Juntémonos, los corazones solitarios desnudos bajo la luz. El tren va a toda marcha en la penumbra. Ésos son los únicos medios creados por Dios para alterar la estructura del tiempo.
Tori Amos
Deng, la editora, me llamó de nuevo, cariñosamente me preguntó si comía bien, si dormía bien, cómo iba la novela y luego si podía ir a una cafetería de la calle Shaoxing, llamada Zhongguo tong para reunirme con ella y sus amigos libreros.
Le dije que estaba bien.
El taxi llegó a Shaoxing, una pequeña calle con fuerte ambiente cultural, varias editoriales y librerías se ubicaban en ambas veredas. Esa cafetería, cuyo nombre en inglés era Old China Hand, se había hecho famosa por sus estantes llenos de libros en las cuatro paredes y la decoración con aires de los años treinta. El dueño era Er Dongqiang, un fotógrafo muy conocido, la mayoría de los clientes, todos ellos del medio cultural, periodistas, editores, escritores, directores de cine, cantantes de ópera, estudiosos extranjeros, brillaban como estrellas en el cielo en ese ambiente elegante y distinguido. Los libros, la música de jazz, el olor a café y los muebles antiguos correspondían fidedignamente a las viejas pasiones de esta ciudad así como a su orientación moderna al consumo.
Abrí la puerta del café y vi a Deng en una esquina, sentada con varios hombres en una mesita redonda. Me senté y me di cuenta que uno de los editores me era muy conocido. Él, sonriendo, sacó una tarjeta y me la dio, entonces supe quién era. Cuando yo estudiaba en Fudan él era jefe de la sección literaria y artística de la asociación de estudiantes. Ese hombre, que terminó la Universidad dos años antes que yo, era mi amor secreto de aquel entonces. Le decíamos el Padrino porque casi siempre usaba un sombrero como de mafioso italiano y unos anteojos oscuros.
Recuerdo que en esos tiempos en el primer festival de teatro universitario, Fudan presentó una obra llamada La trampa. El Padrino era el director de esa obra. Contra viento y marea, confrontando a todas las demás aspirantes, logré ser la protagonista. Con el pretexto de discutir el libreto, iba a la habitación del Padrino en el edificio número tres y me sentaba en la "mesa de las confesiones" (así se le llamaba debido a que frecuentemente había gente alrededor de esa mesa abriendo su corazón) mirando su par de ojos nublados debido a la miopía, observando aquella cara fina e inteligente, imaginando que de pronto dejaba de hablar, estiraba el cuello sobre la mesa y como un imán se pegaba a mis labios.
Esa escena era mucho más emocionante que la de cualquier otra obra de teatro, pero nunca ocurrió, yo era muy joven y le temía a las situaciones embarazosas y a él, luego me enteré, le gustaba la chica responsable de la escenografía de la obra. Ella siempre llevaba una cadena con llaves plateadas y cuando caminaba sus largas piernas parecían estar bailando un vals, cuando reía se le hacía un hoyito en cada mejilla. Autoritariamente mandaba a los muchachos a deambular por el escenario con el martillo y los clavos en la mano. Ella parecía una experta en el uso del papel para la fabricación de las cosas y se lo pasaba hablando por teléfono a la Compañía de Papel Huifeng, yo en secreto la llamaba Huifeng.
Huifeng tenía al Padrino completamente embobado, la noche antes de la presentación los vi de la mano paseando a la luz de la luna bajo los árboles de la vereda. Me sentía como la Canción de la luna triste.
Al siguiente día el maquillador por algún asunto personal no pudo llegar para la presentación formal de la obra, el Padrino le pidió a Huifeng que me maquillara. La vi acercarse a mí con su brocha de maquillaje como de pintar paredes y su sonrisa maliciosa, me maquilló los ojos y las mejillas, yo estaba mal y me sentí muy incómoda.
Cuando terminó, agarré un espejo y al verme casi no pude sostenerme de pie. Mi cara parecía la de un payaso de circo, mientras el Padrino decía "precioso".
Los viejos rencores y los nuevos odios se juntaron en mi corazón y llorando como loca declaré que me retiraba de la presentación, el Padrino no tuvo otra opción que contentarme durante media hora con palabras tiernas y suaves.
El olor a su agua de colonia era como una disculpa tierna que me consolaba y suavizaba mi humor, luego llegó un nuevo maquillador y me maquilló. La presentación tuvo mucho éxito, actué muy bien, corrieron lágrimas de emoción y hubo aplausos ensordecedores.
Dos meses después, en el pasto detrás de la estatua del presidente Mao conocí a mi ex novio, ese que era falso cristiano, que además era admirador de Shakespeare y un maníaco sexual. Tal y como dije antes, finalmente sólo me lo pude quitar de encima después de una golpiza y la intervención de amigos de la Oficina de Seguridad Pública.
Al recordar las cosas del pasado no pude dejar de pensar que era algo ingenua pero también fueron momentos maravillosos. Me puse a pensar que si en aquel entonces en lugar de andar con ese loco cristiano me hubiera enredado con el Padrino, ¿mi historia posterior sería diferente? ¿me hubiera metido también en tantos líos? ¿estaría escribiendo mi novela con tanta intensidad? ¿andaría por esta ciudad entre dormida y despierta, siempre confundida? Quién sabe.
– Ey, Padrino. -Contenta estreché la mano que me extendía.
– Cada vez estás más bonita -me halagó. Aunque esa frase es algo anticuada, para una chica siempre es grata.
Deng me presentó a los otros hombres. Todos eran amigos entre sí, en el piso de abajo de la editorial de Deng formaron una editorial llamada La Rive Gauche. Creo que sólo ex estudiantes de Fudan son capaces de pensar en un nombre tan sofisticado salido del nuevo romanticismo francés.
Deng me había dicho que La Rive Gauche había publicado la serie Mil Grullas de Papel, que fue récord de ventas en la Feria Nacional del Libro, y según las estimaciones el precio de la marca Mil Grullas de Papel excedía los diez millones de yuanes. Daba gusto escuchar eso.
Me relajé y me puse muy contenta, siempre me alegra encontrarme de vez en cuando en esta u otra ciudad a ex condiscípulos de Fudan. Sobre la hilera de árboles fénix del jardín Yanyuan, en el auditorio Xianghui y en las ramas de los árboles de la calle Handan flota un aire de locura juvenil, de libertad, de decadencia aristocrática. Esa es la parte ingenua y romántica de la existencia de los hijos de Fudan antes de emprender el largo camino de la vida, también es la marca secreta para reconocer a los condiscípulos.
– Que bueno que se conocen, Cocó háblanos de tu nueva novela. -Deng inmediatamente se concentró en lo principal.
– Leí tu primera colección de cuentos, El grito de la mariposa, y me maravilló, como cuando entras en una habitación cuyo techo, paredes y pisos son de espejos. El reflejo de cada espejo se ve en otros constantemente, los rayos de los cuatro lados, como una serpiente atrapada, brincan y saltan por todos lados. En medio del núcleo del caos espiritual hay una inesperada y conmovedora sensación de verdad. Además ese lenguaje negro y erótico. A la hora de leer tu libro se experimenta un tipo de… -el Padrino de pronto bajó la voz- se experimenta un fantástico encuentro sexual. -Me miró de manera significativa.
– Es el tipo de escritos que fascinan, sobre todo a los lectores que tienen educación superior.
– El escrito refleja a su autor -interrumpió Deng.
– El mercado para su novela son estudiantes universitarios y funcionarios. Las mujeres pueden tener una respuesta muy sensible -dijo el amigo del Padrino.
– Pero yo no se qué va a pasar, aún no he terminado la novela…
– ¿Es cierto que has recibido muchas cartas de los lectores? -preguntó el Padrino.
– Y también fotos raras -añadió Deng con una sonrisa. Cuando una mujer de edad mediana de pronto se pone coqueta es como una flor que se abre después de la lluvia.
– Las pasiones son una fuente de inspiración -dijo otro.
– Gracias. -Sorbí el café recuperando mi mirada clavada en un teléfono antiguo. Algo me hizo reír, suavemente dije:
– Finalmente descubrí el significado de ser escritora, por lo menos es más interesante que ser un billete de cien yuanes.
Poco a poco oscurecía fuera de la ventana. Los luces naranja de las paredes se encendían. El Padrino sugirió ir a algún lado a cenar. Deng se disculpó, su hija en tercer año de secundaria la esperaba para la cena.
– Viene el examen de admisión para la preparatoria, falta poco tiempo, tengo que estar encima de ella -nos explicó.
En ese momento entró un grupo de personas. Entre ellos estaba una mujer que yo había visto en el programa de televisión Abre tu corazón, con sus pómulos salientes maquillados en rojo, bien vestida y con aire de mujer inteligente y melancólica al estilo de Zhang Ailin, salía en televisión trescientos sesenta y cuatro de los trescientos sesenta y cinco días del año. También me la había encontrado en muchas fiestas. Madonna me había dicho que esa mujer había tenido unas tres docenas de amantes extranjeros. Su apodo era "el pequeño qipao". El Padrino y los demás la conocían, se saludaron y luego en auto nos fuimos a cenar.
Después de la cena el Padrino me preguntó dónde vivía para llevarme a mi casa. No soy una tonta, me di cuenta de lo que pretendía, pero no, las cosas habían cambiado, y especialmente esa noche yo tenía ganas de estar sola, aunque él aún era muy atractivo.
Nos dimos un abrazo y nos despedimos. Nos pusimos de acuerdo para que cuando termine la novela le informara.
– Me encantó volver a verte y me arrepiento mucho de no haberte cortejado en Fudan -me susurró al oído medio en serio y medio en broma.
Caminé sola despacio en la noche por la calle Huai-hai. Hacía tiempo que no caminaba así sola, poco a poco empecé a sentir calor por todo el cuerpo, después de todo apenas tenía veinticinco años, muy joven, parecía una tarjeta de crédito con un crédito muy alto, todo se podía gastar de una sola vez y cuando llegase el resumen mensual, se salda la cuenta y listo. Los innumerables focos de neón de la calle no robaban más miradas que yo, ni siquiera el cajero automático poseía mi fortuna.
Caminé hasta la estación de subte de los grandes almacenes Parkson. Abajo había una gran librería independiente, Monzón, famosa por tener una gran selección de obras y jamás hacer descuentos. Di una vuelta sin meta ni propósito, me paré un rato frente al estante de libros de astrología y adivinación, en un libro decía que las nacidas el 3 de enero tenían un atractivo extraordinario, las llamaban "señoritas de piernas hermosas", tenían enorme capacidad de recuperación física y espiritual y además predecía que el año 2000 era su año de suerte y gran cosecha. No sonaba nada mal.
Me dirigí hacia la cabina fotográfica PhotoMe de la estación, es una cabina sin vigilancia. En el departamento de Mark hay una hilera de bonitas fotos vanguardistas que él se tomó solo en una PhotoMe, entre las fotos hay cuatro retratos diferentes donde está desnudo de la cintura para arriba en diversas poses, parado, en cuclillas, y de uno y otro perfil. En cada foto había alguna parte de su cuerpo, la cabeza, el pecho, el estómago, las piernas, al ver todas las fotos juntas se produce un efecto visual muy excitante, parece un robot o un cuerpo cortado a pedazos por una navaja. También hay una serie de fotos que Mark denominó "Orangután". Tomó muchas fotos de sus brazos y otras tantas de su torso, cuando se unen estas imágenes en la parte superior del cuerpo parece una imagen de Tarzán. Si Michael Jordan, la estrella de la NBA, viera estos brazos tan largos y tan sexys se pondría a suspirar. Recuerdo que cuando por primera vez hicimos el amor en el departamento de Mark, esas fotos me excitaron mucho.
Puse suficiente dinero en la pequeña hendidura, después de cuatro disparos y cinco minutos de espera recibí las cuatro fotos unidas en hilera. La cara en las fotos expresaba respectivamente tristeza, enojo, alegría, indiferencia, por un momento me costó trabajo distinguir quién era la chica ante mis ojos, ¿por qué expresaba sentimientos tan diversos como tristeza, alegría, enojo, desdén? ¿en qué esquina del mundo vive? ¿qué tipo de personas se relacionan con ella? ¿de qué vive?
Al cabo de cinco segundos regresé a mis cabales, como si hubiera liberado mi alma y de pronto hubiera regresado a mi cráneo. Miré las fotos instantáneas y con cuidado las puse en mi bolso.
Miré el redondo reloj electrónico que colgaba en la estación, eran las diez y media. Pero yo aún no tenía sueño, aún faltaba media hora para que pasara el último tren. Compré un boleto simple en la expendedora automática. Metí el boleto en la ranura de la máquina, del agujero del medio salió un comprobante verde. Los barrotes automáticos se aflojaron, bajé, en la hilera de sillas rojas de plástico encontré una no tan sucia y me senté.
Podía dormitar y también podía observar a la gente extraña. En una ocasión escribí un cuento corto titulado "Los amantes del subte". Se trataba de una bonita mujer un poco flaca y pálida que siempre en la Plaza del Pueblo, al tomar el último tren del subte, encontraba a un hombre de negocios impecablemente vestido que olía a cigarros, a perfume y a aire acondicionado. Nunca se hablaron pero entre ellos ya había sentimientos tácitos, cuando uno de ellos no aparecía, el otro se sentía inexplicablemente triste y desilusionado. Hasta que un día frío que el piso del vagón estaba mojado y resbaloso por la nieve, en un violento frenazo la mujer cayó en los brazos del hombre. Ellos se abrazaron fuerte, la gente de alrededor no notó nada fuera de lo común, todo sucedía con mucha naturalidad, el hombre no bajó en la estación de siempre. Él y la mujer se bajaron juntos en la última parada. En el oscuro andén él la besó y luego como un verdadero caballero le deseó buenas noches y desapareció. Cuando pensé el final de este cuento dudé mucho, no sabía qué le iba a gustar más al lector, si era mejor que no tuvieran intimidad desde el principio hasta el fin o era mejor que se acostaran como verdaderos amantes.
Cuando el cuento se publicó en una revista de moda tuvo una gran respuesta entre los trabajadores de cuello blanco. Mi prima Zhusha, de parte de muchos de sus colegas, me expresó su insatisfacción con el eclecticismo de ese final sin compromiso.
– O los hubieras dejado así sin ningún contacto o hubieras sacado de plano todos los sentimientos, pero él la besó y luego cortésmente se despidió y la dejó, ¿qué es eso? Es como rascarse sobre el zapato, ni claro ni oscuro, así no se puede. Uno se imagina que, después de separarse, ellos dos, cada uno en su cama, se revuelcan toda la noche sin poder dormir. Todos los cuentos de amor en la actualidad son decepcionantes.
En ese entonces Zhusha aún no se había divorciado de su ex marido, pero ya estaban en una situación embarazosa, pendían en el vacío sin encontrar un solo lugar en donde aterrizar. Su ex marido había sido su compañero de la universidad. En todos esos años se conocieron tanto y tan bien que entre ellos no había la más mínima sorpresa, eran como la mano izquierda y la derecha.
Zhusha, al igual que todas las mujeres ejecutivas, esconde su corazón sensible y rico debajo de un caparazón de seriedad y serenidad. Ellas siempre son muy responsables con su trabajo, no sueltan ni un hilo, en su vida privada tienen grandes expectativas. Se esfuerzan por alcanzar el modelo de mujer moderna e independiente, reflejan seguridad, autoconfianza, tienen dinero y son atractivas. Tienen muchas más posibilidades de elegir, reivindican la frase de Andy Lau en el comercial de Ericsson, "todo al alcance de la mano" y también se identifican con la imagen de una ejecutiva en el comercial de De Beers que con un anillo de diamantes en su mano sonríe con plena confianza en sí misma mientras una voz masculina dice "La autoconfianza resplandece, el atractivo brilla".
El último tren se acercaba al andén. Cuando entraba en el vagón, percibí un delicioso olor a hombre. Era el perfume que había descrito en el cuento "Los amantes del subte", "de su cuerpo emanaba un olor a tabaco, a agua de colonia, a aire acondicionado, a cuerpo, ese aroma embriagador le produjo a ella un leve mareo". Sin contenerme miré hacia todos lados y pensé ¿y qué tal si el personaje del cuento se le aparece a la escritora? Pero jamás pude determinar de cuál de los hombres venía ese delicioso aroma. Dejé a un lado esa fantasía romántica, y experimenté profundamente la belleza y el misterio, suave y delicado, que flota en todas partes de esta ciudad, especialmente por la noche.