Capítulo 22

– Mai-Brit vino a visitarme hace unos meses, en octubre o noviembre -dijo Kitty-. Me dijo que tenía algo que yo debía guardar por ella. Esconderlo en algún lugar donde… no sé, simplemente guardarlo. Hasta nuevo aviso, dijo Mai-Brit.

Even olfateó el té verde y bebió con cautela. Sabía a agua y hierbas. Kitty sonrió y dijo:

– Es romero. Parecías necesitar algo que te animara, algo estimulante. -Kitty plantó los pies cubiertos por unos calcetines bastos de lana gris zurcidos en los talones con lana de color rojo sobre la mesa-. Mai-Brit me dio un paquete. Me dijo que te lo diera a ti cuando…

– ¿¡Qué!? -Even estuvo a punto de soltar la taza-. ¿¡A mí!?

– Sí. Me dijo que tú pasarías a recogerlo si a ella le pasaba algo.

– Si le…-Even depositó la taza con cuidado sobre la mesa. Notó que su cuerpo estaba teniendo una reacción rara, se entumecía, como si el pequeño movimiento que el tiempo había guardado en unas pocas células, en el estómago, se hubiera detenido por completo. Le zumbaban los oídos-. ¿Dijo eso, lo dijo tal cual: si le pasaba algo? -Even miró fijamente a la mujer del chándal recostada en un montón de cojines en el sofá-. ¿Lo dijo de esa manera, lo dijo este otoño?

– Sí. -Kitty agarró una aguja de hacer punto de la mesa, se recogió el pelo teñido de henna en un ovillo y lo atravesó con la aguja a modo de pasador. Se rascó la nuca desnuda-. Sí. De hecho quise comentártelo cuando te vi en el funeral, pero al final no lo hice. Mai-Brit me dijo que tú te pondrías en contacto conmigo. Me lo repitió varias veces, como si fuera muy importante.

– Pero ¿cómo sabía que yo… quiero decir, te dijo cómo me contaría que…? ¡Demonios, si no he sabido ni una mierda de…! ¡Disculpa! -Even se puso en pie y empezó a pasear arriba y abajo por el pequeño salón. El suelo lacado de madera de pino era resbaladizo, y se detuvo delante de una ventana. ¿Mai había rascado el nombre de Kitty en el naipe ya entonces, cuatro meses atrás, para asegurarse de que lo encontrara? Era el único juego de naipes que tenían, había dicho Finn-Erik. ¿Sabía ya entonces que pasaría algo?

Kitty se había incorporado en el sofá y mantenía las manos juntas entre los muslos, como si tuviera los dedos fríos. Miró preocupada a Even.

Even volvió a sentarse; también le entraron ganas de apretarse las manos entre los muslos, sintió como si toda la sangre hubiera abandonado su cuerpo. Reunió todas sus fuerzas para decir lo que debía decir:

– ¿Qué es lo que… tienes para mí?

Kitty se acercó a un escritorio lacado de color castaño con tres cajones en la parte inferior y varios cajones más pequeños sobre la encimera. El chándal era de la talla más grande y le hizo bolsas en el trasero cuando sacó uno de los cajones. Sacó algo que Even no pudo ver qué era y volvió a cerrar el cajón. Se quedó un instante de espaldas a él, con los brazos apretados contra el pecho.

– Gracias -murmuró Even cuando ella le dio un sobre de color marrón. Lo giró varias veces, examinándolo en detalle. No ponía ningún nombre. No ponía nada, nada de nada. Era de tamaño C5 y grueso, tan lleno que la lengüeta apenas cubría toda la superficie autoadhesiva del sobre. Introdujo un dedo por debajo de la lengüeta y la despegó, con mucho cuidado y trocito a trocito. Sacó un montón de folios de tamaño A4 doblados. Algunos estaban cogidos con clips, otros estaban sueltos.

Los depositó todos en su regazo y dobló el montón hacia atrás para enderezar los folios y así evitar que se doblaran.

Los tres secretos de Newton, ponía como título en el primer folio. El texto había sido escrito en un ordenador e impreso con tinta negra. «Sinopsis. Libro en tres partes sobre los tres secretos de Isaac Newton que nunca reveló en vida. El libro pretende ser una recopilación de los hechos recogidos en textos póstumos de y sobre Newton, que se convertirá en un texto de prosa para introducir al lector directamente en la vida de Newton, tal como era hace trescientos años.»

Eso era todo. La sinopsis no era muy larga que digamos. ¿Un borrador?

Even echó un vistazo al siguiente folio, el primero de un montón grapado de unas siete u ocho páginas. Primer secreto, ponía en la parte superior con letras grandes. Justo debajo, en una letra un poco más pequeña: «La llave de toda sabiduría». En la parte inferior, debajo de todo, ponía, en letra muy pequeña, «Mai-Brit Fossen».

Even alzó la mirada, distraído.

– Es sobre Newton. Mai estaba escribiendo sobre Newton. Kitty entró desde la cocina con una rebanada de pan en la mano.

– ¿Quieres?

– ¿Qué…? Sí, bueno, gracias. Ehh… ¿te dijo Mai alguna cosa sobre Newton cuando te entregó el sobre?

– No -le dijo Kitty en voz muy alta desde la cocina-. No me dijo absolutamente nada acerca del contenido del sobre. ¿Paté o queso?

– Queso, gracias. -Even bebió un sorbo de té y hojeó el resto de folios. Algunos eran fotocopias de páginas manuscritas, por lo que pudo deducir, habían sido escritas por el propio Isaac Newton. Otros eran notas escritas por Mai. Había un post-it amarillo pegado en el centro de la última página. En él aparecía el nombre de Hermes Tris Bookshop, escrito a mano a toda prisa, y debajo, el número 1009. «Número primo», pensó Even.

– Aquí tienes -dijo Kitty ofreciéndole un plato con dos rebanadas de pan, queso y tomate-. Salgo a correr un rato, así tú podrás leer tranquilamente. Veo que tienes lectura suficiente, o sea que mi carrera será larga. -Sonrió y plantó una zapatilla deportiva sobre la mesa del sofá para atarse los cordones.

– Sigues siendo una fanática del footing, por lo que veo -comentó Even y le dio un mordisco a la rebanada.

– ¿Fanática? Sí, puede ser. Me mantengo en forma, es más de lo que se puede decir de otros. -Lanzó una mirada acida hacia la barriga de Even antes de desaparecer por la puerta de la cocina que daba al pasillo.

Even oyó que la puerta principal se cerraba de golpe y echó un vistazo a su barriga antes de iniciar la lectura.

Загрузка...