Capítulo 58

Even se había quedado inmóvil. Los pensamientos daban vueltas en su cabeza, cruzándose y mezclándose como las bolas de un bombo de la lotería. No conseguía crearse una visión de conjunto, ni de sus pensamientos ni de sus sentimientos. Algunos se separaron de la confusión, tomaron forma y aparecieron en la consciencia.

Número 7, la cifra es 7: confianza eterna a la hermandad, había dicho el gran maestro. Lo que implicaba compartir sus conocimientos con aquellos hermanos invisibles. Eterna es mucho tiempo. Una obligación así no casaba con el Newton con el que Even, en su momento, había llegado a familiarizarse. Al contrario, Newton era de los que eran capaces de guardar nuevos descubrimientos durante años sin compartirlos con nadie, simplemente porque no se fiaba de los demás. Por otro lado, Newton tenía, sin lugar a dudas, cierta predilección por el secretismo, por lo que debía de haber algo en la hermandad que le había atraído.

Número 2, la cifra es 2: Mai había dejado dos pistas para él. Una que pasaba por el cinco de corazones de la baraja, hasta llegar a Kitty y el sobre, y luego hasta Londres y la fórmula de Newton.

Y otra que pasaba por el solitario y el apartado de correos y que le llevaba a estas notas y el secreto que acababa de leer. Por lo tanto, la pregunta era por qué se lo había puesto tan difícil, y por qué creía que era necesario darle dos pistas completamente inconexas y separadas la una de la otra.

Número 31, la cifra es 31: ¿cuánto era verdad y cuánto era ficción y fantasía en este texto? Mai era, sobre todo, historiadora; ¿tenía realmente pruebas que apoyaran este relato? ¡Una orden secreta! Que Newton tuviera una postura fanática ante lo religioso, un ego que rayaba con el mal gusto…Even suspiró. Seguramente era cierto. El mismo había leído sobre la faceta religiosa de Newton, pero, en realidad, nunca se había preocupado por ella. No era ese lado del genio el que más le había interesado.

Número 13, la cifra es 13: no hay ninguna división eterna entre la Luz y la Oscuridad, entre el Bien y el Mal. El Mal y el Bien. El Mal… Eran los dos lados de una misma cosa. Even fijó la mirada en un punto en el suelo donde un cigarrillo había formado un agujero. De pronto notó que una lágrima corría por su mejilla y pensó que era increíble lo sentimental que se había vuelto con la edad. Se secó la mejilla con un movimiento vehemente. El Mal seguía siendo el Mal, seguía siendo igual de grande e igual de Malo. Y eterno.

Fue a por otra cerveza y la abrió.

Número 26, la cifra era… Mai…

Los pensamientos se abotargaron y fue hacia el reproductor de CD. Revolvió entre el montón de CD hasta que encontró Levon Minassian: Beyond borden, un disco que le había regalado Mai cuando cumplió treinta y cuatro años. «Música que te hace recordar que eres un ser humano», había dicho de una manera ligeramente enigmática cuando él retiró el envoltorio.

El sonido profundo y melancólico del doudouk fluyó por la estancia. Tranquilo y sin tapujos le hablaba del silencioso grito de la tierra, de reconocer las verdades de la vida, de lo que ha desaparecido y nunca volverá, de la traición y de la esperanza, del sueño a la luz de la luna y de perder a la única persona a la que se ha amado. Even paseó la mirada por el salón para no romper a llorar, se dejó caer en el sofá y vació la lata de cerveza a tragos largos.

Gritó desde sus entrañas como si quisiera provocar a las paredes y el sofá antes de retomar el diario de Mai. Libro de trabajo para el proyecto Newton. Lo abrió por la primera página y empezó a leer:


5 de abril de 2004, Oslo

Mantuve una conversación con Odin Hjelm la semana pasada. Me propuso un libro sobre Isaac Newton. No sobre los logros de aquel hombre en matemáticas y física, sino sobre sus secretos…

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