Capítulo 28

Los dos hombres descendieron de regreso a la planta baja atentos a las personas que había alrededor, intentando sorprender miradas sospechosas o movimientos llamativos. Pero todo parecía tranquilo y normal: los visitantes de Centrepoint parloteaban en medio de una gran excitación, la animación era enorme dentro del ascensor durante el descenso. El comportamiento de toda aquella gente se les antojó de tal modo natural que, en el instante en que se abrieron las puertas y Tomás y Fi- lipe salieron del complejo y se sumergieron entre la multitud, ambos se sintieron de inmediato invadidos por una relativa sensación de seguridad.

Aun así, caminaron tensos por la calle, mirando a menudo hacia atrás u observando los rincones con miedo de las sombras. El geólogo recorría la acera a paso ligero, asumiendo el liderazgo con la determinación de quien sabe adónde va, y condujo a Tomás hasta Pitt Street. Giró allí en dirección al sur y atravesó la gran arteria en el sentido opuesto a The Rocks. Era una calle bulliciosa, casi enteramente entregada al comercio y a los peatones; el hormiguear laborioso de los transeúntes se revelaba aquí lleno de vida y color. La multitud era tan densa que ningún perseguidor invisible llegaría a localizarlos.

– Si he entendido bien lo que me dijiste en Siberia, fuiste a Viena a rehacer mis pasos -observó Filipe, ya suficientemente a gusto para retomar la conversación.

– Sí, fui a hablar con el tipo de la OPEP con quien tú te encontraste en 2002.

– ¿Abdul Qarim?

– Ese mismo. Él me contó que estabas evaluando el estado de las reservas mundiales de petróleo.

– ¿Y qué más te contó?

Tomás hizo un esfuerzo de memoria.

– Bien, me habló sobre la situación de la producción internacional. Me dijo que el petróleo no OPEP está al borde del pico de producción y que, después de eso, la economía mundial acabará dependiendo del petróleo de la OPEP.

– ¿Te dijo cuánto tiempo va a durar el petróleo de la OPEP?

Nuevo esfuerzo de memoria.

– Si mal no recuerdo, dijo que aún duraría muchas décadas. Tal vez un siglo.

Filipe caminaba con los ojos fijos en el suelo, como si estuviese absorto en algo.

– ¿Y te contó algo sobre nuestra conversación?

– Bien, me habló sobre las cuestiones del petróleo y de la energía, pero lo esencial de su mensaje era eso. El petróleo no OPEP va a entrar en declive y el mundo quedará en manos del petróleo de la OPEP.

– ¿No te habló de los documentos técnicos de la Aramco?

– ¿Los documentos de quién?

– De la Aramco. La compañía petrolífera saudí.

Tomás torció la boca.

– No, no me habló de eso. -Miró a su amigo-. ¿Por qué? ¿Debería haberme hablado?

Se detuvieron delante de un semáforo para peatones, encendido en rojo. Los automóviles fluían frente a ellos, acelerando por Park Street, mientras los transeúntes aguardaban su turno para pasar a la otra acera de Pitt.

– En el ámbito de mi trabajo para el grupo que se creó después de Kioto, me correspondía, como ya te he contado, estudiar el problema de la energía -dijo ignorando la pregunta de Tomás-. Me dediqué a inspeccionar los principales campos existentes en el planeta. Fui a Texas, a Rusia, a Kazajistán, al mar del Norte, al golfo de México, a Alaska…, en fin, a donde hubiese grandes pozos de petróleo. Pero, como es evidente, también tuve que visitar los países de la OPEP. El problema es que allí fue mucho más complicado el acceso a la información.

– Son dictaduras.

– Ése no es el problema. Hace mucho tiempo que en los países de la OPEP gobiernan regímenes autoritarios, pero siempre han proporcionado información adecuada sobre sus reservas y la producción de petróleo. Desde 1950, tenían disponibles datos detallados en cuanto a lo que pasaba en cada uno de sus campos. -Miró a Tomás-. ¿Entiendes? Los tipos no se limitaban a proporcionar informaciones sobre la situación general. Daban detalles específicos sobre la producción en cada campo petrolífero.

– ¿Y dejaron de darlos?

Filipe asintió con la cabeza.

– Fue en 1982 cuando los países de la OPEP cerraron el grifo de la información. De un momento al otro, todo lo que se relacionaba con sus reservas y la producción de petróleo se convirtió en un secreto de Estado. La poca información que empezaron a ofrecer era demasiado escasa y difícilmente cotejable. El mercado comenzó entonces a regularse por estimaciones y los datos de la OPEP se tornaron tan poco creíbles que hasta el secretariado de la organización, en Viena, tuvo que registrar las informaciones sobre la producción de la OPEP en esas estimaciones, no en los datos oficiales que aportaban sus propios miembros.

– ¿En serio?

– Es increíble, ¿no? Ni la OPEP cree en los datos que proporcionan sus propios miembros.

– Pero ¿por qué razón adoptaron esa política de oculta- miento?

Filipe fijó los ojos en su amigo.

– Ésa es la gran pregunta, ¿no? ¿Qué llevó a la OPEP a detener el suministro de información sobre su producción petrolífera? O, haciendo la pregunta de otra manera: ¿qué tiene la OPEP que ocultar?

La luz de los peatones se puso en verde y la multitud que se había aglomerado en las dos aceras avanzó y se cruzó en mitad de la calle, como dos enjambres que confluyeran fundiéndose y después alejándose.

– Dime, pues -insistió Tomás, evitando chocar con dos australianos con bermudas color caqui que atravesaban la calle en sentido contrario-. ¿Por qué razón cerró la OPEP el grifo de la información?

– La respuesta oficial es que el petróleo tiene una importancia geoestratégica tan grande que los miembros de la OPEP, para protegerse de las maquinaciones de Occidente, tienen que mantener la información reservada.

– Pero tú no crees en esa explicación…

– No -confirmó Filipe-. No me la creo.

– ¿Por qué?

– Porque es simplista. Porque no es atinada. Porque es un indicio de que la OPEP está ocultando algo.

– Pero ¿qué? ¿Qué es lo que están ocultando?

– Ésa fue la pregunta que me hice repetidas veces. En busca de la respuesta, anduve unos meses volando con destino a las distintas capitales de Oriente Medio y empecé a tener la sensación de que me estaba estrellando con auténticas paredes. Me encontré con un tupido velo de secreto en Teherán, en Bagdad, en la ciudad de Kuwait, en Riad. No te lo puedes imaginar: parecía que estaba hablando solo.

– ¿Se irritaban contigo?

– No, al contrario. Siempre han sido muy simpáticos, me hacían muchos regalos, me ofrecían excelentes cenas, me trataban con gran cortesía, pero, en resumidas cuentas, no revelaban nada. De esas bocas sólo salía la versión oficial de que Oriente Medio dispone de tanto petróleo que el pico de la OPEP no se alcanzará hasta dentro de muchos años.

– Fue exactamente eso lo que me dijo Qarim.

– Ésa es la versión oficial -insistió Filipe-. Hasta que, en mi última visita a Arabia Saudí, me benefició un golpe de suerte. Cansado de estrellarme contra esos sucesivos muros de silencio, decidí intentar hacer una visita al campo de Ghawar, el mayor supercampo petrolífero del mundo. Claro que se trataba de una misión imposible, pero aun así decidí intentarlo. Para poder llegar a Ghawar tuve que dejar de lado el circuito rutinario del Ministerio del Petróleo, de donde no salía ninguna información, y fui a golpear la puerta de un departamento de ingeniería de la Aramco. Acordé una reunión con el jefe del departamento y, al día siguiente, aparecí a la hora fijada en la sede de la Aramco, un edificio de vidrio elevado junto al desierto, en Dhahran. El hombre me recibió con gran cortesía y allí me explicó que no me podía llevar a Ghawar, que eso no era materia de su competencia, que le gustaría mucho ayudarme, pero que no era más que un ingeniero, que tendría que dirigirme a los circuitos normales.

– ¿El Gobierno?

– El Ministerio del Petróleo. Pero ese circuito ya lo conocía yo al dedillo. Lo recorría ya desde hacía algunos meses y nunca me había llevado a sitio alguno. Como resulta fácil de ver, enseguida me di cuenta de que esa tentativa se encontraba, también ella, condenada al fracaso, y me quedé muy desanimado. -Se detuvo un instante para orientarse en la calle y enseguida retomó la conversación-. Ocurre que, ya cerca del final de la reunión, el ingeniero saudí tuvo otra visita y, con una delicadeza de la que sólo son capaces los árabes, salió para hablar con el recién llegado e insistió en que lo esperase en su despacho. -Arqueó las cejas-. ¿Estás entendiendo lo que ocurrió?

– Te quedaste solo en el despacho.

– Eso mismo. Cuando quise darme cuenta, el hombre se había ido y yo estaba solo en el despacho. Para matar el tiempo, me levanté del sofá y me dediqué a ojear los libros y las carpetas que guardaba en los estantes. -Se detuvo en medio de la acera, como si hubiese llegado a un punto importante-. Recuerda que yo no estaba en uno de los habituales despachos de relaciones públicas del Ministerio del Petróleo, en Riad, donde sólo existen folletos de propaganda. Me vi solo en el despacho del jefe de uno de los departamentos de ingeniería de la Aramco, en Dhahran. Se trataba de un lugar de trabajo y los documentos en los estantes no eran meros folletos cantando loas a las enormes reservas petrolíferas de Arabia Saudí, sino verdaderos documentos técnicos. -Retomó la marcha-. Recorriendo con la vista los lomos de las carpetas, di con una titulada Problems in Production Operations, Saudi Fields. El título me pareció curioso, de modo que cogí la carpeta y me puse a hojearla. Lo que encontré, leyendo rápidamente en diagonal las primeras páginas, me dejó espantado de tal modo que, en un impulso, arranqué todas las hojas y las escondí deprisa en mi maletín.

Tomás adoptó una expresión atónita, dividida entre el escándalo y la admiración.

– ¿Robaste las páginas que estaban en esa carpeta?

– Sé que parece una locura, pero aquello era una verdadera mina de información y no pude controlarme. Coloqué la carpeta vacía en su lugar en el estante y después me senté en el sofá muy quietecito, lleno de dudas sobre lo que acababa de hacer, ya medio arrepentido, maldiciendo mi impulso e intentando volver a ponerlo todo en su lugar. Pero, mientras tanto, regresó el ingeniero y ya no tuve oportunidad de hacerlo. Me despedí de él algo deprisa y me fui corriendo enseguida al aeropuerto, sin pasar siquiera por el hotel.

– ¿Y saliste del país con esa carpeta?

– Con todo -dijo Filipe-. Me lo llevé todo.

– ¿No te descubrieron?

– Supongo que sí. Cuando aparecí en Viena por sorpresa y se lo conté a Qarim no pareció muy sorprendido porque yo supiera vina serie de cosas que no debía saber. Y la verdad es que fue ese mismo día, dos meses después de haber robado esas hojas, cuando mataron a Howard y a Blanco y estuvieron registrando mi casa y la de James.

– ¿Crees que sus muertes están relacionadas con el hurto de esos documentos?

– No estoy seguro -admitió Filipe-, pero los papelitos con el triple seis al lado de los cadáveres prueban que las muertes estaban relacionadas con nuestra investigación. Y esto responde también a la pregunta que me hiciste el otro día: ¿por qué razón nos perseguían a nosotros si había muchos científicos estudiando igualmente el calentamiento global del planeta? ¿Qué hacía de nuestro grupo un caso especial? -Hizo una pausa, como si quisiera prolongar la duda-. La respuesta es que estábamos en posesión de informaciones altamente confidenciales sobre lo que ocurría en los campos petrolíferos de la OPEP. -Bajó la voz-: Informaciones que ponen en entredicho la supervivencia del negocio del petróleo.

Tomás inclinó la cabeza y se volvió hacia su amigo, intrigado, espoleada su curiosidad.

– Caramba -exclamó-. Pero ¿qué demonios de informaciones son ésas?

Cruzaron Bathurst Street y siguieron avanzando, siempre por la agitada Pitt.

– Para que entiendas lo que tengo que contarte, es importante que domines algunos conceptos básicos del mundo del petróleo -observó Filipe-. Por ejemplo, ¿sabes lo que es un pico de producción?

– Qarim me lo explicó en Viena -dijo Tomás, íntimamente satisfecho por no tener que mostrarse como un absoluto ignorante en esta materia-. Se da cuando la producción supera la mitad de la reserva total. Se llama pico porque el gráfico de producción parece una montaña. -Hizo un dibujo en el aire con el dedo-. Sube hasta alcanzar el pico y después comienza a bajar.

Filipe esbozó una mueca.

– Es eso, pero no exactamente.

– Entonces, ¿qué es?

Esta vez fue su amigo quien dibujó el gráfico en el aire.

– La curva de la producción no es semejante a la curva de una montaña que sube, alcanza un pico y desciende, sino a la de una altiplanicie. Sube despacio, alcanza el pico, se mantiene elevada durante un determinado periodo y, de repente,¡pumba! -El dedo bajó bruscamente-. Cae como si se hubiese precipitado en un abismo.

– Una altiplanicie, ¿no?

– Es así la curva de la producción global del petróleo. Sube, alcanza el pico, se mantiene en el pico por un tiempo y, de un momento a otro, cae abruptamente. Y esto porque, al alcanzar el pico, las compañías petroleras y los países que son grandes productores hacen un enorme esfuerzo por mantener la producción elevada, y ese esfuerzo es el que explica la altiplanicie de la curva. El problema es que el esfuerzo no puede sostenerse indefinidamente, dado que las reservas son finitas, por lo que es inevitable que la producción caiga… y caiga con violencia. De un año para el otro.

– ¿Cuándo será ese pico?

– Como te dijo Qarim, el pico del petróleo no OPEP es inminente. De todos los países fuera de la OPEP, sólo Rusia parece capaz de aumentar la producción, pero no por mucho tiempo, e incluso eso es incierto. Un informe de la Academia de Ciencias rusa reveló que casi el sesenta por ciento de las reservas de Siberia Occidental están al borde del agotamiento, y que el presidente Putin ha promulgado un decreto en el que se clasifican las informaciones sobre las reservas petrolíferas como secreto de Estado. Si lo ha hecho, estimado amigo, es porque Rusia quiere ocultar algo. Por otro lado, el mar del Norte se encuentra agotado, Texas también, Canadá da señales de declive y Noruega parece a punto de cruzar el pico.

– Sí, me habló de eso. El petróleo no OPEP se acerca al final de su tiempo de vida. Pero ¿crees realmente en eso? ¿No es posible encontrar nuevos pozos?

– El problema es que el petróleo es un producto relativamente raro, debido a las condiciones excepcionales que se necesitan para que la naturaleza lo fabrique. En todo el planeta se han detectado, en total, sólo seiscientos sistemas capaces de producir petróleo y gas en cantidades rentables. De esos seiscientos sistemas, cuatrocientos ya han sido o están siendo explotados, y los doscientos restantes se encuentran en el Ártico o en aguas profundas, y no existe la seguridad de que posean petróleo o gas. Sólo para que te hagas una idea, en los últimos cuarenta años únicamente se han descubierto cuatro campos petrolíferos supergigantes fuera de Oriente Medio: el campo chino de Daqing, en 1961; el campo ruso de Samotlor, en 1963; el campo de Prudhoe, en Alaska, en 1967; y el campo mexicano de Cantarell, en 1975. Desde entonces hasta ahora, nada más. Sólo pozos más pequeños. Y, de estos cuatro últimos supergigantes, sólo Daqing y Cantarell mantienen producciones elevadas, aunque ya con señales de declive. Ya se han traspasado los picos en todos ellos. Y, si dejamos de lado los supergigantes y sólo nos concentramos en los campos gigantes, comprobamos que la tendencia es la misma. La mayor parte de los que han entrado en producción después de 1970 se agotaron hacia el año 2000, como es el caso de los campos Brent y Forties, del mar del Norte. Y sólo tres han entrado en funcionamiento desde 1990. -Miró a Tomás a los ojos-. ¿Entiendes lo que está pasando? El petróleo no OPEP está realmente al borde del pico irreversible, si es que no lo ha cruzado ya.

– Pero ¿cómo es que nadie sabe nada?

– Por varias razones -consideró Filipe-. La principal es que la información sobre el petróleo aún existente es muy engañosa. Por ejemplo, una de las agencias petroleras más respetadas del mundo, el US Geological Survey, calcula que las reservas mundiales de petróleo se sitúan en alrededor de 2,5 billones de barriles.

– ¿Eso es mucho?

– Para que te hagas una idea: se estima que hasta ahora el mundo ha consumido poco más de un billón de barriles.

– Entonces 2,5 billones es mucho.

– Claro que lo es -confirmó el geólogo-. Esta estimación suma 1,6 billones de reservas probadas, la mitad de ellas en Oriente Medio, con novecientos mil millones de barriles de petróleo aún sin descubrir.

– Con todo ese petróleo aún sin utilizar, ¿cuándo se llegará al pico?

Filipe frunció el ceño, haciendo las cuentas mentalmente.

– Veamos: el mundo consume actualmente más de ochenta millones de barriles por día, ¿no? -Dibujó los números en el aire, como si así los pudiese visualizar-. Si el consumo sigue creciendo a un índice del dos por ciento al año, los 2,5 billones de barriles deberán alcanzar el pico en…, en…, déjame ver…, alrededor de 2030.

– ¿En 2030?

– Año más, año menos.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

Su amigo forzó una sonrisa.

– Estos números son falsos.

– ¿Falsos? Pero ¿no has dicho que eran la estimación de una de las agencias petroleras más respetadas del mundo?

– Sí, pero eso no impide que sean falsos.

– ¿Cómo puedes decir eso?

– Por dos motivos. Primero, porque son los estadounidenses quienes hacen esa afirmación. Como ya te he explicado alguna vez, los intereses del petróleo dominan el poder político en Estados Unidos y todo lo que dice una agencia estadounidense debe ser visto a la luz de esa realidad. Por ejemplo, el US Geological Survey, que ahora calcula que aún hay abundante petróleo en el planeta, es el mismo US Geological Survey que, en la década de los noventa, presentó una estimación pesimista de las reservas petrolíferas existentes en el Ártico. ¿Sabes lo que ocurrió después?

– Hmm …

– Los intereses del petróleo reaccionaron y la agencia tuvo que borrar la estimación pesimista y sustituirla por una más optimista. -Le guiñó un ojo-. ¿Entiendes ahora?

Tomás meneó la cabeza, incrédulo.

– No creo que sea tan así.

– Puedes creerlo -le aseguró su amigo-. Hay incluso una anécdota que circula en los ambientes del mundo del petróleo sobre el modo en que las agencias estadounidenses recluían a su personal. ¿Quieres oírla?

– Cuéntamela.

– El US Geological Survey necesitaba contratar a un empleado y, un día, decidió entrevistar a tres candidatos: un geólogo, un geofísico y un analista de reservas petrolíferas. Les preguntó a los tres: ¿cuánto es dos más dos? El geólogo respondió: cuatro. El geofísico respondió: veintidós. Cuando le tocó el turno al analista de reservas petrolíferas, el hombre llamó al entrevistador a una sala contigua, cerró la puerta y las ventanas, desconectó los teléfonos, y después, en voz muy baja, le susurró: ¿cuánto quiere usted que sea? Lo contrataron.

Los dos hombres se rieron.

– Muy bien -dijo Tomás, de buen humor-. Ya he entendido que no se puede confiar en las agencias estadounidenses. ¿Y cuál es la otra razón para que desconfíes cuando dices que los números no son verdaderos?

– El segundo motivo por el cual la estimación de los 2,5 billones de barriles es falsa se vincula con el propio análisis de ese número. Fíjate: el cálculo de la existencia de 2,5 billones de barriles de petróleo en el planeta parte de la suma de reservas probadas y de recursos sin descubrir, ¿no? Las reservas probadas son, según el US Geological Survey, de 1,6 billones de barriles. El problema es que, cuando hablamos de reservas probadas, estamos hablando de datos que proporcionan los países productores, información que, en el caso de la OPEP, tiene una fiabilidad muy dudosa, como ya te he explicado. Por ejemplo, a finales de la década de los ochenta, seis de los mayores productores de la OPEP añadieron de repente más de trescientos mil millones de barriles a sus reservas colectivas. Pero sólo se aumenta la cantidad de petróleo en reserva en dos situaciones específicas: cuando se hacen nuevos descubrimientos o cuando nuevas metodologías de evaluación de reservas revelan que existe, en un determinado campo, más petróleo del que se pensaba. El problema es que, en ese periodo, ninguno de esos seis países de la OPEP anunció nuevos descubrimientos importantes de petróleo, ni las tecnologías de evaluación de reservas sufrieron ninguna evolución significativa.

– Entonces, ¿cómo han descubierto ellos que sus reservas eran mayores de lo que se pensaba?

– Buena pregunta -exclamó Filipe-. Esos países alegaron que sólo estaban corrigiendo un error del pasado. Pero sospecho que la verdad es otra. En 1985, la OPEP resolvió que cuanto mayores fueran las reservas de un país, más petróleo podría exportar ese país. O sea, tendría más beneficios. Acto seguido, todos se pusieron a aumentar administrativamente sus reservas.

Tomás se rio.

– Pero ¿ellos pueden hacer eso?

– No sólo pueden: lo hicieron. ¿Quién los controla? Los datos de la OPEP son secretos y no hay forma de cotejarlos. Si ellos dicen que tienen mil trillones de barriles de reserva, ¿quién puede afirmar lo contrario? No hay inspecciones independientes…

– Pero ¿estás realmente seguro de que ese aumento fue administrativo?

– Ah, Casanova, no seas ingenuo. Fíjate en el caso de Iraq, por ejemplo. Iraq fue uno de los seis países que, de un día para el otro, aumentó milagrosamente las reservas petrolíferas. Analizando este caso en detalle, comprobamos que, desde 1980, los iraquíes han cuadruplicado el valor de sus reservas. -Hizo una mueca-. Pero ¿cómo es posible eso si el país pasó todo ese tiempo en guerra o sujeto a embargos de petróleo?

Tomás consideró la objeción.

– Realmente…

– Por tanto, ya no hay mucho más que decir sobre la Habilidad de los datos relativos a las reservas probadas -concluyó Filipe-. Veamos ahora la aún más dudosa situación del petróleo sin descubrir. Como ya te he dicho, el petróleo es un producto raro y hay sólo doscientos sistemas en el mundo que permanecen inexplorados. Las estimaciones parten del principió de que casi todos esos sistemas tienen petróleo, pero eso no es necesariamente verdad. Lo cierto es que no sabemos qué hay allí, dado que, como la propia definición indica, esos sistemas permanecen inexplorados. -Alzó el dedo-. Hay algo, no obstante, que yo sé a ciencia cierta. Se hace cada vez más difícil encontrar nuevos campos de petróleo. Los mayores, porque eran más fáciles de descubrir, ya están localizados. Estamos ahora encontrando sólo los más pequeños, que escaparon a los escrutinios anteriores. Y desde 1961, las compañías petroleras descubren menos petróleo cada año que pasa. Desde 1995, el mundo gasta un mínimo de veinticuatro mil millones de barriles por año, pero sólo se están descubriendo nueve mil millones de barriles de petróleo nuevo por año. -Fijó la mirada en un punto indefinido de Pitt Street-. En realidad, el petróleo existente en el mundo fuera de la OPEP deberá rondar el billón de barriles.

– ¿Un billón? ¿Esa cantidad da un pico para cuándo?

– Para dentro de poco. Nosotros vamos a estar vivos y nos tocará verlo.

– Pero ¿cuándo será el pico?

Filipe suspiró.

– Entre 2010 y 2015.

– Ésa es también la estimación de Qarim.

– Puedo equivocarme en dos o tres años, pero ésta es la fecha de referencia para el pico del petróleo no OPEP.

Una multitud se aglomeraba en medio de Pitt Street, rodeando a dos malabaristas que hacían un arriesgado número con botellas. Se oían unos «aaah» y unos «oooh» sucesivos, a veces sonaban aplausos; eran los mirones que reaccionaban a las emociones del espectáculo callejero. Pero los dos amigos pasaron por ese sitio como si nada ocurriese, sin lanzar siquiera una mirada de reojo, totalmente absortos por el problema que los ocupaba en aquel instante.

– Hay algo que no llego a entender -observó Tomás.

– Dime qué es.

– Si la situación es tan crítica, ¿cómo es posible que aún no hayan reaccionado los mercados? Quiero decir: basta con que haya una tormenta más fuerte en el golfo de México y, upa, el precio del petróleo se dispara. Los mercados siempre se han revelado hipersensibles a las mínimas fluctuaciones en el abastecimiento, aun cuando esas fluctuaciones sean manifiestamente temporales, como es el caso de los perjuicios que causan las tormentas. Siendo así, ¿cómo es posible que aún no hayan reaccionado ante tan tremenda situación? -Meneó la cabeza-. No tiene sentido.

– Los mercados aún no han llegado a sentir pánico por un motivo muy sencillo -dijo Filipe-. Se trata de la confianza existente acerca de las reservas disponibles en Oriente Medio. Los mercados creen que Oriente Medio aún posee reservas increíbles de petróleo, cantidades tan elevadas que pueden, en cualquier momento, cubrir una eventual ruptura en la producción de otros países. Existe en los mercados la convicción generalizada de que Arabia Saudí y Kuwait disponen de pozos que no se están usando y que pueden volverse operativos de un momento a otro. Eso se llama spare capacity o capacidad de reserva.

– ¿Estás diciendo que el mercado cree que nunca habrá reducción en el abastecimiento?

– Eso mismo -asintió el geólogo-. Debido a la capacidad de reserva de la OPEP. -Frunció el ceño-. El problema es que, si nos fijamos bien, esta capacidad de reserva es un arma de doble filo. A medida que cae la producción del petróleo no OPEP, los países de la OPEP aumentan su producción, e impiden que haya ruptura en el abastecimiento. En consecuencia, los precios se mantienen estables y así no sirven como sistema de aviso. Por otro lado, es bueno recordar que el precio de un producto sólo refleja la escasez o abundancia de ese producto si estamos operando en un mercado libre.

– ¿Y no lo estamos?

– En el caso del petróleo, no. La OPEP impide que el sistema funcione en libertad.

– ¿En qué sentido?

Filipe hizo una pausa, cavilando sobre la mejor forma de explicar el funcionamiento del negocio.

– Mira, imagina que el mercado del petróleo fuese libre y que todo el petróleo existente estuviese accesible a todos -propuso-. En una situación como ésta, lo normal sería que las compañías petroleras vendieran primero el petróleo más accesible, justamente por ser más barato de producir y por ser de mejor calidad frente a la competencia, ¿no?

– Claro.

– A medida que ese petróleo accesible se fuera agotando, las compañías se inclinarían por el petróleo más inaccesible, de producción más cara. En esas circunstancias, los precios irían subiendo gradualmente, según los crecientes costes de producción, y darían a los consumidores y a los Gobiernos un aviso a tiempo, útil para comenzar a consumir menos y buscar fuentes alternativas de energía.

– ¿Y por qué eso no funciona así?

– Justamente porque el mercado no es libre. Para que el mecanismo de los precios funcione, es fundamental que se tenga acceso libre al petróleo barato. El problema es que el petróleo barato está en manos de la OPEP, que ha envuelto todas sus operaciones en un manto de secreto y ha sometido su producción a cuotas.

– Cuando hablas de petróleo barato, ¿de qué estás hablando exactamente? ¿Qué tipo de petróleo es ése?

– El petróleo más barato del mundo es el iraquí, seguido por el saudí. Iraq y Arabia Saudí disponen de campos increíbles, en los que basta con hacer una perforación y… ¡puf!, el petróleo comienza a manar como de una fuente. En esos países es tan fácil acceder al petróleo que su extracción se vuelve muy barata, ¿entiendes?

– Pero ¿de qué valores estamos hablando?

– Para que te hagas una idea: Rusia gasta quince dólares para extraer un solo barril de petróleo. Para la misma cantidad de petróleo, Arabia Saudí necesita sólo un dólar y medio. O menos.

– ¡Caramba!

– Como la OPEP impone límites a su propia producción, lo que ocurre es que el mundo está recurriendo primero al petróleo caro. Las implicaciones son obvias. Acabándose el petróleo caro, entra en el mercado el petróleo barato, lo que significa que se ha invertido la lógica del mercado y los precios no sirven como sistema de alerta. El precio del petróleo se mantiene relativamente bajo debido a este fenómeno, ¿entiendes? La falta de libertad del mercado oculta así los graves problemas de producción y abastecimiento que se avecinan.

– Ahora lo entiendo.

Filipe siguió concentrado.

– Pero incluso este efecto comienza a amortiguarse. Un barril de petróleo costaba solamente diez dólares en 1998 y, apenas unos nueve años después, ese valor ascendió a los noventa dólares. El problema es que laspare capacity, que era de ocho millones de barriles por día en 1987, se ha reducido ahora casi a cero, debido a que la demanda ha aumentado más que la oferta. La prueba es que ha bastado una ligera caída de producción, después de los dos huracanes de 2005, el Katrina y el Rita, para provocar el caos en el precio del petróleo. Que los mercados reaccionaran así frente a una caída de producción tan pequeña, es una señal evidente de que ya no existespare capacity. -Fijó los ojos en el suelo, sombrío-. Cuando la producción entre efectivamente en quiebra, el mundo será pillado por sorpresa.

Se acercaron a Liverpool Street. El geólogo señaló el edificio de la esquina de enfrente. Era un edificio moderno, lleno de ventanas a uno y otro lado.

– ¿Es tu hotel? -preguntó Tomás.

Su amigo asintió.

– Quiero mostrarte una cosa -dijo, inmóvil en la acera-. ¿Sabes?, el gran problema no es saber si el petróleo se va a acabar, porque no hay forma de evitar que así suceda. El gran problema es saber si recibiremos a tiempo el aviso de que se ha acabado y si tendremos capacidad de prepararnos para esa situación.

– ¿Lo que me quieres mostrar está relacionado con ese problema?

– Sí.

Miraron alrededor y no captaron nada sospechoso. Cruzaron la calle, traspasaron la entrada del hotel, y lo primero que vio Tomás fueron las cinco estrellas indicadas en la puerta.

– Vaya, qué bien te tratas.

Habituado a los lujosos circuitos del mundo del petróleo, Filipe no respondió. Se dirigió a la recepción y pidió acceso a la caja fuerte. El recepcionista lo invitó a entrar en un compartimento privado, y ambos desaparecieron por una puerta lateral, claramente una zona de seguridad reforzada. Tomás se quedó deambulando frente a la recepción, apreciando el mármol crema pulido que relucía en el suelo y las hermosas alfombras en la sala de los sofás, pero no esperó mucho tiempo; poco después, su amigo y el recepcionista reaparecieron en el vestíbulo. Filipe llevaba en la mano una pequeña carpeta de cartulina azul bebé.

– Aquí está -dijo él mostrándole la carpeta con un movimiento sutil.

– ¿Qué es eso?

– Es el secreto.

– ¿Qué secreto?

– El secreto que le robé a la OPEP.

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