Capítulo 67

Francia

– Es como andar de puntillas alrededor de una araña venenosa, deslizarse secretamente por encima y por debajo de su telaraña para que no te descubra.

Simon LaTour agarró un cigarrillo y se lo llevó a la boca hasta que sus mejillas regordetas se sonrojaron levemente y volvió a dejar el cigarrillo. Mai-Brit hizo como si no hubiera visto nada y se concentró en mantener la misma velocidad que el resto de vehículos que ocupaban el carril central de la autopista. Habían pasado Bourg-en-Bresse y Mai-Brit había llamado a la oficina de alquiler de coches en Lyon para avisarles de que dejaría el coche en París.

– ¿Cuánto tiempo llevas?

– Escribí un artículo crítico hace ya unos años sobre un político local de Toulouse, un cacique sinvergüenza que se merecía que alguien lo exhibiera y despedazara en público. Pero por muchas pruebas que presenté contra él, el redactor jefe del periódico siempre se negó a publicarlo. De hecho, me prohibió seguir investigando y al final amenazó con echarme. Eso no hizo más que despertar mi curiosidad y empecé a seguirlos a los dos. Descubrí que había un club en la ciudad del que ambos eran miembros, un club que tenía un perfil muy bajo. Celebraban una reunión cada dos meses en una gran mansión patricia, y haciéndome pasar por ayudante de cocina durante la noche en que celebraban una de sus reuniones, conseguí colarme y esconderme detrás de las cortinas del salón de Lo Más Sagrado, donde descubrí por primera vez la hermandad secreta de la masonería.

Mai-Brit puso el intermitente y adelantó un camión cisterna. Finn-Erik había pertenecido a la orden masónica de Oslo, pero lo había dejado cuando nació Stig. Es decir, dijo que lo había dejado, pues Mai-Brit tenía la sensación de que algunas de las tardes que él llamaba ornitológicas transcurrían en compañía de los hermanos de la logia. A ella le daba igual si eran hermanos ornitólogos o de logia. Lo que no acababa de entender era por qué un club de hombres tenía que ser tan secreto. Al fin y al cabo, ella nunca había tenido la intención de prohibírselo. Era preferible eso a que saliera por ahí a dejarse azotar por alguna mujerzuela en tanga y botas de látex, o lo que fuera que se les ocurría a los hombres cuando hacían algo taimadamente. Debía de estar en sus cromosomas, esa fascinación por lo secreto. De pronto se dio cuenta de que LaTour la miraba de reojo.

– ¿De veras? -dijo Mai-Brit-. ¿Y qué pasó?

– Verás, fue un extraño espectáculo ver a unos hombres adultos comportándose como niños de doce años. Hablaban mediante giros pomposos y se dirigían los unos a los otros utilizando títulos honoríficos que eran dignos de un club de escoltas. -LaTour sacudió la cabeza y miró por la ventanilla-. ¡Si yo te contara! Me temo que no me creerías.

– ¿Qué quieres decir?

– Quién pertenece a esta clase de clubes masculinos. Lo que hacen, los planes que tienen. Naturalmente, algunos de los clubes son del todo inofensivos; puedes leer sobre muchos de ellos en los periódicos. Aunque también es verdad que algunos sirven de pantalla a otros grupos, más dudosos…

– ¿A qué te refieres con dudosos? -le interrumpió Mai-Brit.

– Lo que quiero decir es que algunas, pocas, de estas hermandades tienen como fin…- La Tour se quedó un rato pensativo, contemplando los tristes campos invernales que veía por la ventanilla de su lado-. Si te cuento que un ex primer ministro de Noruega es miembro de una orden secreta que no vacila en suspender la democracia si las circunstancias lo requieren, seguramente no me creerás.

Mai-Brit sonrió al pensarlo.

– No, me temo que tienes razón.

– Ya lo ves. Tal vez sea una exageración decir que es miembro. Pero lo que sí es cierto es que ese anterior primer ministro y su embajador en Estados Unidos mantuvieron algunas reuniones con la organización The Fellowship Foundation. ¿La conoces? -Mai-Brit sacudió la cabeza-. Se trata de una organización cristiana fundada en Estados Unidos con una red de contactos que poco a poco se ha ido extendiendo por la mayor parte del mundo y que sobre todo se ha hecho fuerte en Europa. Al principio, era una asociación abierta con el deseo expreso de convencer a la gente del planeta entero para que rezara por la mañana…

– No creo que rezar todos juntos tenga nada de malo -dijo Mai-Brit, en un tono de voz ligeramente airado.

– No, tienes razón. Es bastante inofensivo. Sin embargo, en los últimos cincuenta años, la agenda de la Fellowship ha cambiado considerablemente. La organización se ha vuelto más secreta, y sus ansias de poder notablemente mayores. En un documento interno al que he tenido acceso, un miembro de Fellowship escribe que han reconstruido la organización en «núcleos», y reconoce que han adoptado la idea de la mafia y de las células comunistas. Y en ese mismo documento, se exalta cómo Hitler, Lenin y otros entendieron la importancia de organizar y centrar el poder en un pequeño núcleo de personas. ¡Y después me preguntas si eso es fruto de un pensamiento poco democrático!

Mai-Brit miró impaciente a través del parabrisas.

– ¿Me quieres hacer creer que Bondevik ha participado en conspiraciones de alcance mundial? Perdona que te lo diga, pero me parece estúpido.

Simon LaTour le sonrió.

– Sí, estoy de acuerdo contigo. No creo que supiera con quién se había mezclado, con quién rezaba sus oraciones matinales. Porque seguramente eso era lo único que hacía. Y estoy de acuerdo contigo en que las teorías conspiratorias son estúpidas, al menos mientras no se llevan a la práctica. Por otro lado, me resulta difícil ver la política norteamericana tal como se ha desarrollado durante la era de Bush sin pensar en que las hermandades cristianas han conseguido satisfacer sus ambiciones ultraconservadoras durante su mandato. No he tenido tiempo para viajar a Estados Unidos e indagar en su mierda, pero me apuesto una botella de Ballantine's 12 Year Old a que Rumsfeld, Wolfowitz y la eminencia gris de Bush, Karl Rove, son todos «hermanos» de algún club cristiano. Mai-Brit resopló, irritada.

– Tienes que tener pruebas antes de soltar esta clase de afirmaciones.

LaTour levantó la palma de la mano en un gesto que significaba que se rendía.

– De acuerdo, de acuerdo. Me limitaré a lo que sí sé. Permíteme que te dé un par de ejemplos del pasado.

En ese mismo momento fueron adelantados por un gran trailer que lanzó cascadas de nieve fangosa contra su parabrisas. LaTour se calló hasta que los limpiaparabrisas volvieron a ofrecerles una buena visibilidad.

– Hechos: en 1890 se imprimió un mapa de Europa en una revista inglesa, un mapa que, por lo que dicen, pretendía mostrar cómo, por aquel entonces, la dirección suprema de la masonería deseaba que se organizase la Europa del futuro. No sé cómo se hicieron con el mapa, pero lo curioso es que el mapa mostraba una similitud sorprendente con la situación que se estableció al terminar la primera guerra mundial, es decir, de treinta años más tarde: los tres imperios habían desaparecido, algunas de las monarquías habían desaparecido y todos los países eran repúblicas. Puede verse como una contradicción que las monarquías en el norte de Europa sigan existiendo, pero las casas reales han perdido su poder político, o sea que, en cierto modo, el mapa es profético.

– No me estarás diciendo que la primera guerra mundial fue iniciada por masones que pretendían iniciar una revolución en Europa y acabar con las monarquías… Dios mío… -Mai-Brit lanzó una mirada desconfiada al pasajero antes de volver a concentrarse en la carretera-. Si no tienes nada mejor con lo que intentar convencerme, me temo que…

– Lo único que hago es presentarte hechos: que el mapa existía en 1890 y que su «objetivo» fue prácticamente alcanzado treinta años después. No puedo decirte si fue fruto de las casualidades o si detrás había una política cínica; yo no soy historiador, pero sea como sea, el mapa es sospechosamente exacto en sus predicciones. De hecho, existen teorías que se decantan porque el joven bosnio Gavrilo Princip y sus cómplices, los que asesinaron al heredero del trono austrohúngaro, Francisco Fernando, consiguieron las armas a través de la organización secreta la Mano Negra, cuyo cabecilla, siempre según estas teorías, era hermano de orden y recibía las órdenes de «otro lugar de Europa» sin que nadie sepa decir de dónde.

– ¡ La Mano Negra! Pero ¡por el amor de Dios…! -Mai-Brit apenas sabía si reírse o indignarse-. ¿Realmente te tomas esos rumores en serio? Pero si es el título de un libro para muchachos.

– Pues tengo que decirte que tú también estás metida en asuntos de muchachos grandes, y sólo para que quede bien claro, por ridículo que pueda parecerte el nombre, la Mano Negra fue una organización que existió realmente y sobre la que puedes leer en cualquier libro de historia que verse sobre los inicios de la primera guerra mundial. Pero permíteme que saque a colación otro mapa. Porque, verás, en 1920 se publicó otro mapa en el libro Entente-Freimaurerei una Weltkrieg. El autor alemán, Karl Heise, se había adentrado mucho en la orden masona y había conseguido enterarse de algunos de sus planes secretos. Según Heise, ese mapa era conocido por la cúpula de la masonería hacía treinta años, desde dentro del círculo del Rito Escocés.

Mientras LaTour seguía hablando entusiasmado, Mai-Brit lo miraba de reojo. Aquel hombre era especial; divertido, raro, la verdad es que no sabía muy bien cómo definirlo. La cultura académica parecía ser un concepto absolutamente desconocido para aquel tipo; era obvio que LaTour se mantenía en forma haciendo, como ahora mismo, aspavientos con los brazos cuando se acaloraba hablando. ¿Un empollón, un freak, un nerd?. ¿Sería ésta la mejor manera de describirle? Mai-Brit tuvo que reconocer para sus adentros que nunca había acabado de entender este último concepto: nerd. Inteligente y obsesivo, decía el diccionario. ¿Y qué? Eso podía decirse de muchas personas. Entonces, ¿Even era un nerd de los números? ¿O Finn-Erik un nerd de los pájaros? ¿A lo mejor ella era una nerd de Newton, al menos últimamente? ¿Y qué decir de todos los idiotas del deporte? Gente inteligente que practicaba el esquí, que patinaba, que jugaba al golfo corría carreras de coches y que lo convierten en su estilo de vida, ¿acaso eso no era ser un nerd? Todos tenemos a un nerd en el estómago, concluyó Mai-Brit y sintió una repentina simpatía, pequeña, por el tío que estaba sentado en el asiento de al lado. Sonrió a LaTour y él detuvo confundido el torrente de palabras por un instante, como si ella hubiera dicho algo obsceno, parpadeó hacia el coche que iba delante como si le hubiera entrado algo en un ojo y se pasó un dedo regordete por el mostacho.

– El mapa muestra de manera aterrante una Europa que se parece mucho a la que se ha ido conformando a través de los últimos cien años. Es sobre todo remarcable que la Rusia zarista ha sido sustituida por una confederación eslava que recuerda a la Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes actuales. También la gran Alemania, que había empezado a tomar forma en el siglo XIX, ha visto reducido su tamaño, y no es muy diferente al de antes de la unificación.

– Es decir, que tus hermanos secretos no consiguieron frustrar la unificación…

LaTour hizo caso omiso de su tono irónico.

– A lo mejor no quisieron hacerlo, no lo sé. En realidad, no sé lo grande que es su poder y la influencia que tienen, pero cada vez estoy más convencido de que existe. Permíteme que te dé un último ejemplo, de tiempos más modernos.

Mai-Brit hizo un gesto de condescendencia con la mano y dijo:

– Una buena historia acorta el viaje.

LaTour sonrió brevemente antes de continuar:

– En 1981 la policía italiana encontró algo sorprendente en la caja fuerte de un hombre de negocios italiano. En realidad, fueron a su casa en busca de algo completamente distinto, pero una lista de 962 nombres despertó su curiosidad. Porque no se trataba de los nombres de gente corriente. Tres de ellos eran ministros del gobierno, otros 43 eran miembros del Parlamento. Otros tantos eran generales, burócratas y diplomáticos. También los jefes de policía de cuatro ciudades aparecían en la lista. Y el resto de personajes también pertenecían al estrato más alto de la sociedad italiana.

– Cualquiera puede hacer una lista así -murmuró Mai-Brit cuando LaTour calló.

– Sí, disculpa, pero olvidé decirte que en la lista ponía que eran miembros de la P 2. ¿Recuerdas el caso?

Mai-Brit sacudió la cabeza. En 1981 se encontraba en medio de la pubertad y tenía otras cosas en la cabeza que las conspiraciones italianas.

– ¿Qué es la P 2? ¿Una emisora de radio italiana?

– La logia P2 era una orden italiana, una rama de la federación Gran Oriente, que englobaba la masonería italiana. Gran Oriente era una organización honorable y respetada, reconocida por la gran logia inglesa, que se considera a sí misma una especie de Padrino y superintendente de las demás logias europeas. Pero volvamos a la P 2. Resultó que, en realidad, era un grupo secreto de la derecha italiana, el cual había formado un gobierno en la sombra que pretendía tomar el poder después de un golpe de Estado que ya habían planeado.

Mai-Brit le lanzó una mirada escéptica.

– ¿Estás de guasa? ¿Lo dices en serio?

– Desgraciadamente, todo es verdad. Está tan cercano en el tiempo que puedes investigarlo en los archivos de la prensa y verlo tú misma, negro sobre blanco. Pero -LaTour le lanzó una sonrisa ladina-, como ya insinúo en mi historia de la ciudad natal, también hay redactores de periódicos que son miembros de diferentes hermandades y, de hecho, nunca se llegó a escribir tanto como realmente merecía el caso. Por ejemplo, ¿por qué no se registró la gran logia inglesa que había reconocido Gran Oriente? Naturalmente, algunas logias y órdenes de toda Europa, también en Italia, reprobaron las ideas conspiratorias, faltaría más. Pero ¿hasta qué punto las reprobaron porque realmente estaban en contra de ellas?

Mai-Brit puso el intermitente al acercarse a un desvío.

– Gasolina -dijo.

Después de repostar entraron en la tienda y compraron refrescos y bocadillos. La mujer mayor del mostrador, que llevaba un antiguo y decente vestido negro que cubría pulcramente su cuerpo desde las muñecas y los tobillos hasta el cuello, les sonrió ampliamente, sin preocuparse de que le faltara un diente. Mai-Brit pagó y preguntó por el baño. La mujer inclinó la cabeza, llamó a su hijo y condujo a Mai-Brit con un gesto de la mano regordeta al exterior, donde le indicó una puerta en la parte trasera del edificio.

Id -dijo sonriente, abrió la puerta de una estancia sin ventanas y apretó el interruptor de la luz. El retrete era un agujero en el suelo. «Pero aquí huele a jabón», pensó Mai-Brit, y pasó un dedo por el lavabo limpio.

– Si necesitas una pausa, yo puedo conducir -dijo Simon LaTour cuando se disponían a meterse en el coche de nuevo.

– Estoy bien -dijo Mai-Brit y sonrió. Tenía su propia teoría según la cual tenía lugar un repentino aumento de los niveles de testosterona, innato y automático, en cuanto un hombre se sentaba al volante de un coche. Simplemente se sentía más segura y cómoda cuando ella u otra mujer ocupaba el asiento del conductor.

De vuelta en la autopista comieron un poco hasta que Mai-Brit dijo:

– ¿Cómo se llama este tipo de hermandades u órdenes? ¿Son católicas?

Simon se rió y masticó un par de veces antes de contestar: -No, eso es casi lo único que no son, porque muchas de las hermandades surgieron originalmente como una especie de protesta contra la Iglesia católica. Aunque existen algunas organizaciones católicas, como por ejemplo los Caballeros de Colón.

Mai-Brit miró de reojo al francés para ver cómo evitaba que se le manchara la barba de mayonesa. No lo evitaba. Mai-Brit se concentró en la carretera. En realidad, nunca le habían gustado las barbas, ni tampoco la mayonesa.

LaTour siguió masticando, hasta que de pronto dijo: -Todo depende de cómo se defina «orden» y «hermandad» y por eso es fácil encontrar miembros católicos en la mayoría de organizaciones de este tipo. Ya no son tan puntillosos, por decirlo de alguna manera. Deja que te enumere algunas de las hermandades, para que puedas hacerte una idea de su diversidad. Como ya te he dicho antes, está la Fellowship Foundation cristiana, que es una organización joven, con apenas cien años de existencia. Sus ideas fundamentales resultan bastante conservadoras y protestantes. En cambio, la orden de los Caballeros Templarios es muy antigua y tiene unos rituales gnósticos y utiliza unos símbolos ocultos que se remontan a los siglos XIII y XIV. Existen una infinidad de ramificaciones y variedades de esta orden con nombres que se parecen entre sí hasta la confusión. Por ejemplo, los Caballeros de la Orden del Temple, con sede en Toulouse, que fue la primera que conocí. En sus orígenes fue una orden de carácter local, pero tengo la impresión de que ahora está extendida por la mayor parte de Francia. Otras del mismo tipo serían los Caballeros Malteses, la Orden Maltesa, el Alba Dorada, y como sea que se llamen todas ellas. La orden Rosacruz es otra, uno de los grandes misterios del Renacimiento. Es una orden basada en la filosofía hermética, es decir, en un pensamiento alquímico, por así decirlo.

Media rodaja de tomate había aterrizado en el pecho de la camisa de Simon, y Mai-Brit consideró si debía decírselo o fingir que no se había dado cuenta. Eran este tipo de elecciones existenciales las que hacían que las relaciones sociales fueran tan estimulantes, pensó con una sonrisa disimulada dirigida al retrovisor. Un BMW oscuro, que llevaba una hora pegado a ellos, había desaparecido.

– Parece haberse disuelto y desaparecido -dijo LaTour, y Mai-Brit tardó un rato en descubrir que no estaba hablando del BMW sino de la orden Rosacruz-. Sin embargo, parece haber dado lugar a una serie de sociedades anónimas de nueva creación, como se diría en el mundo empresarial. También puedo mencionar algunas órdenes más ocultas, como son el Templo Hermético o, por ejemplo, la Hermandad de Isis. Supongo que ambas son consideradas relativamente inofensivas pese a su fanatismo. Por otro lado, siempre hay que andarse con cuidado con los fanáticos. Los hay que no escatiman medios para alcanzar los objetivos que se proponen. Permíteme que incluya la Iglesia de Satanás, que posee su sede en California, pero que posee varias organizaciones hermanas en Europa. Otra organización americana extremista es el Ku Klux Klan. Es discutible si se trata de una hermandad en línea con los Caballeros del Temple, como ya he dicho antes, todo depende de las definiciones, pero en todo caso comparten el tipo de organización y de rituales secretos, y podría decirse que están en la misma línea que, podría decirse, la mafia.

– Europa -dijo Mai-Brit-. Es más interesante Europa. ¿Hay alguna grande en Europa?

Mai-Brit le lanzó una mirada que pretendía ser hiriente, pues quería mostrarle que no acababa de tomárselo a él y a su fobia por las órdenes en serio, pero a la vez notó que cierta ansiedad se instalaba en su cuerpo. Consideró si sería de mala educación poner algo de música, baja, sólo para que hubiera un fondo tranquilo. Tenía la grabación de Herbert von Karajan y de la London Philharmonic de la sexta de Beethoven en el bolso. Era su «píldora de la felicidad», la que utilizaba cuando el desasosiego y el nerviosismo se instalaban en ella, o sencillamente cuando necesitaba un poco de buen humor. La tonalidad y el ritmo de aquella versión eran inigualables y, además, tocaba unas cuerdas en su interior y desataba unos sentimientos en ella que la hacían sentir enormemente viva y alegre. A propósito del Ku Klux Klan: podían decirse muchas cosas del director de orquesta Herbert von Karajan (algo que también había leído que hacían muchos), pero que fue uno de los directores más geniales del mundo hasta su muerte no se lo podía quitar nadie, por antipático que pudiera resultar su comportamiento. Era extraño, por cierto, que los genios a menudo resultasen ser bastante detestables. ¿Acaso la imagen que tenían de sí mismos se había distorsionado por su inteligencia o por la admiración desmedida que a menudo les rendía el mundo, hasta tal punto que sólo eran capaces de ver su propia magnificencia y a sí mismos como superhombres? Afortunadamente, Even no sufría de esta clase de abominaciones; comparado con tipos como Newton o Karajan, estaba todavía en párvulos.

Mai-Brit sonrió para sus adentros y lanzó una mirada rápida al pasajero. La imagen que tenía de él resultaba tan anquilosada que él mismo parecía haberse olvidado de su existencia por completo. No era del tipo introspectivo y autocrítico y, sin embargo, tenía un aire vulnerable.

No, seguramente se tomaría mal el acompañamiento musical de su relato.

LaTour se rascó la barba desaliñada, se manchó los dedos de mayonesa y luego se los lamió.

– ¿En Europa, dices? Bueno, tenemos una orden, una orden cristiana, de la que sólo he tenido conocimiento recientemente. O mejor dicho, sabía que existía hace trescientos años, pero creía que se había disuelto hace tiempo. Apenas hace un año descubrí que está vivita y coleando. Se trata de una sociedad extremadamente secreta, fundada probablemente a la estela de la devastación de la orden Rosacruz, en el siglo XVII. Para mi sorpresa, parece ser que es una de las más importantes de Europa, a la vez que es prácticamente desconocida para quien no sea miembro de ella. La hermandad invisible surgió en Londres, pero…

– ¡La hermandad invisible! -le interrumpió Mai-Brit en voz alta. El autobús que iba detrás de ellos insistió en adelantarlos, les hizo luces e hizo sonar irritado el claxon pero finalmente ella consiguió enderezar el coche.

Simon LaTour miró por encima del hombro hacia el autobús.

– Sí. Invisible Brotherhood en inglés. Fraternitatis Invisibilis, en latín. Los miembros se ocultan tras unas capuchas cuando se reúnen, y cada uno de ellos sólo conoce la identidad de unos pocos miembros. Se trata de una organización prácticamente hermética, de manera que la orden es terriblemente difícil de deshilvanar.

¡Fraternitatis Invisibilis! «Effugium fraternitatis invisibilis», ponía en el papelito con la clave que había encontrado en Cambridge unos meses atrás. Tenía que ser la misma hermandad de la que Newton, en cierto modo, había intentado huir, los mismos hermanos por los que Newton había encriptado sus textos para mantenerlos en secreto. Mai-Brit miró la calzada intensamente.

– ¿Por qué te has interesado precisamente por esa hermandad?

Él la miró fijamente.

– Estoy interesado en todas, no en ésta especialmente. Pero creía que la hermandad invisible se había disuelto. Su poder y envergadura me abruma y he decidido dedicar algún tiempo y mis fuerzas en ella. En su época fue una de las órdenes más fanáticas que había. Si hacemos caso de los rumores, la organización imponía la pena de muerte a aquellos miembros que rompían los códigos secretos de la orden o la abandonaban. No eran los únicos en aplicar esta norma como principio, pero la hermandad invisible tenía fama de llevarla a la práctica. Hace ahora medio año, cuando me encontré por primera vez contigo en Londres, me cité con una fuente que me dio pruebas firmes de que esa hermandad sigue más activa que nunca, que se ha convertido en una de las órdenes más poderosas de Europa occidental. Parece extenderse como el cáncer en un cuerpo viejo y demacrado.

Mai cerró las manos alrededor del volante como si un fuerte viento hubiera sacudido el coche. Por primera vez desde que empezó el libro sobre Newton, se apoderó de ella la extraña sensación de estarse adentrando en terreno pantanoso y del que tal vez debería mantenerse alejada. Cuando en su Segundo secreto escribió sobre Newton invitado a ingresar en una hermandad por Mr. F, lo había hecho después de realizar una investigación a fondo y basándose en varios escritos y fuentes. Sin embargo, ella había escrito sobre una hermandad que, según todas las fuentes, se había extinguido. Como si hubiera escrito sobre el Tyrannosaurus rex, una criatura lúgubre, pero al fin y al cabo, muerta. Ahora, de pronto, este LaTour le decía que el monstruo seguía vivo y, además, que era más peligroso que nunca.

Mai-Brit desenroscó el tapón de la botella del refresco y bebió hasta vaciarla. Simon LaTour se había quedado callado, era obvio que estaba sumido en sus propios pensamientos, contemplando el paisaje gris que pasaba por delante de sus ojos. ¿Sería un hermano invisible el que ella presentía que la espiaba? ¿Había sido un hermano secreto quien había revuelto sus papeles en el despacho de la editorial? Pero ¿por qué iba a hacer eso? ¿También iban detrás de la fórmula de Newton? No, seguramente no eran más que tonterías. ¿Cómo podían saber que ella andaba buscándola, o que incluso la había encontrado? Era sencillamente imposible que lo supieran, nadie podía saberlo. Ella no se lo había contado a nadie.

Además: ¿quién era realmente ese tal Simon LaTour?

Una voz en lo más profundo de su cerebro le susurró que debería olvidarse de Newton y de todo cuanto lo envolvía.

Quemar las notas y volver a casa junto a su marido y sus niños, cuanto antes mejor. Dejar que otros se interesaran por el genio y sus secretos. Dejar de ser una nerd de Newton.

Sin embargo, le encantaba el trabajo sobre el genio y, además…, ¿acaso no había que arriesgar algo para vencer?

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