Nota final

El futuro del abastecimiento energético constituye tal vez el mayor y más importante desafío de la humanidad para la próxima década. En la elección del tipo de energía que nos alimentará reside la supervivencia del planeta en cuanto sistema biológico y la sostenibilidad de la economía en la cual se asienta nuestro modo de vida, y el gran problema es justamente conciliar estos dos aspectos hasta ahora incompatibles.

Muchos expertos consideran el hidrógeno como nuestra mejor posibilidad, por los motivos ampliamente explicados en esta novela, y lo curioso es que el desafío ni siquiera es nuevo. Las potencialidades del hidrógeno fueron descubiertas en 1896 por el científico británico William Grove y, desde entonces, esta fuente energética ha sido tomada como la gran esperanza para el futuro. Otro científico británico, John Haldane, describió en 1929 los alcances de una civilización movida por el hidrógeno, un concepto que ganó fuerza con los conflictos en torno al petróleo de la década de los setenta.

Aún tienen que resolverse algunos problemas importantes, incluidos los relacionados con el coste de las baterías de hidrógeno y la delicada cuestión del almacenamiento de este combustible, obstáculos que sólo pueden superarse invirtiendo en la investigación. Las mayores contribuciones en este ámbito proceden del ingeniero estadounidense Geoffrey Ballard, quien demostró que el hidrógeno es una solución potencial para los desafíos que ahora afrontamos.

La viabilidad de esta hipótesis, por otra parte, se demostró de forma contundente a través del programa espacial estadounidense. Las misiones Apolo a la Luna, por ejemplo, recurrieron al hidrógeno líquido para abastecer las naves espaciales de energía eléctrica, demostrando así la efectividad de esta solución.

Sin embargo, el hidrógeno, a pesar de todas sus potencialidades, es sólo uno de los diversos futuros posibles. Existen otras alternativas, como el metanol, un biocombustible hecho a partir de materia orgánica, y el etanol, otro biocombustible creado a partir del maíz o de la caña de azúcar. Existe también la perspectiva de extraer la energía de la fuerza fuerte de los átomos, a través de la fusión nuclear controlada, pero esa posibilidad parece lejana, dado que aún no disponemos de la tecnología necesaria para usar esa poderosa e inagotable fuente energética: según algunos cálculos, harán falta cien años para que lleguemos a ella. No obstante, el gas natural podría actuar como una energía de transición. Aunque también contribuya al calentamiento global, el gas natural libera menos carbono y es más poderoso que el petróleo. Puede licuarse y generar gasolina o hasta puede emplearse para producir hidrógeno en estado puro.

En realidad, no sabemos aún en qué vamos a cambiar a ciencia cierta. Pero sabemos que vamos a cambiar. De algún modo, ya se ha roto el séptimo sello. Ahora tenemos que prepararnos para enfrentarnos a los cambios que se anuncian en el horizonte.

Según consta en el «aviso» inicial, esta novela está basada en informaciones verdaderas. Algunas fuentes preciosas sobre las alteraciones climáticas han sido el informe «Climate Change 2007: The Physical Science Basis», divulgado en París por el Intergovernmental Panel on Climate Change, un organismo creado por la ONU para evaluar los cambios del clima; también los libros The Heat is On, de Ross Gelbspan; [4] Six Degrees: Our Future on a Hotter Planet, de Mark Lynas; Field Notes from a Catastrophe: Man, Nature, and Climate Change, de Elizabeth Kolbert (traducción al castellano de Emilio Muñiz: La catástrofe que viene, Barcelona, Planeta, 2008);La venganza de la tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad, de James Lovelock (traducción de Mar García Puig, Barcelona, Planeta-De Agostini, 2008); y Mal de terre, de Hubert Reeves y Frédéric Lenoir. Ofrece una perspectiva histórica de la evolución climática El largo verano: de la Era Glacial a nuestros días (traducción de Rafael González del Solar, Barcelona, Gedisa, 2007), de Brian Fagan.

Para la información sobre el fin del petróleo y el problema de la sucesión energética ha sido fundamental el libro El fin del petróleo (traducción de Jordi Vidal i Tubau, Barcelona, Ediciones B, 2004), de Paul Roberts; pero también Beyond Oil, de Kenneth Deffeyes; y La cara oculta del petróleo (traducción de Marta Subra Muñoz de la Torre, Córdoba, Arcopress, 2007), de Éric Laurent. Los documentos técnicos de la Aramco sobre los problemas de la producción saudí son verdaderos y han constituido motivo de análisis para Matthew Simmons en Twilight in the Desert. El devastador impacto económico de la inminente crisis petrolera se encuentra expuesto en el libro de Stephen Leeb y Glen Strathy The Corning Economic Collapse-How You Can Thrive When Oil Costs $200 a Barrel. Para una perspectiva histórica del negocio del petróleo, la obra de referencia es The Vrize (traducción al castellano de María Elena Aparicio Aldazábal, Una historia del petróleo, Barcelona, Plaza y Janés, 1992), de Daniel Yergin.

Por fin, para las cuestiones relacionadas con la tercera edad, resultó valioso el libro La vie en maison de retraite, de Claudine Badey-Rodríguez.

Merecen mi agradecimiento varias personas que colaboraron en diferentes aspectos del libro, comenzando por un spassibo especial a Evgueni Mouravitch, por la ayuda en las cuestiones rusas; a las Quark Expeditions y a la tripulación del Lyubov Orlova, por el inolvidable periplo de investigación polla Antártida; a José Jaime Costa, Manuel Costa, Paulo Farinha y Cláudia Carvalho, de la Volta ao Mundo, que hicieron posibles los viajes a lugares de la acción de la novela; a Filipe Duarte Santos, profesor de Física de la Universidad de Lisboa y uno de los revisores del informe de 2007 del Panel Intergubernamental de la ONU sobre Cambios Climáticos, que comprobó la información de esta novela relativa a! calentamiento global; a Nuno Ribeiro da Silva, el mayor especialista portugués en el área energética, responsable de la revisión científica de todos los datos relacionados con el petróleo; a Guílleme Valente y a todo el equipo de Gradiva, cuyo inquebrantable entusiasmo constituyó una pieza decisiva en la producción de este libro; y, siempre por encima de todo, a Florbela, mi primera y más importante lectora.

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