XI Quiero triunfar

No pretendo ser una ama de casa ordinaria.

Elizabeth Taylor

Siempre que llego a un lugar alguien me pregunta: ¿Usted piensa que la educación universitaria amordaza a los escritores? Mi opinión es que no los amordaza lo suficiente. Muchos best-sellers salen de la pluma de tipos que han recibido educación universitaria.

Flannery O'Connor


Los escritores afectos a los clásicos suelen escribir cosas así: "En esta vida sólo quiero dormir y no despertar jamás". Precisamente de ese soñar sin fin es de donde los psicoanalistas exhuman de debajo de la almohada un mundo diferente. Cuando cada mañana mi madre de madrugada me levantaba, me preparaba el desayuno y me daba la mochila, mi cerebro precozmente maduro estaba todavía lleno de la espuma de los sueños. Desde pequeña me gustaba soñar. En mi vida actual si hay algo que me hace sentir libre es poder dormir hasta la hora que sea. Cuando a veces las discusiones de los vecinos, el volumen alto de la televisión o el teléfono me despiertan, puedo clavar mi cabeza entre las frazadas y seguir con el sueño interrumpido. A veces puedo seguir mi viaje por tierras lejanas pero, claro, otras veces no puedo regresar al sueño anterior y seguir hablando de amor con un hombre desconocido. Cuando me pasa eso quiero llorar.

El principio de nuestra vida en común con Tiantian estaba llena de sueños, de ese tipo de sueños directos, de matices puros, que a mí me gustan, de esos donde no cabe la soledad.

Mark, el alemán, como una pelea de vecinos o como el timbre del teléfono espanta las cosas de mis sueños. Si no hubiera aparecido Mark, es muy probable que me hubiera topado con otro hombre que me sedujera. Mi vida con Tiantian estaba llena de pequeñas fisuras que nosotros no podíamos remediar, eso era una circunstancia que una fuerza externa podía aprovechar para penetrar. Además, tal vez yo de veras no sea una buena chica.

Ese día me desperté a medianoche y me di cuenta de que Tiantian había regresado. Estaba sentado en el sillón a mi lado y concentrado observaba mi cara. Además había una gata. En sus brazos tenía una pequeña gata blanca y negra, la gata también me observaba. Me vi en sus cristalinos ojos verdes. Rápidamente me levanté. La gata saltó de los brazos de Tiantian y en un instante salió de la habitación.

– ¿Dónde fuiste? -le inquirí anticipándome a la pregunta que él también debía de querer hacerme.

– Fui a la casa de mi abuela y me quedé a cenar -dijo Tiantian despacio-. Hace mucho que no la visitaba, la gata de su casa tuvo una camada y mi abuela me regaló una, se llama Ovillo. -En su cara había una ternura escurridiza e impenetrable. Extendió la mano y acarició mi cabeza, mi cara, mi barbilla, mi cuello delgado. Su mano estaba un poco fría pero muy suave y tierna.

Abrí grandes los ojos, de pronto tuve un presentimiento. Quería estrangularme. Esa idea inmediatamente salió de mi cabeza, él no tenía fuerza suficiente para eso. De pronto sentí un arrepentimiento increíble que me hizo abrir la boca para decirlo todo. Pero Tiantian tapó mi boca con besos. Su lengua ligeramente amarga, como las plantas después de la lluvia, desprendió un olor fascinante que llenó toda la habitación, luego sus manos como copos de nieve resbalaron por cada pulgada de mi piel. Este amor me agotaba, sentí que él ya sabía todo lo que había pasado, sus dedos podían extraer esta información de mi piel, llena de secreciones y partículas pegajosas de un extraño. Sus sentidos se excitaron al primer contacto, se puso sensible como un loco.

– Tal vez deba ver a un médico -dijo después de callar largo tiempo.

– ¿Cómo?

Lo miré afligida, todo lo que pasó y lo que estaba por ocurrir no era lo que yo quería. En ese instante en esa habitación sólo estábamos nosotros dos, ninguno podía escapar de esa realidad.

– Te amo.

Lo abracé con los ojos cerrados, esas palabras parecían del diálogo de una película, da vergüenza decirlas aun en un momento de tristeza, por eso cerré los ojos, en la cabeza tenía muchas sombras oscuras como las sombras de una vela. Luego un montón de chispas explotó súbitamente, era mi novela. Sólo ella podía alentarme y completar la razón de mi existencia.

Escribir, fumar, la música a todo volumen, no carecer de dinero (en mi cuenta bancaria había suficiente hasta terminar de escribir mi novela, en realidad compartíamos nuestro gasto diario, y cuando él tenía más pagaba más), no necesitar las palabras, estar sentados varias horas en silencio, eso sí era felicidad. En un suspiro escribo más de diez hojas del borrador, siento que cada una de las grietas de la vida se llena de sentido y cada arruga de la cara adquiere valor.

Empecé a amar al "yo" de la novela, ya que en la novela yo era mucho más inteligente y tenía mayor capacidad para percibir la realidad, para comprender el amor, el deseo, la pasión, el odio, el transcurrir del tiempo. Enterré en las letras unas semillas de mis sueños, sólo espero que el Sol las caliente para que germinen. Es un trabajo parecido a forjar el hierro, implica proteger la semilla de la existencia, convertir a la realidad decadente y vacía en arte con esencia, con sentido. Este arte además se puede convertir en una mercancía de calidad que se pueda vender a todos los jóvenes vanguardistas, guapos, emancipados, que en el contraluz del fin de siglo buscan la felicidad en los jardines de Shangai. Son ellos, este nuevo tipo de hombres intangibles, escondidos en cada esquina de la ciudad, los que van a aclamarme o a lanzarme huevos podridos. Ellos no se dejan arrastrar ni dominar, desafían al cielo y a la tierra, ellos son los aliados ideales de todos los escritores jóvenes que desean crear algo nuevo y original.

Deng, la editora de mi libro anterior, me llamó por teléfono. Era una señora de alrededor de los cuarenta, su marido estudiaba en Japón, vivía sola con su hija que estudiaba en la secundaria. En ella estaban concentradas todas las características de una cuarentona de Shangai, de una tez clara que mostraba su constante nerviosismo, peinada con rodete, con unos zapatos de piel en forma de lancha, con traje de poliéster, siempre atenta ante todo tipo de noticias y comiendo helado las cuatro estaciones del año.

El primer libro que ella me ayudó a publicar, El grito de la mariposa, tuvo una suerte excepcional. Todos comentaban ese libro extraño y audaz, corrió el rumor de que yo era una bisexual violenta y perversa, hubo casos de estudiantes que se robaban mi libro de las librerías, también hubo hombres que a través de la editorial me mandaron fotos y cartas pornográficas, querían saber cuál era mi relación con el personaje central del libro, querían hacer una cita para cenar conmigo en el restaurante Saigón de la calle Hengshan disfrazados como los personajes de mi novela o pasear conmigo en un coche Santana 2000 blanco y hacer el amor conmigo en el automóvil al llegar al gran puente Yangpu. En resumen, todo lo que pasó parecía un enorme escándalo que crecía sin que nadie lo pudiera detener. Pero a decir verdad, en todo ese proceso no gané mucho dinero, cuando algunos miles de ejemplares de la primera edición se vendieron y la segunda aún no salía, le pregunté a Deng y me dijo que la editorial tenía problemas de dinero, que esperara un tiempo y luego conversábamos. Aún sigo esperando.

En aquel entonces mi novio Ye Qian me decía: "Las cosas que tú escribes no son convenientes para los adolescentes, son muy exageradas, por eso ese libro terminó así". Después de que lo del libro pasó nuestra corta relación también se acabó.

Ye Qian era un joven poco recomendable, descuidado e indolente, trabajaba en los archivos de una gran empresa de publicidad. Lo conocí cuando fui a visitar al jefe inglés de la empresa, se lo veía inteligente y despierto, no muy amable, pero nunca supe qué fue lo que lo hizo perseguirme después de verme por primera vez. En esos días yo aún estaba sumida en el síndrome del miedo a los hombres por lo de mi ex novio el petiso y prefería buscar amistad en las mujeres.

Pero él, pacientemente, se mantenía cerca de mí. Cuando terminé de contarle mi decepcionante experiencia anterior, se levantó y dijo:

– Mira que alto soy, no soy malo, soy muy sencillo y sólo quiero conocerte un poco más a fondo, eso es todo.

Esa misma noche me conoció toda, desde los senos hasta los dedos de los pies, desde los jadeos hasta los gritos, desde la pequeña gota hasta los mares de efluvios del deseo.

Su cuerpo era grande y hermoso, sus huevos tibios y limpios en mi boca me daban esa confianza incondicional en el otro que produce el sexo. Cuando se movía en círculos, su pene daba la impresión de tener alas de pájaro. Con su estilo sexual simple y claro curó mis recuerdos grises, recuperé mi actitud normal frente el sexo opuesto, incluso con mucha paciencia y diligencia me enseñó la diferencia entre un orgasmo clitoridiano y uno vaginal (había un libro que decía que el primero era malo, de naturaleza nerviosa, y que el segundo era bueno, maduro), en varias ocasiones me provocó los dos orgasmos simultáneamente.

Finalmente me convenció de que yo era una mujer más afortunada que muchas, ya que de acuerdo a las estadísticas más del setenta por ciento de las mujeres chinas tienen algún problema sexual y que más del diez por ciento jamás han tenido un orgasmo.

Estas son cifras asombrosas y constituyen una fuerza interna inagotable que promueve el desarrollo vigoroso de la liberación femenina generación tras generación. Freud hace más de cien años ya dijo que cuando hay una energía abundante que no encuentra cómo expresarse, entonces se transforma en un motor de actividades políticas y sociales, de guerras, de complots, de rebeliones, etcétera.

Mi libro se publicó cuando salía con Ye Qian. Emocionalmente estaba sobresaltada, sentía una alegría insoportable, el sexo con Ye Qian estaba impregnado de ese estado de ánimo. Ese tipo de experiencia sexual inevitablemente trae consigo una sensación de vado y de pérdida, la naturaleza femenina inconscientemente confunde el sexo con el amor. Cuando se agotó la primera edición de mi libro El grito de la mariposa, y aún no podía oír en mi bolsillo el tintinear del dinero (originalmente pensaba volverme rica con el libro), nos separamos sin viento ni olas, sin problemas ni peleas, sin herirnos ni lastimarnos, nos separamos científica e inofensivamente.

Tiantian es muy diferente a todos los hombres que he tenido. Él era un feto conservado en formol que resucitó a través de un amor inmaculado, su muerte también tuvo una íntima relación con el amor. Él no me podía satisfacer sexualmente, yo tampoco podía mantenerme pura y casta para él. ¡La vida es un misterio! Yo creo que mi amor por el otro se relaciona con la fuerza con la que el otro me necesita, amo tanto como sea su necesidad. Tiantian me necesitaba como al agua, como al oxígeno. Nuestro amor era como un cristal raro, producto de la casualidad, formado por la compresión de un gas tenue que envuelve nuestro destino.


En el inicio del otoño el aire tiene un aroma fresco y seco a hojas de tabaco o a nafta.

Mi editora me preguntó por teléfono:

– ¿Cómo vas con el libro que estás escribiendo?

– Bien -le dije-, tal vez voy a necesitar un agente.

– ¿De qué tipo? -me preguntó asombrada.

– Uno que pueda ayudarme a realizar mis sueños, y además que pueda evitar los inconvenientes que se presentaron con mi libro anterior -le contesté.

– Veamos, ¿qué tienes en mente?

– Mi sueño es el de las mujeres actuales, inteligentes y ambiciosas. Mi nuevo libro es para ese tipo de mujeres. Además debe haber una enorme fiesta para presentar en todo el país mi libro, yo iré con un vestido negro con la espalda descubierta, con una máscara extravagante, el piso estará lleno de pedazos de las hojas de mi libro y la gente bailará locamente sobre ellos.

– Ay, Dios -reía- ¡qué loca estás!

– Puedo realizar mi sueño -le dije sin tomar en cuenta su risa-, para realizarlo sólo se necesita dinero e inteligencia.

El mundo literario es insoportable, parece una novela de artes marciales escrita por Jin Yong, hay un camino correcto y otro equivocado, pero a muchos del camino correcto les encanta comportarse como santurrones, que todo lo condenan.

– Está bien -dijo-, unos escritores de Shangai van a tener una reunión literaria. Entre ellos hay una chica algo mayor que tú que se casó con un conocido crítico, hasta en un cabello que se le caiga a su marido se inspira, es muy interesante. Tal vez te servirá de algo conocerlos -mencionó un restaurante en la calle Xinle, y dijo que ella también estaría allí.

Le pregunté a Tiantian si quería acompañarme a esa reunión, se hizo el sordo. Él piensa lo peor sobre los escritores.

Pasé medio día tratando de elegir qué ponerme. En mi ropero, la ropa se divide en dos estilos, el primero es ropa unisex, holgada, de colores neutros, me la pongo y parezco una pintura medieval. El segundo estilo es ropa pequeña, ajustada, me la pongo y parezco una protagonista de alguna película de James Bond. Tiré una moneda y elegí el segundo estilo. Lápiz de labios violeta, sombra de ojos violeta y una cartera de leopardo. El look hippie occidental de los años sesenta está muy de moda en algunos círculos de Shangai.

Me mareé de tantas vueltas que dio el taxi, el chofer llevaba apenas unos días en ese trabajo, no conocía el camino y pronto regresamos al punto de partida. Además yo tampoco conocía el camino y tengo un pésimo sentido de la orientación, sólo podía gritar, los dos en la calle desquiciábamos a los demás. Miraba los números saltar rápidamente en el taxímetro y amenazaba al chofer:

– Te voy a demandar. -El chofer no contestaba.

Subí la voz:

– Violas los derechos del cliente.

– Está bien, está bien, no te voy a cobrar.

– Ey, para aquí -dije apresurada, vi por la ventana unas luces y una enorme ventana de cristal, adentro había muchas cabezas rubias moviéndose.

– Sí, aquí me bajo -cambié de idea. Ya que el chofer simplemente no podía encontrar el restaurante de la callé Xinle decidí desistir de la reunión con los escritores y buscar un poco de placer en el bar YingYang de Kenny.

El bar YingYang tenía dos pisos. Bajando unas largas escaleras, se llega a una pista de baile, un ambiente alegre, una mezcla de olores a alcohol, saliva, perfume, dinero. Un aroma de hombres sudados flotaba en el aire. Todo era al estilo de las comedias de Broadway. Vi al querido Christophe Lee, un DJ de Hong Kong, en el podio. Él también me vio y me guiñó un ojo. La música era house y hiphop, toda era música tecno que ardía enloquecida como una brasa incandescente, que rebanaba la carne como una navaja sin afilar, cuanto más bailabas más feliz estabas, cuanto más bailabas mejor te sentías, bailar hasta evaporarse, hasta que el cerebro y el cerebelo tiemblen al mismo tiempo, eso es la cima.

Alrededor había muchos extranjeros rubios, también había no pocas chinas que exhibiendo su cintura breve, con su típica cabellera negra china, como en un comercial, estaban en venta. Todas tenían en su cara una expresión de puta en autopromoción, en realidad una buena parte de ellas eran ejecutivas de varias multinacionales, eran mujeres de buenas familias que habían recibido educación universitaria. Algunas además han estudiado en el extranjero, tienen coches particulares y son gerentes generales de alguna empresa extranjera (abreviado G.G.), son la élite entre las ocho millones de shangainesas, pero cuando empiezan a bailar se calientan hasta perder la cabeza y quién sabe en qué piensan.

Claro, también hay algunas putas que hacen comercio carnal transnacional. Generalmente todas tienen el cabello largo (especialmente para hacer suspirar a los demonios extranjeros por los asombrosos cabellos de las mujeres orientales), pueden hablar inglés elemental (como "one hundred for handjob, two hundred for blowjob, three hundred for quickie, five hundred for one night"), una vez que definen su objetivo se pasan lentamente la lengua por sus dulces labios sensuales (se podría hacer una película exitosa llamada Labios chinos, que describa los encuentros eróticos de los extranjeros en los miles de bares de Shangai, encuentros que comienzan con una lengua lamiendo unos labios, todo tipo de labios, gruesos, delgados, negros, plateados, rojos, morados, labios pintados con Lancome, con CD… Si varias mujeres shangainesas actúan en la película Labios chinos, seguramente tendrá más éxito que Chinese Box con Gong Li y Jeremy Irons).

Empecé a bailar e inmediatamente comencé a alucinar totalmente, las sensaciones brotaban como de un manantial, el cuerpo liberado completamente. Sentía que debía tener una secretaria constantemente pegada a mí con un cuaderno o una computadora en la mano, especialmente a la hora de bailar en una pista con música tecno, ella debía anotar todas mis alucinaciones, que eran mil veces mejores y dos mil veces más abundantes que cuando estaba sentada frente al escritorio.

Ya no sabía dónde estaba mi cuerpo, el aire olía a marihuana (o a puro). Ese olor encontró su eco en algún lado de la parte inferior derecha de mi cerebro. Creo que con mi baile atraje la mirada de muchos hombres, bailaba como la concubina del harén de un palacio musulmán o como Medusa, la hechicera a la que le brotan serpientes de la cabeza. Los hombres anhelan hacer el amor con una hechicera que los devore después de poseerla. Hay un tipo de escorpión que siempre al terminar de aparearse es devorado por su pareja sexual.

Vi cómo el aro de plata que me colgaba del ombligo brillaba bajo la luz, parecía una flor venenosa que florecía en mi cuerpo. Una mano desde atrás abrazó mi cintura descubierta. No sabía quién era, pero tampoco me importaba. Cuando sonriente di vuelta la cabeza vi la cara de Mark. Él también estaba allí.

Bajó la cara y la pegó a la mía, su aliento tibio me llegaba al ritmo de la música, seguro que tomó un Martini llamado James Bond. A pesar de su voz baja logré oír que él me deseaba aquí y ahora. Lo miré confundida:

– ¿Aquí… a… hora?

Nos acomodamos en el sucio baño de mujeres que estaba en el segundo piso. La música se oía lejos. La temperatura de mi cuerpo poco a poco subía. Sin abrir completamente los ojos, detuve la mano de Mark.

– ¿Qué hacemos aquí? -le pregunté como en sueño.

– Hacemos el amor -usó una frase muy apropiada, en la cara no tenía nada frívolo, al contrario, sus ojos azules no eran nada indiferentes, eran cálidos como los de El cisne de Saint Saëns. Nadie podría entender cómo el puro deseo puede incitar este tipo de intimidad incluso en un baño con ese olor tan particular.

– Siento que así es horrible, es como un delito, como… un tormento -mascullaba yo.

– La policía no busca aquí, créeme, todo esto es hermoso. Hablaba como esos timadores impacientes, anhelante. Me levantó y me empujó contra la pared violeta, me subió la falda, con gran habilidad me despojó de mi bombacha Calvin Klein, la enrolló y la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón, luego con enorme fuerza me sostuvo y sin decir una palabra me penetró con gran precisión. Yo no sentía nada más que estar sentada sobre un extinguidor peligroso y caliente.

You bastard! -no podía contenerme de decir groserías-. Bájame, así no, parezco un espécimen clavado a la pared.

Me miró enloquecido y mudo, cambiamos de postura, él se sentó sobre de la tapa del inodoro y yo me senté encima de él, busqué que sus genitales quedaran en el lugar justo para una mujer y me apoderé del acto sexual. Alguien tocó a la puerta pero la pareja de pervertidos que estaba adentro aún no había terminado.

El orgasmo llegó en medio del miedo y la incomodidad. Aunque la postura era rara, aunque estábamos en un baño apestoso, una vez más fue un orgasmo hermoso. Se separó de mí, tiró de la cadena y junto con el agua desapareció rápidamente una sustancia inmunda.

Empecé a llorar, no podía entender nada, cada vez perdía más la confianza en mí misma, de pronto sentí que era peor que aquellas prostitutas profesionales de abajo. Ellas por lo menos tienen respeto por su profesión y lo hacen con aplomo, yo estaba en una posición muy incómoda, me daba miedo mi doble personalidad, y el hecho de que pensaba incesantemente y además escribía sobre ello hacía todo aún más espantoso. No podía ni mirar mi propia cara en el empañado espejo del baño, nuevamente algo en mí se desgarró, vacío total.

Mark me abrazó.

– Perdóname -no paraba de decir-, sorry, sorry.

Me abrazaba como si yo fuera su niño muerto y eso me hacía sentir aun peor.

Me aparté de él, saqué mi bombacha de su bolsillo trasero y me la puse. Me arreglé un poco la falda.

– Tú no me violaste, a mí nadie me puede violar, no digas "sorry, sorry" todo el tiempo, eso es muy burdo -le dije en voz baja-. Lloro porque siento que estoy muy fea, lloro y me siento mejor, ¿entiendes?

– No, no estás fea. -La cara de Mark mostraba la típica seriedad de un alemán.

Sonreí.

– No, lo que digo es que un día moriré miserablemente. Yo soy una chica mala y a Dios no le gustan las chicas malas, aunque yo me quiera mucho -mientras decía eso empecé nuevamente a llorar.

– No, no, cariño mío, no sabes cuánto te quiero. De veras Cocó, cada día te quiero más.

Sus ojos reflejaban una inmensa ternura, esa inmensa ternura bajo la luz del baño se convertía en una inmensa tristeza. Nos abrazábamos fuerte deseando flotar de nuevo.

Alguien empezó a tocar a la puerta, al parecer era una mujer que ya no podía aguantar. Me asusté. Mark hizo un gesto de silencio y me besó apasionadamente. Detrás de la puerta unos pasos se alejaron. Despacio lo aparté de mí:

– No debemos volver a vernos.

– Nos descuidamos y volveremos a toparnos, Shangai es muy pequeño, tú lo sabes.

Salimos rápido del baño.

– Me voy -dije y me dirigí hacia la puerta. Él insistía en llevarme en su auto, yo me rehusaba.

– Está bien. -Llamó un taxi, sacó un billete de su monedero y lo puso en la mano del taxista. No lo detuve, me senté en el auto y por la ventana le dije en voz baja:

– No me siento bien, me siento culpable.

– Es por el lugar donde hicimos el amor, ese sitio puede hacer que te sientas mal. -Estiró el cuello y me besó. Ninguno de los dos mencionamos a Tiantian, engañándonos a nosotros mismos y engañando a los demás nos quedamos callados.

En la radio del taxi, una ama de casa abría su corazón ante el conductor del programa Acompañándolo hasta el amanecer. El marido tenía otra, pero ella no quería el divorcio, simplemente anhelaba que la otra desapareciera, pero no sabía cómo reconquistar el corazón del marido. El chofer y yo nos mantuvimos callados. La gente de la ciudad disfruta oír despreocupadamente historias ajenas, no se compadecen ni pueden hacer nada por ayudarles aunque quisieran. Cuando el taxi subió al puente Gaojia vi innumerables luces, brillantes y fantásticas, y pensé cuántas historias estarían ocurriendo bajo las luces de Shangai en ese instante, cuánto bullicio, cuánta conmoción, cuántas luchas feroces, cuánto vacío, satisfacción, amores difíciles.

Tiantian aún no se había dormido. Estaba sentado en el sillón junto con la gata Ovillo. Con un bloc en las manos, le escribía una larga carta a su madre en la lejana España. Me senté a su lado, Ovillo corrió. Tiantian levantó de pronto la cabeza y me miró, me asusté, pensé que había percibido el olor al otro. Acaso sabría que el sudor de Mark tenía un aroma suave y que yo disfrutaba enormemente ese suave aroma animal.

No soporté los ojos fríos como el hielo de Tiantian. Nerviosa, me paré y fui al baño. Él bajó la cabeza y continuó escribiendo.

Abrí el agua caliente, el vapor poco a poco cubrió el único espejo del baño hasta que ya no pude ver mi rostro reflejado. Exhalé con fuerza, sola, en la bañera el agua caliente echaba humo, me relajé, ante las dificultades siempre me refugio en una bañera de agua caliente, el agua estaba muy caliente, mi cabellera flotaba en el agua como un nenúfar negro, entonces pude recordar cosas agradables, bonitas.

Recordé que de niña siempre subía a escondidas a la terraza de la casa de mi abuela. Allí había una vieja mecedora de cuero y un gran baúl de caoba con esquinas de cobre cubierto de polvo. Lo abría y adentro había pequeños frascos de porcelana azul con letras "Salt", unos retazos de telas para qipao y otras cositas raras e inútiles. Sola, sentada en el viejo sillón, jugaba con las pequeñas cositas. Los colores del día poco a poco se desvanecían detrás del pequeño tragaluz. "Nike" me llamaba mi abuela, yo pretendía no haber oído, "Nike, sé dónde estás". Luego veía la sombra de mi gorda abuela subir a la terraza. Cerraba rápidamente el baúl, pero mis manos y mi ropa quedaban sucias. Mi abuela enojada me decía: "No subas a jugar aquí, si te gustan estas cosas te las regalo como dote cuando te cases".

Cuando el gobierno municipal empezó a construir el subterráneo, ese viejo edificio construido por los franceses en 1931 fue demolido, toda la gente fue desalojada rápidamente y los tesoros de mi niñez se perdieron para siempre.

Estiré las piernas, pensar en la niñez siempre es como pensar en algo que pasó hace mucho tiempo, en una vida anterior. Aparte de esos recuerdos tiernos todo parecía mentira. En ese momento la puerta del baño se abrió y Tiantian entró. Sus ojos estaban rojos, se arrodilló al lado de la bañera.

– ¿Terminaste la carta? -pregunté quedamente.

– La terminé -dijo Tiantian mientras observaba silenciosamente mis ojos-, le pido que desista de la idea de venir a Shangai a abrir un restaurante, cuando fui a lo de mi abuela también hablamos del asunto. Mi abuela dice que es bueno que venga, ya que tiene cuentas pendientes con ella. Yo no quiero que venga, aunque estuviera solo toda la vida, hasta el día de mi muerte…

"Cocó, pase lo que pase nunca me vayas a mentir. -Miraba mis ojos fijamente, un cincel imaginario perforó la delgada membrana rosa de mi corazón, un espantoso y pesado silencio inundó el espacio como sangre. Mientras más crece un amor sin esperanzas, más profundo te escondes en mentiras, más profundo te hundes en desvaríos.

– Te amo. -Lo abracé, cerré los ojos, nuestras lágrimas cayeron a la bañera, el agua quemaba cada vez más, estaba cada vez más turbia, hasta que finalmente parecía un caldo que absorbía nuestros sollozos y nuestros miedos. Esa noche juré que Tiantian jamás sabría lo de Mark, ni lo de los otros. Ni un solo detalle, no quiero que muera por mí, que muera por mis encuentros galantes.

Загрузка...