XXVIII Las l ágrimas del amado

Todos los chistes, todas las caricaturas perdidas.

Allen Ginsberg

Después de eso, después que la noche oscura terminó, ya era demasiado tarde para rehusarse. Era demasiado tarde para dejar de amarte.

Marguerite Duras


Abrí la puerta de la casa, ante mí vacío y silencio. Una araña alegre corrió rápidamente desde la pared hasta el techo. En el departamento nada había cambiado, Tiantian no estaba, tal vez aún estaba en el restaurante, tal vez había regresado, no me encontró y se había ido de nuevo.

Ya me había dado cuenta de que mi repentina desaparición tal vez había sido un error mortal, era la primera vez que yo desaparecía sin ni siquiera arreglarme un poco, Tiantian de seguro me había hablado por teléfono, si se dio cuenta de que no estaba en casa… No tenía fuerzas para pensar en otra cosa, me bañé, me forcé a tomar dos tranquilizantes, y me fui a la cama.

Soñé con un enorme río caudaloso cuyas aguas amarillas daban miedo, no había puentes, sólo había una pequeña lancha de bambú en la que penetraba el agua, un anciano enojado, de barba blanca, se hacía cargo de la lanchita. Yo iba cruzando el río con una persona desconocida, cuya cara no podía ver. Cuando nos aproximamos a la mitad del río, nos alcanzó una enorme ola, grité fuerte, estaba empapada por el agua que nos azotaba, la persona desconocida me abrazó fuerte por la espalda, "No te preocupes" me dijo él o ella al oído, y luego con su cuerpo equilibró la lancha. Cuando el próximo peligro se aproximaba, el sueño terminó, el timbre del teléfono me despertó.

No quería contestar, el sueño que tuve me tenía fascinada, quién era la persona que junto conmigo cruzaba el río, hay un dicho antiguo que afirma: "Toma diez años compartir una barca y cien años compartir una almohada".

Mi corazón de pronto empezó a palpitar fuerte, finalmente contesté, era la voz de Connie, se oía muy preocupada, me preguntó si sabía dónde estaba Tiantian. La cabeza me empezó a doler bestialmente.

– No, yo tampoco sé.

Odiaba el tono hipócrita de mi voz, si Connie supiera dónde fui y qué hice en estos días, tal vez ya nunca me dirigiría la palabra y hasta buscaría a alguien para matarme. Si ella de verdad había asesinado a su ex marido en España, si de verdad tenía un corazón envenenado pero repleto de hormonas maternas, entonces debía saber que su hijo único, por quien ella se preocupa tanto, había sido traicionado y engañado por la mujer que más amaba.

– Llamé varias veces y nadie respondió, temí que los dos hubieran desaparecido. -Sus palabras tenían algo de cierto, pero me hice la que no entendía su significado.

– Estos días estuve en casa de mis padres.

Ella suspiró:

– ¿El pie de tu madre está mejor?

– Gracias, ya está bien. -Cambié de tema y le pregunté: -¿Tiantian no ha estado pintando en el restaurante?

– Antes de terminar lo poco que le faltaba se fue.

Pensé que había regresado a casa. ¿No le habrá pasado algo? -dijo angustiada.

– No creo, tal vez fue a casa de algunos amigos, inmediatamente llamaré por teléfono para preguntar. -Primero pensé en Madonna, la llamé por teléfono y oí su voz ronca, Tiantian obviamente estaba allí.

– Dice que aún quiere quedarse aquí unos días. -La voz de Madonna escondía algo, ¿Tiantian no quería volver a casa? ¿No quería verme? Porque yo había desaparecido varios días sin decirle nada, tal vez habló a casa de mis padres, en cuyo caso mis mentiras no tenían lugar.

Nerviosamente caminé en círculos por el cuarto, me fumé varios cigarrillos y finalmente decidí ir a casa de Madonna. Tenía que ver a Tiantian.

Me senté en el taxi, mi cabeza estaba hueca, tejí ciento una razones para absolverme, todas eran insostenibles. Quién iba a creer que desaparecí de pronto para asistir a la boda de una compañera de universidad que ahora está en Guangzhou, o que fui secuestrada por un enmascarado que tocó a la puerta.

Por eso, ya no planeaba mentir, le diría lo que había hecho estos días. No podía enfrentar su mirada inocente como la de un bebé, no podía mentirle a un genio que además estaba enamorado como un loco. No podía pisotear de esa manera su nobleza. Al decirle la verdad como ya lo había aceptado, tenía que estar preparada para lo peor, en unos cuantos días perdería al mismo tiempo a los dos hombres inolvidables de mi vida.

Siempre violo los compromisos, rompo las promesas y miento. Además veo el amor y la realidad con demasiado sentido poético, creo que ninguna universitaria de este mundo está peor que yo, el rector de la Universidad Fudan debería anular mi diploma, el presidente de la Asociación de la Fantasía debería decir mi epitafio, mientras Dios se ríe y se corta las uñas.

En el camino me decía en silencio: "De qué manera voy a decirle que no aguanto más, Tiantian, yo te amo, si me desprecias escúpeme a la cara". Y con todas mis fuerzas esperaba llegar, estaba exhausta, en el espejo de maquillaje veía a una mujer extraña con ojeras negras y labios secos, enferma, desahuciada debido a sus múltiples personalidades y a su cobardía en el amor.

La mansión blanca de Madonna estaba en medio de flores rojas y sauces verdes. A propósito mandó construir un larguísimo y curvadísimo camino para los coches sacado de la revista norteamericana Stylo. Un camino tan largo que no deja ver la puerta de la casa es una muestra de la nobleza social y de la clase a la que pertenece el dueño. Pero la belleza vulgar de las azaleas, los álamos y sauces a ambos lados del camino rompían el efecto.

Hablé por el portero eléctrico, les dije que había llegado, que por favor abrieran la puerta.

La puerta se abrió automáticamente. Un perro guardián brincó amenazante, de inmediato vi a Tiantian recostado en el pasto fumando.

Evité al perro y me acerqué a Tiantian. Abrió los ojos.

– Oh -dijo adormilado.

– Oh -lo saludé y me quedé parada sin saber qué hacer.

Madonna, vestida con una bata de entrecasa de color rojo encendido, bajó por las escaleras del umbral y se acercó.

– ¿Qué quieres tomar? -me preguntó con una sonrisa perezosa. La empleada trajo una jarra de jugo de manzana con vino tinto.

Le pregunté a Tiantian cómo pasó estos dos días, me dijo:

– Muy bien. -Madonna estornudó y me dijo que allí había de todo, que me podía quedar yo también, que estaba muy animada la cosa. En la terraza de la casa aparecieron una tras otra varias siluetas. En ese momento supe que en la casa había un grupo de personas, incluyendo a Johnson y otros extranjeros, el viejo Wu y su novia, y también unas chicas delgadas y altas que parecían modelos. Todos reflejaban pereza en su cara, parecían un grupo de serpientes que deambulaban en su nido pernicioso.

En esas miradas y en esa atmósfera reconocí la marihuana. Me acerqué a Tiantian, él enterró la cara en el pasto, medio dormido y medio despierto, como intercambiando algo con la tierra. Parecía Titán, el hijo de la tierra en la mitología griega antigua, que muere cuando se separa de la tierra. Estar cara a cara con Tiantian era enfrentarse a la tristeza total, al mismo tiempo llevaba escondida una rabia insondable.

– ¿No quieres hablar conmigo? -Tomé su mano.

Él retiró la mano, y con una sonrisa perdida me dijo:

– Cocó, ¿sabes que si te duele tu pie izquierdo yo siento dolor en mi pie derecho? -citó la definición católica sobre el amor de su escritor español favorito, Miguel de Unamuno.

Lo miré en silencio, sus ojos de pronto se cubrieron con más de veinte capas de niebla de diferente espesor; en el centro, cubierta por las capas de niebla, su pupila parecía un diamante duro que provocaba dolor. De ese brillo duro supe que él ya sabía lo que tenía que saber, él es el único hombre del universo que podía usar su intuición insospechada para penetrar mi mundo, los dos estábamos atados a la misma terminación nerviosa. Cuando me duele el pie izquierdo a él le duele el derecho, eso era una verdad contundente.

Vi todo negro ante mis ojos y caí sobre el pasto a su lado, exhausta. En ese instante mi cuerpo perdió el control, vi flotar un brillo blanco y frío en la cara delgada de Madonna que de pronto se agitó como una vela inclinada y rota, una hilera de olas grises rápidamente me cargó mientras una enorme caracola con la voz de Tiantian decía:

– Cocó, Cocó.

Cuando abrí los ojos, todo estaba en silencio. Me sentía como una piedra arrojada sobre la arena por una fuerte marea, me arrastré con pesadez por la cama blanda, reconocí la casa de Madonna, estaba en una de las múltiples habitaciones llenas de adornos sin ningún sentido, todos de color marrón.

Sobre mi frente había una toalla helada, atravesé con la mirada el vaso de agua sobre la mesa de la cabecera de la cama y vi a Tiantian sentado en el sillón. Se acercó, acarició mi cara con ternura, retiró la toalla:

– ¿Estás un poco mejor?

Me retiré un poco, sin querer, ante su caricia. El mareo aún me aturdía, me sentía enormemente cansada y deprimida. Él me miraba fijamente, sentado en la cama sin decir ni una palabra.

– Siempre te he mentido -dije débilmente-, pero en algo jamás te he mentido -con los ojos muy abiertos miraba el techo-, yo te amo.

Él no dijo nada.

– Madonna te dijo algo ¿verdad? -La sangre galopaba en mis oídos. -Prometió no decirte nada… ¿Piensas que soy una sinvergüenza? -No podía cerrar mi boca, mientras más débil me sentía, más deseos de hablar tenía, mientras más hablaba, más tonterías decía. Mis lágrimas fluyeron mojando las hebras de cabello a los lados de mi cara.

– No sé por qué, pero sólo quería que por una sola vez me hicieras verdaderamente el amor a la perfección, te deseo, porque te amo.

"Sí, querida, el amor nos va a desgarrar". Así cantaba Ian Curtis, quien se suicidó en 1980.

Tiantian acercó su cuerpo y me abrazó:

– Te odio -escupió esas palabras entre los dientes, en cada palabra parecía que iba a explotar en cualquier momento-, porque tú haces que me odie a mí mismo -él también comenzó a llorar-. Yo no puedo coger, mi existencia es un error, no me tengas lástima, debería desaparecer de inmediato.

Si tu pie izquierdo te duele, mi pie derecho empezará a dolerme, si la vida te asfixia, mi respiración también se detendrá, si hay un abismo en tu forma de expresar el amor, yo no podré extender mis alas a todo lo que dan para amar, si tú vendes tu alma al Diablo, dagas en mi pecho también se encajarán. Nos abrazamos, nosotros existimos, estamos existiendo, nada más existe.

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