Capítulo VI

A la mañana siguiente no hubo baño. Pamela Lyall, muy pálida y con un sencillo traje oscuro, sorprendió a Hércules Poirot en el vestíbulo, para arrastrarlo al interior del salón.

—¡Es horrible! —le dijo—. ¡Horrible! ¡Usted lo dijo! ¡Usted lo previó! ¡Un crimen!

El detective inclinó la cabeza gravemente.

—¡Oh! —exclamó Pamela golpeando el suelo con el pie—. ¡Usted debió impedirlo como fuera! ¡Pudo haberlo impedido!

—¿Cómo? —quiso saber Hércules Poirot.

De momento quedó cortada.

—¿No podía haber acudido a alguien... a la policía...?

—¿Para decirles qué? ¿Qué es lo que uno puede decir... antes del hecho? ¿Que alguien lleva el crimen en su corazón? Le aseguro, mon enfant, que si un ser humano está decidido a matar a otro...

—Pudo haber avisado a la víctima —insistió Pamela.

—Algunas veces —replicó el detective— los avisos son inútiles.

—Pudo avisar al asesino... —dijo Pamela despacio—, demostrando que conocía sus intenciones.

Poirot asintió.

—Sí... ése es mejor plan. Pero incluso entonces hay que contar con el principal defecto de un criminal.

—¿Y cuál es?

—¡El orgullo! Un criminal nunca cree que su crimen puede fallar.

—Pero es absurdo... estúpido —exclamó Pamela—. ¡Ha sido un crimen infantil! Vaya, la policía arrestó en seguida a Douglas Gold.

—Sí —contestó Poirot—. Douglas Gold es un joven muy estúpido.

—¡Ya lo creo! Oí decir que encontraron el resto del veneno... que no sé cuál era...

—Estrofantina... un fuerte veneno que ataca al corazón.

—Y lo encontraron en el bolsillo de su chaqueta.

—Es bien cierto.

—¡Es una tontería increíble! —volvió a decir Pamela—. Tal vez tuviera intención de deshacerse de él más tarde... y la sorpresa de ver que la víctima era otra le paralizara. ¡Qué escena para una comedia! El amante poniendo estrofantina en el vaso del marido, y entonces, cuando está distraído, es la mujer quien se lo bebe... Piense en el momento terrible en que Douglas Gold comprendió que había matado a la mujer que amaba...

Ella se estremeció.

—Su triángulo. ¡El eterno Triángulo! ¿Quién hubiera pensado que terminaría así?

—Yo me lo temía —murmuró Poirot.

Pamela se volvió hacia él.

—Usted le previno... me refiero a la señora Gold. ¿Por qué no le advirtió también a él?

—¿Quiere decir por qué no advertí a Douglas Gold?

—No. Me refiero al comandante Chantry. Podría haberle dicho también que corría peligro... al fin y al cabo... él era el verdadero obstáculo. No me cabe la menor duda de que Douglas Gold confiaba en convencer a su esposa para que le concediera el divorcio... es una mujercita pobre de espíritu y está muy enamorada de él. Pero Chantry es una especie de demonio y estaba resuelto a no devolver a Valentina su libertad.

El detective se encogió de hombros.

—No hubiera servido de nada haber hablado con Chantry —dijo.

—Tal vez no —admitió Pamela—. Probablemente le hubiera dicho que sabía cuidar de sí mismo y que se fuera usted al diablo. Pero tengo la impresión de que podía haberse hecho algo.

—Yo pensé —replicó Poirot despacio— en tratar de persuadir a Valentina Chantry para que abandonara la isla, pero ella no hubiera creído mis palabras. Era demasiado estúpida para tomar en serio una cosa así. Pouvre femme! Su estupidez la ha matado.

—No creo que hubiera servido de nada el que hubiese abandonado la isla —dijo Pamela—. Él la hubiera seguido seguramente.

—¿Él?

—Douglas Gold.

—¿Usted cree que Douglas Gold se hubiera marchado tras ella? Oh, no, mademoiselle, está equivocada... completamente equivocada. Aún no ha comprendido la verdad de este caso. Si Valentina Chantry hubiera dejado la isla, su esposo se hubiese ido con ella.

Pamela le miró extrañada.

—Claro, es natural.

—Y entonces el crimen hubiera tenido lugar en otra parte... el asesinato de Valentina Chantry por su esposo.

Pamela se sobresaltó.

—¿Trata de decirme que fue el comandante Chantry... Tony Chantry... quien asesinó a Valentina?

—Sí. ¡Usted le vio hacerlo! Douglas Gold le trajo su copa y se sentó ante él. Cuando entraron las señoras todos miramos hacia la puerta; echó la estrofantina que tenía preparada en la ginebra rosa y muy cortésmente se la entregó a su esposa, que la tomó.

—¡Pero el paquetito de estrofantina fue encontrado en el bolsillo de Douglas Gold!

—Fue muy sencillo deslizarlo en su americana mientras todos rodeábamos a la moribunda.

Transcurrieron un par de minutos antes de que Pamela recobrara el aliento.

—¡Pero no entiendo ni jota! El triángulo... usted dijo...

Poirot, tras escuchar, movió la cabeza con energía.

—Dije que había un triángulo... sí. Pero usted imaginó el falso. ¡Fue usted víctima de una hábil interpretación! Usted pensó, como así se pretendía, que Tony Chantry y Douglas Gold estaban enamorados de Valentina Chantry. Usted creyó, como pretendían se creyera, que Douglas Gold, estando enamorado de Valentina Chantry, cuyo esposo habíase negado a divorciarse, dio el paso desesperado de administrar un fuerte veneno a Chantry, y que por un error fatal fue Valentina quien lo tomó. Todo esto es pura ilusión. Chantry había pensado deshacerse de su mujer. Desde el principio pude comprender que estaba harto de ella. Se casó por su dinero y ahora desea contraer matrimonio con otra mujer... y por ello planeó librarse de Valentina y conservar su dinero. Eso implicaba el crimen.

—¿Hay otra mujer?

—Sí, sí —replicó Poirot despacio—. La pequeña Marjorie Gold. ¡Desde luego, era el eterno triángulo! Pero usted lo vio equivocadamente. Ninguno de esos dos hombres estaban enamorados de Valentina Chantry. Fue su vanidad y la hábil puesta en escena de Marjorie Gold lo que le hizo pensarlo. La señora Gold es una mujer muy inteligente y en extremo atractiva en su estilo de madona modesta e insignificante. He conocido a cuatro criminales del mismo tipo. La señora Adams, que salió absuelta por la muerte de su esposo, pero todo el mundo sabe que lo mató. Mary Parker se deshizo de una tía, un novio y dos hermanos antes de que tuviera un descuido y fuese descubierta. Luego, la señora Rowden, que fue ahorcada. Y la señora Lecray, que escapó por un pelo. Esta mujer pertenece exactamente al mismo tipo. ¡La reconocí en el primer momento! ¡Ese tipo disfruta con el crimen como el pato en el agua! Y la verdad es que estaba muy bien planeado. Dígame, ¿qué pruebas tenía usted de que Douglas Gold estuviera enamorado de Valentina Chantry? Si lo piensa bien, comprenderá que sólo las confidencias de la señora Gold y los arranques de celos de Chantry. ¿No es cierto? ¿Lo comprende ahora?

—Es horrible —exclamó Pamela.

—Fueron una pareja muy lista —dijo Poirot con aire profesional—. Planearon «encontrarse» aquí y realizar su crimen. ¡Esa Marjorie Gold tiene la sangre fría de un diablo! Hubiera enviado a su pobre marido inocente al patíbulo sin el menor remordimiento.

Pamela exclamó:

—Pero ayer noche fue detenido y se lo llevó la policía.

—Ah —dijo Poirot—; pero después yo estuve hablando con la policía. Es cierto que no vi a Chantry en el momento de echar el veneno en la copa; yo, como todos los demás, estaba mirando a las señoras que entraban. Pero en el momento en que comprendí que Valentina Chantry había sido envenenada, no aparté los ojos de su esposo. Y de este modo pude verle deslizar el paquetito de estrofantina en el bolsillo de Douglas Gold... ¿comprende?

Y agregó con expresión grave:

—Soy un buen testigo. Mi nombre es bien conocido y desde el momento que la policía oyó mi historia comprendió que el caso en cuestión tomaba un aspecto completamente distinto.

—¿Y luego?

Eh bien, hicieron algunas preguntas al comandante Chantry. Trató de negarlo, pero no es muy inteligente y pronto se descubrió.

—¿De modo que Douglas Gold ha sido puesto en libertad?

—Sí.

—¿Y Marjorie Gold?

El rostro de Poirot se ensombreció.

—Yo la advertí —dijo—. Sí, la advertí... arriba, en el Monte del Profeta... Era la única posibilidad de evitar el crimen. Casi le dije que sospechaba de ella, lo comprendió, pero se creía demasiado lista... Le dije que abandonara la isla si apreciaba su vida y prefirió... quedarse...

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