MaryAnn le miró fijamente durante varios largos segundos, y después comenzó a reír.
– Estás totalmente loco.
Manolito no parecía divertido en lo más mínimo. Por el contrario, su expresión se endureció aun más.
– No estoy loco. Huelo al lobo en ti, y si fueras honesta contigo misma, podrías olerlo también sobre mí.
Ella negó con la cabeza, pero su risa se desvaneció.
– Esto es demencial. Sé que los cárpatos son cambiaformas. Yo no lo soy. He vivido toda mi vida como ser humano. Mis padres no son hombreslobos. Dudo que tal cosa exista.
– ¿Por qué esa duda cuándo has visto transformase a hombres-jaguar y a vampiros? ¿Si reconoces la existencia de la raza de los cárpatos? ¿Por qué tienes problemas para aceptar a los hombreslobo?.
El sudor perlaba la frente de Manolito. Advirtió que los Cárpatos sudaban sangre. Él se limpió las sienes.
– ¿Entonces dónde están? ¿Y si realmente existen, y soy una de ellos, por qué no me reconociste antes? -Ese asunto de sudar sangre era ahggg, y ya no se estaba convirtiendo en cárpato. ¡Le gustaría mucho más ser una loba!.
– Porque no he visto u oído hablar de los licántropos desde hace siglos.
Ella se colocó las manos en las caderas.
– Déjame que deje las cosas clara. Estabas totalmente enamorado de mí y dispuesto a convertirme en cárpato cuando creías que era humana, pero ahora es diferente porque yo podría convertirte a ti en alguna otra cosa. -Alzó la barbilla otra pulgada, retándolo-. ¿Quieres decir que está perfectamente bien que te entregue quién y qué soy, pero es diferente para ti?.
Él la miró ceñudo.
– Nací para ser cárpato. Eso es quién soy y qué soy.
Presionándose una mano contra el estómago, abatida, dijo:
– Tú, hipócrita macho chauvinista, estúpido e idiota Neanderthal. Debí estar loca para creer que podría vivir con alguien como tú.
Él desechó su opinión sobre él.
– Somos compañeros. Por supuesto que haré lo que sea necesario para completar la conversión y traerte a mi lado completamente, pero tengo que estudiar este problema desde diversos ángulos. Nunca oí hablar de una mujer lobo y un cárpato emparejados. La sangre del lobo es tan fuerte como la sangre cárpato.
– No soy lobo.
– El lobo vive dentro de ti, es parte de ti. No es igual que cuando yo cambio de forma. El lobo es tu guardián y emerge cuando lo necesitas. Lo has sentido cerca de ti. Por eso tienes flashes de memoria. Y por eso ambos podemos estar a la luz del sol de la mañana. Sólo mis ojos se ven afectados por la luz del sol, no todo mi cuerpo. Tú no te quemas al estar bajo el sol a pesar del hecho de que mi sangre fluye por tus venas. El cambio ya debería haber comenzado a surtir efecto.
– ¿Crees que lo he sabido todo el tiempo y que de alguna forma habría podido evadirlo? Si hay un lobo en mí, ahora es el momento de que emerja. Deseo lanzarme directamente a por tu garganta. -Furiosa, lo empujó en el pecho para apartarle de su camino-. Deberías oírte ahora mismo. ¿De verdad crees que quiero pasar el resto de mi vida con un hombre que no tiene ningún aprecio por mis sentimientos?.
– Tengo en cuenta tus sentimientos.
– ¡Claro! Y por eso que me acusaste de estar “infectándote” -escupió furiosa la palabra-. Como si yo fuera una mancha. Una enfermedad. ¿Sabes qué Manolito de la Cruz? Mereces que te envíen de una patada al infierno. Y desde luego soy una idiota por creer que una relación contigo podría significar algo más que sexo caliente.
Fue hasta el borde de la plataforma y, aferrando la barandilla, miró hacia abajo. Ya había saltado una vez, pero ahora parecía mucho más alto. La cosa dentro de ella, el lobo, según sospechaba él, se removió, reconociendo su furia. Se tragó el repentino miedo que atascaba su garganta y se volvió, con el corazón palpitando tan fuerte como para que él que pudiera oírlo. La cabeza comenzaba a dolerle, un zumbido, como miles de insectos volviéndola loca, reverberaba a través de su mente. Sentía el cráneo demasiado apretado, y su cerebro comenzaba a pulsar y a latir al tiempo que una oleada de sangre se apresuraba por sus venas.
– Lo sabías. -declaró él-. Fuiste completamente consciente de que tomé tu sangre. Querías tomar la mía. Deseabas mi sabor en tu boca. Caliente y dulce estallando de vida. Ese no es un comportamiento humano.
– Tú me hiciste desearlo. -Su voz salió en un susurro. Se presionó una mano contra el estómago revuelto. Entre la furia y el miedo debería haber encontrado alguna clase de equilibrio, pero todo lo que sentía era desorientación, mecida de acá para allá.
– No lo hice. No forcé tu conformidad. La llamada del lobo estaba en ti.
MaryAnn se alejó de él, con el corazón palpitando con fuerza. Todo tenía sentido. Pero no debería ser así. No podía aceptar lo que decía. No quería un lobo dentro de ella. Ni siquiera sabía lo que implicaba eso, o cómo era posible.
– Llévame de regreso. -No le miró, no podía enfrentarse a él. Se sentía muy sola-. Quiero regresar ahora. -El sentirse sola la enfadaba una vez más. Cuando él había tenido que afrontar su peor momento, ella le había dado su apoyo, pero el la rechazaba. La rechazaba.
– Te has cerrado totalmente a mí.
– ¡Idiota! -Deseó atravesar de un salto la plataforma y darle una bofetada en la cara. ¿Era de verdad tan obtuso? Respirando profundamente, se esforzó por recobrar el control-. ¿Me has oído? Te pedí que me lleves de vuelta. -Porque se iba a casa. Tan pronto como pudiera regresaría a Seattle, donde la vida era normal y no sentía deseos salvajes por ningún idiota que le llevaba varios siglos.
– MaryAnn, ninguno de los dos tiene opción. Tenemos que resolver esto.
Su barbilla subió, sus ojos oscuros brillaron hacia él.
– Yo tengo opción. No permitiré que mi vida se me escape de las manos. Me rechazaste, cuando creíste que te cambiaría, que ya no serías un precioso cárpato. Hasta donde yo sé, has perdido todos los derechos que tenías sobre mí como tu compañera. Te he pedido que me llevaras a casa. Y fui muy educada al respecto. -No se sentía tan educada ahora. Las uñas se le clavaban en las palmas de las manos. El zumbido en su cabeza aumentaba cada vez más. El interior de su boca parecía estar recubierto de cobre.
– No te rechacé.
– ¿De verdad? Bueno, por lo que a mi concierte, eres un cobarde. Quieres que yo asuma todos los riesgos. Quieres que me convierta en algo desconocido y terrorífico, y tengo que aceptarlo sólo porque de alguna forma el destino ha decretado que tenemos que estar juntos. Bueno, pues me niego a estar con alguien que exige que me juegue el todo por el todo, pero él no arriesgará nada de nada. Llévame a casa ahora.
Fue una orden, una compulsión, y por primera vez, se dio cuenta de que no solo lo había pensado… lo había dicho. Había expulsado la orden desde el interior de su mente, furiosa por su doble moralidad. Furiosa consigo misma por haberle dejado tomarla. Mas asustada de lo que nunca había estado en su vida, porque sospechaba que no había vuelta atrás, y que incluso si lograba regresar a casa, lo que había en su interior se resistiría a acallarse
Era psíquica, tal como todos le habían dicho. Había estado utilizando sus habilidades todo el tiempo, sin darse cuenta de ello. Le examinó, y el aliento se le atascó en la garganta. Él bajaba la miraba hacia ella, sus oscuros ojos brillaban intensamente amenazadores. Estaba tan furioso como ella, y resultaba mucho más aterrador.
– He dicho que no. No vas a ir a ningún sitio.
Saltó hacia él, arañándole la cara con sus largas uñas, falló solo por un escaso aliento mientrás él capturaba sus brazos y la sacudía duramente.
– ¿Cómo se te ocurre darme órdenes? -La sacudió otra vez-. ¿A mí? ¿A tu compañero? ¿Te atreves a influenciar mi mente? ¿A atacarme?.
¿Con quién estaba conspirando para intentar atraparle y matarle? Le había engañado. Incluso mientras las palabras salían sin pensar, incluso mientras contemplaba la idea de que ella pudiera hacerle daño, rechazó inmediatamente esos pensamientos.
¿Qué estaba haciendo y pensando? ¿De verdad había perdido el juicio? ¿Era un cobarde como ella le había llamado? Se había adentrado en la batalla con el vampiro sin sobresaltarse. Nadie nunca había cuestionado su coraje, pero intimidaba a su compañera cuando ella necesitaba amor y tranquilidad. La acusaba de cosas que la inocencia en sus ojos y en su mente desmentía.
¿Era esta su verdadera personalidad? ¿O más bien era alguna manifestación del lobo al mezclarse con su sangre cárpato? Ambas especies eran dominantes. Ambas exigían obediencia instantánea, el lobo quizás más. ¿Quién sabía que tipo de secretos guardaba esa elusiva comunidad? Obviamente habían estado ocultándose y aún sobrevivían, pero él no tenía forma de comprender lo que estaba ocurriendo… la gruesa melena de pelo, la exacerbación de su sentido del olfato, la aguda audición, la posesiva necesidad de conservar a su compañera su lado e impregnarla totalmente con su esencia.
Estaba furioso consigo mismo, no con ella. Debería haber reconocido los rasgos del lobo en ella, habría estado más preparado para las consecuencias de tomar su sangre. Había estado consumido por ella, tanto que cuando despertó necesitaba su cuerpo envuelto alrededor de él, mucho más de lo que necesitaba sangre para sobrevivir. En todos los siglos de su existencia, esto nunca le había ocurrido. Ella estaba presente en cada uno de sus pensamientos, hipnotizándole hasta que supo que no podría sobrevivir sin ella. Peor aun, cuando la mente de ella se retiraba de la suya, ese otro mundo le invadía, y se veía abandonado en sombras de gris, deambulando, intentando encontrar una forma para reconectar totalmente su espíritu y cuerpo.
No podía obligarla a aceptarle. No podía adentrase en su mente y ser una presencia perenne. Ni tampoco podía persuadirla de las consecuencias si rechazaba asociar su mente con la él. Y como ella se había retirado, él ya no podría retener el poder suficiente para mantener su espíritu totalmente en la tierra de los vivos. Alrededor de él, los colores se decoloraron hasta que todo perdió intensidad y se volvió grisáceo, y cuando se miró las manos, pudo ver a través de ellas. Sentía el cerebro como si se estuviera estallándole del cráneo, sus hombros sacudidos por el dolor. Normalmente, podría haber desconectado del dolor, pero era imposible. Sentía la lengua curiosa, gruesa y con un regusto a cobre.
MaryAnn luchó contra su apretón, abriendo la boca con intención de insultarle, tan herida que deseaba acurrucarse en un agujero y echar tierra sobre ella, tan furiosa que podría golpearle de nuevo en la cara con sus afiladas uñas, pero algo en él llamó su atención. Hizo a un lado sus sentimientos heridos y forzó a su mente a entrar en razón.
– Manolito, ¿te duele la cabeza?
Él asintió, presionándose con fuerza las sienes.
– No debería experimentar un dolor como este. No lo entiendo. -A menos que sea el lobo. A menos que sea esta mujer, pretendiendo hacerse pasar por mi compañera cuando en realidad es un títere del vampiro, para conducirme a mi destrucción.
Ella captó eso y se sobresaltó tanto que estuvo a punto de salir de su mente, temiendo que él la lastimaría aún más con sus insultos, pero entonces captó un sonido. Un zumbido. Como un millón de insectos, sólo que mucho peor de lo ella estaba experimentado en su cerebro. El aliento se le quedó atascado en la garganta. El instinto le decía que tenía salir de allí con rapidez, pero se obligó a tranquilizarse. Era psíquica. Tenía la capacidad de leer las mentes. Lo había echó durante años; sólo que no había sido consciente de lo que hacía. No había nada que temer. Solo tenía que averiguar cómo lo hacía.
Exhaló con fuerza y se extendió hacia él, llenando sus pensamientos de él, deseando que se sintiera mejor, deseando substraer su dolor y ver qué… o quién… le estaba haciendo daño. El zumbido se hizo más fuerte, mucho más alto, en su cerebro, haciéndola sentir tan enferma que corrió hacia la barandilla y se inclinó sobre ella, pero aguantó, decidida a empujar más allá. Voces. Suaves. Insistentes. Gateando de arriba abajo por la mente de él. Apuñalando su cerebro.
– Manolito. -Le cogió la mano y la sujetó con fuerza-. Estamos siendo atacados. Tú estás siendo atacado. Puedo oírles. Están intentando conseguir que me mates.
Él no vaciló, su mano envolvió la de ella.
– El no-muerto. Maxim busca de atraparme en el otro lado. -Todo cobraba sentido ahora, y en cierto modo era un alivio saber que no estaba loco. No se había vuelto contra su compañera. No se le había ocurrido que sería vulnerable en la tierra de las sombras, pero ahora debía pensar en ello. Su cuerpo humano estaba vivo, y una parte de su espíritu había regresado entre los vivos, lo cual quería decir que los muertos estarían al tanto de que él ya no pertenecía del todo a su mundo.
– ¿Cómo puede hacerlo cuando está muerto?.
– El espíritu de Maxim todavía está en la tierra de las sombras y ahí es donde está mi espíritu. Debe estar atacándome desde el interior. -La empujó cerca de él-. No quiero que los últimos recuerdos que tengas de tu compañero sean de rechazo y furia. No puedo creer como Maxim ha podido alcanzar a un anciano tan experimentado en la batalla como se supone que soy yo. Caí bajo su influencia como un inexperto polluelo. -Alzó la mano de ella llevándose los nudillos a su boca-. Perdóname, MaryAnn. No te habría lastimado por nada del mundo. Es mi privilegio protegerte, pero en la primera prueba, te he fallado.
– No, no lo has hecho -dijo ella-. Simplemente dime cómo vamos a hacer que se detenga. -Porque lo que sea que estuviera haciendo Maxim, hacía que Manolito sufriera; podía verlo en sus ojos, podía sentirlo en su mente-. Dime que quieres que haga.
– Tengo que entrar totalmente en ese mundo, y mi cuerpo será vulnerable a un ataque. Si te matan, o destruyen mi cuerpo, estaré perdido. Deben tener un plan.
Ella alzó la barbilla.
– Puedo ir allí contigo. Estoy bastante segura de saber como hacerlo.
Él negó con la cabeza.
– No. Es demasiado peligroso. Yo puedo transportarme al mundo de las sombras, porque mi espíritu estaba enclavado allí, pero tú estás viva y allí no hay sitio para ti. Repararían en ti desde el mismo momento en que entraras. Creo que pueden matarte en ese lugar.
– Y yo creo que te está matando a ti en ese mundo ahora mismo.
– No me matará. -Le cogió la barbilla-. Escúchame, MaryAnn. Esto es importante. Me molestó descubrir que estaba cambiando, convirtiéndome en lobo, como tú estás cambiando y convirtiéndote en cárpato, pero no por las razones que piensas. No por las razones que te di. Sea cual sea la influencia de Maxim en mí, en este momento mis pensamientos son claros. Otras mujeres psíquicas se han transformado exitosamente en cárpatos. Fue un proceso doloroso, pero están saludables y felices y parecen aceptar sus vidas de buen grado. No espero menos para ti.
Se inclinó para depositar un beso en la parte superior de su cabeza.
– Descubrir al lobo cambiaba la ecuación. No hay precedentes. No tenemos ni idea lo que podría ocurrir si te convierto. No tenemos idea del efecto que el lobo tendría en mí. Puedo ver que soy más agresivo y autoritario, y ya me habías indicado que tenías problemas conmigo en esa área. No quiero correr riesgos con tu vida. Hasta que sepamos más, tenemos que ser precavidos. Podría volverme peligroso. Podrías morir. Simplemente no lo sabemos.
MaryAnn se apoyó en él, necesitando tocarle, comenzando a dar alas al pánico. Había algo incorrecto en la forma en que sus ojos enfocaban.
– Quédate conmigo, -le susurró, aferrándose a su mano-. Quédate conmigo, Manolito.
– Tengo que regresar allí. Sea lo que sea lo que Maxim esté haciendo lo hace en el prado de las nieblas y fantasmas, sivamet. No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo y combatirlo.
– Entonces voy contigo.
– No puedes. Mi cuerpo humano aún estará aquí desprotegido. Enviaré un mensaje a mi hermano para que venga de inmediato y te lleve a un lugar seguro. El sabrá qué hacer con mi cuerpo. -Le acunó el rostro entre sus manos, haciendo un alto en su piel sedosa-. Eres la persona más importante en mi mundo, MaryAnn. No puedo ponerte en peligro. Por favor haz lo te digo y espera aquí donde estarás protegida por Riordan hasta que regrese. No puedo preocuparme por ti y combatir a Maxim al mismo tiempo.
Ella miró fijamente a sus oscuros y brillantes ojos, comprendiendo que no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Creía que tenía que protegerla, y lo haría. Moriría por ella. Mataría por ella. Haría cualquier cosa por ella. Sin importar las consecuencias para él, iría adonde el vampiro tenía todas las ventajas.
La sonrisa de él fue gentil, la yema de su pulgar le rozó el labio inferior.
– ¿Qué te hace pensar que tiene ventaja, csitri?.
– Es más cruel que tú y mucho más astuto. Y ha tenido tiempo para planearlo.
La sonrisa de él se amplió, hasta parecer lobuna.
– No creo que tengas que preocuparte por quien sea más cruel o astuto. Ha tenido tiempo para planearlo, pero cuenta con que yo intentaré permanecer en este mundo. Enviará a otros aquí. Vendrán, así que no salgas hasta que Riordan esté aquí para escoltarte.
Ya estaba desapareciendo, su espíritu deslizándose sigilosamente, lejos de ella, lejos del mundo de los vivos. MaryAnn intentó agarrarse a él, pero no tenía sentido. Se había ido, y sólo quedaba su cuerpo, una concha vacía, desvanecido y desdibujado, sin vitalidad. Aún tuvo suficiente fuerza para sentarse apoyando la espalda contra la barandilla, y entonces eso también se desvaneció y oyó su llamada.
Riordan. Tengo suma necesidad de ti. MaryAnn está desprotegida, y el vampiro enviará todo lo que disponga para matarla. Debes llegar hasta ella.
La respuesta en la cabeza de él sonó distorsionada y demoníaca. Apenas pudo registrar que hablaban en otro idioma, uno que ella no entendía. Abruptamente Manolito se apartó, confundido. La voz estaba tan deformada, que no podía distinguir si hablaba con su hermano o no.
MaryAnn inhaló aire profundamente y lo expulsó. Podía hacerlo. Se había fusionado exitosamente con Manolito cuando lo había querido; podía hacer lo mismo con Riordan. Todo lo que tenía que hacer era seguir la senda original que Manolito había usado.
Riordan. Su primer intento fue indeciso, pero le sintió moverse y engarzarse a la senda inmediatamente.
MaryAnn. ¿Qué le pasa a Manolito? Juliette y yo transportamos a Solange y Jasmine al rancho. Nadie está a salvo aquí. Puedo ver que tiene problemas, pero no puedo alcanzarle.
Se tragó la oleada de miedo. ¿Cuánto tiempo te llevará volver aquí? Su estómago dio un duro vuelto, pero clavó las uñas en la barandilla y esperó
Estamos volviendo ahora. Si llevamos a Jasmine y Solange a casa con los demás, no podremos ayudarte a tiempo. Estamos de vuelta, aguanta. ¿Puedes alcanzar a Manolito? ¿Puedes llegar hasta él y sujetarle a este mundo?
MaryAnn recorrió con la mirada el cuerpo de Manolito. Si iba a buscarle a la tierra de las sombras, su cuerpo quedaría completamente vulnerable. Puedo ir por él cuando estés aquí, y sé que puedo traerle de vuelta. Puso mucha más confianza en su voz de la que en realidad sentía. Aceptar que era psíquica y que podía hablar telepáticamente no era fácil. Su cerebro insistía en decirle que estaba loca. Aprisa, Riordan. No creo que tengamos mucho tiempo.
Los monos en los árboles circundantes gritaron una advertencia. Las aves irrumpieron en el cielo, aleteando con fuerza, batiendo el aire de forma que pudo oler a intrusos. Un jaguar. Un humano que supuso sería un mago. Llevaba encima la mancha que ella asociaba con el vampiro. Y otro más. Su corazón tronó con fuerza mientras su nariz se arrugaba. El viento le llevó un olor a descomposición. ¿Vampiro? No estaba preparada para tratar con un vampiro.
MaryAnn corrió hacia la barandilla y se asomó. Oh sí. Tenía grandes, grandes problemas. Podía ver al jaguar emergiendo del bosque de helechos a lo largo de la ribera. Su pelaje estaba oscurecido por el agua y mientras ella miraba hacia abajo, él alzó la cabeza y fijó su mirada en ella. Sus ojos se encontraron. Él le mostró los dientes.
Se pasó la mano por el muslo. Al menos Manolito la había provisto de un par de pantalones vaqueros de diseñador, de uno de sus favoritos. Podría morir con buen aspecto. Tomó un profundo aliento y consideró sus opciones. Si corría, puede que la siguieran, pero dudaba que los tres la persiguieran, lo que dejaría el cuerpo de Manolito vulnerable. Ciertamente lo destruirían y con eso… a él.
Debes irte, MaryAnn. El mago desenredará las salvaguardas, y no puedes enfrentarte al jaguar, al mago y al vampiro. Vete ahora.
La voz de Manolito sonaba lejana y muy frágil, su espíritu estaba todavía en otro reino.
No dejaré tu cuerpo aquí para ellos. Riordan viene de camino.
No puedes esperar demasiado. No puedes enfrentarte a un vampiro a solas.
Indudablemente no quería enfrentarlo, ya fuera sola o con un ejército.
No creo que tengas que preocuparte demasiado por que me acerque mucho a ellos.
Él parecía tan lejano que tuvo que luchar por esconder su pánico.
¿Cómo en tan poco tiempo se había vuelto tan importante para ella? Había creído que era una simple atracción física y nada más. Era increíblemente guapo. Ningún hombre jamás la había mirado como él lo hacía. Era lo suficientemente inteligente como para percatarse de lo peligroso que era ese matiz machista inherente a su personalidad, también era una enorme polilla que atraía a las mujeres, pero ella era demasiada lógica para sucumbir a un hombre por eso. Tal vez a lo largo de su vida había prescindido de la atracción porque eso la mantenía a salvo. Amar a Manolito de la Cruz era lo más parecido a tirarse por un acantilado.
MaryAnn suspiró. Ya había tomado la decisión de lanzarse, en algún momento, aun sin darse cuenta de ello. No le importaba que él fuese cárpato y mientras ella era… lo que fuera. Manolito era su otra mitad, e iba a mantenerle con vida. Iba a hacer lo que hiciera falta para traerle del más allá, de regreso a la tierra de los vivos, de regreso a ella.
Se puso de pie a plena vista del jaguar, quería que él sintiera su desafío. Quería luchar con él con las manos o… garras. Porque no conseguirían el cuerpo de Manolito. Encontraría la forma de usar cualquier cosa que tuviera a su alcance, cualquier poder que en realidad tuviera, para mantenerle a salvo hasta que Riordan llegara para encargarse de todo esto. Y entonces se adentraría en la tierra de las nieblas y fantasmas, o como sea que se llamara, y si hacía falta le sacaría de allí a rastras.
Debajo de ella, el jaguar gruñó en respuesta, revelando sus crueles y largos dientes. Prescindió de cualquier fingimiento que ocultara sus intenciones y trepó por el tronco de un gran árbol. Usando sus garras, se arrastró a sí mismo hasta las ramas más bajas y empezó a correr a lo largo de la autopista de la canopia formada por gruesas ramas superpuestas. El felino corría hacia ella, sus ojos resplandecían con veneno.
MaryAnn observó al jaguar acercarse, su pulso corría a la misma velocidad que las patas del jaguar cuando golpeaban cada árbol, rompiendo pequeñas ramitas mientras se acercaba más y más. Sentía el pecho a punto de explotar. Demasiado tenso. Sentía la cabeza como si su cerebro se hubiera hinchado y no cupiera bien dentro de su cráneo. Los dientes y la mandíbula le dolían atrozmente. Los músculos se le contraían. La piel ondeaba como si algo viviera debajo de ella. Las puntas de sus dedos comenzaron a separarse como doblándose en una curva. Sintió como se confinaba en un compartimiento apretado, diminuto, en un lugar estrecho sin salida.
El pánico ennegreció los bordes de su visión. Podía sentirse a sí misma, la misma esencia de quién era, siendo atraída a un vórtice, arremolinándose, encogiéndose, hasta volverse más y más pequeña.
MaryAnn extendió las manos, atrapando la verja de hierro para anclarse a sí misma, y con un pequeño y aterrado grito, se echó hacia atrás. Las uñas se hundieron en la barandilla de madera, dejando tras de sí profundos surcos, mientras exhalaba la sensación de ser tragada viva. El jaguar saltó directamente hacía ella, con las garras extendidas, y ella saltó hacia atrás, tropezando con las piernas de Manolito y aterrizando duramente sobre su trasero.
El jaguar se estrelló contra una pared invisible y cayó a plomo, arañando desesperadamente, buscando aferrarse al tronco o las ramas, rompiendo muchas de ellas a su paso.
MaryAnn se puso en pie lentamente y se asomó con cautela. El jaguar golpeó una rama grande y se quedó allí colgado, jadeando, con los costados hinchándose, intentando coger aliento. Debajo del felino, un hombre emergió de entre el espeso follaje y alzó las manos en el aire. Un mago. Y uno que parecía saber lo que hacía. A diferencia del otro mago, que parecía hacer tentativo mientras trabajaba, este hombre apenas bajó la velocidad mientras trabajaba en desenredar las salvaguardas de Manolito. Los invisibles hilos tejidos tan entrelazadamente comenzaron a desenredarse con tanta rapidez que casi pudo sentirlos caer ante ella.
Apretó con dureza los labios y obligó a su mente a expulsar el pánico. En el instante en que el mago venciera las salvaguardas, el jaguar atacaría. Podía arreglárselas para matar al cambiaformas, pero no sabía nada sobre combatir a vampiros, aunque fueran novatos. Y el mago era peligroso también. ¿Qué había hecho la última vez para matar al mago? No podía recordarlo. No le había matado a propósito. Sólo había querido que se marchara.
Los monos gritaban al jaguar y hacían llover ramitas sobre él. El jaguar gruñó y saltó hacia uno de los más pequeños en las ramas más bajas. Al instante toda población de monos se volvió loca. El sonido era ensordecedor. MaryAnn comprendió que el mago ya había desenredado la barrera de sonido que Manolito había erigido.
Riordan. Ven pronto. Intentó enviarle la impresión del mago, el vampiro y el jaguar.
Sintió su repentina tensión. ¿Puedes salir de allí?
Tendría que dejar el cuerpo de Manolito sin protección. No creo que tenga mucho tiempo antes de que el mago rompa y atraviese las salvaguardas. Parece saber bien lo que está haciendo.
Manolito habrá tejido algunas sorpresas, pero lo más probable es que andara buscando privacidad, no que esperara un ataque exhaustivo contra los dos.
– Date prisa. -susurró, esto último en voz alta.
Tenía que haber una forma de distraer el mago. Se concentró en él, enfocando totalmente la atención en su rostro, su expresión, la forma en que sus labios se movían mientras pronunciaba el contrahechizo de las salvaguardas que Manolito había establecido. ¿Cómo podía detenerlo? ¿Retardarlo? Lo que necesitaba era una forma de conseguir que la tierra bajo sus pies se abriera, una enorme grieta que seguiría cada uno de sus pasos si intentaba escapar.
El árbol se sacudió. El suelo se onduló, tirando al mago al suelo. La miró fijamente y retrocedió a gatas apresuradamente, procurando evitar la grieta que se abría en la tierra.
Se quedó sin aliento e inmóvil. ¿Ella estaba haciendo eso? ¿Era posible? ¿Podía realmente haber roto una rama ubicada sobre el primer mago y haberla dejado caer sobre él? Esa idea a la vez la puso enferma y le dio esperanza. ¿Pero cómo lo estaba haciendo? ¿Qué más estaba haciendo? ¿Qué más era capaz de hacer?
Por primera sintió una punzada de esperanza. El movimiento inquieto de los monos llamó su atención. Tiraban hojas y pequeñas ramas no sólo al jaguar, sino también al mago, como si estuvieran firmemente aliados con ella. Exhaló lentamente. ¿Los animales habían estado siguiéndola? ¿La habían obedecido cuando les dijo que se fueran? Y los jaguares, incluso los cambiaformas, se habían detenido cuando ella se lo había ordeando. No los había controlado durante mucho tiempo, pero por un instante la habían obedecido también.
Se frotó la cabeza palpitante. Era como si se le estuviera partiendo. Sentía el pecho oprimido, como si todo en su interior se expandiera y contrajera haciéndose cada vez más y más pequeño. Sentía como si el cuerpo no le quedara bien, y duros nudos aparecían bajo su piel, en cada músculo. Era molesto y francamente espeluznante. Por un momento sintió una sacudida, el deseo de echar a correr, pero entonces miró a Manolito, tan inmóvil, pareciendo tan vivo, sus ojos vacíos mientras su cuerpo parecía tan fuerte y viril. Él no flaqueaba al intentar protegerla, y ella no iba a dejarle atrás.
Su columna vertebral se tensó, y levantó la mirada a los animales en la canopia. Tantos de ellos. Su elevado número resultaba reconfortante. En realidad no nos gusta ese hombre malo, ¿verdad? Está tratando de hacerme daño. Lanzadle cosas. Cosas grandes. Echadle. No dejéis que mueva los brazos en el aire así.
Los monos se volvieron locos, saltando arriba y abajo y sacudiendo las ramas de los árboles, corriendo de acá para allá, mostrando dientes y golpeándose los pechos con creciente agitación. Comenzó a ser consciente del flujo de energía. Era pequeño al principio… pero solo podía suponer lo que estaba haciendo… pero cuando los animales respondieron y la energía se expandió a su alrededor, se volvió muy consciente de ella. Aspiró profundamente y se conectó con el caldero de poder, dirigiéndolo esta vez hacia el rugiente jaguar.
Ese hombre no pertenece a tus dominios. Ha intentado esclavizarte. Te lo han quitado todo y conducen a tu pueblo a la extinción. Mírales realmente como lo que son. El vampiro ha puesto su marca en ti. Una vez fuiste un hombre orgulloso; ahora haces lo que él te ordena. Ellos no tienen lugar aquí.
El jaguar agitaba su ancha cabeza continuamente, parecía confuso. Dio algunos pasos hacia el árbol como si fuera a ir a por ella otra vez, pero se detuvo, temblando.
El mago dio una orden, y agitó una mano, gesticulando hacia ella
¿Por qué tiene que decirte este hombre lo que debes hacer? ¿Es tu amo? ¿Te posee? Eres jaguar. La selva es tuya. Quienquiera que camine por aquí debería hacerlo con tu permiso, no a la inversa.
El jaguar soltó un gruñido y giró la cabeza hacia el mago, sus ojos llameando con furia. Se agazapó. El mago se quedó congelado. Empezó a hablar quedamente, cantureando algo mientras sus manos dibujaban patrones rápidos delante de él.
¡Cuidado! Está intentando usar su poder contra ti. Mírale. Te atrapará con un hechizo. Atácalo antes de que termine. Impregnó alarma y urgencia en sus pensamientos.
El jaguar gruñó al mago, y dio varios pasos lentos hacia él desnudando los dientes. El mago cedió terreno, retrocediendo, esta vez tendiendo la mano para detener al gran felino amenazador.
El grueso vallado de helechos dorados y marchitos, las palmas en forma de lazo retrocedieron mientras un tercer hombre se abría paso entre los arbustos. Este era, por turnos, bello y a continuación grotesco. MaryAnn parpadeó varias veces, intentando enfocar su verdadera forma. Con un movimiento casual de las manos hacia los monos, estos calleron en un inquieto silencio. Dijo una palabra al jaguar, y el cambiaformas se detuvo.
MaryAnn se tocó con la lengua los labios repentinamente secos. Tenía a la vista a un vampiro… el epítome de la maldad. Él levantó la mirada hacia ella y sonrió. Sus dientes afilados estaban manchados de sangre, y su piel parecía estirarse y apretarse contra su cráneo. Al siguiente momento era un hombre atractivo, con una ancha y cautivadora sonrisa.
– Baja y únete a nosotros, -la invitó suavemente.
Sintió el zumbido en su cabeza y supo que había insertado una compulsión en su voz. Se forzó a sonreir, después esperó varios latidos para reunir la cantidad masiva de energía para proyectarla en su voz y su mente, para poder devolverle su propia compulsión.
– Me encuentro realmente a gusto aquí, la verdad, así que podéis seguir y marcharos.
Él vampiro parpadeó. Frunció el ceño. Sacudió con la cabeza como si no pudiera recordar lo que estaba haciendo.
– Sí, quieres irte. Abandonar este lugar. -Inyectó poder en su voz.
Él le volvió la espalda, solo por un el momento, obedeciendo su orden, girando su cuerpo hacia los helechos.
El aliento se le quedó atascado en la garganta y golpeó. ¡Ahora! Ahora ataca. Da todo de ti. Apresúrate. Acaba con ellos antes de que te destruyan.
El jaguar se abalanzó sobre la espalda del vampiro, hundiendo los dientes profundamente en el cráneo. Al mismo tiempo, los monos se abalanzaron sobre el mago, mordiéndole y golpeándole, cayendo sobre él en gran número. Las aves tomaron el aire, las alas ondulando mientras zumbaban alrededor de los combatientes, arañando con sus garras.
El mago cayó debajo de la ingente masa que lo golpeaba. MaryAnn deseó volver la espalda, la escena le revolvió el estómago, cuando el jaguar mordió con fuerza y la sangre manó, corriendo a chorros por la cabeza del vampiro. Él rugió su furia y capturó al jaguar entre sus manos, arrastrando al felino lejos de su cuerpo con su enorme fuerza y retorciéndole la cabeza. El crujido fue audible para ella, aun en medio de los chillidos y gritos de lo monos y aves.
El vampiro miró al mago, enterrado bajo una montaña de cuerpos, y después lentamente se giró para enfrentarla. Su cabeza estaba abierta, el cráneo hecho pedazos por el fuerte mordisco del jaguar, pero esto no parecía desconcertar al no-muerto. Los ojos brillaban con llamas anaranjadas y rojizas, la boca estaba abierta de par en par en una mueca de odio.
Se quedó allí de pie un momento simplemente mirándola. En ese instante flexionó los dedos dejando crecer sus uñas hasta curvarse en garras. Todavía sosteniendo su mirada, voló por los aires y aterrizó en el tronco del árbol junto al que ella estaba y comenzó a reptar hacia arriba. Tenía un aspecto aterrador. Una abominación. Algo así como los vampiros de las películas, una oscura aparición antinatural llena maldad e inclinada a matarla… a destruir a Manolito.
Por un momento el terror la paralizó. Las salvaguardas no aguantarían mucho tiempo. Manolito no había buscado tanto la protección como una barrera de sonido. Riordan no estaba allí para salvarla. Si quería sobrevivir, si quería proteger el cuerpo de Manolito, tendría que hacer algo, y rápido.
Ya sentía el poder fluyendo por su cuerpo. Una vez más su cabeza palpitó, esta vez aun más fuertemente, más rápido. Como si su cuerpo ya supiese la forma y sólo buscara su permiso. La idea de soltarse, de liberar su propia identidad, la aterraba casi tanto como el vampiro que gateaba por el tronco del árbol.
La mandíbula le dolía, resonando dolorosamente. Sus tendones y ligamentos tiraron mientras los músculos de su cuerpo se retorcían, endureciéndose en apretados nudos de dolor que ahora eran visibles bajo su piel. Su estómago se revolvió. Luchó por aplacar su pánico. Aun si no lo hacía por sí misma, tenía que hacerlo por Manolito.
El bombardeo de imágenes en su mente casi la hizo vomitar. Se sucedían tan rápidamente que no podía clasificarlas o centrar su atención en ninguna de ellas, pero una era de lobos caminando sobre dos piernas. Una memoria colectiva. Su piel se estiraba tensa, demasiado apretada. Su vista se nubló, bordeada de rojo y negro. Una vez más sus dedos se curvaron en garras, una acción involuntaria que no podía detener. El dolor estalló a través de ella.
Intentó respirar, intentó dejarse ir, pero su mente simplemente no se rendía. Su mente no la dejaba entregarse. ¿Qué pasaría si se quedaba atrapada en esa forma?
El árbol se sacudió. El vampiro chilló, el sonido recorrió su columna vertebral y un terror paralizandor invadió su corazón. Había saltado al borde de la plataforma, justo al otro lado de la barandilla, y trabajaba rápidamente desentrañando las salvaguardas. Tenía tan sólo unos instantes para decidir qué hacer.
MaryAnn puso una mano en el hombro de Manolito, tocó su rostro. Él estaba en alguna otra parte, luchando por ella. Había contado con que su hermano viniera a protegerla a ella y a su cuerpo, pero ahora ella era todo lo que tenía. Tomó un profundo aliento y lo dejó escapar.
Al instante sintió como la misma esencia de quién era era succionada, contrayéndose y haciéndose más pequeña, como si estuviera plegándose sobre sí misma. Estaba plenamente consciente, pero el dominio sobre su cuerpo estaba menguando rápidamente. Todo en ella gritaba que se resistiera, pero mantuvo la mirada fija en Manolito, y la visión de él le dio el coraje necesario para rendirse.
Cuando MaryAnn permitió que su esencia se retrajera, la furia del lobo brotó. Sintió el ineludible poder de este, la enorme fuerza de cuerpo y voluntad. El centinela. El guardián. Saltó para tomar su lugar, para encajar en su cuerpo, estirando y moldeando cada músculo y hueso para que estuviera acorde con su nueva y fuerte estructura.
Fue consciente cuando su piel explotó, pero no hubo dolor. No sentía la sensación de sus huesos y su cuerpo reformándose, o de sus órganos cambiando; tan sólo la sensación de ser protegida y estar a salvo profundamente en el interior.
En ese momento el vampiro desgarró y atravesó la barrera, y con un siseo de odio, se abalanzó sobre el cuerpo de Manolito. El lobo saltó para interceptarlo, su cuerpo cambiando completamente en pleno vuelo. Chocaron, el lobo gruñendo, el vampiro chillando. Alrededor de ellos la selva entera estalló en gritos de monos y aves, cuando los animales reaccionaron al terrible sonido de la batalla.