Capítulo 7

Jackson se despertó, pistola en mano, su mirada ya buscaba un blanco por la habitación. No se movió, consciente de que Elle estaba acurrucada a su lado, llevando sólo la camisa de él y los vendajes. El ruido había provenido de ella, un sonido tímido y angustiado que resultó desgarrador. Soltó el aliento y deslizó la pistola de vuelta bajo la almohada, girándose con cuidado para así no rozar sus heridas.

Elle se sentó abruptamente, extendiendo las manos a la defensiva, arremetiendo contra un atacante invisible, los pechos subían y bajaban bajo la delgada camisa como si luchara por tomar aire. Giró la cabeza, buscando frenéticamente por la habitación antes de dejar caer una mano en el pecho de él.

Jackson. Él está aquí.

Su voz, tan débil y repleta de terror, junto con el puro pánico en su pálido rostro, le brindó un escalofriante instante. Los tentáculos del miedo se deslizaron por su espina dorsal y el estómago se le anudó en respuesta. Echó un vistazo al pastor alemán tumbado en la entrada. El perro estaba alerta, plenamente consciente de Elle, pero sin dar la alarma. Jackson se relajó.

– Mira a Bomber, cariño. Está muy bien entrenado. Nos alertaría si hubiera un intruso.

– Oí su voz. Susurrándome.

La mano se movió lentamente hacia su garganta, acariciándose con los dedos con inquietud, como si estuviera irritada. Incluso la voz era forzada, como si le doliera al hablar.

– ¿Qué dijo?

Jackson se incorporó y la arrastró a sus brazos para calmarla, teniendo cuidado de evitar frotar su cuerpo contra el de ella, temiendo lastimarla.

Elle frunció el ceño.

– Estaba pensando en ti. En lo segura que me haces sentir y entonces no podía respirar y lo oí susurrando con esa voz… ronroneando con satisfacción como siempre hacía.

Ambas manos revolotearon hacia su garganta. Su voz sonaba distante, débil y muy asustada.

– Fue un sueño. Sólo un mal sueño, Elle. Vas a tener un montón de ellos.

Ella se humedeció los labios.

– No lo creo, Jackson. Sabe cómo encontrarme. Dijo que te mataría delante de mí, y que sería una muerte lenta.

Jackson envolvió ambos brazos alrededor de su trémulo cuerpo.

– Era un sueño. Piensa que eres Sheena MacKenzie. No tiene manera de rastrearte, cariño. Y no muero tan fácilmente, recuerda. Incluso si va tras nosotros, no cuenta conmigo. No tiene manera de saber qué clase de hombre soy, pero tú sí -frotó su coronilla con la barbilla- sabes lo bastardo que soy.

Un único sollozo escapó y él sintió el estremecimiento que le recorrió el cuerpo. Jackson enterró la cara contra su cuello.

– Estás a salvo, Elle. Estás aquí conmigo y estás a salvo. Túmbate e intenta dormir.

Ella negó con la cabeza inflexiblemente.

– Tengo miedo de cerrar los ojos. Cuando lo hago, él está allí. -Su voz era el sonido de la desesperación-. Lo juro, Jackson, estoy teniendo ataques de pánico igual que Hannah. Nunca tuve uno en mi vida, pero no puedo respirar y mi corazón palpita demasiado rápido porque tú estás durmiendo y ya no puedo sentirte en mi cabeza.

Envolvió el brazo alrededor de la cintura de él y presionó su cuerpo apretadamente contra el suyo, sin pensar en las heridas.

Él le inclinó la cara hacia arriba, rozando las lágrimas con sus labios, probándolas. Siguió el rastro hacia la comisura de la boca y se detuvo cuando la sintió retroceder.

– ¿Qué pasa?

– Me da vergüenza contártelo.

Una sombra de sonrisa suavizó la línea de la boca de él.

– No creo que tengamos mucho más que esconder el uno del otro. Sabes más de mí que nadie y creo que sé mucho sobre ti.

– Aún así es embarazoso.

Elle encontró que algo de la tensión abandonaba su cuerpo. Algo en Jackson la hacía sentir fuerte cuando sabía que no lo era.

– Sé valiente.

– En el minuto en que vas a dormir y abandonas mi mente, todas esas imágenes me invaden. De él. Su boca sobre la mía. -Se tocó los labios con los dedos-. No quiero recordarlo, su sabor, o sentirlo encima de mí, así que te miro, a la cara. Tu boca. -Un débil color le arreboló las mejillas-. Imagino cómo sería besarte. Qué sabor tendrías. Cómo se sentirían tus labios contra los míos. -Parpadeó para controlar las lágrimas y descansó la frente contra la suya-. Al igual que antes, no puedo respirar, Jackson. Siento sus manos en mi garganta sacándome la vida y puedo oírlo susurrando que te matará delante de mí. Su voz era tan real.

Alzó la cabeza y lo miró fijamente a los ojos, queriendo… deseando… que la creyera.

Jackson bajó la mirada hacia ella durante un largo momento sin hablar, los ojos indescifrables. Subiendo la mano hacia su nuca, la ahuecó y la dejó descansar allí con un indicio de posesión. El corazón de Elle empezó a palpitar. Bajó la cabeza hacia la de ella. Lentamente. Dándole tiempo para apartarse. Ella no lo hizo, pero sintió su cuerpo tensarse. Probó el miedo en su propia boca. No puedo.

– Esto no va de sexo, nena -le susurró, con los labios contra la comisura de su boca-. Va de ti y de mí. De cómo me siento. Qué sabor tengo. Así no tendrás que imaginar… sabes. Y cada vez que necesites borrar su recuerdo, tendrás otro que poner en su lugar.

Su olor era puramente varonil. Su aura la rodeaba, fusionándose con la de ella. Los colores eran más oscuros que los de la mayoría de la gente, pero no intentaba esconderlo de ella. Sus labios, ligeros como una pluma, le tocaron la piel, rozaron el borde del ojo, revolotearon mejilla abajo hacia la boca. Cada caricia de sus labios era suave, un soplo sobre su piel, suave pero firme. Podía sentirse a sí misma, manteniéndose tensa por dentro, con los músculos inmovilizados y agarrotados, el terror dominándola y conmoviéndola con cada beso. Tan leves, pero inexistentes, tranquilos, sin prisa, como si tuvieran todo el tiempo del mundo… como si fueran los únicos y no existiera nadie más. Con cada toque de su boca sobre la piel, la tensión se alejaba, continuó conmoviéndola hasta que se sintió casi derretirse, hasta que levantó los brazos, le rodeó el cuello y se inclinó más cerca.

La boca de Jackson se posó en ella. No vertió lujuria ni siquiera amor en su boca. No hubo exigencias, ni presión, simplemente esa pincelada ligera como una pluma de un artista… un poeta… un auténtico maestro manejando un instrumento de un modo que la hizo desear llorar de alegría. Lo sentía en su mente, llenando cada oscuro espacio con atenciones, con fortaleza, con una lenta y ardiente pasión que la hizo sentir viva, cuando había estado muerta durante tanto tiempo.

Profundizó el beso, deslizándose suavemente hasta el siguiente, deslizando las manos hacia arriba, hacia su rostro, enmarcándola, sujetándola, acunándola como si fuera el tesoro más preciado en el mundo. Ella continuó derritiéndose, como si el intenso calor que él generaba descongelara el glaciar azul pálido de su interior. Su boca se movió hacia la suya, deseando más… incluso necesitándolo.

En el momento en que participó, en el momento en que lo aceptó, la garganta se le constriñó, como si unos dedos la apretaran implacablemente y sus pulmones ardieron faltos de aire. Se aterrorizó, trató de apartarse, trató de liberarse de la invisible mano en su nuca.

Jackson no desistió.

– Abre los ojos, nena. Levanta las pestañas y mírame.

Las palabras fueron susurradas contra su boca, dentro de su boca, los labios nunca se apartaron de los de ella.

Elle abrió bruscamente los ojos y se encontró mirándolo fijamente. Nunca se había dado cuenta de la intensidad del color de esos ojos, cómo se parecían a la obsidiana negra. Había absoluta determinación en aquellos ojos, una oscura promesa de protección y algo más que no estaba segura de querer ver… la necesidad de destruir a su enemigo.

– Ahora respira conmigo. Sólo nosotros dos. No hay nadie más aquí. Arrastra el aire hasta tus pulmones, Elle, y respira conmigo.

Bajó la mano deslizándola desde la cara hasta su tórax, descansando la palma allí mientras con la otra mano presionaba la palma de ella en su propio tórax. Ella sintió su respiración. Dentro. Fuera. La mecánica de eso y su mente atándolos juntos, amarrándolos, los convertía en uno, haciendo que su cuerpo automáticamente siguiera el de él y sacara el aire de él. La boca de él en la suya. Sintió relajarse su garganta. Sintió los pulmones inhalando profundamente el elemento vital en su interior. Saboreó a Jackson. Sintiéndolo en su interior. Sabiendo que era real y sólido y que lucharía a su lado, permanecería frente a ella, protegiéndola, haciendo lo que fuera necesario para mantenerla a salvo.

– ¿Cómo dudé de ti?

– ¿Cómo dudamos el uno del otro? -corrigió Jackson tiernamente. Rozó los labios a lo largo de los de ella una última vez y alzó la cabeza-. Estamos juntos en esto, Elle. Tienes que pensar en nosotros como en una unidad. Si lo haces, lo lograremos.

– Ahora mismo, pienso en nosotros como si compartiéramos la misma piel -admitió Elle-. Sé que necesitas espacio, Jackson, y de verdad aprecio que permanezcas en mi mente.

Él la abrazó, escuchando su silencioso llanto hasta que Bomber empujó la cabeza contra ellos en un esfuerzo por consolarla también. Jackson palmeó la cabeza del perro.

– ¿Te sientes con fuerzas? ¿Qué te parece un paseo a medianoche? -miró el reloj-, bueno, ¿a las tres de la mañana? ¿Puedes? Podemos coger un par de sillas e ir a sentarnos y observar la salida del sol.

– Pero necesitas dormir.

Él se encogió de hombros.

– En realidad, nena, me he tomado una excedencia del trabajo. Me deben un montón de días por enfermedad y tiempo personal y supongo que ahora es un buen momento para aprovecharlos, así que podemos dormir de día, quedarnos levantados toda la noche y vivir como un par de vampiros, menos por lo de chupar cuellos, aunque más adelante, cuando estés preparada, podríamos incluir eso en nuestras actividades nocturnas.

– ¿De verdad me harías rastas en el cabello?

Elle alzó la cabeza del pecho de él, cansada de llorar, cansada de sentirse fuera de control. Puede que tuviera miedo, podía incluso estar debilitada, enfadada o sentir la necesidad de encontrar a Stavros y meterle una bala en la cabeza, pero tenía que dejar de llorar. Había vuelto del revés la vida a Jackson y él no pronunciaba ni una palabra de queja.

Jackson le alzó la masa rojiza de cabello enredado.

– No creo que tengamos que hacer mucho para lograrlo. Ya eres una gigantesca rasta.

Él se levantó, cruzando la habitación con los pies descalzos y los vaqueros en las caderas, el primer botón sin abrochar.

¿Por qué se había fijado ella en ese detalle en particular? ¿Y por qué tenía la boca seca? Imposible que alguna vez fuera a desear que un hombre volviera a tocarla, no de esta manera.

Jackson volvió la cabeza, mirándola por encima del hombro, sus ojos dos pozos negros y despiadados.

– Cuando te toque, Elle, vas a sentir amor. Estarás preparada algún día y cuando así sea, nos amaremos el uno al otro.

Odiaba en lo que se había transformado, lo que Stavros había hecho de ella. Tenía que darle algo.

– Siempre te he amado, Jackson. Desde la primera vez que tu mente conectó con la mía, te amé.

– Menudo momento para decírmelo, nena -le dijo volviéndose hacia ella e inclinándose, abarcándole la garganta con la mano en una leve caricia-. Pero gracias. No sé cómo demonios soy tan afortunado, pero lo aprovecharé.

– Yo soy la afortunada.

Y lo era. Tenía a Jackson. Tenía a sus hermanas esperándola, listas para ayudarla y darle apoyo. Tenía un pueblo entero de gente que la había visto crecer y deseaba su bien. Muchas otras jóvenes no tenían tanta suerte. No tenían a nadie que las ayudara a superar el trauma de la violación y la agresión.

Jackson le agarró la mano y tiró.

– Ven. Vamos a ver como sale el sol.

Elle se levantó lentamente, dejando caer la sábana, quedando en camisa y piel desnuda.

– ¿Por qué no me preguntas por qué no te dejo lavarme el pelo?

Jackson la soltó y caminó hacia los cajones para sacar un chándal que se ataba a la cintura. Se lo ofreció, mientras su mirada la recorría con una ternura cautivadora que nunca habría asociado con él.

– No estás preparada. Cuando lo estés, me lo dirás.

Ella se tocó el cabello.

– Siempre adoré mi cabello. Mamá decía que era mi mejor rasgo, mi gloriosa corona.

– Tus ojos son tu mejor rasgo. -Ladeó la cabeza para estudiarla-. Quizás tu boca. Tienes una boca matadora. Tu sonrisa puede parar el tráfico. Pero adoro tu pelo. Todo ese rojo encendido me recuerda que en realidad eres un pequeño cartucho de dinamita.

– Ya no tanto.

Se puso el chándal.

– Estás caída, Elle, no acabada.

Él se puso una camisa, cogió una manta y dos jerséis, señalando que lo precediera fuera de la habitación.

Bomber empujó contra la pierna de Elle como guiándola y ella dejó caer la mano sobre su cabeza, sintiéndose más segura con la presencia del perro.

– Tengo dos perros más en camino -anunció Jackson mientras abría la puerta, pasando la mano por encima de la cabeza de ella.

Elle frunció el ceño mientras se agachaba bajo el brazo para salir.

– ¿Dos perros más? ¿Qué quieres decir?

– Perros guardianes. He trabajado un poco con ellos. Una amiga mía los entrena. Los dos que vienen son muy hábiles y he trabajado antes con ellos. Lisset los vende, así que le pedí que cuando estuviera preparada para dejarlos ir, me diera la primera oportunidad.

– ¿Lisset?

Nunca le había oído hablar de otra mujer. Ni una vez. Nunca había oído ni un murmullo sobre que tuviera citas, o le había visto contestando a la llamada de una mujer. Jonas nunca había mencionado a otra mujer.

Le estudió realmente. Los amplios hombros, el abdomen plano y las estrechas caderas. Tenía un trasero muy bonito, en el cual ella había reparado a menudo.

– Para.

Ella alzó la ceja.

– Eres endemoniadamente guapo.

– No, no lo soy. -Le atrapó la mano cuando ella comenzaba a avanzar hacia el sendero que se dirigía a la playa-. No bajaremos allí. Nos sentaremos aquí bajo los árboles y observaremos como sale el sol.

– Creía que íbamos a bajar a la playa.

Había echado de menos pasear por la playa con la arena fresca en los dedos de los pies y el viento proveniente del océano en el rostro.

– No podemos correr el riesgo de que te entre arena en las heridas.

– Sí, podemos. -Inclinó la barbilla hacia él-. No me molesta un poco de arena.

Era la primera vez que realmente actuaba como Elle. Los profundos ojos verdes desafiantes chispeaban con un color esmeralda y Jackson sintió como se le encogía el corazón.

– Estoy seguro que a ti no te molesta, cariño, y tan pronto como tu hermana Libby mueva el culo hasta aquí, y te cure esas heridas abiertas, podrás revolcarte en la arena si quieres. Mientras tanto, nos sentaremos bajo los árboles y miraremos el mar desde aquí arriba.

La boca de ella se frunció.

– Jackson, no es para tanto.

Él alargó la mano con engañosa naturalidad, le cerró los dedos alrededor de la nuca y avanzó hacia ella, un lento paso cada vez.

– Si hubieras sido una chica lista, te habrías quedado con tus hermanas. Entonces cuando quisieras pasear por la playa con las heridas abiertas, ellas habrían discutido contigo y al final te lo habrían concedido porque ahora mismo quieren darte cualquier cosa. Yo también quiero dártelo, Elle, pero no a riesgo de una infección. Elegiste quedarte conmigo, y tienes que sufrir las consecuencias. No he cambiado y no voy a cambiar. Haremos lo mejor para tu salud. Si quieres enfadarte conmigo, y ambos sabemos que necesitas enfadarte con alguien, entonces de acuerdo, puedo vivir con eso. Y ya te he dado más explicaciones de las que nunca he dado a nadie en mi vida.

– ¿Es así como se supone que ganas puntos?

Otra vez esa sonrisa débil y fantasmal que llegó de la nada y sus blancos dientes centellearon brevemente.

– Tal vez. No me preocupan mucho los puntos. Y tampoco me importa levantarte en brazos y cargar contigo hasta los árboles. Así que, decide.

– Menudo caballero blanco estás hecho.

Lo empujó para pasar y se encaminó por el desgastado camino hacia los cipreses mecidos por el viento que daban al océano.

– Supongo que eso puede haber sido un sarcasmo.

Puso la manta sobre el suelo en la cima de la pequeña cuesta de cara a las dunas que lo separaban del mar.

Elle se dejó caer sobre la manta, suspirando pesadamente para demostrarle que no estaba tan contenta como habría estado paseando por la playa.

– Supones bien.

Jackson le pasó un jersey sobre la cabeza, sus manos fueron tiernas cuando le pasó los brazos por las mangas. Se había rendido con demasiada facilidad. Elle Drake lo habría hecho marchitarse al momento por atreverse a darle órdenes, aunque fuera por su salud, pero al menos había protestado, ganara o no.

– Libby puede venir mañana, quizás con Sarah o Hannah si no te sientes abrumada.

El aliento de Elle se le atascó en la garganta mientras la alarma la apuñalaba.

– No -negó con la cabeza-. Rotundamente no. No quiero que lo sepan.

– Nena -dijo en voz baja, cogiéndole la mano, trazando perezosos círculos con el pulgar en el interior de su palma-. Ya lo saben.

Ella le atrapó los dedos y los sujetó con fuerza.

– No, no lo saben. Saben algo en plan, oh, pobre Jackson, fue torturado. Qué terrible. Y por supuesto se sienten terriblemente mal por ti. Tienen una tremenda compasión, pero no saben lo que es ser despojada de toda dignidad, toda humanidad, sentirse menos que un animal, gateando desnuda y ciega por el suelo, un cuerpo para ser usado de cualquier forma que alguien crea conveniente. Sabiendo que puedes ser violada, tratada brutalmente, sodomizada, golpeada, obligada a pasar hambre y a cometer cualquier acto depravado solamente para el entretenimiento de alguien. A menos que hayas pasado por eso, no puedes sentirlo. No está estampado en tu alma tan profundo que estás marcado de por vida.

Jackson se pasó la mano por el pelo y se removió, los nudos en sus entrañas se endurecían. Sabía lo que quería decir. El conocimiento, la amargura, la rabia. Podía saborearlos en su boca y oírlos en sus propios gritos. El sudor le perló la piel y apartó la mirada de ella.

– No lo hagas -siseó Elle entre los dientes apretados. Su mano le atrapó la cara y le obligó a girar la cabeza, a mirarla-. Si sabes todos los detalles de lo que ese hombre me hizo, entonces no te apartes de mí porque sé lo que te hicieron a ti. Si puedes mirarme y aceptar mi degradación y dolor, entonces no te alejes de mí cuando comparto los tuyos.

Él se inclinó y rozó los labios a través de su boca, sobresaltándola.

– Los hombres creemos que tenemos que proteger a las mujeres y poder con ello, eso es lo que debemos poder hacer. -Cuando ella siguió mirándolo fijamente él suspiró y posó un suave beso sobre su boca otra vez-. De acuerdo. Lo capto. De verdad, Elle.

– Antes, cuando fuiste capturado y estábamos conectados y te pedí que vivieras, sabía lo que significaba, sabía lo que te estaba pidiendo y lo que eso significaba para mí. Cuando tú me pediste que viviera, esperaba que supieras lo que eso conllevaba. Sabía que estábamos compartiendo recuerdos en nuestras mentes, que conocías cada detalle de lo que me sucedía en sus manos, y yo supe cada detalle de lo que te ocurrió cuando fuiste capturado. ¿Te molesta tanto que lo sepa?

Su mirada se movió rápidamente hacia la cara de ella. ¿Había una nota de dolor en su voz? ¿Había una diferencia? Sabía lo que Stavros le había hecho, utilizado su cuerpo, forzando su conformidad, e incluso su placer, y sabía que se sentía avergonzada por eso. Para él, eso formaba parte del proceso de humillación y degradación que Stavros había utilizado para derrotarla. Por supuesto que necesitaba saber lo que Stavros le había hecho, lo que había sufrido, para poder ayudarla. Quería ayudarla. Le había dicho que no la dejaría sola y hablaba en serio. Lo había sabido, desde el momento en que le pidió que viviera por él, el alcance del compromiso que estaba aceptando… incluso más que el que había aceptado ella. Elle pasaría a través de todas las fases de la recuperación con él… la recuperación que pudiera lograr… y la rabia formaría una gran parte de ella.

Estaba ligado a la mente de ella durante cada momento de vigilia, algo que habría sido incómodo para un solitario como él, pero por primera vez en su vida, no se había sentido tan completamente solo. Él era diferente. Había sido diferente desde su más tierno recuerdo, y ahora, al mantener su mente entrelazada con la de Elle, algo en su interior estaba cambiando. Se descubría a sí mismo siendo más empático con ella. Sabía casi antes que ella lo que estaba sintiendo. Se sentía como si su mente se envolviera más y más en la de ella, atándolos juntos de maneras que no había esperado.

– ¿Jackson?

Su suave pregunta atrajo a su mirada de un salto a la de ella.

– También te ocurre a ti, ¿no? Ves dentro de mí cada vez más y más, incluso dentro de los oscuros lugares que intento escudar de ti.

Elle asintió con la cabeza y se apoyó en él.

– No tienes que escudarte de mí, Jackson. Tengo mis propios lugares oscuros.

– ¿Es el legado? ¿Es así cómo funciona? ¿Vinculándonos tan fuertemente que no podemos existir el uno sin el otro?

– No tengo ni idea de cómo funciona, sólo que existe -sonó amargada-. No me salvó, y no te salvó a ti, Jackson. Ya ni siquiera sé quién es Elle Drake.

Jackson la rodeó con el brazo.

– Yo sé quién es Elle Drake, y ahora mismo, con que uno de nosotros lo sepa es suficiente. Nos lo tomaremos con calma.

– Voy a ir tras él.

Él se quedó en silencio, desarrollando una protesta. No permitiría que Elle se acercase para nada a Stavros Gratsos, ni ahora, ni nunca. Tenía planes para ocuparse de ese hombre él mismo, pero necesitaba distancia. Tiempo y distancia. Los recuerdos eran muchos y un francotirador tenía un cierto método reconocible para los que le rodeaban. Incluso con el testimonio de Elle, no tenía pruebas de que Stavros estuviera involucrado con el tráfico de humanos. Lo máximo que podrían conseguir sería cargos por secuestro y violación, y posibilidades de que el hombre tuviera suficiente dinero para librarse. Todo el mundo había visto al magnate de barcos con Sheena MacKenzie. Pensaban que eran pareja.

– Voy a hacerlo, Jackson. No se va a librar de ésta. Voy a empezar a entrenarme y luego voy a ir a por él.

– Vayamos día a día, Elle. Vivir para la venganza no es bueno. Lo sé. He pasado por eso y te corroe hasta que tu humanidad desaparece.

– Él ya me ha quitado eso.

El perro se acercó más, y posó la cabeza en el regazo de Elle. Ella dejó caer la mano sobre la cabeza y le acarició el pelaje. Jackson sonrió.

– No hay forma de que pueda arrebatarte eso nunca, nena. Pero nos entrenaremos. Y seremos más fuertes. -Tensó el brazo, atrayéndola bajo su hombro-. Voy a pedir a Libby que venga.

Ella se apartó de un tirón, o lo intentó, pero la sujetó con firmeza.

– Simplemente escúchame. He estado pensando mucho en esto. Si permaneces conectada conmigo, entre los dos seremos capaces de sostener una barrera para evitar que Libby sienta las ramificaciones emocionales de lo que te pasó. Ha visto tu cuerpo, ya lo conoce intelectualmente, así que ayudar a tu sanación sólo la hará sentirse mejor, no peor. Tus hermanas te quieren, Elle, y tienen que ayudarte. Está en sus naturalezas, igual que cuando Hannah fue atacada. Todas necesitasteis ayudarla. Si permanecemos conectados y construimos juntos el escudo, sé que seremos más fuertes que nadie. Sólo tenemos que intentarlo.

Elle respiró profundamente y miró al mar ensordecedor. Siempre el mismo. Siempre diferente. Las olas rompían contra las rocas implacablemente, disparando la espuma blanca sobre las rocas, alisándolas y puliéndolas a pesar de que llevaban erosionándolas durante siglos. Adoraba el sonido del mar, y los colores, los profundos azules y verdes dependiendo del humor. Ahora mismo el sol estaba saliendo por el este, y a lo largo del mismo el horizonte anaranjado brillaba justo por debajo del banco de niebla. Los colores hacían que el horizonte pareciera veteado dónde el cielo y el mar se unían.

– Aquí contigo me siento a salvo, Jackson, parece que pueda esconderme del mundo durante un pequeño instante. Sé que no es para siempre. Sé que tengo que enfrentarme a mi familia, a nuestros amigos, incluso a mi jefe, pero ahora mismo, sentada contigo, puedo sentirme a salvo. ¿Estoy pidiendo algo tan terrible, sólo un pequeño instante antes de tener que ver la lástima en sus ojos? ¿El conocimiento? ¿Antes de tener que examinar realmente lo que me ha pasado, el cómo y el porqué?

Él le posó en la coronilla un breve beso.

– No, por supuesto que no, Elle. No me importa tenerte toda para mí.

Pero aunque lo dijo, sabía que no era verdad.

Tal vez antes habría deseado tenerla toda sólo para él, pero ahora sabía que no. Elle Drake formaba parte de algo enorme. Mágico. Algo llamado familia… algo que nunca había tenido y no había pensado que deseara.

Elle levantó la mirada hacia el rostro de Jackson, esculpido, circunspecto y con la boca firme.

– Tienes temas confidenciales. -Había captado destellos de su infancia, pero su historia estaba enterrada profundamente y no quería mirarla. A diferencia de ella. Adoraba los recuerdos de sus hermanas. Frotó la mano sobre la cabeza del pastor alemán, y luego le rascó las orejas-. ¿Crees que podemos hacerlo? ¿Mantener a Libby alejada de los sentimientos, de que sepa realmente lo que me pasó?

– Sí. Creo que juntos somos lo bastante fuertes, Elle, pero ella reconocerá los cortes del látigo y tiene que inspeccionarte internamente en busca de daños. -Su mano cubrió la de ella, los dedos entre el pelaje del perro junto a los suyos-. Tenemos que saber si estás embarazada.

Elle se puso tiesa, negándose a mirarle, contemplando los colores que veteaban el horizonte sobre el océano. El banco de niebla se había oscurecido y se movía lentamente hacia ellos, rayas repartidas de color púrpura a través del naranja apagaban los colores. Dedos de bruma blanca se extendían hacia las olas picadas, arrojando sombras sobre la playa debajo de ellos.

– Quizás no sepa quién soy, Jackson, pero él es real y viene a por mí. No quiero que encuentre a mis hermanas -tragó con dificultad, luchando por reprimir los temblores de la boca-. Creo que su hermano es incluso más violento… peor que él… y Stavros no quiso dejarlo a solas conmigo. Creo que ambos buscan a alguien psíquico. Si su hermano descubriera que he desaparecido, también vendría en mi busca. Todas mis hermanas son psíquicas y eso las pondría a todas en peligro.

– Permanecer alejada de ellas no va a salvarlas, lo sabes. Todo el mundo en el pueblo sabe que sois siete. Cualquiera que venga al pueblo y haga preguntas va a oír hablar de tu familia. Joley es una superestrella. Hannah era una supermodelo. Sólo porque ya no desfile no significa que no haya miles de artículos sobre ella. Y Kate es una autora superventas. Tu familia está en el ojo público.

– Pero nadie conoce nuestras habilidades psíquicas.

– Se ha escrito más de un artículo sobre Libby sanando gente. Estuvo en los periódicos junto con Joley. Si vienen, Elle, encontrarán a tus hermanas y creo que tenemos que estar preparados para ello.

– Nadie puede prepararse para él.

– No estoy de acuerdo. Le va a llevar un tiempo descubrir tu identidad, pero lo hará. Rastreará a Sheena MacKenzie y con un poco de suerte se tragará tu tapadera por completo, ya que al final la Interpol sospecha que eres una ladrona de la clase alta. Seguirá adelante y finalmente descubrirá que Sheena MacKenzie en realidad no existe. Tiene suficiente dinero para comprar a varias personas que podrían conocer tu verdadera identidad.

– Sólo Dane lo sabe. Estaba cedida y es la única persona que me conoce. No hay rastros ni en papel ni electrónicos. Nunca fui a su oficina. Ningún otro agente me ha visto. Ese era el trato. Dane era el enlace entre yo y alguien más. Sabíamos que si Stavros estaba involucrado tenía que tener sobornados a la policía local y a los agentes de aduanas. A Dane le preocupaba que tuviera gente en cada sección de las fuerzas de la ley y francamente creo que tiene razón. Fuimos cuidadosos. Toda la ropa de Sheena, todo lo que poseía era nuevo, así nada podía dejar un rastro hacia mí.

– Encontrará a Dane. Tenemos que advertirle.

– Tan pronto como Dane sepa que estoy viva vendrá aquí. Nada lo detendrá.

Jackson sintió un nudo en las tripas. Giró la cabeza lentamente, clavando su mirada en la de ella.

– Está enamorado de ti. ¡Maldita sea, Elle!

– Sólo cree estarlo, no es lo mismo.

– Estabas comprometida. Siempre has estado comprometida.

– Nunca hiciste ningún movimiento, Jackson. -Se soltó la mano y se levantó, haciendo un gesto de dolor cuando las heridas tironearon y se estiraron por la acción-. Salí con él un par de veces y luego le dije que no iba a funcionar.

– Así que había alguien más -le apuntó.

– No había alguien más -negó-. Tú no me querías.

– Siempre te he querido. Me trasladé a Sea Haven por ti. No me cargues el muerto a mí, Elle. -También se levantó, acercándose a ella, cerniéndose sobre ella-. Tú me querías bajo tus condiciones.

– Deberías haberme querido bajo cualquier condición -soltó ella-. Si te importaba, entonces las circunstancias no deberían importar.

– ¿Qué demonios soy para ti, Elle? Un legado. Alguien que tu maldita casa eligió para ti. Tu quieres un hombre que diga amén a todo y que te acompañe en tu pequeña fantasía sobre siete hijas y…

– ¿Cómo sabías lo que quería? -le interrumpió-. Nunca te tomaste el tiempo necesario para descubrirlo. Te informaste sobre mi familia y sencillamente te hiciste a un lado. No me querías pero tampoco querías que nadie más me tuviera.

– ¿Así que te marchaste y pusiste tu vida en peligro? ¿Qué clase de gilipollez es esa? Eres tan jodidamente testaruda, Elle. Te empeñas en algo y no quieres cambiarlo por nadie… especialmente por mí.

– Querías tomar el mando de mi vida.

– No, pensabas que quería tomar el mando de tu vida. Quería que vieras en lo que te metías, no lo que tu legado dictaba. No soy el buen chico que tu padre escogería para ti. No voy a decir sí cuando pienso que no es lo adecuado para nosotros… o para ti. No querías eso. No es políticamente correcto en estos tiempos que corren para una mujer fuerte, ¿no? Soy una vuelta a los días de las cavernas y tú querías que cambiara por ti.

– Simplemente quería que me quisieras a mí. A la verdadera Elle Drake, con su loca familia y sus siete hijas y la maldita casa. Quería que amaras a esa Elle Drake. ¿De verdad estaba tan mal eso, querer qué me quieras por lo que soy?

– Sí, amo a Elle Drake, a su familia y a sus siete hijas e incluso a la maldita casa. Pero voy a ser yo, Elle, y vas a tener que aceptar quién soy y el equipaje que viene conmigo.

Ella lanzó las manos al aire.

– ¿Crees que no te conozco? Sé exactamente cómo piensas. Eres condenadamente mandón y crees saber lo que es mejor para mí.

– Para nosotros. -Sus ojos centellearon bajando hacia ella mientras la corregía-. Quiero que discutas conmigo, Elle. No me importan las discusiones acaloradas, pero que me condenen si me abandonas cada vez que te cabreas.

Ella jadeó.

– Yo no hice eso.

– Y una mierda que no. He tenido toda una vida de eso y no lo aceptaré de ti. Te quedas y peleas conmigo, nena. Todo o nada. ¿Me entiendes? No vas a tener un pie fuera de la puerta porque no te guste que te diga lo que tienes que hacer. Mejor te haces a la idea de que soy tu hombre y luego te lo grabas.

– No soy yo quien tiene problemas de compromiso -le espetó-. Ese serías tú.

Su ceja salió disparada.

– ¿En serio? Porque creo que cada vez que me acercaba a ti, salías huyendo como un conejo.

– Quizás necesitaba que me ayudaras a afrontar lo que se suponía que tenía que hacer, Jackson. ¿Alguna vez has pensado que quizás te necesitaba? Crees que has pasado un mal rato pensando en lo de formar parte de mi familia y tener siete hijas, ¿pero se te ha ocurrido por una vez, sólo por una vez, que quizás sea difícil para mí? Oigo tu voz y conozco tu mente. Me he paseado por allí, me he envuelto en ti y todavía estabas lejos de mí. No me querías allí, dentro de ti.

– ¡Maldita sea, Elle! -Se pasó los dedos a través del espeso y ondulado cabello-. Viste lo que me hicieron. Y está mi infancia, tan diferente de la tuya. La tortura. -Se pasó la mano por la cara, trazando un camino bajando por el pecho como si tanteara el rastro de la sangre-. ¿Crees que quiero esto para ti? Te estaba protegiendo.

– No quiero tu protección más de lo que tú quieres la mía. Necesito ser tu compañera, Jackson. Necesito ser capaz de ver dentro de ti lo mismo que tú me ves a mí.

– No puedo ser más de lo que soy, Elle. Si quieres un hombre que te trate como a una muñeca rota, ten por seguro que has venido al lugar equivocado. Y si esperas de mí que me haga a un lado y te deje tomar decisiones que van a hacerte daño a la larga, entonces, nena, definitivamente tienes al hombre equivocado porque yo protejo a mi mujer. Equivocado o no, políticamente correcto o no, me interpongo delante de ella cuando es necesario. ¿Lo pillas?

Elle estudió las líneas de su rostro, las oscuras sombras que se movían en sus ojos. Un estremecimiento de excitación le bajó por la columna, y en su estómago revolotearon mariposas. Quizás era una vuelta a los días de las cavernas, pero era un hombre que se mantendría firme cuando hubiera un problema… cualquier tipo de problema. Ya fuera que estuviera luchando con un enemigo u ocupándose de hijos adolescentes o tratando de proporcionar el sustento para una gran familia. ¿Por qué antes había visto su fortaleza como una debilidad? Ella tenía que ser igual de fuerte, permanecer con él, estar a su altura, encontrar un lugar a su lado, no liderando el camino.

– ¿Elle? Joder, contéstame.

– Lo pillo. Y vigila tu lenguaje, Jackson. Puedes comenzar a controlar tu lengua si vamos a tener siete hijas. ¿Puedes imaginarme teniendo que explicar en la escuela por qué todas hablan de esa manera?

Él se encogió de hombros.

– Algunos de nosotros no fuimos criados tan educadamente.

– Bueno, algunos de nosotros simplemente aprendimos y crecimos durante el camino. Eso es una excusa.

Había mordacidad en su voz, pero en su mente, un leve asomo de risa.

Él abrió la boca y luego la cerró de nuevo con un ligero suspiro. Recuperando la manta, envió al perro por delante con un pequeño gesto de la mano.

– Siempre tienes que tener la última palabra, ¿no?

Elle esperó por él, colocándose bajo su hombro, igualando sus más cortas zancadas con las más largas de él hasta que Jackson se rió y disminuyó la velocidad por ella.

– Sí, porque eres un malhablado y siempre va a salir a relucir cuando discutamos.

– Podrías intentar no discutir conmigo, Elle.

Le disparó una mirada por debajo de las largas pestañas.

– Sí. Así será. Justo como tú vas a aprender a moderar tu lenguaje.

– Es sólo una jodida palabra, Elle. ¿Qué maldita diferencia habría?

– ¿Ves? No puedes evitarlo -dijo ella con petulancia-. Siempre voy a ganar.

Él suspiró pesadamente.

– Aprenderé. Especialmente después de que nuestras hijas hayan nacido.

– Aprenderás antes.

Una gaviota chilló sobre sus cabezas justo cuando Bomber se cruzó delante de Elle. Lanzando un agudo y corto ladrido, la cabeza señalando hacia el frente de la casa, las orejas hacia arriba como si avisara a Jackson de un intruso.

La pistola de Jackson se deslizó suavemente en su mano y empujó a Elle detrás de él.

– Quiero una pistola -dijo ella entre dientes.

– Podrías dispararme si digo «joder», y estoy destinado a pifiarla. Tienes un temperamento horrible, nena. -Apuntó mientras le señalaba que se deslizara entre las sombras.

Sintiéndose un poco indefensa sin un arma y con el cuerpo en tal frágil condición, Elle fue sin protestar, sin embargo tomó un más firme agarre sobre él con la mente. Observó al perro mientras éste enseñaba los dientes y pasaba a posición de ataque ante las órdenes que Jackson pronunció en voz baja. Jackson lo agarró del collar y lo sujetó, pero Bomber parecía terrorífico, todo dientes y resuelto, ladrando, gruñendo, estirando el collar al máximo mientras cargaba hacia delante.

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