Capítulo 12

Jackson se sentó lentamente, muy lentamente extendió las manos hacia sus vaqueros y se los subió por las caderas. Elle estaba a cierta distancia de él, con el cuerpo enroscado en una bola apretada y el cabello enredado ocultándole la cara, su llanto le rompía el corazón. Bomber se acercó a ella, tratando de consolarla, lloriqueando ansiosamente mientras la rodeaba, intentando decidir que hacer.

– Lo siento. Lo siento mucho. -Sus palabras quedaban amortiguadas, pero Elle simplemente continuaba repitiendo la disculpa una y otra vez.

Jackson suspiró y se pasó ambas manos por el cabello, haciendo balance de la situación. Se quedó allí sentado, con las rodillas recogidas, mirando a Elle y sacudiendo la cabeza. Ella se había retirado de su mente, y cuando la tocó tentativamente, sus barreras eran fuertes, tanto que se figuró que podría mantener alejado a Gratsos también. No quería que nadie compartiera sus pensamientos, sus recriminaciones. Conocía a Elle, se estaba odiando a sí misma y culpándose por lo que había ocurrido.

– Elle. Deja de llorar y siéntate bien. -Puso exigencia en su voz.

Ella se movió, sobresaltándose un poco ante su tono.

– Lo digo en serio. Siéntate y mírame. Quisiste venir a casa conmigo y ahora tienes que afrontar las consecuencias. Deja de llorar y mírame.

Elle alzó la cara veteada de lágrimas, empujó hacia atrás con los talones, presionó la espalda contra la pared y se sentó, recogiendo las rodillas para ocultar parcialmente la cara, pero le estaba mirando… y escuchando y eso era lo que él quería.

– No estoy muerto.

Elle frunció el ceño y se limpió las lágrimas de la cara.

– Mírame. -Alzó las manos, girándolas a un lado y otro-. No estoy muerto.

– No entiendo.

– Temías que si te metía la polla en la boca de algún modo acabara muerto. Bien, pues no. Me diste placer y aún estoy vivo.

Ella se sobresaltó visiblemente.

– Pero…

– Vamos, cielo. Querías ver si me sentía atraído por ti y así era. Querías ver si podías volverme loco y lo hiciste. -Inclinó la cabeza a un lado-. Demonios, nena, me hiciste ver la estrellas. Tanto que me tiraste de culo. -Sonrió ampliamente hacia ella.

– Eso no tiene gracia.

– Tiene algo de gracia. Yo explotando por toda la habitación, enredándome con mis propios vaqueros alrededor de los tobillos y aterrizando de culo. Fue una cabalgada del demonio, Elle. No haces nada a medias.

Ella guardó silencio. Pensativa. Deseando verlo a su modo, pero con una sensación de fracaso.

– Ni siquiera sé qué ocurrió. En un minuto estaba pasando el mejor momento de mi vida, adorando lo que te estaba haciendo, deseándote con cada célula de mi cuerpo y entonces todo fue mal. No recuerdo nada excepto la necesidad de luchar. -Las lágrimas manaron de sus ojos otra vez-. Lo siento. Sé que te golpeé.

– Nena, no estaba sintiendo más que cohetes estallando en ese momento. Creo que podrías haber utilizado un dos por cuatro [2] y no lo habría sentido.

Elle se presionó los dedos contra los ojos.

– Te deseaba, Jackson. De veras.

– Lo sé, cariño. -Su voz fue gentil-. Todo irá bien. Ten paciencia contigo misma.

Ella sacudió la cabeza.

– Sólo quiero ser normal, ¿es eso mucho pedir?

– ¿Qué demonios significa normal? -dijo Jackson-. Abusan de niños por todo el mundo, Elle. Las mujeres son violadas, raptadas, obligadas a traficar con sexo. No sólo mujeres. Niñitas. Chicos, adolescentes. Ocurre en todas partes. Padres que mueren. Niños asesinados. Enfermedades, todo tipo de cosas malas.

Se detuvo. Tomó aliento. A él le habían capturado y torturado, pero tenía un pasado diferente al de Elle. Él había visto a mujeres golpeadas. Había visto a hombres asesinados. Había crecido pensando que su estilo de vida era normal. Elle estaba mal preparada para lo que le había ocurrido. Había crecido en una familia amorosa donde todo el mundo estaba a salvo y protegido, y los padres no golpeaban a sus hijos. No había tráfico de drogas ni asesinatos. Ni un padre volvía a casa borracho y pegaba a la madre.

– Elle, piensa en ello. Las cicatrices de tu cuerpo ni siquiera han empezado a palidecer aún y las peores están donde no puedes verlas. No van a desaparecer sin más. Están ahí, forman parte de ti. Algunas veces todo irá bien, y otras no. Esto va a ser parte de nuestras vidas. Yo puedo vivir con ello. Y tú tendrás que vivir con mis cicatrices. Créeme, nena, tengo un montón de ellas.

Elle se sentó en el suelo, presionando la espalda contra la pared, mirando al hombre que estaba ante ella. Era fuerte y cariñoso y merecía mucho más que lo que sentía que le había dado. No iba a dejarla sin importar lo difíciles que se pusieran las cosas. Y tal vez la única cosa que pudiera darle era vivir. Seguir adelante incluso cuando sentía que estaba acabada. Podría haberle vociferado y ella habría sentido que se lo merecía. Él le había dicho que parara. Había intentando contenerla, pero ella le deseaba… deseaba su deseo… deseaba esa intensidad, el amor y la lujuria tan firmemente entrelazados y sólo por ella.

– ¿Estamos bien, Elle? -preguntó Jackson.

Sabía lo que le estaba preguntado. Quiso abrazarle. El amor que sentía por él fue abrumador cuando comprendió que le estaba dando aceptación. Justo como estaba ahora. Defectuosa. Quebrada. Insegura y frágil. Jackson la aceptaba. Asintió lentamente con la cabeza.

– Estamos bien.

– Menudo lío he montado en el suelo. -Miró alrededor con arrepentimiento-. Será mejor que no tengamos compañía por un rato.

– No creo haya tanta suerte. Probablemente Jonas aparezca para comprobar que estamos bien. Ya sabes como es. -Elle se levantó con dificultad-. Necesitamos otra ducha. Y tengo que encender velas. ¿Tienes alguna con fragancias fuertes? ¿Dónde están tus productos de limpieza?

Él se levantó y extendió el brazo para acercarla, tirando de ella hasta sus brazos.

– Bésame, Elle.

Elle ocultó la cara contra su pecho.

Jackson le sujetó la barbilla.

– Bésame.

Giró la boca hacia la de él. Esperaba un beso gentil, persuasivo, un beso lleno de ternura y amor. Consiguió algo diferente.

La boca de Jackson bajó hasta la suya, su lengua pasando rápidamente cualquier resistencia con exigencia masculina. Vertió sexo y pecado en su boca, ardiente pasión y pura hambre erótica. Sus brazos la aplastaron, bandas de acero, su cuerpo una roca dura, presionando firmemente contra el de ella hasta que pareció fundirse a su alrededor, carne suave, curvas profundamente presionadas contra pesados músculos.

Cuando Jackson alzó la cabeza, se sentía débil de deseo por él. Le sostuvo la mirada. Tomó aliento porque se sentía como si se estuviera ahogando. Las manos de él le enmarcaron la cara.

– ¿Qué ves cuando me miras, Elle?

Su mirada la quemó. El aliento se le quedó atascado en la garganta. Se humedeció los labios.

– Dime.

No podía apartar la mirada. Quería hacerlo, porque la forma en que la mirada la hacía sentirse avergonzada. No había error en la mirada de esos ojos.

– Dilo. En voz alta. Dilo.

– Amor. Veo amor. -Su voz fue baja, apenas más que un susurro.

– ¿Qué más?

– Hambre. -Eso ni siquiera empezaba a describir la intensidad del deseo que ardía en las profundidades de esos ojos-. Lujuria.

– ¿Por quién? -la animó él.

– Por mí.

– Te amo, Elle. Te amo con cada aliento de mi cuerpo. No hay espacio para otra mujer. Ni pensamiento para ninguna. Tú eres eso para mí, todo. Todo lo demás, el sexo, quienquiera que vaya a por nosotros, el legado, todo eso no importa si tú no sientes lo mismo. Tienes que amarme con cada aliento que tomes. Antes de decidir que estás demasiado rota, tienes que plantarte ahora y decir «estoy dispuesta a luchar por ello». Dilo ahora. A mí, mirándome directamente a los ojos.

Ella parpadeó. Abrió su mente a él. Lo vertió todo en él. Sus miedos. Su vergüenza. Su amor y necesidad de él. Su deseo por él. No se guardó nada atrás y él todavía seguía mirándola. Esperando. Elle tomó aliento y trazó los labios de él con dedos temblorosos.

– Te amo, Jackson. Con cada aliento de mi cuerpo. No voy a huir, ni de Stavros ni de mí misma porque vale la pena luchar por ti. Vale la pena luchar por nosotros.

Una sonrisa lenta iluminó los ojos de Jackson y bajó la cabeza de nuevo, esta vez su beso fue infinitamente tierno.

– ¿De qué iba esto? -preguntó ella cuando pudo hablar.

– Solo quería probar un punto.

Las cejas de ella se alzaron.

– ¿Qué punto?

Una sonrisa satisfecha suavizó el duro filo de la boca de él.

– Que realmente estamos bien.

Ella le tocó los labios, trazando la definición que había allí.

– Me alegro de que tengas tanta fe en mí, Jackson. Recuperaré la mía.

– Sé que lo harás. Entretanto, para eso me tienes a mí, para recordártelo con frecuencia. -La dejó marchar y luego tuvo que estabilizarla cuando se meció hacia atrás sobre los talones. Su sonrisa apareció de nuevo. Masculina. Satisfecha-. Y puedes buscar las velas mientras yo limpio el suelo. Tengo algunas de esas cosas para ambientar el aire que me trajo Inez hace tiempo. Creo que pensó que mi casa se parecía demasiado a la casa de un soltero. Mira bajo el lavabo del baño. O tal vez en el armario. Creo que en una caja en el suelo.

– Buen lugar para ellas. -Elle descubrió una pequeña sonrisa sobrevolando en sus labios mientras se apresuraba al baño-. ¿Quieres dar un paseo después de la ducha? Me gustaría salir fuera un rato.

– ¿Quieres dar un paseo por el pueblo? -Jackson sonó escéptico.

Elle asomó la cabeza por la puerta para verle enjuagando una fregona.

– No, tonto. No hay nada de niebla. Pensaba en pasear por la playa. Prácticamente vives en ella. No es que podamos evitarla. Y Bomber puede avisarnos si hay algo espeluznante alrededor.

Jackson no respondió así que siguió buscando las velas. Abrió el armario vestidor y la sorprendió encontrarlo muy pulcro. Tenía varios uniformes de ayudante y un montón de vaqueros suaves y descoloridos, un traje y una camisa de vestir. La pared de atrás del ropero tenía un pequeño teclado de seguridad. Elle frunció el ceño y pasó la mano sobre él.

– ¿Jackson, qué tienes encerrado aquí?

Hubo un pequeño silencio. Giró la cabeza para encontrarle apoyado perezosamente con una cadera contra la jamba de la puerta.

– Armas. Montones de armas.

Ella sacudió la cabeza.

– Estás loco.

– Te espero en la ducha. Las velas deberían estar en una de esas cajas.

Se paseó hasta ella y extendió la mano a su lado para agarrar un par de pantalones limpios. Elle inhaló su fragancia. No creía que necesitaran velas, le gustaba como olía él, pero tal vez tenía algunos prejuicios.

Él se rió y le besó la punta de la nariz.

– Los tienes, pero me gusta.

– Deja de leerme la mente.

– No puedo evitarlo ya que estoy tanto en ella.

– No te halagues a ti mismo.

Él rió de nuevo y la dejó. Se quedó esperando el sonido de la ducha, comprendiendo que tenía una sonrisa en la cara cuando honestamente no había creído que nunca volvería a sonreír de nuevo. ¿Cómo podía Jackson coger una situación muy mala y hacerla no sólo soportable, sino buena? ¿Por qué no le había visto como realmente era antes de marchar a su misión encubierta? ¿Habría aceptado entonces un trabajo tan peligroso?

Elle suspiró. Sí. Lo habría aceptado porque alguien tenía que detener a los monstruos del mundo. Elle había creído en sí misma, en sus habilidades, en sus talentos psíquicos y su entrenamiento. Habría ido aunque Jackson le hubiera pedido que no lo hiciera. Se habría dispuesto a probar que no le necesitaba… que ningún legado iba a dictar su vida. Y había querido que él la siguiera, que fuera tras ella, que la amara lo bastante como para eso. Lo que no había comprendido es que él lo había hecho. La había amado lo bastante como para permitirle escoger su propio camino.

Ella había visto propiedad. Deseaba compañerismo y Jackson podía ser un hombre que se plantara delante de ella cuando lo considerara necesario, pero siempre sería su compañero porque respetaría su derecho a escoger. Cerró los ojos un momento y le envolvió con amor desde la distancia… porque podía. Porque necesitaba hacerlo.

La calidez y la emoción le fueron devueltas multiplicadas diez veces. Lo sintió en su mente, moviéndose a través de su cuerpo hasta que fluyó por sus venas.

– Jackson -jadeó su nombre en voz alta porque le estaba prohibido usar telepatía y solo la idea de eso la hizo sonreír. Había pensando en él como en un dictador porque no entendía la diferencia entre preocupación responsable y obligar a alguien a aceptar la voluntad de otro.

Sacó una caja y revisó su contenido. Evidentemente Inez había traído a Jackson unos cuantos artículos a los que probablemente él daba poco uso. Pequeños jabones aromáticos, lociones fragantes, flores secas, ante lo cual se tuvo que reír, seguro que él no tenía ni idea de qué era eso, y crema para las cutículas. La segunda caja contenía linternas y todo tipo posible de pilas, todo pulcramente empaquetado. Cerró la tapa y sacó la última caja. Retiró la tapa, y se quedó inmóvil. Medallas. Montones de medallas. Incluyendo un Corazón Púrpura. ¿Cómo conseguía una persona tantas medallas? ¿Por qué clase de cosas había tenido que pasar para ser tan reconocido?

El agua en el baño se cerró. Elle devolvió la tapa a su sitio y dejó la caja cuidadosamente.

– No encontré ninguna vela, Jackson.

– Tal vez las velas estén aquí después de todo -dijo él-. Déjame mirar.

Elle fue al baño. La puerta estaba abierta y él tenía una toalla envuelta holgadamente alrededor de las caderas. Su cabello estaba húmedo y el agua todavía formaba gotas sobre su piel. Sintió la urgencia de lamerlas, pero no iba a ir por ahí otra vez, no después del último desastre. Él se agachó, asomándose bajo el lavabo, con un pequeño ceño en la cara.

– Elige a gusto. Creo que hay como cien aquí abajo. Todas de fragancias. -Sonaba un poco disgustado, como si pensara que Inez estaba intentando convertirle en una chica.

Elle apenas podía respirar por como se sentía sólo de mirarle. Cada vez que se movía, los músculos se ondulaban sutilmente bajo la piel. Él giró la cabeza y la miró y ella se ruborizó, sabiendo que no le había ocultado sus pensamientos.

– Vas a meterte en problemas, mujer -dijo-. Estás jugando con fuego.

– No sé que pasa conmigo. No puedo dejar de pensar en ti.

– Compartimos la misma mente, Elle. Es bastante difícil no hacerlo. -Empujó varias velas a sus manos-. Aquí tienes, enciéndelas mientras yo me pongo algo de ropa. Rápido.

– Podría quedarme aquí de pie y observarte.

– Podrías comportarte y dejar de pensar que soy un maldito santo. -Extendió la mano y le tocó la cara, dejando que las yemas de sus dedos resbalaran hacia abajo por la mejilla antes de dejar caer la mano y apartarse para mirarse la mandíbula sombreada en el espejo-. Tengo que afeitarme.

– No. Me gusta. Solo recórtatela.

– ¿Estás segura? Me la dejaba creer cuando estaba ayudando en otro país. Y después no me molesté en afeitarme cuando te buscábamos.

Encubierto, había querido decir.

– Me gusta -reiteró ella, y llevó las velas al salón y la cocina. Toda su vida su familia había usado simplemente sus talentos para encender velas a distancia, hacer té y servirlo. Resultaba extraño efectuar el simple acto de encender una vela y servirse una taza de té. Al principio esto la había hecho sentir enferma, menos que una Drake, apartada de sus talentos, pero mientras servía una taza de té para Jackson y añadía leche, se encontró sintiéndose hogareña.

Jackson entró descalzo, vistiendo sólo sus vaqueros, colocándose tras ella y rodeándole la cintura con un brazo, empujándola contra él mientras enterraba la cara contra su cuello.

– ¿Eso es para mí?

Se apoyó contra él… contra su fuerza, su cuerpo encajaba contra el de él perfectamente.

– Pensé en sobornarte para que terminaras de desenredarme el cabello.

Él le rozó un beso a lo largo del cuello, y después jugueteó con el sensible lóbulo de su oreja con la lengua.

– Soy bastante fácil de sobornar.

Elle dejó que la sensación de bienestar y deseo la bañara. En vez de sentir miedo de ella, simplemente la absorbió porque Jackson no estaba pidiendo nada de ella. Sólo la aceptaba y eso hacía posible el disfrutar de estar con él, disfrutar de tu toque y de la forma en que la anhelaba.

– Eres bastante fácil de amar.

Él le sonrió y tomó la taza de té.

– Voy a recordar eso cuando tengamos siete pequeñas muy traviesas corriendo por la casa y estés intentando meterlas a todas en la cama.

Ella le siguió a la silla de él, donde podían sentarse y cepillar los últimos enredos.

– ¿Y qué vas a estar haciendo tú mientras yo las persigo por la casa?

– Soliviantándolas, por supuesto. -Lanzó otra sonrisa-. Yo seré el papá oso, asustándolas a muerte a todas.

Elle se sentó en el suelo delante de él, captando la imagen en la mente de Jackson, con las manos en alto, los dedos curvados como garras tambaleándose alrededor de la cocina persiguiendo a chiquillas chillonas de cabello rojo y brillante, con ojos risueños mientras ella estaba allí de pie, con las manos en las caderas, intentando parecer severa. Se rió.

– Estás loco. Por supuesto que lo harías y todas se meterían antes en la cama. Y no todas van a tener el cabello rojo.

Las manos de él eran gentiles mientras tiraba de los enredos.

– Sí, lo tendrán. Y también nuestro pobre hijo.

– ¡So! Para el carro. ¿Un hijo?

– Bueno, no querrás que tenga que vivir en una casa toda llena de mujeres, ¿verdad?

– Sí. -Giró la cabeza rápido y chilló. Le fulminó con la mirada, pero él se encogió de hombros y le volvió a girar la cabeza, pero no antes de que ella captara su sonrisa burlona-. Eso son ocho hijos, Jackson. Son un montón de hijos.

– Bueno, míralo así. Ilya y Joley probablemente tendrán ocho chicos. Y Jonas no mantendrá las manos lejos de Hannah y es muy competitivo, así que quién sabe cuantos tendrán ellos. No podemos quedarnos atrás.

Se ahogó. Jackson se puso rígido y la obligó a mirarle. Elle estalló en carcajadas.

– Lo siento. No pretendía asustarte. Es sólo que eres tan malo. No vamos a competir con Jonas para ver quién tiene más hijos. Después de la primera, estoy segura de que vas a estar temblando en tus botas. Empezarás a pensar en las citas y me volverás loca.

– Tengo armas, cariño. Montones y montones de armas. Y sé como usar cada una de ellas. No me importa asustar a muerte a chicos adolescentes.

Elle se quedó en silencio por un momento, reproduciendo la imagen de Jackson persiguiendo a sus hijas en su mente. Frunció el ceño.

– Cuando pensabas en tener siete hijas corriendo por la casa, era la cocina Drake, no ésta. -De hecho, la casa había estado muy detallada en su mente, como si ya conociera la distribución entera.

Él suspiró.

– Es simplemente mi personalidad, Elle. Tengo ojo para los detalles.

Por seguridad, quería decir. Reparaba en la gente al igual que en las cosas. Podía reproducir la casa Drake con exactitud desde el mobiliario a las paredes. Tenía ese tipo de memoria.

– ¿Por qué la casa Drake?

– Les ofrecerá más protección de la que nosotros dos solos podamos darles. No me importaría empezar ahora mismo, contigo. Y como la menor de las hijas, es tu herencia. Te la mereces al igual que nuestras hijas.

Ella miró a su alrededor. La casa de Jackson la hacía sentir a salvo.

– Me gusta tu casa, Jackson.

– Eso está bien porque nos retiraremos aquí cuando pasemos el legado a nuestra última hija. Creo que tus ancestros se están mudando. ¿Has notado todos esos arbustos? No estaban ahí hace un par de días.

Ella giró la cabeza otra vez, ganándose otro agudo tirón en el cuero cabelludo.

– ¿Estás seguro?

– Lo sabría si hubiera plantado enredaderas y flores, Elle. En realidad no soy yo quien se ocupa del jardín.

Elle se recostó hacia atrás.

– Si no eres tú, ¿quién? Tienes una de las propiedades más bonitas de por aquí.

Él trabajó en un enredo particularmente difícil hasta que lo alisó.

– Creo que ya está. Puedes darte otra ducha y ponerte acondicionador en el cabello.

Elle rompió a reír. Una auténtica risa genuina.

– Jackson el peluquero. Te lo juro, guardas más sorpresas que ningún hombre que conozca. Apuesto a que Jonas no sabe lo que es un acondicionador.

– Tal vez no antes de casarse con Hannah, pero seguro que ahora lo sabe. Ella fabrica todas esas cosas. Lo sé, porque Jonas me lo trae por cajas.

– ¿Tienes algún acondicionador de Hannah bajo el lavabo? ¡Deberías habérmelo dicho antes! -Ansiosamente, Elle se levantó de un salto y se apresuró al baño.

Jackson recogió su té, tomó un sorbo, y lo encontró demasiado frío para beberlo. Sonriendo, sacudió la cabeza. Realmente se había preguntado como sería vivir con Elle. Había estado solo toda su vida. Su madre y él habían sido felices durante breves períodos juntos en el bayou, cuando ella no penaba por su padre. Y había habido algunas veces en las que podía recordar haber disfrutado de la compañía de su padre, pero habían sido pocas y muy esporádicas. Principalmente había estado solo, largos días y noches, corriendo por el bayou y evitando a los asistentes sociales tanto como era posible.

Se había valido por sí mismo en el ejército, haciendo su trabajo, hasta que había conocido a Jonas. Nadie esquivaba a Jonas. Y a través de Jonas había encontrado a Matt. Su círculo de amigos cercanos se había ampliado, pero Jonas siempre era el centro. Habían atravesado juntos el infierno y luchado para salir de él. Jonas se había librado, pero Jackson había sido capturado. Una simple misión de rutina había ido mal y entonces sí que había estado realmente en el infierno. Pasaron semanas y había sabido que estaba perdido hasta que oyó una voz.

Nunca olvidaría la voz de Elle envolviéndole en sábanas de satén y esperanza. Ella había encontrado un modo de iluminar la oscuridad y darle la fuerza para escapar. Lo habían planeado juntos, esa suave voz femenina y él. Ella le había acompañado a través de las incontables torturas, el dolor y la angustia, la humillación de estar indefenso y tener a su lado monstruos que se divertían descubriendo cuando podía sufrir un cuerpo sin matarlo. Le habían torturado y utilizado su cuerpo hasta que él mismo no fue más que un monstruo con una necesidad de venganza.

Ella estaba allí. En su mente. Negándose a dejarle incluso cuando él le había suplicado que se fuera. Le había visto atravesar todo eso y salir por el otro lado, cuando él mismo había creído imposible sobrevivir intacto. Era la primera vez en su vida que no había estado solo. Había sido el peor… y a la vez el mejor momento de su vida. Elle había compartido su mente, compartido su dolor y su esperanza y al final salvado su cordura y su vida. Había seguido a Jonas a Sea Haven para conocerla.

Aunque había sabido en el momento en que conoció a su familia que de ningún modo era lo bastante bueno para ella, que provenía de un lugar que ella nunca entendería, no pudo evitar desearla. Aún así, después de tantos años de estar solo, no había sabido como se sentiría viviendo con ella bajo el mismo techo. Ahora lo sabía.

Inhaló la fragancia que llegaba desde su baño. El agua estaba cerrada ahora y podía oírla moviéndose por ahí. Le gustaba el sonido de ella en su casa, la fragancia que era totalmente Elle. Por un momento cerró los ojos y saboreó la idea de que estuviera con él. Como hombre que había estado solo, a la deriva, sin nada en su vida aparte del deber, comprendió que encontrar a Elle había sido un milagro. Ella era su vida. Su razón para el honor, el código y todo lo que defendía. Entró en la habitación, tan femenina, tan descorazonadamente hermosa que le dolió de emoción. Su corazón realmente dolió y eso le hizo sentir como un maldito tonto, pero aún así no le importó.

– ¿Vamos a dar un paseo?

Suspiró. Esperaba que se olvidaría de ello, pero sabía que parte de esto era un desafío, plantar cara a Gratsos, negarse a permitirle controlar su vida de ningún modo. Y estaba orgulloso de ella por eso. Miró fuera al cielo despejado y dejó escapar el aliento. La mantendría lejos de la orilla y caminarían alto y más cerca de las dunas que del agua.

– Vamos, Bomber. -Hizo una seña al perro-. Vamos a pasear. Mi dama quiere ir, así que vamos.

Elle se recogió hábilmente el cabello en una gruesa trenza que colgó hasta su cintura mientras le seguía fuera. Al instante alzó los brazos al cielo y sonrió.

– Adoro el océano.

– Y yo. -No podía imaginarse viviendo en ningún otro sitio excepto aquí en la salvaje costa norte de California, con el mar tormentoso y esta comunidad tan unida. Artesanos y pescadores coexistían y trabajaban juntos para mantener el medio ambiente prístino y preservarlo tanto como podían. A Elle no parecía importarle caminar a lo largo de las dunas, por encima de la inmensa playa, lanzando ramas a Bomber y avanzar dando saltos y brincos, libre de correr cuando quería o pasear a su lado, cogiéndole de la mano mientras se abrían paso hacia abajo por el curvado litoral.

Los pájaros volaban en perezosos círculos buscando comida y fuera en el mar dos delfines saltaban y parloteaban. Se detuvieron un momento para observarlos.

– Son los delfines de Abigail -dijo Elle ansiosamente-. Sé que lo son. Bueno, no son de Abigail, por supuesto son salvajes, pero es lo mismo, realmente la llaman con un silbido distintito. Es muy guay. Dos machos, Boscoe y Kiwi vienen con frecuencia a rogarle que nade con ellos. Kiwi tiene una cicatriz de cuando salvó la vida de Abbey. Se alegrará de saber que han vuelto. -Miró hacia la casa Drake, pero desde donde estaban no podía ver la almena del capitán-. Apuesto a que está ahí arriba ahora mismo.

– Si estuviera allí, los delfines no estarían aquí siguiéndonos en nuestro paseo. -Jackson era mucho más práctico.

– A menos que ella les haya enviado a echarnos un ojo -dijo Elle.

Jackson le sonrió.

– Típico de una Drake.

Ella pateó arena hacia él y lanzó un trozo de madera a la deriva hacia la playa para Bomber.

– ¿Quieres decir que no todo el mundo tiene delfines para vigilar por ellos?

– No delfines con los que puedan comunicarse.

– Abigail puede hablar con cualquier animal -dijo Elle.

– ¿Y tú?

Ella se encogió de hombros.

– No como ella. Puedo un poco. Tengo todos los talentos, pero como tengo tantos no he podido desarrollarlos todos a pleno potencial. Escojo las cosas que necesito utilizar principalmente y trabajo en ellas. Todo lleva práctica y trabajo. No es automático.

– ¿Pero podrías conectar a algún nivel con Bomber?

Elle frunció el ceño, comprendiendo que no estaba sólo dándole conversación.

– Podría. ¿Por qué? ¿En qué estás pensando?

Él cogió el palo del perro y lo lanzó de nuevo, observando como Bomber lo perseguía alegremente. Bomber tenía un fuerte instinto y jugaría durante horas con su juguete de trabajo favorito, una pelota atada a una cuerda que Jackson utilizaba para mantenerle en buena forma junto con el resto de su entrenamiento.

– Sólo que si puedes conectar con Bomber, y él puede sentir un ataque psíquico, podríamos ser capaces de contraatacar.

Elle se detuvo. En lo alto las gaviotas se deslizaban sobre la superficie del agua, lanzando sombras danzarinas a lo largo de la arena. El viento llevaba el sonido de los delfines charlando adelante y atrás mientras éstos jugaban en el agua.

– ¿Cómo?

– No he averiguado esa parte aún, Elle, pero hasta ahora, él ha estado teniendo las cosas de su parte, principalmente porque tenías que sanar. En un día más, estarás lo bastante fuerte para dejar que Kate y tal vez Libby trabajen realmente en ti. Una vez estés a plena potencia, estoy seguro de que cuando yo no esté en tu mente, serás capaz de mantenerle fuera, pero cuando estemos juntos, podremos atacarle si viene a por ti.

Elle se mordió el labio mientras empezaban a caminar de nuevo.

– Tienes mucha fe en mí.

– Te lo sigo diciendo, estás caída, nena, no acabada.

Ella inhaló la fragancia del mar y una vez más deslizó su mano en la de él.

– Adoro Sea Haven, Jackson. Adoro todo en él.

– ¿Cuándo quieres volver a mudarte a casa?

Ella le miró rápidamente.

– Aún no. Dame un poco más de tiempo. Quiero asegurarme de que estoy lo bastante fuerte para tener a todas mis hermanas alrededor, y no tener un desliz y dejarles sentir lo que yo siento. Mis emociones están desparramadas por todas partes. A veces me siento como si hubiera llorado tantas lágrimas que ya no me quedara ninguna. Y otras veces quiero pelear con alguien, o simplemente gritar. -Tomó un profundo aliento, sus dedos se apretaron alrededor de los de él-. Tengo miedo de estar sin ti, Jackson. -Hizo la admisión en voz baja-. En realidad no puedo recordar haber tenido tanto miedo en toda mi vida.

– Yo todavía tengo miedo sin ti -dijo él-, pero probablemente no por las mismas razones.

En la distancia una pareja caminaba hacia ellos, acababan de rodear las rocas, sus huellas eran húmedas en la arena. Cuando divisaron a Jackson y Elle, cambiaron de curso para interceptarlos, aunque siguieron caminando al mismo paso lento y perezoso.

– ¿Qué significa eso?

– Significa que a veces quiero coger un arma y disparar a la gente que creo que no merece vivir. Como Gratsos. Y tal vez si no te tuviera en mi vida, lo haría.

– Jackson el tipo malo -sonrió hacia él-. No eres en absoluto como crees que eres.

Se llevó la mano de ella a la boca, besándole los nudillos.

– Sigue pensando así, cariño. No me importa.

La pareja se aproximaba a ellos mientras caminaban a lo largo de las dunas, con la tierra suave bajo sus pies. Cuando se acercaron, Elle reconoció a Clyde y Marie Darden. Clyde era bien conocido por su hermoso jardín y sus premios en la feria cada año. Estaba ferozmente orgulloso de sus flores híbridas y protegía los secretos de su jardín cuidadosamente. Más de una vez, de niña, Elle se había metido en problemas por aceptar el reto de saltar la valla y caminar por el jardín del señor Darden. Incluso había cogido una de sus flores premiadas una vez. Se había metido en auténticos problemas por eso. Darden había marchado hasta su casa para hablar con su padre, amenazando con arrancarle las orejas a cada paso del camino.

Aferró más fuerte la mano de Jackson cuando la pareja se dirigió directamente hacia ellos, bloqueándoles el paso, obviamente pretendiendo hablar. Jackson se detuvo, arrastrando a Elle bajo la protección de su hombro.

– Clyde. Marie. ¿Qué tal estáis? -añadió Jackson, sorprendiéndola. Nadie llamaba a los Darden de otro modo que no fuera señor y señora Darden. El señor Darden exigía respeto todo el rato.

– Maravillosamente, gracias, Jackson -dijo el señor Darden-. Veo que tienes a nuestra chica en casa al fin. Mantuvimos nuestra cinta en el árbol todo el tiempo que estuviste fuera, Elle.

La señora Darden asintió con la cabeza.

– Teníamos una vela en la ventana también. Y rezamos por ti, por tu retorno a salvo.

– Gracias -dijo Elle-. Todo el mundo ha sido muy amable.

– Si hay algo que podamos hacer por ti, Elle -dijo el señor Darden-. Háznoslo saber. Marie hace una sopa de pollo increíble.

La señora Darden asintió con la cabeza con cara brillante.

– Que maravillosa idea, Clyde. Traeré un poco para ti, Elle, para los dos.

– Nos encantaría -dijo Jackson antes de que Elle pudiera responder-. Tu sopa me salvó el día cuando estaba cogiendo aquel resfriado.

Elle levantó la mirada a su cara, pero él evitaba cuidadosamente su mirada. Ahora sabía quién cuidaba del jardín por él. No le sorprendía que tuviera un patio tan hermoso con el señor Darden al cargo. Ese hombre podía cultivar cualquier cosa en cualquier parte y florecía y prosperaba.

La señora Darden sonrió.

– Qué chico tan dulce eres, Jackson. Gracias por la provisión de madera. Nos ayudó de veras cuando se fue la electricidad.

Jackson frunció el ceño.

– Creía que teníais generador.

Los Darden intercambiaron una larga mirada.

– Deberíamos habértelo dicho -dijo el señor Darden-, pero estábamos tan preocupados por nuestra Elle. Le pasaba algo y se estropeó completamente en esa última tormenta.

La señora Darden palmeó el brazo de Jackson.

– Sabíamos que te preocuparías por nosotros, así que no te lo dijimos. La chimenea nos mantuvo lo bastante calientes.

– ¿Cómo cocinaste?

– Comimos sandwiches, querido -dijo la señora Darden-. La electricidad se fue sólo durante un par de horas.

– Tres días -corrigió Jackson-. Iré más tarde y echaré un vistazo al generador.

– Si insistes -dijo el señor Darden-. Y mientras estás allí, hay que cambiar una tabla de las escaleras. La señora Darden casi se cae a través de ella el otro día.

– ¿En la escalera de atrás? -Jackson sonó severo-. Os dije que esas escaleras tenían que ser reemplazadas y me dijisteis que Lance iba a hacerlo.

– Lance no ha pasado por aquí -dijo la señora Darden-. Se lo pedimos justo después de que hablaras con nosotros, pero sigue retrasando la fecha cada vez más. Creo que puede estar enfermo.

Elle sabía que ese era el código para decir que Lance había recaído. Era un bebedor empedernido y pasaba meses sin beber, pero luego permanecía borracho durante varias semanas.

– Me ocuparé de ello -dijo Jackson-. La próxima vez llamadme inmediatamente. No os arriesguéis con las caídas.

El señor Darden asintió con la cabeza.

– En los viejos tiempos, lo habría hecho yo mismo.

– Oh, sí, querido -estuvo de acuerdo la señora Darden, mirando a su marido con ojos brillantes-. Siempre hacías las reparaciones de casa. Incluso el tejado -explicó orgullosamente.

– Bueno, no hay necesidad de eso -dijo Jackson-. Marie siempre me proporciona sopa y se ocupa de mí cuando estoy enfermo. Puedo hacer algo a cambio. Así no me siento mal porque tenga que venir y alimentarme.

– Vamos, Jackson -regañó la señora Darden como si él no fuera más que un muchachito-. Casi nunca enfermas y a mí no me importa en absoluto.

De repente Bomber soltó un ladrido corto, su cuerpo se quedó inmóvil, de cara al mar. A Elle se le puso la carne de gallina en los brazos cuando vio las orejas del perro inclinarse hacia adelante y sus ojos concentrados más allá de las olas. Lentamente, temiendo mirar, giró la cabeza. Jackson ya se había movido, deslizando su cuerpo con facilidad entre ella y el mar. Cogió el codo de la señora Darden y empezó a urgirla a caminar hacia las dunas. El viento cambió y sopló hacia ellos. Mar adentro, la niebla comenzó a concentrarse, una masa gris oscura que se espesaba mientras ella observaba.

– Jackson.

– Lo veo, nena. Que no te entre el pánico.

– ¿Qué pasa, Jackson? -preguntó el señor Darden, sorprendiendo de nuevo a Elle. El señor Darden miró al perro, a la cara pálida de Elle y luego al mar-. No me gusta el aspecto de esa niebla.

No parecía molesto, sino protector, dando un paso al otro costado de ella, como si también él la protegiera del mar. Las gaviotas en lo algo gritaban. En medio de las olas, los dos delfines saltaron en el aire y cayeron con una pirueta, golpeando el agua con fuerza para atraer la atención. Ambos se alzaron sobre sus colas, corriendo hacia atrás y silbando con agitación antes de volver a hundirse bajo el agua.

– ¿Dónde está tu coche, Clyde? -preguntó Jackson.

El señor Darden miró hacia la carretera.

– Como a cuatrocientos metros más atrás. Era un día tan encantador que pensamos en caminar hasta tu casa y saludar a Elle y después volver paseando.

– Te traíamos una tarjeta, querida -añadió la señora Darden.

– Gracias -dijo Elle, intentando no sonar nerviosa-. Qué considerado por su parte.

– Tal vez deberíamos irnos todos a casa -dijo Jackson, sonando como el ayudante del sheriff autoritario-. La niebla puede ponerse bastante mal y preferiría que estuvierais a salvo. Ya sabéis lo espesa que puede ponerse y no querría que condujerais en medio de ella.

– ¿Crees que se va a poner tan mal? -preguntó la señora Darden, mirando mar adentro, obviamente molesta porque el tiempo pudiera arruinar su visita-. Miré la previsión meteorológica y no decía nada de niebla.

– Elle necesita descansar de todos modos. La llevaré conmigo cuando vaya a mirar el generador -añadió él.

La pareja sonrió y se mostró de acuerdo rápidamente. Jackson los observó hasta que rodearon a salvo el recodo y se perdieron de vista antes de urgir a Bomber y Elle hacia la casa.

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