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Molly terminó de pelar las patatas y las echó en una olla que colocó sobre el fogón. Miró dentro del horno. Todo estaba dispuesto, según su plan.

Encima de la mesa de la cocina yacía el ejemplar de dos días atrás, el Evening Standard. Frunció el ceño al verlo. Si consiguiera recordar...

De pronto se llevó las manos a los ojos.

—¡Oh, no! —exclamó—. ¡Oh, no...!

Bajó lentamente sus manos contemplando la cocina como si fuera un lugar extraño... tan cálida, cómoda y espaciosa, con el sabroso aroma de los guisos.

—¡Oh, no! —repitió casi sin aliento.

Y también con el andar lento de una sonámbula dirigióse a la puerta que daba al vestíbulo. La abrió. La casa estaba en silencio... sólo se oía un ligero silbido...

Aquella canción...

Molly se estremeció volviendo a la cocina para echar otro vistazo. Sí, todo estaba en orden y en marcha.

Una vez más fue hacia la puerta...

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