Capítulo 16

Manolito se movió rápidamente a través del estéril mundo de sombras, buscando los bordes más oscuros donde los no-muertos se reunían para lamentarse mientras esperaban saber su destino. Tenía la ilusión de estar en su cuerpo, andando a zancadas por el accidentado terreno, caminando entre el enredo de enormes raíces, como si todavía estuviera en la selva, pero se sentía demasiado ligero, casi flotando, y cuando bajó la vista, sus manos y brazos eran transparentes. Podía ver la vegetación pudriéndose en la tierra al pasar camino a las montañas de piedras dentadas que marcaban la entrada al prado de nieblas.

Unos pocos espíritus le miraron con el ceño fruncido cuando pasó entre ellos, una pareja levantó la mano como si pudieran reconocerle, pero principalmente, fue ignorado. Le resultaba extraño mientras se deslizaba por los bosques y colinas, poder ver claramente a los dos tipos de gente que poblaban la tierra, cuando antes no lo había notado.

El prado parecía separar a aquellos que tenían poco o ningún remordimiento por las cosas que habían hecho en su antigua vida de los que luchaban por entender donde se habían equivocado. Pocos habían estado cerca para recibirle.

Cuando se acercó más al prado, el calor y el vapor se alzaron para envolverle. Donde antes las nieblas eran simplemente grises y húmedas, sin sensación de esperanza, ahora el aire era hasta más opresivo y parecía denso por la tensión, como si la inquietud anduviera sobre la tierra. En la distancia oyó sonidos de risas burlonas, susurro de voces que lo llaman por su nombre. Le esperaban, sabían que se acercaba.

¿Era posible que un ejército de no-muertos encontrara la forma de regresar a la tierra de los vivos? En ese caso, tenía que encontrar una manera para detenerlos. Tenía que hacer a un lado su miedo por MaryAnn y prestar toda su atención a este mundo. No podía estar al mismo tiempo en dos lugares. Tendría que confiar en que Riordan había llegado para proteger a MaryAnn del peligro. No se atrevía a tocar la mente de MaryAnn y accidentalmente llevarla con él al mundo de los espíritus. Tenía que mantenerla completamente alejada del peligro a cualquier precio, incluso con su vida si fuera necesario. Se cerró a toda emoción y concentró su atención en el problema actual.

Si los vampiros actuaban para invadir la tierra de los vivos, tendrían a alguien muy poderoso ayudándoles. Razvan o Xavier, los dos magos más poderosos que existían Quizás ambos. Ningún otro podría manejar esa clase de poder. Y si Xavier y Maxim eran aliados trabajando juntos para derrotar a los cárpatos, Xavier indudablemente habría informado a Maxim si estuviera intentando encontrar una manera de formar un ejército de no-muertos. Todos conocían a los guerreros de Xavier llamados de las sombras, hombres de honor muertos hacía tiempo, sus espíritus encarcelados por el experto mago para hacer su voluntad. Si Xavier había podido subyugar a los guerreros de las sombras, podía ser que hubiera encontrado una forma de hacer lo mismo con las legiones de no-muertos que esperaban en el prado de nieblas.

El camino parecía muy largo, y más personas le recibieron vacilantes, lo cual le sorprendió. Antes, la primera vez que su espíritu había llegado, la mayoría le volvía la espalda con un gesto rápido hacia el prado, pero ahora los habitantes parecían aceptarlo. Cuando se acercaba a su destino, sintió propagarse la calma y comprendió que cuando había llegado la primera vez, su espíritu había sido oscuro, cercano a convertirse, tan cerca que hasta en la tierra de los muertos, había sido considerado más cerca del vampiro que del cazador. La atmósfera alrededor del prado no le había importado e instintivamente la había ignorado. Ahora su espíritu debía parecer más brillante, más normal. La mancha creciente de su alma había retrocedido debido a MaryAnn. Le debía más de lo que pensaba.

Llegó al prado y se detuvo, mirando fijamente a la extensión de agujeros y el cambiante suelo. Parecía un pantano esponjoso, y cuando lo pisó para probar, se hundió hasta el tobillo. Su cuerpo no tenía verdadero peso aquí, por lo que la reacción no tenía sentido. Vaciló, estudiando la estéril tierra. Sólo algunos hierbajos dispersos y algunos cardos crecían en el centro del pantano. Cañas oscuras señalaban los bordes, dobladas como paja vieja. El vapor se elevaba de los agujeros de ventilación, y minerales de todos los colores… turbios, no brillantes… bordeaban estanques de barro hirvientes. El lodo temblaba y reventaba, salpicando grandes manchas oscuras de fango rezumante que se añadían al vapor creciente.

La niebla se extendía pesada sobre el prado, un vapor verde grisáceo que apestaba a azufre. Permaneció un rato estudiando las columnas crecientes de gases calientes y preguntándose por qué le había sido tan fácil cruzarlo en su primera visita.

– Pareces perdido, Manolito. -Le saludó una voz desde atrás.

Manolito se giró y se encontró cara a cara con Vlad Dubrinsky. La emoción manó aguda y rápida, una penetrante conmoción que amenazó con sacudir su confianza. Alegría. Culpa. Vergüenza. Asombro. Orgullo. Vlad Dubrinsky había sido más que un príncipe para él. Cuando su propio padre había decidido seguir a su compañera en la muerte, Vlad había intervenido para llenar el vacío dejado por la muerte de sus padres. Había guiado a Manolito y a sus hermanos, había sido su mentor, habían respetado su consejo. Sin embargo, al final, lo habían repudiado por intentar salvar a su hijo cuando sabía que no había esperanza.

– Mi príncipe. No esperaba encontrarte en tal lugar.

Vlad avanzó y agarró sus antebrazos en el eterno saludo de respeto entre guerreros.

– Me alegro de verte, viejo amigo.

– No entiendo cómo puedes estar aquí.

La ceja de Vlad se alzó.

– ¿No? Aquí es dónde esperamos entre mundos, Manolito.

– ¿Esperar qué? Yo vine aquí y encontré sólo condenación. Acusaciones. Invitaciones para unirme al no-muerto.

– No eres del todo un espíritu, aunque tampoco uno con tu cuerpo.

– Me mataron, pero mis hermanos sujetaron mi espíritu a la tierra. Gregori bajó al árbol de vida para recuperarme, pero me desperté demasiado pronto. Mi espíritu y mi cuerpo no habían tenido tiempo de unirse, así que camino en ambos mundos.

Vlad hizo un gesto hacia el prado.

– Tu lugar no está entre los vampiros. Puedo ver por tu espíritu que no has sucumbido a nuestra más oscura naturaleza.

– Estuve cerca. Demasiado cerca.

– No quieres ir a la tierra del descanso. No pueden matarte, pero han ideado modos de torturarte y volver loco tu espíritu. No pueden abandonar este lugar sin aceptar su propia culpa, no quieren. Culpan a todos a su alrededor. Sospecho que a muchos les gustaría hincarte el diente. Ven conmigo al campamento de los guerreros. Hablaremos una vez más.

– Mi cuerpo es vulnerable en el otro mundo, Vlad, y hay conspiraciones que tengo que destapar para mantener a salvo a nuestra gente. Creo que Maxim está levantando un ejército de muertos y espera encontrar un portal desde esta tierra a la de los vivos.

Vlad se detuvo para mirarle con el ceño fruncido, luego negó con la cabeza.

– Debería haber adivinado que no tramaba nada bueno. Ven. Estamos cerca y podríamos serte útiles. En cualquier caso, Sarantha querrá verte. Cuéntanos las novedades y permítenos ayudarte.

– Todavía no entiendo cómo puedes estar aquí, esperando juicio. Nunca estuviste cerca de convertirte. Serviste a nuestra gente con honor.

– ¿Crees, después de todo este tiempo, que nunca cometí errores, Manolito? Cometí muchos. Intenté hacerlo lo mejor que pude, pero como cualquier hombre, yo tenía mis defectos. Tú deberías saber eso mejor que nadie. Intenté salvar a mi hijo mayor a costa de otros. ¿Fue una sabia decisión, o incluso justa?.

– No podías haber sabido lo que pasaría.

– Por supuesto que lo sabía. No quise creerlo, pero tenía el don de la precognición. Lo sabía, a pesar de todo seguí adelante porque no podía soportar destruir a mi propio hijo. Cuando se lo confesé a Sarantha, ella me suplicó que no le dejara morir, y necio como era, escogí el camino de la destrucción para toda nuestra gente. Soy responsable de muchas cosas que nunca debieron de haber ocurrido. Al final, el trabajo que debía haber sido mío recayó en los hombros de mi hijo Mikhail.

Manolito apenas podía aceptar lo que oía. Desde el principio había sentido culpa y vergüenza por condenar la decisión de Vlad. Le amaba y respetaba, y aún se sentía un traidor por conspirar para derrocarle.

– No fue lo mejor para nuestra gente. -Se atragantó con las palabras, con el nudo que crecía en su garganta. Los hermanos Malinov habían perdido a su querida hermana, Ivory, y también los hermanos de la Cruz. Ella había sido su luz, la razón para mantener la esperanza y la fe en su gente. Con su muerte, la oscuridad había descendido sobre todos ellos, accionando una cadena de acontecimientos que bien podían conducir a la destrucción de la especie entera.

– No -aceptó Vlad, con tono equilibrado-. No lo fue. No soy ninguna deidad. Ningún hombre de los cárpatos lo es. Somos capaces de grandes males.

Manolito se tragó la apretada bola de condenación que manaba de su garganta. ¿Qué podía decir a eso? Había hecho cosas en su vida, muchas cosas, que lamentaba. En el momento fueron hechas sin emoción, pero podía recordar cada incidente, y el peor crimen había sido contra su propia compañera.

Agachó la cabeza.

– Lo que dices es cierto. Estaba cerca del cambio cuando oí la voz de mi compañera. Ella estaba bajo la protección de Mikhail y Gregori, y de varios cárpatos más. No seguí para nada las leyes y tomé su sangre sin su consentimiento o conocimiento, ligándola a mí.

Vlad asintió.

– Fue un desafío para ti.

– ¿Atravesar sus filas y reclamar lo que me pertenecía? Si. ¿Lo lamento? No sé la respuesta a eso. Siento no haberme mostrado y haberle dado mis razones para quitarle su vida de las manos sin su consentimiento, pero no creo que eso fuera un error… solo el modo en que lo hice.

– Nuestra gente ha vivido por mucho tiempo junto a los humanos, y nuestras reglas son diferentes por algún motivo, Manolito. Nos dieron la capacidad de atar a nuestra compañera porque sin eso nuestra gente habría muerto hace mucho. Pocos lo entenderán, pero si hacemos cuanto podemos por amar y respetar a nuestras mujeres, poniéndolas siempre primero una vez están a nuestro cuidado, tenemos más posibilidades de que otras especies nos entiendan y nos acepten.

– El mundo ha cambiado mucho en su ausencia, Vlad, y con ello, nuestra gente. Me ha sido difícil aceptar las nuevas costumbres.

Vlad palmeo su hombro, un toque tan ligero que Manolito apenas lo sintió. El cuerpo de Vlad era menos consistente que el suyo.

– Todos tenemos fallos, Manolito, y todos tenemos que trabajar para superarlos. No hay vergüenza en eso. Venga, saluda a Sarantha y danos noticias de nuestros seres queridos.

– Realmente tengo poco tiempo. MaryAnn, mi compañera, protege mi cuerpo y creo que será atacada. Tengo que detener a Maxim antes de que deduzca la forma de abandonar este lugar con un ejército de no-muertos.

Vlad negó con la cabeza.

– No puede encontrar una forma de salir de este mundo.

– No estés tan seguro. Maxim trabaja aliado con Xavier.

Vlad giró la cabeza lentamente, la sonrisa desapareció de su cara.

– ¿Xavier aun vive?.

– Así lo creemos. Y su nieto, Razvan, trabaja con él para destruir a nuestra gente. Estamos casi seguros que los hermanos de Maxim están involucrados en un complot para destruir a Mikhail, un complot que yo ayudé a tramar. -Manolito se negó a apartar la mirada de Vlad mientras confesaba. Este el hombre al que respetaba por encima de todos los demás, a excepción de sus hermanos. Era el hombre que una vez había considerado su padre. Y era el hombre cuya caída había ayudado a planear. No mentiría ni rehuiría su culpa y la vergüenza de su acción.

Vlad permaneció en silencio por un largo rato. No hubo parpadeo de desilusión ni de repugnancia en su cara; simplemente miró a Manolito y le mantuvo la mirada.

– ¿Crees que me sorprende que tú y tus hermanos jugarais con la idea de derrocar el reinado de los Dubrinsky? Siempre fuisteis inteligentes y visteis mi crimen. Sabíais lo que había hecho. En un intento por salvar a mi hijo, traicioné a nuestra gente. Teníais derecho a cuestionar mi juicio. No era justo.

– No teníamos derecho a tramar tu caída o la destrucción de todas las especies de las que éramos aliados.

– Para derrotarme, habríais tenido que derrotarles a ellos. -Vlad asintió-. Tiene sentido, desde luego. -Agitó la mano hacia un pequeño bosquecillo de árboles-. Por favor ven un momento. Algunos de nosotros protegemos esta área para impedir a los recién llegados vagar por la tierra de los caídos.

Manolito igualó sus pasos, aunque, por mucho que quisiera hablar con Vlad e incluso pedirle consejo sobre la evasiva especie del hombrelobo, estaba impaciente por enfrentarse a Maxim y volver con MaryAnn. Una sensación de urgencia crecía en su interior.

Había esperado que Vlad le condenara. Quizás habría sido más fácil hacer frente a lo que había hecho si su príncipe hubiera estado enfadado.

– Lo siento-dijo quedamente. Sinceramente-.No tenía idea de que el plan sería puesto en acción. No tenía idea de que los Malinovs te odiaran tanto. Al final hablamos durante horas, y Zacarias y Ruslan convinieron en que todos te seguiríamos siendo fieles y te serviríamos con honor. Hicimos un juramento de sangre.

– Tus hermanos y tú habéis servido a nuestra gente fielmente -dijo Vlad-. Incluso aquí nos llegan noticias cuando llegan guerreros o vampiros. -Empujó a través de una pared de helechos-. Ah, aquí está Sarantha. Querida, he traído a un invitado.

Sarantha se volvió, con la cara iluminada por una sonrisa, y sus ojos iluminando los colores apagados a su alrededor.

– Manolito. Es maravilloso verte, aunque he oído rumores de que caminas en ambos mundos. ¿Cómo están mis hijos y sus compañeras? ¿Cómo esta mi nieta? Tengo entendido que es bastante encantadora. Debes contármelo todo, todas las noticias. -Lo abrazó, su cuerpo ligero e insustancial contra el suyo-. Debes tener una compañera o tu espíritu no sería tan luminoso. -Háblame de ella.

Vlad rió.

– Dale oportunidad de hablar, mi amor. Tiene mucha prisa.

– Perdóname. Es que estoy tan excitada al verle. -Palmeó un lugar junto a la hoguera -. ¿Puedes dedicarme un momento de tu tiempo?.

– Por supuesto. -Se inclinó para besarle la mejilla-. Mikhail es un magnífico líder. Estarías orgullosa de él. Su compañera es perfecta para él y le ayuda a conducir a nuestra gente hacia una sociedad más cohesiva. Jacques y Shea han tenido un hijo, un muchacho. No estuve en la ceremonia del nombre, por lo que no sé como le han llamado. Oí que Savannah, tu nieta, espera gemelos.

Sarantha se lanzó a los brazos de Vlad.

– Desearía que pudieramos verles.

– Algún día -dijo Vlad, abrazándola-. Nos reuniremos con nuestros seres queridos. Nos moveremos de esta vida a la siguiente muy pronto.

Ella asintió y levantó la cara para rozar con un pequeño beso su barbilla.

– ¿Y tu compañera, Manolito? Háblanos de ella.

– Es valiente. Y hermosa. Y me hace desear ser mejor en cada alzamiento. -Manolito frunció el entrecejo, deseando información sin dar demasiada-. Vlad, cuéntame que sabes de los guardianes. Los hombreslobo.

Vlad se sentó con las piernas cruzadas en la tierra.

– Poco se sabe de su sociedad, aunque las leyendas abundan. Creo que ellos iniciaron la mayor parte de los mitos para mantener a la gente asustada y lejos de ellos, pero les salió el tiro por la culata y fueron cazados por los humanos. Viven en forma humana la mayor parte del tiempo. Existen en todos los continentes, o lo hicieron en épocas antiguas. Pocos pueden diferenciarlos de los humanos.

– ¿Como pueden permanecer ocultos incluso de nosotros?.

– No tienen el patrón cerebral diferente al de los humanos; simplemente usan una mayor parte del cerebro, como nosotros. La mayor parte del tiempo, el lobo permanece silencioso dentro de ellos, así que parecen totalmente humanos.

– ¿Que le pasaría a un lobo si se convierte en cárpato?.

– ¿Cruzar las especies? -Vlad echó un vistazo en Sarantha-. No lo sé. Nunca he oído hablar de tal cosa.

– ¿Puede hacerse? -pregunto Sarantha.

– No tengo ni idea -dijo Manolito -. Pero los seres humanos se han convertido con éxito a la sociedad cárpata. Puesto que los hombres lobo son psíquicos, es teóricamente posible.

Vlad suspiró.

– Me alegro de que no sea una decisión que tenga que tomar yo. Un lobo y un cárpato. La combinación podría ser letal.

– O excitante -interpuso Sarantha-. Dos especies de igual poder.

– ¿Qué le pasaría a la persona?¿A su cuerpo y su mente?¿En qué se convertiría?.

Vlad abrió la boca y la cerró bruscamente.

– Veo tu dilema. -Y lo hacía. Mucho más de lo que Manolito podía haber deseado que viera-. No puedo ayudarte. Hasta donde yo sé, nunca se ha hecho. Ambas líneas de sangre son iguales en poder. No sé cuál surgiría victoriosa, si una u otra.

– ¿Y que sabes de Xavier?.

Vlad suspiró y buscó la mano de Sarantha.

– La verdad, ha pasado mucho tiempo desde que tuve que tomar decisiones para mi gente. Agradezco simplemente existir sin que mis opciones tengan impacto en nadie más que mi compañera. Incluso hablar de Xavier es difícil. Era un buen amigo. Un amigo en el que creí. Al que amé como a un hermano. Nos traicionó como ningún otro podía haberlo hecho.

– ¿Por qué?.

– Avaricia. Celos. Quería ser inmortal. Intenté decirle que no había verdadera inmortalidad… a fin de cuentas, también nosotros podemos morir… pero él se creía superior y que debía tener la clase de longevidad que tenemos nosotros. Desgraciadamente, todas nuestras salvaguardas fueron fundamentadas en hechizos de mago, hechizos que él proporcionó. Con el paso de los años añadimos más, pero el tejido de energía es el mismo, y eso nos hizo… y todavía nos hace… vulnerables a él

– Cuando erais tan buenos amigos…

– Quería que le entregara a una mujer cárpato. Intenté hablarle de las compañeras, pero se negó a atenerse a razones. Tuvimos muchas discusiones, y se convenció de yo estaba impidiéndole ser inmortal deliberadamente porque temía su poder. Finalmente empezamos a separar nuestras dos sociedades, aunque él mantuvo las escuelas para que nuestros jóvenes aprendieran. Rhiannon era una de sus mejores estudiantes y decidió quedársela. Mató a su compañero y la tomó. Debió haberlo planeado durante mucho tiempo, porque ella era una Buscadora de Dragones y pocos podrían haberla retenido contra su voluntad, consiguió dejarla embarazada. Sí. Hemos oído que tuvo hijos de ella. -Sus dedos se apretaron alrededor de los de Sarantha -. No hubo nada que yo pudiera hacer para detenerlo, y ahora está intentando destruir a nuestra gente.

– Era malvado entonces y también ahora -dijo Manolito-. Se ha aliado con los Malinov y ha estado poniendo en acción el plan que ideamos. Ahora que sabemos lo que está haciendo, Zacarias enviará un mensaje a Mikhail y enviaremos emisarios a cada uno de nuestros aliados e intentaremos detenerle antes de que vaya más lejos. Pero primero, tengo que detener a Maxim.

– Oh querido -Sarantha miró a su compañero-. Maxim es tan problemático. No puede aceptar sus errores. Rechaza toda responsabilidad, y hasta que los repare de algún modo, hasta que aprenda, no puede seguir.

Manolito se levantó.

– No puedo quedarme más tiempo. Temo por la seguridad de MaryAnn. Fue un honor veros a los dos.

– Iré contigo y veré en que te puedo ayudar -ofreció Vlad.

Manolito negó con la cabeza.

– Sabes que no puedes. Este es mi problema. Estoy atrapado entre dos mundos y no puedo vivir en ambos. Esta es mi carga, señor, pero te agradezco que quieras compartirla conmigo. -Aferró los antebrazos de su príncipe a la manera tradicional y luego se inclinó para besar a Sarantha-. Le daré recuerdos a vuestra familia.

– Cuídate, Manolito -dijo Sarantha.

– Larga vida -añadió Vlad.

Manolito retrocedió hacia los árboles, mirando hacia atrás una vez más para vislumbrar al líder de su gente. Sarantha y Vlad tenían sus brazos alrededor el uno del otro, sus cuerpos emitían un débil brillo que pareció volverse más intenso, más cegador en medio del gris y húmedo mundo. La visión de ellos dos, tan enamorados, tan ligados el uno al otro, le hizo desear lo mismo con MaryAnn. Suspiró y se giró resueltamente para afrontar el camino hacia el prado. Un viento leve sopló entre las hojas en la pequeña arboleda, pero no le alcanzó, aún cuando levantó la cara para intentar sentir la brisa.

¿Cómo podría descubrir el plan de Máxim? El vampiro nunca confiaría en él, nunca creería que se había pasado a su bando. ¿Qué quedaba? Vlad había dicho que los no-muertos habían inventado formas de torturar y volverle a uno loco. ¿Cómo se conducía a un espíritu a la locura? ¿O ya puestos, se le torturaba? Frunció el entrecejo mientras lo meditaba. Una guerra de ingenios entonces. No podía haber ninguna otra respuesta. Para bien o para mal, tenía que arriesgarse por su gente… y por MaryAnn. Si estaba equivocado…

Se encogió de hombros y avanzó hacia el burbujeante y humeante prado donde el velo de niebla era espeso y los rebosantes charcos de barro escupían manchas oscuras y desagradables. Maxim y su ejército de los no-muertos esperaban al otro lado. Podía ver sombras moviéndose en el lánguido gris de la niebla, ojos rojos resplandecientes y voces que se elevaban en el vapor.

Cruzó como un rayo el espacio, evitando las columnas de vapor y los géiseres repentinos cuando escupían al aire, lanzando más barro oscuro en todas direcciones. Explotó a través del velo de niebla, directamente al centro del círculo vampiro.

Maxim siseó su sorpresa y se paró en seco, con los brazos aún levantados en el aire. El canto vaciló, y los demás que formaban el circulo alrededor de Maxim retrocedieron, cubriendo sus caras.

Maxim forzó una sonrisa, mostrando el deterioro de sus manchados dientes.

– Veo que has vuelto con nosotros, viejo amigo. Únete a nuestra pequeña ceremonia.

– Ciertamente no quise interrumpirte, Maxim. De todos modos, tú y tus amigos continuad con lo que estabais haciendo.

– ¿No te importa, entonces? -preguntó Máxim, con una débil y mortífera sonrisa de autosuficiencia.

– No, claro que no.-Manolito cruzó los brazos sobre el pecho.

Maxim levantó los brazos y empezó a cantar una vez más. Los vampiros que le rodeaban movieron los pies en un patrón hipnótico y empezaron a alzar sus voces en un encantamiento hipnotizador.

Manolito se paseó deliberadamente alrededor de Maxim, estudiándole desde cada ángulo, observando el flujo de sus manos, grabando cada movimiento en su memoria.

Maxim suspiró y dejó caer los brazos.

– ¿Qué pasa?.

– Continúa, Maxim. Simplemente estoy pensando donde he visto usar este particular hechizo. Creo que es uno de los primeros trabajos de Xavier, cuando intentó por primera vez ligar a él a los guerreros de la sombra. ¿Lo estudiamos, recuerdas? Era un hombre brillante.

Es un hombre brillante.

– Ya no tanto -dijo Manolito en desacuerdo. Los otros no muertos habían dejado de cantar una vez más y estaban observando-. Está senil. Vive de la sangre de nuestra gente, pero no estaba destinado a la longevidad y su mente se va. -Se acercó más a Maxim y bajo la voz para que solo el maestro vampiro lo escuchara-. Ya no puede producir nuevos hechizos. Tiene que tener a otros, magos menores, que lo hagan por él.

– ¡Mientes! -siseó Maxim-. Sé que mientes.

– Sabes que no -replicó Manolito calmadamente, una vez más rodeando a Maxim-. Siempre has sido de inteligencia superior. No te halago al recordártelo. Podías razonar cosas. Xavier carece de habilidad para idear algo nuevo. Confía mucho en las cosas que sabía antes, y dudo que recuerde la mayor parte de ellas. -Se detuvo de nuevo al otro lado del vampiro y susurró en su oído-. ¿Por qué crees que busca el libro? -Xavier había compilado sus hechizos en el libro, ahora guardado por el Príncipe de los Cárpatos.

Maxim gruñó y giró la cabeza de un lado a otro, sus ojos brillaban con ardientes llamas rojas.

– Es un hombre poderoso.

Manolito asintió con la cabeza y una vez mas empezó a caminar en círculos, moviendo los pies en un patrón de danza mientras, observando como el maestro de los no-muertos trataba de seguir los intricados e hipnóticos pasos.

– Muy poderoso. A pesar de que ya no hace sus propios hechizos, todavía es un mago poderoso. Pero no puede hacer lo que os prometió a ti y a tus hermanos. No puede abrir el portal para permitir que tu ejército de no-muertos regrese. Por eso te ha dado el antiguo hechizo de los guerreros de la sombra.

Maxim continuó girando en círculo con él, siguiendo cada movimiento con suspicacia. Cuando Manolito se detuvo y se inclino acercándose, él hizo automáticamente lo mismo.

– Sabes que la compañera de Vikirnoff puede enviar a los guerreros de vuelta a su propio reino. Él utiliza sus hechizos, y ahora ya no tiene control sobre ella. Se ha quedado sin nada, pero no se atreve a dejar que Ruslan y tus hermanos sepan la verdad. ¿Qué utilidad tendría para ellos entonces? -Antes de que Maxim pudiera contestar, Manolito empezó otra vez a rodearle.

El vampiro aferró su propia cabeza y agitado gritó, el sonido raspaba los nervios como papel de lija.

– Eso no importa, Manolito. Xavier no planeó qué hacer; Ruslan lo hizo, y siempre tiene razón. Siempre. Zacarias fue un necio al seguir a Vlad en lugar de a Ruslan. Teníamos un código, un juramento de sangre, y lo rompisteis.

– Nuestro juramento de sangre era entre nosotros y el príncipe, Maxim. La familia De la Cruz siempre fue leal a los Malinovs.

– Os dimos la oportunidad de uniros a nosotros. Hablamos toda la noche de eso. Vosotros insististeis en seguir al príncipe y a su hijo asesino. -Maxim escupió las últimas palabras, su cara se retorció de odio y rabia. Se acercó nariz con nariz, mirando fijamente a Manolito a los ojos, de modo que las llamas rojas que ardían en sus hundidas cuentas fueron claramente visibles.

– Traidor -acusó-. Mereces morir.

Manolito no retrocedió ante el sucio hedor de la respiración de Maxim o el salvaje odio de su cara.

– Morí. ¿Cómo estaría aquí sino?.

– Regresaste, y eso significa que es posible. Xavier encontrará la forma de devolverme o tendrá una muerte larga y dolorosa. Sabe que no nos traicionará. Nuestra memoria es larga, y tú sufrirás por tu traición.

– ¿De verdad?.

La furia de Maxim estalló con tanta fuerza que no hubo forma de contenerla. Echó la cabeza atrás y aulló, extendiendo las manos para asir los hombros de Manolito con sus garras, que se clavaron profundamente y rasgaron a través de la carne hasta que corrió la sangre y los otros vampiros estallaron en un frenesí, corriendo hacia adelante en un esfuerzo por lamer las oscuras corrientes rojas.

Por un momento, el dolor le atravesó, luminoso y caliente, retorciendo sus intestinos y latiendo en su cerebro, pero Manolito sofocó la reacción de su cuerpo y permaneció absolutamente inmóvil mientras los vampiros pululaban a su alrededor. Reprimió su repulsión y sonrió a Maxim, con la mirada tranquila.

– ¿Crees poder engañarme tan fácilmente? Esto es una ilusión. Nada más. No puedes matar lo que ya está muerto. No tengo ningún cuerpo en este lugar. Estos necios quieren creerlo, pero incluso ellos pueden únicamente saborear la suciedad de la tierra mientras rondan alrededor.

Con desprecio en la cara, tocó a uno con el pie mientras el no muerto arañaba la yerma tierra. El ruido era horroroso mientras todos intentaban en vano conseguir sangre fresca. Gruñidos y siseos, animales volviéndose locos.

– ¿Es a esto a lo que te has visto reducido, Maxim? Una vez fuiste un gran hombre, y ahora te revuelcas como los cerdos en el corral.

Gritando de rabia, Maxim le golpeó repetidamente en la cara, triturando la carne con sus largas uñas amarillas. Fue difícil estarse quieto bajo el ataque, impedir a su mente creer que lo que pasaba era real. La carne parecía volar en todas direcciones. La sangre salpicaba por todas partes.

Manolito mantuvo los brazos relajados a los costados y forzó a la sonrisa a resistir, aun cuando los otros vampiros se volvieran locos, tratando de empujar trozos de carne a sus bocas, acercándose a fin de hundir los dientes en sus hombros y pecho. Fue una de las cosas más difíciles que había hecho jamás en su vida, permanecer allí de pie mientras los no-muertos se reunían a su alrededor en un frenesí alimenticio, rasgando la carne de sus huesos y tratando de comerle vivo.

Mantuvo su mente fija en MaryAnn. Pensó en su sonrisa, su cabello, la forma en que sus ojos se encendían cuando sonreía. Ah, el sonido de su risa era cálido y brillante en su mente, ahogando el sonido de los vampiros que le desgarraban. Fijó la mente en cada detalle de su cuerpo y el modo en que le sentaba esa ropa tan a la moda. Sus tacones rojos y sus botas suaves. Incluso aquí, en esta tierra que no tenía sentido, había venido a su rescate, manteniendo su imagen valiente entre él y la locura.

– ¡Basta! -gritó Maxim e hizo señas a los vampiros para que se apartaran de Manolito. Los no-muertos obedecieron renuentemente, algunos arrastrándose por la tierra intentando atrapar carne y sangre y consiguiendo sólo puñados de suciedad alcalina. Algunos agarraron las piernas de Maxim y le adularon, rogando más, con las caras manchadas de barro. Él les apartó a puntapiés con impaciencia y fulminó con la mirada a Manolito.

– Deja de burlarte.

– No me burlo, Maxim. Sólo siento compasión por la criatura que solía ser mi amigo y que una vez fue un gran hombre. Ahora te contentas con mandar sobre estos inútiles. Te has convertido en gusano por tu propia mano. Y has perdido la única cosa que importaba… tu aguda inteligencia. ¿Cómo pudo un hombre con un cerebro tan agudo como el tuyo creer una palabra de lo que decía Xavier? No tiene ningún sentido que tú o Ruslan… o cualquiera de tus hermanos en realidad… malgastarais el tiempo con él.

Manolito procuró mantener la adulación al mínimo mientras devolvía el foco de atención del vampiro otra vez al mago. Maxim era astuto, y notaría si Manolito se pasaba. Mantuvo el tono muy tranquilo y ligeramente desdeñeso que sabía irritaría a Maxim.

El maestro vampiro aspiró, el aire silbó entre las mellas de sus dientes. Manolito podía verle esforzándose por mantener el control, la dignidad. Se apartó, colocando las manos a la espalda y controlando su expresión.

– Estas equivocado con Xavier, Manolito. Llevará mi ejército a través del portal y nadie podrá derrotarnos. No puedes derrotar a la muerte. -Rió sin alegría como si estuviera divirtiéndose mucho.

Alrededor de ellos, los demás vampiros comenzaban a reunirse, siguiendo el ejemplo de Maxim, abrían sus bocas y dejaban salir sonidos que resultaban una terrible parodia de risa. El alboroto era chirriante, un salvaje chillido que resonó por la cabeza de Manolito y le hizo apretar los dientes. Forzó una sonrisa, manteniendo la mirada fija en Maxim, tratando de leer cualquier cosa tras su endemoniada máscara.

– ¿De veras lo crees, Maxim? ¿Crees que Xavier tiene el poder para llevarte de vuelta? Creó los hechizos de los guerreros de las sombras cuando estaba en su gloria. Ahora es un viejo gusano, que se alimenta de la sangre de niños pequeños y la magia de magos menores. ¿Realmente crees que puede hacerte regresar?.

Tú. Tú vas a sacarnos de aquí -dijo bruscamente Maxim, la verdad explotó. La saliva se derramó de su boca y las llamas de sus ojos saltaron aún más alto-. Tan satisfecho como siempre, hombrecito. Eso lo que realmente eres. Tus hermanos sabían la verdad. Eres un hombrecito que gime para hacerse el importante. Crees que luchas contra nosotros, pero no puedes. Nunca podrás. Te atreviste a entrar en mi mundo, y tuviste la oportunidad de unirte a nosotros de nuevo. Dos veces has tenido la oportunidad.

– Querías que matara a mi compañera.

– Te habrías unido a nuestras filas y me habrías servido. Con tu cerebro, podríamos haber llegado lejos, pero nunca pudiste ver la imagen completa. Quisiste adular a aquel tonto de Dubrinsky. Y nunca entendiste, ni siquiera Zacarias lo entendió: Vlad Dubrinsky os traicionó por su hijo. Nos traicionó a todos por su hijo.

Manolito se tensó, su mente corría. La respuesta correcta estaba frente a él si podía encajar los pedazos del rompecabezas. Maxim quería decírselo, quería mostrar su superioridad; Manolito sólo tenía que tener paciencia y conducirle en aquella dirección.

– Crees que tus insultos infantiles van a impresionarme como a tus ridículos perros? -Deliberadamente su gesto abarcó a los vampiros desesperados por la atención de Maxim-. Soy un cazador. He sido un cazador durante mil años. Te has vuelto divertido, la grandeza en ti desapareció hace tiempo. Te convertiste en una marioneta para gusto de Xavier.

Maxim parecía a punto de explotar. Sus ojos giraban en las cuencas profundas, rojo naranja encendido y amarillo. Vomitó veneno entre los dientes, el ácido aterrizó en la piel de Manolito, donde chisporroteó y humeó.

Manolito permaneció estoico bajo el ataque, ni siquiera parpadeó, no cambió de expresión, simplemente miró a Maxim con la misma sonrisita de desprecio que seguía consiguiendo meterse bajo la piel del vampiro.

– No sabes nada. Nada. Tú también creías que tu intelecto era superior al de todos los demás. Tú y tus preciados hermanos. Zacarias nos ordeno seguir a ese asesino príncipe llorón. Dubrinsky podía matar a una mujer, pero no a su propio hijo, y los hermanos De la Cruz le seguían como cachorros.

Manolito encogió los hombros de modo casual.

– Como tú haces con Xavier. Creyendo en sus mentiras. No quiere ser pasto para el no-muerto. Te dirá cualquier cosa que quieras oír.

Vi el portal -soltó Maxim-. Y ella volverá. Tú eres el hilo conductor. Vendrá a por ti cuando te oiga gritar.

Manolito sintió su corazón saltar, pero mantuvo la misma expresión, cuidando de mantener la mirada llena de desprecio y sin parpadear. Lo había esperado, pero oírlo le devolvió el miedo por MaryAnn. Guardó la emoción en algún lugar profundo y afrontó al maestro vampiro.

– Será interesante verte hacer eso.

– En este momento mis títeres cumplen mi orden, atacándola mientras tu cuerpo permanece vulnerable. Lo quemaremos y no habrá esperanza de retorno para ti. Ella te oirá gritar y se fundirá contigo completamente como ya hizo antes. Una vez esté aquí, podremos utilizar su espíritu vivo para regresar.

Manolito saboreaba el miedo ahora, pero forzó a su corazón a latir con un ritmo tranquilo.

– ¿Y cómo te prepones hacerme gritar, Maxim? Has fallado completamente hasta ahora.

Maxim sonrió con satisfacción.

– Sólo hay uno capaz de seguir cada senda de comunicación. -Agitó los brazos, la satisfacción brillaba en sus ojos-. Se trata de Draven Dubrinsky, el hermano mayor de Mikhail.

Manolito se volvió, y el hijo de Vlad estaba detrás de él, brillando con el poder de la herencia de su familia, sus ojos brillantes de odio, su hermosa cara retorcida con malicia.

– Ella vendrá por ti, -estuvo de acuerdo. Erguido, alto, con sus brazos a los costados, y Manolito sintió el poder de la mente fundiéndose con la suya en el momento en que le golpeó.

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