La verja se abrió, dándoles la bienvenida a casa. Jackson levantó a Elle en sus brazos y siguió el sendero de pétalos de rosas esparcidos por el camino que se dirigía a la casa… la casa familiar Drake. Los padres de Elle les habían donado oficialmente la propiedad y el legado Drake, pareciendo muy felices mientras besaban a su hija más joven a modo de despedida.
Cada piedra vibraba bajo el paso de Jackson, los símbolos ardían con una luz propia mientras sostenía a su mujer entre sus brazos y ponía el pie sobre las piedras. La besaba cada dos pasos que daba, saboreando la boca suave y dispuesta, el sabor de la pasión y el amor combinados. La risa suave de ella flotaba a su alrededor, excitando sus sentidos.
– Mira, nena -dijo Jackson-, hacia el mar.
Elle giró la cabeza y miró al agua azul profundo. Los delfines realizaban un ballet acuático con la canción de las ballenas, saltando, retorciéndose y dando saltos mortales a velocidades espectaculares. Jadeó y le aferró más firmemente.
– Nos dan la bienvenida a nuestra casa.
– Creo que sí -estuvo de acuerdo él.
La celebración de la boda había durado hasta bien entrada la noche. Elle se sentía como una princesa, bailando toda la noche con su príncipe. Las estrellas brillaban como diamantes en el cielo y estiró la mano para estudiar el resplandor de su dedo.
– Mira esto. Es tan hermoso, Jackson. ¿Cómo pensaste en ello en medio de todo lo demás?
– No podíamos casarnos sin un anillo -dijo y le besó la comisura de la boca-. Lo tengo desde hace meses.
– Lo adoro.
Él dio un paso sobre el porche y frunció el ceño, girando alrededor, sosteniendo todavía a Elle contra su pecho. La larga falda brilló a la luz de la luna cuando se dio la vuelta.
– El porche parece un poco diferente. ¿Cuándo lo han cambiado? Antes no había un alero, y se envuelve completamente alrededor de la casa, pero no puedo decir que parte es nueva y cual es vieja. Todo está entremezclado.
Ella le acarició el hombro con la nariz.
– Se parece al porche que construiste en tu casa.
Él se detuvo durante un momento, estudiando el porche, intentando averiguar cómo la madera nueva parecía envejecida, como si hubiera estado allí durante años. Sintió temblar a Elle con la brisa fresca de la noche y se volvió hacia la casa. La puerta principal se abrió, como por una mano invisible, rociando de luz el porche. La habitación delantera debería haber estado oscura y fría, pero el calor se filtró, envolviéndolos junto con el olor a canela y manzana.
Se acercó al umbral con Elle y miró adentro. El cuarto delantero estaba transformado. Suelos de madera y techos altos como de catedral daban a la casa el aspecto de la que él habría diseñado. La gran chimenea de piedra estaba todavía allí con una recargada pantalla de vidrio alrededor, los símbolos resplandecían en varios colores por las llamas que bailaban detrás.
– ¿Cuándo hizo esto tu familia? Yo estaba aquí mismo. -Bajó la mirada, al gran mosaico en la entrada. Las piezas bailaban con la luz, lanzando una multitud de estrellas hacia el techo. Pequeñas chispas diminutas saltaban y crujían en el aire, unos mini-fuegos artificiales. Vaciló, inclinándose cerca de la oreja de Elle-. Nena, tengo que decírtelo, esta casa es espeluznante. Creo que está viva.
Ella giró la cara hacia arriba para besarle.
– Sólo está dando la bienvenida a la nueva generación. Se tranquilizará tan pronto como demos un paso dentro.
– ¿Estás segura?
Ella rió.
– Da el paso. Ya te has casado conmigo y cambiado tu nombre por mí. Bien puedes recorrer todo el camino y aceptar la casa. He notado que ya ha estado cambiando de acuerdo a tus preferencias.
Él tomó posesión de su boca, quizá reuniendo valor, no lo sabía, o podría haber sido la alegría que subía como burbujas de champaña por su sangre. Ella era hermosa. Y estaba en casa. Era suya.
– Tú eres mi preferencia -indicó y dio un paso a través del umbral.
Los mosaicos brillaron, cobrando a un matiz rosa-púrpura, pero ella tenía razón, en el momento en que su pie tocó el suelo, la casa fue sólo eso… una casa. No, era un hogar. Olía a hogar y consuelo, un refugio para ellos.
La besó otra vez.
– Necesitamos una cama.
– ¿En este minuto? -Ella le acarició el cuello con la nariz, sonriendo ante la urgencia de su voz.
– Justo en este minuto -insistió él.
Riéndose, Elle comenzó a señalar a la escalera, hacia su viejo dormitorio de la niñez, al piso donde siete dormitorios esperaban a ser ocupados, y entonces se dio cuenta de que el dormitorio principal era ahora el suyo. Inhaló bruscamente y se apretó más contra él, la enormidad de su legado la inundó.
– Nos irá bien -susurró él, siguiendo la dirección en su mente.
Comenzó por el vestíbulo ancho, frunciendo el entrecejo un poco, pensando que parecía más ancho con los techos más altos. Las puertas estaban abiertas y cuando pasó una, vislumbró un piano de media cola nuevísimo. Se detuvo bruscamente en la puerta. Jackson permitió lentamente que los pies descalzos de Elle cayeran suavemente al suelo. Le rodeó la cintura con un brazo, echando una mirada alrededor del cuarto asombrado.
– Mira esto. Una sala de música.
Dio un paso adentro, su mirada subió hacia el techo y por todas partes. El cuarto estaba construido con azulejos acústicos, obviamente insonorizado. Otra vez, un cuarto espacioso con sólo dos sillas anchas y cómodas y una alfombra gruesa. Las velas adornaban los rincones y la chimenea de gas estaba encastrada en la pared, casi un duplicado exacto de su santuario.
Pero el piano… Casi tenía miedo de tocarlo.
– Esto es extraordinario.
– Cada una de mis hermanas nos ha dejado un regalo. Este es de Joley.
Él sacudió la cabeza.
– Esto es demasiado.
Ella le tomó la mano.
– Necesitarás este cuarto como consuelo, ambos lo necesitaremos. Habrá veces que necesitaremos excluir al resto del mundo y encontrar paz. Joley nos ha dado eso.
– Nunca podré compensárselo.
– Estamos dando a la familia Drake la próxima generación, Jackson. Cada una de mis hermanas hacen una contribución para nuestras hijas.
El concepto era casi más de lo que él podía comprender, el modo en que las hermanas se sentían unidas unas a otras, tan estrechamente atadas, entregándose tan libremente a las demás sin esperar nada a cambio.
Sonriendo, Elle le tiró de la mano.
– Ven. Vamos a ver nuestros regalos de boda.
Jackson casi tenía miedo de mirar después de ver el piano. Se asomaron a otra habitación, ésta era bastante grande y descubrieron una biblioteca, libros del suelo al techo con una escalera rodante que corría por delante de las cuatro paredes. Mullidos sillones con mesitas entre cada conjunto proporcionaban lugares cómodos para leer, la iluminación eran tan perfecta como Kate había podido hacerla para ellos y sus hijas. Había libros de consulta, clásicos, una sección en idioma extranjero, toda clase de libros de ficción, con los libros de Kate prominentes en un estante.
– Los ha firmado -dijo Jackson, depositando uno de vuelta en el estante-. Y hay una sección entera de libros infantiles así como de libros sobre el cuidado de niños. -Desplegó una sonrisa-. Apuesto a que me tenía en mente cuando seleccionó ésos.
– Algunos de éstos son muy raros -dijo Elle-. Esto es tan Kate.
El siguiente cuarto tenía que ser de Sarah. Aparatos de alta tecnología de toda clase estaban colocados a través del cuarto. Avanzados sistemas de ordenadores, terminales meteorológicas, terminales interactivas y de juego estaban por toda la habitación. Jackson se inclinó sobre un artículo.
– Esto es para ti. Una pequeña y bonita pulsera tobillera para que pueda saber donde estás siempre.
La ceja de Elle se disparó hacia arriba.
– ¿De verdad? Porque estoy segura de que mi hermana pretendía que yo te rastreara a ti.
– No conozco la mitad de estas cosas -admitió Jackson.
– Oh, no te preocupes, Sarah y Damon se asegurarán de enseñarnos -indicó Elle-. Son expertos en seguridad y apuesto… -Cruzó el cuarto para abrir la puerta a un cuarto mucho más pequeño. Éste se negó a abrirse hasta que apretó la palma sobre la pantalla. En el interior había armas. Muchas armas. Elle retrocedió para que Jackson pudiera mirar dentro, silbando suavemente, con una sonrisa ancha en la cara.
– Ahora siento que estoy en casa.
Ella abrió otra puerta. Ésta era muy diferente, hecha de acero, que encajaba cómodamente en el marco. Echó una mirada alrededor. Camas. Sillas. Estanterías. Botiquines de urgencia bien surtidos. Agua embotellada. Velas. Ella le miró.
– ¿Qué es esto?
– Una habitación del pánico. Os puedo empujar dentro a ti y a las chicas y saber que estáis a salvo.
Elle, todavía envuelta apretadamente en su mente, sintió que un poco de tensión le abandonaba. Le puso una mano en el brazo.
– Has estado preocupado.
Él se encogió de hombros.
– Eres mi vida, Elle. Cuándo tengamos nuestras niñas, estarán incluidas en ese círculo y no soy un hombre que lo pierda todo. Te quiero tan segura como sea posible.
– ¿No crees que tres perros de protección, un cuarto lleno de armas, una habitación del pánico y una casa que come personas sea un poco exagerado?
Él la cogió, acercándola de un tirón
– Creo que necesitaremos tres perros, un cuarto lleno de armas, una habitación del pánico y una casa que come personas en el momento en que tengamos a nuestra primera hija.
Ella se rió.
– Estás tan loco.
– ¿Qué hermana te ha regalado la habitación del pánico?
– Libby. Sin duda. Nos querría a todas a salvo, todo el tiempo. ¿Y te has fijado en que hay todo un equipo de primeros auxilios ahí adentro? Definitivamente Libby. Hemos conseguido un suministro de por vida de tiritas.
Él rió y la condujo por el vestíbulo, su cuerpo haciendo demandas urgentes.
– ¿Cómo apartamos este top sin arruinarlo? -Llevaba mirando la tentación de esa extensión de suave piel desnuda toda la tarde. Las manos ya se estaban deslizando sobre el encaje, desenganchando y abriendo el delicado material, para cuando ella se detuvo en la puerta del cuarto más cercano al dormitorio principal, pudo ahuecar el peso suave de los senos en las manos.
Jackson puso el mentón en el hombro de Elle, escudriñando la guardería infantil. Supo inmediatamente que este tenía que ser el regalo de Hannah para ellos. Giraban estrellas en el techo. El cuarto parecía celestial, con un fresco pintado en las cuatro paredes. Los símbolos de protección estaban tejidos en el tema del universo, el cuarto era de colores tranquilizadores, diseñado para proporcionar paz.
– Quiero hacer un bebé contigo en este momento. -Le mordió el lóbulo de la oreja, su susurro era pícaro-. Podemos intentarlo e intentarlo hasta que lo hagamos bien. Necesitamos practicar, Elle.
– Hmm -reflexionó ella, girando la cabeza, llevando un brazo atrás sobre el hombro para sostenerle la cabeza y poder besarle-. No creo que tengas demasiados problemas en ese departamento.
Las manos de Jackson fueron a las caderas, empujando la tela de raso.
– Si fuera bueno, ya te tendría fuera de este vestido.
Ella se meneó hasta que la larga cortina de tela se deslizó por sus muslos hasta formar una piscina en el suelo, dejándola con un tanga blanco de encaje que dejaba sus nalgas desnudas. Las manos de Jackson fueron inmediatamente a ahuecar la tentadora invitación, y la empujó hacia él, poniéndola de puntillas. Fundió su boca con la de ella y la sacó del vestido mientras se movían hacia el dormitorio principal. Las manos de Elle fueron a los botones de su camisa mientras bajaban por el vestíbulo, abriendo la delgada camisa blanca del esmoquin para poder pasar las manos por el torso desnudo. En el momento que él levantó la cabeza, ella arrastró besos calientes hacia abajo por el vientre plano.
Jackson inhaló bruscamente, mirando maravillado alrededor del cuarto mientras los dedos de Elle se ocupaban afanosamente de sus pantalones. Ella se arrodilló, bajándole los pantalones, empujando la tela hasta el suelo para que él pudiera dar un paso fuera de ellos.
Dos de las paredes del cuarto eran de cristal, llenas de agua salada, donde vivían y nadaban coral y peces en un tanque gigante. Suaves luces aportaban un cierto resplandor mientras peces de formas extrañas y brillantes colores se movían pacíficamente detrás del cristal. Supo que esto era el regalo de Abbey. El océano en su dormitorio.
Bajó la mirada a la mujer arrodillada a sus pies y el corazón se le hinchó. Esta era una fantasía que nunca se habría imaginado, ni en su sueño más salvaje. Se estiró y quitó las orquillas del glorioso pelo para que se extendiera por su espalda, los sedosos mechones acariciaron los senos y los pezones asomaron tentadoramente entre él.
– Elle. -Pronunció su nombre. Esperó a que alzara la mirada. Muy lentamente la puso de pie-. Dime que soy tu elección. No de la casa. No del destino. Tuya, Elle. Tiene que ser tu elección.
Ella levantó ambas manos para enmarcarle la cara.
– Por toda la eternidad, Jackson. Siempre serás mi elección.
Se puso de puntillas, inclinando la cabeza para alcanzarlo. Él simplemente la levantó y la llevó a la cama regada de pétalos rosas, tendiéndola, fue con ella, y Elle supo, en su corazón, en su mente, que estaba en casa.
El viento sopló desde el mar hacia a la casa que había justo debajo de la propiedad Drake donde Sarah y Damon vivían, se arremolinó alrededor, escuchando los suaves sonidos de amor que provenían del dormitorio. El viento se movió hasta el viejo molino donde la nueva librería y cafetería se erguían orgullosamente mirando al mar. Kate y Matt no habían llegado a entrar en su casa justo más allá del molino. Estaban tumbados juntos en el porche, moviendo las manos frenéticamente cada uno sobre el cuerpo del otro. Moviéndose por al costa, el viento encontró la casa de la playa sobre el mar de Abigail y Alexandr, donde Abigail estaba sentada en el regazo de Alexandr en el jacuzzi, con una copa de chispeante champaña en la mano, aferrándose a la boca de Alexandr mientras sus caderas se movían con un ritmo lento y sensual. Justo un poco más arriba por la costa en una inmensa propiedad, Ty apretaba a Libby contra el cristal, fundiendo la boca de ella con la suya. A través de la carretera, el viento viajó para encontrar a Hannah envuelta en los brazos de Jonas, sus cuerpos entrelazados en la inmensa cama de postes, y luego golpeó a través de acres de árboles hasta la casa grande de al lado, donde Ilya tenía a Joley sujeta contra la pared, ella con los tobillos cerrados alrededor de las caderas de él.
Levantando hojas y ramitas, el viento volvió sobre sus pasos, de vuelta a casa, dirigiéndose mar adentro, deteniéndose solamente para rodear la casa Drake un momento, acariciando las ventanas mientras, dentro, Elle y Jackson hacían el amor.
Retrocediendo de vuelta al mar, el viento aceleró en pequeñas ráfagas juguetonas, en celebración, antes de alzarse sobre el océano, llevando un suave susurro al pequeño pueblo de Sea Haven. Las hermanas Drake han vuelto. Todas han vuelto a casa para quedarse.