Capítulo 17

El vampiro chocó contra lo que quedaba de la barrera que rodeaba a MaryAnn, haciendo trizas las salvaguardas de Manolito. Las garras de la criatura estaban extendidas en un intento por alcanzar el cuerpo de Manolito mientras se posaba en la plataforma en lo alto de la canopia. La licántropo se encontró con el no-muerto en medio del aire, chocando, la loba condujo al vampiro hacia atrás con la fuerza de su impulso. Igual que un niño protegiendo a un cachorro, arañó implacablemente al vampiro mientras caían juntos.

Cayeron hacia el suelo de la selva, la loba encima del no-muerto, las dos formas retorciéndose y rompiendo ramas cuando el vampiro las golpeaba una tras otra con la espalda mientras caían unos cuarenta y cinco metros. Alrededor de ellos la selva volvió a la vida con el ruido de la batalla, el chillido de centenares de pájaros, los gritos de los monos, los gruñidos del vampiro y el crujido de la madera astillándose mientras caían la distancia en picado.

El vampiro clavó sus dientes puntiagudos en el hombro de la loba y desgarró, atacando ferozmente con las garras, arañando la barriga de la loba. MaryAnn sintió las garras clavarse profundamente; pudo incluso oír el sonido de la carne y piel de la loba siendo rasgada. Su estómago dio un vuelco, pero la loba echó la cabeza a un lado, arrancando los dientes de su hombro, ignorando el floreciente dolor mientras sangre y carne hecha trizas salpicaban de un extremo a otro las hojas.

El vampiro golpeó la tierra, medio formado, intentando disolverse debajo del lobo, pero la guardiana de MaryAnn era implacable, sus dientes buscaban la garganta, sus garras excavaban a través de la pared del pecho ansiando el corazón ennegrecido y marchito. Era instintivo, un viejo legado que pasaba en la memoria colectiva de una generación a la siguiente. En lo más profundo, donde nada podía tocarla, MaryAnn juró no ir nunca a ninguna parte sin su spray de pimienta. La loba podría haber cegado al vampiro con el y por lo menos haberse dado un alivio temporal de esos terribles dientes.

Aterrizó sobre el vampiro, y rodaron, el vampiro siseando su aliento fétido. La criatura apestaba a carne podrida, ofendiendo el agudo sentido del olfato del lobo. El vampiro aferró al lobo y lo arrojó, aprovechando la oportunidad para disolverse en vapor y fluyendo hacia arriba hasta la plataforma en la canopia.

El corazón de MaryAnn se estrelló contra su pecho. Se oyó a sí misma gritar, estirarse, intentando tomar el control de su cuerpo para alcanzar a Manolito, pero la loba ya estaba en movimiento, saltando de un brinco las ramas del árbol con increíble velocidad, corriendo a por el vampiro mientras éste volvía a tomar forma junto al cuerpo de Manolito. Esta vez el lobo cogió la cabeza del vampiro entre sus garras y la retorció. El cuello del vampiro se quebró y su cabeza cayó a un lado. Gruñendo, con los ojos brillando de ardiente rabia, la criatura bajó el hombro y empujó al lobo hacía atrás, arrojándolos una vez más por el borde de la barandilla.

MaryAnn se sintió caer, sintió el golpe de las ramas contra su espalda, pero todo el tiempo la loba tenía el control, el hocico excavaba hacia el premio que suponía el corazón del no-muerto. La sangre bañaba el cuerpo de la loba, quemando como ácido, chamuscando hasta el hueso, pero la guardiana se negaba a detenerse. En su desesperación, el vampiro se libró del lobo, y los dos aterrizaron duramente en la tierra.

Riordan De la Cruz se materializó en el aire, justo cuando el vampiro se ponía en pie tambaleante. Riordan estampó el puño profundamente en el pecho del vampiro y arrancó el corazón. Tirándolo a un lado, se giró para enfrentar al lobo. La guardiana se tambaleó mientras se las arreglaba para ponerse en pie, temblando por el dolor y trauma de sus lesiones.

Riordan alzó una ceja.

– ¿MaryAnn?.

La loba asintió y extendió la mano hacia atrás detrás en busca de apoyo, apoyándose contra un árbol. Cabeceó hacia el corazón cuando esté rodó hacia el cuerpo del vampiro.

– Sí, claro, -Riordan extendió la mano hacia el cielo, cubriendo su sorpresa. Enseguida el cielo bulló con nubes tormentosas y el trueno retumbó. El relámpago veteó las nubes más oscuras y después golpeó con estrépito el corazón y lo incineró. Luego dirigió la blanca energía candente hacia el cuerpo del vampiro.

Para asombro de MaryAnn, su loba se inclinó hacia el crujiente flujo de energía. En lugar de incinerarla, la energía disolvió la sangre ácida de sus brazos y cuerpo. Tambaleándose atrás, la guardiana una vez más se recostó contra las raíces enredadas de un árbol, sus costados se movían con esfuerzo, la respiración le llegaba en jadeos desiguales. El dolor quemaba a través de su cuerpo, pero había mantenido a Manolito vivo. No podía esperar otro momento para inspeccionarle. Para tocarle. Le necesitaba desesperadamente.

Saltando a las ramas más bajas del alto árbol, escaló su camino hacia la plataforma. Manolito todavía estaba sentando, su cuerpo un poco caído a un lado, pero parecía como si estuviera descansando. Se permitió respirar y se dejó caer junto a él.

MaryAnn se extendió hasta su cuerpo, dando las gracias a la centinela, agradecida por la ayuda que le había proporcionado. Nunca habría podido derrotar al vampiro en su demasiado frágil cuerpo humano. Esto le provocó una sensación de gratitud hacia las otras especies que compartían el mundo con ella, agradecía que se preocuparan lo suficiente como para mantener a todos tan a salvo como fuera posible. La loba la hacía sentirse segura.

Tú eres la loba, la tranquilizó una voz femenina en su interior. MaryAnn cerró los ojos y se expandió, atrayendo a la guardiana a las profundidades de su alma. Esta vez el proceso fue mucho más rápido, como si la loba saltara a su cubil y ella emergiera, con mucha más facilidad de la que había costado dejarla salir. Su cuerpo se reformó con un mínimo malestar, aunque en el momento en que estuvo en su forma humana, el dolor de sus heridas realizó una escalada hasta que las lágrimas quemaron y se mordió con fuerza los labios para evitar gemir.

– He destruido al jaguar y al mago también, y limpié el desastre que la sangre del vampiro causó en la tierra y sobre los árboles y el follaje, así que voy subiendo.

Por un momento MaryAnn no entendió la advertencia en la voz de Riordan, hasta que miró hacía abajo a su cuerpo. Necesitaba ropa. No tenía ropa. El pánico se alzó. Su ropa era su armadura. Su valor. Su sentido de la moda hacía que pudiera con todo. No podía enfrentarse a él sin ropa. Ahora si que empezó a hiperventilar.

– ¡No! No puedes subir aquí. No estoy vestida.

Él masculló algo en tono impaciente, y se encontró vestida con una desteñida camisa escocesa, vaqueros ceñidos y unos extremadamente viejos zapatos de lona. Entonces le tuvo ante ella, frunciendo el ceño.

– Voy a tener que sanar tus heridas. Necesitaré echar una ojeada. Los vampiros han estado dejando últimamente unos pequeños parásitos tras ellos cuando muerden.

Ella apenas le oyó, demasiado ocupada en mirar sus ropas con desmayo.

– Sé que no crees que voy a ir por ahí vistiendo estos… estos-Se interrumpió, las yemas de sus dedos sostenían el dobladillo de la camisa mientras la miraba, espantada.

El ceño de él se profundizó.

– Se le llama ropa.

– Oh, de eso nada. Trapos quizá. -Se palmeó la ajustada trenza para asegurarse de que aún estaba intacta. Podía luchar con vampiros y jaguares, pero iba a hacerlo luciendo bien-. Esto no es ropa. -Mover el brazo, cuando su hombro estaba ya ardiendo, la hizo hacer una mueca de dolor. Que por supuesto él vio. Estaba mucho más interesado en la mordedura del vampiro que en sus problemas de moda.

Riordan se agachó para examinar a su hermano.

– Juliette nunca se preocupa por su ropa. Simplemente se pone cualquier cosa.

– Soy bien consciente que esa chica necesita un serio cambio de imagen-, dijo MaryAnn. En más de una forma. Juliette también necesitaba un par de sesiones sobre tratar con hombres dominantes.

Riordan le echó un vistazo, y su sonrisa hizo que el aliento le se atascara en los pulmones. Por solo un momento, en ese rayo plateado de luz de luna, se había parecido a su hermano. El destello estaba allí y entonces desapareció, y su desesperación por estar con Manolito creció.

Riordan se enderezó despacio, cuando la sonrisa de MaryAnn se marchitó de su cara.

– Hiciste bien. Tengo una deuda tremenda contigo. Toda nuestra familia la tiene, MaryAnn. Gracias por salvar la vida de mi hermano.

La sinceridad en su voz fue su perdición. Si hubiera llevado puesta su mejor ropa, podría haberlo manejado con dignidad, pero no, él tenía que ponerle algún horrible y miserable conjunto y simplemente se hundió bajo la presión. Se oyó a sí misma sollozar. Él pareció alarmado e incluso dio un paso atrás, alzando una mano.

– No llores. Era un cumplido. No empieces a llorar. Deben dolerte los hombros. Permíteme echarles un vistazo.

– Es la ropa, -hipó ella-. Cámbiala rápido.

– Dame una imagen, entonces.

Parecía tan desesperado como se sentía ella. Ella no debería estar aquí de pie sollozando como un bebé cuando Manolito estaba enfrentando ese otro mundo y cualquier cosa que hubiera en él. Tenía que llegar hasta él. Por alguna razón, sólo la idea de ese lugar espectral le daba escalofríos. Tomó un profundo aliento y se imaginó a sí misma vistiendo sus vaqueros Versace favoritos, su top al cuello Dolce & Gabbana color tabaco, con tiras de cuero dorado y drapeado escote que caía diestramente sobre sus pechos, y sus botas favoritas, las Michael Kors, simplemente porque eran tan elegantes y cómodas que iban con todo. Los accesorios lo eran todo, así que fue por todas y le agregó el cinturón trenzado y una gruesa pulsera y el collar que siempre había querido pero no se había podido permitir.

Tomó una profunda respiración y la dejó salir tan pronto como la ropa estuvo instalada sobre su piel, encajando como un guante, proporcionándole el valor para enfrentar el próximo desafío.

– Gracias, Riordan. Esto esta perfecto.

Esperaba que él soltara un pequeño resoplido, pero en vez de eso estudió su apariencia con cuidado.

– Te ves maravillosa. Yo creía que se te veía bien con la otra ropa, pero esto te pega más.

Ella sonrió, sintiendo por primera vez una pequeña camaradería con él.

– Gracias por llegar aquí tan rápido. No sabía qué hacer con esa cosa. Simplemente seguía viniendo hacia mí. -Agitó la cabeza, frunciendo el ceño-. Bueno. No hacia mí. Hacia mi guardiana.

– La loba.

Lo dijo con respeto, y el corazón de MaryAnn se aligeró incluso más. Comprendió lo que eso significaba. Ella era la loba. Moraba en ella, silenciosa y a la espera, surgiendo cuando la necesitaba, satisfecha de quedarse callada a menos que la compeliera a entrar en acción. Era la centinela, y los animales a su alrededor reconocían al guardián en ella por lo que era. Y la respetaban. Riordan la respetaba. Más aún, la aceptaban por quién y qué era.

– Eres la compañera de Manolito, -dijo Riordan. -Y colmas cualquier expectativa. -Le hizo una reverencia, un cortés gesto de respeto-. No podría haber encontrado a otra mejor. Guardas muchos secretos, hermanita.

Sintió la sonrisa extenderse por su cara; no pudo evitarlo.

– ¿La loba? Sale ocasionalmente y patea traseros de lo lindo. -Se sentía tan orgullosa diciéndolo, tan segura. La loba. Su loba.

– No tenía idea que quedara ningún licántropo en este mundo. Ahora creo que son mucho más astutos de lo que creíamos. Por supuesto que todavía existen, y deberíamos haberlo sabido. Siempre se contentaron con quedarse en segundo plano.

Ella se apoyó contra la baranda, oscilando un poco.

– Esperaba que cuando sufrieran heridas pudieran sanarse a sí mismo como vosotros. Y me habría gustado la habilidad de producir ropa con la imaginación. Hay un par de líneas que no puedo permitirme el lujo de tener, pero te aseguro que puedo imaginarme a mí misma llevándolas.

Él le cogió el brazo para estabilizarla, bajándola hasta que quedó sentada una vez más junto a Manolito.

– Tengo buenas noticias para ti, MaryAnn. Manolito es bastante adinerado, y podrás permitirte el lujo de vestir cualquier línea que prefieras. Es bueno mantener la ilusión de ser enteramente humanos en todo momento, pero si lo necesitaras, una vez totalmente cárpato, podrás fabricar ropa a voluntad.

Su corazón saltó cuando él dijo eso. Totalmente cárpato. Todavía tenía que tratar con eso. Y quería estar con Manolito de la Cruz para siempre. La iba a volver loca con su arrogancia, y él iba a tener que aprender lo que era vivir con una mujer tan terca como él.

– ¿Entiendes lo que eso significa? -preguntó Riordan.

– En realidad no. ¿Cómo podría? -Fuera lo que fuera lo que le estaba haciendo en el hombro estaba dejándola sin respiración. Dolía como el infierno, y se alegró mucho de poder bajar la mirada a sus botas perfectas y admirar las puntas cuadradas y a su realmente agradable cuero.

– Serás totalmente cárpato. A Juliette le molestó perder su jaguar. Puede llamar a su felino, cambiando a su forma y puede sentirlo, pero no es lo mismo. No tiene una sensación de pérdida, pero yo sé que fue difícil al principio cuando pensó en ello como una pérdida.

– ¿De verdad? Yo me preocupo más por perder a mi familia. Mis abuelos y padres son muy importantes para mí. No me hago a la idea de ver morir a mis amigos y a mi familia.

Riordan no sabía que su sangre estaba infectando a Manolito con el lobo, solo que la sangre de él le estaba dando los rasgos de los cárpatos. Sus dedos resbalaron por el largo, espeso pelo de su compañero. Saboreó la palabra y la profundidad de su significado. Era suyo. Tanto como ella le pertenecía, él le pertenecía a ella. Cualquier cosa que estuviera pasándole, también le estaba pasando a él. ¿Qué tendría Riordan que decir a eso? ¿Cómo aceptaría lo que sería Manolito entonces?

Se frotó las palpitantes sienes.

– ¿Has oído algo? -Echó una mirada a su alrededor, levantó su cara y olisqueó el aire. ¿Con cuanta frecuencia había hecho esto y nunca había comprendido por qué? ¿Con cuanta frecuencia se había metido en la mente de la gente sin ser consciente de lo estaba haciendo, para extraer la información que necesitaba para ayudarles? Y los animales… Echó una mirada alrededor, a los monos en los árboles. Todos habían venido en su ayuda cuando los necesitó. Incluso el jaguar, bajo el encantamiento del vampiro; había luchado por romper el hechizo y obedecer.

– La loba es buena, – dijo con satisfacción.

– Claro. ¿Qué pensabas?.

– En un monstruo de dientes puntiagudos destrozando al adolescente chillón con sus garras y devorando a la familia entera mientras el más pequeño mira todo desde el armario jurando que matará a la bestia peluda algún día.

Riordan resopló, su breve sonrisa de diversión se marchitó tan rápido como había aparecido.

– Puede pasar. Hay unos cuantos renegados, pero la sociedad del lobo, en el pasado, y sospecho ahora, siempre hizo un buen trabajo de vigilancia de su propia especie. Viven como los humanos, al menos solían preferirlo, normalmente cerca del bosque o la selva, y aceptan trabajos con animales ayudando a protegerlos. Raramente se muestran a menos que haya un extremo peligro para alguien que esté bajo su protección. Su número empezó a menguar incluso antes que el nuestro. Estaban demasiado dispersos, las manadas no estaban lo bastante cerca como para cruzarse, y sospechamos que intentaron engendrar con los humanos pero no tuvieron éxito y finalmente su especie murió.

– ¿Por qué crees que su sangre no puede convertir a un humano?.

– No creíamos que la sangre Carpato pudiera convertir a un humano con éxito. Juliette cree que durante los años, más humanos de lo que creemos han tenido sangre de otras especies también, quizá no mucha, pero aún así probablemente estén genéticamente emparentados.

– ¿Pero crees que la sangre del lobo no es tan fuerte como la sangre cárpato y que Manolito me convertirá sin problemas?.

Sintió más que ver la vacilación de Riordan.

– Sé que debe convertirte o no sobrevivirá.

– Eso no es lo que te he preguntado. -Se apartó de él para poder verle los ojos-¿Qué es lo que te asusta?.

– No sé que sucederá cuando te convierta, -contestó Riordan honestamente mientras extendía el brazo una vez más para examinar la marca de la mordedura. El área estaba quemada por la sangre y saliva, también en carne viva y desgarrada. Ella estaba temblando, pero no parecía notarlo. Sus dedos se hundían en el pelo de Manolito como si él fuera su ancla, pero no parecía consciente de eso tampoco-.Cuándo convertí a Juliette, el jaguar luchó duro por vivir.

– Manolito convirtió a Luiz.

– Luiz se estaba muriendo. Era la única oportunidad del jaguar de sobrevivir. Una pequeña parte de él vive, así como una pequeña parte del jaguar de Juliette vive dentro de ella, pero no es lo mismo, y aunque pueden tomar la forma del jaguar, no son el jaguar. ¿Tiene sentido para ti?.

Su corazón saltó. Le gustaba su loba. Estaba orgullosa de ella. Y de algún modo, aunque acababa de descubrirla, la guardiana había estado ahí desde el principio, dando forma a su vida, ayudándola sin su conocimiento. No quería ser ninguna otra cosa. Pensaba en sí misma como humana. Quizá Juliette tenía razón y la mayoría de los humanos tenían una conexión genética con algunas de las otras especies, pero fuera cual fuera la razón, le gustaba quien era, estaba cómoda en su propia piel, y no quería cambiar, no si eso significaba dejar ir a quién era. Lo que era. No si tenía que renunciar a su recientemente encontrada loba.

¿Pero podría ella renunciar a Manolito? ¿Dejarle morir? ¿Dejar que se convirtiera en vampiro?

– No puede volverse vampiro cuando sabe que tiene una compañera, si no me convierto en lo que vosotros sois, ¿verdad?-Su corazón tronó al ritmo de su palpitante cabeza. No estaba segura de qué le dolía más, la cabeza o los hombros. La herida del vampiro quemaba claramente hasta el hueso.

De repente necesitó tocar a la mente de Manolito. Fundirse con él. Luchó contra el impulso, sabiendo que no quería que ella entrara con él en la tierra de las sombras, pero era difícil cuando necesitaba tanto su toque. Casi no podía respirar, esforzándose por encontrar una forma de atraer aire a sus pulmones. ¿Era ella, o era él? ¿Estaba él en dificultades?.

– Claro que podría volverse loco por la necesidad. Es mucho peor saber que la compañera de uno está ahí y no poder salvarse a uno mismo. Hará lo que sea necesario, MaryAnn, y al final, te alegrarás de que lo haga.

Ahora le dolía por todas partes, la espalda, las piernas y los brazos, como si alguien la hubiera golpeado.

– Le necesito. -Lo admitió y debería haberse sentido avergonzada, pero solo podía pensar en llegar hasta él.

Riordan frunció el ceño. Diminutos puntos de sangre salpicaban su frente. Era impropio de MaryAnn dejar pasar una declaración así sin refutarla, y nunca habría admitido ante él su necesidad de Manolito. Algo iba muy mal. Tenía que asegurarse de que la sangre corrompida no estuviera extendiéndose por su sistema como un veneno.

– Solo relájate. Voy a sanarte a la manera de nuestra gente.

Tomó aliento y se reclinó contra Manolito, necesitando el calor de su tacto, la percepción de tenerle cerca, pero le sintió frío, inanimado, su espíritu a gran distancia de su cuerpo físico.

– Tengo que ir con él.

– Respira. Permíteme hacer esto. Él querría que lo hiciera. – Riordan mantuvo la voz tan tranquilizadora como fue posible. MaryAnn había tenido que soportar demasiado en los últimos días. Parecía agotada, y al día siguiente por la noche, cuando se alzaran la próxima vez, a pesar de lo que le hiciera ahora, sentiría las consecuencias de haber chocado con las ramas hasta el suelo.

Él tomó aliento y liberó su cuerpo, permitiendo a su yo físico alejarse para poder convertirse en la necesaria luz curativa. Entró en su cuerpo para evaluar el daño. El vampiro había infectado la sangre intencionalmente. No había desgarrado y arrancado grandes pedazos de carne; más bien había pinchado profundamente con sus dientes afilados como navajas de afeitar, utilizando un movimiento aserrado para inyectar miles de diminutos parásitos en el torrente sanguíneo. ¿Por qué? ¿Por qué no había intentado matarla? La loba había sido algo inesperado, pero eso debería haber empujado al vampiro a defenderse con más vigor aún.

El vampiro había ido a infligir el mayor daño posible, en lugar de a matar. La yugular había quedado intacta. Había atacado ferozmente y había rasgado la barriga de la loba, un pedazo de hombro, pero ni una sola herida era un blanco mortal. Ningún vampiro tenía ese tipo de control durante una batalla a vida o muerte… a menos que estuviera programado. ¿Y quién podría manipular a un vampiro, incluso un vampiro menor, cuándo su vida estaba en peligro?. Por naturaleza, los vampiros eran astutos y egoístas. Riordan observó los parásitos enganchados en el torrente sanguíneo de MaryAnn con desmayo.

Entró en su propio cuerpo.

– Esto puede llevar algo de tiempo. ¿Te sientes enferma? -No había detectado veneno, así que el vampiro no le había inyectado un agente químico letal.

– No puede ser demasiado. Tenemos que ayudar Manolito.

Estudió su cara. Aparte de parecer tan cansada, no parecía alarmada, así que no sabía nada. Apostaría su vida a que la loba si.

– Descansa, -aconsejó, más a la loba que a ella. Porque la loba iba a ser necesaria después; estaba seguro de ello.

MaryAnn cerró los ojos y apoyó su cabeza contra el hombro de Manolito. Riordan estaba de pie ante ella, despojándose de su cuerpo para poder luchar la batalla contra los parásitos que el vampiro había dejado atrás.


Manolito miró con sorpresa a Draven Dubrinsky. El hombre estaba muerto hacia mucho tiempo. ¿Por qué Vlad no le había advertido que su hijo residía en el prado de nieblas y sombras? Draven, igual que su padre y Mikhail, era una vasija para el poder del pueblo cárpato. Sabía el tono exacto, el sendero exacto, mente-a-mente, incluso de las compañeras.

El corazón de Manolito saltó, su estomago se anudó, pero mantuvo el pulso firme y fuerte, sus rasgos inexpresivos. Su primer pensamiento fue advertir a MaryAnn. Para hacerlo, tendría que fundirse con ella. ¿Eso la empujaría dentro de este mundo lo suficiente como para que Maxim pudiera agarrarla?.

Dejó escapar el aliento lentamente, manteniendo su mente lejos de MaryAnn, bloqueándola de forma que si Draven tocaba su mente, fuera incapaz de encontrarla, o siquiera captar una senda hacia ella. Ella no era cárpato. Draven no podría buscarla automáticamente como podría con una hembra de sangre completamente cárpato.

Se negó a mirar al hijo de Dubrinsky, escogiendo mantener la batalla entre él y Maxim. Conocía a los Malinov, y estaba más que dispuesto de igualar su ingenio si de eso dependía la seguridad de los Cárpatos.

– No puedes arrastrarla a este mundo a través de mí. No con alguien como él.

– No estés tan seguro de ti mismo, Manolito. Eso fue siempre tu perdición. La tuya y la de todos tus hermanos. -Un amargo desprecio mordió la voz de Maxim. – ¿Cómo crees que tu mujer podrá resistir contra uno de los más poderosos entre los nuestros?- Su risa era suave y burlona-. No creo.

Manolito frunció el entrecejo cuando la selva se cerró a su alrededor. Vio a MaryAnn sentada junto a su cuerpo físico, las rodillas alzadas, una mano enredada en su pelo. Había sangre en su hombro y bajando por su frente. Su camisa estaba rasgada. No podía verle la cara, pero parecía confiar en el hombre que estaba de pie cerca de ella. Riordan. Su hermano. Inclinándose para examinar las heridas.

Habría debido parecer protector, pero había una cualidad furtiva, astuta en él mientras se erguía sobre ella, como un depredador sobre su presa. Giró la cabeza y sonrió a Manolito. La cara de Riordan se emborronó y se convirtió en la de Kirja, uno de los hermanos de Maxim.

El corazón de Manolito casi se detuvo. Se mantuvo a sí mismo inmóvil, temiendo moverse, disparar el ataque sobre MaryAnn. Todo en él le decía que se extendiera hacia ella, para advertirla…

Maxim se inclinó cerca.

– Los humanos son fáciles de engañar.

Manolito cerró los ojos mientras el alivio le inundaba.

– No lo creo. Y si mal no recuerdo, mi hermano Rafael arrancó el corazón de Kirja de su cuerpo y lo lanzó a los hoyos más profundos del infierno que están esperando a los que son como él. -Un humano no podría darse cuenta del peligro, pero el lobo podría. El guardián habría saltado al instante si un vampiro estuviera atacando a MaryAnn.

– Espero que estés seguro.

Con eso, Kirja golpeó a MaryAnn a un lado, y con un rápido movimiento, degolló la garganta de Manolito donde estaba sentado desvalidamente. MaryAnn gritó y trató de alejarse a gatas pero el vampiro la arrastró hacía atrás por los tobillos, dándole la vuelta y arrancándole la ropa. Le pateó las costillas viciosamente y después se inclinó para dar puñetazos en su cara. Ella se alejó rodando, y él la agarró por el pelo y la arrastró encima de Manolito, sujetándola mientras la obligaba a mirar como lamía la sangre pulsante de la garganta de su compañero.

Manolito descubrió que había cosas mucho peores que la tortura física. Se dijo a sí mismo que esa no era realmente MaryAnn, pero sus ojos y su cerebro se negaban a creerlo. Se dijo a sí mismo que Kirja había muerto hacía mucho tiempo y había abandonado el mundo de los vivos, pero la sangre y los gritos eran demasiado reales. Se estremeció cuando Kirja continuó golpeándola. Sintió que su estómago se rebelaba cuando el vampiro cometió otras perversiones en ella, cada atrocidad que Maxim pudo pensar y podía pensar muchas.

Manolito no tenía forma de detener las imágenes, así que intento acallar sus emociones. No había forma. En esta tierra, sentía el significado de las emociones… lo eran todo… y las emociones se amplificaban mil veces. Ahora ya sabía cómo el no-muerto podía volver loco a un espíritu. No podía compartimentar sus emociones; tenía que sentir cada golpe, cada cosa enfermiza y repugnante que MaryAnn tenía que soportar. Sus pulmones ardían buscando aire. Sus manos temblaban. Cerró los dedos en un puño para… ¿qué? No tenían cuerpo. Esto era un juego mental. Esperaban romperle. Esperaban que se uniera a MaryAnn para inspeccionarla, para aliviar su propio sufrimiento.

Agitó la cabeza.

– Nunca te permitiré tenerla, Maxim, no importa lo que me hagas. No importa lo que me muestres…

Kirja hundió el puño en el pecho de MaryAnn y le arrancó el corazón, sosteniéndolo alto en el aire mientras ella gritaba. El cuerpo de Manolito se sacudió, pero se mantuvo en pie impasible. Si su destino era soportar los próximos siglos sintiendo el dolor de ella y presenciando su tortura, que así fuera. Ellos no podían tenerla. Pudieron ser sólo minutos, u horas… el tiempo significaba poco en este lugar… pero parecieron varias vidas, siglos, viendo a la otra la mitad de su alma siendo forzada a soportar cualquier cosa concebida por Kirja, Maxim o Draven. El sonido de las súplicas de MaryAnn y sus gritos, las imágenes de su tortura quedaron grabadas a fuego para siempre en su corazón, su mente e incluso en lo más profundo en su alma.

– No puede amarla y quedarse ahí de pie de ese modo. -dijo Draven- Cualquier hombre se habría roto al ver a su auténtica compañera tratada tan brutalmente.

Manolito miró a través de él. Draven Dubrinsky nunca sabría lo que era el amor. Manolito lo sabía. Lo sentía en cada golpe de la mano de Kirja, en cada patada de sus pies, en cada roce al cuerpo de MaryAnn. Una ilusión. Todo era ilusión.

Forzó una sonrisa mientras podía sentir la sangre corriendo por su cuerpo en ríos de sudor. Eso, también, era una ilusión.

– Un juego Maxim, eso es todo. Juegas conmigo y sabes que nunca me romperé. Me conoces, así que sigue si crees que debes hacerlo, pero parecerá infantil, incluso a ti.

Maxim gruñó, mostrando sus dientes afilados, y ondeó la mano desvaneciendo la ilusión.

– Reconóceme, -gruñó Draven, furioso ya de que el hombre de los cárpatos no le mirara.

– No tengo ningún deseo de hablar contigo, verte o ninguna otra cosa que te vuelva real, -le dijo, mirando a Maxim en vez de a Draven. El hijo de Vlad tenía el poder, pero era Maxim quien tenía la destreza y el suficiente odio como para regresar para destruir al pueblo cárpato.

– Encuentro… desagradable… Maxim, que escojas pasar tu tiempo con alguien como este. Provocó la muerte de nuestra querida hermana. Tú puedes haberle abrazado, pero yo no deseo pasar más tiempo con él. No creas que temo a semejante desecho del linaje Dubrinsky. Hace tiempo habría dado la bienvenida a la oportunidad de tomar su vida. No habría supuesto nada frente a la pérdida de alguien como Ivory, pero aún así, le habría dado la bienvenida, como deberías hacer tú, Maxim.

Mantuvo su mirada fija en Maxim, su tono goteaba desprecio.

Maxim gruñó, la saliva corría por su barbilla mientras giraba la cabeza de lado a lado con ademán amenazante.

– No utilices esa aptitud condescendiente conmigo. Tu deslealtad demostró hace tiempo de que lado estás.

Por primera vez, Manolito permitió que un látigo de enojo rezumarse en su voz, y azotó a Maxim con él.

– No te atrevas a usar el término desleal cuando el asesino de tu hermana está de pie a tu lado. Has caído más bajo de lo creí posible, convirtiéndote en un perro de esta sucia abominación. Arrástrate de rodillas ante él, Maxim, igual que aquellos que buscan su aprobación. Lame sus botas si debes hacerlo. No tengo nada más que tratar contigo, no cuándo esto… -Deliberadamente ondeó la mano hacia Draven. -Este…pedazo de basura es tu amo.

– Soy de la realeza, -exclamó Draven-. Tú deberías estar arrodillado ante mí.

Manolito no se molestó en malgastar con él una mirada. Mantuvo la mirada fija en Maxim mientras conjuraba en la mente una imagen de Ivory. Para él, era tan fresca y tan pura como la última vez la había visto, su recuerdo era tan parte de él que nunca se marchitaría. Lo envío a lo largo de la senda compartida de su vínculo de sangre. Ivory con su risa y su alma brillando luminosa. Ivory echando sus brazos alrededor de Maxim y besando su mejilla. Ivory de pie fuera de la casa Malinov, espada en mano, con los ojos vendados en medio del círculo de sus cinco hermanos y los hermanos De la Cruz mientras la enseñaban a luchar.

– ¡Basta!, -gritó Maxim, presionándose los dedos contra las cuencas de los ojos.

Manolito proyectó los recuerdos amorosos tan implacablemente como Maxim le había atormentado con la tortura de MaryAnn. Ivory de niña montando sobre los hombros de Maxim. La primera vez en el aire con sus hermanos rodeándola, manteniéndola a salvo, Ruslan siempre bajo ella, Maxim y Kirja a ambos lados, mientras Vadim y Sergey rondaban el aire delante y detrás. Su risa. La luna iluminándola con su brillo mientras bajaba corriendo los escalones para saludarlos cuando regresaban de la batalla.

– Basta. Te lo suplico. Basta.

Porque en el prado de las nieblas y las sombras, los fantasmas podían sentir cada emoción. Odio. Amargura. Dolor. Pesar. Se sentían tan intensamente como el estallido de un látigo, rebotando por su camino autodestructivo. Por eso Manolito había sentido tan agudamente el raudal de emociones, a pesar de saber que la escena de la tortura de MaryAnn era una ilusión. Había sentido intensamente lo que no había sentido en todos aquellos largos siglos.

Maxim no tenía más elección que sentir el amor por su hermana. Las emociones entraron a raudales en su mente con cada recuerdo. Se cubrió la cara con las manos y cayó de rodillas.

– Estás de pie junto al hombre que le habría hecho a ella las mismas cosas como las tú querías hacer a mi compañera. ¿Debo mostrarte lo que había en la mente de Draven? ¿Las perversiones que habría infligido a Ivory?

Manolito nunca habría podido hacer algo así, pero sabía que Maxim las conjuraría en su propia mente. Quería que supiera que estaba hombro con hombro con el que en último término les había arrebatado a Ivory. Planeaba maldades con quien la había traicionado en última instancia.

– No. No puedo pensar en ella.

Había tantos recuerdos. Manolito sentía las lágrimas en su propio corazón. Ivory. La había amado como a una hermana. Había iluminado sus vidas con su espíritu generoso y su naturaleza compasiva.

– Has conseguido lo que pretendías, Manolito.

Todos ellos se giraron para enfrentar a la pareja que tan calladamente había llegado a sus espaldas. Vlad y Sarantha estaban de pie cogidos de la mano.

– No deberiais estar aquí, -dijo Manolito. Miró a Draven, la malicia en su cara, y quiso machacar alguna cosa. Vlad y su compañera merecían mucho más de un hijo-. Esto es asunto mío, y encontraré la forma de arreglarlo. -Quería ahorrarles el dolor de enfrentar al monstruo que Draven había sido. De algún modo, supo que Ivory habría querido esto en lugar de venganza.

– Has destruido sus planes y conseguido llevar a Maxim a la comprensión de lo que ha hecho. No ayudará a sus hermanos, -dijo Vlad-. Tu tiempo aquí ha terminado. Yo tengo un deber que cumplir y después nosotros también nos iremos.

Manolito bajó la mirada a sus manos. Ya no eran transparentes. Cerró sus dedos en un apretado puño y después abrió la mano una vez más.

– Estamos contigo siempre, -dijo Manolito, sabiendo que Vlad entendería que se refería a todos los de la Cruz.

– Tu y tus hermanos habéis sido leales a nuestra gente, -dijo Vlad-. Confío en que ayudarás a los jaguares como mejor puedas, y darás, esa misma lealtad con la que siempre he contado, a mis hijos.

Sarantha se acercó a él y le tocó las cicatrices.

– Salvaste la vida de Mikhail. Y salvaste a nuestro hijo, Jacques, poniéndote delante de Shea y aceptando el cuchillo envenenado. También salvaste a nuestro nieto nonato. Te lo agradezco. Esto no es suficiente, pero es todo lo que tengo para darte.

Vlad aferró su antebrazo.

– Vete ahora. Abandona este lugar. Ya no perteneces a este lugar. Permíteme ocuparme de este asunto como debí hacer hace siglos. Larga y buena vida, viejo amigo.

Manolito se alejó. Se extendió hacia MaryAnn. Hacia sus hermanos. Hacia la vida. Se detuvo un momento para observar a Vlad y Sarantha enfrentar a su hijo.

– Has pasado muchos años aquí, Draven, y nosotros contigo, pero se acabó. Incluso aquí, cuando se te da la oportunidad de redimirte a ti mismo, te niegas. Aceptamos tu decisión. Ve ahora, desde este lugar al próximo.

– ¡No! No puedes. Soy tu hijo. -Por primera vez, la sonrisa afectada de Draven desapareció de su cara. Se lanzó hacia su madre, envolviéndole los brazos alrededor de las piernas-. No se lo permitas… No dejes que me condene. No puede enviarme lejos.

– Nosotros te condenamos, como debimos hacer hace muchos años, Draven, -dijo Sarantha, con convicción en la voz-. Ve ahora. Quizá en el próximo lugar aprendas mucho más de lo que nosotros pudimos nunca enseñarte.

Draven gritó cuando un humo negro se enroscó a su alrededor, vertiéndose desde su cuerpo para rodearlo. Las sombras avanzaron por la tierra, largas, una masa de tentáculos inquietos. Los vampiros permanecieron hipnotizados, algunos con sonrisas, otros con nerviosos ceños, pero todos congelados mientras Draven intentaba correr.

Las hebras le siguieron, coleando como serpientes, y después le azotaron, rodeando los tobillos de Draven. Tiraron fuertemente, y cayó en un nido de garras ávidas que se extendían por el suelo hacía él. En un momento estaba allí, enredado en las hebras, con la boca abierta en un grito silencioso, y al siguiente había desaparecido, tragado por un agujero negro.

Se hizo el silencio. Sarantha dejó caer su cabeza sobre el hombro de Vlad. Él la abrazó, protectoramente, protegiéndola contra su cuerpo mucho más grande. Manolito podía sentir el tirón de su propio mundo atrayéndole, y fue, ansiando volver con su propia compañera, sostenerla entre sus brazos y abrazarla como Vlad a Sarantha después de siglos juntos. Cuando miró hacia atrás, todo lo que pudo ver fue una luz llameante, y entonces eso también desapareció y estuvo de vuelta en su propio cuerpo.

MaryAnn jadeó y le echó los brazos alrededor, encajando pulcra y perfectamente contra su figura. Él sonrió sobre su cabeza a Riordan.

– Gracias -dijo simplemente. Eso lo decía todo.

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