La felicidad de los hombres es: Yo quiero.
La felicidad de las mujeres es: Él quiere.
Nietzsche
Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos sentimientos muy distintos, el primero es deseo, lo segundo es amor.
Milan Kundera
Tiantian regresó y llenó de nuevo un importante vacío en mi vida. Cada noche nos dormíamos inhalando la exhalación del otro, en las mañanas cuando nuestros estómagos empezaban a rugir abríamos los ojos y nos besábamos hambrientos. Mientras más nos besábamos más hambre nos daba, yo creo que el amor nos abría el apetito.
La heladera estaba llena de frutas, varias marcas de helado, vegetales para hacer ensaladas. Nosotros queríamos ser vegetarianos, frugales, llevar una vida simple como los antropoides de los bosques de hace decenas de miles de años, que no tenían heladeras, helados, colchones, ni inodoros.
Nuestro gata Ovillo seguía portándose muy mal, seguía teniendo una doble vida, una en nuestra casa y otra en los tachos de basura de la calle. Ella tenía muy bien organizado su ir y venir entre un lugar y otro. Los viernes y sábados roncaba a los pies de nuestra cama con su suave olor a jabón líquido (Tiantian se encargaba de bañarla y desinfectarla), tan pronto como llegaba el lunes ella recogía su cola y se iba del departamento muy puntualmente, como si fuera al trabajo, ella vagabundeaba a gusto por las calles. Al caer la noche, empezaba sus chillidos de llamado a sus compañeros de apareamiento, aunque deambulaba entre la mugre y la peste de la basura, ella encontraba su propio placer en eso.
En una ocasión, durante varias noches se oyeron chillidos de una pandilla de gatos frente al edificio, que iban y venían. El Comité de Vecinos se organizó para limpiar los lugares donde los gatos se refugiaban, especialmente los basureros, así que los gatos eran cada vez menos, pero Ovillo aún se movía en sus territorios como si nada. Parecía tener una misteriosa habilidad para desafiar al destino. Los dioses son grandes pero el destino también lo es. De vez en cuando traía novios a casa para pasar la noche. Nosotros nos imaginábamos que si había una pandilla de gatos seguro que Ovillo era la reina, que podía enamorar a cualquier gato de la pandilla.
En cuanto a mí, había entrado en una especie de parálisis, estaba a cincuenta mil palabras de terminar la novela y mi cerebro estaba vacío, como si toda mi imaginación, mis conocimientos y mi fuego se me hubieran escurrido por las orejas en una noche. Las palabras que salían de mi lapicera eran rancias y oscuras, escribía y rompía, pensaba que lo mejor era tirar la lapicera en el cajón de cosas inútiles, hasta empecé a tartamudear. Hablando por teléfono o hablando con Tiantian yo hacía lo posible por evitar los adjetivos, me limitaba a las construcciones sujeto más verbo más complemento y a las oraciones imperativas, tales como "No me consueles" o "Por favor tortúrame".
Tiantian se recluía en la otra habitación absorto en pintar ilustraciones para esa temporalmente suspendida novela, allí estaba la mayor parte del tiempo con la puerta cerrada. Cuando me asaltaba alguna sospecha o cualquier otra preocupación abría la puerta intempestivamente y entraba, pero jamás sentí ese olor extraño ni le vi hacer algo fuera de lo común.
Desde que regresó de su cura de desintoxicación, yo hice una limpieza exhaustiva del departamento, me llevó toda la mañana revisar cada rincón para ver si había marihuana u otra cosa sospechosa. Después de corroborar que no había ningún resto del pasado, construí alrededor de nosotros una sensación de seguridad.
Él se instalaba allí con un montón de pinturas como Da Vinci, buscando la verdadera naturaleza de las cosas en un mundo caótico, como Adán creando el prodigio del amor con una costilla en una huerta de manzanas.
– No puedo hacer nada. Creo que soy un desastre. No tengo entusiasmo, no tengo inspiración, no soy más que una mujer común y corriente, empecinada en el deseo absurdo de hacerse famosa escribiendo un libro -dije con un sentimiento de aún más impotencia al mirar la mesa de trabajo llena de ilustraciones maravillosas. Me sentí verdaderamente triste sabiendo que no estaba a la altura de su amor ni de mis propios sueños.
– Claro que no -dijo él sin levantar la cabeza-, sólo necesitas un descanso por un tiempo y aprovechar para quejarte y hacer de niña mimada.
– ¿Eso es lo que piensas? -Lo miré sorprendida, sus palabras me sonaban originales, interesantes.
– Quéjate de ti misma y vas a tener los mimos de la gente que amas -dijo perspicazmente-. Es una manera de aliviar la presión psicológica.
– Eso suena como de mi psicólogo Wu Dawei, pero me hace muy feliz que tú pienses así.
– ¿El editor aceptará estas ilustraciones? -me preguntó bajando el pincel. Yo me aproximé a la mesa y miré los dibujos uno por uno, algunos eran sólo bocetos pero otros eran hermosos trabajos terminados. Los colores de las acuarelas eran luminosos y suaves, los trazos de los personajes eran simples y un poco exagerados, los cuellos largos al estilo de Modigliani y los ojos asiáticos, estrechos, largos y delicados transmitían melancolía, comicidad e inocencia.
Todas esas características son las que mis escritos y sus pinturas tienen en común.
– Yo amo esas ilustraciones, y aunque yo no termine mi novela ellas tienen vida propia y podemos exponerlas, van a gustar. -Me acerqué y lo besé en los labios. -Prométeme que vas a seguir pintando, estoy segura de que te vas a convertir en un gran pintor.
– Jamás he pensado en eso -dijo él tranquilamente-, además yo no necesariamente quiero ser un pintor famoso. -Eso era cierto, él nunca había sido ambicioso, y nunca lo sería. En China hay un dicho que dice: "A los tres años ya se vislumbran los ochenta", eso significa que en toda la vida de una persona, desde los tres a los ochenta años, hay algunas cosas que no cambian, es decir, es fácil predecir cómo será la gente de vieja.
– El problema no es ser o no famoso, sino acogerse uno mismo a un pilar firme, a una causa que te haga feliz -repliqué yo, pero hubo algo que no dije: "Y que te haga dejar para siempre las drogas y esa vida de confinamiento que llevas". Si él tuviera el deseo de ser un gran pintor, concentraría la mayor parte de sus fuerzas en eso.
Yo alguna vez escribí: "La vida es como una enfermedad crónica y encontrar algo interesante que hacer es una especie de alivio a largo plazo".
– La única solución a los problemas es no engañarse a uno mismo -dijo él simplemente dirigiéndome una mirada incisiva (él casi nunca miraba así, pero desde que regresó del centro de desintoxicación yo he notado algunos cambios sutiles en él), como si yo usara las grandes verdades de la vida para engañarme y engañar a los demás, y construir una trampa fragante y dulce.
– Está bien, tienes razón -dije yo mientras salía-, precisamente por eso te quiero.
– Cocó -me gritó nervioso y contento mientras se limpiaba con un pañuelo la pintura de sus manos-, tú me entiendes. -Cada mañana cuando me despierto y te encuentro a mi lado me siento feliz al ciento por ciento.
Antes de ver a Mark estuve tratando de encontrar una excusa para salir, pero finalmente descubrí que para salir en secreto no necesitaba excusa. Tiantian estaba en casa de Madonna jugando a El imperio contraataca y llamó para decir que los ataques tenían que ser continuos y que se quedaría toda la noche. Colgué el teléfono, me puse una blusa larga hasta la cintura, transparente, unos pantalones negros a la cadera, ajustados, un poco de polvo plateado en los pómulos y salí.
Encontré a Mark, con sus largos brazos y largas piernas, en la esquina de las calles Fuxing y Yongfu. Impecablemente vestido, fresco, parado bajo un farol. Parecía salido de una película, flotando desde el otro lado del Pacífico. Mi amante extranjero tenía un par de hermosos y perversos ojos azules, un trasero incomparablemente bien formado y un miembro gigante. Cada vez que lo veía pensaba que estaba dispuesta a morir por él, morir debajo de él, cada vez que lo dejaba pensaba que el que debería morir era él.
Cuando él salía de mí y me levantaba para llevarme cargada con pasos tambaleantes a la bañera; cuando pasaba sus manos llenas de jabón líquido entre mis piernas, limpiando minuciosamente el esperma que él había vertido en mí y el elixir de amor que había salido de mi vagina; cuando él se excitaba de nuevo, me levantaba y me dejaba caer sobre su vientre; cuando hacíamos de nuevo el amor lubricados con jabón líquido; cuando lo veía jadear entre mis muslos bien abiertos, gritando mi nombre; cuando todo el sudor, toda el agua y todos los orgasmos al mismo tiempo fundían nuestros cuerpos, entonces yo pensaba que era ese alemán el que tenía que morir.
A ojos cerrados, la naturaleza del sexo y la de la muerte no están separadas más que por una línea muy fina. En un cuento que escribí, "La pistola del deseo", hice que el padre de la protagonista muriera cuando su hija alcanza el orgasmo haciendo el amor por primera y última vez con su amante, un oficial del ejército. Ese cuento me valió ataques despiadados de mis admiradores masculinos y de la prensa.
Nos besamos, tomados de la mano pasamos por una puerta de metal y atravesamos un jardín, envueltos por el perfume de hortensias moradas llegamos a una pequeña sala de proyección de videos. Yo me apoyé en la pared detrás de los asientos, observando de lejos a Mark departir y hablar en alemán con sus amigos rubios. Entre ellos había una mujer de cabello corto que ocasionalmente me miraba. Las extranjeras siempre ven a las amantes chinas de sus compatriotas como intrusas. En China ellas tienen muchas menos posibilidades que los hombres para elegir amante o marido, en general ellas no se fijan en los chinos, en cambio muchas mujeres chinas competimos con ellas por sus hombres occidentales.
En ocasiones yo me sentía muy avergonzada cuando estaba con Mark, temía ser confundida con una de esas mujeres fáciles que andan a la caza de un novio extranjero rico y que hacen cualquier cosa por salir de China. Por eso siempre me paraba lejos, mantenía un aire de seriedad y respondía con frialdad y enojo a las miradas afectuosas de Mark. Bastante ridícula.
Mark vino hacia mí y me dijo que después de la proyección iríamos a un café con la directora de la película.
Había mucha gente, así que estuvimos parados durante toda la película. Tengo que admitir que no comprendí muy bien las imágenes oníricas de glaciares y trenes, pero yo sentí que la directora estaba experimentando con una angustia existencial que todos los seres humanos compartimos, la angustia del desamparo. Ella había elegido una forma de expresión muy poderosa, los colores eran fascinantes, era una mezcla de violeta suave y azul que armonizaba en medio del contraste del negro y el blanco. Uno podía buscar en todas las tiendas de moda de Shangai y no encontraría una mezcla de colores tan artísticamente pura y atrayente. Admiro a una directora que pueda hacer ese tipo de películas.
Cuando la película terminó conocí a la directora. Shamir era una mujer aria, con un corte de pelo masculino, enfundada en una falda corta negra. Tenía unos ojos verdeazulados que irradiaban locura y piernas largas y bien torneadas. Mark me presentó, ella me miró de una manera especial y me dio la mano un poco reservada, yo le respondí con un abrazo, ella mostró cierta sorpresa pero le agradó.
Como Mark me había dicho anteriormente, Shamir era una auténtica lesbiana. Cuando ella me miraba había algo en sus ojos, algo que no sientes cuando te relacionas con mujeres. Nos sentamos a tomar unas copas en la planta alta del Park 97, al lado de una balaustrada de hierro forjado, en una atmósfera de luces trémulas, murales deslavados y suave música de fondo. Tony, norteamericano de origen chino y uno de los propietarios del Park, iba de un lado a otro saludando a los clientes, miró hacia arriba y al vernos nos saludó con un gesto.
– Qué tal.
Shamir tosió y tomó mi cartera de satén rojo bordado, la miró detenidamente por un momento, me sonrió y dijo:
– Muy bonita. -Yo le correspondí su sonrisa.
– Debo admitir que realmente no comprendí tu película -le dijo Mark.
– Yo tampoco -dije yo-, pero me fascinaron los colores, esos rayos luminosos chocando unos con otros y hasta atrayéndose, es difícil encontrar esa combinación de colores en otra película, ni siquiera en un local de ropa.
Ella se rió.
– Nunca pensé que pudiera existir alguna relación entre mi película y un local de ropa.
– Después de ver la película sentí como si hubiera sido un sueño que hubiera tenido antes, o un cuento que hubiera oído, es como la sensación que tuve al leer el libro de Cocó, en todo caso me encanta esa sensación… es como romper algo en pedacitos y después juntarlos de nuevo. Te vuelves sentimental. -Shamir se llevó la mano al pecho.
– ¿De verdad? -Su voz tenía un extraño tono infantil, sus gestos eran a ratos tan calmados como la superficie del agua, luego de repente explotaba. Cuando ella estaba de acuerdo con tu posición te agarraba por la muñeca con su mano y decía en un tono de gran seguridad:
– Sí, exactamente.
Era ese tipo de mujer que no se olvida fácilmente. Ella había pasado por muchas experiencias, había sacado fotos en el Polo Norte, allí escaló una enorme cascada congelada llamada "El muro de los lamentos", que parecía como si estuviera hecha de una montaña de lágrimas. En ese momento estaba trabajando para la organización alemana más grande de intercambio cultural, DAAD, donde se encargaba de la sección de cinematografía, conocía a todos los cineastas clandestinos y de vanguardia de Pekín y Shangai. Esa institución organizaba todos los años un festival en Alemania al que invitaba artistas de todo el mundo, incluidos los de China. Mucha gente la apreciaba, pero la primera impresión agradable que yo tuve de ella fue de la película que acabábamos de ver, Itinerario de vuelo.
Ella preguntó sobre mis cuentos, yo le dije que todos eran historias verdaderas, que habían ocurrido en Shangai, ese jardín florido y caótico con acento poscolonial.
– Uno de mis cuentos está traducido al alemán, si te interesa te puedo dar una copia -dije yo de manera sincera-. Lo tradujo un chico que estudiaba alemán en la Universidad Fudan, al mismo tiempo que yo, que se enamoró de mí y me lo tradujo. Era un excelente estudiante pero no se graduó porque se fue a Berlín a estudiar.
Ella me sonrió. Una sonrisa que parecía el abrir de una flor sin nombre en el viento primaveral. Me dio una tarjeta con su dirección, su correo electrónico y sus números de teléfono y de fax y me dijo:
– No la pierdas, espero que nos veamos de nuevo.
– Ah, te enamoraste de Cocó -dijo Mark en son de broma.
– So what?-dijo Shamir sonriendo -ella es una chica especial, no sólo brillante sino también muy hermosa, una baby de temer… Estoy segura de que es capaz de decir y hacer todo lo que quiere.
Sus palabras me sacudieron y me paralizaron por un instante como un electroshock. Hasta hoy no entiendo por qué sin excepción es la mujer la que entiende a la perfección a otra mujer y puede descubrirle su naturaleza más secreta, sutil e íntima.
Debido a esas palabras de reconocimiento, antes de partir, nos detuvimos en la puerta del Park y nos besamos íntimamente bajo unos árboles. Sus labios tiernos y húmedos me atraían irresistiblemente como los pistilos de una flor exótica, el placer carnal surgió intempestivo, nuestras lenguas como tiras de seda preciosa se entrelazaron tierna y peligrosamente. Yo no alcanzo a comprender por qué fui más allá de ciertos límites con esa desconocida, de la conversación al beso, del beso de despedida al beso de la pasión.
La luz de la calle repentinamente se apagó, me asaltó una sensación pesada como un golpe pero al mismo tiempo poco común, con una mano acarició mis pechos a través del sostén, torciendo suavemente mi pezón, firme como un capullo de flor, mientras su otra mano se deslizaba entre mis muslos.
La luz se encendió de nuevo y yo regresé a la realidad, como si saliera de un sueño, liberándome de esa tentación extraña. Todo el tiempo Mark había estado parado tranquilamente disfrutando la escena, parecía que todo eso lo hacía gozar.
– Eres tan adorable. Lástima que mañana tengo que regresar a Alemania -dijo Shamir suavemente y luego abrazó a Mark-. Adiós.
Sentada en el automóvil de Mark, yo me sentía todavía confusa.
– Aún no sé por qué hice eso… -dije mientras pasaba mi mano por mis cabellos.
– Todo empezó cuando te fascinaste con su película -dijo Mark tomando mi mano y besándola-. Una mujer inteligente y sensible besando a otra mujer inteligente y sensible es algo irresistible, conmueve el alma y la inteligencia y excita la sensibilidad, es tan excepcional que resulta sexualmente muy excitante. -Sus palabras no sonaban para nada machistas, al contrario, eran comprensivas y conmovedoras.
Emocionada por sus palabras, floté húmeda todo el camino, hasta que llegamos a su enorme departamento donde cada rincón podía conducir a la locura. Prendí el estéreo y puse una balada de Suzhou cantada por Xu Lixian, me desnudé y me dirigí al cuarto.
Él recordó de repente que en la heladera tenía mermelada de zarzamora, que me encantaba, me pidió que esperara y se dirigió a la cocina, oí un ruido de platos y regresó a la cama desnudo con un plato de mermelada y una cuchara de plata.
– Toma un bocado cariño -dijo él llevando la cuchara a mi boca.
Disfrutamos la maravillosa mermelada, un bocado uno, un bocado el otro y mirándonos intensamente, súbitamente estallamos en risas. Él se puso encima de mí y me acostó y como un cavernícola salvaje de las cuevas del Adriático, que ofrenda su cabeza, besaba mi vientre con su lengua fría y dulce.
– Tienes una cuca muy hermosa, de Berlín a Shangai no hay otra tan exquisita… -Con los ojos bien abiertos viendo sin mirar el techo, sentí cómo el placer de la carne me adormecía el cerebro, apagándome el juicio. "Premio por la mejor cuca…" suena muy bien, quizá más conmovedor para una mujer que "el premio a la mejor novela del año". Saboreaba un bocado de dulce y luego un bocado de mi cuerpo, parecía el jefe de una tribu caníbal. Cuando se irguió y me penetró inmediatamente perdí el control y exploté.
– ¿Te gustaría tener un hijo? -balbuceaba él irresponsable, embistiéndome. En ese instante el placer me invadió como si las montañas se desmoronaran y los mares se vaciaran, era como si estuviera haciendo el amor con todos los hombres del mundo.