Jackson Deveau atravesó el umbral hasta el porche para levantar la mirada hacia las nubes que se acumulaban amenazadoras sobre las aguas agitadas del mar. La tormenta se movía con más rapidez de la prevista, como ocurría con frecuencia en la costa norte de California. Dedos de niebla, empujados por el creciente viento, alcanzaban la orilla precediendo a la tormenta, cubriendo la línea de costa con una manta húmeda y gris.
Ella estaba ahí afuera en alguna parte. Sola. Viva. Sabía que estaba viva. Tenía que estar viva. Elle Drake, la menor de las hermanas Drake, llevaba desaparecida un mes ya.
Algo terrible le había ocurrido o se habría puesto en contacto. Su trabajo encubierto la había llevado al lado más sórdido de la vida… tráfico de humanos… y de algún modo sus contactos la habían perdido. A su familia se le había dicho que se presumía su muerte, pero él no lo creía más de lo que lo hacían sus hermanas. Lo habría sabido. Ellas lo habrían sabido. Las Drake estaban psíquicamente conectadas y, aunque las hermanas de Elle estaba devastadas por su desaparición, lo único en lo que estaban de acuerdo era en que estaba viva. No creería… no podía… creer ninguna otra cosa.
Así que tenía que encontrarla. Hoy. Si su tapadera había volado como sospechaba, quienquiera que la tuviera la retenía lejos, fuera de Estados Unidos, si no la habían matado desde el principio.
Su familia lo había intentado numerosas veces, al igual que él, pero ninguno de ellos había podido conseguir nada parecido a una dirección de donde estaba. Él había oído su suave voz casi un mes antes y muchas veces la había reproducido en su cabeza, estaba seguro de que sonaba asustada. Y Elle no se asustaba muy a menudo.
La tormenta proporcionaría el tan necesario estímulo de energía y el plan era simple. Todos se reunirían en la casa protegida de Elle, el hogar de sus ancestros, acumulando la energía de la tormenta, enviándola al universo para encontrarla. Y así iba a ocurrir, porque no había otra alternativa.
Silbó y su perro, Bomber, trotó doblando la esquina y paseó con él hasta su camioneta. El gran pastor alemán saltó dentro y se acomodó en el asiento junto a él.
– Hoy, nena -susurró suavemente al viento, dejando que éste llevara sus palabras lejos de él.
El paseo en coche a través de Sea Haven era familiar ahora. Se había mudado al pequeño pueblo en la costa después de servir primero como ranger en la armada y después en la DEA con su amigo Jonas Harrington. Las cosas se habían ido al infierno más de una vez, primero en la armada cuando había sido hecho prisionero y más tarde en un trabajo encubierto. Jonas había querido volver a casa a Sea Haven y había convencido a Jackson para que se mudara con él. Se había unido a la oficina del sheriff y patrullado la costa, sin comprender durante mucho tiempo lo que los habitantes de Sea Haven habían llegado a significar para él. Era un hombre de pocas palabras e incluso menos amigos, pero había sido aceptado en la pequeña y unida comunidad.
El pueblo guardaba luto por Elle Drake, al igual que hacía su familia… y él. Había una sensación de quietud, de miedo, mientras conducía por las calles. En todas partes a donde miraba, podía ver pequeñas cintas amarillas en los negocios y casas, ondeando sobre vallas y árboles. Uno de los suyos estaba perdido y todos querían que volviera a casa.
El viento que continuaba conduciendo la niebla hasta la carretera de la costa era espeso y gris y la niebla cubría su parabrisas. La tristeza colgaba como una nube mientras continuaba carretera abajo hasta que llegó al desvío sinuoso que conducía a la finca Drake.
La casa de múltiples pisos se alzaba sobre un acantilado, rodeado de árboles y un hermoso y colorido jardín que incluso en invierno crecía y florecía. La música de campanas al viento le golpeó primero y cuando el viento sopló desde el mar, las variadas campanas danzaron y reprodujeron una serie de notas que parecieron aliviar el terrible peso en su pecho. La doble verja de hierro estaba cerrada y se quedó sentado en el coche, en la parte baja de la colina, estudiando los símbolos y las palabras talladas en latín e italiano. Las siete se convertirán en una cuando estén unidas.
Las Drake tenían una magia que pocos poseían y cuando se unían, las cosas que podían lograr eran extraordinarias. Jackson las consideraba a todas mujeres extraordinarias. De algún modo había sido atraído a su círculo a través de Jonas.
Elle. Apoyó la frente contra el volante y exhaló su miedo por ella. Él había sido prisionero de guerra, sin mucha esperanza de que alguien le encontrara. Le habían movido cada pocos días, y como reputado francotirador, sus captores no habían tenido intención de devolverle ni siquiera por razones políticas. Las cicatrices de esas largas semanas de tortura estaban sobre su piel y profundamente enterradas bajo ella también. No era como si hubiera tenido mucho por lo que vivir en aquellos días, y no había creído en demasiadas cosas tampoco. Hasta que una voz comenzó a susurrar en su cabeza diciéndole que viviera, que luchara, que no estaba solo.
Al principio creía que se había vuelto loco. Aquella voz era suave… femenina… y finalmente con el paso del tiempo, sensual. Adoraba el sonido de su voz. Elle. Su misteriosa y elusiva Elle Drake. En medio de su dolor de algún modo había conectado con ella y ella había sido capaz de encontrarle. No entendía la conexión que compartían, pero sabía que ella le pertenecía. Estaba hecha para él. Había seguido a Jonas a Sea Haven para verla, para saber que era real. Y una vez lo había hecho, debería haber sido lo bastante hombre como para alejarse pero no había podido. Suspiró. Tenía su bagaje, asuntos pendientes y demasiado peligrosos, y tenía que encontrar un modo de resolver esos temas antes de reclamar a la mujer que sabía estaba hecha para él.
El gran candado de la verja cayó al suelo por sí mismo y las verjas comenzaron a abrirse. Hubo una intensa satisfacción en eso. La verja de las Drake solo se abría para aquellos que tenían su lugar aquí. Nadie sabía como reconocía a la familia y sus hombres, pero la casa, capaz de proteger a los que estaban dentro de ella, le daba la bienvenida.
– ¿Ves, Elle? -susurró-. Incluso tu casa dice que es la hora. -Demasiado tarde. Debería haber actuado hacía mucho tiempo, iniciado una guerra, o mejor dicho terminar una, y luego haberla atado a su lado. Si lo hubiera hecho así, esto no habría ocurrido.
Condujo por la carretera hacia la casa, tomando nota de lo rico, verde y hermoso que era todo siempre. La casa se erguía delante, vieja, aguantando frente al viento y las salpicaduras de sal sin una grieta o raja en la pintura, como recién construida. Condujo hasta la zona de aparcamiento donde el patio daba hacia el mar. Se quedó de pie un largo rato bajando la mirada al agua agitada y oscura. Algunas veces el océano parecía cristal, pero esta tarde el mar parecía furioso, en gran confusión, igualando a su temperamento.
Las olas golpeaban contra las rocas, salpicando espuma blanca alto en el aire, el sonido del trueno, reverberando en su cabeza.
– Elle, nena, ¿dónde estás? -susurró al viento, necesitando una respuesta.
– Jackson. -Jonas Harrington apareció detrás de su amigo, sabiendo lo bastante como para pronunciar su nombre como advertencia y no aparecer a su espalda silenciosamente.
Jackson se giró ligeramente y por la mirada de sus ojos, había sabido que Jonas estaba allí todo el tiempo.
– Debería haberla detenido -dijo Jackson-. Sabía que estaba involucrada en algo peligroso y debería haberla detenido.
Jonas sacudió la cabeza.
– Las Drake no son tan fáciles de parar. -Pero incluso mientras lo decía, sabía que Jackson nunca estaría de acuerdo con él. Él era como los guerreros legendarios de antaño. Elle era su mujer y era un deber, privilegio y derecho cuidar de ella. No le preocupaban los derechos de las mujeres, o las costumbres o la sociedad. Jackson tenía un código, un sistema de honor. Elle era su mujer y se suponía que debía mantenerla a salvo de cualquier daño. No lo había hecho y no había ninguna razón lo bastante buena ni la habría nunca para él.
– Está viva, Jonas, lo sabes, y su tapadera ha volado, lo cual significa que su vida está en peligro. Esté donde esté, le están haciendo daño y tendrán que matarla cuando averigüen todo lo que sabe.
Jonas estudió a su amigo. Jackson era cajún, con amplios hombros, brazos musculosos, un poderoso pecho y ojos duros y penetrantes… obsidiana negra, brillando cuando se enfadaba, o absolutamente fríos y serios, sin mostrar ninguna emoción por nada. Su espeso y revuelto cabello ondulado era negro como la medianoche.
Su cara y su cuello estaban marcados por cicatrices que desaparecían bajo su camisa. Sus rasgos estaban tallados en líneas de dura violencia y una quietud que desmentían sus reflejos veloces como el rayo.
Jackson raramente hablaba de su familia, y por lo que Jonas había recabado de las pocas veces en que los había mencionado, vivían en el propio bayou, en una pequeña isla, yendo en bote a la isla principal por suministros. Su padre había sido luchador, un veterano de más de una guerra y un motero que había abandonado a su familia con frecuencia porque no podía establecerse, pero volvía con bastante frecuencia porque no podía mantenerse alejado de ellos. Por lo que Jackson había dejado caer, su padre había empezado a enseñarle a sobrevivir, luchar y utilizar las armas a muy corta edad.
Parecía amar y despreciar a su padre a la vez, sintiendo como si el motero hubiera huido con lo que consideraba su familia y Jackson y su madre se hubieran quedado con los restos. Aunque los detalles eran confusos, Jonas sabía que había sido Jackson quien proveyera para su madre. Cuando ésta había enfermado de cáncer, su padre había desaparecido otra vez, incapaz de afrontar la prolongada enfermedad. Jackson tenía quince años cuando su madre murió, dejándole solo en el bayou. Se había valido por sí mismo hasta que su padre volvió y Jackson se vio forzado a acompañarle para vivir en campamentos de moteros, viajando con ellos cuando se movían. Su padre había muerto en una pelea a cuchillo, llevándose a cuatro miembros de la banda rival con él justo antes del decimonoveno cumpleaños de Jackson, y Jackson se había unido al ejército. Jonas sabía que Jackson había tenido roce con ese mismo club de moteros durante su época con la DEA, pero nunca hablaba de ello.
– Esta vez la encontraremos -dijo Jonas.
Los ojos negros se lanzaron sobre él.
– Si, lo haremos. La traeré a casa. Y se comprometerá, Jonas. Estate preparado. Sé como eres con las chicas, pero Elle es mía. Y se comprometerá a ello.
– Jackson… -Por primera vez que pudiera recordar en su larga amistad, Jonas sintió una punzada de intranquilidad. Jackson podía ser bastante rudo y una vez decidía algo, no había forma de apartarle de su objetivo.
Jackson sacudió la cabeza.
– Sólo dejaba claro el punto de partida. La tormenta se acerca rápido. ¿Las chicas están reunidas?
Así era Jackson. Ya había hablado. Jonas suspiró y se abrieron paso a través del jardín trasero. Nunca había entendido la relación de Jackson y Elle… o la falta de ella. Elle era reservada, al igual que Jackson. Los dos eran individuos de fuertes voluntades y además del mal genio de Elle y la falta de genio de Jackson, los dos eran igualmente… testarudos.
– Ilya está aquí. Tiene información para nosotros -dijo Jonas-. Prefiere decírnoslo antes de que entremos.
Jackson le miró fijamente, su mirada aguda. Fuera lo que fuera lo que Ilya Prakenskii tuviera que decir, no quería que su prometida, Joley Drake, ni ninguna de sus hermanas lo supiera. Y eso significaba que no podía ser nada bueno.
Jackson dejó escapar el aliento, negándose a ceder a la parte secreta de él que estaba llena de terror. Había sido prisionero de guerra de uno de los peores sádicos del negocio y no había sentido un miedo así.
Elle. Nena. Permanece viva por mí. Sea lo que sea lo que tengas que hacer, permanece viva por mí. Iré a por ti.
La tormenta era el conducto perfecto que necesitaban para estimular su energía compartida. Donde quiera que estuviera Elle, estaría esperando, sabiendo que nunca dejarían de buscarla.
Rodeó el costado de la casa Drake hasta donde Ilya estaba esperando en las sombras por ellos. Ilya asintió con la cabeza hacia Jackson y miró hacia la casa.
– Caminemos.
– Lo sabrán -advirtió Jonas.
Las Drake siempre lo sabían. Llevaban un mes intentando encontrar a Elle, uniéndose una y otra vez para encontrar a su hermana perdida, y como no podían, sabían que estaba a una gran distancia y bajo condiciones extremas. Elle era poderosa, probablemente más poderosa que cualquiera de ellas. Jackson la había visto casi derribar un edificio con la energía explosiva de su temperamento. Siempre se mostraba cuidadosamente controlada, pero si no podía liberarse a sí misma de cualquiera que fuera la situación en la que estaba… Jackson cerró los ojos de nuevo, su estómago dio un vuelco. Tenía que estar herida. Si no podía alcanzarles, tenía que estar herida, no había ninguna otra explicación.
Elle herida. La idea era aterradora. Elle en manos de un hombre capaz de traficar con humanos era incluso peor.
Sabes que nunca me detendré hasta que te encuentre. Sé fuerte, nena. Por mí. Por tus hermanas. Por Jonas e Ilya y el maldito pueblo entero. Permanece viva, Elle.
Deseaba que ella le amara lo suficiente como para vivir por él. Deseaba ser su razón. Ella era suya. Había sido suya desde la primera vez que había oído su voz, suave y sedosa y tan condenadamente sexy. Algo dentro de él había despertado… había vuelto a la vida.
Él no tenía emociones como las de Jonas. Preocuparse por todos y por todo el mundo, por cada causa, ése era Jonas. Salvar el mundo, decidido a salvar a Jackson. Jackson miró fijamente a Ilya. El ruso se parecía mucho más a él. Controlado. Disciplinado. Extremadamente peligroso. Algunas veces deseaba poder ser como Jonas, especialmente cuando se trataba de expresar sus sentimientos a Elle, pero si alguien iba a salvarle, esa sería Elle. Nunca había deseado a una mujer para sí mismo hasta Elle y ella era tan elusiva como el viento.
Maldijo suavemente por lo bajo y se giró lejos de los otros dos hombres. Ambos notaban cada detalle, y no necesitaba su escrutinio ahora mismo. Debería haber salido simplemente a la palestra, haber sido un hombre y tomado lo que le pertenecía por derecho. Haberla subyugado.
Ilya dejó de andar bajo un grupo de árboles y levantó la vista hacia la almena del capitán. Tres pisos por arriba, Hannah Drake Harrington, la esposa de Jonas, paseaba arriba y abajo, sus largos rizos rubios girando en el fuerte viento. Varias veces alzó los brazos, atrayendo el viento, llamándolo como hacía cuando deseaba comandarlo. Jackson sabía que estaba reuniendo energía en preparación a su llamada.
Ilya mantuvo la voz baja.
– He reunido retazos de información de varias fuentes que me lo debían. La tapadera de Elle había sido cuidadosamente construida a lo largo de varios años, lo cual explica sus frecuentes desapariciones. Utilizaba el nombre de Sheena MacKenzie, una joven muy atractiva de la alta sociedad que se movía en círculos europeos principalmente. Era conocida por ser bastante aventurera, muy hábil en todo desde, excavar hasta hacer alpinismo.
– Todo lo cual es Elle -intervino Jonas.
– Por otro lado Sheena MacKenzie estaba fichada, sospechosa para la Interpol de ser una exitosa ladrona de clase alta.
– Así que no se infiltró como mujer raptada y utilizada en los círculos de tráfico -dijo Jonas-. ¿Su gente dio información falsa a la Interpol? ¿O éstos estaban en el ajo? Por lo que sé, ella no trabajaba con la Interpol.
– Si mi información es correcta, había una cooperación. El hombre tras el que iban es un pez gordo -explicó Ilya-. El principal sospechoso es un hombre llamado Stavros Gratsos.
– El magnate naviero. -Jonas silbó suavemente-. Tiene más dinero que la mitad del mundo. ¿Qué querría tener él que ver con el tráfico de humanos?
– Tiene muchísimo dinero, Jonas -explicó Ilya-. Probablemente es así como lo consiguió en primer lugar. Es sospechoso, pero nadie ha encontrado nunca pruebas. El tráfico humano es superado sólo por el de drogas y crece día a día. Una casa puede ganar más de un millón al mes en una ciudad. Imagina si tuvieras una casa en cada ciudad por todo el mundo. Es global, no sólo una pequeña área, y Gratsos tiene los dedos en todos los pasteles. No sería difícil, y está demasiado lejos del alcance de las autoridades, se saldría con la suya y probablemente lleva haciéndolo años.
– ¿Qué estaba haciendo Elle exactamente? -preguntó Jackson. Tráfico humano. La idea de Elle en manos de hombres como ese le dejaban sacudido, frío e inútil. No podía dejar que su mente siguiera por ahí. Intentó no recordar su voz, tan perturbada, buscándole y cómo él no podía encontrarla. Llevaba un mes ya en manos de un loco.
– Se tropezó con Gratsos casualmente un par de veces -dijo Ilya-, y según su contacto, Gratsos pareció bastante cautivado por ella.
Los ojos de Jackson se cerraron brevemente. Lo entendía completamente. Elle tenía ese efecto en la gente. Parecía elusiva, fuera de tu alcance. Una combinación de atractivo e inocencia que podía atrapar la atención de un hombre y no dejarla escapar. Él lo sabía mejor que la mayoría. Una vez había oído su voz, esa suave voz de dormitorio que se hundía bajo la piel de un hombre y se asentaba en el fondo de su estómago, ganando fuerza en sus entrañas, había podido pensar en poco más. Con su compañía la obsesión sólo se incrementaba.
Era baja, más baja que sus hermanas, con una figura diminuta y muy femenina. Sus ojos eran tan verdes como el mar, como dos gemas chispeantes que incitaban y prometían. Su espeso cabello rojo era lacio, sin indicio de los rizos que tenía su hermana Hannah. La sedosa cascada caía más abajo de su cintura, una caída brillante que robaba el aliento de un hombre. Jackson había tenido un montón de fantasía sobre ese cabello… y su boca, el arco perfecto de su boca. Parecía pequeña y frágil, una mujer a la que proteger y apreciar, tan femenina que un hombre querría poseerla, aunque había acero en su interior. Podía aparentar ser fría y distante, pero cualquier hombre vería el fuego en ella, la pasión humeando tan cerca de la superficie, pasión que un hombre desearía toda para sí mismo. Si, podía ver a Gratsos cautivado por ella. Era exótica, elusiva y justo fuera del alcance. Alguien acostumbrado a conseguir cualquier cosa que quisiera estaría más que intrigado por ella.
– ¿Crees que ese Gratsos la tiene encerrada en alguna parte?
Ilya asintió con la cabeza.
– La Interpol y su contacto creen que está muerta. Nosotros sabemos que no. Gratsos podría haberse creído su tapadera… una ladrona intentando robarle. Puede haber sospechado que era una tapadera, pero se habría creído que era una ladrona, especialmente si estaba colado por ella, lo cual mi informante dice que era obvio. Incluso creer que era una ladrona internacional podría haberle intrigado más. Si está sucio, incluso le habría atraído pensar que podría serlo.
– Se habría enfadado con ella, si no hubiera caído en su regazo -dijo Jonas-. Si realmente está metido en el tráfico de humanos, no habrá podido permitirse correr el riesgo de que estuviera infiltrada y espiándole. Ese tipo de cargos, incluso para alguien tan poderoso como él, sacudirían el mundo. Habría tenido que matarla.
Ilya asintió con la cabeza.
– Eso sería lo más inteligente y Gratsos es un hombre muy inteligente, pero también es muy ególatra y se cree por encima de la ley. Estaba sin un céntimo como un adolescente y construyó un imperio a base de puras agallas y cerebro. La tragedia golpeó a su familia desde el mismo principio. Su padre se casó con una mujer, tuvo gemelos, y ella y el otro chico murieron un mes después en un accidente de coche. Su padre era un auténtico hijo de puta, pero Gratsos probó ser un chico muy inteligente y recibió unas pocas menciones de profesores. Según los rumores, su primera aventura fue contrabando y era bueno en ello. No tenía ningún reparo en actuar fuera de la ley entonces y estoy seguro de que tampoco le preocupa ahora. Posee buques cisterna para transportar aceite y cargueros por docenas con otros contratos muy lucrativos. Pasar de contrabando a unas pocas mujeres a bordo no sería un problema. Si ha estado haciendo esto desde el principio de su carrera, ahora ya será muy bueno en ello. Retener a Elle podría haberle resultado irresistible. Le gustaría la idea de tener a una mujer como Elle bajo su pulgar, justo bajo la nariz de las autoridades mientras sigue con sus yates, sus fiestas y sus negocios como es habitual.
Jackson se aferró a eso, sin pensar demasiado en lo que un hombre que se consideraba a sí mismo por encima de la ley y no tenía escrúpulos en traficar con humanos, podía hacer a una mujer a la que ahora creía poseer. Elle estaba en problemas si Gratsos era el hombre que la retenía, tenía el dinero suficiente para mantenerla oculta al mundo durante un largo tiempo… hasta que se cansara de ella.
Tomó aliento y obligó a su mente a apartarse del desastre. Tenía que pensar con claridad. Encontrarla primero. Recuperarla. Mantenerla a salvo. Tratar con todo lo demás después. Lo primero de todo encontrarla. Levantó la vista al cielo. Ya podía sentir el crepitar de energía. Hannah había abandonado la almena del capitán y había vuelto a la casa, señal de que se acercaba el momento.
La casa Drake se erguía sobre ellos, alzándose como un antiguo dragón con las alas extendidas posado al borde del acantilado. El agua palpitaba abajo, enviando gigantescas salpicaduras de espuma blanca alto en el aire, el agua estaba lodosa y oscura, arremolinándose como el caldero de una bruja. Jackson saboreó la sal junto con su miedo. Esta casa sería suya cuando reclamara a Elle. El legado de ella sería el suyo.
Elle era la séptima hija de una séptima hija. Cargaba con todos los poderes de la familia Drake en su esbelto cuerpo, y con ellos, con la habilidad de continuar el linaje. Lo cual significaba que el control de natalidad no funcionaba bien con ella.
Sería la madre de la siguiente generación de Drakes. Él se casaría con ella, pero las hijas llevarían el nombre de ella. Sus siete hijas poseerían el poder de la familia Drake. Había esperado, permitiendo a Elle huir, realizar su huída, porque había tenido miedo. No de las niñas de las que no tenía ni idea de como ser el padre… eso lo aprendería… sino de su propio legado de violencia. ¿Y cómo explicárselo a ella sin ponerla en peligro?
No era un hombre capaz de renunciar a demasiado control, y Elle le desafiaba a cada vuelta… más que desafiarle, le retaba. No había confiado lo bastante en sí mismo como para no perderla cuando ambos tenían personalidades tan fuertes y frente a la duda, ella se había alejado de él… y finalmente, hasta había perdido las esperanzas con él.
Elle. Demonios. ¿Dónde estás? Respóndeme. Puso cada gramo de exigencia, de voluntad de hierro… una voluntad horneada y formada por la violencia… en la orden. Respóndeme ahora.
Se frotó la mandíbula ensombrecida y observó como el relámpago iluminaba el cielo oscurecido, rociando las nubes amenazadoras con lanzas de un blanco ardiente, destellos que parecieron perforar sus ojos y atravesar su cráneo justo hasta la parte de atrás de su cabeza. Se dejó caer de rodillas y se presionó los dedos con fuerza contra las sienes, su estómago se agitó, el dolor de su cabeza era tan intenso que le revolvió el estómago.
Todo se retiró al trasfondo, las voces ansiosas de Ilya y Jonas se desvanecieron. El mundo a su alrededor se curvó y tembló. La tierra se movió, se volvió suave y acogedora bajo él. Oyó una voz susurrando y al principio no pudo registrar palabras, pero se extendió hacia ella y la voz se volvió más fuerte. Sheena. Mírame. Háblame. ¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Quién te envía? Háblame, Sheena, y el dolor desaparecerá. Masculina. Persuasiva. Había oído voces como esa antes, moldeando a su víctima, manteniendo la esperanza justo fuera del alcance.
Jackson se quedó inmóvil, temiendo moverse, temiendo esperar. La había tocado. Había conectado y si alguien le estaba preguntado como si fuera Sheena, su tapadera todavía estaba intacta. Intentó respirar a través del dolor… el dolor de ella… y dejar que su mente se expandiera, extenderse tanto como podía hacia la mente de ella. Elle. ¿Nena? ¿Puedes oírme? Voy por ti. Estamos en camino. Permanece viva por mí, cariño.
Sintió el toque lejano, sólo un ligero estremecimiento en su mente. Frágil. Tenue, como si ella temiera creer. ¿Jackson?
Su voz cerró un grillete sobre su corazón, apretando hasta que fue un auténtico dolor. Por un momento pensó que podría estar teniendo un ataque al corazón. Estoy aquí. Estoy contigo. Dime donde estás, Elle.
No lo sé. No puedo pensar con claridad. Mi cabeza… Se interrumpió, y la conexión entre ellos vaciló.
¡No! Su voz fue aguda. Quédate conmigo, nena. Necesito que mires alrededor. ¿Qué ves? ¿Quién está contigo?
Hubo un momento de duda. Un relámpago iluminó el cielo y un trueno estalló cerca, el sonido más ruidoso que el retumbar del mar. Una luz blanca ardió detrás de sus ojos y tuvo que cerrar los párpados firmemente contra el dolor destructivo.
Una mano cayó sobre su hombro.
– ¿Jackson?
Jackson se encogió de hombros apartando la distracción.
– La he alcanzado. La he alcanzado -exclamó. Era difícil estar en dos lugares a la vez y necesitaba estar con ella. Se estaba deslizando, incluso mientras se extendía hacia ella. ¡Elle, no!
Se había ido, fuera de su alcance y se quedó de rodillas, respirando profundamente, dejando caer la frente contra el suelo y quedándose inmóvil hasta que recuperó el control.
– Está viva -dijo Ilya-. La encontraremos.
Jonas extendió la mano y Jackson la tomó, permitiendo que su amigo le ayudara a levantarse.
– ¿Por qué no te conectaste con nosotros y fortaleciste el vínculo? -exigió a Ilya sin mirarle, ese frío que coleaba en su interior era oscuro y peligroso ahora, desplegándose.
– Lo intenté, Jackson -dijo Ilya, su voz fue absolutamente tranquila-. Sea lo que sea lo que tenéis los dos es un puente que es sólido sólo entre vosotros. No pude unirme a ti.
– No pude sujetarla a mí -dijo Jackson, frustrado-. ¿Si no podéis uniros a mí, qué demonios estamos haciendo aquí? -Porque tenía que funcionar. El dolor había sido el dolor de ella. Elle necesitaba ayuda. Estuviera donde estuviera, necesitaba atención médica.
– Estaba confusa. -Casi infantil, más frágil de lo que nunca la había visto. Y eso le asustaba casi tanto como que estuviera en manos de un loco.
– Jackson. -Jonas puso una mano firme sobre su hombro-. La encontraremos.
Ilya gesticuló hacia la casa.
– Las mujeres quieren que entremos ahora.
Jackson miró hacia la vacía almena del capitán. Hannah sabía el momento óptimo para intentar enviar el viento a Elle. Si tenían suerte, y todos los elementos encajaban en su lugar, crearían una fuente de energía capaz de cruzar grandes distancias hasta Elle.
Voy en camino, nena, susurró a la noche y siguió a los otros dos hombres por el camino sinuoso hasta la enorme y desparramada casa.
Sarah Drake estaba de pie en la puerta, sujetándola abierta para ellos. Su cara pálida estaba inmóvil, la ansiedad brillaba en sus grandes ojos azules. El viento tiraba de su cabello oscuro, dándole una apariencia etérea, una que Jackson con frecuencia asociaba con las mujeres Drake. Sarah era la mayor y estaba comprometida con Damon Wilder, un vecino que poseía la casa justo debajo de la finca de la familia Drake. Con el brazo alrededor de la cintura de Sarah, Damon saludó a los otros hombres con un ligero asentimiento y, apoyándose pesadamente en su bastón, se giró y cojeó de vuelta a través del recibidor para detenerse contra la pared.
Jackson siguió a Jonas dentro, Ilya le siguió a la zaga. La atmósfera en la casa Drake era normalmente cálida y risueña. Esta noche estaba cargada de tensión y pesar.
Joley, la sexta hermana Drake, la música de la familia, se lanzó a los brazos de Ilya. Siempre sorprendía a Jackson que un hombre tan remoto y desapasionado como Ilya, se iluminara cuando Joley estaba a su alrededor. El ruso rozó un beso en la coronilla de la cabeza de mechas rubias, rodeándola protectoramente con los brazos.
– ¿La sentiste? -preguntó Jackson a Hannah-. He tenido una pequeña conexión con ella ahora mismo, pero luego la perdí.
Hannah, alta y elegante con largos rizos rubio platino y grandes ojos azules, se dio la vuelta para mirarle ante su pregunta. Una ex supermodelo, casada con Jonas y ya embarazada de su primer hijo, Hannah era particularmente fuerte en sus talentos y sería el mayor activo en el intento de encontrar a Elle. Jackson vio la respuesta en su cara, la mirada completamente en blanco que le dijo que no había captado ni siquiera el más ligero estremecimiento por parte de Elle.
Debería haberle hecho feliz que su conexión con Elle fuera tan fuerte, tanto que él la había encontrado y sus hermanas no, aunque fuera sólo por unos pocos momentos, pero lo que importaba realmente era traerla a casa sana y salva.
– ¿Hablaste con ella? ¿Estás seguro? -preguntó Hannah.
La habitación se quedó en silencio y todas las caras se giraron hacia él. Kate la escritora, seria y amable, Abigail la bióloga marina, Libby la doctora y sanadora, Sarah, Hannah y Joley, y los hombres que las amaban, esperando, conteniendo un aliento colectivo.
– Está viva. Herida. -Jackson frunció el ceño-. Una herida en la cabeza, supongo. Estaba confusa y el dolor era abrumador. Alguien la interrogaba y utilizaban el nombre de Sheena MacKenzie, así que con suerte su tapadera sigue todavía intacta, aunque querían saber quién la había enviado y preguntaban que estaba haciendo allí. Hablaban inglés con un pesado acento.
– ¿Griego? -preguntó Ilya.
Jackson se encogió de hombros.
– No podría decir ni que sí ni que no. No estaba allí, sólo oí a través de ella y capté la sensación de una gran distancia. -Se frotó la mandíbula ensombrecida, necesitando encontrar una forma de inmovilizar sus manos, evitar que traicionaran el terror que se acumulaba en sus entrañas. Elle. Maldito fuera por no tomar el control. Por no mantenerla a salvo. Nena, voy a por ti. Si no crees nada más, cree que iré a por ti.
Envió el mensaje hacia ella como le había susurrado durante el último par de años. Suave. Íntimo. Intenso. Podía decirle cosas a través de la distancia que no parecía poder decirle a la cara. Podía sentir las emociones, tan profundas que le sacudía, a través de esa misma distancia, pero de cerca, siempre se mostraba cuidadosamente controlado.
– Entremos en la casa -dijo Sarah, su voz gentil, casi como si supiera como se sentía él-. Quedándonos de pie en la entrada no vamos a ser de ayuda. Tienes que comprometerte con nosotros, Jackson. No podemos ayudar si no nos entregas tu compromiso total, y a mí me parece, tan unidas como estamos a Elle, que eres su alma gemela y eres tú el que va a encontrarla.
Ahí estaba esa pausa de nuevo. El silencio. Él vivía en silencio. Lo entendía. La gente de esta habitación habían abiertos sus vidas a él, compartido su mundo, pero él siempre se había mantenido aparte por elección, negándose a recorrer todo el camino hasta el compromiso que Sarah le estaba pidiendo. Él no entendía a la gente. No se sentía cómodo alrededor de ella. El desierto, las montañas, las dunas arenosas sobre el océano eran lugares que buscaba y entendía.
Las emociones eran mantenidas a distancia, pero esta familia, esta gente que siempre le había dado la bienvenida, mantenían sus emociones cercanas e intensas, y cada momento que pasaba con ellos le hacían sentir a la vez apreciado y aún así aislado y aparte. Por Elle se internó más profundamente en la habitación, en el círculo de su familia.
Las velas formaban un patrón en el suelo, las llamas titilaron volviendo a la vida. Recorrió la casa con la mirada. Este sería su hogar. Su vida estaría aquí cuando se casara con Elle. Recorrió la habitación y posó la mano sobre la pared. Era una casa vieja, aunque siempre parecía nueva. Él había visto la casa volver a la vida, protegiendo a los que moraban dentro. Cuando posó la palma de la mano en la pared, sintió energía, fuerte y pulsante. Pequeñas chispas danzaron alrededor de sus dedos y cruzaron el dorso de su mano.
Si estás viva, como creen las Drake, ayúdanos a encontrarla. Ayúdame a encontrarla.
Bajo su palma, las paredes se ondularon, y por un momento creyó ir el sonido de voces femeninas alzándose en la distancia.
Se giró para mirar a las hermanas Drake, pero ellas se miraban unas a otras, con los ojos muy abiertos, sus caras ligeramente sorprendidas. Dejó caer la mano y retrocedió al centro de la habitación.
– La tormenta está casi encima. Hagámoslo.
– La casa te ha hablado -dijo Sarah-. ¿Jackson, sabes lo que significa eso?
Los ojos oscuros de él se deslizaron sobre la cara de Sarah.
– ¿Realmente pensabas que Elle no me pertenecía? -Su voz fue tranquila. Baja. Suave incluso. La amenaza reverberó a través de la habitación, lo bastante como para que Damon se moviera de su lugar contra la pared y cojeara hasta Sarah, con el bastón soportando su peso mientras ponía un brazo alrededor de ella.
– Jackson, todos sabemos que estás hecho para Elle -dijo Sarah suavemente-. Eres tú el que se contiene, no nosotras.
Sintió la flecha en el fondo de su estómago. Maldita fuera, tenía razón. Decían que Sarah podía ver el futuro a veces, y ahora mismo parecía un poco mágica. Estaba viendo demasiado y lo que él tenía en su interior no era algo que una mujer debiera ver, y menos una Drake y la hermana de la mujer con la que iba a casarse.
Podía oler la fragancia de las hierbas que cada hermana había utilizado para limpiarse a sí misma antes de la ceremonia. El pentagrama estaba posado sobre el mosaico de azulejos en el centro del círculo. Las llamas iluminaban en camino en las cuatro direcciones. Tomó un profundo aliento y se obligó a sí mismo a adelantarse cuando Hannah le indicó por señas que ocupara su lugar en el centro. Cada hermana se sentó cerca de un punto de la estrella y Jonas e Ilya se sentaron junto a sus mujeres, cerca, los muslos tocándose. El marido de Abigail, Alexandr, abrió las puertas dobles para permitir que la tormenta entrara en la casa. Estas no eran sus costumbres, pero eran las de las Drake, y lo habían sido durante cientos de años. Eran las costumbres de Elle y él necesitaba la fuerza de su familia para enviar la convocatoria, crear el puente y ganar la información que tan desesperadamente necesitaban.
Fuera el viento chillaba y gemía, alzándose y cayendo como las agitadas olas.
Jackson tomó un profundo aliento, atrayendo la niebla salada. La lluvia comenzó a caer, una llovizna ligera, prometiendo un aguacero mucho más feroz. El trueno retumbó justo cuando una ola se estrellaba contra las rocas y el agua blanca formó un géiser, arrojándola al aire. Jackson pudo ver la espuma blanca estallándose sobre el acantilado y cayendo fuera de la vista de nuevo.
Inconscientemente frotó la palma a lo largo del suelo, sobre el mosaico de azulejos que los ancestros de Elle habían colocado cientos de años antes. Sintió la vida en ellos, cálida contra su piel, como si el mosaico respirara. Una vez más oyó las suaves voces femeninas hablando a una gran distancia. Algunas hablaban en un idioma antiguo, otros eran más modernos, pero todas susurraban que fuera fuerte, que estaban con él. Él nunca había buscado ni deseado una familia, o unidad, o pertenecer a alguien. Eso no era para él. Pero aquí estaba, la casa, la familia, la mujer, y él lo había apartado a empellones.
Elle. Permanece viva por mí. Cree en mí.
Estaba pidiéndole lo que no había hecho él mismo. Debería haber creído en lo que Elle estaba ofreciendo. Amor. Amor incondicional. Elle le había observado tranquilamente, esperando a que reconociera lo que tenía delante. Él deseaba, no amor incondicional, sino rendición incondicional. La voluntad de ella rendida a la suya. No había querido salir de su zona de confort, quería que ella viniera a él, que doblegara su modo de ser al de él. No había querido abandonar la violencia en su interior. Había querido aceptación sin dar nada de sí mismo.
Y la había perdido. Incluso sabía el momento exacto en que ella le había dado la espalda y había escogido su propio camino. Le había dejado atrás justo como él esperaba que hiciera, justo como la había empujado a hacer. Jackson sacudió la cabeza. La había empujado. Quería seguir sin ataduras, el hombre que se negaba a necesitar a nadie. Estaba decidido a demostrarle quién era el que estaría a cargo. No iba a explicarse a sí mismo ante ella o a cambiar por ella. Elle había llamado a su puerta, se había quedado de pie en su porche con el océano rugiendo a su espalda, sus delicados rasgos suaves y hermosos sus ojos esmeralda, profundos y fantasmales, su largo cabello rojo soplado al viento.
– Mi casa obviamente se equivoca -había dicho-. No eres lo bastante hombre como para aceptar esta tarea y he dejado de esperar por ti. -Le había dado la espalda y se había alejado, sin mirar ni una vez atrás. Peor aún, él no la había detenido.
Ahora observó a la familia de ella rodeándole, sintiendo el peso de las anteriores Drake que habían sido antes, sopesando su valía. Y ahora mismo, en este momento, no valía mucho y le importaba una mierda lo que verían todos. Elle era demasiado importante. Recuperarla era demasiado importante, simplemente tendría que sortear el resto más tarde. Ahora mismo, ninguna de sus bien-pensadas-razones para no creer en el estilo de vida de ella parecía importar en absoluto.
Fuera de la puerta abierta, el relámpago atravesó el cielo con blancas vetas dentadas, iluminando el agua oscura y turbulenta del océano. El trueno estalló, inmediatamente seguido por el furioso auge del mar. El viento entró en la casa y se arremolinó alrededor de las mujeres, alimentando la creciente energía y el poder en la habitación.
No había forma de no creer en la extraña magia que las hermanas tenían cuando estaban juntas. Sabía que Jonas creía que era su amor y cercanía lo que de algún modo las convertía en una fuerza poderosa, pero Jackson sabía que tenía que ser más que eso… parecían partes elementales del universo… tal vez bendiciones otorgadas a la familia por nacimiento. Fuera lo que fuera lo que uno creyera, eran una fuerza a tener en cuenta.
La electricidad crujió en la habitación. El poder se fortaleció hasta que las paredes se ondularon y el suelo se movió.