XVI La prodigiosa Madonna

No aceptes invitaciones de un hombre desconocido y recuerda que todos los hombres son desconocidos.

Robin Morgan

Denme un par de zapatos altos y conquistaré el mundo.

Madonna


Regresé a Shangai. Todo pasó de manera caótica pero de alguna manera conforme a lo previsto.

Sentía estar más flaca, los fluidos de mi cuerpo convertidos en aguas negras entraron a la pluma y se plasmaron en las palabras y frases de mi novela.

Los envíos a domicilio del restaurante Pequeño Sichuan llegaban regularmente, los traía el joven Ding. Cuando estaba de buenas le prestaba algunos libros para leer, en una ocasión me trajo un pequeño artículo suyo publicado en la columna "Voces del corazón", una sección para trabajadores emigrantes en el diario vespertino Pueblo Nuevo. Lo leí y me sorprendió lo bien que estaba el texto, muy profundo. Tímidamente me dijo que su ideal era escribir un libro. Kundera dijo que en el siglo XXI todos serán escritores, con sólo tomar la pluma y escribir lo que se piensa. El deseo de compartir sus sentimientos es una necesidad espiritual de todos los seres humanos.

Con el pelo enmarañado, en pijama, escribí toda la noche, cuando me desperté en la madrugada con la cabeza sobre la mesa tenía en la frente manchas moradas de la tinta negra, miré alrededor, no había nadie, Tiantian no estaba, el teléfono no había sonado (con frecuencia lo desconecto y me olvido de conectarlo de nuevo), me fui a la cama, me acosté y seguí durmiendo.

Una noche, tal vez pasadas las diez, me despertaron unos toques en la puerta. Sentí los golpes en la boca del estómago, afortunadamente los toques a la puerta me salvaron justo a tiempo de una pesadilla. Soñaba que Tiantian se subía a un viejo tren de vapor. Los asientos del vagón estaban ocupados por extraños. Con los ojos muy abiertos veía cómo el tren partía en mis narices, un hombre vestido de militar con un casco de acero saltaba al tren. Dudé sólo por un segundo y el tren ya se había ido. Lloraba muy desesperada, me odiaba, y todo por ver mal el reloj, o tal vez por confundir los horarios de los trenes, o quizá por cobardía en el último instante no me subí. Este sueño parecía insinuar que Tiantian y yo éramos dos trenes que se cruzan al pasar.

Cansada abrí la puerta, afuera estaba Madonna, de negro, fumando un cigarro, la ropa negra la hacía parecer muy flaca y larga.

Mis pensamientos aún estaban en el sueño, ni siquiera me percaté de su desusada expresión. Parecía que había bebido, se había rociado muchísimo perfume Opium, se había recogido el cabello, se parecía a las mujeres antiguas que se peinaban con rodetes en la nuca, tenía una mirada vidriosa, su aspecto me causaba incomodidad.

– Por Dios, ¿has estado todo el tiempo en este cuarto? ¿Sigues escribiendo sin parar? -Caminó unos pasos hacia el cuarto.

– Me acabo de despertar, tenía una pesadilla, por cierto ¿ya comiste? -recordé que en todo el día no había comido nada.

– Está bien, vamos a comer una buena comida, yo invito. -Apagó el cigarrillo, me tiró su abrigo y se sentó en el sillón mientras yo me arreglaba para salir.

Su Santana 2000 blanco estaba estacionado en la calle frente al edificio. Abrió las puertas, encendió el motor, me senté a su lado, me abroché el cinturón, el coche salió como disparado. Todas las ventanillas estaban abiertas, fumar al viento era maravilloso, daba la sensación de que todas las preocupaciones se irían con el aire.

Madonna se dirigió hacia la autopista. Desde que en Shangai proliferaron las autopistas, los locos del volante empezaron a abundar. Estaba sonando el CD con una canción de amor de Zhang Xinzhe, ¿Será que tienes a otro? Dímelo, no temas herirme. Fue entonces cuando me di cuenta de que ella no estaba de buenas, además recordé a Dick y Zhusha juntos la otra noche en el Goya, y todo se me aclaró.

Madonna era una mujer impenetrable, su vida estaba llena de improvisaciones, caprichos, complicaciones, me era muy difícil imaginarme su pasado o su presente, y su futuro me parecía incierto. Tampoco sabía si su relación con Dick era seria, ya que siempre decía tener a muchos jovencitos como él, por lo que Dick tampoco parecía ser el último postre en el viaje de su vida.

– ¿Qué quieres comer, comida china, occidental o japonesa?

– Lo que sea -dije.

– Qué indecisa, odio a la gente que dice lo que sea, piénsalo y decide.

– Japonesa -dije. En la cultura de esta ciudad hay una fuerte tendencia a venerar lo japonés, la gente adora las canciones de Anmuro Namie, los libros de Murakami Haruki, los programas de televisión de Kimura Takuya y ni qué decir de los innumerables cómics o los aparatos electrónicos japoneses. A mí también me gusta la comida japonesa, fresca y elegante, y los cosméticos. El coche se paró frente al restaurante Edo de la calle Donghu.

Las luces se derramaban sobre los ladrillos del piso como ámbar líquido, los mozos vestidos como marionetas se movían eficientemente, ordenados y limpios, por el salón. Nos sirvieron una tras otra las entradas, sushi de atún, pepino encurtido, camarones secos y sopa de mariscos.

– ¿Sabes que ya no salgo con Dick? -me dijo.

– ¿De veras? -la miré, tenía la cara descompuesta-, ¿por qué? -Realmente no sabía la razón pero no pensaba decir que lo había visto con Zhusha en el Goya. Zhusha era mi prima y Madonna mi amiga, debía tomar ese asunto con mucha objetividad.

– ¿Acaso no lo sabes? Es tu prima, tu prima Zhusha me robó a mi hombre -gimió y se tomó de un trago el sake.

– Bueno, ¿acaso no es posible que Dick hubiera tomado la iniciativa? -dije con frialdad. Para mí Zhusha era una mujer impecable, incapaz de algo así. Por las mañanas, maquillada discretamente, se subía a un autobús con aire acondicionado o al taxi y se iba a la office, al mediodía tomaba su "almuerzo ejecutivo" en una cafetería de estilo occidental o en un restaurante pequeño, a la noche cuando las luces apenas se empezaban a encender, con pasos de gato, salía e iba al almacén Mei-mei de la calle Huaihai e impasiblemente miraba los estantes llenos de las marcas de última moda. Luego en la esquina de la calle Changshu bajaba por las escaleras eléctricas y tomaba el subte, y como muchas otras mujeres Zhusha se arreglaba el maquillaje manteniendo en su rostro una leve expresión de cansancio y satisfacción. Precisamente porque hay muchas mujeres como Zhusha en esta ciudad es que existe una cierta elegancia y un cierto control, en medio de estos tiempos desbordados, ostentosos y excéntricos. Los reclamos confusos de las mujeres que salieron de la pluma de Zhang Ailin, y la elegante melancolía de los escritos de Chen Danyan, se basaban en lo que ocurre aquí. Muchos llaman a Shangai la "ciudad de las mujeres", probablemente comparándola con las ciudades de machos del norte.

– Creí que conocía a Dick, podía adivinar todo lo que pensaba, pero jamás adiviné que se aburriría de mí tan pronto. Soy muy rica pero mi cara es fea ¿verdad? -Sonriendo tocó mi mano y levantó su cara hacia la luz.

Lo que vi fue una cara no muy hermosa pero sí difícil de olvidar, un rostro afilado, cejas oblicuas, piel pálida con poros un poco abiertos, pintura labial cara tan espesa que amenazaba con escurrirse. Había sido bella pero ahora el sauce se había marchitado, las nubes se habían dispersado, los pétalos marchitos se habían caído. Era un rostro por el que habían pasado placeres ácidos, locura, sueños, esas cosas corroen, dejaron huellas sobre la piel suave, endurecieron las facciones, marcas y cansancio que pueden herir pero también ser vulnerables.

Sonrió, sus ojos estaban rojos, húmedos, era como toda la historia de las mujeres, un espécimen que había concentrado las cualidades, los valores y la naturaleza de todas las mujeres.

– ¿De veras te importa tanto Dick? -le pregunté.

– No sé… pero no me siento bien, siento que me usó, que me engañó, estoy enojada, ya no quiero tener otro hombre, quizá ya no haya otro hombre joven interesado en estar conmigo. -Tomó el sake como agua, su cara se encendió como un girasol de Van Gogh bajo el Sol. Me tomó totalmente por sorpresa cuando levantó la mano y estrelló la copa contra el piso, miles de pedazos como de jade blanco se desparramaron en el suelo.

El mozo vino de inmediato.

– Disculpe, fue un accidente -le dije.

– A decir verdad, eres muy afortunada, tienes a Tiantian y también a Mark. ¿Verdad?, súper completa. Cuando se es mujer y se puede tener todo eso, entonces eres feliz. -Seguía sosteniendo mi mano y mi palma de pronto empezó a transpirar frío.

– ¿Qué Mark ni qué? -trataba de mantener la calma. En ese instante un mozo con cara de alumno de secundaria nos miraba a través de sus lentes. Es interesante observar a dos mujeres jóvenes que hablan de su vida privada.

– No quieras disimular, ¿qué puede escapar a mis ojos?, mis ojos son muy agudos, además tengo intuición, tantos años de ser mami en el sur no fueron en vano -rió-. Relájate, no le diré a Tiantian, si le digo lo mato, es muy puro y débil… además tú tampoco haces nada malo, te entiendo. -Me tomé la cabeza con las manos, esa bebida japonesa caliente, aparentemente inofensiva, hacía su efecto, mi cabeza empezó a dar vueltas, sentía que volaba.

– Estoy borracha -dije.

– Vamos a hacernos una limpieza facial, aquí al lado. -Pagó la cuenta, me tomó de la mano, salimos del restaurante y entramos en el salón de belleza por la puerta contigua.

El salón no era grande, en las cuatro paredes colgaban pinturas, algunas originales y otras copias. Se decía que el dueño del salón sabía mucho de arte, frecuentemente entraban hombres al salón, no para ver a las mujeres sino para comprar un cuadro auténtico de Lin Fengmian.

Suave música, suave olor a incienso de frutas, suave la cara de la cosmetóloga.

Madonna y yo nos acostamos en dos camas vecinas, nos taparon los ojos con dos rebanadas de pepino, ya no pudimos ver nada. La mano suave de la mujer resbalaba por mi cara, la música provocaba sueño, Madonna decía que cuando venía a hacerse la cara con frecuencia se quedaba dormida. Ese ambiente creaba una sensación sutil de intimidad y simpatía mutua entre las mujeres. Las suaves caricias de manos femeninas sobre la cara son mucho mejores que las caricias de un hombre. En los salones de belleza se respira un fuerte aire de cultura lesbiana. En alguna cama alguien se estaba tatuando las cejas, podía oír el sonido del metal perforando, se me erizaba la piel. Después me relajé. Me dormí embriagada por los dulces pensamientos de que mi cutis al rato sería como el de Elizabeth Taylor de joven.

El Santana blanco corrió volando como el viento por la autopista en la noche silenciosa. Escuchando la radio, fumábamos en una atmósfera quieta como el agua.

– No quiero ir a mi casa. Es tan grande y silenciosa. Sin un hombre que me acompañe parece una tumba, ¿puedo ir a tu casa? -preguntó.

Asentí con la cabeza.

Estuvo en el baño mucho tiempo. Marqué el teléfono del hotel donde estaba Tiantian. Su voz era soñolienta (siempre se oye así por teléfono). Su respiración familiar llegó a mi oído a través del cable telefónico.

– Estás dormido, te llamo después -le dije.

– Eh, no, no importa, estoy muy relajado, parece que tuve un sueño, soñé contigo, además había cantos de pájaros, se me antoja comer esa sopa rusa que tú haces… ¿Hace frío en Shangai? -Se sonaba la nariz, parecía resfriado.

– No mucho, Madonna se quedará conmigo esta noche, no se siente bien, Dick y Zhusha están saliendo juntos. ¿Cómo están tú y Ovillo?

– Ovillo tiene diarrea, la llevé al veterinario, la inyectaron y le dieron una medicina, yo tengo algo de gripe. Desde que regresé de nadar empecé, pero no importa. Acabo de ver una película de Hitchcock, su estilo me recordó un poco las novelas de artes marciales de Gu Long. Por cierto, quiero contarte algo que vi con mis propios ojos. Justo ayer, mientras estaba sentado en un colectivo, un ladronzuelo de catorce o quince años le arrancó la gargantilla de oro a la señora que estaba a mi lado. Nadie intentó detenerlo, se bajó y corrió sin dejar huella.

– Qué horror, cuídate, te extraño mucho.

– Yo también, es lindo tener a quien extrañar.

– ¿Cuándo regresas?

– Cuando termine de leer estos libros, y de dibujar unos bosquejos. La gente de aquí no es como en Shangai, este lugar es como el sudeste de Asia.

– Está bien, un beso. -Se oyó en el teléfono un largo chasquido de labios, contamos uno, dos, tres y al mismo tiempo colgamos el teléfono.

Madonna me llamó desde el baño:

– Querida, pásame una bata. -Abrí el armario, saqué la bata gruesa de algodón de Tiantian. Ella ya había abierto la puerta y se secaba en la espesa niebla del baño.

Le tiré la bata, ella se puso en una pose provocativa al estilo de Marilyn Monroe.

– ¿Qué te parece mi cuerpo?, ¿te parece atractivo todavía?

Crucé los brazos, la miré de arriba abajo, le pedí que girara, ella obediente dio media vuelta y luego la vuelta completa.

– ¿Qué tal? -me miraba inquieta.

– ¿Quieres la verdad? -pregunté.

– Por supuesto.

– Hay huellas de muchos hombres, por lo menos de unos cien.

– ¿Qué quieres decir? -Seguía sin la bata.

– Las tetas no están mal, aunque algo pequeñas se ajustan cómodamente a la palma de la mano, las piernas son muy elegantes, el cuello es lo más bonito de tu cuerpo, sólo las damas occidentales de la alta sociedad tienen un cuello tan hermoso, pero el cuerpo en su conjunto está cansado, carga con la memoria de demasiados hombres.

Todo el tiempo apretaba sus pechos, algo decaídos pero para ella eran un tesoro, conforme oía mis palabras acariciaba sus piernas y luego hacia arriba tocaba su largo y bello cuello:

– Me adoro, mientras más vieja y cansada, más me quiero… ¿A ti no te gusto?

Me alejé, verla tocarse el cuerpo me ponía nerviosa, ya sea un hombre o una mujer, cualquiera se vería afectado por eso.

– ¡Aquí se está mejor que en mi casa! -gritó a mis espaldas.

Quería charlar conmigo, nos acostamos en la misma cama, pierna contra pierna, arropadas con una delgada cobija de plumas de ganso, a través de la tenue luz, por encima de su nariz, podía ver el armario y la ventana. Mientras estaba estudiando en la Universidad, las chicas de la misma habitación tenían la costumbre de dormir en la misma cama. La mejor manera de compartir los secretos mutuos, las alegrías, los deseos, las penas con otra mujer era tal vez compartiendo la misma cama. En medio de eso se forjaba una amistad especial, una confianza basada en la intuición y la ansiedad subconsciente, tan difícil de ser comprendida por los hombres. Me contaba de su pasado, como parte del intercambio yo también le ofrecía mi vida pasada, claro que mi pasado ni de lejos era tan complejo y oscuro.

Su vida era como una caligrafía espontánea, hecha en estado de ebriedad, y la mía era como un carácter redondo, más uniforme, el dolor, la ansiedad, la alegría, la presión no me hicieron extraña ni anormal, yo aún era una chica simpática, dócil, por lo menos a los ojos de algunos hombres.

Madonna nació en el barrio bajo del distrito Zhabei de Shangai. Desde niña su sueño era ser artista (por eso se buscó tantos amantes artistas). A los dieciséis años dejó la escuela. Su padre y su hermano mayor eran borrachos, cuando se embriagaban la tomaban como blanco para golpearla. Poco a poco esa violencia se convirtió en abuso sexual, le pegaban en las nalgas, apagaban las colillas de los cigarrillos en sus pechos. Su madre era débil y jamás la pudo proteger.

Un día tomó el tren y sola fue a Guangzhou. No tenía muchas opciones, empezó a trabajar en un bar acompañando a los clientes. En aquel entonces, las ciudades del sur pasaban por una ola de gran desarrollo, había muchos ricos, algunos tenían tanto dinero que te dejaba sin palabras. Ella tenía ese toque especial que sólo tienen las chicas de Shangai, su porte y sus actitudes la hacían superior a las otras chicas de provincia, los clientes la preferían, la ayudaban, querían hacer cosas por ella. Su posición en ese medio subía cada día más, empezó a reclutar por si sola a unas chicas y comenzó su propio negocio.

La llamaban "Muñequita extranjera", era un apodo cariñoso de Shangai para las chicas blancas y hermosas. Con sus vestidos largos negros escotados con delgados tirantes, pulseras de diamantes regaladas por sus admiradores, los cabellos negros sobre su cara blanca, parecía una reina que vivía en un castillo encantado, lleno de pesadas cortinas. Ejercía un enorme poder dentro de una complicada red de relaciones.

– Cuando me acuerdo de aquellos tiempos, siento que todo pasó en mi otra encarnación, si lo resumiera en pocas palabras sería "La bella y las bestias". Yo dominaba las fórmulas de cómo domesticar a los hombres, tal vez después cuando sea vieja, voy a escribir un libro para mujeres, les enseñaré cómo atrapar el corazón de los hombres, cuál es su lado oscuro, igual que cuando vas a matar a una serpiente hay que pegarle en el punto exacto, los hombres también tienen su punto débil. Aunque las mujeres de ahora maduran más temprano y son más agresivas y valientes que nosotras, aún son perdedoras en muchos aspectos. -Acomodó la almohada y me miró. -¿Tengo o no razón?

Le dije:

– En el fondo lo que pasa es que el sistema social actual desconoce las necesidades de la mujer y no las apoya para que estén conscientes de su propio valor. Las mujeres más agresivas se ganan el apodo de "vulgares", las suaves y gentiles se consideran como "floreros vacíos sin cerebro".

– Como quiera que sea, las chicas deben cultivar su cabeza, no está mal ser inteligente. -Se detuvo y me preguntó si estaba de acuerdo, le dije que sí, aunque no me considero como ejemplo de feminismo, sin embargo sus palabras eran muy ciertas, me hicieron descubrir la sabiduría y sensatez escondidos en su pensamiento.

– ¿Entonces, cómo fue que te casaste con tu esposo el difunto?

– Pasó algo que me enseñó mucho, me enseñó que dentro de ese mundo por mucho que yo tuviera influencias a través de mis relaciones, no era más que un punto rojo fácil de borrar… Apreciaba entonces a una chica de Chengdu. Era una universitaria, había estudiado administración en la Universidad de Sichuan, había leído mucho, podía conversar conmigo sobre temas de arte (disculpa, pero aunque sea muy inculta, desde niña el arte siempre me ha inspirado curiosidad, en aquel entonces entre mis novios había un pintor graduado en el Instituto de Bellas Artes de Guangzhou, igual que Dick, pintaba cuadros surrealistas al óleo). Ella no tenía dónde vivir así que la invité a vivir conmigo mientras tanto. Un atardecer de pronto tres hombres de aspecto salvaje vinieron a la puerta a buscarla. Eran paisanos de ella, habían reunido fondos y se los dieron para que los invirtiera en Guangzhou en el mercado de futuros. El resultado fue que en una sola noche los cien mil yuanes se hicieron polvo, y ella sin otra alternativa se dedicó a la prostitución. Todo el tiempo se había escondido de sus paisanos, sin decirles lo que había pasado. Finalmente esos hombres con navajas en la mano llegaron a la puerta. Yo estaba en la ducha, me descubrieron y me llevaron también. Aquello era de terror, dieron vuelta por completo mi cuarto, se llevaron todas mis alhajas y treinta mil yuanes en efectivo. Les decía que ese asunto no tenía que ver conmigo, que me soltaran, pero ellos taparon mi boca con una tela. Pensé que nos iban a vender a los tratantes de blancas y nos iban a llevar a Tailandia o Malasia.

"Nos encerraron en un cuarto oscuro, todo en mi cabeza estaba negro, estaba muy desesperada, por todos lados se sentía que algo terrible iba a pasar. Piensa, unas horas antes yo vivía entre algodones y de pronto me había convertido en una presa, qué vida iba a tener. Llegaron, golpearon salvajemente a la chica, decían que había nacido para ser puta, luego sacaron el trapo de mi boca, decidí aprovechar esa oportunidad para salvarme. Recité una larga lista de nombres importantes, desde el jefe de la policía hasta los mañosos que controlaban cada barrio. Dudaron un poco, salieron del cuarto a deliberar, se demoraron, parecían tener aún un dilema, finalmente el hombre un poco más alto entró: "Tú eres la famosa 'Muñequita extranjera', esto es un malentendido, inmediatamente te llevaremos a tu casa".

Su mano helada tomó la mía, extendió las palmas lentamente, los dedos le temblaban.

– ¿Por eso decidiste casarte?

– Sí, para salir de ese negocio. Entonces había un corredor de bienes raíces que se había hecho millonario. El viejo estaba decidido a casarse conmigo. Finalmente afronté el asco de acostarme con una momia llena de arrugas y me casé con él. Pensé además que no iba a durar mucho, mi intuición se confirmó… Ahora tengo dinero, tengo libertad, soy mucho más afortunada que la gran mayoría de las mujeres. Aunque me aburro como una ostra, estoy mejor que las desempleadas de las fábricas textiles.

– La mujer de la casa vecina está desempleada, pero no veo que esté sufriendo demasiado, igual que siempre prepara la comida y espera a su marido, regresa el hijo y los tres juntos alrededor de la mesa comen contentos. Dios es justo, te da esto pero te quita aquello, puedo entender la alegría de mis vecinos -dije.

– Está bien, digamos que tienes razón, vamos a dormir. -Abrazándome por los hombros, su respiración se hizo cada vez más profunda y pronto se durmió.

Yo no podía dormir, su historia como un manantial de luz constantemente arrojaba chispas en mi cerebro, doce corrientes de colores diferentes se fundían unas con otras. Su cuerpo estaba presionando fuertemente contra el mío, podía sentir su calor, su respiración, sus heridas y sus sueños. Ella existía en los límites de lo creíble y lo increíble, en los límites entre las llamas y el hielo, poseía un atractivo sexual absorbente (por ser mujer yo lo sentía con más claridad). También poseía un sentido de la muerte pavoroso (sus vivencias y su nerviosismo sobrepasaban a los de un ser común, en cualquier momento podía salirse de control y herir como un cuchillo).

Intenté retirar su brazo, sólo si me alejaba de ella me podría quedar dormida. Pero ella me apretó aún más fuerte. Después de un fuerte suspiro en el sueño, empezó a besar mi cara. Sentía sus labios húmedos y peligrosos como una almeja hambrienta, pero yo no era Dick ni otro hombre de su vida. Traté de alejarla con todas mis fuerzas pero ella no despertaba, en la oscuridad de la noche rodeaba mi cuerpo como una hiedra. Ardiendo de calor, me moría de miedo.

De pronto despertó. Abrió los ojos, sus pestañas estaban húmedas:

– ¿Por qué me abrazas? -preguntó en voz baja, se podía ver su estado de placer.

– Fuiste tú quien me estaba abrazando -me defendí.

– Ah -suspiró-, soñé con Dick… Tal vez de veras lo quiero, estoy muy sola. -Mientras hablaba se levantó de la cama. Se acomodó los cabellos y se puso la bata de Tiantian: -Me voy a la otra habitación a dormir.

Cuando salía del cuarto sonreía con picardía, se dio vuelta y me preguntó:

– ¿Te gustó que te abrazara?

God. -Hice un gesto hacia el techo.

– Siento que te amo, de veras, nosotras podríamos estar aún más cerca, tal vez porque nuestros signos del horóscopo son compatibles. -Con la mano me indicaba no abrir la boca. -A lo que me refiero es a que tal vez yo pueda ser la agente de tu maravillosa novela.

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