Capítulo 10

Jasmine gritó y se puso la mano sobre la boca para amortiguar el sonido. Trastabilló hacia atrás, buscando a tientas para encontrar la puerta de la habitación segura. Solange se lanzó hacia el jaguar sin vacilación, sacando el arma y disparando mientras corría hacia él. Un segundo jaguar, el que Jasmine había identificado como Sergio, golpeó a Solange por la espalda, desde donde la había acechado sin ser visto ni oído. La derribó golpeándola contra el suelo y quitándole el arma de la mano de un golpe. El ruido era estrepitoso mientras muebles y lámparas chocaban contra el mármol.

Rodaron, Solange cambiando parcialmente para poner la fuerza del jaguar en acción, golpeando a Sergio con una garra afilada mientras él utilizaba su tamaño para mantenerla debajo. El ataque había sido obviamente organizado, sus adversarios habían estudiado las habilidades de Solange. El primer jaguar se tambaleó con los costados moviéndose pesadamente mientras la sangre goteaba constantemente por las dos heridas de bala. Fue directamente hacia Solange para ayudar a Sergio a someterla. MaryAnn lo roció con el spray de pimienta, utilizando estallidos cortos, golpeándole en los ojos, la boca y la nariz repetidas veces. Jasmine la siguió en la lucha, atizándole con una lámpara en la cabeza y conduciéndole hacia atrás.

El primer hombre-jaguar cayó con fuerza, aterrizando entre MaryAnn y Solange. Se manoseaba la cara dando alaridos, rodando a un lado y a otro y dejando marcas de sangre en el mármol.

Solange le dio un puñetazo a Sergio en la garganta, golpeando duramente, usando el peso de su cuerpo tanto como la fuerza de su gato. Le arañó el hocico y le desgarró el vientre. El peso del felino de él la aplastó, y los dientes se le hundieron en la garganta. Se mantuvo inmóvil bajo él, con los costados pesados, los ojos ambarinos desafiantes, el cuerpo rígido y tenso.

Jasmine saltó a través de la habitación tras el arma que se había deslizado por el suelo. Antes de que pudiera alcanzarla llegó el mago, pateando el arma fuera de su alcance y empujándola contra la pared con tanta fuerza que le quitó el aliento.

El salto de Jasmine la había mandado sobre el enorme macho justo cuando otro aparecía en la habitación, completamente transformado, feroz, con los ojos brillantes. Esquivó a Jasmine y golpeó a Sergio apartándolo de Solange. Los dos machos se encararon, chocando tan fuerte que hicieron temblar las paredes.

El jaguar herido rugió con rabia, golpeando la pierna de MaryAnn que jadeó de dolor. Una zarpa le desgarró la pantorrilla, atravesando sus pantalones y rasgando piel y músculo casi hasta el hueso. La pierna de MaryAnn cedió bajo ella y cayó, golpeando el duro mármol, clavando los talones se arrastró hacia atrás como los cangrejos para tratar de permanecer fuera del alcance de esos garfios que desgarraban. Como afiladas púas, las uñas encontraron su tobillo y con un victorioso rugido, el jaguar la atrajo hacia él, los dientes iban a por su cráneo. MaryAnn pegó un puñetazo en la garganta del felino, el bote de spray en el puño hizo más sólido el golpe, pero el animal continuó avanzando. Estalló en un frenesí asesino, arañando con las garras de un lado a otro mientras buscaba a su presa ciegamente. Su rostro estaba húmedo por las lágrimas, la nariz y el hocico chorreaban, pero era peligroso, fustigando por la habitación cazando a sus atacantes.

Solange aterrizó en su espalda, toda felino ahora, salvaje y furiosa, los dientes cerrándose sobre la ancha cabeza, con un mordisco enormemente fuerte. El jaguar se olvidó completamente de MaryAnn, rodando en un intento por librarse de Solange. Despiadadamente ella arañó el vientre del felino mientras le sujetaba con los dientes.

MaryAnn apartó su pierna de la lucha. Cuatro jaguares rodaban por el suelo, luchando por matarse los unos a los otros. El grito de Jasmine la sacó de su neblina de miedo y dolor. El mago la tenía cogida por su larga melena y estaba sacándola de la casa.

La furia atravesó a MaryAnn, furia y algo más oscuro, salvaje y peligroso. Lo sintió cerca, profundamente dentro de ella, arañando para salir. Los huesos le dolían. La boca y los dientes le dolían. Sus manos se apretaron en puños, pero las uñas se habían alargado y le cortaban las palmas.

– ¡Alto! – ¡Alto ahora mismo! MaryAnn se puso en pie de un salto. Ya es suficiente.

Para su asombro, los cuatro jaguares dejaron de moverse, las cabezas suspendidas, los costados jadeantes, las lenguas colgándoles de la boca. Sólo el mago continuó moviéndose, a pesar de estar sudando y temblando, con la mirada puesta en MaryAnn mientras arrastraba a Jasmine fuera de la casa y cerraba la puerta de una patada.

El sonido de la puerta al cerrarse provocó que los jaguares volvieran a entrar en acción. Inmediatamente, Solange golpeó otra vez, rasgando la garganta del otro jaguar. Los dos machos se estrellaron el uno contra el otro, todo dientes y garras. MaryAnn se puso en pie, rodeó a los felinos que luchaban y empujando la agonía de su pierna a un compartimiento mental, se tambaleó tras Jasmine y el mago.

Profundamente bajo la tierra, Manolito despertó con una explosión de dolor y miedo. Su corazón comenzó un fuerte y continúo galope el pulso le atronaba en el oído. Supo, al igual que lo hacen todos los cárpatos, que el sol, que aún no se había puesto, comenzaba lentamente a ocultarse en el cielo. No podía esperar. MaryAnn estaba en un apuro desesperado. Emergió de la rica y oscura tierra, con un brazo sobre los ojos mientras se convertía en vapor y al mismo tiempo ordenaba a las nubes cubrir el sol. La densa bóveda ayudó, pero aún así fue alcanzado durante un microsegundo por los rayos. Deberían haber corrido llamas por su piel, convirtiéndola en un fundido infierno. Debería haberse convertido en una masa de ampollas, y el humo normalmente se hubiera mezclado con el vapor mientras cambiaba, pero sólo sus ojos ardieron.

Apartó a un lado el dolor y atravesó como un rayo la canopia hacia la casa. MaryAnn. Conecta conmigo ahora. A pesar de haber tomado su sangre y saber exactamente donde estaba, ella tenía fuertes barreras en su mente. Ahora que estaban erigidas en su lugar, constituían una pared de acero que no podía penetrar. Si conseguía tener acceso a sus ojos, podría ayudarla desde lejos.

La había dejado con una orden de dormir, pero había algo, un pequeño bloqueo en su mente que no podía identificar, y que quizá había impedido que su orden funcionara como debiera. Tenía que encontrar la forma de esquivar ese escudo para conseguir acceso a su mente. No parecía que ella estuviera cerrándose a él deliberadamente, pero no podía entrar. MaryAnn. Puedo ayudarte. Déjame que te ayude.

Estaban conectados, pero no lo estaban. Su mente debía haber estado abierta a él a su antojo y sin embargo no podía penetrar en ese denso paraje sin importar lo mucho que lo intentara. No tenía sentido ese ahora encendido, ahora apagado de la conexión. Era un antiguo, completamente capaz de poner a seres poderosos bajo su control, pero no a su propia compañera.

Podía sentir su miedo por Jasmine. Su sensación de determinación. Estaba sufriendo, pero lo estaba ignorando, haciéndolo a un lado mientras su mente trabajaba frenéticamente en un plan para recuperar a Jasmine de manos del mago. Sintió todas éstas cosas y más. Sintió las emociones de Jasmine a través de MaryAnn, como si su conexión con la otra mujer fuera incluso más fuerte que la conexión sanguínea entre cárpatos. Terror, pesar, absoluta convicción de escapar o morir… Jasmine no se rendiría. MaryAnn era plenamente consciente del firme propósito de Jasmine y redobló sus esfuerzos por encontrar una forma de salvar a la joven.

Como Manolito estaba tocando la mente de MaryAnn, sintió la acumulación de energía, una repentina oleada dentro de su cerebro. El aire alrededor de él se volvió inestable. El viento ululó, zarandeándolo y enviando hojas y ramitas girando como mísiles a través del aire. Los relámpagos vetearon las nubes. La electricidad crepitaba y crujía. Bajo él, una rama se rompió en un árbol y se precipitó a través de la canopia, chocando contra el suelo. La energía, incontrolada, inestable y muy peligrosa, vibraba atravesando la zona.

MaryAnn entrecerró los ojos cuando el mago se giró para enfrentarla, colocando a Jasmine frente a él, con los dedos clavándose profundamente en ella.

– Alto o la mataré.

Ella detuvo su avance, con el estómago revuelto, con la furia flujendo en un nudo duro y decidido. Había venido a la selva tropical a ayudar a esta chica y no fallaría. Jasmine había soportado ya bastante y esto tenía que acabar en este mismo minuto. MaryAnn deseó tener las habilidades de un cárpato, una forma de conseguir que el viento salvaje la elevara en el aire y la subiera a la cima del árbol más alto. La furia la abrasó como un tizón, y la marca sobre su pecho pulsó al ritmo de sus latidos. Presionó la mano sobre el lugar. Manolito. Yo no lo puedo parar.

¿Se refería al mago? ¿O ese algo feroz que se desplegaba en su interior? No lo sabía. Las manos y los pies le dolían, sus huesos crujían y la mandíbula se le alargaba. Sentía arder su pierna herida. Las punzadas hormigueaban de arriba a abajo por su cuerpo, miles de pequeños pinchazos que picaban y escocían. La selva que la rodeaba onduló, perdió los brillantes colores, pero su sentido del olfato se incrementó agudamente. Podía oler el miedo que exudaba el mago. Mantenía a Jasmine firmemente frente a él como si su delgado cuerpo pudiera protegerlo de MaryAnn.

Jasmine luchaba desesperadamente. Los dedos del mago se apretaron más sobre su garganta, estrangulándola.

– Detente, Solange, -siseó-. Cooperarás. -Habló con voz monótona, tejiendo un hechizo de sujeción para evitar que luchara contra él.

MaryAnn sintió sus palabras como un zumbido presionándole la cabeza.

– Deténlo, -exclamó. ¡Páralo ya! Estaba tan furiosa que extendió la palmas hacia él, deseando instintivamente empujar la intensa fuerza de vuelta hacia él. Si las atacaba con su mente, era poco lo que ella podía hacer. Ella no sabía de magos y de sus poderes, pero la enfurecía que estrangulara a Jasmine con tan poca preocupación por su vida.

El mago se tambaleó hacia atrás, arrastrando a Jasmine con él, tosiendo repetidas veces como si algo se le hubiera alojado en la garganta. Quizá tuvieran suerte y su estúpido hechizo pudiera salirle por la culata y hacerle un nudo en la tráquea que le diera dificultades para respirar.

El mago se aferró la garganta con horror como si pudiera leerle la mente. ¿Y por qué creería él que podía hacerle algo? Tenía su bote de spray de pimienta, pero estaba casi vacío. Dudaba que el segundo bote le aguantara mucho más. Pero si no apartaba la otra mano de la garganta de Jasmine, supo que le despedazaría miembro a miembro. No quedaría nada de su cuerpo para los buitres. miró hacia arriba y estaban allí, flotando en perezosos círculos, simplemente esperando.

La mirada del mago siguió la suya; reconoció la reunión de pájaros y palideció visiblemente.

– Saben que eres hombre muerto. -MaryAnn estaba temblando, pero no de miedo, si no de algo más, la adrenalina fluía por su cuerpo, sentía la picazón por todas partes, su cuero cabelludo hormigueaba, las uñas chocaban contra la puntera de sus zapatos como si estos fueran demasiado estrechos.

Su visión se enturbió hasta que estuvo viéndole a través de un velo amarillo. Fijó su mirada en él, queriendo que se diera cuenta de que estaba dispuesta a luchar hasta la muerte por Jasmine.

– Déjala ir ahora.

Lo sintió entonces, la tempestad alzándose en su interior, luchando por liberarse. El viento aullaba y los relámpagos destellaban. El trueno arrolló y los árboles se estremecieron bajo la fuerza acumulada. El aire se volvió pesado por la crujiente energía. Las diminutas chispas chasquearon y crujieron, llamas naranjas y amarillas crepitaban por el aire rodeándolos.

– Sus ojos, -se atragantó el mago-. Mira sus ojos.

Jasmine clavó el codo en el estómago del mago, llamando a su felino, algo raro para ella, pero el animal le respondió, prestándole su enorme fuerza. El aire abandonó los pulmones de su atacante. Ella se apartó, corriendo hacia MaryAnn, con lágrimas corriendo por su cara y enturbiando su vista. MaryAnn la cogió por la muñeca y la empujó tras ella, endureciéndose para enfrentar un ataque.

El mago retrocedió dos pasos y levantó las manos. Antes de que pudiera tejer un hechizo, una gruesa rama cayó desde lo alto y cayó como una piedra, conduciendo al hombre a la suave tierra. Jasmine gritó y enterró la cara en el hombro de MaryAnn. MaryAnn envolvió con sus brazos a la chica y la sostuvo con fuerza.

– No podemos dejar a Solange peleando sola contra el jaguar, -susurró-. Tengo que regresar y ayudarla.

Jasmine asintió su acuerdo, enderezándose y alejándose un paso de MaryAnn. Miró a la inmensa rama caída. Las hojas ocultaban a la vista la mayor parte del hombre caído.

– ¿Crees que está realmente muerto?

– Ahora mismo no me importa demasiado, -dijo MaryAnn, sorprendida de que fuera verdad. Cogió de la mano a Jasmine y empezaron a regresar hacia la casa, intentando pensar en cómo mantener a Jasmine a salvo de los dos hombres-jaguar que esperaban dentro. Estaba bastante segura de que el felino que había atacado a Sergio había sido Luiz, pero si estaba en un error, Solange estaba luchando sola por su vida.

Corrieron de vuelta a través de los árboles, por el sendero que conducía a la casa. Mientras ellas corrían, saltando por encima de las ramas caídas y las raíces enredadas, los monos comenzaron a chillar en advertencia. Jasmine patinó para detenerse y agitó la cabeza de un lado a otro, registrando la canopia sobre ellas. Centenares de monos lanzaban hojas y ramitas y saltaban agitadamente, descubriendo los dientes hacia un grupo de árboles cercanos a la casa.

– Hay otro, -susurró Jasmine.

– Por supuesto que lo hay, porque hubiera sido demasiado fácil tener solo a tres de ellos tras nosotras. -MaryAnn tomó una profunda respiración. -Nos están acechando, ¿verdad?.

– Si, -dijo Jasmine-. Allí en el árbol, puedo ver parte de la piel. Me quieren viva, así que si nos separamos vendrán a por mí.

– Puedes olvidarte de eso, -contestó MaryAnn-. Si tuvimos suerte con el mago, quizás tengamos suerte de nuevo, pero hagamos lo que hagamos, no nos separaremos.

Los ojos de Jasmine se agrandaron.

– ¿Es a eso a lo que llamas suerte? Yo creo que tu puntería fue excelente.

– Yo no lo hice. El relámpago la golpeó y la desvió, o el viento la tiró. De cualquier forma, nos ayudó y eso es todo lo que importa.

El aire se cargó de repente de electricidad, su cabello crujía. Las nubes bulleron oscureciéndose, bordeadas de una luz relampagueante. MaryAnn agarró a Jasmine y la tiró al suelo, cubriendo su cuerpo lo mejor que pudo con el suyo propio. El sonido del trueno al golpear el árbol fue vibrante, el tronco se partió, el jaguar aulló. El rugido terminó bruscamente con el olor a carne y piel quemada.

Jasmine tiritaba incesantemente. MaryAnn la abrazó más fuerte.

– Ese fue Manolito, -susurró, intentando tranquilizar a la chica.

– Sabía que tenía que ser un cárpato, -admitió Jasmine-. Creí que podrían ser Riordan y Juliette.

– Es algo bueno. Tenemos ayuda. Solange está en problemas, Jasmine, y tenemos que sacarla de allí. Él nos ayudará.

Jasmine tragó visiblemente y se incorporó despacio, parpadeando mientras el alto cárpato venía andando a zancadas hacia ellas. La cubierta de nubes ayudaba y el sol estaba terminando de ponerse, lo que le permitía moverse con más libertad. Parecía un guerrero de la antigüedad, moviéndose rápidamente entre el humo y las ruinas de un campo de batalla. Su cara estaba cincelada y marcada. El cabello largo fluía tras él. Los músculos ondulaban bajo la dorada y tibia piel, y sus ojos helados eran desolados y oscuros, guardaban demasiados secretos.

Su mirada pasó sobre Jasmine para encontrar a MaryAnn. El calor hizo a un lado el hielo, y sus ojos eran ardientes cuando MaryAnn rodó y se sentó, parpadeando hacia él. No perdió una zancada, moviéndose rápido, se inclinó para cogerla en brazos, incluso mientras agarraba el brazo de Jasmine y la levantaba del suelo también. Los dedos en la piel de Jasmine fueron impersonales y ni la miró, salvo por un rápido vistazo para cerciorarse de que estaba bien. Su mirada registró las marcas de dedos en su cuello, pero después pasó a hacer una inspección completa de MaryAnn.

Las yemas de sus dedos le rozaron la piel, absorbiendo su tacto y textura. Podía respirar otra vez, sabiendo que ella estaba viva. Una tormenta de furia se reunió en sus ojos mientras tocaba las heridas abiertas de su pierna.

– MaryAnn -dijo su nombre. Lo respiró. Un mero fluido de sonido, pero él lo convertía en poesía, como si ella fuera todo su mundo.

Intentó no reaccionar. Era de verdad tan intenso que resultaba difícil no responder a su atención absoluta. Se tragó el ardiente dolor de la pierna e intentó sonreír.

– Gracias por venir tan rápido. Solange está dentro luchando contra otra pareja más. Creo que Luiz está allí también, intentando ayudar.

Él se inclinó para examinar los arañazos de su pierna.

MaryAnn lo cogió del brazo y tiró.

– Tienes que ir a ayudarles.

– No puedo dejarte así.

– Yo voy contigo, así que todo bien. -MaryAnn no iba a discutir, no cuando él tenía esa línea testaruda en la mandíbula. Le empujó para pasar y empezó una torpe carrerilla hacia la casa, segura de que él la seguiría.

Manolito la cogió en brazos y corrió, sosteniéndola contra su pecho mientras cubría la distancia a velocidad borrosa. La apartó en el último momento, convirtiéndose en vapor y pasando bajo la puerta, dejando a MaryAnn al otro lado.

Había sangre y piel por todas partes, muebles volcados, cristales rotos, sillas reducidas a astillas. Una hembra jaguar yacía a un lado, su pelaje cubierto de sangre y saliva. Sus costados se hinchaban mientras trataba de hacer entrar aire en sus pulmones, y con cada movimiento la sangre salía a chorros. Intentaba valientemente ir en ayuda de un macho contra los otros dos. Este estaba en un rincón, destrozado por marcas de garras y cubierto de heridas, pero era demasiado fuerte para rendirse, y uno de los otros machos estaba casi ciego, con los ojos llorosos y quemados.

Cuando Manolito entró, Sergio arremetió y aferró a Luiz por la garganta, cerrando las fuertes mandíbulas y desgarrando. El otro macho saltó a la espalda de Luiz, pero antes de que pudiera aterrizar, el cazador lo agarró del cuello, sorprendiendo al cambiante cuando fue lanzado hacia atrás bruscamente. Manolito apretó fuerte, sus rasgos marcados con líneas duras y despiadadas, los ojos sin emociones. Se oyó un crujido audible y el hombre-jaguar se desplomó en el suelo, con la lengua fuera de la boca, su respiración cesó instantáneamente.

Manolito levantó la cabeza y miró a Sergio, la muerte se arremolinaba en las profundidades oscuras de su mirada. Sergio dejó caer a Luiz y saltando, atravesó la puerta con estrépito y corrió hacia la seguridad de la selva.

Jasmine a duras penas pudo apartarse de su camino cuando pasó corriendo. Se quedó en la puerta, con un brazo alrededor de cintura de MaryAnn para ofrecerle apoyo mientras entraban. Soltó un pequeño grito cuando vio a Solange y corrió a su lado, dejándose caer de rodillas para presionar fuerte con la mano sobre la sangre que salía a chorros.

– Haz algo. Va a morirse.

Manolito había dado dos pasos hacia la puerta para seguir a Sergio, pero el grito de Jasmine lo detuvo. Se volvió. El olor a sangre estaba por todas partes, provocándole no sólo la inevitable hambre, si no también la agresividad.

– MaryAnn, siéntate antes de que te caigas. Te ayudaré en un minuto. Déjame examinar las heridas y ver qué puedo hacer.

– ¿Dónde está Juliette? -preguntó Jasmine-. Creí que vendría.

– No lo sé, pero vendrán, -dijo Manolito. Se arrodilló junto al jaguar y pasó las manos sobre el tembloroso felino.

Solange mostró los dientes y giró la cabeza. El esfuerzo le costó las fuerzas que le quedaban y un geiser de sangre brotó de la herida de su garganta.

– ¿Puedes hacer algo? -preguntó Jasmine ansiosamente.

– Tendría que sellar sus heridas y darle mi sangre. Ella se resiste aún a mi tacto, y mucho más a mi oferta de sangre. -Manolito sacudió la cabeza-. Lo siento, hermanita, no hay nada que pueda hacer por ella.

– ¡Solange! -Jasmine se tumbó en el suelo junto al felino-. Por favor. No me dejes sola. Déjale ayudarte.

Manolito suspiró.

– Siente que no tiene nada por lo que vivir, que sus días en la selva han terminado. No puede adaptarse a vivir en otro sitio, y no quiere tener parte de sangre cárpato.

La habitación se enfrió y las paredes vibraron cuando el poder fluyó en su interior. MaryAnn se dejó caer junto a Luiz, intentando detener la pérdida de sangre con las manos. Estaba por todas partes, y el jaguar yacía como si ya estuviese muerto.

Manolito. Escúchame ahora.

Ella escuchó la voz claramente. Era áspera y cortante, como si tuviera los dientes al descubierto y apretados. Era una orden clara sin opción a discusión. Sánala y dale sangre. La compañera de Riordan está angustiada. No puede haber otra opción.

Había una sensación de peligro, de una fuerza y una inteligencia con la que ella no había tropezado nunca, ni deseaba hacerlo. Se encontró conteniendo la respiración, mirando a Manolito. Él no pareció desconcertado por la intensidad del poder y solamente se encogió de hombros casualmente

– Zacarías ha dado una orden y debe ser cumplida. -Golpeó duro y rápido, su mente se hundió en la de Solange antes de que esta pudiera formar un escudo protector lo suficientemente fuerte para detenerlo

¿Quién es? MaryAnn pensó la pregunta más que enviársela a Manolito, pero para su sorpresa, conectó realmente con él.

Ahora hablas conmigo como lo hacen los compañeros. No hay necesidad de acariciar su piel. Se está muriendo. Había una clara reprimenda en su voz.

MaryAnn escuchaba ella misma el estertor de la muerte en la garganta del felino.

– Bueno, no va a morir. Tú le salvarás.

Había absoluta convicción en su voz. Y confianza. Cuándo él le lanzó una mirada rápida, sus ojos brillaban con tal emoción que hizo que su corazón se derritiera. No podría recordar que nadie jamás le hubiera mirado así, ni una vez en todos los largos siglos de su existencia. Quiso hacerla sentirse orgullosa de él. Quiso conservar esa mirada por toda la eternidad.

– Mantenlo vivo, entonces, -dijo él-. Haz que desee vivir. Pareces ser capaz de conseguir que la gente haga casi cualquier cosa.

MaryAnn le devolvió una pequeña y decidida sonrisa. La pierna le dolía tanto que creía que desmayarse quizás fuera una buena idea, pero cuando vio la carnicería a su alrededor, decidió que sus heridas eran muy pequeñas en comparación. Manolito tenía que curar a Solange y después a Luiz y por último su pierna. Él acababa de alzarse, y si había una cosa que sabía de los cárpatos era que se despertaban hambrientos, y que cuando utilizaban energía para sanar, necesitaban sangre.

– Estoy bien. Haz lo que tengas que hacer.

Manolito volvió su atención hacia Solange. Ella luchaba contra él con su mente, tratando de expulsarle, pero estaba demasiado débil. La sujetó en la tierra, negándose a permitir que su espíritu se escabullera mientras él abandonaba su cuerpo físico y se introducía en el de ella. Era antiguo y poderoso, pero si ella no hubiera estado tan gravemente herida, quizás hubiera tenido que recurrir a un método más peligroso y violento para mantener su mente prisionera. Tenía una voluntad de hierro y luchaba duramente para alejarle.

Al principio pensó que era a causa de su desconfianza hacia los hombres, pero cuando unió su mente firmemente con la de ella, vio que su temor era a que Juliette y Jasmine se dieran cuenta de que era una asesina, más allá de toda salvación, más allá de toda esperanza. No le quedaba ninguna otra forma de vida. No sabía si podría parar. En algún momento, había cruzado la línea y no había vuelta atrás.

Y entonces lo sintió, una suave calidez fluyendo gentilmente en la mente de Solange. Reconoció el toque de MaryAnn instantáneamente, tan liviano que casi no estaba ahí, sin embargo serenaba y calmaba, una sensación de tranquilidad y esperanza, bañando a Solange con su calor y con la creencia absoluta de que esta vida era buena y llena de belleza y de aventuras y de amor.

Casi se olvidó de sí mismo, de dónde estaba, de lo que estaba haciendo, por la admiración por ésta mujer que era su compañera. Suavemente, fluidamente, fundida con Solange, de forma que no hubiera modo de saber que había penetrado. Él no lo hubiera sabido si no hubiera intercambiado sangre con ella, su toque era luz, pero llenaba la mente de Solange de esperanza y convicción. Bajo la influencia de MaryAnn, Solange se volvió más cooperativa, relajándose en el tranquilizador refugio de su calidez. Fue difícil abandonar las reconfortantes olas y buscar los rotos y sangrantes órganos para repararlos.

Manolito permitió de mala gana que su espíritu viajara por el cuerpo del felino. Sergio no había pretendido matarla, pero ella había luchado duro, y cuando el segundo jaguar la había atacado este no había sido tan cuidadoso. La arteria casi estaba destrozada, el cuerpo de jaguar estaba lleno de sangre. Sabía lo que significaba, lo que tenía que hacerse para salvar su vida. Soltó todo lo que era y se convirtió sólo en energía sanadora, reparando cada herida tan rápidamente como le fue posible, dependiendo de MaryAnn para mantener la cooperación de Solange.

MaryAnn sostenía la cabeza del jaguar macho en su regazo, acariciando la piel aterciopelada, murmurando suavemente para mantenerlo con ella. Él luchaba por respirar, los pulmones se le estaban llenando de sangre. Siguió hablándole a Solange también, temiendo que si la dejaba, la mujer tratara de desgarrar el cuello de Manolito. Era una situación espantosa, dos personas al borde de la muerte y allí sólo Manolito para salvarlos. Jasmine sostenía toallas sobre las heridas de Solange y le susurraba, con lágrimas cayéndole por la cara, temerosa de que la estuviera perdiendo.

Quédate con nosotros, Solange. MaryAnn rezó en silencio, tratando de alcanzar a la otra mujer, para hacerla saber que por muy negras que parecieran las cosas en éste momento, todo podía mejorar. Sería mejor. MaryAnn haría la misión de su vida el ayudar a Solange y Jasmine tras todos los sacrificios que ellas habían hecho rescatando mujeres y ayudándolas a encontrar un lugar seguro.

Luiz se moría. Podía ver cómo su vida se escapaba, veía la chispa apagarse en sus ojos, y todo lo que podía hacer era mirar impotente. Ella le hacía desear vivir, de la misma forma que hacía que Solange tuviera esperanzas y vislumbrara un futuro, pero no podría hacer lo que Manolito hacía, curarlo de cabo a rabo. ¿Cómo abandonar todo lo que uno era y convertirse en un instrumento de sanación? Había visto a Manolito sacrificar su vida por una mujer y un niño no nacido aún. Había oído que le había quedado una cicatriz alrededor de la garganta, cuando los cárpatos raramente quedaban marcados, por salvar a su príncipe. Y ahora se las había arreglado para abandonar su ser a fin de salvar una vida.

Pocos podían saber lo que eso le suponía realmente, pero ella estaba con él, conectada a él, y era consciente exactamente de a todo lo que tenía que renunciar para llegar a convertirse en espíritu. El cuerpo era vulnerable a todos los ataques, sí, pero era mucho más que eso, Manolito había abandonado su personalidad, todo el ego, todas las esperanzas y los sueños, sus propias necesidades, todo, y lo había hecho con gusto.

Había estado en su mente cuando abandonó tan rápidamente sus opiniones y ideas, su verdadera personalidad, y se había vuelto desinteresado en su esfuerzo por salvar a Solange. No podía más que admirarle. Manolito tenía una fuerte personalidad, con creencias firmes sobre las mujeres, y a pesar de todo eso, las había dejado inmediatamente a un lado. ¿Qué tipo de auténtico carácter tenía escondido bajo toda esa arrogancia? ¿Y eran sus modales aparentemente dominantes modales con las mujeres quizá en realidad deseos de protegerlas? Su especie verdaderamente atesoraba a las mujeres y los niños. A todos ellos. No parecía importar que Shea fuera la compañera de Jacques, Manolito había dado un paso para ponerse delante y asumir el ataque mortal sin vacilación.

Vive, Luiz. Aguanta hasta que él pueda ayudarte. Te salvará la vida. Era positiva. Estaba en su cabeza y podía ver su absoluta resolución de mantener a Solange con vida. Manolito estaba tan centrado, tan completamente absorto en la sanación que no pensaba en nada más. Vio la bondad en él, algo que quizás se hubiera perdido si no hubieran estado conectados por el intercambio de sangre, y por primera vez se permitió pensar en ese intercambio como algo bueno. Quizás hubiera desechado al cárpato por imposible si no hubiera conocido su otro lado, mucho más suave.

Acarició hacia atrás el cabello de Luiz, un gesto absorto mientras examinaba la cara de Manolito. El tiempo pareció detenerse. Todo a su alrededor se desvaneció hasta que sólo quedó Manolito. Sus ojos, oscuros y ensombrecidos, con pestañas absurdamente largas. Deberían haber parecido femeninas, pero su cara era demasiado masculina, con esa fuerte mandíbula y la nariz recta. Sintió la respiración de él entrando y saliendo de su cuerpo. Sintió el latido de su corazón, fuerte y constante. Su corazón. El de él. El de Luiz. El de Solange. Estaban todos unidos en un solo hombre. Un hombre increíble.

Manolito emergió del cuerpo de Solange, flaqueando por el cansancio, buscando con la mirada a su compañera. Los había mantenido a todos conectados, compartiendo la fuerza, manteniéndo un constante flujo de absoluta convicción por la vida. De amor. De integridad. Solange estaba todavía viva porque MaryAnn le había dado una razón por la que aferrarse a la vida. Luiz vivía todavía porque ella le mantenía unido a la tierra, negándose a considerar siquiera el permitirle marchar.

Y ella seguía pensando que todo eso era a causa de Manolito. No supo si echarse a reír o simplemente asir a MaryAnn y salir de allí antes de que pudiera averiguar que él era un fraude. Tenía que dar sangre a Solange, y necesitaría fuerzas para obligarla. Ya estaba hambriento. Y los brillantes colores a su alrededor se desteñían en espectros mucho más apagados, como si no pudiera evitar que su mente de desviarse de vuelta a la tierra de las sombras.

La mirada de MaryAnn se topó con la suya, y por un momento no pudo moverse ni respirar. Ella nunca dejaba de mirarlo así. La confianza y la creencia, la fe absoluta que brillaba en sus ojos, era un regalo que él nunca olvidaría. Las sombras retrocedieron.

– Tengo que dar sangre a Solange. Mira a ver si puedes conseguir que acepte lo que le ofrezco. Eso la sanará más deprisa y la hará más fuerte. No haré un intercambio con ella, simplemente le daré lo suficiente para sobrevivir.

Sonaba tan cansado. Las líneas de su cara estaban profundamente marcadas. Quiso rodearlo con sus brazos y sostenerlo, aliviarlo, darle cualquier cosa que necesitara para ayudarle a continuar. Leyó la determinación en él.

– Date prisa, Manolito. Se que estás cansado, pero Luiz no puede aguantar mucho más.

La mirada de Manolito revoloteó a la mano que acariciaba la piel de la cabeza de Luiz. Por un momento un parpadeo de negros celos le royó las entrañas. Tuvo sabor a ceniza en la boca, y una vez más las sombras lo llamaron. Débilmente, oyó voces que le llamaban. Únete a nosotros. Únete a nosotros. Temblando, tocó la mente de MaryAnn y descubrió instantáneamente que esos dedos acariciaban en realidad su cabeza; era Manolito el que ocupaba sus pensamientos. Le dedicó una rápida sonrisa antes de abrirse la muñeca y forzar a la hembra jaguar a tragar su ofrenda.

Jasmine dejó escapar un pequeño sonido de angustia y apartó la cabeza.

– Está bien, hermanita. No se convertirá en otra cosa. Una vez tenga suficiente sangre mía mezclada con la suya, Solange sobrevivirá y será fuerte de nuevo, -le aseguró él con voz amable.

– Lo sé. Realmente lo sé. Sólo me siento un poco enferma. Gracias por hacer ésto. No será fácil, ella no puede mostrarte su agradecimiento, pero lo que has hecho es importante, -dijo Jasmine.

– No necesito su agradecimiento. Está bajo la protección de nuestra familia, al igual que tú, pequeña sisar, y nunca la hubiéramos dejado morir si podíamos salvarla.

Manolito era práctico, indiferente al coste que le suponía a él. Estaba más preocupado por el coste para MaryAnn. Tendría que proveer para él, y la fe inocente que leía en sus ojos quizás decayera para siempre. No podía permitirse pensar en eso, ni vacilar en su obligación de hacer su propia vida más fácil.

Solange era un miembro de la familia, y como tal sería protegida con todo esmero tanto si ella quería como si no. Después de este fiasco, Zacarías emitiría un decreto para las mujeres y estas estarían obligadas a obedecer. Las querría cerca, donde todos los hermanos De la Cruz y su gente pudiera ayudar a protegerlas.

Se cerró él mismo la herida de la muñeca y desvió su atención hacia Luiz. Le llevó un poco más de esfuerzo abandonar su cuerpo, ya que el hambre se había convertido en una alarmante necesidad. Apenas podía mantener sus dientes bajo control, y el olor a sangre era un tormento constante. El cuerpo del hombre-jaguar estaba hecho pedazos, las poderosas mandíbulas habían atravesado el tejido y el hueso. La sangre le inundaba los pulmones, el hombre estaba muriéndose lentamente. Incluso si reparara el daño y le diera sangre, no lo salvaría.

Manolito regresó a su propio cuerpo y sacudió la cabeza con pena. Respetaba a Luiz.

– Lo siento, päläfertül, no puedo salvarle. Es una gran pérdida para la gente jaguar.

– Por supuesto que puedes salvarle. Hablé mucho con Gabrielle cuando estuve en las Montañas de los Cárpatos. ¿La recuerdas? Trabajaba para el príncipe intentando dar con una solución para tantos alumbramientos de niños muertos. Ella era humana. Cuándo la hirieron tan gravemente, uno de los hombres salvó su vida convirtiéndola. Habrías convertido a Solange si hubiera sido necesario. Pude leerlo en tu mente.

– Eso fue diferente. -Estaba tan débil, que su cuerpo flaqueaba. Parpadeó rápidamente para mantenerse centrado, pero su visión se enturbiaba. En el momento en que lo hizo, los colores se empañaron.

– ¿Cómo de diferente? Si Luiz es jaguar, debe ser psíquico. ¿No es la especie del jaguar el origen de muchas habilidades psíquicas?.

– No lo entiendes.

– Lo que entiendo es que si Luiz fuera una mujer con habilidades psíquicas moverías cielo y tierra para salvarle la vida. Pero como es un hombre no tiene valor para ti.

El jaguar acarició con la nariz mano de MaryAnn. Está bien. Estoy cansado.

– No, -dijo de repente Jasmine-. Sálvale. Él salvó a Solange. Si no hubiera llegado cuando lo hizo, Solange estaría muerta, o esos horribles hombres la tendrían en su poder. Por favor. Si eres mi hermano como dices, te lo pido por favor.

Manolito cerró los ojos brevemente.

– No conoces el corazón de éste hombre.

– Pero tú sí, -dijo MaryAnn-. Tú sacaste al vampiro de su mente. Viste sus recuerdos, viste cómo era. ¿Merece la pena salvarle?

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