15

Volvieron las lluvias, más intensas que nunca, y el problema de los canales se hizo urgente.

En los días anteriores a que mi nación llegara a la Tierra, cuando el pueblo de la Antigua Manera vivía aquí, aquellos que usaban hoces de arcilla y vivían en cabañas de barro, no había canales. Cada primavera, cuando las nieves de las montañas del norte se fundían, los Dos Ríos crecían y estallaban fuera de sus orillas y las aguas se derramaban por todos los campos, inundando las cosechas y los poblados. Algunos años la inundación era grande, y el trabajo de años resultaba destruido. Otros años las aguas se retiraban rápidamente bajo el cálido sol de la estación seca, y no quedaba humedad suficiente para mantener con vida las cosechas. Incluso en los años de inundaciones, cuando el agua cubría los valles durante todo el verano, gran parte de la Tierra permanecía desierta, demasiado seca para cualquier uso, y no había forma de transportar el agua de los lugares inundados a los lugares secos. Era una terrible forma de vivir.

Cuando conquistamos al pueblo de la diosa y les arrebatamos la Tierra, encontramos otra manera. Fue el hijo de Enlil quien nos la mostró, Ninurta, el dios guerrero, dios del tormentoso viento del sur. Ocurrió que Ninurta se enzarzó en una pelea con el demonio Asag, que moraba en el mundo inferior; y Ninurta bajó al mundo inferior y mató al demonio tras una terrible batalla. Pero la muerte de Asag desencadenó una gran calamidad sobre la Tierra: porque era Asag quien mantenía a raya al dragón Kur, que es el río que fluye a través del mundo inferior. Cuando Asag murió, el Kur quedó libre y brotó a la superficie de la tierra, y las hediondas aguas del río subterráneo se derramaron en las tierras a la luz del día y todo se vio inundado.

Grandes fueron las lamentaciones de los dioses que estaban a cargo de los campos y los jardines, y aquellos que llevaban el azadón y el cesto. El Kur cubrió la Tierra, y la hambruna fue severa. Nada crecía excepto las semillas que resistían todas las circunstancias. Pero en esa época oscura Ninurta halló un camino. Acumuló un puñado de piedras en las montañas y las envió flotando como derivantes nubes de lluvia a la Tierra. Luego las apiló sobre el lugar donde el Kur había asomado a la superficie desde el mundo inferior, y lo condenó de tal modo que sus aguas no pudieran escapar. Una vez hecho esto construyó diques para contener las inundaciones, y canales para guiar el agua en los lechos de los Dos Ríos y de los ríos a los campos. Así, el dragón fue contenido y sus depredaciones frenadas. Y entonces los campos dieron abundante grano, los viñedos y los huertos entregaron sus frutos, y la cosecha fue apilada formando grandes colinas en los graneros.

Desde entonces ha recaído en nosotros mantener y extender los canales; es nuestro principal trabajo, la gran tarea que pasa por encima de todas las demás, porque de los canales depende toda nuestra prosperidad. En tiempos de alto nivel de las aguas de los ríos nos permiten conducir las peligrosas aguas a un lado en canales de almacenamiento. Cuando los ríos empiezan a bajar, cerramos las compuertas y retenemos el agua para usarla en los meses secos. Otros canales II conducen el agua desde esos depósitos a los campos cultivados, e incluso a las tierras que antes estaban desiertas. Así, los ríos, que antaño eran nuestros grandes enemigos, son ahora nuestros servidores. Controlando el nivel y el flujo, salvamos nuestros campos de las amenazas de la inundación y la sequía. Ahora en las orillas de nuestras ciudades se alzan muelles y fondeaderos donde antes sólo había lodosos pantanos. A todo lo largo y ancho de la tierra se extiende la red de canales, uniendo campo con campo, pueblo con pueblo, ciudad con ciudad.

Pero el suelo de nuestra tierra es profundo y blando, y se rompe fácilmente bajo La fuerza de la corriente primaveral, de modo que los canales se llenan y el limo bloquea sus bocas. No podemos permitir eso. Si los canales se vuelven demasiado superficiales, el agua no fluirá de uno al siguiente, y pronto nada fluirá en ellos, y luego, cuando los ríos se hinchen, el desastre caerá sobre nosotros como si el! dragón Kur hubiera regresado. Así que debemos trabajar constantemente en el mantenimiento de los canales. Es responsabilidad de cada granjero velar por su pequeño canal, y es responsabilidad del supervisor de cada poblado ver que los grandes canales de alimentación se mantengan en buen estado, y es responsabilidad de los funcionarios del gobierno supervisar los; canales principales. Pero la responsabilidad última recae en el rey: debe comprender el gran diseño, y saber dónde se debilita, y dar las órdenes para enviar los ejércitos de reparación. Dumuzi había dejado de lado esta responsabilidad. Sólo por eso, jamás podría ser olvidado; sólo por eso, merecía haber sido enviado;a la Casa del Polvo y la Oscuridad.

Era poco lo que yo podía hacer durante lo peor de la estación lluviosa excepto examinar los informes de los supervisores, y decidir dónde era más esencial iniciar las reparaciones. Pronto las tablillas se apilaron a todo mi alrededor, cesto sobre cesto de ellas, llenas con las apretadas inscripciones que hablaban del peligro para Uruk. Los escribas permanecían junto a mi hombro derecho y junto a mi hombro izquierdo para leérmelas, pero yo raras veces apelaba a sus servicios: me parecía mejor leerlas yo personalmente, siempre que me era posible. Me preocupaba todo lo que era necesario hacer.

Mediado el invierno las lluvias disminuyeron, e iniciamos nuestra tarea. Los ríos y canales estaban llenos por las constantes aportaciones, pero no seriamente: el auténtico peligro no llegaría hasta que las nieves del norte empezaran a fundirse. Pero había poco tiempo que perder.

Elegí empezar por el canal conocido como la Boca de Ninmah, que se halla justo al norte de Uruk y nos proporciona nuestra agua potable. Necesitaba urgentemente un drenaje y una limpieza, pero eso no era un asunto serio, puesto que no exigía más que sudor y músculos. Pero los embarcaderos y las esclusas reguladoras necesitaban también una reconstrucción, principalmente la presa principal, que mis ingenieros me decían que podía verse barrida por el primer embate de las crecidas de primavera.

Es una vieja costumbre, en el inicio de cualquier gran trabajo de construcción, que el rey haga y coloque en su lugar el primer ladrillo. No puedo decir si esa costumbre ha sido honrada por todos los monarcas, pero yo la seguía alegremente, puesto que siempre había sido uno de mis mayores placeres dedicarme a los trabajos artesanos. Mis astrólogos eligieron un día propicio para la ceremonia. La noche antes, até mi pelo hacia atrás y me dirigí sencillamente vestido al pequeño templo de Enlil, donde me bañé y pasé la noche a solas, durmiendo en el suelo de piedra negra. Por la mañana el sol brillaba espléndidamente. Fui al templo de An e hice una ofrenda de ovejas y cabras sin mancillar. Luego, en el santuario de Lugalbanda, realicé el resto ritual de la mano en el rostro, y sentí que el dios mi padre se agitaba dentro de mí. Y cuando llegó la hora del mediodía fui al lugar donde se hacen los ladrillos, llevando una almohadilla sobre la cabeza y con las herramientas en la mano.

Los sacerdotes de los distintos dioses artesanos se alinearon en torno mío haciendo sonar sus tambores mientras yo empezaba mi tarea, trabajando semidesnudo como cualquier trabajador bajo el sol. Primero hice una libación, derramando el agua de la buena suerte en el armazón del molde. Luego encendí un fuego de madera aromática, para alejar las impurezas y cualquier espíritu maligno que pudiera estar acechando por los alrededores. Unté el molde con miel y mantequilla y aceite fino de la mejor calidad. Luego tomé la arcilla y la mojé hasta que tuve una argamasa, y mezclé con ella la paja, y Ha pisé; tomé el sagrado cuezo y metí en él la mezcla, y la apreté contra el molde; alisé la cara de los ladrillos con las manos, y los saqué al secadero. No hubo lluvia aquella noche; creo que hubiera despellejado vivos a mis astrólogos si llega a llover. Por la mañana realizamos la ceremonia de romper el molde, luego quemé más madera aromática, y alcé el molde por sus asas y lo arrojé lejos, y saqué el primer ladrillo. Lo alcé al cielo como una corona.

—Enlil está satisfecho —exclamé. De hecho, tenía que estarlo. El ladrillo era perfecto. Los dioses habían aceptado mi. servicio, lo cual significaba que el período de prueba había pasado y que Uruk sería sostenida.

Durante aquellos días trabajé junto a los demás en la fabricación de ladrillos, y en su transporte hasta el canal, y en la tarea de apilarlos en grandes hileras. Luego, cuando los astrólogos anunciaron de nuevo un día propicio, nos ocupamos de la tarea de cerrar el flujo al canal. No era tarea fácil; dos hombres perdieron su vida en ello. Pero lo conseguimos. En aquellos días yo no conocía la moderación, ni para mí ni para nadie que estuviera a mi alrededor, cuando se trataba de trabajar para la ciudad. Durante toda una hora estuve metido en medio del agua, en la parte más profunda, manteniendo los brazos tendidos mientras ellos tejían el armazón de la presa a mi alrededor. Era necesario que lo hiciera, no tanto porque fuera el rey, sino porque era el más alto y el más fuerte de los hombres. Cuando hubimos cerrado el paso del agua, abrimos las esclusas del otro lado y vaciamos el canal, y nos dedicamos al trabajo de reparar su estructura. Coloqué el primer ladrillo, que era el ladrillo que había hecho con mis propias manos aquel otro día ceremonial. Trabajarnos hasta el anochecer, y al amanecer del día siguiente regresamos, y así día tras día: no quise darles reposo, porque el tiempo era poco y la tarea urgente. Yo nunca me cansaba. Cuando los otros parecían perder fuerzas, iba entre ellos, dándoles palmadas en los hombros y diciendo:

—¡Vamos, amigo, arriba, los dioses requieren nuestros servicios!

Y, por débiles que se sintieran, volvían a alzarse y se ponían a trabajar de nuevo. Los empujé duramente —los empujé sin piedad—, pero me empujé a mí mismo más duramente aún. Grandes piras de madera aromática purificaban el lugar donde trabajábamos, y Enlil estaba complacido, y el trabajo adelantó rápidamente y bien. Todo fue bien en Uruk aquel invierno. Cuando llegaron las crecidas en la primavera, los canales recibieron y almacenaron el agua extra, y no hubo inundaciones. Me regocijé en mi reinado.

Загрузка...