trabajando para detener esto.
– Nunca he conocido a ninguno de esos míticos hombres -dijo Solange, luego lanzó un vistazo a Jasmine-. Pero quizás los haya.
– Muchos hombres se sacrifican por el bien común. Yo misma vi a Manolito ponerse delante de una mujer embarazada y recibir un cuchillo envenenado por ella. Él murió, c-casi murió. -Las emociones llegaron con rapidez y la abrumaron antes de que pudiese detenerlas. No estaba preparada para la pena y el dolor que se precipitaron sobre ella, acabando con toda lógica y razón.
Se dio la vuelta, parpadeando para contener las lágrimas, mirando por la ventana al mago. Sus manos seguían un patrón y parecía triunfante, como si supiese exactamente qué salvaguarda se había usado y cómo desentrañarla.
Si tan sólo se cansase de estar de pie bajo la lluvia. Cansado y mojado, sintiendo los brazos pesados como plomos. Tan cansado que no pudiese ver bien o pensar para recordar las palabras antiguas y los fluídos movimientos.
MaryAnn observó al mago a través de la ventana, imaginando su fatiga, deseando que estuviese exhausto de permanecer allí de pie, la lluvia cayendo sobre su desprotegida cabeza. Se sentía débil y cansado, y necesitaba desesperadamente salir de allí. Si tenían suerte, estaría un poco asustado por los hombres-jaguar y se los imaginaría atacándole, rasgando su cuerpo con sus terribles dientes, devorando su calavera con un único mordisco…
El mago se tambaleó hacia atrás, levantando una mano hasta su cabeza y devolviéndole la mirada a través de la ventana. La señaló, diciendo algo que ella no pudo oír, pero estaba claro que era una acusación.
– Allí, en los árboles -dijo Solange-. Los has atraído.
MaryAnn observó la pesada canopia donde el bosque se encontraba con la amplia extensión de patio. Un jaguar a medias formado se movía entre las ramas. Era un hombre grande, fuerte, con el cabello desgreñado y la crueldad grabada en su rostro.
Jasmine retrocedió hasta coger el brazo de Solange.
– Ese es el que llaman Sergio. Es terrible. Todos lo escuchan.
Solange asintió.
– Lo recuerdo. Es un buen luchador. Podría haberme matado, pero sabía que podía transformarme y no quiso correr el riesgo -dirigió a Jasmine una pequeña sonrisa sin humor-. Eso nos da una pequeña ventaja.
– ¿Por qué has dicho que yo los atraje? -preguntó MaryAnn, llevándose la mano a la garganta en un gesto defensivo. El mago la estaba mirando, y otra vez movía sus manos en patrones fluidos. Tenía la sensación de que no estaba desenmarañando las salvaguardas sino que intentaba hacerle algo a ella.
Solange la empujó fuera de la ventana.
– Sabe que tú le has detenido. Debemos bajar.
– Yo no le detuve. Sólo deseé que se sintiese un poco cansado.
– Bueno, tus deseos le han retrasado, pero no por mucho tiempo. Quiero que Jasmine y tú vayáis a la habitación segura. -Abrió el camino escaleras abajo-. Acabas de etiquetarte como objetivo. Sergio sabrá que no eres jaguar y que eres peligrosa.
– No soy peligrosa.
– Si puedes romper la concentración de un mago, eres peligrosa. Querrá matarte. Quédate detrás de Jasmine.
Esa era la última cosa que MaryAnn tenía intención de hacer. Jasmine parecía decidida, pero demasiado asustada, MaryAnn quería abrazarla y mecerla.
– Yo también tengo un par de armas -dijo, y sostuvo en alto el spray de pimienta-. No se lo esperarán.
– No dejaré que me lleven esta vez -dijo Jasmine-. No otra vez, Solange.
– Tendrán que matarme para llegar hasta ti, cariño, -le aseguró Solange. Su voz era tranquila y controlada-. Créeme, no voy a dejar que eso pase. Si tenemos suerte, MaryAnn nos habrá dado tiempo suficiente para que se ponga el sol y Juliette vuelva para ayudarnos.
MaryAnn se dio cuenta de que Solange no había nombrado a ninguno de los hombres cárpatos, como si no pudiera, o quisiera, contar con su apoyo. Solange estaba más lastimada de lo que parecía estar Jasmine. MaryAnn le sonrió a Jasmine.
– No te preocupes. Manolito se dará prisa en ayudarnos y también Riordan, aunque vosotras lo conocéis más que yo y probablemente sois bien conscientes de que él nunca dejaría que os ocurriera nada si pudiera evitarlo.
Jasmine bajó la mirada a sus manos.
– No me he tomado el tiempo de conocerlo. He pasado una época de difícil adaptación después del ataque.
– Aguantaremos solas -dijo Solange. Encontró la mirada de Mary Ann y entendió el regaño, aceptándolo con un lento asentimiento de cabeza y una profunda inspiración-. Sin embargo, es probable que no sea la mejor forma de llevar las cosas. Creo que tenemos que ir al racho e intentar crearnos una vida nueva y diferente.
– ¿De verdad lo piensas, Solange? -preguntó Jasmine. Se presionó una mano contra slu estómago, con miedo en los ojos.
MaryAnn comprendió que la mirada era de temor a decepcionar a Solange con la decisión de tener el bebé, un niño jaguar con sangre casi pura. Solange había visto demasiadas situaciones horribles para ser capaz de mirar alguna vez a un hombre jaguar sin prejuicios y Jasmine lo sabía. Aún así, había sido lo bastante fuerte como para tomar su propia decisión, eso era buena señal.
– Claro que sí. No podemos vivir en la selva para siempre, ahora que los hombres jaguar saben quiénes somos y están dándonos caza. Creo que ya es hora de irnos.
Solange cogió del brazo a Jasmine y le dio un pequeño empujón.
– Muévete. Van a entrar en cualquier momento. MaryAnn, venga. -Se deslizó hasta la ventana con paso determinado, el cuchillo en una mano y la pistola en la otra.
Se giró, maldiciendo.
– Ya vienen. ¡Estad preparadas!
Las puertas delanteras se abrieron de golpe y entró una norme figura, mitad jaguar mitad hombre, cruzando a toda carrera el frío mármol, directo hacia ellas. Lanzó su cuerpo al aire, hacia Solange, gruñendo, con el hocico lleno de dientes de aspecto malvado y las manos curvadas en garras afiladas como cuchillas.