Los cuerpos cálidos brillan juntos.
La piel tiembla de felicidad.
El alma gozosa se hace visible.
Allen Ginsberg
Esa noche no pude escribir ni una palabra, mi mente estaba confusa, parecía una mosca volando en el vacío de un lado a otro buscando sin cesar un poco de comida para caerle en picada, pero no pescaba ni una inspiración que valiera la pena.
Empecé a sentir cierta preocupación hacia esta novela, no sabía cómo esconderme en la mayor medida posible ante los ojos del lector, en otras palabras, no quería mezclar mi vida personal con la novela, pero lo que en realidad me preocupaba aún más era la posible influencia extraña del desarrollo del argumento de la novela sobre mi vida futura.
Siempre he considerado que escribir es como la brujería, llena de suspensos inesperados. La protagonista, al igual que yo, era una chica que no llevaba una vida común, era ambiciosa, tenía dos hombres y jamás se sentía tranquila internamente. Ella creía en un lema: chupar como una sanguijuela la esencia de la vida, incluyendo sus gozos secretos, no causar daño consciente, dejar fluir las pasiones espontáneas, seguir siempre hacia adelante. Al igual que yo, ella tenía miedo de ir al infierno al morir, y no poder ver películas, ni vestir pijamas cómodos, no poder oír el sonido celestial de la música MoNo, estar en el aburrimiento total.
Fumaba sentada en el suelo, puse la música a todo volumen, hasta me puse a revisar los cajones de Tiantian en busca de alguna nota o papel que me pudiera alegrar. Finalmente sobre la guía de teléfonos encontré el número de Mark. Dudé un rato si llamarlo o no, pero si Tiantian apenas se había ido y yo ya estaba pensando en llamar a otro hombre. Pensé en eso y fruncí el entrecejo.
Pero luego pensé en dos buenas razones: primero, yo no amaba a ese hombre, él no podía tomar el lugar de Tiantian en mi corazón, en su cara sólo estaba escrita la palabra deseo; segundo, él podría no contestar mi llamada, o su teléfono celular podría estar apagado.
Entonces marqué los números, al otro lado se oyó el largo timbre de la llamada. Exhalé el humo del cigarrillo y distraída miré las uñas de mi mano izquierda perfectamente bien recortadas, diez dedos filosos. Por un instante visualicé mis dos manos escalar por la atlética espalda de Mark, como dos arañas en movimiento, saltando, apretando, siseando, un olor a sexo flotaba en el aire. De pronto una voz femenina al otro lado del teléfono perturbó mi imaginación:
– Hello!-dijo.
Me asusté, contesté automáticamente.
– Hello. -Luego pregunté:
– Is Mark there?
– Está en el baño, ¿quiere dejar un mensaje? -hablaba en inglés con un fuerte acento alemán.
Cortésmente le dije que no era necesario y que luego lo contactaría. Al colgar el teléfono me invadió el desánimo. Ese alemán tenía una amante, claro que también podía ser su esposa. Él nunca me había hablado sobre su vida privada, además yo nunca le había preguntado. Como sea nuestra relación se había limitado sólo a fuck aquí, fuck allá.
Me acosté abatida en la bañera, burbujas de rosas se amontonaban alrededor de mi cuerpo, una botella de vino tinto estaba al alcance de mi mano, ése era mi momento más vulnerable, pero también era mi momento más narcisista. En ese instante me imaginé a un hombre empujar la puerta del baño, acercarse, dispersar las burbujas y los pétalos de rosas y, como si escarbara un tesoro, sacar de mi cuerpo la más recóndita felicidad. Vi cómo sus toscas manos me estrujaban como a un pétalo, me rompían y me despedazaban, vi cómo mis ojos bajo la tenue luz se humedecían de vergüenza, cómo mis labios se abrían y se cerraban mientras la saliva se escurría, cómo mis piernas se abrían y se cerraban al son del placer.
De pronto recordé a Tiantian. Él con su dedo, único e incomparable, innumerables veces me había producido ese estado hipnótico sexual y poético del deseo carnal. Sí, era como un estado de hipnosis donde capas y capas de niebla eran removidas para escarbar el verdadero centro del amor. Con los ojos cerrados tomaba el vino mientras me acariciaba entre las piernas. Esta tortura me hizo de pronto comprender por qué en la película Quemada por el sol Alejandra escogió la bañera para morir.
De repente sonó el teléfono. "Tiantian", exclamé por dentro abriendo grandes mis ojos, me estiré y tomé el auricular colgado en la pared del lado derecho.
– Hello, soy Mark.
Tomé aire.
– Hi!
– Hace un rato me llamaste ¿verdad? -preguntó.
– ¡No! -dije-, yo no te llamé por el fucking teléfono. Estoy aquí bañándome tranquila y felizmente. -Eructé por el vino y me reí entre dientes.
– Me dijo mi esposa que, mientras me bañaba, alguien me llamó por teléfono, por el acento parecía una china, pensé que eras tú -dijo él como convencido de ser un triunfador y de que yo moría por él.
– O sea que tienes esposa.
– Acaba de llegar de Berlín, vino a pasar la Navidad en Shangai, en un mes se vuelve. -Curiosamente me hablaba como si me quisiera consolar, ya que yo sufría mucho por esa situación.
– ¿Ha estado muy ocupada? Ah, por cierto, me acordé de algo, ¿cambiaste las sábanas?… Estoy segura de que las cambiaste, de lo contrario ella podría descubrir el olor a china en ellas. -Sonreía suave, sabía que estaba algo tomada, estar un poco borracha es agradable, todo se puede ver más claro, como cuando la niebla se dispersa.
A los veinticinco años uno posee una capacidad enorme para afrontar eventos inesperados, si en ese momento me hubiera dicho que ya no me quería ver o que se pensaba ir a Marte, no me hubiera sentido decepcionada, tenía que saber manejar con claridad nuestra relación, uno es uno, dos son dos, no hay que perder la brújula.
El también reía, dijo que la Navidad estaba cerca, que su empresa tendría vacaciones largas y que él me quería ver. Me hablaba en chino, seguramente porque su esposa estaba al lado y no entendía ni una palabra. Los hombres siempre hacen barbaridades en la nariz de las mujeres, pueden decir "amarte y serte fiel son dos cosas diferentes", la mayoría de los hombres no se adapta a la monogamia, añoran los palacios antiguos que albergaban a tres mil concubinas.
Dijo que en unos días un amigo periodista llegaría de Alemania. Quería presentarnos ya que su amigo planeaba entrevistar mujeres jóvenes de Shangai fuera de lo común.
Lo que en el fondo dijo es que no estaría mal cenar con una amante y un amigo periodista. Ese día, antes de salir, me arreglé mucho, me encanta la sensación narcisista de estar frente al espejo delineándome las cejas, poniéndome rubor y desenfundando el lápiz de labios, sólo por eso volvería a nacer como mujer. Arreglarse con cuidado sin que queden huellas del pincel, que el resultado sea discreto pero que asombre al que lo vea, las mujeres de Shangai tienen esa cualidad innata de sublimes calculadoras.
Según los libros, el negro es el color de la suerte para mi signo del horóscopo. Me puse una blusa negra pegada al cuerpo de cuello alto, unas botas de tacos increíblemente altos, me recogí el pelo con naturalidad y lo sujeté con un gancho de marfil, en la muñeca me puse un brazalete de plata que me había regalado Tiantian. Vestida así, sabiéndome bella, me sentí segura.
El M on the Bund era un restaurante a la orilla del río de dos hermanas australianas, muy caro pero nada particular en los sabores de su cocina. Era un buen negocio, los extranjeros que trabajaban en Pudong cruzaban el río y almorzaban allí. El restaurante era grande y la decoración impresionante, lámparas de más de dos metros y una balaustrada de hierro forjado, un estilo simple y elegante que tal vez correspondía a la estética austera de Mark y los de su etnia. Lo único extraordinario era la enorme terraza fuera del restaurante, donde uno podía apoyarse en la baranda para ver a lo lejos las dos orillas del Huangpu.
El periodista amigo de Mark se llamaba Luande, ojos y pelo negros, sus abuelos habían emigrado de Turquía a Alemania. Al principio hablamos de fútbol y de filosofía. Al hablar con un alemán de fútbol, uno se siente inferior, pero en filosofía mi país tiene mucho de qué presumir. Luande admiraba a Confucio, a Lao Zi, el primero impulsa a caminar por todo el mundo en búsqueda de la sabiduría antigua y verdadera, el segundo proporciona consuelo en los ratos de dolor y soledad, como la morfina.
A petición de Luande, empecé a hablar de mi vida y de mi libro que había provocado reacciones extrañas, hablé también acerca de mi relación con la generación de mis padres, de mis novios. Cuando llegué a Tiantian miré de reojo a Mark, quien cortaba una pierna de cordero en salsa de vegetales pretendiendo no oír nada.
Hablaba con toda honestidad, Tiantian era mi único amor, un regalo del cielo, aunque siempre sentí que ése era un amor imposible, al que no quería ni podía cambiar, hasta el día de mi muerte jamás me arrepentiré. Cuando hablé de la muerte, pensé que no le tenía miedo, a lo único que le temía era a la vida aburrida, por eso escribía. Mi inglés no era muy bueno, para algunas palabras necesitaba la traducción de Mark, quien todo el tiempo me ayudaba con mucha seriedad.
Mark todo el tiempo pretendía ser solamente mi amigo, pero no podía dejar de mirarme, luego contó algunos chistes, por ejemplo, que cuando empezaba a estudiar chino, siempre confundía la palabra pibao, cartera, con baopi, prepucio; así que un día que invitó a un colega chino a cenar, a medio camino palpó su bolsillo y muy apenado le dijo:
– Discúlpeme, no traje mi prepucio.
Yo estallé en risas, él no paraba de hablar y todo el tiempo contaba chistes subidos de tono. Su mano bajo la mesa buscaba mis piernas, era un acto arriesgado, en uno de mis cuentos hay una situación en que se agarra la pierna equivocada. Pero él sin el más mínimo error encontró mi rodilla, lo que me provocó cosquillas y empecé a reír. Luande me vio reír y me dijo:
– Sigue riendo porque quiero tomarte algunas fotos así.
Le pregunté en chino a Mark:
– ¿Ésta es una entrevista seria?, ¿no es sólo para satisfacer la curiosidad de los alemanes sobre un enorme y misterioso país oriental y una joven escritora rebelde?
– No, no, tus cuentos me gustan mucho, estoy seguro de que te van a respetar, un día tus libros van a ser traducidos al alemán.
Después de la cena nos dirigimos al Goya de la calle Xinhua. Era un pequeño bar famoso por sus más de cuarenta clases de Martinis, muchos sillones, altos candelabros, cortinas largas hasta el piso y una música absolutamente hipnótica. Me gustan los dueños, una joven y hermosa pareja recién venida de los Estados Unidos. La dueña se llamaba Songjie, pintaba muy bien, la blancura de su cara era lo más misterioso que había visto, por mucho polvo que una se pusiera simplemente no se le podía igualar.
Pedimos bebidas, le pedí al mesero cambiar el disco, sabía que tenían Dummy de Portishead: esa música combinaba bien con la bebida. Desde hacía tiempo Tiantian y yo frecuentábamos mucho ese lugar, parecía un barco hundido en el fondo del mar, un pesado sopor parecía presionar desde el techo, embrujando a la gente, mientras más uno bebía más se le antojaba beber, mientras más tiempo pasaba más se hundía uno en el sillón, era fácil llegar a anestesiarse. Frecuentemente se veía gente bebiendo, que luego inclinaba la cabeza sobre el sillón y se dormía, pasaba un rato y despertaban, bebían y otra vez se dormían, y así hasta ser despertados por la sonrisa de alguna bella dama. En una palabra era un lugar dulce y peligroso, el lugar ideal para cuando uno se quiere perder un rato.
Siempre me topaba con conocidos del círculo artístico de Shangai, pintores, músicos, fotógrafos, allí nos conocíamos así que nos saludábamos con la cabeza o con un simple "Hola". Mark estaba sentado a mi lado hablando con Luande en alemán, ese idioma me separaba de su mundo. Yo me divertía sola bebiendo mi copa. Me gustaba beber con el cuello estirado, me hacía recordar al cisne de mis sueños, me sumergía en mis fantasías lacerantes y placenteras.
Mark seguía saludando y no dejaba de tocarme por los hombros o la cintura. De pronto entró en mi campo visual mi prima Zhusha al lado de un hombre conocido. Abrí los ojos aún más, ella y Dick entraron cariñosamente tomados de las manos. No pasó ni un segundo cuando nos vieron y con mucha naturalidad se acercaron a nosotros.
Mark reconoció a Zhusha y la saludó con su nombre inglés:
– Hi, Judy!
Mark era el jefe de Zhusha en la empresa alemana donde ella había entrado recientemente. Cuando le dije que éramos primas se asombró.
– No se parecen en nada -dijo- pero las dos son chicas inteligentes y encantadoras. -Estaba descaradamente a la defensiva, simplemente no estaba preparado para encontrar allí a una empleada, que además era pariente de su amante secreta. Me podía imaginar cómo era en la oficina: serio, solemne, escrupuloso y minucioso, duro con los empleados, todo apegado a los reglamentos, como una maquinaria perfectamente aceitada, igual que el reloj alemán que cuelga en la pared de mi casa, totalmente preciso y confiable.
Zhusha parecía adivinar mi relación con Mark, me sonrió haciendo un guiño. Me fijé que tenía puesto un abrigo caro tipo G 2000, estaba hermosa, parecía una modelo de un cartel publicitario del local Printemps de París.
Hubo otra cosa que también llamó mi atención, el pálido y guapo Dick, acaramelado con mi prima, tomados de la mano, obviamente eran algo más que amigos, se veían tan enamorados, pero ¿y Madonna?
La música y el alcohol invitaban a dormir, cuando desperté Zhusha y Dick ya no estaban. Luande quería regresar a su hotel Galaxia. Mark le dijo:
– Primero te llevo a ti al hotel. -Luego se dio vuelta y me dijo.
– Luego te llevo a ti a tu casa.
Creo que tomé demasiado, recargué mi cabeza en el hombro de Mark y sentí el olor del sudor de sus sobacos, venido de las vastas tierras del norte de Europa. Este sexual olor corporal extranjero era tal vez lo que más me atraía de él. El coche pasó por el hotel Galaxia y Luande se bajó, luego se dirigió hacia mi casa. Estaba acurrucada obediente en sus brazos, él no hablaba, por la ventana pasaban los barrios y las luces, pensaba que hasta entonces aún no sabía qué era yo para él, pero tal vez eso no era tan importante, él seguro que por mí no se divorciaría ni se iría a la quiebra, yo tampoco le regalaría todo mi brillo y mi calor. Así es la vida, pasamos los días y los años en la liberación de la libido y la lucha de poder entre los sexos.
Llegamos a mi casa. Reconozco que estaba algo herida, es fácil sentirme así después de tomar. Bajó del coche conmigo, subió, no le dije "no". Cuando empezó a quitarme la ropa sonó el teléfono, tomé el auricular, era la voz de Tiantian.
Su voz aunque clara se oía lejos, se oían ruidos de estática y maullidos. Me dijo que vivía en un hotel cerca del mar, que por la crisis económica del sudeste asiático el hotel y la comida eran muy baratos, los gastos de un día no pasaban de doscientos yuanes, era el único cliente del sauna curativo, se oía muy contento, me dijo que la gata Ovillo también estaba bien, al día siguiente planeaba ir a nadar a la playa.
No sabía qué decirle, Mark me levantó y me colocó en la mesa al lado del teléfono. Con una mano sostenía el auricular y con la otra agarraba el hombro de Mark. Su cabeza estaba en mi vientre. Lamía mis partes privadas a través de la bombacha, excitándome como nunca, hasta el grado de perder todas mis fuerzas. Traté de hablar con naturalidad, le pregunté por el clima, por el tipo de faldas que vestían las mujeres allí, que si ya había ido al bosque de cocoteros, que si había alguien que lo malaconsejara, aunque la gente aparente ser buena, eso no quiere decir que no sean malas personas.
– Cuida tu dinero y las cosas.
Tiantian se reía. Me dijo que yo era aún más desconfiada que él, que no creía en nada, que a todo le encontraba el lado malo, que yo tenía una visión profundamente negativa de la vida. Las palabras de Tiantian penetraban en mis oídos como plumas ligeras, luego se desvanecían y ya no me entraba nada. Su risa me decía que tenía mucha más capacidad de adaptarse a nuevos ambientes de lo que yo pensaba. Su voz era como una melodía suave, como el Claro de Luna de Beethoven, que disipaba la confusión dentro de mí. Sólo sentía una sensación de gozo subir desde mis pies hasta el corazón, era una alegría blanca que relajaba los músculos y los huesos, con olor a leche pura al ciento por ciento. Tiantian me mandó muchos besos por el auricular deseándome buenas noches.
Solté el teléfono, Mark disparó aquella cosa sobre mi falda, tanta y tan blanca, parecía leche pura.
Hay un dicho que dice: "La fruta prohibida sabe mejor", en efecto, la prohibición es el mejor afrodisíaco. Pensé que un día, en el sepelio de Tiantian, recordaría todas las cosas pasadas, recordaría esa llamada telefónica, llena de significado simbólico. Parecía que dentro de mí no existía otro sino Tiantian, él a través de un cable telefónico a miles de kilómetros llegó a mí, sus susurros estaban en mis oídos, su respiración y su risa estaban en el lugar más sensible de mi cerebro. Cerré los ojos y por primera vez sentí la sensación carnal, tan cierta y tan engañosa a la vez, que me proporcionaba Tiantian. Un dócil y corrupto silbido de aire que fluye, un rito de purificación donde se unen las almas, difícil de explicárselo al hombre común. Siempre he tenido gran interés por la comunión de las almas. Por primera vez experimenté la extraña sensación del encuentro entre el cuerpo y el espíritu, decidí creer en las religiones del mundo. Lo más impresionante es que fui atrapada por la idea enloquecedora de que tarde o temprano iba a tener un hijo. En la niebla oscura un viento suave trajo una flor dorada, un bebé con alas de pronto voló en la oscuridad, será de este hombre o de aquél, será de ésta o de aquella vez.
Cuando se fue Mark descubrí su billetera en el piso, aquella cosa que cuando vino a China confundía con el prepucio. Me resistí con todas las fuerzas pero no logré controlar mi curiosidad por el contenido, adentro había algunas tarjetas Visa, Mastercard, un pase de miembro distinguido del Club Sifang y una foto familiar. Fue entonces cuando supe que él no sólo tenía una esposa bella y encantadora con una hermosa sonrisa, sino también un hijo de tres o cuatro años de pelo rubio rizado y ojos azules, parecido a él.
Abrí los ojos moviendo la cabeza, todos se veían muy felices, hasta daban envidia, besé la hermosa cara de Mark y luego sin pensarlo saqué varios billetes del grueso fajo que tenía en la billetera y los puse en un libro. Él no se enterará de que faltan algunos billetes, si pasas mucho rato con los extranjeros pronto descubres que la mayoría son simples y claros como los niños, si les gustas es que les gustas, si les caes mal inmediatamente te lo dicen, les falta malicia, no se parecen a los hombres chinos tan meticulosos y a veces mezquinos.
Pensé un rato qué había detrás de ese robo. Tal vez era por los celos que me provocó el feliz ambiente familiar de la foto, o tal vez un pequeño castigo para mi amante alemán quien en su inconsciencia pierde unos cuantos billetes y luego regresa por mí apasionadamente. Luego me dediqué a analizar nuestra relación, no tenía ninguna expectativa sobre ella, tampoco tenía ninguna responsabilidad, el deseo es el deseo, sólo con dinero y traición se puede conjurar el peligro de que el deseo carnal se convierta en cualquier momento en amor. Antes, todo el tiempo tenía miedo de enamorarme perdidamente de Mark y no poder zafarme de esa hoguera de excitación y sentimientos bajos.
Después de media hora, Mark jadeando tocó mi puerta. Le entregué la billetera Yves Saint-Laurent, me besó, se la guardó en el bolsillo y sonriendo corrió escaleras abajo.
Desde mi balcón lo vi subirse al coche y desaparecer en la noche como humo por la calle vacía.