Capítulo 33

Oslo

El hombre apareció en la puerta tan de repente que Mai-Brit dio un respingo.

– Te encontré -dijo en inglés y sonrió mostrando unos dientes amarillos.

– Sí -dijo el hombre en la silla. Llevaba una manta en el regazo, a pesar de que se encontraban en los estados del sur y la noche era tan calurosa como en una jungla.

– Tiene una pistola debajo de la manta. -Mai-Brit bostezó y apoyó la cabeza sobre su hombro-. ¿Nos vamos a la cama? -Era la última noche que tendrían juntos durante un tiempo.

– Mmm… -dijo Finn-Erik sin apartar la mirada del televisor-, sólo quiero ver cómo termina la historia.

– El de la manta le dispara -dijo Mai-Brit y se levantó.

En ese mismo momento se oyeron disparos y el hombre de los dientes amarillos fue lanzado tres metros hacia atrás y salió volando por la puerta. Mai-Brit rió sonoramente, a pesar de que volvió a dar un respingo a causa del estruendo.

Finn-Erik la miró, irritado.

– ¿Por qué siempre tienes que contarme la película cuando ya la has visto antes?

– Pero si yo no había visto esa mierda antes. -Notó que se estaba sulfurando por la acusación-. Si es muy fácil adivinar la trama. Tiene los dientes amarillos y es malo, el otro tiene los dientes blancos y, por lo tanto, es bueno. Es una película americana, por Dios. -Mai-Brit bajó la voz y se tranquilizó, mientras contemplaba cómo Finn-Erik apagaba las luces del salón. Juntos se fueron al baño-. Deberían instaurar nuevas normas en el sector de las aseguradoras: los dientes amarillos significan primas altas y pagos bajos, siempre mueren en un plazo de dos horas. Dientes blancos, todo lo contrario.

Finn-Erik se rió con espuma del dentífrico en las comisuras de los labios y la mojó con el agua que quedaba en su cepillo de dientes.

– No estás bien de la cabeza. -Finn-Erik la abrazó y le dio un apretón cariñoso-. Pero también eres dulce y, sobre todo, eres mi mujer.

Cuando ya estaban acostados en la cama, él le preguntó:

– ¿Por qué te reíste con la película si la escena del tiroteo era grotesca?

– Ah, eso. Me reí porque es del todo inverosímil. Tú mismo viste cómo el tío desagradable voló varios metros por los aires cuando fue alcanzado por una bala, mientras que el hombre de la pistola se quedó sentado tranquilamente en la mecedora sin que se balanceara una sola vez. -Mai-Brit sonrió en la oscuridad-. La tercera ley de Newton, o ley de acción y reacción, así como la ley de conservación del movimiento, nos dice que eso no es posible. Leí algo acerca de ello recientemente: «Después del disparo de un arma, la cantidad de movimiento de la bala debe ser igual a la cantidad de movimiento del arma, aunque en dirección opuesta». Eso quiere decir que si el hombre de los dientes amarillos voló tres metros hacia atrás, el hombre de la pistola también debería haber volado tres metros hacia atrás. O, mejor dicho: ambos deberían permanecer inmóviles. Eso es lo que dicen las leyes de la física.

Finn-Erik encendió la luz y la miró sorprendido.

– Dios mío, cuánto sabes.

Ella sonrió complacida y le besó la mejilla.

– En realidad, fue Even quien me lo enseñó. Estábamos en el cine, y de pronto él irrumpió en una risa ruidosa que hizo volverse a todos los presentes en la sala para mirarle. Imagínate, en medio de una película de Harry el Sucio en la que Clint Eastwood, con un aspecto sombrío y peligroso aparece con un Colt humeante, que el tipo que te acompaña empieza a reírse como un loco y se pone a hablar de Newton. Estuve a punto de esconderme debajo del asiento.

Finn-Erik apagó la luz y Mai-Brit oyó que se colocaba de lado, de espaldas a ella. Mai-Brit suspiró silenciosamente y se apretujó contra el cuerpo de él.

– Yo soy tu mujer, ¿lo recuerdas? Eres tú con quien tengo dos maravillosos niños. No me hagas más difícil el viaje de mañana.

Mai-Brit lo besó y le susurró algo al oído. Él se volvió lentamente en la oscuridad y posó sus dos manos alrededor de la cara de ella.

– Y yo te amo -susurró él.

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