Fantasmas y sombras. No le gustaba mucho como sonaba eso. MaryAnn se frotó la barbilla con la parte superior de las rodillas. Siempre había una respuesta, solo tenía que utilizar el cerebro.
Manolito se acercó inclinándose… lo suficiente como para envolverla con su aroma puramente masculino, con la calidez de su cuerpo, y hacerla sentir femenina y protegida. Le lanzó una mirada ligeramente irritada. Estaba intentado pensar y no necesitaba que su cerebro se cortocircuitara. La sonrisa de él hacía que un pulso eléctrico chasqueara y humeara a través de su cuerpo.
─Dime que va mal y lo arreglaré para ti. No te haría daño por nada del mundo. Sé que nunca te fui infiel. Dime, päläfertül, y haré lo que sea, lo que haga falta, para desagraviarte, no puedo salir de aquí por mí mismo, pero nunca querría agraviar a mi compañera de ningún modo.
Había tanto dolor y preocupación en su voz que el corazón le dio un vuelco.
─Manolito, honestamente, no sé que está pasando, pero no has tenido oportunidad de agraviarme. Apenas te conozco. No soy cárpato. Vivo en Seattle y aconsejo a mujeres maltratadas. Así es como conocí a Destiny. Nos hicimos amigas, y a través de ella, terminé viajando a las Montañas de los Cárpatos.
Él frunció el ceño.
─Eso no puede ser. Dices que eres humana, pero puedes hacer cosas que sólo un cárpato puede hacer. Tienes mucho poder, MaryAnn. Lo siento manar de ti, incluso mientras me hablas. Te estás extendiendo tan consoladora hacia mí, haciéndome sentir mejor.
Ella negó con la cabeza.
─Soy humana. Mi familia es humana. Todo en mí lo es. De verdad, honestamente, me acabas de conocer hoy. Te vi… ─Y pensé que eras tan guapo que dolía. Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el hombro de él─. Me asustaste a muerte. Todo en ti es aterrador, en ciertos aspectos, en la mayoría, en el buen sentido.
El beso de él fue el más ligero roce de labios sobre su mejilla, pero lo sintió alojarse directamente en su corazón.
─¿Por qué iba a darte miedo? Eres la otra mitad de mi alma. ─Parecía asombrado.
Sintió el alocado impulso de borrar las líneas fruncidas de su ceño, pero se resistió, cerrando los dedos con fuerza.
─No lo entenderías. ─Porque ella no se sentía en absoluto atraída por los hombres, no así. No tanto que deseara hacer todo, cualquier cosa que él le pidiera. No tanto que no pudiera respirar o pensar de tanto desearle. Le gustaba su vida tranquila y controlada. No era en lo más mínimo aventurera, ni dentro ni fuera de la cama. Era… bueno… simplemente MaryAnn, con los pies firmemente plantados en el suelo. No se permitía fantasías salvajes. Ni obsesiones, y Manolito indudablemente estaba catalogado como obsesión.
Manolito deslizó los brazos a su alrededor.
Solo tienes que hablarme de tus miedos, ainaak sivamet jutta, y yo encontraré la forma de tranquilizarte. Te sacaré de aquí. Tenemos que hacerlo rápidamente, ya que el sol se alza. Cuando nuestros cuerpos están en el reino de los vivos y nuestras almas en el valle de las tinieblas, es difícil protegernos a nosotros mismos en plena selva.
─Entonces, llévanos a tu casa. Si estamos allí, no tendremos que preocuparnos tanto de que algo ataque nuestros cuerpos.
─Debemos acudir a la tierra. La tierra más rica es la terra preta. Mejor quedarse aquí donde la tierra tiene posibilidad de rejuvenecernos.
El corazón le golpeó ruidosamente en el pecho.
─No soy cárpato. No acudo a la tierra. Moriré si la tierra me cubre. Mi corazón no se detiene como el vuestro. Por favor, créeme, no soy cárpato.
Manolito se frotó el puente de la nariz y la evaluó a través de sus largas pestañas.
─Sé que sientes nuestra conexión. Puedo leer tus pensamientos la mayor parte del tiempo, no porque invada tu privacidad, sino porque los estás proyectando hacia mí. ─Le lanzó una pequeña sonrisa sesgada─. Intentas reconfortarme. Puedo sentir tu energía envolviéndome con cálidos brazos y acariciándome, asegurándome que todo irá bien.
Estaba tan cerca, todo lo que tenía que hacer era inclinarse y besar esa boca pecaminosamente sensual. Era pura tentación sentado ahí mismo, en medio del peligro y el misterio. Una malvada y sorprendente tentación. Y no pudo resistirse. MaryAnn se presionó contra él, cruzando los escasos centímetros que los separaban hasta que sus labios se rozaron. Sólo una vez. Un lento saborear. Porque si iba a morir, o a quedarse en el infierno, bien podía saborear el cielo ya que estaba en ello.
La rodeó con sus brazos, y la tierra cayó en picado junto con su estómago. La boca de él simplemente tomó la suya. No sabía que alguien pudiera besar así. Saboreó la adicción y el deseo. Saboreó el hambre y la mordedura cruda y carnal del sexo. Por un momento, de terrible y puro éxtasis, pensó que podría estar a punto de tener un orgasmo sólo por su beso.
No puedo respirar. No le importaba que él supiera lo mucho que le deseaba. Todo le dolía, anhelante. Por todas partes. No había ni una sola célula de su cuerpo que no fuera consciente de él, consciente de desearle… no… de necesitarle. En ese momento supo que ningún otro podría satisfacerla. Anhelaría el sabor de este hombre, su tacto, su cara y cuerpo, incluso su maliciosa sonrisa. Soñaría con él y yacería despierta por la noche deseándole. Fuera una aterradora certeza de que su vida ya no le pertenecía y de que con él, tenía muy poco control.
─Calma, sivamet, estás en buenas manos.
Su voz era hipnotizadora, tan sexy como su boca. Extrañamente, no estaba aprovechándose; en vez de eso, la abrazaba y sostenía protectoramente, como si supiera que su reacción desinhibida y abrumadora hacia él la asustaba.
─Estoy totalmente perdida contigo, ─admitió MaryAnn. Intentaba respirar, no hiperventilar, pero no podía hacer que sus pulmones funcionaran. Si fuera posible, creía que podía realmente estar experimentando un ataque de pánico por un beso. La tranquila e imperturbable MaryAnn estaba perdiendo el control por un hombre, y ni siquiera había una hermana cerca con la que hablar. Estaba totalmente fuera de su mundo aquí.
─No, no eres tú, ─dijo él, la gentileza de su voz le susurró sobre la piel. La besó de nuevo, exhalando aire a sus pulmones─. Los dos estamos en una situación poco habitual.
Deseó reír ante la declaración, pero estaba demasiado cerca de las lágrimas. No por el peligro, sino por este hombre que tenía que estar con alguna glamurosa estrella de cine o una modelo y que la estaba mirando como si sólo tuviera ojos para ella. No se atrevió a volver a hablar de ello.
Alzando la barbilla, rozó su boca sensual una última vez y tomó un profundo aliento.
─Intentemos volver a la casa. Deberíamos estar a salvo allí. Riordan y Juliette tienen que ir a la tierra como tú, pero Juliette me dijo que su hermana y su prima utilizan la casa durante el día cuando no hay nadie allí. Las tres juntas, deberíamos estar a salvo. Los vampiros no pueden salir de día, ¿verdad?
─No, pero con frecuencia utilizan marionetas que hacen el trabajo sucio por ellos. Los hombres jaguar han sido contaminados por su mal.
─¿Cómo lo sabes? ─MaryAnn lanzó una cautelosa mirada alrededor, consciente de que todo el rato que Manolito la había estado besando, abrazándola y reconfortándola, calmándola, también había estado explorando en busca de enemigos. No iba a ser capaz de resistir que le hiciera el amor si alguna vez se ponía en serio a ello, pero realmente, realmente deseaba tener la oportunidad de intentarlo.
─Conocí a uno de ellos, Luiz, no muy lejos de aquí. Me atacó. Cuando me extendí hacia su mente para calmarle, supe que el vampiro le había estado influenciando. En realidad no era mal hombre en absoluto. En otras circunstancias, quizás podríamos haber sido amigos.
─Sentí como te atacaba. Intenté detenerlo, ─admitió ella─. ¿Qué te hizo? ─Frunció el ceño─. Quería matarte.
─Fue muy valiente por tu parte intentar intervenir, aunque nunca debes colocarte a ti misma en peligro. Confía en que yo cuide de nosotros. ─La había sentido, por un momento, de pie entre el felino que saltaba y él, y había cerrado su mente de golpe para evitarle ningún daño, pero se había sentido orgulloso de ella y, sobre todo, parte de ella─. Unos pocos arañazos es todo lo que pudo conseguir.
Se alzó la camisa para mostrar el estómago absolutamente musculoso. MaryAnn se humedeció los labios.
─No creo que los hombres estén en realidad constituidos como tú, ─barbotó y después se cubrió la cara con una mano. Él le estaba sujetando la otra o habría usado esa también.
Era demasiado superficial. Eso era. Superficial. Porque tenía una fijación con sus ondulantes músculos, ¿y cómo podía no notar el impresionante bulto de sus vaqueros? Él ni siquiera intentaba ocultarlo. Debería estar pensando en heridas y en "oh, no" y "¿estás bien?". Pero no, estaba pensando en arrancarle la ropa y darse el lote con él. No siempre había sido superficial, o quizás era la extraña tierra de sombras en la que parecían estar. Pero ya que estaba en ello, bien podía llegar hasta el final. Bajó la mirada a sus, una vez, hermosas botas. Quizás necesitara unos tacones altos y un buen látigo para controlarse a sí misma… o a él.
─Estoy leyendo tu mente otra vez. ─Había diversión masculina en su voz.
─Muy bien. Intenta encontrarle algún sentido a esto, porque a mi no me va muy bien. ¿Estás bien? ─Ahí estaba. Eso era indudablemente apropiado. Un poco lento en llegar, pero lo había soltado.
La selva les rodeaba, el agua todavía manaba de las rocas y fluía en ríos. Todo parecía igual, pero diferente. Más pútrido. Mucho más aterrador y extrañamente inmóvil. Antes, cuando había entrado por primera vez en la selva, había notado que era más silenciosa de lo que había creído que sería, pero al caminar, había empezado a oír las chicharras y otros insectos, los chillidos de los pájaros, y el viento y la lluvia en la canopia. Después de un tiempo, la selva había parecido ruidosa y llena de ocupantes, así que no se había sentido tan sola. Ahora parecía menos vívida, apagada y oscura, no tan viva, y amenazadoramente tranquila.
Las serpientes reptaban por el suelo de la selva y se enroscaban sobre ramas retorcidas. Gusanos, sanguijuelas y arañas hacían que la vegetación se contorsionara y moviera como si estuviera viva. Los escarabajos eran grandes, con gruesos y duros caparazones, y los mosquitos siempre presentes, en su búsqueda interminable de sangre. Las flores emitían una fragancia pútrida, y el olor a muerte parecía aferrarse a todo. Pero algunas veces, cuando parpadeaba rápidamente, o pensaba en Manolito y en lo guapo que era, la selva volvía a mostrar vibrantes colores. No tenía sentido, pero le daba esperanza de que sólo con un poco de tiempo, podría desentrañar el secreto que les sacaría a ambos de las sombras.
─Llévame de vuelta a la casa. ¿Puedes encontrar el camino?
─No quiero atraer el peligro hacia los otros.
─Si un vampiro anda rondando por el vecindario, supongo que lo sabe todo sobre los otros. En el número hay seguridad, especialmente si tú no vas a estar con nosotras. ─La idea de que la dejara sola provocó un pánico instantáneo. Su garganta se hinchó hasta que el aire a penas pudo llegar a sus pulmones, pero se negó a ceder al miedo. Él era cárpato y ella humana…
MaryAnn se quedó rígida.
─Espera un minuto. Espera un minuto. ─Alzó ambas manos, con las palmas hacia afuera como si pudiera bloquear la información que fluía hacia ella─. ¿Tomaste mi sangre?
─Por supuesto.
Ahí estaba otra vez ese asombro, como si quizás ella no fuera tan brillante como él había esperado.
─Y crees que soy la otra mitad de tu alma. Destiny me dijo que en vuestra sociedad el hombre puede casarse con la mujer sin su consentimiento y unirlos. ¿Es eso cierto? ¿Has hecho eso con nosotros?
─Por supuesto.
MaryAnn se frotó la cara con una mano. Sentía una sensación pesada en el fondo del estómago.
─¿Cuántas veces hay que hacerlo para convertir a una persona en cárpato?
─Se requieren tres intercambios de sangre si no son ya cárpatos.
Se mordió con fuerza el extremo del pulgar, la memoria volvía a ella. Bajó la mirada a su uña… la que se había roto antes en la selva. Había crecido hasta alcanzar la longitud de las otras y algo más. Todas sus uñas habían crecido. Algunas veces esto era un problema. Se las cortaba con frecuencia, pero no a diario. Quizás la sangre cárpato aceleraba el crecimiento.
─¿Cuántas veces has intercambiado sangre conmigo?
Se deslizó la palma sobre la marca del pecho. Todavía latía y ardía como si su boca estuviera sobre ella. ¿Por qué podía imaginárselo de repente? ¿Por qué estaba tan segura de que su boca había estado allí? ¿Por qué podía sentir su boca, quemando como un hierro de marcar, contra su piel cuando sus labios nunca habían estado allí? No piel con piel. La había besado, deslizado su boca sobre la de ella; aún así tenía un punto cálido y húmedo sobre el casi inexistente encaje de su sujetador. Por muy sexy que hubiera sido, no había sido su boca sobre la piel, ¿así que por qué el recuerdo era de repente tan fuerte?
─Imagino que muchas veces.
Ella inhaló bruscamente.
─En realidad no lo sabes, ¿verdad? Manolito, si tú no lo sabes, y yo no lo sé, podríamos tener un auténtico problema. Yo no soy cárpato. Nací en Seatle. Fui a la escuela allí y después a Berkeley, en California. Si es cierto que has intercambiado sangre conmigo, sé que no he pasado por la conversión. Lo sabría si hubiera dormido en la tierra. Todavía soy sólo yo.
─Eso no puede ser. Recuerdo haber tomado tu sangre, habernos unido. Eres parte de mí. No puede haber error.
MaryAnn abrió su mente y los recuerdos que tenía de él.
─Te decía la verdad cuando dije que no nos conocíamos. Es cierto que te vi en una fiesta en las Montañas de los Cárpatos, pero nunca nos presentaron formalmente. Me siento físicamente atraída, pero no te conozco en absoluto. ─Vale, una atracción física salvaje, pero esto iba en serio y ella podía superarla… esperaba. Todo estaba encajando en su lugar. Las cosas que Riordan y Juliette le habían dicho empezaban a tener sentido. Su corazón tronó con fuerza.
Manolito guardó silencio, evaluando sus recuerdos, demorándose un poco en el que encontró de un hombre irrumpiendo en su casa y atacándola. Sintió como se alargaban sus afilados dientes y el demonio de su interior rugía buscando liberarse. Muy cuidadosamente, ocultó su reacción. Ella ya tenía suficiente, y si de algún modo la había traído a este estilo de vida sin su conocimiento… o el suyo… rabiar como deseaba, porque no siempre había estado a salvo sólo empeoraría las cosas.
─¿Si lo que dices es cierto, MaryAnn, como es que somos compañeros? Pronunciar las palabras rituales no puede conectar a dos personas que no están echas la una para la otra. Podría decírselas a cada mujer que conociera, pero eso no me haría ningún bien.
─Quizás cometiste un error, ─aventuró─. Quizás no estamos realmente conectados.
─Veo en color. Siento emociones. No puedo pensar en ninguna otra mujer excepto en ti. No deseo a ninguna otra mujer. Reconozco tu alma. Somos compañeros. ─Su voz fuera firme, no admitía discusión.
MaryAnn no tenía argumentos. Aunque era verdad que no lo sabía todo de la forma de vida de los cárpatos, sabía lo suficiente como para ver que la posibilidad era fuerte. A juzgar por su reacción a él solamente, tenía que admitir que era probable.
─Vale. Digamos que somos compañeros, Manolito. Dijiste que me habías agraviado de alguna forma y que por eso estabas atrapado aquí. ¿Por qué crees eso?
El pulgar de él se deslizaba por el dorso de su mano, dejando pequeñas caricias sobre la sedosa y tersa piel. Inclinó la cabeza para mordisquearle la yema del pulgar mientras pensaba en ello, el gesto fue automático, sexy, calentándola con facilidad.
─Sentía como si estuviera siendo juzgado por algo que te había hecho. Debería saber si te he hecho algo malo.
─Yo debería saberlo también, ─concedió ella, intentando no reaccionar a la sensación de sus dientes arañándole eróticamente el pulgar. ¿Cómo algo tan pequeño podía sentirse en el fondo de su estómago? No había forma de que pudiera dejar nunca que este hombre la tocara en un dormitorio. Nunca sobreviviría.
─Estoy leyendo tu mente de nuevo.
─Lo haces mucho. ─No iba a disculparse─. Deja de ser tan sexy. Estoy intentando pensar. Uno de nosotros tiene que sacarnos de aquí. ─Le lanzó una mirada fulminante bajo los párpados, pero él solo le sonrió, una sonrisa que provocó que látigos de deseo recorrieran su cuerpo tan fácilmente como su mano acariciadora. Estaba en problemas. Grandes problemas. Resoplando por lo bajo, apartó su mirada de la de él, decidida a encontrar una forma de liberarlos.
─Ese podría ser el agravio, Manolito, el que nos unieras y tomaras mi sangre sin mi conocimiento no debe estar bien según los estándares de nadie. Quizás tengas que sentir remordimientos para sacarnos de aquí.
─Puedo decir que lamento haber reclamado a mi compañera, pero no sería cierto.
Ella suspiró.
─No estás poniendo mucho espíritu en ello exactamente. Si queremos salir de este mundo de sombras y me has agraviado de algún modo, ¿no deberíamos averiguar qué hiciste?
─La equivocación no pudo ser unirnos. Es un acto natural para los hombres de los cárpatos. Lo malo hubiera sido no unir nuestras almas. Me hubiera convertido en vampiro y tú tarde o temprano hubieras muerto de pena.
MaryAnn resopló.
─¿De pena? Ni siquiera te conozco. ─Pero se había acongojado por él. Llorado por él. Había estado clínicamente depresiva y ahora se sentía caliente y ardiente e hilarante a pesar del hecho de estar rodeada de ghouls, insectos y arañas del tamaño de platos de cena. Intentó de nuevo hacerle entrar en razón─. ¿Y si hubiera estado casada? Ni siquiera esperaste a averiguarlo. Podría haberlo estado. ─Porque un montón de hombres creían que no estaba nada mal.
Los dedos de él se cerraron alrededor de los de ella y diminutas llamas saltaron en sus ojos.
─Solo hay un hombre para ti.
─Bueno quizás llegaras tarde. La cuestión es, que podría haber estado casada. Tenía una vida antes de que llegaras y me gustaba. Nadie tiene derecho a poner la vida de otro patas arriba sin el consentimiento de esa persona. ─Se obligó a mirarle a los ojos─. No te amo.
Los ojos de él eran muy negros, calor líquido, volviéndola del revés y robándole la razón junto con la capacidad de respirar.
─Puede ser, ainaak enyem, pero eso puede cambiar. Eres mi compañera, la otra mitad de mi alma, como yo soy la tuya. Estamos destinados a estar juntos. Debo encontrar una forma de hacer que te enamores de mí. ─Se inclinó más cerca, haciendo que sintiera la calidez de su aliento sobre la piel, haciendo que cuando le susurró, sintiera el roce de sus labios, suaves, firmes y tentadores, sobre los de ella─. Pierde cuidado, päläfertül, concentraré toda mi atención en esa dirección.
Su corazón se volvió loco, palpitando y corriendo tan fuerte que pensó que sufriría un ataque al corazón.
─Eres letal. Y además lo sabes, ¿verdad? ¿Hubo otras mujeres? Quizás ese es tu gran error. ─Y la idea la hizo rechinar los dientes, aunque fuera una tontería. Él no la había conocido, todavía no, pero la razón no parecía tener nada que ver con sus emociones. Esa extraña y salvaje cosa oculta profundamente en su interior empezaba a despertar y estirarse, arañando con afiladas garras hacia el interior de su barriga.
Horrorizada, MaryAnn se levantó de un salto, recuperando de un tirón su mano. Estaba aceptando todo esto sin más. El inexistente mundo de sombras. La compañera de un hombre al que no conocía. Una especie que trataba con vampiros y magos. Nada tenía sentido en este mundo, y no quería estar en él. Quería estar en Seattle, donde la lluvia caía para limpiar el aire y el mundo estaba bien.
MaryAnn sintió los dedos contenedores de Manolito rodear su muñeca, sorprendiéndose cuando bajó la mirada hacia la mano, era gris. Parpadeó. A su alrededor, la selva era vívida y luminosa, los colores eran tan brillantes que casi dañaban los ojos. El sonido la golpeó entonces, el zumbido continuo de insectos, el roce de hojas y el movimiento de animales a través de la maleza al igual que en la canopia de arriba. Tragó con fuerza y miró alrededor. El agua era pura y limpia, y se precipitaban con suficiente fuerza como para sonar como un trueno.
Extendió la mano hacia Manolito, aferrándole, temiendo perderle. Su figura parecía bastante sólida, pero algo no iba bien con su respuesta, como si parte de él estuviera ocupada en otra cosa.
─Creo que acabo de hacer algo.
─Has vuelto completamente a donde perteneces ─dijo Manolito, con alivio en la voz─. Tenemos que ponerte a salvo antes de que salga el sol. Puede que no seas cárpato, MaryAnn, pero con al menos dos intercambios de sangre, sufrirás los efectos del sol.
─Dime qué está pasando. ─No le había gustado el otro mundo, pero estar sola en este era aterrador─. No quiero separarme de ti.
La ansiedad en su voz hizo que a Manolito le diera un vuelco el corazón.
─Nunca te abandonaría, especialmente cuando el peligro nos rodea. Puedo protegerte completamente incluso con mi espíritu atrapado en este mundo.
─¿Y si yo no puedo protegerte a ti? ─preguntó ella, sus ojos oscuros estaban llenos de ansiedad.
Manolito la acercó con un tirón para intentar consolarla. Cuando lo hacía, la tierra bajo él se hinchó y una enorme planta estalló a través del suelo cerca de sus pies. Unos tentáculos reptaron por la tierra, buscando mientras la vulva de en medio se abría y una boca abierta de par en par revelaba un grupo de tentáculos coronados de estigmas venenosos y ventosas pegajosas ondeaban hacia él, intentando tocar su piel.
─Vigila el suelo, MaryAnn, ─advirtió, rodeándola con sus brazos y saltando hacia atrás. Aterrizó a tres metros de la ansiosa planta, explorando rápidamente para captar signos del enemigo. Sus sentidos no funcionaban muy bien en el mundo de sombras, pero temía que lo que fuera que le ocurriera aquí pudiera ser un reflejo de lo que ocurría en el otro mundo.
─¿Qué pasa? ─Examinó el suelo con ojos avizores, su visión se agudizó tanto que casi sintió como si estuviera viendo de una forma completamente distinta. Podía ver a Manolito, pero fuera lo que fuera lo que le atacaba en ese otro mundo ella no podía enfocarlo. Lo veía como una sombra nebulosa, algo de pesadilla, insustancial y extraño. Los brazos de él se desvanecían, como si estuviera siendo empujado más y más al interior del otro mundo.
─¡No me dejes! ─Intentó aferrar su camisa, pero le sintió soltar su mente. Ni siquiera había sabido que estaba allí, pero una vez ya no estaba, su figura se volvió casi transparente.
─No puedo permitir que te pongas en peligro. No sabemos que puede ocurrir en este reino. Estarás más a salvo donde estás mientras me ocupo de esto.
─¿Qué es "esto"? ─chilló, llamándole, implorándole, pero se había ido, no era más que una sombra vacilante que entraba y salía de entre los arbustos, hasta que desapareció y se quedó sola.
Temerosa, con la boca seca y el corazón palpitante, MaryAnn miró a su alrededor. No importaba lo mucho que deseara que desapareciera, la selva la rodeaba. Tragó con fuerza y retrocedió unos pocos pasos más, sus talones se hundieron en agua enlodada. Hojas y vegetación acuática ocultaban un canal superficial que accidentalmente había pisado. Había agua y barro por todas partes.
La lluvia caía a cántaros, abriéndose paso a través de la canopia para sazonar el suelo selvático. Las hojas susurraban y algo se movía en el agua. Cerró los dedos firmemente alrededor del bote de spray de pimienta y lo sacó de un tirón del cinturón.
─Gran momento para desaparecer, ─susurró en voz alta, girando en círculos, intentando ver a su alrededor.
La rama sobre ella se sacudió e inclinó la cabeza para mirar hacia arriba. Pudo ver a una serpiente devolviéndole la mirada a través de las hojas. Juraría que la sangre se le congeló en las venas. Por un momento no pudo moverse, mirando fijamente a esa cosa, hipnotizada. Un fuerte tirón en el tobillo la devolvió a la realidad. Unos dientes la mordían a través de la bota llegando a la piel. Jadeó, intentando instintivamente sacar la bota del agua, pero una serpiente con una cabeza enorme la retenía mientras su largo y grueso cuerpo se le enroscaba alrededor del cuerpo impidiendo que se moviera.
Gritó. Fue puro terror, una acción irreflexiva que no hubiera podido evitar ni de haber querido. Ni en su ensoñación más salvaje, había sido nunca atacada por una anaconda de cien libras. Intentó frenéticamente llegar a la cabeza, esperando tener una oportunidad si la rociaba con el spray de pimienta, pero el cuerpo parecía interminable, sin cabeza o cola.
Ya podía sentirla aplastando sus huesos. El pánico no andaba muy lejos, y profundamente en su interior, el salvajismo que mantenía tan firmemente contenido empezaba una vez más a desplegarse.
─¡Aguanta! No luches. ─ La orden fue aguda, la voz desconocida.
MaryAnn aferró el spray de pimienta y obligó a su cuerpo a abandonar la lucha. Una mano con un cuchillo de aspecto malvado surgió a la vista. El dolor la atravesó como una lanza, cuando los diente apretaron buscando un mejor agarre de su tobillo. Las anacondas no masticaban, sino que sujetaban a su presa mientras sus musculosos cuerpos aplastaban, y esta no iba a rendirse con facilidad.
Vio la mano acuchillar una y otra vez. La serpiente cayó al suelo y MaryAnn salió a gatas del agua, arrastrando el talón de lado para que la pierna lo le fallara mientras huía lejos de la serpiente. Se cogió al tronco de un árbol, abrazándolo con fuerza, respirando profundamente para intentar calmar el pánico.
─¿Qué estás haciendo aquí? ¿Estás perdida?
Se giró para encontrar a un hombre sacando tranquilamente unos vaqueros de una pequeña mochila que llevaba alrededor del cuello. Estaba totalmente desnudo. Su cuerpo era fuerte, musculoso, con cicatrices aquí y allí. Se mordió el labio con fuerza, la urgencia de reír o de llorar era muy fuerte.
─Podrías llamarlo así. ─Para variar, era musculoso. Tenía una cara fuerte, y a pesar de que se había puesto los vaqueros, podía ver que estaba bien dotado─. ¿Y tú sueles caminar por la selva desnudo?
─Algunas veces, ─admitió él, sus ojos serios la estudiaban, a ella y al bote de spray que tenía en el puño─. Te sugiero que te quedes fuera de ríos y canales. Las anacondas, los jaguares y otros depredadores patrullan por ahí.
─Gracias por el consejo. No lo había notado. Esas serpientes no son venenosas, ¿verdad? Porque me mordió.
─No, el peligro es la infección. Déjame echar un vistazo.
MaryAnn inhaló agudamente, todo en ella se rebelaba contra la idea de que el hombre la tocara. Sacudiendo la cabeza, retrocedió.
─Gracias, pero no. Tengo una crema antibiótica que puedo usar.
Él estudió su cara largo tiempo, tan cauteloso como ella.
─Esta isla es propiedad privada. ¿Quién te ha traído aquí?
─Me hospedo con la familia De la Cruz. Manolito está por aquí en alguna parte.─No quería que pensara que estaba sola.
Las cejas de él se dispararon hacia arriba.
─No tiene sentido que te haya dejado, ni siquiera durante un minuto.
La preocupación en su voz le provocó una pequeña sensación de tranquilidad.
─¿Conoces a Manolito?
─Le conocí antes, esta noche. El amanecer se aproxima, y muchos animales cazan junto a las riberas al amanecer. Déjame llevarte de vuelta a la casa, y Manolito nos seguirá cuando pueda.
MaryAnn buscó en las sombras a Manolito. No podía tocar su mente ni sentirle en absoluto, y mucho menos verle. ¿Dónde estás? No quiero dejarte. Se extendió pero sólo encontró un negro vacío.
Si su rescatador corría desnudo por la selva y había conocido a Manolito esa noche, había muchas posibilidades de que fuera un hombre jaguar, la hermana pequeña de Juliette había sido capturada y atacada brutalmente por los hombres de la raza jaguar. MaryAnn aferró firmemente el bote de spray de pimienta. Nunca encontraría el camino de salida de la selva, y la aterraba quedarse sola, pero no podía abandonar a Manolito, especialmente cuando sabía que algo le pasaba, y temía confiar en este hombre.
─Soy Luiz, ─dijo él simplemente, obviamente leyendo su intranquilidad. Manolito me ha prestado un gran servicio hoy. Simplemente le estoy devolviendo el favor.
─No quiero que vuelva y vea que me he ido. Se preocuparía. ─No quería que la única persona que había allí… humano o no… la dejara sola. No podía mirar al cuerpo de la serpiente. No había querido hacerle daño, pero tampoco morir aquí. Ser consumida por una anaconda no estaba en su lista de formas favoritas de pasar al otro barrio.
─Los hombres de los cárpatos se preocupan por muy poco, ─dijo Luiz─. Ven conmigo. No puedes quedarte sola. Si quieres, puedes llevar tú el cuchillo.
MaryAnn suspiró. Llevar el cuchillo significaba acercarse lo suficiente a él como para que se lo diera. También significaba que podría apuñalarle realmente con él si veía que hacía un movimiento en falso, y definitivamente se oponía a esa idea.
─Quédatelo. ─Tenía el spray de pimienta y no temía usarlo.
Él le sonrió.
─Eres una mujer muy valiente.
MaryAnn se las arregló para soltar una risita.
─Estoy temblando en mi par favorito de botas. No creo que valiente sea la palabra que yo usaría. Estúpida. Estaría a salvo en Seattle si no fuera la clase de idiota de salvemos-el-mundo que suelo ser.
El hombre empezó a bajar por un sendero casi inexistente. Podía ver que había sido utilizado por un animal. Tomando un profundo aliento, siguió adelante, alzando una silenciosa plegaria porque Manolito la encontrara pronto. Quizás si iba a donde estaban Riordan y Juliette, ellos podría encontrar de nuevo a Manolito y ayudarle.
Luiz se volvió para mírala.
─¿Puedes caminar con el tacón del zapato roto? Puedo cortártelos.
Eso era un sacrilegio. La había salvado de la serpiente, pero se merecía el spray de pimienta por contemplar siquiera el cortar los tacones de sus botas favoritas. No era demasiado tarde para rescatarlas.
─No, gracias. ─Se mantuvo cortés, porque tenía que estar tocado de la cabeza para que se le ocurriera una acción tan oscura.
Caminaron en silencio durante unos minutos, MaryAnn intentando evitar que su mente se desviara hacia Manolito. Era difícil. Parte de ella quería apresurarse a volver adonde le había dejado y esperar hasta que volviera. Parte de ella estaba enfadada con él por abandonarla, y otra parte… la más grande… estaba aterrada por él.
─¿Por qué nos siguen las ranas? ─preguntó Luiz.
─¿Ranas arbóreas? ─MaryAnn se mordió el labio y miró alrededor, espiando a través de las pestañas, esperando que el hombre jaguar estuviera equivocado─. No tengo ni idea. ─Lanzó un rápido vistazo a los árboles. Seguro, las ranas saltaban desde las raíces y ramas, de tronco en tronco.
─Parecen estar siguiéndote.
─¿De verdad? ─Intentó sonar inocente incluso mientras siseaba hacia las ranas, gesticulando con los brazos para que volvieran atrás─. Debes estar equivocado. Probablemente estén emigrando en la misma dirección en la que vamos nosotros. ─¿Las ranas migraban? Quizás esos fueran los gansos. Las criaturas de la selva eran complicadas. Miró fijamente hacia los anfibios brillantemente coloreados. Continuaban saltando alegremente junto a ella.
─Congregas a una multitud. ─Él sonaba divertido mientras echaba cortésmente los arbustos hacia atrás para que ella pudiera avanzar libremente por el sendero. Alzaba continuamente la cara para olisquear el aire en todas direcciones.
─Quizás se sienten atraídos por mi perfume. ─¿Qué parte de "largáos" no entendéis? Me estáis haciendo quedar mal. Intentó la telepatía mente a mente, esperando que algunas de las habilidades psíquicas de Juliette y Riordan realmente se le hubieran pegado, pero las ranas ignoraron sus quejas.
─¿Puedes caminar más rápido? ─preguntó Luiz.
No parecía nervioso. De hecho parecía muy firme, pero ella tenía el presentimiento de que estaba esperando problemas, explorando la canopia de arriba y observando el camino detrás. Los monos empezaron a chillar y lanzar hojas y ramas. Luiz alzó la mano y le señaló que se quedara callada.
Los mosquitos zumbaban junto a su cara, y sacó tranquilamente el spray para bichos y roció liberalmente el aire a su alrededor.
Luiz se giró, su nariz se arrugó.
─No hagas eso.
─Los mosquitos me pican por todas partes.
─Ese apestoso hedor entorpece mi capacidad de captar olores. Necesito saber a que es probable que nos estemos enfrentando.
Vale. Eso sonaba amenazador, y francamente, estaba cansada de tener miedo. Ya había bastante de lo que asustarse sin que un amigo te lo adornara más. Suspiró y devolvió a su lugar el spray para bichos, recurriendo a golpear a los insectos con una mano y mantener la posesión del spray de pimienta con la otra.
Saldría que aquí en el momento en que pudiera conseguir un teléfono. Bueno, después de asegurarse de que Manolito estaba bien. Estaba empezando a sentirse enferma de preocupación, y eso sólo hacía que se cabreara con él. Las lágrimas emborronaron su visión, y tropezó con una raíz retorcida en forma de serpiente, casi cayendo, extendió ambos brazos para sostenerse antes de acabar con la cara plantada en el barro… y eso le salvó la vida.
El enorme jaguar falló y golpeó el suelo a escasos centímetros de su cabeza. Gruñendo, se dio la vuelta, arañando hacia su cara con las garras, pero Luiz llegó primero, ya cambiando, su cara ensanchándose, el morro alargándose para acomodar los dientes. Los dos felinos chocaron, arañando y rasgando. La selva explotó en un frenesí de ruido.
Empujada más allá de su resistencia, MaryAnn se levantó de un salto, dio dos largas zancadas hacia el felino merodeador y dirigió un chorro de spray de pimienta directamente a los ojos y las ventanas nasales totalmente formados del jaguar. Soltó varias ráfagas cortas, la furia hacía temblar su mano, pero su puntería fue perfecta.
─Ya basta. Ya he tenido… tenido absolutamente suficiente de esta majadería de la jungla. Tal vez sea una mujer urbana, demonios, pero puedo con cualquier cosa que este horrible lugar me lance. ¡Sal de aquí ahora mismo! ─chilló a pleno pulmón, enviando otro chorro directamente a la cara del jaguar para asegurarse. La orden atravesó su cerebro y se disparó al aire mientras disparaba varios chorros cortos.
El jaguar se alejó corriendo como si le hubiera mordido. Luiz cayó sobre su trasero, con los vaqueros medio hechos trizas.
─¿Qué demonios ha sido eso?
─Spray de pimienta, ─dijo y se sentó junto a él, echándose a llorar.