La depresión clínica era un monstruo insidioso que se acercaba sigilosamente y se deslizaba sobre y dentro de una persona antes de que ésta tuviera oportunidad de ser consciente de ella y ponerse en guardia. MaryAnn Delaney se limpió las lágrimas que parecían no tener fin y que corrían por su cara mientras repasaba la lista de síntomas. Sensación de tristeza. Marca. Tal vez incluso doble marca.
Tristeza no era la palabra que utilizaría para describir el horrible y enorme vacío al que no parecía poder sobreponerse, pero estaba en el libro y tenía que añadirlo a la creciente lista de indicadores. Estaba tan increíblemente triste que no podía parar de llorar. Y podía poner una marca en "falta de apetito" porque la mera idea de comer la ponía enferma. No era capaz de dormir desde…
Cerró los ojos y gimió. Manolito de la Cruz era un desconocido. Apenas había hablado con ese hombre, aunque cuando había presenciado su muerte… su asesinato… se había roto silenciosamente en pedazos. Parecía estar más afligida que su familia. Sabía que ellos estaban desolados, pero no mostraron gran emoción en absoluto, y ciertamente no hablaban de él. Llevaron su cuerpo de vuelta en el mismo jet privado que habían utilizado para volver a su rancho en Brasil, pero no lo habían llevado a su hacienda.
En lugar de eso el avión había aterrizado… con ella dentro… en una isla tropical en algún lugar en mitad del río Amazonas. Y en vez de dar a Manolito un entierro adecuado, sus hermanos habían llevado el cuerpo a algún lugar sin revelar en la selva tropical. Ni siquiera podía salir a hurtadillas y visitar su tumba. ¿Qué ridículo y desesperado sonaba eso? Visitar la tumba de un desconocido a altas horas de la noche porque no podía superar su muerte.
¿Era la paranoia entrando también sigilosamente, o estaba en lo cierto al preocuparse por haber sido llevada a una isla que nadie había mencionado cuando había estado con su mejor amiga, Destiny, en las Montañas de los Cárpatos? Juliette y Riordan le habían pedido que acudiera para aconsejar a la hermana pequeña de Juliette, víctima de violencia sexual, y habían mencionado con frecuencia el rancho, pero nunca una casa de veraneo en una isla privada. La casa estaba rodeada por la espesa selva. Dudaba que pudiera encontrar el camino de vuelta a la pista de aterrizaje sin un mapa y un guía blandiendo un machete.
Era consejera, por el amor de Dios, pero no podía encontrar la disciplina necesaria para sobreponerse a la creciente desesperación y desconfianza, o a la horrible e inexplicable angustia por la muerte de Manolito. Necesitaba ayuda. Como consejera que era, lo sabía, pero la pena estaba creciendo y llenando su mente de peligrosas y aterradoras ideas. No quería levantarse de la cama. No quería explorar la opulenta casa o la exuberante selva. Ni siquiera quería volver al avión e irse a casa, a su amada ciudad de Seattle. Quería encontrar la tumba de Manolito de la Cruz y acurrucarse en ella junto a él.
¿Qué demonios pasaba con ella? Normalmente era una persona que creía en la filosofía del vaso medio lleno. Sin importar las circunstancias, siempre podía mirar a su alrededor y encontrar algo gracioso, hermoso o divertido de lo que disfrutar, pero desde la noche en que había acudido a la celebración de los cárpatos con Destiny, había estado tan deprimida que apenas podía funcionar.
Se las había arreglado para ocultarlo al principio. Todos estaban tan ocupados preparándose para abandonar las Montañas de los Cárpatos y volar a casa, que no habían notado su silencio. O si lo habían hecho, lo habían atribuido a la timidez. MaryAnn había estado de acuerdo en ir a Brasil con la esperanza de ayudar a la hermana pequeña de Juliette antes de que se diera cuenta del problema emocional en el que estaba metida. Debería haber dicho algo, pero siguió pensando que la tristeza remitiría. Había viajado con la familia De la Cruz en su jet privado. Y el ataúd. Ellos habían dormido en el avión, mientras viajaban durante el día, pero ella se había sentado sola junto al ataúd y había llorado. Había llorado tanto que su garganta estaba en carne viva y le ardían los ojos. No tenía sentido, pero no parecía poder detenerlo.
Un golpe en la puerta la sobresaltó, haciendo que su corazón saltara y comenzara a martillear. Tenía un trabajo que hacer y la familia De la Cruz esperaba que lo hiciera. La idea de intentar ayudar a otros, cuando no podía soportar la idea de salir de la cama, resultada aterradora.
– MaryAnn. -La voz de Juliette parecía desconcertada y un poco alarmada-. Abre la puerta. Riordan está conmigo y tenemos que hablar contigo.
No quería hablar con nadie. Probablemente Juliette había localizado a su hermana pequeña, quien por cierto todavía estaba escondida en la selva tropical. Cárpatos, vampiros y jaguares… a veces se sentía como Dorothy en El Mago de Oz.
– Todavía estoy soñolienta -mintió. No podría dormir aunque su vida dependiera de ello. Todo lo que podía hacer era llorar. Y estar asustada. Sin importar lo mucho que intentara expulsar su miedo y su recelo, las emociones no desaparecían.
Juliette sacudió el picaporte de la puerta.
– Siento interrumpir tu descanso, MaryAnn, pero esto es importante. Necesitamos hablar contigo.
MaryAnn dejó escapar el aliento. Era la segunda vez que Juliette había utilizado la palabra "necesitar". Definitivamente algo estaba pasando. Tenía que calmarse. Lavarse la cara. Cepillarse los dientes. Intentar dominar su cabello. Se enderezó, una vez más limpiando las lágrimas que corrían por su cara. Riordan y Juliette eran ambos cárpatos y podrían leerle la mente si quisieran, pero ella sabía que eso se consideraba de mala educación cuando se estaba bajo la protección de los cárpatos, y agradecía tal consideración.
– Un momento, Juliette, estaba durmiendo.
Sabrían que era una mentira. Podrían no leerle la mente, pero no podían evitar sentir las ondas de aflicción que manaban de ella y llenaban la casa.
Se tambaleó hacia el espejo y se miró fijamente a la cara con horror. No había modo de esconder la evidencia de las lágrimas. Y sin duda alguna no había remedio para su pelo. Era largo, lo bastante largo, si lo dejaba suelto, como para llegarle hasta la cintura, pero no había pensado en hacerse trenzas y la humedad había cargado su cabello más allá de toda ayuda. Estaba ridícula, su cabello indomable y sus ojos de un rojo brillante.
– MaryAnn. -Juliette manipuló el picaporte-. Lo siento, pero vamos a entrar. De verdad que es una emergencia.
MaryAnn inspiró profundamente y volvió a sentarse en el borde de la cama, desviando la cara mientras ellos atravesaban la puerta. No ayudaba que Juliette fuera hermosa, con sus ojos felinos y su cabello perfecto, o que Riordan, como sus hermanos, fuera alto, ancho de hombros y pecaminosamente apuesto. Estaba tan avergonzada, no sólo por el hecho de que su cabello hubiera crecido hasta convertirse en una masa del tamaño de una pelota de playa, sino porque no podía controlar el dolor que estaba amenazando su vida misma. Era una mujer fuerte, y nada tenía sentido desde que había presenciado la muerte de Manolito.
Juliette se deslizó a través de la habitación hasta la cama, su cuerpo compacto y grácil, su mirada concentrada y alerta, le recordaban a MaryAnn su linaje jaguar.
– MaryAnn, no estás bien.
MaryAnn intentó una sonrisa.
– Es sólo que he estado fuera de casa mucho tiempo. Soy más una chica de ciudad y todo esto es nuevo para mí.
– Cuándo estábamos en las Montañas de los Cárpatos, ¿conociste a mi hermano Manolito? -Riordan miró a MaryAnn con ojos fríos y calculadores.
MaryAnn sintió el empuje de su pregunta en la mente. Le había dado un empujón mental. Sus sospechas estaban bien sustentadas. Algo no iba bien. Sintió la sangre abandonar su cara. Había confiado en esta gente, y ahora estaba atrapada y era vulnerable. Ellos tenían poderes que pocos humanos podían comprender. Su boca se secó y apretó los labios, una mano revoloteó hacia su pecho donde un punto latía y ardía, mientras permanecía obstinadamente en silencio.
Juliette lanzó a su compañero una mirada represora.
– Es importante, MaryAnn. Manolito está en apuros y necesitamos información rápido. Riordan ama a su hermano y está usando un atajo, algo que resulta automático para nuestra especie, pero no muy respetuoso. Lo lamento.
MaryAnn parpadeó ante ella, las lágrimas la inundaban de nuevo a pesar de su resolución.
– Está muerto. Le vi morir. Y lo sentí, el veneno extendiéndose a través de él, el último aliento que tomó. Sé que está muerto. Oí a la gente decir que ni siquiera Gregori podía traerle de vuelta de la muerte. Y trajeron su cuerpo con nosotros en el avión. -Sólo decirlo en voz alta ya era difícil. No podía añadir, en un ataúd. No mientras sentía el corazón como una pesada piedra en el pecho.
– Somos cárpatos, MaryAnn, y no tan fáciles de matar.
– Le vi morir. Le sentí morir. -Había gritado. Profundamente en su interior, donde nadie podía oírla, había gritado su protesta, intentando mantenerle en este mundo. No sabía por qué un desconocido le importaba tanto, sólo que había sido tan noble, tan absolutamente heroico al insertar su cuerpo entre el peligro y una mujer embarazada. Más aún, había oído el rumor de que había hecho lo mismo por el príncipe de los Cárpatos. Sin importarle su propia protección, se había sacrificado por Mikhail Dubrinsky también. Y a ninguno de ellos parecía importarle. Se habían apresurado hacia la mujer embarazada, abandonando al guerrero caído.
Juliette lanzó a su compañero otra larga y elocuente mirada.
– ¿Sentiste morir a Manolito?
– Sí. -Su mano se movió hacia la garganta, y por un momento le fue difícil respirar-. Su último aliento. -Había estado en su garganta, en sus pulmones-. Y entonces su corazón dejó de latir. -Su propio corazón había vacilado en respuesta como si no pudiera latir sin que el de él marcara el ritmo. Se humedeció los labios con la lengua-. Murió y todos estaban más preocupados por la mujer embarazada. Ella parecía muy importante, pero él murió. No os entiendo a ninguno. Ni a este lugar. -Se echó hacia atrás la salvaje masa de pelo y se meció suavemente-. Tengo que irme a casa. Sé que dije que trabajaría con tu hermana, pero el calor me está poniendo enferma.
– No creo que sea el calor, MaryAnn -objetó Juliette-. Creo que estás teniendo una reacción a lo que le pasó a Manolito. Estás deprimida y afligida, aunque apenas le conocías.
– Eso no tiene sentido.
Juliette suspiró.
– Sé que no lo parece, pero ¿estuviste alguna vez a solas con él?
MaryAnn negó con la cabeza.
– Le vi unas pocas veces entre la multitud. -Era tan apuesto, habría sido imposible no notarlo. Se consideraba a sí misma una mujer muy sensible, pero ese hombre le había robado el aliento. Incluso se había dado a sí misma un golpe bajo verbal cuando se había dado cuenta de que le estaba mirando embobada como una adolescente. Sabía que los Cárpatos sólo tenían una pareja. Él podía haberla utilizado para alimentarse, pero más allá de eso, no había esperanza de nada más.
En cualquier caso, ella no podría vivir con un hombre como Manolito de la Cruz. Era despótico y arrogante, un antiguo macho cárpato influenciado del peor modo Neandertal posible por siglos de vivir en Sudamérica. Ella, por otro lado, era una mujer muy independiente criada en una familia de clase media-alta en los Estados Unidos. Y había visto demasiadas mujeres maltratadas para considerar siquiera el estar con un hombre que tenía una actitud dominante hacia las mujeres. Pero aun sabiendo todo eso, aun sabiendo que Manolito de la Cruz era el último hombre en el mundo con el que alguna vez pudiera tener una relación, todavía le había mirado.
– ¿Nunca estuviste a solas con él? ¿Ni siquiera por un corto período de tiempo?-preguntó Juliette, esta vez mirándola a los ojos.
MaryAnn podía ver diminutas llamas en las profundidades de aquellos ojos turquesa. Ojos de gata. Una cazadora dentro del cuerpo de una hermosa mujer. Tras Juliette estaba de pie su compañero, y nada en absoluto podía ocultar al depredador en él.
MaryAnn sintió un duro “empujón”, no de Juliette, sino de Riordan, una vez más presionando para conseguir traspasar sus barreras naturales y encontrar sus recuerdos.
– ¡Para! -dijo, con voz agudizada por una súbita ira-. Quiero irme a casa. -No confiaba en ninguno de ellos.
Miró a su alrededor, a la opulenta riqueza, y supo que se encontraba en una trampa de seda. Apenas podía funcionar por el terror.
– No puedo respirar. -Pasó junto a Juliette y fue tambaleándose hacia el baño. Podía ver al asesino en ambos, monstruos al acecho bajo la fachada tranquila y civilizada. Habían jurado protegerla, pero la habían traído a un lugar de calor y opresión, lejos de toda ayuda posible, y ahora la estaban acosando. Necesitaba ayuda y todo el mundo estaba demasiado lejos.
Juliette levantó la mano, un ceño se acomodó en su cara.
La estamos asustando, Riordan. Deja de empujarla. Escucha su corazón. Está muy asustada, más allá de lo que sería normal. ¿Es posible que lo que quiera que esté afectando a Manolito la esté afectando también a ella?
Riordan guardó silencio un momento. MaryAnn siempre le había parecido una mujer fuerte y valiente. Aunque no la conocía muy bien, ahora parecía estar actuando de un modo nada típico en ella.
Si es su compañera, puede ser. ¿Pero, cómo puede ser su compañera? ¿Por qué no hizo su reclamo y la colocó bajo la protección de nuestra familia? No tiene sentido, Juliette. No debería haberse alzado. Gregori le inmovilizó en la tierra, y cuando le trajimos a casa, le llevamos al terreno más rico de la selva tropical y Zacharías se aseguró de que permaneciera en la tierra. No conozco a nadie más poderoso. ¿Cómo es posible que Manolito se alzara antes de su hora?
¿Puede el vínculo entre compañeros anular una orden vinculante del sanador o del cabeza de nuestra familia?
Riordan se frotó la barbilla. La verdad era que no lo sabía.
Bueno, ella está asustada de muerte y nosotros tenemos que hacer algo. Juliette tomó un profundo aliento para calmarse.
– MaryAnn, puedo ver que estás muy alterada. Voy a pedir a Riordan que salga de la habitación y nosotras podemos hablar sobre lo que te está molestando.
MaryAnn la ignoró y corrió los últimos pocos pasos hasta el enorme baño, cerrando la puerta de un portazo y bloqueándola. Fue a toda velocidad hacia el lavabo y abrió el agua, esperando que eso disuadiera a Juliette de seguirla. Salpicándose la cara con agua fría esperaba aclarar su mente, aunque estaba temblando, asustada ante la idea de lo que tenía que hacer. No sería fácil escapar de los cárpatos. Tenía poca defensa contra ellos, pero Gregori, el segundo al mando y guardián del príncipe, había sido el que la pusiera bajo su protección y le había proporcionado unas pocas salvaguardas. Sólo tenía que usarlas y evitar ceder al pánico hasta que pudiera encontrar el camino de vuelta a la pista de aterrizaje.
Siempre había tenido un sexto sentido para el peligro, aun así esto no lo había visto venir. Ahora el miedo estaba creciendo en su interior, floreciendo hasta convertirse en un terror absoluto. No podía confiar en estas personas. No eran en absoluto lo que parecían. Todo estaba mal. La enorme hacienda, con sus capas de belleza, estaba solo diseñada para atraer a los incautos a las manos de los monstruos. Debería haber visto a través de todos ellos. Gregori debería haber visto a través de todos ellos. ¿Era una enorme conspiración? ¿Estaban todos implicados?
No, nunca creería eso de su mejor amiga, Destiny, o del compañero de Destiny, Nicolae. Tenían que ser advertidos. Tal vez ya estaban en problemas, o tal vez solo era la familia De la Cruz la que se había aliado con los vampiros. Espías en terreno cárpato. Desde el primer momento había habido algo diferente en ellos. No debería haber confiado en ellos.
Se miró a sí misma en el espejo, los ojos rojos hinchados, las señales del dolor haciendo estragos en su cara. La marca en el pecho que nunca se había curado del todo latía y ardía. Había estado segura de que era una picadura de alguna clase a la que era alérgica. La tenía desde que había estado en las Montañas de los Cárpatos, pero ahora se temía que fuera mucho más. Tal vez Juliette o Riordan o Rafael De la Cruz la habían marcado de algún modo.
Deseaba irse a casa, desesperada por alejarse de la violencia del mundo cárpato, pero Juliette había acudido a ella con una historia sobre su hermana pequeña, una que MaryAnn había sido incapaz de hacer a un lado, aunque su pena y desesperación habían sido abrumadoras. ¿Era Jasmine siquiera real? MaryAnn lo dudaba. Se suponía que estarían en un enorme rancho de ganado en Brasil, un lugar donde durante el día mucha gente les rodearía, pero Colby y Rafael, el cuñado de Juliette y su compañera, junto con el hermano y la hermana de Colby, se habían bajado del avión en un aeropuerto privado, y MaryAnn había continuado con Riordan y Juliette hacia una isla.
Estaba atrapada. MaryAnn aspiró y dejó escapar el aire lentamente. No moriría en este lugar. Era una luchadora, y de algún modo conseguiría avisar a Destiny y Nicolae de que en esta rama de cárpatos había traidores. El miedo se arrastró velozmente por su columna cuando se dio cuenta de lo que tenía que hacer. Escapar a la selva, encontrar el camino de vuelta a la pista de aterrizaje y de algún modo conseguir que el piloto la llevara a un aeropuerto donde pudiera coger un vuelo a casa. Recorrió apresuradamente la enorme habitación con la mirada, intentando imaginar qué podía llevar con ella.
Nada. No había nada. Tendría que improvisar. Fue hacia la ventana y se asomó. Los jardines eran bastantes salvajes, la selva tropical se arrastraba hacia la casa como un insidioso invasor, con enredaderas y arbustos extendiéndose hacia el patio. Sería una carrera corta. Agarró el borde de la ventana e intentó alzarse.
– MaryAnn.
Chilló, casi saltando fuera de su propia piel, presionándose la mano contra el palpitante corazón mientras se giraba. Un vapor entró por debajo de la puerta y a través del pequeño agujero de la cerradura. Juliette y Riordan resplandecieron hasta su forma humana, Riordan junto a la ventana, Juliette junto a la puerta.
– ¿A dónde crees que vas? -exigió Riordan, sus ojos negros brillaban de furia-. Estarías muerta a los cinco minutos de entrar en la selva. Somos responsables de tu seguridad.
Su voz parecía lenta a sus oídos, un sonido reverberante que le recordaba a los demonios que había visto en las películas, como si el sonido estuviera siendo reproducido demasiado lento. El miedo la golpeó, la furia la inundó y reinó la confusión. La consejera que había en ella dio un paso atrás para intentar dar sentido al lío de emociones que llegaban en avalancha.
– MaryAnn -dijo Juliette suavemente-. Sé que estás confusa por las cosas que estás sintiendo, pero creemos tener una explicación. Creemos que Manolito te vinculó a él a la manera de nuestra gente. Riordan se ha extendido hacia él por su vínculo común y aun así Manolito le ha resistido, temiendo que sea un vampiro, tal como tú nos temes a nosotros. Él reclama tener una compañera, y aquí estás tú, desesperada, afligida por un hombre al que dices que no haber conocido nunca. ¿Tiene eso sentido para ti? Algo está pasando aquí, y por el bien de ambos tenemos que averiguar qué es.
Riordan se frotó las sienes como si le dolieran. Había preocupación en sus ojos.
– Temo por la seguridad de mi hermano así como por su vida. Parecía confuso, y nadie puede estar confuso en la selva tropical. Tenemos enemigos poderosos. Está en un peligro terrible. No confía en nadie salvo en su compañera. Si tú eres esa mujer, eres la única que puede salvarle.
La miró con los ojos imperturbables de animal salvaje, astutos, taimados y aterradores. MaryAnn tembló y retrocedió hasta que estuvo contra el antepecho de la ventana. Una parte de ella creía que estaban locos, intentando deliberadamente desconcertarla, pero la consejera que había en ella estaba siempre reuniendo información y buscándole sentido. Sabía bastante sobre compañeros por Destiny. Llevaba un tiempo alrededor de los cárpatos, y aunque no entendía el vínculo, sabía que era fuerte e irrompible.
Juliette le tendió la mano.
– Vuelve a la otra habitación e intentemos solucionar esto. ¿No recuerdas en absoluto estar a solas con Manolito?
Lo recordaría, ¿verdad? Había soñado con él viniendo a ella. Un ensueño una vez… sólo un sueño. La atrajo entre sus fuertes brazos y su boca se había deslizado por su piel hacia abajo hasta la hinchazón de su pecho. La marca latió y ardió. Sin pensar, puso su palma sobre la fresa pulsante que no curaba del todo y retuvo la calidez con ella.
Negó con la cabeza.
– Eso no fue real. Él estaba al otro lado de la habitación en la posada en las Montañas de los Cárpatos, pero en realidad nunca hablé con él. -La había mirado. Ella había esperado que sus ojos estuvieran apagados, fríos y vacíos como los de tantos cazadores, pero parecía… peligroso, como si pudiera estar cazándola a ella. En vez de asustarse como ocurría ahora, se había sentido secretamente encantada, porque, después de todo, era una fantasía.
MaryAnn siguió a Juliette fuera de la habitación, consciente de que Riordan merodeaba tras ella como un gran felino de la jungla. Se movía en silencio, como se había movido su hermano. Necesitaba aire; la habitación parecía tan caliente y opresiva como la selva tropical. Eso tampoco tenía sentido. La casa estaba bien aislada y el aire acondicionado estaba puesto en un agradable frescor.
– No veo cómo puedo ser su compañera. Ni siquiera le conocí. ¿No lo sabría? ¿No lo sabría él?
– Él lo sabría -dijo Riordan-. Se sentiría atraído hacia su compañera, y si tú eres la elegida, en el momento en que hablaste, él vería en colores y sus emociones habrían sido restituidas. No habría sido capaz de permanecer muy lejos de ti. -Frunció el ceño-. Pero nos lo habría dicho y habrías sido puesta inmediatamente bajo la protección de nuestra familia.
– Ya estaba bajo la protección de Gregori así como de la de Nicolae y Destiny-le recordó Juliette-. Pudo haber pensado que no era necesario.
Habría creído que era imperativo… a menos… Riordan interrumpió su pensamiento y estudió la cara de MaryAnn.
– Dijiste que no fue real. ¿Qué quisiste decir con eso?
El color se arrastró bajo su perfecta piel.
– Soñé con él.
Juliette inspiró profundamente.
– Oh, Riordan. ¿Qué está pasando? Algo horrible está ocurriendo o él estaría aquí.
Riordan fue inmediatamente a su lado, deslizándose tan rápidamente que pareció un borrón, pasando el brazo alrededor de su cintura mientras le presionaba un beso en la sien.
– MaryAnn está aquí. Entre los tres podemos resolver esto y le encontraremos.
Por alguna razón, el hecho de que Riordan la hubiera incluido, como si pudiera ayudar a encontrar la solución, alivió algo de la tensión que había en MaryAnn. Parpadeó varias veces, inspirando profundamente para intentar ver más allá de la extraña imagen del vampiro superpuesta sobre la pareja. Los incisivos retrocedieron un poco, dejándolos con dientes blancos normales.
– ¿Está realmente vivo? -preguntó, sin atreverse a creer.
Riordan asintió.
– Todos intentamos mantenerle con nosotros, pero estaba muerto, según nuestros parámetros al igual que por los humanos, su alma ya había abandonado su cuerpo. Nadie creía que pudiéramos traerlo de vuelta, incluso con el sanador, la rica tierra y todo el mundo trabajando para mantenerle en este mundo, cuando de repente estaba de vuelta con nosotros. Si tú eres su compañera, tú podrías ser la explicación. Puedes haber retenido un pedazo de su alma a salvo contigo sin saberlo.
MaryAnn abrió la boca para protestar y después la cerró bruscamente. Sabía que los Cárpatos no eran humanos. Las mismas reglas no se aplicaban a sus especies. Había visto cosas que habría creído imposibles solo unas pocas semanas antes.
– ¿Pero por qué no sé si soy su compañera?
– Son nuestros hombres los que tienen grabadas las palabras rituales vinculantes-explicó Juliette-. Como una precaución para que la especie continúe.
– Así que quieres decir que la mujer no puede rechazarle.
– Es lo mismo -dijo Riordan-. Y dudo que te haya vinculado con las palabras rituales. Es más probable que os haya atado a través de un intercambio de sangre.
Su corazón saltó de nuevo, después volvió a la normalidad con un tamborileo constante. Había permitido a Nicolae tomar su sangre para proteger mejor a Destiny, pero nunca, nunca, había considerado el intercambio de sangre. Negó con la cabeza.
– No lo hice. No fue real. Yo no habría hecho eso. Todavía estoy luchando por entender y creer en vuestro mundo. Nunca habría tomado voluntariamente su sangre.
Juliette y Riordan intercambiaron otra larga mirada.
– Utilizaste las palabras “no fue real”. ¿Cómo fue ese sueño del que hablaste?-preguntó Riordan.
MaryAnn presionó la mano más firmemente contra su pecho. Todavía podía sentir su boca contra la piel. Había estado fuera y había estado nevando. Después más tarde, cuando había vuelto a la casa y se había quedado sola… Su piel sintió frío, él le había apartado la ropa. Sus labios habían sido cálidos, suaves y muy sensuales. No había pensado en alejarlo, solo en acunar su cabeza mientras él bebía y entonces… entonces…
MaryAnn soltó un grito ahogado y se cubrió la cara con ambas manos, sacudiendo la cabeza.
– No fue real. Yo no habría hecho algo así. Fue sólo un sueño.
– ¿Tienes su marca en ti? -le preguntó Juliette, con voz amable.
– No. No es eso. No es su marca. Yo no habría intercambiado sangre con él. Ni le habría inducido a creer que soy algo que no soy. Yo no coqueteo. Y no hago promesas que no puedo mantener. -Es por eso por lo que estoy aquí cuando debería estar… en algún otro sitio. Cualquier otro sitio.
– No hiciste nada malo, lo sabes. Déjame ver la marca.
MaryAnn tragó con fuerza, sus manos fueron con renuencia hacia la blusa. No quería enseñársela a Juliette. La marca era privada. Ahora mismo pulsaba con calor. Se humedeció los labios y reunió todo su coraje, apartando la tela para revelar la gran mancha, muy parecida a un mordisco de amor, pero más intensa y cruda. Dos reveladoras punciones ribeteadas de rojo.
Su estómago dio un curioso vuelco.
– Me mordió, ¿verdad? No fue un sueño en absoluto. -Y si lo había hecho, ¿por qué se sentía más excitada que traicionada?
– Tú eres lo que mantiene a mi hermano vivo -dijo Riordan, con sus ojos negros fijos en la marca-. Como su compañera estás bajo la protección de mi familia, una hermana ha de ser amada y cuidada. Hiciste lo que ningún otro podía haber hecho.
– No saltemos a sacar conclusiones -protestó MaryAnn-. Ni siquiera llegué a hablar con ese hombre.
– Esta marca indica que eres su compañera -reiteró Riordan.
Ella negó con la cabeza.
– Podía significar que tomó mi sangre y yo era alérgica al anticoagulante. Podría ser la picadura de algún bicho. -Casi gruñó ante la desesperada y demasiada absurda sugerencia, pero esto no podía estar ocurriendo, no era real.
– Por supuesto es aterrador -dijo Juliette-. Es inesperado para todos nosotros, pero al menos sabes porqué has estado tan afectada. Los compañeros no pueden estar lejos el uno del otro mucho tiempo sin tocar sus mentes. Extiéndete hacia él.
– No soy la compañera de nadie, Juliette -dijo MaryAnn-. Ni siquiera me gustan demasiado los hombres. Los únicos que he visto y de los que he oído hablar a diario no son muy agradables. No soy material de compañera, y por favor no os toméis esto a mal, pero particularmente, no por uno de los hermanos De la Cruz. Son demasiado difíciles.
Riordan le lanzó una breve sonrisa.
– Lo compensamos de otras maneras.
MaryAnn no pudo devolver la sonrisa. Toda la idea era absurda, pero estaba comenzando a creérsela.
– ¿Para que estemos sintiendo las mismas emociones, no tendría que ser el vínculo increíblemente fuerte? Tu hermano nunca me habló en realidad. Si fuera su compañera, ¿no se habría presentado al menos?
– No si creyera que rehusarías su reclamo -dijo Riordan, ignorando la mirada de advertencia de Juliette-. Pudo ocultar sus intenciones.
MaryAnn frunció el ceño.
– Me habría negado. Tengo una vida en Seattle que es importante para mí. Este no es mi ambiente, obviamente tampoco querría estar con un hombre tan exigente como es tu hermano. Naturalmente que me habría negado.
– Lo cual explica porque no dijo nada. Manolito nunca habría aceptado tu rechazo, pero estás bajo la protección del príncipe y su segundo al mando. También eres la mejor amiga de Destiny. No solo Mikhail y Gregori te hubieran apoyado, sino también el compañero de Destiny, Nicolae, y su hermano Vikirnoff así como su compañera, Natalia. Manolito habría esperado el momento adecuado, permaneciendo cerca y esperando hasta que ya no estuvieras rodeada por tus protectores.
MaryAnn se frotó las palpitantes sienes.
– Me siento enferma y mareada. Todo arde. ¿Es él? ¿O soy yo?
– Creo que es él el que está sintiéndose enfermo. Todavía siente los efectos de la herida y el veneno. Necesita ayuda rápido. He tocado su mente y está muy confuso. No sabe dónde está o qué es real o que no. No cree que yo sea su hermano porque no sé nada de su compañera. Eso quiere decir que no recuerda lo que hizo o cómo los ató sin tu consentimiento. Probablemente se esté preguntando qué te ha ocurrido y por qué no has ido a ayudarle.
MaryAnn se hundió en el colchón e inspiró profundamente. Era una mujer práctica; al menos le gustaba pensar que lo era. Todo era un enorme desastre, pero si era verdad, entonces Manolito de la Cruz estaba vivo y tenía problemas. La necesitaba. Compañeros aparte, no podía dejarle solo y herido en la selva, al igual que no habría podido abandonar a la hermana de Juliette.
– Dime qué debo hacer.
– Extiéndete hacia él.
No sabía lo que había esperado, pero esto no. Acción. Palabras suaves. Un Jeep.
– ¿Extiéndete hacia él? -repitió-. ¿Estás loca? No tengo ninguna capacidad telepática. Ninguna en absoluto. Ni siquiera soy psíquica. Tú tendrás que extenderte e intentar hablar con él.
Juliette sacudió con la cabeza.
– No puedes ser una compañera sin ser psíquica, MaryAnn. Gregori y Destiny reconocieron tu potencial. Con el intercambio de sangre, Manolito habrá establecido un vínculo privado de comunicación.
– Vale. Rebobina. ¿Qué quieres decir con mi potencial? -De repente estaba furiosa. Temblando por ello. La traición era amarga en su boca-. ¿Me estás diciendo que me manipularon para que fuera con ellos a las Montañas de los Cárpatos porque pensaron que probablemente fuera la compañera de uno de los hombres? ¿Destiny? ¿Gregori?
Juliette envió a su compañero una plegaria silenciosa de ayuda. Se sentía como si estuviera caminando por un campo de minas y tropezando a menudo.
Él encogió sus anchos hombros de forma práctica.
Dudo que Destiny tuviera la más ligera idea, pero Gregori ha compartido la sangre de MaryAnn. Él lo habría sabido. No podemos permitirnos perder a ninguno más de nuestros hombres. Sabes que la situación es desesperada. Naturalmente que Gregori la llevaría a una reunión esperando que fuera la salvación de alguien.
Juliette resistió el impulso de ofenderse ante su despreocupada admisión.
Desarrollará un amor por él si está destinada a estar con él. Ese es nuestro modo de vida. Tú te resististe a estar conmigo. Que yo recuerde, te escondiste profundamente dentro de tu jaguar e intentaste escapar a tu destino. Eres feliz conmigo, Juliette, como ella lo será con Manolito. El tiempo se encarga de muchas cosas.
Aún así es injusto que un hombre pueda dictar el destino de una mujer.
Es igual de injusto para el hombre. Él tampoco tiene elección le recordó Riordan. Y si mucho más que perder.
– Me siento tan traicionada -dijo MaryAnn-. Creí que Destiny me conocía, que me entendía. No se les hace esto a los amigos. -El dolor coloreaba su voz, pero no pudo evitarlo. Había confiado en Destiny, la había ayudado a superar su pasado de modo que pudiera encontrar una nueva vida con su compañero elegido. Incluso había abandonado la excitación y sofisticación de su amada ciudad de Seattle y se había dirigido a los remotos y bárbaros bosques de las Montañas de los Cárpatos sólo para asegurarse de que Destiny encontrara la felicidad.
Juliette negó con la cabeza.
– Destiny es nueva en la sociedad cárpato. Dudo que lo haya sabido, y mucho menos que hubiera permitido que fueras colocada en semejante posición. Gregori habrá sentido que su protección aseguraría que no fueras molestada contra tu voluntad. La mayoría de los hombres creen que una mujer se enamorará de su compañero. El tirón entre ambos es fuerte y la atracción física es formidable.
– ¿Ha habido alguna vez alguna mujer u hombre que no se enamorara de su compañero? -Porque si Manolito era el suyo, podía verse a sí misma yendo a la cama con él, pero vivir con él era un asunto totalmente distinto.
– Como en cualquier especie, tenemos algunos que no nacen del todo bien. Nadie sabe por qué o cómo ocurre, pero sí, ha habido aberraciones -admitió Riordan-. Manolito está dedicado a su compañera. Nunca la deshonraría con otra mujer. Hemos esperado mucho más tiempo del que puedas alguna vez comprender por nuestras mujeres, y, aunque puedas creernos despóticos y prepotentes, apreciamos y colocamos a nuestras mujeres por encima de todo lo demás.
La sinceridad en su voz la hizo sentirse un poco mejor. Y Juliette no era un pelele. Era solo que MaryAnn encontraba toda esa testosterona un poco irritante. Los hermanos De la Cruz exigirían completa sumisión en todos los aspectos. No podía verlos comprometiéndose tanto. Incluso el mismo tono de sus voces la ponían al límite. No podía imaginarse a sí misma con ninguno de ellos como marido. Podían ser guapos, pero ella probablemente desarrollaría úlceras intentando estar con uno de ellos.
– Eso es admirable, Riordan, de verdad que si. -Ella también podía ser sincera-Pero no estoy segura de que tengas claro lo que significo para tu hermano. Si puso su marca en mí -luchó por no ruborizarse, recordando el calor de su boca y la reacción de su cuerpo ante él-, entonces lo hizo sin mi consentimiento. No sé por qué tu sociedad creería que eso está bien, pero en la mía está mal.
– Ya no vives en tu sociedad -dijo él sin rastro de remordimientos-. Nuestras reglas son reglas de supervivencia. Sólo tenemos una oportunidad de sobrevivir tras siglos viviendo tan honorablemente como nos es posible. Esa oportunidad yace en encontrar a nuestras compañeras. Sin nuestras mujeres, nuestra especie no puede existir y nuestros hombres deben suicidarse o convertirse en vampiros. No hay otra elección para nosotros.
MaryAnn suspiró. Sin la pena y la desesperación corroyéndola, debería haber sido capaz de pensar mucho más claramente, pero ahora mismo la confusión reinaba sobre todo lo demás. ¿Debía culpar a sus propias emociones, o era Manolito? Y si era Manolito, ¿cómo podría él sobrevivir en la selva tropical sin saber qué le estaba pasando?
– ¿Cómo me extiendo hasta él? Nunca he intentado nada como esto antes.
Riordan y Juliette intercambiaron una larga y sorprendida mirada. Nunca habían tenido que explicar lo que parecía venirles naturalmente.
– Imagínale en tu mente. Utiliza detalles, hasta la más mínima cosa que recuerdes de él, incluyendo olor y sentimiento -aconsejó Riordan.
Genial. Recordó la sensación de que era el hombre más sensual que hubiera evocado en su vida. El calor se extendió a través de su cuerpo. ¿Tenía su boca viajando realmente hacia abajo por su garganta hasta la hinchazón de su pecho? ¿Tenía sus dientes hundiéndosele en la piel para introducir su sangre vital en él? La idea le debería haber resultado repulsiva. Cualquier mujer cuerda lo habría encontrado repulsivo. Cerró los ojos y pensó en él.
Sus hombros eran anchos, sus brazos poderosos. Su cintura y sus caderas eran esbeltas, su pecho musculoso. Sus músculos se ondulaban bajo la piel como un gran felino depredador cuando se movía. Y se movía en absoluto silencio. Su cara… MaryAnn tomó aliento. Sus facciones eran exquisitas. Era el hombre más guapo que había visto nunca. Oscuros y misteriosos ojos, brillante cabello negro acentuando los fuertes ángulos y planos de su cara, una nariz recta y masculina y altos pómulos que cualquier modelo envidiaría, su mandíbula fuerte, con sólo una sombra ligera sobre ella. Pero era su boca la que no había sido capaz de dejar de mirar. Sensual, con un indicio de peligro. Lo justo para volver loca a una mujer.
Se extendió hacia él y para su asombro sintió su mente expandirse, como si solo hubiera estado esperando, como si el camino le fuera ya familiar. Le sintió, sólo por un momento, tocándola, extendiéndose hacia ella, pero entonces… Sus ojos se abrieron con terror y sus manos se dispararon defensivamente. Un enorme y feroz felino saltó entre ellos con intenciones asesinas. Los dientes explotaron fuera del hocico, dirigiéndose hacia la garganta de Manolito. Ella gritó y empujó su cuerpo frente al de él, sintiendo el aliento caliente abanicar su cara. Jaguar.