Capítulo 9

Elle puso la tetera al fuego, resistiéndose a la urgencia de usar sus habilidades para calentar instantáneamente el té. No se había dado cuenta de con qué frecuencia usaba su talento psíquico en la vida diaria. Se apresuró a ponerse un par limpio de pantalones de deporte y tras encontrar una camiseta en la cómoda de Jackson, se puso a trabajar en la cocina cuando Bomber dejó escapar un corto y alarmado ladrido. Elle se giró hacia él en el momento en que la primera oleada de pánico la golpeó. Algo iba terriblemente mal, y Jackson había salido de su mente inadvertidamente. Y mientras intentaba llegar hasta él…

Se le cerró la garganta y jadeó, luchando en busca de aire. Unos dedos se habían cerrado fuertemente sobre su garganta y presionaban con fuerza, ahogándola. Los ojos se le pusieron en blanco y se encontró en el suelo, mareada y débil, respirando con dificultad, las lágrimas le ardían en los ojos mientras intentaba desesperadamente arrancarse los inexistentes dedos de la garganta. ¿Estaba volviéndose loca? Intentó llegar hasta Jackson. Oía a Bomber ladrar tenuemente.

Mataré a cualquier persona que te importe si no regresas a mí. ¿Me oyes? Seguiré matando hasta que vuelvas. Susurró la voz en su cabeza, una baja amenaza que le llenó la mente y amplificó el miedo hasta convertirlo en terror. Se sintió deslizar, dejarse ir, y luego la húmeda lengua de Bomber lamiéndole la cara repetidamente. Cuando abrió los ojos, Jackson estaba allí, inundándole la mente de deseo, con una extraña calma, exigiéndole que le ayudase.

Hannah. Elle susurró el nombre de su hermana, expandió la mente y descubrió a Hannah temblando sin control, asustada por su hijo nonato, por Jonas, por todas sus hermanas. Pudo oír el silencioso grito de Hannah cuando se unió a ella e inmediatamente sintió el impacto del agua fría. Por un momento, permanecieron unidas, moviéndose en el mar, intentando ver a través del pesado velo neblinoso, e incapaces de alcanzar la orilla. Patalea. Nada, la urgió Elle, y Hannah intentó ayudar a Jackson usando sus largas piernas, pero estaba demasiado débil.

Elle sentía a Jackson allí, fuerte, feroz, y aquello la tranquilizó. Respiró hondo, se sentó, utilizando al perro para ayudarse a ponerse de pie. Palmeándolo, envió a Hannah calidez y fuerza y le aseguró que la ayuda iba de camino. Tocó la mente de Jonas, y supo que era verdad, se acercaba a una velocidad de vértigo, Ilya le seguía de cerca. Al estar tan íntimamente conectados, no había manera de ocultar a Jackson la manera en que le fallaba la mente, las diminutas descargas eléctricas que la sacudían. Podía sentir la sangre chorreándole de la boca y la nariz, y aceptó el hecho de que no sólo estaba arriesgando la vida para ayudarles, se estaba arriesgando a convertirse en un vegetal. Su cerebro necesitaba urgentemente una cura, y ella sólo estaba añadiendo más cosas al estrés bajo el que se encontraba, empeorando las lesiones, abriéndose las heridas para salvar a Jackson y a Hannah.

Maldita sea, Elle, vete, lo lograremos.

No puedo hacerlo. Sabes que no, no cuando los dos estáis en peligro. No luches contra mí, Jackson. Porque no podría sobrevivir sin él. No se lo dijo, ni siquiera telepáticamente, pero sabía que él lo había sentido porque inmediatamente acabó con toda resistencia y la dejó deslizarse fácilmente en su mente.

Intento que se calme. Hannah no puede ceder al pánico. Haz que nade paralelo a la orilla.

No puede. Ya estaba agotada, drenada de toda energía por la curación que ha realizado, y tratar de mover los brazos y piernas es imposible. Elle se aseguró de mantener la voz calmada, sin querer que él notase el pánico que se agitaba en su cabeza. Salió y se dirigió con rapidez a la playa.

Dile que gire y flote sobre mí.

Elle empujó la orden dentro de la inactiva mente de Hannah. Hannah lo intentó, pero había algo atado con fuerza alrededor de su pierna y su brazo, negándose a dejarla ir. Por un segundo, la imagen de un monstruoso pulpo apareció en la mente de Hannah.

Es el alga, le dijo Elle. Ahora estaba de rodillas en la arena, sosteniéndose la cabeza. El alga la tiene atrapada. Tienes que liberarla, Jackson. Podía sentir el sabor de la sangre en la boca y los ojos le ardían y tenía visión borrosa. Se los restregó y se llenó los dedos de sangre.

Espero lo que le pareció una eternidad, sintiendo la mente de Jackson, la helada invasión, lentamente haciéndose con su cerebro, haciendo más lentos sus pensamientos y reflejos. Ella no podía sostenerlos a los dos, así que debía ayudar a Hannah, mucho más debilitada que Jackson, aunque todo en ella quería llegar hasta él. Sentía la oscuridad, el frío y la soledad donde él estaba y también podía sentir cómo le ardían los pulmones. Por fin, pareció conseguir algo de aire.

Dile que todo irá bien, que nade paralela a la costa… Dile que no mire a la playa, sólo que siga nadando.

Con el corazón hundido, Elle se dio cuenta de que posiblemente Hannah no pudiera nadar. Ya se había deslizado desde la primera etapa de temblores incontrolables a un estado adormecido más profundo. Su mente había aflojado el ritmo y los continuos estremecimientos casi habían cesado, una mala señal puesto que temblar era la forma que tenía el cuerpo de intentar mantener la temperatura alta.

No puede nadar, Jackson, está demasiado débil. Había una nota de desesperación en su voz. Iré a buscarte en la barca.

¡No! No estás lo suficientemente fuerte, Elle. No podrías subirnos a ninguno de los dos en el bote. Jonas vendrá. Sabes que vendrá.

Incluso en su mente, las palabras de Jackson tartamudeaban, pero aún sostenía a Hannah contra él. Elle hizo la única cosa que se le ocurrió, les envió a él y a Hannah tanta calidez como le fue posible. Bomber estalló en un frenesí de ladridos cuando primero el coche del sheriff de Jonas y luego la camioneta de Ilya, casi parachoques contra parachoques, giraron la esquina del patio. El perro casi se volvió loco, gruñendo y ladrando mientras los dos hombres pasaban a Elle a toda velocidad camino de la orilla. A Elle le llevó un par de minutos recordar que debía darle la orden de calmarse, deteniendo los ladridos del perro que se añadían al caos del momento. Ilya se detuvo para inclinarse sobre Joley, quien ondeó una débil mano hacia el banco de niebla. Jonas realmente saltó sobre el cuerpo de Sarah extendido sobre la arena mientras se acercaba a la barca Oregón de doble filo que Jackson mantenía varada en la duna más alta.

La barca estaba enganchada a una camioneta todoterreno que Jackson tenía únicamente con el propósito de lanzar el barco al mar. Abrió la puerta de golpe y encendió el motor enseguida, sin esperar a Ilya mientras conducía marcha atrás entre las olas. Agradeció que Jackson siempre tuviese su equipo en buen estado. Saltó de la camioneta y soltó el barco. Ilya subió de un brinco en el asiento del conductor para alejarla del barco.

– Rápido, Jonas, no puedo mantenerlos a salvo mucho más tiempo -gritó Elle. La sangre le corría por la cara como si fueran lágrimas. Se le apelmazaba en el pelo cerca de las orejas y podía sentir su sabor en la boca.

– Aguanta, Elle -le ordenó Jonas-. No dejes que Hannah muera.

El oleaje alcanzó el bote cuando Jonas preparaba la bomba con tres tirones antes de tirar de la cuerda para poner en marcha el motor. Maldijo cuando no se puso en funcionamiento la primera vez, pero funcionó a la segunda, volviendo a la vida con un rugido justo cuando Ilya se tiraba dentro del bote. Jonas accionó el acelerador y la arenera reaccionó con rapidez, cortando las olas hacia mar abierto donde sabía que Hannah apenas estaba aguantando. Podía sentirla en su mente, los pensamientos embotados, el cuerpo congelado. Aún estando embarazada, Hannah era delgada y no muy fuerte. No podría durar mucho en las frías aguas con tan poca grasa en el cuerpo. Era Elle, enviándole calidez, intentando mantener la temperatura corporal de Hannah, la que les estaba dando unos minutos extra.

Jackson, Ilya y Jonas van hacia ti. Hannah, flota. Sé que tienes frío, pero Jonas se acerca en un barco. Aguanta un poco más. Elle se sentía como si le estuvieran triturando la mente desde dentro hacia fuera. Apenas podía respirar a causa del dolor. Cayó sobre una rodilla y agachó la cabeza intentando tragar aire cuando se sintió mareada y casi a punto de desmayarse.

Bomber arremetió contra algo y Elle captó la imagen de su hermana Sarah, gateando hacia ella por el camino. Siseó la orden de retirada, recordando que necesitaba darla en ruso y la repitió, aún respirando profundamente, luchando contra el mareo.

Jonas apretó el acelerador de la barca y se dirigió a mar abierto, directamente dentro del antinatural banco de niebla. Elle. Dame la dirección. Hannah está demasiado debilitada y no puedo alcanzarla.

Jonas sintió un repentino impacto cuando el resto de las hermanas unieron la fuerza que les quedaba para alimentar a Elle y que pudiese llegar hasta Jackson. En el mejor de los casos, se trataba de un tambaleante puente. Sintió la dirección de Jackson en vez de una auténtica señal de él. Pero no importaba, guió la barca a través del oleaje, cortando las olas y la pesada niebla en línea recta. Jonas rezó para que Jackson tuviese a Hannah, puesto que ya no podía sentirla en su mente.

Desaceleró la marcha del bote cuando supo que se acercaban, lo dejó flotar, intentando no dejarse llevar por el pánico, su mirada estudiaba frenéticamente la superficie. Una mano surgió del agua a la derecha de su posición, y el corazón casi le explotó en el pecho. A través del agua agitada y el pesado velo de niebla, sólo pudo divisar el cuerpo de Hannah extendido sobre el agua con el brazo de Jackson enganchado en su cuello, sosteniéndola cerca de él. Jackson temblaba sin control, pero pateaba con fuerza para evitar que se hundieran.

Ilya se arrodilló en el bote mientras Jonas los acercaba. Jackson intentó ayudar a Ilya a subir a Hannah al bote, pero sus movimientos eran lentos y torpes.

– La tengo -dijo ILSA con voz tensa por el temor.

Hannah estaba helada cuando Ilya la arrastró dentro del bote. Se tomó un tiempo para extender su chaqueta sobre ella y luego fue en busca de Jackson. El hombre pesaba mucho más que Hannah, y su cuerpo era casi un peso muerto. Jackson apretó la mandíbula y alzó la mirada hacia Ilya, asintiendo para indicar que estaba listo y cuando Ilya tiró de él hacia el bote, Jackson empujó hacia arriba para ayudarse a subir.

Jackson permaneció extendido en el fondo del bote, temblando, los dientes le castañeteaban, su mente se negaba a funcionar. Jonas intercambió puestos con Ilya, quitándose la camisa cubrió el cuerpo de Hannah con el suyo, frotándole los brazos y hablándole con una voz llena de amor.

– Aguanta, Jackson -dijo Ilya-. Haremos que entres en calor.

Jackson fue incapaz de contestar, pero se aferró a Elle, temeroso de sacarla de su mente, con miedo de dejarla ir de la misma manera que estaba seguro Jonas sentía pánico de dejar ir a Hannah. A pesar del frío helado, y la forma en que las células de su cerebro se negaban a funcionar como era debido, aún podía sentir el pánico, como cientos de agujas perforándole el cerebro.

Elle, cariño. Aguanta por mí. Sólo resiste. Sentía más miedo por ella que por él. Todavía temblaba, se estremecía, los dientes le castañeteaban, lo cual significaba que aún seguía funcionando, pero Elle se estaba alejando de él, como si pudiese estar perdiendo el conocimiento.

Ilya condujo la barca hacia la playa y saltó fuera, alargando la mano para ayudar a Jonas con Hannah. La subieron deprisa hacia la casa, donde Jonas le quitó la ropa y la cubrió con mantas. Entró como un rayó en la cocina de Jackson para encontrar botes de plástico, y lleno dos con el contenido de la caliente tetera. Los envolvió en toallas para colocarlos bajo los brazos de Hannah y le puso un tercero en el estómago. Jonas le cubrió la cabeza con otra manta y subió la calefacción.

– Te estoy preparando té, cariño, quédate aquí por mí -la instó.

Hannah temblaba incontrolablemente, una buena señal de que su cuerpo estaba revirtiendo el proceso de hipotermia, una condición realmente peligrosa, pero Jonas no iba a arriesgarse, levantó el teléfono y pidió una ambulancia. Hannah no iba a estar muy contenta con él, pero no importaba; iba a ir al hospital.

Ilya entró tambaleándose, doblado bajo el peso de Jackson apoyado sobre él, apenas capaz de caminar.

– Voy a quitarle la ropa -le dijo a Jonas-. Ve a por Elle, está cubierta de sangre -continuó Ilya-, y luego ayúdame a traer a las demás. Ese banco de niebla se está moviendo hacia aquí y me da mala espina. El perro está cada vez más agitado cuando mira hacia el mar. Bomber no es así, no ladra porque sí.

Jonas soltó una maldición, echó un último vistazo a Hannah, obviamente reluctante a dejarla, y luego volvió corriendo afuera para buscar a Elle. Bomber entró en modo de ataque cuando se aproximó.

– Llámalo, Elle -exclamó impaciente. Ella estaba de rodillas, con la cabeza baja, la maraña de pelo rojizo le cubría la cara allí donde se había deslizado de su flojo recogido. Vio cómo su mano se movía, deslizándose por la piel del perro y le susurraba algo, haciendo que se tranquilizara y mirara alegremente a Jonas.

– Sí, así es, chico, me conoces. Soy tu amigo. El que te deja morderle de vez en cuando sólo para que te diviertas.

Pasó al perro y levantó el peso ligero de Elle en sus brazos. Enseguida olió la sangre.

– Déjame echarte un vistazo.

Elle se animó lo suficiente como para responder:

– Tan sólo saca a mis hermanas de la playa antes de que llegue la niebla.

Había algo en la niebla, buscando, inspeccionando, y sabía que ese algo era Stavros. Parecía una locura. Los demás pensarían que estaba loca si se lo decía, pero ella lo sabía, en su corazón. Aquello era Stavros. Quizás estaba creando un gran villano debido al miedo que sentía hacia él y su absoluto poder, pero Elle creía que Stavros tenía poder para usar la niebla y buscarla. Después de lo que le había pasado a Hannah, no iba a correr ningún riesgo con su familia.

– Elle, mírame -insistió Jonas.

– Confía en mí, Jonas, no quieres que lo haga -la voz le salió en forma de ronco gruñido.

Cada paso que Jonas daba dentro de la casa la lastimaba. Jonas la colocó al lado de Jackson y al verlo a él, temblando sin control bajo las mantas, el rostro pálido y el pelo empapado, oliendo a mar, hizo que el corazón le latiese con fuerza a causa del miedo. Podría haberte matado.

La cabeza de Jackson se alzó atenta, su mano la buscó de manera insegura, haciendo a un lado la mata de cabello. Jackson jadeó al verle la cara llena de sangre. Inmediatamente, sus ojos ardieron como dos diamantes negros. Deja de usar la telepatía. Te estás consumiendo y maldito sea si lo permito. Déjalo, Elle, o te sacaré de mi mente y desconectaré ahora mismo.

Elle jadeó ante la crueldad que había en su respuesta. Ella les había salvado, usando todo lo que era y no había intentando consumirse… no a propósito. Ni para evitar que Stavros la quisiera. No lo habría hecho. Jackson lo veía así, una especie de suicidio psíquico, pero ella había intentado ayudarlos… ¿verdad? Se cubrió la cara con las manos, incapaz de mirar a Jackson ni a Jonas e Ilya cuando trajeron a Sarah y Joley y las dejaron sobre unas sillas.

En la lejanía, Elle oyó el grito de una sirena y supo que la ambulancia estaba de camino. A Hannah le disgustaría tanto como le habría disgustado a Elle, pero estaba embarazada y nadie, y menos aún Jonas, correría nunca ningún riesgo con sus vidas. Se esforzó por ponerse en pie, pero estaba físicamente sin fuerzas después de usar su energía psíquica, sus piernas y sus brazos parecían de plomo. Se obligó a gatear por el suelo hasta la cocina, sin querer que nadie la viese tan ensangrentada y deteriorada. Los paramédicos insistirían en examinarla y ella no podría soportarlo.

Jackson la cogió del tobillo y no la dejó ir. Sus dedos estaban helados y se estremecía incontrolable. Ella se detuvo, no porque él fuese más fuerte… sus manos eran suaves… sino porque no quería perderla de vista. Una de las grandes ventajas de tenerlo tan íntimamente metido en su mente era que podía sentir sus emociones como si fuesen la suyas propias.

– Quédate conmigo, cariño. Métete bajo las mantas y dame calor.

Estaba tan frío. Helado. En el interior, donde estaba su alma, estaba congelado. Rodó bajo las mantas y sobre su cuerpo, consciente de que Jonas e Ilya estaban trayendo a Abbey y Libby. Los brazos de Jackson la rodearon y la sujetaron con fuerza contra su figura desnuda.

– No lo decía en serio, Elle. Lamento haber dicho eso.

– Te necesito -susurró ella en su oído, avergonzada, consciente del frío helado de la larga extensión de carne que cubría los duros músculos-. Nunca he necesitado a nadie. Te elegí porque quería estar contigo, no por un legado, ni porque me hayan violado y golpeado. No debería desearte tan desesperadamente.

Los brazos de él se apretaron a su alrededor con tanta fuerza que casi la dejó sin aire en los pulmones.

– ¿Crees que yo no te necesito? Te necesito, Elle, y necesito que sobrevivas intacta. Lo sabes desde el principio y eso es lo que te hizo huir. Sabías que te sostendría con fuerza y la idea de tener poca libertad fue algo con lo que no podías vivir. Lo sé. Déjalo estar. Lo que sea que deba pasar entre nosotros, dejemos que pase.

Los incontrolables temblores estaban remitiendo y Jackson comenzaba a ser más conscientes de lo que le rodeaba, de Bomber alertando de extraños en el patio, de Ilya depositando a Sarah sobre el sofá y cubriéndola con una manta.

– Ilya -llamó-. Llévanos a la otra habitación antes de que comience el circo.

Ilya vaciló, lanzó un vistazo a los paramédicos que se apresuraban subiendo el camino y se inclinó para ayudar a Elle y a Jackson a ponerse de pie. Simplemente levantó a Elle y cargó a medias a Jackson con su otro brazo, llevándolos al dormitorio.

– Deberías dejar que te examinen -advirtió Ilya a Jackson-. A los dos. Elle está cubierta de sangre.

– Ya sabes que es una hemorragia psíquica -dijo Elle-. ¿Qué van a hacer aparte de hacerme un escáner cerebral y decirnos lo que ya sabemos?

Ilya soltó una maldición y la colocó en la cama, estabilizando a Jackson con el otro brazo.

– ¿Estáis seguros de estar bien?

– Tráenos algo de té -dijo Jackson, y se dejó caer al lado de Elle.

Ilya le cubrió con las mantas.

– El calor de tu cuerpo lo calentará más rápido que cualquier otra cosa, Elle -dijo-. Traeré botellas de agua caliente y té en cuanto pueda. Dadme un minuto.

– Cierra la puerta -pidió Jackson tras él, indicando al perro que subiera a la cama. Bomber subió y se tendió contra su costado mientras Elle yacía extendida encima de él.

– Gracias por salvar a Hannah.

– Aquí nunca ha habido resaca, Elle. Nunca.

– Lo sé. -Le acarició la garganta con la nariz. Olía a mar, un olor reconfortante a pesar del casi trágico incidente-. Era él. Stavros.

La mano de Jackson se deslizó por su espalda hacia la nuca, sus dedos dibujaban un lento masaje mientras él le daba vueltas a sus conclusiones mentalmente. Ella se sentía agradecida de que él simplemente no las hubiesen desechado como histeria paranoide. Ella siguió deslizando sus brazos y su pecho intentando calentarlo. Entre ella, el perro y las mantas, él estaba volviendo rápidamente. Su mente había pasado de embotada a aguda casi antes de que su cuerpo respondiese. Elle descubrió que podía respirar más fácilmente, un poco de la tensión la abandonó.

– ¿Crees qué atacó a Hannah? ¿Cómo podría haberte encontrado tan rápido? Es posible, incluso probable, que te encuentre, pero no tan rápido. ¿Cómo fue capaz?

– ¿Quizás sobornó a alguien?

– ¿De nuestro equipo? Lo dudo. Podría ocurrir, pero es improbable.

Había especulación en su voz y Elle pudo sentir cómo la mente de Jackson trabajaba con rapidez, procesando y descartando nombres de los hombres que los habían ayudado. Todos buenos amigos. Todos hombres que habían combatido a su lado. Hombres por los que había arriesgado la vida muchas veces.

– Quizás -repitió él, pero esta vez Elle sintió la duda en su mente.

Ella no dijo nada, pero su cuerpo se estremeció, sólo una vez. Dudó de sí él había podido sentirlo con los temblores que le sacudía el cuerpo, pero sus dedos continuaron aquél tranquilizador y rítmico masaje.

– Quizás fue otra cosa, Elle. Quizás le estamos concediendo demasiado mérito.

– Quizás. -Pero lo sabía, daba igual. No iba a discutir con él. Sintió de nuevo los dedos de Stavros sobre su garganta, oyó su voz, aquella suave monotonía que nunca cambiaba, ni cuando le pegaba con el puño, o le rasgaba el cuerpo con la fusta, le golpeaba con una vara, y tampoco cuando era amable, sus manos y su boca vagando sobre ella como si fuese su dueño. Se le escapó un sollozo antes de poder suprimirlo.

– Bésame.

– No puedo.

– Mírame, Elle. -Esperó hasta que ella encontró su mirada. Había allí vergüenza. Dolor. Humillación. Pánico. Principalmente una profunda pena por todo lo que había perdido.

Bésame. Siénteme. Él no está aquí con nosotros. No le dejaré. Es un monstruo que te tomó y no tuviste otra elección que entregarte a él…

– ¡No! Debería haber luchado más. Debería haber hecho algo. Maldita sea, estoy entrenada. Me he entrenado en artes marciales, con armas. Tengo un gran talento psíquico. No debería haberme pasado, no a mí. ¿Cómo pude permitirle que me hiciera esas cosas?

– Dime tú, cariño. Dime cómo, con todo mi entrenamiento, con mi talento psíquico, con mi fuerza y mi habilidad con las armas, caí en manos enemigas y les dejé hacerme todas esas cosas. Explícamelo entonces, porque yo no lo entiendo.

– Eres un bastardo, Jackson. ¿Por qué tienes que hablar así? -Intentó apoyar la cabeza en su pecho, tratando de esconderse.

– Vas a besarme primero, Elle. Él no se interpondrá entre nosotros. ¿Me entiendes? No lo permitiré. Libraste una buena batalla. Sobreviviste. Eso es lo que se supone que debemos hacer. Sobrevivir.

Ella hundió los dientes en su hombro y las lágrimas ardieron contra la piel de él.

– Yo no debería haberlo hecho -susurró-. Debería haber tenido el coraje de terminar con aquello y quizás con él.

Los dedos de Jackson se apretaron con fuerza sobre su cuello y tiraron hacia atrás su cabeza para poder mirarle a los ojos llenos de lágrimas.

– Nunca pienses eso, y menos aún lo digas. ¿Hubieses querido que yo muriese? ¿O Hannah? ¿O Abbey?

Ella negó con la cabeza.

– Pero esto es culpa mía, lo que ocurrió hoy. Lo oí. Oí su voz. Me dijo que mataría a todo aquel que quiero si no regreso a él.

– Escúchame, Elle. Él es quien debería estar asustado, no tú. No estás encerrada en su campo de energía psíquica. No te tiene atrapada. Eres fuerte y letal. Tus hermanas también. No las menosprecies. Demonios, cariño, tu casa hace que la gente desaparezca. Por no hablar de mí, pero si ese hijo de puta piensa que puede alejarte de mí, que venga y lo intente. Estás en baja forma, pero no estás fuera de combate. ¿Me entiendes? ¿Elle? Mírame. No te alejes de mí y pases de lo que te digo. Mataría a ese bastardo ahora mismo por ti. Dilo y me iré y me pondré manos a la obra. De todas formas, es lo que mejor se me da. No hay ningún lugar donde pueda estar a salvo y si piensas que no quiero hacerlo, te equivocas, sueño con ello, pienso en ello, día y noche, y nada de lo que le hago es agradable o civilizado. Si quieres sentir miedo de alguien, joder, temes al hombre equivocado.

Ella miró sus negros y brillantes ojos sabiendo que cada palabra que había dicho era verdad. Se inclinó hacia delante y rozó su boca.

– Deja de decir «joder».

Jackson había estado furioso ante la idea de que Stavros pudiese de alguna forma atravesar el océano y asustar a Elle. ¿Podía hacerlo? ¿Podría el hijo de puta de verdad llegar a ella psíquicamente? Elle y él habían conectado sus mentes con un océano de por medio. Jackson quería envolverla en una burbuja, ponerla en algún lugar donde nadie pudiese encontrarla, contratar a un ejército para que la protegiese, conseguir diez perros. Quería a aquel cabrón muerto. Y entonces ella lo había besado. No un auténtico beso, sólo un roce de labios. Y lo había regañado con aquel tono remilgado que tanto le gustaba.

– Es sólo una palabra, Elle. -Era provocación deliberada, pero no pudo evitarlo.

– No es una palabra bonita, Jackson, y no necesitas decirla.

– ¿Crees que no sé que fuiste criada en una familia elegante y de clase alta y que yo provengo de un maldito campamento de moteros?

– No importa de dónde se venga, Jackson. Una vez que creces, aún tienes oportunidad de ser lo que quieras ser y vivir como quieras vivir.

Ahora de verdad había sonado remilgada y él no pudo evitar la pequeña sonrisa que le brotó desde dentro.

Su mano se curvó alrededor de la nuca de ella.

– Te quiero, Elle Drake. Por si no te lo había dicho últimamente.

Elle parpadeó. Pareció sobresaltada, como un ciervo asustado atrapado por las luces del camión del cazador.

– Nunca me lo habías dicho.

– Estoy seguro de que sí.

– Y yo estoy segura de que no. Créeme, lo habría recordado.

– Probablemente no me estabas escuchando. Me encanta especialmente ese incendiario genio tuyo. Por si no lo has notado, estoy mucho más caliente y completamente desnudo aquí abajo. Las cosas están comenzando a animarse y no quisiera que te asustases de mí. -Le bajó la mano por la espalda en un movimiento lento que no pedía nada, simplemente la recorrió por completo.

– No tengo miedo de ti, Jackson -susurró ella-. No voy a dejar que me haga eso. No. -Pero quizás sí. Un poco. Mucho. ¿Qué ocurría si no podía hacer con él lo que había hecho con Stavros?

Él escupió una fea palabrota.

– No vas a hacer conmigo nada que hicieras con él, Elle. Cuando estemos juntos, haremos el amor, no follaremos. Demonios, lo que él hizo ni siquiera fue follar. Lo que te hizo fue una violación. Control. Poder. Eso nunca va a pasar entre nosotros, cariño. Cuando te miro, cuando deseo tocarte, es porque te quiero y quiero demostrártelo.

Elle presionó la frente contra él y cerró los ojos.

– ¿Qué pasa si yo no puedo devolvértelo, por mucho que lo desee? ¿Qué ocurre si él se interpone entre nosotros? He oído que eso ocurre, Jackson. Antes de que fuese a la misión, pensamos que por supuesto, si me capturaban, me matarían, pero en mi investigación sobre tráfico humano leí sobre los efectos a largo plazo en las mujeres que eran sometidas a abusos físicos y emocionales durante largos periodos de tiempo. El trauma afectaba a toda su vida, incluso teniendo ayuda psicológica.

Jackson notó que había dicho «ellas», no «nosotras». Aún no se identificaba como víctima.

– Por supuesto, Elle. ¿Te piensas que no me afecta cada maldito día de mi vida? Me despierto sudando, el corazón latiéndome a toda velocidad y la adrenalina a tope. Tengo un arma en la mano apuntando por la habitación antes de estar despierto del todo. Tengo un cuarto lleno de armas y practico tiro todos los días. Me entreno con pesas y corro para mantenerme en forma, no porque quiera tener buen aspecto, sino porque quiero estar preparado. Me temo que seré un marido y un padre paranoico y que te volveré loca. Y no me digas que eso tampoco te preocupa, porque ambos sabemos que no es verdad.

– Pero tú puedes hacer el amor, Jackson. Puedo verlo en tus ojos, siento el deseo en tu mente y el ansia en tu cuerpo. ¿Qué pasa si yo no puedo satisfacer eso?

Él rodó sobre un costado, poniéndola gentilmente a un lado. Tenía el rostro manchado por la sangre de ella.

– Tenemos que lavarnos antes de que alguien nos vea y alucine. Démonos una ducha.

Elle suspiró. Aún debilitado, Jackson, quien ya había pasado por tantas cosas, tuvo que llevarla en brazos al baño y colocarla en la ducha. Se las arregló para quitarse la ropa mientras él abría el agua, inundándolos a ambos de calor.

– Esto se siente tan jod… bien -dijo Jackson y le limpió la sangre de la cara con la manopla, su toque fue gentil-. Voy a lavar y acondicionarte el cabello, Elle.

Ella tragó con fuerza, insegura de quién ganaría, si el creciente pánico, o su deseo de complacerle. No había sido una petición, pero ella sabía que si levantaba la mano y lo detenía, él no protestaría ni preguntaría nada, la dejaría en paz. Su cabello había sido muy importante para ella. Rojo fuego. Espeso, largo y femenino. Era el único rasgo que ella creía verdaderamente asombroso y Stavros la había hecho odiarlo.

Se abrazó, esperando a que la bilis se levantara en su estómago, pero las manos de Jackson manejaban la mata de cabello con suavidad, las yemas de sus dedos le masajeaban el cuero cabelludo mientras el olor se mezclaba con el agua caliente.

– Apóyate contra mí, Elle, te estás balanceando.

El cuerpo de él era duro, su erección descarada y era un hombre grande, intimidante para ella. Contuvo el aliento y vaciló antes de relajar el cuerpo más cerca del suyo, hasta que estuvieron piel contra piel, su espalda pegada a Jackson, su región lumbar descansando contra la gruesa ingle. Sintió su calor irradiar a través de ella, su hambre, profunda y fuerte, pero igual de fuerte era su control, su necesidad de amarla con tanta suavidad y ternura como pudiera.

Jackson no se consideraba gentil ni tierno, sabía que eso le preocupaba. Su mente estaba concentrada sólo en ella, en curar su cuerpo y su mente, en encontrar una manera de hacer que le volviese a gustar su pelo, de aceptar, si ella así lo quería, y hacerle rastas en el cabello cuando a él le encantaba aquella extensión de seda brillando bajo el sol. Para él, su cabello era tan parte suya como su temperamento, su inteligencia, su tenacidad, todos rasgos que él amaba y admiraba en ella.

– No me haré rastas -dijo ella, queriendo devolverle algo-, pero tendrás que desenredarlo. Podría llevar horas.

– No me importa, cariño, pero hazme un favor y deja de pensar en mí como en un santo. Te deseo. Lo sabes. Acostúmbrate a ello. Es una realidad y sí, creo que eres condenadamente sexy. Siempre lo he creído.

Elle frunció el ceño, contenta de que él no pudiese verle el rostro. Solía ser sexy y especial y valiosa, pero Stavros le había arrebatado todo eso. No quería pensar en nada excepto en los dedos de Jackson frotando el acondicionador a través de los nudos y la manera en que su cuerpo la hacía sentir segura en lugar de aterrorizada.

– Huele igual que mi acondicionador favorito.

Él sostuvo la botella frente a ella durante un breve momento antes de volver a su tarea.

– Es el tuyo. Sarah metió una caja de cosas en mi camioneta antes de que fuésemos a buscarte. Té. Un poco de ropa. Tus efectos personales. Las encontré cuando fui a por la manta.

Elle dejó escapar el aliento.

– Ella lo sabía. Tuvo una precognición. Sabía que no me quedaría con ellas. ¿Por qué discutiría tanto?

– No esperaba verte cubierta de heridas, negra y azul, con la cara hinchada. Eres su hermana pequeña, Elle. Claro que quería cuidarte.

– Siento haberla herido… a todas ellas. -Respiró hondo y soltó la verdad-. Siento miedo sin ti, Jackson.

– Lo sé, cariño. ¿No recuerdas cómo fueron aquellos primeros días cuando escapé del campamento y me estaba recuperando? Te quedaste en mi mente y mi corazón latía tan fuerte que tenías miedo de que me diese un ataque al corazón. No quería que me dejases, ni por un momento, porque tú representabas el hogar y la libertad y, sobre todo, la seguridad. -Le rozó con la boca un costado del rostro-. Dime que no recuerdas haberte quedado despierta setenta y dos horas porque yo tenía miedo de cerrar los ojos. Y cuando los cerré por fin, las pesadillas nos comieron vivos a los dos. -Su cuerpo se estremeció contra el de ella y sus brazos le rodearon la cintura, apretándola aún más, enterrando la cara contra su cuello-. Aún tengo miedo sin ti, Elle.

Ella se giró, su piel desnuda se deslizó sobre la de él, sus brazos le rodearon el cuello mientras se presionaba contra él, entregándose, abrazándole, lamentándose por ambos. Algo golpeó la puerta del baño y ella dio un salto. Enseguida, Jackson la empujó a su espalda

– El té está listo. ¿Necesitáis ayuda? -gritó la voz de Ilya.

– ¿Quieres frotarme la espalda? -preguntó Jackson.

– Creo que eso fue la versión americana del sarcasmo -respondió Ilya-. Si os sentís mejor, tengo a cinco mujeres aquí fuera. Podría venirme bien un poco de ayuda.

– ¿Hannah? -preguntó Elle, girando el rostro hacia el agua para poder quitarse el acondicionador de la cabeza.

– Jonas la llevó al hospital para asegurarse de que estaba bien. Salid a buscar vuestro té.

– Danos un par de minutos -dijo Jackson, ayudando a eliminar el acondicionador de la espesa mata de cabello. Alargó la mano más allá de Elle y cerró el agua.

Elle le puso la mano en el vientre y él sintió la sacudida justo a través de los músculos y huesos. Su mano atrapó de ella… a unos centímetros de su ingle, ahora llena y pesada, y palpitando de deseo. Se aclaró la garganta.

– ¿Qué ocurre, cariño? -intentó sonar normal, pero la voz le salió grave.

– Oí su voz, Jackson. Necesito que me creas. Sí, me entró el pánico cuando desapareciste de mi mente y pude sentir cómo te barría el mar hacia dentro. Se me cerró la garganta y pude sentir sus dedos apretándose alrededor de mi cuello, cerrándome la tráquea, pero sé que no fue un simple ataque de pánico. Quizás me programó, honestamente no puedo decírtelo, pero oí su voz, claramente. Me dijo que seguiría matando a todo aquel que me importara hasta que volviese a él. -Lo miró, sus ojos verdes le rogaban que lo creyese-. No estoy loca.

Las grandes manos de Jackson le enmarcaron la cara y la miró directamente a los ojos.

– Nunca he pensado que lo estuvieses, Elle. -Su tono fue de absoluta firmeza-. Él no puede tenerte. -Era un decreto, una promesa, su palabra. Bajó la cabeza hacia la de ella.

Una vez más, Jackson se tomó su tiempo para darle la oportunidad de retirarse, pero ella no lo hizo, le observó acercarse más hasta que pudo ver sus largas pestañas, la recta nariz y aquellos pícaros y sexy labios, abiertos lo suficiente para captar un vistazo de sus fuertes dientes. Elle aspiró y cerró los ojos justo cuando sus labios la tocaron, rozándola de un lado al otro de forma suave y mimosa. En su interior, se quedó inmóvil. Una docena de mariposas alzaron el vuelo en su estómago. Se le enroscaron los dedos de los pies. La sensación de los labios de él contra los suyos desencadenó una corriente eléctrica que comenzó como un pequeño chisporroteo y creció como una bola de fuego que le corría por las venas.

Las manos de él sostenían el rostro y ella presionó su cuerpo más cerca, piel contra piel, fundiéndose con él, entrando en su mente, más cerca de lo que ningunas otras dos personas estarían nunca. La boca se movió y ella respondió. En su interior, donde residía su alma, Elle lo sintió allí, abrazándola, cobijándola. Alzó la cabeza.

– Él sabe que te amo. -Le acarició la cara con dedos temblorosos-. Lo sabe, Jackson. No puede entrar cuando estoy llena de ti y eso lo pone furioso. Nunca le han negado nada y cree que le pertenezco.

– Bueno, pues se equivoca, Elle. No le perteneces.

Jackson inclinó la cabeza y su boca tocó el largo tajo que rodeaba el pecho de ella. El aliento de Elle abandonó de golpe sus pulmones y se quedó completamente quieta. Sintió el gentil roce de los labios, ligeros como una pluma, sobre la carne rasgada. Él siguió las líneas de la marca de la fusta con sus besos, tan suaves que apenas los sentía, sin embargo cada uno de ellos provocaba una reacción sísmica en su interior. Su cuerpo, tan paralizado por dentro, casi muerto, ya no femenino ni caliente o necesitado, sintió cada uno de esos besos en su interior más profundo.

Elle cerró los ojos con fuerza y se sujetó a él mientras la besaba cada herida, incluso bajando a sus rodillas para plantarle besos a lo largo de las laceraciones en el interior de los muslos y sobre el abdomen, más profundo incluso, allí donde la fusta la había golpeado dos o tres veces en su punto más sensible y privado. Una vez más, no sintió que sus acciones fueran de ninguna forma sexuales, sin embargo, estaba despertando su cuerpo con amor.

La intensidad de los sentimientos de Jackson la sorprendía. ¿Cómo podía no haber reparado en lo que sentía por ella? Mantuvo las manos sobre sus hombros para estabilizarse, los dedos apretados con fuerza sobre sus músculos en busca de un ancla. No había esperado el enorme calor, o el salvaje palpitar de su corazón. No había esperado el chisporroteo y el ardor de júbilo que se precipitó por sus venas, calentándole el cuerpo y haciendo que le doliesen los pechos y se le humedeciese la ingle. Ni siquiera sabía si quería estar viva.

Jackson se levantó y se llevó las dos manos de ella a la boca, besándole los nudillos antes de buscar la toalla y envolverla con ella. Se tomó su tiempo con el pelo, secando la humedad de los largos mechones.

– Vístete, Elle. Algo que cubra la mayor parte de las marcas de los latigazos para que estés más cómoda. Yo iré a vestirme y a buscar un buen cepillo para comenzar con tu pelo mientras recibes a tus hermanas. Y no te preocupes, creo que juntos ganamos cada vez más fuerza y nadie será capaz de penetrar los escudos de tu mente.

Ella se quedó allí un momento, mirándolo. Jackson Deveau. El tipo malo de los pantanos al que todos temían. Su Jackson. El hombre que lentamente y con cuidado, la traía de vuelta a la vida.

Jackson le sonrió y le cogió la barbilla, besándola otra vez, haciendo que el estómago le diese un curioso salto.

– Ve, cariño. Luego te alcanzo.

Elle asintió con la cabeza, sin estar segura de cómo dar voz a las emociones que brotaban en ella.

Загрузка...