Vengan escritores y críticos.
Profeticen con su pluma.
Bob Dylan
El amor nos desgarra.
Ian Curtis
Diferentes mujeres tienen diferentes reputaciones.
Sally Stanford
Escribí durante una semana entera en mi habitación, ni siquiera me peinaba. Nadie llamó por teléfono ni tocó a la puerta (excepto el empleado del restaurante Pequeño Sichuan que me traía la comida y una anciana del comité vecinal encargada de recoger el dinero para la limpieza de las calles). Estaba aturdida, parecía resbalarme en lodo, desde una puerta a la otra, desde la realidad a la ficción, no me costaba mucho trabajo, la novela me arrastraba.
Dejé los adornos y el arte de decir mentiras, decidí apegarme totalmente a la realidad y mostrar mi vida ante el público. No necesité gran valentía, fue suficiente con seguir esa fuerza misteriosa que emergía de la oscuridad y con deleitarme escribiendo y listo. No tenía que aparentar inocencia ni tampoco crueldad. De ese modo descubría mi verdadera existencia, enfrentaba los temores a la soledad, la pobreza, la muerte y otras cosas horribles.
Con frecuencia me quedaba dormida encima del borrador, y me despertaba con la cara inflamada. En algunas ocasiones, cuando la aguja plateada del reloj de pared señalaba las doce, empezaba a oír un sonido. Era un sonido recurrente, parecía el ronquido del vecino, un obrero reparador de maquinaria, también parecía el ruido de alguna lejana grúa de una construcción y también parecía el ruido de la heladera de mi cocina.
Varias veces, cuando perdía la paciencia, soltaba la pluma y me iba silenciosamente a la cocina, abría la heladera, esperando encontrar un tigre escondido, que se me echara encima, tapara mi boca y nariz con su pelo dorado, me asfixiara y luego sin la menor vacilación me violara.
En realidad, en ese encierro inexplicable descubrí el Tao, me iluminé. El paraíso es así, eres libre y sin preocupaciones. No hay hombres que se fijen en tu ropa o en tu peinado, ni nadie que critique el tamaño de tus pechos ni el tipo de mirada que tienes. No hay reuniones sociales a las que hay que correr, ni policías que te refrenen las locuras, ni jefes que supervisen tus adelantos en el trabajo, ni una distinción clara entre la oscuridad de la noche y lo brillante del día, y tampoco hay nadie que venga a aprovecharse de tus sentimientos.
Mi propia novela me hipnotizó. Para describir con mucha precisión una escena tórrida de mi novela intenté escribir desnuda. Muchos creen que entre el cuerpo y la mente existe una relación inevitable. El poeta norteamericano Theodore Roethke se ponía y se quitaba la ropa frente a un espejo en su vieja casona para sentir continuamente la inspiración que venía de su cuerpo desnudo bailando. Quién sabe si esa historia es cierta o no, pero yo siempre he creído que escribir tiene una íntima relación con el cuerpo. Cuando me siento corporalmente plena, las oraciones que escribo son cortas y precisas, cuando estoy flaca, a punto de desaparecer, las oraciones de mi novela son larguísimas como algas marinas suaves y sedosas. Rompí los límites de mi propio cuerpo, pretendí llegar lo antes posible hasta el cielo e incluso hasta el universo, para escribir una cosa elegante y grandiosa. Tal vez eso sea como el lema de Dios, pero yo me esforcé por hacerlo.
En mi novela aparece una pareja abrazada mientras el fuego se expande por el cuarto, ellos saben que jamás saldrán de allí, el fuego había sellado todas las puertas y ventanas, por lo que lo único que les quedaba era hacer enloquecidamente el amor. Esa historia me la contó alguno de mis múltiples ex novios, sucedió cerca de su casa.
Cuando levantaron a esos amantes de las cenizas, estaban fuertemente abrazados, el cuerpo calcinado de uno estaba metido en el cuerpo del otro, no había manera de separarlos. El chico y la chica no llegaban a los veinte años, eran estudiantes de una importante universidad de esta ciudad, justo era una noche de fin de semana, los padres de la chica habían ido, como cada fin de semana, a la ópera en el teatro Tian Chan. El chico había ido a la casa de la chica, ellos siempre veían juntos la televisión, oían música, charlaban, claro que como cualquier pareja de jóvenes se tocaban tiernamente. De pronto el fuego empezó a crecer desde la cocina común de los pisos de abajo, se dispersó fácilmente en esa casa con estructura de madera, además el viento aquella noche era muy fuerte, no se dieron cuenta del peligro hasta el momento en que el aire en la habitación empezó a arder. Sabían que ya no era posible salir de allí, el fuego había sellado todas las ventanas y salidas. Sólo les quedó una cosa, hacer el amor locamente en medio de las llamas. Mi nariz de veras que logró percibir ese olor a quemado, al aire caliente y seco de la desesperación.
Dejé la lapicera y me puse a pensar, si mi amado y yo hubiéramos estado en esa habitación ¿qué hubiéramos hecho? Sin lugar a dudas lo mismo, ya que no había otra elección.
Sólo con ese lazo tan profundo se puede enfrentar el miedo insondable ante la inminencia de la muerte. La única de las teorías de Freud en la que yo creo verdaderamente es en la de la relación misteriosa entre el instinto de vida y el instinto de muerte.
Recuerdo cuando Madonna en aquella fiesta en el jardín me preguntó: "¿Si en 1999 las predicciones de Nostradamus sobre el fin del mundo se cumplen, qué sería lo último que harías?", y ella misma se respondió: "Coger, claro".
Mi mano derecha aún sostenía la lapicera, la izquierda se deslizó hacia mi sexo, allí ya estaba mojado, parecía una medusa resbalosa e hinchada, metí un dedo, luego el otro, si los dedos tuvieran ojos o algún otro instrumento científico, podrían descubrir allí un mundo rosado, bello y carnoso. Los vasos sanguíneos hinchados pulsaban delicadamente en las paredes interiores de la vagina. Durante miles de años el jardín misterioso de la mujer ha estado esperando ser invadido por el sexo opuesto, ha esperado el goce primario, ha esperado la esencia traída por una batalla, para que luego en ese palacio rosado y regordete se desarrolle una pequeña nueva vida que continuará, ¿es así?
Me satisfice con entusiasmo y algo de asco, sí, siempre da algo de asco. Otros usan la pérdida de las familias o del hogar, o el terminar la vida en la mendicidad para inspirarse y escribir una obra maestra, en mi caso me rocié de perfume Opium y me encerré durante siete días y siete noches con el sonido devastador de Marilyn Manson y me di el placer de lanzarme hacia la victoria.
Tal vez ésa sea mi última novela, ya que sentía que simplemente no lograba hacer nada que valiera la pena, la desgracia se avecinaba, sí, los padres que me parieron y me criaron se avergonzaban de mí, y mi amante indefenso como una mariposa había perdido la fe en mí.
Después de siete días una llamada telefónica me sacó a la superficie. Ese día los rayos del sol eran muy brillantes, el viento traía el fresco olor de los pensamientos y las orquídeas del cercano parque Changfeng. La editora Deng me dio una noticia extraordinaria, mi antología anterior se publicaría en su segunda edición para su distribución como parte de una serie llamada "Aires de la ciudad".
– ¿Cuántos ejemplares se van a tirar? -dije lentamente, palabra por palabra, en siete días no había hablado con nadie, así que mi lengua estaba un poco torpe.
– Planeamos diez mil, claro, no son muchos, pero tú sabes que el mercado no está muy bien debido a la crisis del sudeste asiático. Bueno, a decir verdad, diez mil no está mal, la editorial al principio dudó pero les dije que la primera edición de tu libro se agotó en apenas unos días… -Sonreía con humildad, obligándome a expresarle agradecimiento.
– ¿Los derechos de autor aún son pagos fijos? -pregunté ya más despierta, como cuando se abre una ventana y entran juntos el bullicio, el ruido, el caos, el bacilo de la tuberculosis, el colibacilo. Ese desorden caótico avivó mi cerebro, me alejé por un tiempo de la cárcel de mi novela, conseguí libertad temporal.
– Vamos a fijar una reunión para vernos, algunos amigos de librerías quieren conocerte -Deng hablaba con voz suave-. Supieron por mí que estás escribiendo una novela larga, quieren hablar contigo para ver si pueden hacer algo juntos, siento que es una excelente oportunidad ¿qué te parece?
Había pensado en todo, ella tenía capacidad de organizar todo en detalle, de acuerdo a la lógica y en conformidad con las reglas del mercado, yo sólo tenía que aceptar tranquilamente este regalo tan oportuno, no sabía si de veras apreciaba mi talento literario o era algo más, aún no consideraba necesario sacar mis antenas, le agradecí y le dije que pronto la llamaría por teléfono para fijar la hora y el lugar.
Después llamé a Madonna. Aún estaba en la cama, su voz era gangosa y ronca. Al darse cuenta de que era yo, aclaró la garganta y en voz baja le dijo a la persona que tenía al lado (evidentemente era un hombre):
– Encanto, te agradecería mucho un vaso de agua ¿sí?
Luego me preguntó qué había hecho esos días, le conté todos los detalles sobre mi ida a Haikou, sobre Tiantian en el centro de rehabilitación, le dije que escribía todo el día. Estaba evidentemente conmovida:
– ¿Qué pasó? Oh, Dios. -Aspiró profundamente el cigarro y luego exhaló largamente.
– Las cosas van por buen camino, estoy segura de que se va a recuperar -le dije- ¿y tú cómo estás?
Gimió:
– ¿Cómo puedo estar? Mi vida está inmersa en alcohol y hombres, es una eterna alucinación hasta el día en que me vaya con el viento, y cuando ese día llegue le daré gracias a Dios. Por cierto, si tienes tiempo a la tarde, me gustaría verte, me temo que no estás muy bien, además llevo tiempo sin verte. Vamos a nadar ¿qué te parece? Vamos a la piscina del hotel Donghu, tengo una credencial de miembro de allí. Tú sabes, la ventaja de ir a nadar es que puedes al mismo tiempo proporcionarte placer a ti y a otros, cuando una mujer quiere atraer hombres rápido y fácil, aparte de bailar desnuda, la mejor manera es ir a nadar. -Reía a carcajadas como la protagonista de una película de Hollywood.
– Querida, perdóname, ahora parezco una perra en celo, el maldito de Dick me lastimó, se llevó mi vida, está bien, ya no hablaremos de eso, iré por ti en el auto, además tengo un regalo para ti.
Al lado de la pileta azul, Madonna y yo nos acostamos encima de las reposeras tejidas, sobre nuestras cabezas al cielo claro, el viento suave acariciaba la cara, los rayos del sol dulces como miel se acercaban justo lo necesario a nuestra desnuda piel expuesta. La piel, después de haber sido tapada toda una temporada, se veía pálida y nada atractiva. Me cubrí el cuerpo con una toalla y me puse a mirar al hombre en el agua. Se llamaba Ma Jianjun, Madonna lo había conocido en una situación muy cómica.
Una noche, tarde, Madonna corría por las calles en su coche, a esas horas hay poca gente y tránsito, es un momento seguro para correr locamente. Cuando se metió en sentido contrario por un callejón bordeado de hermosos árboles fénix, una patrulla que salió de la oscuridad la paró. Bajaron dos policías, uno de ellos era de hombros anchos y piernas largas con ojos parecidos a Pierce Brosnan, el protagonista de la última película del agente 007. Cuando todo solemne le dijo "Señorita, usted ha cometido un error", sus labios se parecieron aún más a los de 007, sólo que no tenía pistola en las manos, y tampoco tenía ese airecito perverso.
Madonna lo miró encantada bajo la luz del farol, después de tres segundos ya se había enamorado del policía. Obediente, pagó la multa y de paso le dio el número de su celular. En cuanto a la razón por la cual ese policía se relacionó con una señorita solitaria que corre como loca con el auto por la noche, no la sé muy bien.
– Dijo que le gustaron mucho mis manos, cuando le di el dinero por la ventana, se fijó en que mis manos eran largas y blancas, mis dedos acentuados por el anillo de diamantes le parecieron mágicos, como las manos de un maniquí de yeso. -Madonna hablaba en voz baja y de pronto empezó a reír.
Me di cuenta de que sus manos eran muy diferentes a su cara, sus manos eran juveniles como las de una adolescente.
– Que diga lo que quiera, lo importante es que quiere coger conmigo, y lo hace muy bien, cada vez que toca a mi puerta con el uniforme me humedezco en tres segundos. -Me miró, mi mente estaba ausente.
– Ey, alégrate un poco, vamos a nadar. -Se dirigió hacia la piscina y saltó. En ese momento la gente que nadaba era cada vez más, un par de japoneses con vellos negros y piernas arqueadas me miraban desde el agua.
Me saqué los anteojos oscuros y la toalla que me cubría mostrando mi biquini rojo. El rojo sobre la piel pálida bajo el sol parece una ensalada de frutillas con crema. Rápidamente salté al agua. Una fuerza suave y transparente atrapó mi cuerpo. Bajo los rayos del sol ya no tenía a dónde huir, aun si cerraba mis ojos otros ojos podían atravesar el agua para ver esta ensalada de frutillas.
No sé por qué mis sentimientos han cambiado tan extrañamente, cuando un desconocido mira mi cuerpo semidesnudo puedo sentir satisfacción, pero de pronto pienso que parezco un postre que se exhibe como una tonta bajo los rayos del sol, me enojo terriblemente, el feminismo saca su cabeza, ¿por qué tengo que parecerme a una Barbie, bonita por fuera y vacía por dentro? Esos hombres seguramente no saben que yo soy una escritora que acaba de pasar siete días y siete noches encerrada en un cuarto escribiendo. Y seguro que tampoco les interesa. De una mujer en un lugar público lo único que importa son sus tres curvas, en cuanto a qué tiene en la cabeza eso es como preguntar cuántos escalones tiene la Casa Blanca, no tiene ninguna relevancia.
Nadar no cambió sustancialmente mi estado de ánimo y después de ver la escena amorosa entre Madonna y su policía me desmoralicé. En el vestuario empecé a estornudar.
– Pobrecita, tu angustia bajó tus defensas, debes cuidar tu salud. -Madonna me abrazaba con una toalla grande mientras susurraba en mi oído: -Mírame, desde que tengo novio nuevo no me enfermo, ¿sabes por qué?, la respuesta de los especialistas es que las relaciones sexuales con armonía suben las defensas, es por eso que yo no estornudo ni tengo mocos.
Me besó en la mejilla y recordó que en la bolsa traía un regalo para mí.
– Espérate, tengo una sorpresa.
– ¿Qué es?
– Cierra los ojos. -Empezó a reír, yo cerré los ojos pensando que todo estaba bien, a ella siempre le gusta jugar.
– Está bien, abre los ojos. -Me puso en la nariz una cosa, retrocedí un paso y me di cuenta de que era un juguete sexual para mujeres. Era un verdadero consolador de plástico, y eso no era todo, lo desenvolvió, sacó el pene rosado y se puso a mostrármelo con lujo de detalles.
– Oh, gracias, pero no lo necesito -dije rápidamente.
– No está usado, es nuevo, cuando el cretino de Dick me dejó pensé que lo iba a necesitar pero finalmente no lo usé, esta cosa no puede satisfacer ese agujero que se abre en el corazón. -Le flotaba una sonrisa extraña como de sufrimiento o de lujuria. – Me refiero al desconsuelo en el alma. Pero ahora nuevamente tengo un hombre, y a ti te acompaña la depresión, seguro que te sientes sola y es difícil de aguantar, pobrecita, esta cosa te va a aliviar.
– No, no, gracias. -Sentía que mi cara enrojecía ante aquella cosa espantosamente enorme. Pensé que mi dedo siempre sería más gentil y confiable.
– Acéptalo, te lo suplico -decía aún riendo.
– No. -Yo también reía.
– Está bien, de verdad eres tímida, pero en el fondo somos iguales. -Me atravesó con la mirada, abrió grande la boca y me imitó con el gesto. -De verdad, vamos a ponernos de acuerdo para visitar juntas a Tiantian… Desde que lo conozco parece estar siempre inmerso en pesadillas, claro, conocerte a ti para él fue bueno, sé cuánta sed de amor tiene ese tipo de persona.
– …Pero siempre me siento culpable con él, siento que soy otra pesadilla para él, parecemos dos viajeros en la noche tomados de la mano.
– Querida, no pienses tanto, sé cómo te sientes, no muchas mujeres pueden afrontar ese tipo de situación, pero tú no eres como las demás, cuando te sientas sola, llámame, puedo prestarte a mi novio o directamente hacemos un trío.
Nuevamente soltó una carcajada, esa era su forma particular de expresar su desafío a la vida ordinaria. Estoy segura de que puede hacer lo que dice, aunque me parece difícil de imaginar, lo oigo y me da un poco de asco.
Cenamos juntos en el restaurante La Cocina de los Yang de unos taiwaneses. Durante la comida me pude dar cuenta de que su novio el policía me tenía ganas, tomaba un pequeño sorbo de vino tinto y luego presionaba su rodilla contra la mía. Yo permanecía inmutable, mientras tenía la boca llena de jugosos mejillones pensaba qué diferencia habría entre un policía y un hombre común en la cama. Tal vez él trate a las mujeres que tenga debajo como a un ciudadano que viola la ley y las aplaste severamente, ¿lo tendrá tan feroz? ¿resistirá mucho?
Pensando así la lengua se me llenó de un líquido agradable, sentí una tibieza especial en el vientre como si una mano grande me sobara.
Madonna gritó:
– ¿Qué carajos pasa?
Furiosa tiró los palillos. La rodilla de enfrente de pronto dejó de moverse, yo no aguantaba la risa.
El mozo llegó rápidamente.
– ¿Por qué hacen cosas tan asquerosas? Apuesto a que su cocinero se quedará pelado, ojalá que no le quede ni un pelo -señalando el tazón de sopa gritaba groseramente.
El gerente del restaurante también vino, se disculpaba todo el tiempo, mientras hizo que el mozo se llevara la sopa de pollo negro con bayas en la que flotaba un pelo.
Inmediatamente trajeron otro tazón de sopa y un plato de postres de regalo.
A la noche descubrí en mi cartera el regalo que me dio Madonna, probablemente me lo puso a escondidas. "Verdaderamente es una loca" pensé moviendo la cabeza, guardé la cosa en un cajón, me bañé y me fui a la cama. El sueño envolvió mi cuerpo como una ola en luna llena, ese fue el día en el cual recuerdo haber conciliado el sueño con más facilidad. Mi Tiantian, mi novela, mis preocupaciones, los problemas de mi jodida vida, a todos los eché en un pozo sin fondo, primero un buen sueño y luego lo demás.
Cocó querida, no te angusties, al despertar será el día siguiente al día anterior.
Por la mañana del otro día mi vecina la gorda encontró una carta y una postal en mi buzón, y amable como siempre me los trajo.
Le agradecí y me senté en el sillón.
La carta era de Tiantian, la postal era de Mark, venía de México. Dudé un instante y decidí leer primero la postal. La postal tenía un cactus enorme como una pagoda en medio del desierto. Al otro lado había unas letras en inglés difíciles de descifrar.
"Corazón, estoy en México en un viaje de trabajo. Es Un lugar un poco sucio pero muy interesante. Aquí por todos lados hay marihuana, triciclos y mujeres tristes de pelo negro y ojos azules. En el hotel he comido muchos chiles de los más picantes en el mundo, cuando te bese la próxima vez seguramente que te picará. Supongo.
"P.S. Mi cliente, un productor multinacional de vidrios de seguridad, es muy difícil. También viajaré a Europa y a las oficinas centrales de mi empresa en Alemania para investigar el mercado del vidrio y a un competidor que nos señaló el cliente. Te veré en medio mes.
"P.P.S. Te hablé muchas veces por teléfono y siempre estaba ocupado, piensa en instalar Internet, puedo ayudarte a solicitar una cuenta gratis de Hotmail.
Besos,
Mark."
Besé la postal, mi teléfono ha estado mucho tiempo descolgado, pensé que él adivinaría que yo estaba escribiendo. Por él no tengo que preocuparme en absoluto, es un pilar de la sociedad, apuesto, inteligente, tiene un trabajo envidiable, es bueno para resolver todo tipo de relaciones complicadas, tiene un gran equilibrio personal (es un Libra clásico) y con las mujeres se relaciona como pez en el agua.
Sólo con que él lo quiera, aunque yo me vaya al Polo Sur, él encontraría la manera de comunicarse conmigo.
Las capacidades de Mark parecen un regalo de Zeus, Tiantian es totalmente opuesto a él, parecen personas de dos mundos diferentes. Ellos se entrecruzan como imágenes invertidas en mi cuerpo.
En la mesa encontré una navaja plateada para abrir cartas, regularmente no empleo esa manera sofisticada de abrir las cartas, pero en esta ocasión me hacía sentir menos nerviosa.
Tiantian había escrito sólo una hoja:
"Coco querida, escribirte en este lugar parece corno una fantasía, ni siquiera sé si esta carta te va a llegar… Ahora me siento lejos de ti, muy lejos, a años luz de ti. Vuelvo a pensar en todas nuestras cosas, mi mente se llena con pensamientos sobre ti, y no dejo de tener pesadillas.
"En una de ellas yo voy corriendo, por todos lados hay flores rosadas y frutas, las flores tienen espinas, yo corro y mientras corro sangro, después salto en un agujero muy profundo… No hay luz, oigo apenas tu voz, tú estás leyendo en voz alta tu novela, desesperado empiezo a gritar tu nombre, después mi mano se topa con una cosa redonda caliente, está húmeda y palpita.
'Yo creo que tiene que ser un corazón pero no sé quién pudo haber tirado su corazón en un agujero negro.
"Esta pesadilla la tengo una y otra vez, me pone histérico, estoy exhausto. El doctor dice que es una reacción normal de la desintoxicación, pero yo ya no quiero seguir aquí. Por todos lados hay caras tristes y sin esperanzas.
"Después del primer tratamiento volveré a casa, inmediatamente. Le ruego a Dios que me dé un par de alas. Un beso para ti, mil, diez mil besos, si existe alguna razón para vivir, esa sería amarte.
Tiantian el triste
30 de junio"
Al dorso de la carta, había dibujado una caricatura suya con las comisuras de los labios caídas como la luna en creciente y algunos pelos pegados a la cabeza. Estallé en llanto, lágrimas lacerantes corrían por mi rostro como lava.
Pensé, Dios, qué significa todo esto, qué nos depara el destino a este hombre y a mí, mi corazón siempre sufre por él, y mi alma siempre vuela por él. Yo no puedo dilucidar si lo que hay entre nosotros es amor, pero sí es una tragedia desolada, la expresión lírica más pura de la pasión, como un prisionero en una celda, como lilas danzando en el campo abierto, como peces nadando en un abismo.
Aun antes de que nuestras vidas empezaran no teníamos ninguna posibilidad. El tiempo es como un tren rápido silbando y rugiendo a través de los edificios a la distancia. Mis lágrimas no importan, las alegrías y las penas de una persona no importan, porque las ruedas de acero del tren nunca paran. Ese es el secreto que atemoriza a todos en las ciudades en esta jodida era industrial.
La droga, el sexo, el dinero, la angustia, la psique, la búsqueda del éxito, la desorientación y todo eso componen el cóctel de celebración del año 1999 con el que la ciudad espera darle la bienvenida al nuevo siglo. Para una joven como yo la poesía depende siempre del sentido último de la existencia, con mis ojos lacrimosos veré las hojas verdes, con voz cascada cantaré Dulce vida, con mis dedos frágiles retendré cada pedazo del tiempo ido, me detendré en cada uno de los recovecos de mis sueños, me agarraré de los cabellos de Dios para que me lleve, hacia arriba, muy arriba.