Capítulo 17

Elle mantuvo la mano firmemente en la de Jackson, los dedos fuertemente entrelazados con los suyos mientras entraban en la tienda de comestibles de Inez con la licencia de matrimonio en el bolsillo de Jackson. Habían tenido que ir a los juzgados de tierra adentro, una hora y media de coche, para arreglar el papeleo. Pero estaba hecho y querían hacer una visita informal y consultar con Inez. Bomber caminaba junto a Jackson con la correa, brincando un poco, exhibiéndose.

El viaje de ida y vuelta había llevado la mayor parte de la mañana y el sol asomaba a través de las pequeñas capas de nubes mientras caminaban por las aceras de madera hacia la tienda de comestibles. Varias personas salieron de las tiendas para saludar a Elle y desearle lo mejor, todos con amplias sonrisas, saludando a Jackson como si hubiera robado el premio.

– Estamos creando bastante revuelo -observó ella, un poco nerviosa por toda la atención. Tener a Bomber ayudaba, porque a menudo la gente empezaba a hablar con ella, preguntándole sobre su desaparición, pero Bomber los distraía rápidamente.

Saludó cuando Irene Madison y su hijo Drew, salieron de la librería, Drew iba con un montón de libros en los brazos. Irene tenía un aspecto resplandeciente, aunque cuando vio por primera vez a Elle trastabilló un poco. La última vez que había visto a Irene, la mujer estaba golpeando a Libby en la cabeza con el bolso, exigiéndole que curara a Drew de la leucemia. Culpaba a Libby de que el chico tomara una peligrosa medicación que casi lo había llevado al suicidio. Elle no se había mostrado muy comprensiva cuando se había apresurado a ayudar a su hermana, y si no hubiera sido por Jackson le hubiera hecho realmente daño a la mujer. A pesar de eso había pasado un momento difícil sintiendo remordimientos cuando Irene había lastimado a Libby.

Irene mostró una sonrisa indecisa. Parecía un poco recelosa del pastor alemán y Elle se alegró en secreto. Bomber parecía haber captado su antipatía por la mujer, porque no actuaba amigablemente; en cambio se colocó en un leve ángulo, como protegiendo a Elle, o intimidando a Irene. Elle se aferró aún más a la mano de Jackson y se obligó a sonreír.

– Irene, me alegro de verte. Drew parece estar bien.

– Lo estoy, Elle -anunció Drew antes de que su madre pudiera hablar-. Este año juego a baloncesto. -Le sonrió-. Por supuesto que chupo mucho banquillo, pero estoy en el equipo. -Su sonrisa se hizo más grande-. Ayuda que la escuela sea tan pequeña que es difícil encontrar suficientes jugadores para formar un equipo, pero aún así, estoy allí.

– Ha sido divertido ir a todos los partidos -admitió Irene-. Drew lleva meses en fase de remisión.

– Eso es maravilloso -dijo Jackson.

– Es gracias a Libby y a Tyson -reconoció Irene-. Me han ayudado con Drew y ahora está probando con un medicamento que Ty ha desarrollado.

Elle tragó con fuerza y asintió con la cabeza. Era todo lo que podía hacer. Nunca olvidaría ese momento cuando sintió el dolor, Libby derrotada, enferma, desorientada, rota. Casi la habían perdido y, aunque no toda la culpa era de esta mujer, ella de hecho había golpeado a Libby cuando su hermana estaba indefensa. El viento sopló desde el mar… una suave brisa que le alborotó el pelo y le trajo el suave toque de su hermana Hannah.

Elle se giró hacia el hogar de las Drake soplando un beso de vuelta hacia la almena del capitán, alzando las manos para cambiar la dirección del viento hacia su hermana. Se percató de que el perro también miraba hacia atrás, hacia su hogar familiar y le posó una mano sobre la cabeza, dejando una caricia agradecida sobre el pelaje. Definitivamente Bomber le estaba haciendo más fácil su primera aparición pública.

Jackson se aclaró la garganta.

– Siempre están haciendo ese tipo de cosas todo el rato -explicó él.

Drew se rió.

– Todo el mundo lo sabe. Lo que más nos gusta es cuando Hannah le quita el sombrero de la cabeza a Jonas.

– ¿Todavía lo hace? -preguntó Irene.

– Oh, sí. Nos estaba persiguiendo a un par de nosotros cuando nos vio haciendo skimboarding en Big River y lo retrasó con el viento para darnos oportunidad de escapar -le contó alegremente Drew, perdiéndose la rápida negación con la cabeza de Elle y olvidando que su madre estaba allí mismo-. Tío, fue muy divertido. Empezó a gritar al viento y cada vez que iba a recoger su sombrero, el viento lo atrapaba y lo llevaba fuera de su alcance. Se acercaba más y más al agua y él seguía gritando: «Hannah, no te atrevas», pero al final nos fuimos y no sé si realmente lo envió a las olas.

– Le gusta hacer eso -dijo Elle, esperando desviar la atención de vuelta hacia ella-. Es una buena práctica y mantiene agudizadas las habilidades de Hannah. Es muy minuciosa en eso, ya sabéis.

Las manos de Irene fueron a sus caderas, con un ceño en la cara.

– ¿Cuándo hiciste skimboarding en Big River, Drew?

Él se puso de un rojo intenso y empezó a tartamudear.

– ¿Hiciste novillos? -exigió Irene.

Jackson cogió a Elle por el brazo. Supongo que ahora es un buen momento para salir de aquí antes de que se de cuenta de que Hannah ayudó a los chicos a salir del problema. Jonas seguramente se los habría llevado a sus padres.

– Nos veremos más tarde, Irene, Drew -dijo Jackson-. Espero que ambos vengáis a la celebración.

Irene les sonrió, distraída por un momento.

– Vuestra boda. Por supuesto. No nos lo perderíamos por nada del mundo. Y, Jackson…

Él se encogió, las puntas de sus orejas se pusieron rojas. La mano en la espalda instaba a Elle a que avanzara, pero ella se giró deliberadamente, obligando a Jackson a esperar con educación.

– Muchísimas gracias por ayudarnos a apuntar a Drew en ese campamento en Tahoe durante una semana de EA. Nunca habríamos logrado arreglarlo y realmente lo disfrutó.

– Fue muy guay, Jackson -estuvo de acuerdo Drew-. Monté en monopatín, subí en un trapecio y salí a navegar. -Todo su rostro se iluminó-. Incluso llevé un coche de carreras, ¿sabes?, uno de esos pequeños todoterreno. Nunca antes había hecho nada de eso.

Jackson se aclaró la garganta, evitando la mirada de Elle.

– Recibí tu carta de agradecimiento, Drew. Eso fue suficiente. Me alegro de que te lo pasaras bien. -Su voz fue brusca, y ahora tenía las orejas completamente coloradas. Jackson empujó a Elle delante de él, esperando alcanzar la seguridad de la tienda de comestibles antes de que nadie más los detuviera.

El día estaba un poco nublado, con nubes variables pero con mucha luz, el sol hacia brillar el agua haciendo necesario llevar gafas de sol. Se puso las suyas en el rostro.

– Esto es peor que pasear con una jo… una… ejem… una celebridad -dijo Jackson entre los dientes apretados-. No me sorprende que Joley se vaya a casar con Ilya. Necesita un guardaespaldas a tiempo completo para conseguir avanzar una manzana.

– Tú querías pasear. -Había un asomo de risa en su voz. Ahora que Jackson estaba incómodo el paseo podía volverse divertido después de todo. Bomber seguro que estaba de acuerdo con ella, porque la miró con una amplia sonrisa dentuda, sus ojos también se reían-. No me contaste que ayudaste a Drew a ir a una semana de campamento de Educación Alternativa.

Él se encogió de hombros.

– El chico nunca ha sido capaz de hacer nada, siempre ha estado muy enfermo. Y los demás chicos regresaban hablando como una tromba de todos los lugares a los que habían ido y las experiencias que habían tenido y simplemente pensé que podría ser bueno para él.

– Estoy segura de que lo fue.

– Está pegado a su madre todo el tiempo y ella está encima de él hasta que el chico quiere explotar. La quiere, pero es un adolescente, necesita un poco de libertad.

Jackson sonaba un poco a la defensiva. Elle lo miró.

– ¿Qué más has hecho?

– Nada. Sólo ese programa de verano en el que he estado echando un cable para meterlo. Es una especie de intercambio de extranjeros. Dará una vuelta por cuatro países y verá un poco de mundo. Lo necesita, Elle.

Ella se detuvo de golpe en la acera, le rodeó la cintura con los brazos y se puso de puntillas, posando besos sobre su mejilla y boca.

Él colocó las manos en las caderas de ella, medio apartándola.

– ¿Qué estás haciendo? Todo el mundo nos mira.

– Te estoy besando.

– Bueno, pues déjalo.

– Me gusta besarte.

– En público no. Lo digo en serio, Elle, quítate esa sonrisita traviesa de la cara.

– Machote Jackson. Qué tierno -lo provocó. Riendo, le tomó la mano y empezó a caminar hacia la tienda de comestibles, Bomber mantenía el paso.

Jackson suspiró y se pasó el dedo alrededor del cuello redondo de su camiseta.

– Hoy hace calor. -Metiéndole un poco de prisa la guió con un paso más rápido, esperando llegar a la puerta antes de que pasara nada más.

– ¿Sí? -La nota burlona le dio a su voz una leve cadencia.

Él la fulminó con la mirada esperando intimidarla. Estaba de humor «Drake». Cuando las siete hermanas estaban juntas nada evitaba que se metieran con todo y todo el mundo que se cruzara en su línea de fuego. Hoy él parecía estar alineado en el punto de mira de Elle. Con una sensación de alivio, pasó la mano por encima de la cabeza de Elle y empujó la pesada puerta, retirándose educadamente para dejarla entrar a ella primero. La siguió… directo al infierno.

Jackson se detuvo de golpe, mitad dentro y mitad fuera de la puerta. Medio pueblo estaba reunido en la tienda. Instintivamente tensó su agarre sobre la correa de Bomber y el perro se puso alerta al instante.

– ¡Jackson! -gritó Inez de repente-. Estás dejando entrar a las moscas.

No había moscas. Pero ciertamente sabía cómo atraer la atención hacia él. Todo el mundo en la tienda se giró para contemplarlo con amplias sonrisas en los rostros.

– Pareces un ciervo cegado por los faros -susurró Elle, sonando engreída.

Él le buscó la espalda de la camisa, medio intentando arrastrarla fuera de la tienda pero ella ya se había deslizado fuera de su alcance como si hubiera anticipado su reacción. Una ovación se propagó por la tienda y Jackson pudo sentir como le subía el calor bajo la camiseta y subiendo cuello arriba.

– Felicidades -le dijo Reginald Mars y le dio una fuerte palmada en la espalda-. Es bueno saber que alguien en este pueblo tuvo el sentido común de atrapar a esta chica. -Se inclinó más cerca y bajó la voz, sólo lo suficiente para sonar conspirador, pero lo bastante alto para que Elle lo oyera-. Ésta tiene un pequeño fuego interior. Vas a tener las manos ocupadas.

Elle se rió.

– Sigue así y voy a revelar cada chisme que conozco sobre ti y mi tía Carol.

Reginald Mars tenía su propia granja hidropónica y sus verduras eran codiciadas y consideradas las mejores. Pero el hombre podía ser muy difícil, y antes de que la tía de las hermanas Drake hubiera vuelto al pueblo, simplemente era tan probable que le arrojara su producto a una persona como que se lo vendiera.

Mars le guiñó un ojo.

– No compres más de esa basura de producción-en-masa y cubierta-de-veneno, Elle. Ya dejé una caja de vegetales en la terraza de Jackson. Se lo debo…

– Fue muy amable por tu parte, Reginald -interrumpió Jackson-. Estoy tratando de alimentar a Elle tan sano como sea posible. En particular me gustan esos tomates que me diste hace un par de semanas.

Como distracción podría haber funcionado. Mars podía hablar de tomates casi tanto como Clyde Darden de flores, pero nada disuadió al hombre. Simplemente actuó como si Jackson no hubiera hablado.

– … por ayudarme con el papeleo de los permisos. No podría haberlos conseguido sin tu ayuda. Estaba bastante seguro de que les convenciste de dejarme ampliar el edificio, y Darry, durante la audiencia, me contó que lo hiciste.

– Yo no vendo tomates envenenados -negó Inez de fondo, con las manos en las caderas, fulminándolos a todos con la mirada-. Mis verduras son saludables en cada bocado.

Jackson quería que el suelo se abriera. Elle le estaba sonriendo. Apretó los dientes y se obligó a aparentar una sonrisa. No digas ni una palabra. Ni una palabra.

Elle lo miró con ojos inocentes muy abiertos que él no se tragó ni por un minuto.

– ¡Elle!

Trudy Garret fue corriendo hacia Elle, por poco la tumba, suerte que Jackson tendió una mano para sujetarla, manteniéndola en su espalda para hacerle saber que estaba allí apoyándola. Él se acercó un paso, pegándose a su cuerpo cuando sintió su instantánea retirada. Elle se armó de valor y a su vez abrazó a Trudy. Jackson la ayudó a contener el flujo de información, manteniendo alto un escudo para prevenir la invasión de privacidad de Trudy. Al lado de Trudy estaba su hijo, Davy. Trudy estaba prometida con el hermano más joven de Matt, Danny Granite, y trabajaba en el Bar y Grill Salt.

– ¿Qué tal estás? -preguntó Trudy, agarrando fuertemente la mano de su hijo. Él tironeaba, intentando llegar hasta Bomber.

Jackson acercó un poco al perro para dar acceso al chico. Al instante éste estaba acariciando y hablando con el pastor alemán.

– Bueno. ¿Cómo está todo? -Respondió Elle. Inclinando la espalda hacia Jackson.

– Increíble. Danny y yo estamos pensando comprar tal vez el Grill. Está en venta. Sus padres dicen que nos ayudarán. -Ella sonrió-. Por supuesto, creo que quieren que nos casemos primero, lo cual sería lógico.

– ¿Algo os lo impide?

– Ya veo. Ahora que has dado el gran salto, vas a intentar que el resto de nosotros lo haga -bromeó Trudy, pero su sonrisa se apagó-. Simplemente quiero saber que Danny quiere de verdad a Davy. No quiero que Davy se sienta dado de lado de ninguna manera.

– Todo lo que hace Danny es hablar de Davy -aportó Jackson-. Es un buen hombre.

– Un caradura -intervino Reginald-, un verdadero caradura.

Elle le palmeó el brazo.

– No estás ayudando a la causa, Reginald. Queremos que Trudy se case con Danny.

– En ese caso, que dejen de vivir en pecado delante del chico -aconsejó Reginald.

Inez fulminó con la mirada al anciano Mars.

– ¡Qué vergüenza!

– Bueno, no debería hacerlo -dijo Reginald-. En mis tiempos a ese chico le habrían llevado detrás del granero y le habrían dado una lección. No se juega con los sentimientos de una señora.

– Danny se lo pidió -dijo Inez.

Las espesas cejas de Reginald se juntaron y volvió su penetrante mirada hacia Trudy.

– No pierdas el tiempo con un joven a menos que vayas en serio. No a tu edad. Y no cuando tienes un chico del que cuidar.

Trudy se sonrojó completamente. Jackson tosió detrás de su mano.

Inez se apoyó sobre el mostrador, tomando cartas en el asunto para desviar la atención de Trudy.

– He hecho muchos planes, Jackson, y todo el mundo está ayudando. Va a ser una celebración maravillosa. -Se sonrojó un poco y se giró hacia el silencioso hombre sentado con ella detrás del mostrador.

Los ojos de Elle se abrieron de par en par al ver a Frank Warner, quién justo acababa de salir de la prisión.

– Frank, me alegro de verte.

Se le veía pálido y mucho más viejo, llevaba el cabello color plata y gris muy corto, pero todavía era espeso y ondulado. Le ofreció una media sonrisa, un poco sorprendido, como si esperara que ella lo ignorara. Inez se le acercó… protectoramente.

– También yo me alegro de verte, Elle. He oído que estás a punto de casarte.

Jackson puso el brazo alrededor del hombro de Elle y tendió la otra mano hacia Frank.

– Inez está ocupándose de eso por nosotros. Esperamos que puedas venir. Nos encantaría que vinieras. No es una formal…

– Lo bastante formal -dijo Inez-. He hecho que Sarah encargara uno de esos vestidos de alta costura para bodas en la playa.

La ceja de Jackson se disparó.

– Creía que una boda en la playa significaba trajes de baño, Inez.

Ella resopló desdeñosamente.

– Será mejor que no, Jackson Deveau. Te vestirás decentemente para Elle.

Jackson se inclinó para susurrar al oído de Elle.

– Yo esperaba ansiosamente el bikini.

– Lo he oído, jovencito. Puedo ser vieja pero mi oído es agudo. -Se aclaró la garganta y tomó la mano de Frank-. Frank y yo hemos estado hablando de casarnos. Nos conocemos desde hace demasiados años para contarlos y pensamos que podríamos envejecer juntos, sentados en nuestras mecedoras en el porche delantero.

Había algo en su cara cuando miró a Jackson, una necesidad de aprobación, una esperanza de que pudiera estar de acuerdo con ella. Fuera lo que fuera lo que sentía, quería algo de Jackson. Elle lo entendió entonces, la dinámica de los parentescos iba más allá de Jackson ayudando a Inez con la tienda, o Inez ayudándole a planear su boda. Eran más bien madre e hijo, o como mínimo, una queridísima tía.

La sonrisa de Jackson tardó en surgir y sus ojos se movieron especulativamente sobre el rostro arrugado de Frank Warner. Recién salido de la prisión, parecía un insólito candidato para que Inez se enamorara, pero todo el mundo en el pueblo sabía que había apoyado al hombre y lo había visitado con regularidad a pesar de la larga distancia que tenía que conducir para llegar a la prisión.

– Bueno, Frank, vas a conseguir a la segunda mujer más maravillosa de Sea Haven. Espero que la aprecies y la cuides siempre bien. -Frotó con la barbilla la coronilla de Elle, pero ella pudo sentir un asomo de temblor recorriéndole el cuerpo.

Elle fue hacia su mente. Estaba preocupado. Sabía lo mucho que Inez amaba a Frank, pero no conocía a Frank Warner, no del todo, y le preocupaba que Inez estuviera tomando la decisión demasiado rápido.

Inez no se precipita. Llevará algún tiempo pensado en ello.

Las mujeres enamoradas no son racionales, nena. Créeme, mi madre amaba a mi padre y él era de la peor clase de hombre. Hubo una pequeña vacilación antes de que hiciera la confesión. Yo también lo amaba, mucho, pero eso no quiere decir que debiéramos sufrirlo. Ambos hubiéramos estado muchísimo mejor sin él. No quiero eso, lo que mi madre tuvo, para Inez.

Sin dudar Elle se inclinó sobre el mostrador y le tendió la mano a Frank.

– Felicidades, creo que es maravilloso.

Frank puso su mano en la de ella y Elle cerró los dedos alrededor de la suya. Por un momento solo hubo la calidez del contacto humano y entonces las emociones de Frank se derramaron en la mente de Elle… en la de Jackson.

Jackson sintió el impacto inmediatamente, el desagrado de conocer los pensamientos privados de otro. Frank se sentía incómodo, sentado en medio del escrutinio de los vecinos por Inez. Siempre la había amado pero se sentía indigno de ella. No quería que los demás le dieran la espalda por su culpa, aún así no podía resignarse a alejarse de ella. Se sentía viejo, cansado y rendido, y simplemente quería paz otra vez… con Inez.

Jackson fue consciente del dolor punzante en la cabeza de Elle, y supo que estaba usando demasiado su talento. Iba a destruir todo el trabajo que Kate había hecho. Tiró de su brazo para liberarla de la mano de Frank.

– Déjame decirte lo que los dos necesitáis, Inez -dijo Jackson.

La barbilla de ella se inclinó y tembló durante un momento antes de calmarse.

– Necesitáis un par de personas que os apadrinen. -Jackson se inclinó para posarle un beso en la mejilla-. Sería un privilegio, Inez. Di la hora y el lugar y allí estaremos.

El alivio parpadeó en sus ojos y luego Inez pasó la mano de un lado a otro sobre la barba de Jackson y chasqueó la lengua con desaprobación.

– ¿Cuándo te librarás de esa pelambrera para poder verte la cara otra vez?

Él le sonrió y rodeó la cintura de Elle con los brazos, arrastrando su espalda contra él.

– Elle no quiere besarme si no llevo barba. No voy a pasar sin sus besos.

Inez le frunció el ceño a Elle. Elle, cubierta por el mostrador, le pateó la espinilla a Jackson.

– Es por mi cara -admitió ella-. Tengo una piel muy sensible y el roce de sus patillas me escuecen.

– Oh, eso no es bueno -dijo Inez. Suspiró-. Supongo que tendrás que dejarte la barba entonces, Jackson, pero mantenla bien recortada. Pasas épocas en las que pareces horrible, como esos motoristas que llegan al pueblo.

Él le sonrió.

– ¿Cómo puede ser, Inez? -La mitad del pueblo llevaba el pelo largo y barba.

– No me seas descarado -lo regañó, sabiendo muy bien que estaba bromeando-. Me refería el aspecto que tienen. ¿No querrás asustar a Elle antes de que se case contigo?

Una campanilla tintineó señalando que alguien había entrado o salido y Elle se ladeó para tener controlado a todo el mundo en la tienda. Irene y Drew se habían deslizado dentro y estaban en la sección de comida congelada. Los Darden estaban por el estante del pan hablando con Jeff Dockins, otro vecino. La tienda estaba llena de sus vecinos y dejó que la conversación fluyera a su alrededor, el compañerismo la penetró como si fuera un néctar.

Siempre había adorado Sea Haven, y esta tienda en particular, donde todos los vecinos venían a pasar el rato. Algunos lo llamaban cotillear, pero ella sabía que sólo estaban intercambiando noticias, todas interesantes para la vida de los demás. Se ayudaban los unos a los otros a menudo y realmente se cuidaban. Inclinó la cabeza hacia atrás un poco, relajándose en Jackson.

Contra su pierna, Bomber empujaba más cerca, con el cuerpo alerta, temblando, el pelaje y las orejas tiesos. Estaba mirando alrededor de la tienda, no a ella. Un escalofrío le bajo por la columna. El pelo de la nuca se le erizó y sintió como se le ponía la piel de gallina. Se le atascó la respiración en la garganta y cambió de posición, dejando deslizar los ojos por la tienda. El Reverendo RJ estaba merodeando por el mostrador de la carne y ella sabía que Jackson ya lo había reconocido, notando lo protectora que era su postura.

Una adolescente permanecía al lado del Reverendo, con el labio, la nariz y la ceja perforados. Llevaba lápiz de labios oscuro y la raya del ojo más oscura aún. El cabello largo le colgaba recto hasta los hombros, una brillante ala de cuervo de un negro azulado. Era muy bonita, aunque vestía toda de negro y tampoco había vivacidad en su rostro. No miraba a nadie, sino que miraba fijamente al suelo.

Dejando caer una mano sobre la cabeza de Bomber, Elle deslizó la mirada más allá de ellos. La premonición de peligro era fuerte. Apremiante. Oscura. El frío se filtró en su cuerpo, primero en la piel, luego en la sangre y los huesos. Jackson empezó a frotarle los brazos como si la calentara. Dejó vagar la mirada por la tienda. Varias personas se ponían los jerséis o se frotaban las manos como si hiciera frío.

Jackson. Susurró su nombre y trató de escudar el cuerpo de él con el suyo.

– ¿Qué pasa, nena? Veo a RJ. No voy a dejar que se muestre hostil. -Tenía la boca cerca de su oído, su respiración era cálida, los labios acariciaron el lóbulo de la oreja en un beso secreto.

Pero no era RJ. El aire abandonó sus pulmones en una pequeña ráfaga cuando divisó una sombra oscura deslizándose a través de la tienda, agachándose cerca de la primera persona, y luego otra, olisqueando, con los dedos extendidos, llamando por señas. Frank miró hacia la sombra y luego a la señora Darden. Elle se alejó de Jackson y puso su cuerpo entre la línea de visión de Frank y la aberración que se movía lentamente y con sigilo.

Mientras observaba, la sombra se movió sigilosa por la tienda, prolongándose a través de la pared hasta tomar una forma que le era familiar. La Muerte. Un demonio sin cara, alto y delgado con los brazos extendidos y una amplia boca abierta codiciosamente, necesitando alimentar su interminable adicción.

Elle esbozó un rápido signo en el aire cuando esa cosa se cernió sobre la señora Darden y el demonio se giró, con los ojos brillantes por un momento, reconociendo al enemigo.

RJ, directamente detrás de la sombra, debió pensar que Elle lo estaba mirando a él. Su cara se endureció y cerró los dedos alrededor de la muñeca de la adolescente, tirando de ella hacia el mostrador. Ambos, RJ y la chica, pasaron a través de la aparición como si la Muerte no estuviera allí.

RJ dejó la cesta de la compra sobre el mostrador.

– Tenemos prisa.

Elle observó fortalecerse a la sombra. La lengua se deslizó fuera de la boca como si saboreara algo. Inhaló en el aire. De pronto empujó los brazos apretados contra sí, como si sujetara algo fuertemente, cerró la boca, entonces se desvaneció y se llevó el frío de la muerte con ella.

Jackson esperaba que el Reverendo hablara con Elle, pero no lo hizo. El hombre era famoso por provocar a las hermanas Drake, tratando de lograr cobertura mediática, ofreciéndose a exorcizar sus demonios. Era extraño verlo sin sus guardaespaldas. La madre de la chica no estaba a la vista. Jackson tenía un mal presentimiento sobre esa chica. Y Bomber gruñía una advertencia, enseñando los dientes.

Deliberadamente Jackson se acercó demasiado a RJ ante el mostrador.

– Me sorprende verle todavía en el pueblo.

El Reverendo le lanzó una provocativa mirada de odio.

– No debería. Ha habido un policía patrullando por mi casa cada media hora. En un pueblo donde no hay policía eso parece un poco excesivo.

La chica mantuvo la cabeza agachada, la mirada baja.

– Sospechamos que hay un pedófilo en la zona, Reverendo. Queremos estar seguros que todos los niños están a salvo, ¿usted no?

– Esa es una fea palabra -escupió RJ.

– Es un feo crimen.

– Y ese perro es peligroso. No debería tenerlo alrededor de la gente.

– Sólo es peligroso con los criminales. Odia particularmente a los hombres que abusan de las mujeres, violadores y pedófilos. Una manía que tiene. -Jackson le hizo una señal con la mano y Bomber gruñó, enseñando una boca llena de dientes, luego se calmó tras otra señal de Jackson, pero nunca dejó de mirar a RJ.

El Reverendo fulminó con la mirada a Inez.

– ¿No puede darse más deprisa? Si no estuvieran hablando tanto, lograría hacer más cosas.

Jackson miró a la chica.

– ¿Cuántos años tienes?

RJ tiró de la chica más cerca de él, su rostro era una retorcida máscara de ira.

– No tiene porque responder a sus preguntas. Su madre la dejó a mi cargo.

– ¿Estás bien? -le preguntó Jackson a ella.

La chica se negó a mirarlo. Simplemente negó con la cabeza.

– No causes problemas, Venita -la advirtió RJ. Su voz parecía suave y tranquilizadora, incluso cauta, pero Jackson sintió el empuje psíquico de energía señalando algo totalmente diferente-. Tu madre se sentirá muy decepcionada.

La chica se puso tensa y apartó aún más el rostro.

– No tienes que tener miedo -dijo Jackson-. Soy ayudante del sheriff. Si este hombre te ha hecho daño o te ha amenazado de alguna manera, puedo ayudarte.

– Soy un hombre de Dios -declaró el Reverendo en voz alta y, agarrando el brazo de la adolescente, la apartó de un tirón de Jackson, abandonando las cosas sobre el mostrador.

Jackson los observó salir de la tienda con una mirada especulativa detrás de sus gafas oscuras.

– ¿No puedes arrestarlo? -dijo Inez-. Es un monstruo.

Inez miró a Frank. Evidentemente creía que Frank no habría tenido que ir a prisión cuando tan claramente RJ si lo merecía. Creía que Frank había sido engañado, que no era un criminal malintencionado. Jackson pensaba que quizás un poco de avaricia había intervenido en el hecho, o Frank no habría sido tan fácilmente embaucado, pero no iba a decir su opinión en voz alta.

– No le han atrapado cometiendo un crimen, Inez. -Jackson echó un vistazo al reloj. Quería llamar a un amigo en la oficina y averiguar lo que pudieran sobre la adolescente y su madre, y tenían que regresar pronto a casa. Las hermanas de Elle los visitarían para otra sesión de curación con ella.

– Tiene mala pinta -manifestó Inez-. Cada vez que se me acerca, la piel se me eriza. Y a Bomber tampoco le gusta. -Sonrió al perro-. Buen chico. Eres un muy buen perro.

Elle palmeó el costado de Bomber.

– Es un buen chico. Nos veremos más tarde, Inez. Y a ti también, Frank. Nos vamos a casa.

– Elle necesitaría un poco más de descanso, Jackson -aconsejó Inez-. Todavía está pálida y tiene ojeras bajo los ojos.

Elle no pudo evitar alzar las manos para tocarse la cara. Inez había visto su rostro hinchado y magullado, pero sus hermanas le habían dado una apariencia normal otra vez, ¿no? Dudó por un momento. Todavía podía sentir cada puñetazo, cada bofetada, los despiadados golpes y luego las tiernas caricias. La voz de Stavros susurrándole, suplicando y convenciéndola de que sólo tenía que portarse bien, que le dolía tener que castigarla de esa manera. Se estremeció y giró la cara enterrándola en el pecho de Jackson, indiferente a la gente que la rodeaba.

Estás a salvo, nena. Estoy aquí. Siempre contigo.

Inez parecía afectada. Elle siempre había sido autosuficiente y segura de sí misma, de total confianza, incluso de niña. Sin embargo, estaba acurrucada contra Jackson y de repente parecía bastante frágil.

– ¿Qué he dicho, Jackson? -susurró, caminando con ellos hacia la puerta.

– Nada, Inez -dijo él-. Estate tranquila.

Elle esbozó una pequeña sonrisa forzada por encima del hombro mientras Jackson la sacaba fuera de la tienda.

– Lo siento. No sé qué ha pasado.

– No ha pasado nada, Elle. Vas a ponerte bien. -Jackson le rodeó los hombros con el brazo, manteniéndola cerca-. Descubrirás que vas a tener ataques y tendrás que tratar con ellos cuando surjan. Tendremos que tratar con ellos.

Elle apresuró los pasos por los tablones de madera, corriendo hacia la camioneta de Jackson. El viento soplaba desde el mar, sólo una brisa, le alborotaba el cabello y le tocaba la cara. Ambos pudieron oír las voces femeninas cantando una suave melodía, un bálsamo tranquilizador para sus crispados nervios. En el océano, varias ballenas salieron a la superficie, sonando como solían, como si dijeran hola, y luego nadando silenciosamente pasaran la noticia antes de deslizarse de vuelta bajo el agua otra vez. Enseguida pudo oír la canción en respuesta, la brisa saltando sobre el agua para llevarle los tonos sanadores, la profunda y gimiente melodía, acompañada de graznidos y silbidos.

Las ballenas cantaban a Elle, interpretando una pieza maestra, una sonata, probablemente dirigida por Abigail. La música fuera de lo corriente la sostuvo durante el camino a casa. La carretera serpenteaba a lo largo de los acantilados sobre el océano y las ballenas les mantenían el paso, deslizándose perezosamente a través del agua, cantándole, de vez en cuando brincando para que ella pudiera tenerlas a la vista.

Mientras conducía por el camino de entrada de su casa, Jackson reparó en la abundancia de pájaros, plantas y flores. Las flores parecían más densas y más coloridas. Pudo ver las hierbas que habían surgido en un sector justo a lo largo de la valla trasera mientras aparcaba la camioneta. Las mujeres Drake estaban sentadas en su terraza, escuchaban a las ballenas, cantándoles en tonos bajos. Abigail y Joley cantaban en armonía mientras las voces de las demás mujeres se alzaban y descendían en contrapunto como las olas.

Jackson subió las escaleras y se quedó de pie, con Elle apoyada contra él, escuchando la canción que las ballenas y las chicas cantaban una y otra vez. Cuando la última nota se desvaneció, sacudió la cabeza.

– Increíble -dijo-. Nunca, ni en mis sueños más salvajes he oído algo como esto. No voy a preguntar cómo lo hicisteis.

Abigail le sonrió, mientras se dejaba caer de rodillas para dar la bienvenida a Bomber. Le rascó las orejas y el pecho.

– Hemos decidido probarlo esta noche, Jackson. Ya sabes, atacar a Gratsos a través de Bomber. Kate va a hacer otra sesión con Elle y yo voy a unirme justo antes de que ella se retire. Creemos que es el momento más vulnerable de Elle y entonces él notará que la barrera se desliza un momento. Tú la mantienes en alto, pero cuando Kate se retira ella nota que te contienes para proporcionarle mayor intimidad. Eso hará que las defensas de Elle se debiliten lo suficiente para que él casi las atraviese. -Miró hacia Kate-. Vamos a darle otra oportunidad y esta vez estaremos preparadas.

– No entiendo qué le vais a hacer. ¿Cómo puede Bomber contactar con él? -Elle se frotó la garganta como si sintiera a Stavros estrangulándola.

Abigail echó un vistazo a Hannah e intercambiaron una sonrisita traviesa. Jackson frunció el ceño y se removió, de repente incómodo.

– ¿Qué estáis tramando vosotras dos? -les exigió.

– Un pequeño experimento, eso es todo. -Sarah empezó a formar un círculo con velas en la terraza.

– ¿Dónde está Ilya? ¿Y Jonas? ¿Y Ty? Damon iba a estar aquí. Tenemos cosas que discutir. ¿Qué está pasando? ¿Dónde están Alexandr y Matt?

Las hermanas estallaron en carcajadas.

– Suenas un poco asustado -dijo Elle-. ¿Tienes miedo de mis hermanas?

– Un poco -admitió Jackson-. Las cosas se escapan de las manos rápidamente cuando estáis todas juntas.

– Ty está haciendo otro turno -explicó Libby-. Andan muy cortos de personal con esa gripe que circula. Y Damon está con él. Fueron a la estación de Willit para hablar de algo que tiene que ver con energía y el Triángulo de las Bermudas. La verdad es que no estaba escuchándoles. Cuando se ponen técnicos simplemente dejo de prestarles atención.

– Matt tiene esa cosa con su hermano esta noche -añadió Abbey-. Y Alexandr, Ilya y Jonas están haciendo una investigación para Damon. Quería que hablaran con los pescadores y los submarinistas de la zona y obtuvieran información para un gran proyecto en el que está trabajando.

– Fantástico -masculló Jackson y cruzó los brazos en el pecho-. Ellos se llevan la diversión, y yo me quedo desprotegido con todas vosotras.

Sarah señaló hacia la cocina.

– Haz algo útil. Necesitaremos té y galletas después de la sesión.

– ¿Galletas? -Sus cejas se arquearon. Cuando ella lo fulminó con la mirada, suspiró-. Bien. Creo que Inez o la señora Darden mandaron algunas. -Besó la coronilla de Elle y entró ofendido en la casa, sintiéndose algo culpable por estar abandonando a Bomber en medio de las mujeres cuando sabía que no tramaban nada bueno.

Elle se sentó sobre la esterilla en el centro del círculo, con Kate a su derecha, y Abigail a su izquierda. Bomber yacía con la cabeza en el regazo de Abbey, las orejas hacia delante, alertas, mientras ella le acariciaba la cabeza. Libby se sentó frente a Elle, y Hannah, Joley y Sarah formaron un semicírculo detrás. El aroma a lavanda impregnó el aire.

Elle alzó la mano antes de que sus hermanas pudieran comenzar el canto sanador. Jackson.

Estoy aquí, nena. ¿No puedes sentirme?

Se arropó en él, en su calidez y en su fuerza. Soltando el aire, asintió y Joley empezó la suave melodía para atraer la energía que las rodeaba a fin de sanar las destrozadas habilidades de Elle. Sintió el toque familiar de Kate cuando entró, tan ligero, tan suave, trayéndole calma y serenidad junto con la energía reparadora. Esta vez sintió la diferencia inmediatamente mientras su hermana trabajaba, continuando la sesión previa, restaurando y reparando más y más rápido.

Justo cuando pensaba que tenía que detener a Kate y evitar que hiciera demasiado y se quemara, sintió el toque de Abigail. Verdad. Pureza. Después Hannah. Traviesa y decidida. Sarah. Una fuerza con la que se podía contar, una espada inconmensurable. Joley, una sed de venganza y necesidad de proteger a su hermana pequeña. Libby entró la última, su dulce y sanador toque se propagó por el cuerpo de Elle y luego las unió a todas hasta que fueron una sólida unidad.

Vale. Retírate un poco, Jackson, ordenó Sarah.

Jackson debilitó la barrera en la mente de Elle, de forma que el escudo brilló casi transparente, ofreciendo a sus hermanas destellos de recuerdos si ellas hubieran elegido mirar. Permanecían concentradas en una única cosa… esperando en silencio… permaneciendo detrás de la mente de Elle, esperando a que su enemigo picara el cebo.

Abigail atrajo la mente del perro al centro. Éste estaba alerta, ya percibiendo la entrada de Stavros. Antes de que el hombre pudiera situarse, ellas extrajeron un recuerdo de la mente de Elle. Stavros, completamente desnudo, el cuerpo expuesto. Abigail siseó una orden. El perro saltó. Rugió. Todo dientes. Feroz. Stavros chilló. Estridentemente. De angustia. Y luego desapareció.

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