– Entonces, estás dispuesta a darle una paliza al mundo por mí -susurro Ken, estirándose al lado de Marigold. Se giró hacia ella, atrayéndola más cerca de si con una mano, atrapando su pierna con el muslo.
– Mmm. -Su voz fue somnolienta-. Por supuesto. Es lo menos que puedo hacer. Después de todo, salvaste mi vida cuando tu hermano iba a dispararme con esa arma suya. Necesita ayuda, lo sabes. No puede ir por ahí asesinado a la gente que no le gusta.
Ken sonrió, por primera vez en mucho tiempo, el sentimiento era genuino.
– He estado diciéndole eso por años. -Encontró la nota somnolienta en su voz irrazonablemente sexy.
– ¿Que me hicieron?
– Una pequeña tortura. Tratamos de extraerte nombres, pero te mantuviste firme.
Miró su cara, bastante seguro, fue recompensado con esa misma breve e intrigante sonrisa.
– Bien por mí. Habría cantado como un pájaro si hubieses tratado de hacerme comer guisantes. -Ella se estremeció y abrió sus ojos, parpadeando hacia él-. Así es como todos los interrogadores consiguen la información de mí.
– He tomado nota e iremos por esa ruta la próxima vez. -La abrazo, sujetándola cerca del calor de su cuerpo-. Me asústate como el demonio, Mari. Eso estuvo cerca. Demasiado cerca.
Se movió hacia él, estremeciéndose un poco.
– Creo que el Zenith hizo el trabajo curando las heridas de bala y los huesos rotos, pero me siento como si un camión me hubiera pasado por encima.
Él acarició con los dedos su cara en una pequeña caricia.
– Te sentirás mejor en un par de días. Necesitas dormir mucho.
Los labios de Mari se tensaron y sus ojos oscuros se ensombrecieron.
– Sabes que vendrán por mí, Ken. Todos, incluyendo a Lily, están en peligro.
– Lo sabemos. Estamos tomando precauciones.
– Más vale que realmente sean buenas precauciones. No los subestimes.
– No lo vamos a hacer, te lo aseguro.
A ella le gustaba tenerlo tendido a su lado.
– Nunca he vivido en ningún lado excepto en el complejo. Nunca he salido excepto cuando me mandaban a una misión, y siempre éramos estrechamente vigilados. He estado en muchas misiones, y en realidad era un alivio ir a algún lugar y salir de allí. Es gracioso como el estar aquí lo siento tan diferente, cuando debería sentirme igual. ¿Esto es un laboratorio, verdad?
– Si. Es parte de la compañía de Whitney. Lily heredó todo cuando Peter Whitney supuestamente fue asesinado. Mantuvo todo en marcha, es todo legítimo. -Sobre un lado, apoyado sobre el codo, retiró el pelo de su cara con dedos gentiles-. Tienes que descansar, Mari. Tienes todavía tres vías y Lily aún esta administrando fluidos. El Zenith no es nada con lo que bromear. Debía haberlo sabido cuando te curaste tan rápido, pero nadie lo usa. No se me ocurrió que Whitney pondría en peligro deliberadamente tu vida.
Mari disfrutó el sentimiento de sus dedos acariciando su frente. Su toque era ligero y suave, y nadie la había acariciado nunca de esa forma.
– ¿Por qué eres tan amable conmigo, Ken? -No quería confiar en él, o en los extraños sentimientos que estaba empezando a desarrollar por él.
– Nunca soy amable con nadie, Mari -negó, una sonrisa en su voz, aunque no se mostró en sus ojos grises-. No vayas a arruinar mi reputación.
Ella cerró los ojos porque no podía mirarle sin sentir la quemazón de las lágrimas. Se dijo a si misma que era debido a que estuvo cerca de morir, pero sabía la verdad. Ken Norton estaba dándole a probar como podría ser la vida, y ella no tenía esa vida, nunca podría tener esa vida.
– Nos posee, ya sabes. Hablamos de escapar, pero no lo hacemos, porque no sabemos como sobrevivir fuera del complejo. Nunca hemos caminado por una verdadera calle de ciudad. Hemos entrenado en una guerra urbana, en simuladores, y tenemos ciudades simuladas en la que entramos para enfrentarnos en la batalla, pero nunca hemos estado realmente fuera de las instalaciones, más que para ir a la jungla o algún pequeño reino de los señores de la droga. Como dije, ir en misión era una especie de vacación, tan estúpido como suene eso.
Su voz era suave y somnolienta, la nota golpeando justo el tono que hizo a su cuerpo volver a la vida. Demonios. Todo lo que hacia o decía, todo lo que era, sacaba lo peor de él. Ken luchó por mantener su mente centrada en la conversación.
– ¿Estuviste alguna vez en el Congo?
– He estado en cada jungla, bosque y desierto que hay -dijo sin abrir los ojos-. Y en cada lugar tenían sanguijuelas, he logrado encontrarlas. Las sanguijuelas están justo allí con agujas y guisantes para mí. Antes del programa de cría de Whitney, era un maldito buen soldado.
– Todavía eres un maldito buen soldado.
Mostró una sonrisa pequeña y agradecida y se movió ligeramente, un pequeño cambio en su posición, pero atrajo sus suaves senos contra su pecho. Logró reprimir un gruñido, sintiéndose más un pervertido de lo que alguna vez se había sentido.
– ¿Si pongo mi brazo alrededor de ti, vas a empujarme de la cama?
– No. ¿Debería?
– ¿Quieres que sea sincero?
Mari sonrió y se acurrucó más cerca de él.
– No. Me duele y quiero irme a dormir. Tú te sientes a salvo. Necesito sentirme a salvo.
– Entonces estás perfectamente a salvo conmigo.
Ken envolvió sus brazos alrededor de ella y trató de no sentir la oleada de conciencia sexual que el calor y la suavidad de su cuerpo le trajeron. Las emociones eran algo con las que se negaba a tratar. Parecía tan joven, sus pestañas largas y espesas, contra su pálida piel. Su pelo brillaba con hebras de platino y oro. Lily debía haber deslizado algo en los fluidos que la hacia dormir, o Mari nunca habría hecho una declaración tan indefensa. Esperaba que no lo recordase cuando despertara.
– Estoy aquí, cielo. Solo duérmete y yo vigilaré -murmuró, sus labios contra su sien.
Ella debería haber olido a muerte no a vida, pero cuando inhaló su aroma, podía saborearla a ella en su boca, sintió su corazón latiendo al mismo tiempo que el de ella, fuerte y regular con un ritmo perfecto.
– No puedo dormirme; está demasiado silencioso aquí.
Él gruñó suavemente.
– ¿Vas a hacerme quedar como un tonto, verdad? -Miró hacia la puerta-. Mejor no le digas a nadie que hice esto.
Ken puso su brazo alrededor de su cabeza, su brazo bloqueando la luz de la ventana, deseando tener su guitarra.
Jack se había dedicado a sus libros en los largos años de la adolescencia y Ken a la música. Podía tocar casi cada instrumento, pero prefería la guitarra. La sensación de ello en sus manos y contra su cuerpo era la misma que sentía cuando sujetaba su rifle, una extensión de si mismo. Era calmante y lo sacaba del mundo, justo como lo hacía el rifle. No podía tocar para ella, por eso cantó suavemente, llenando la habitación con su rica voz, usando sus propias creaciones, canciones que había escrito a través de los años, canciones de soledad y angustia, de rabia y muerte, y canciones sobre la belleza de la tierra y el mar. Se mantuvo vigilante mientras su respiración se aplanaba y se dormía ligeramente. Siempre que paraba, su cuerpo se sacudía y un ligero ceño cruzaba su cara, instándolo a continuar.
Miró su reloj cuando Lily entró en la habitación; estaba sorprendido de que hubieran pasado varias horas. Avergonzado de ser cogido cantando, se ocupó en alisar el pelo de Mari, mientras Lily comprobaba su pulso y el ritmo del corazón.
– ¿Cómo está? -preguntó finalmente.
– Mucho mejor. Salvaste su vida, Ken, trayéndola tan rápido. Otros pocos minutos y no podría haber hecho nada. -Lily empezó a quitar las vías del cuerpo de Mari-. El Zenith es un curador asombroso, pero como la dinamita, es altamente inestable. Nunca he sido capaz de aislar las causas por las que las células se rompen, y en que tiempo exactamente. Siempre varía de paciente a paciente. Sería una droga milagro si parase después de curar el cuerpo. Mira su muñeca.
Ken continuó tumbado en la cama, sujetando a Mari cerca de él.
Estaba despierta; podía decirlo por la energía corriendo en su mente. Se había despertado en el momento en que Lily abrió la puerta, pero no se había movido, manteniendo su respiración lenta y lisa.
Lily cuidadosamente cortó la escayola y con cuidado pincho la muñeca.
– Probablemente tiene una capacidad de curación notable de todas formas y el Zenith solo empujó su cuerpo implacablemente. -Puso el brazo de Mari de vuelta en el colchón y la cubrió con una sábana-. ¿Ha mencionado mucho a mi padre?
Ken no contestó. No iba a mentirle, pero Lily estaba frágil con su estado de embarazo y no era su culpa que su padre fuera un loco.
Ella suspiró.
– Tengo que saber sobre el programa de cría que está llevando a cabo, Ken. -Miró hacia la puerta donde los otros estaban descansando, un pequeño ceño en su cara-. Creo que está insertando ADN animal en los soldados. Creo que algunos de vosotros ya lo lleváis, especialmente los hombres. ¿Ha mencionado agresiones? ¿Algo que puede indicar a unos pocos soldados en sus programas están mostrando signos de instinto más que de comportamiento intelectual?
Los dedos de Mari lo tocaban. Él envolvió su mano con la suya.
– Le preguntaré sobre eso, Lily.
– Necesita ayuda desesperadamente, Ken. -Lily sacudió la cabeza-. Debería haberlo sabido. Debería haberle conseguido ayuda. Mira eso. -Empujó la delgada sábana de la pierna de Mari, recorriendo con su mano la piel de allí, sintiendo el hueso-. Realmente tampoco necesita más esta férula. La dispararon. Su pierna estaba rota, y en unas pocas horas su cuerpo ha curado. Peter Whitney hizo esto. Creó la droga y manipuló los realces bióticos para acelerar las capacidades de curación del cuerpo a una velocidad fenomenal. Solo imagina como se podría beneficiar el mundo con sus descubrimientos si no se hubiese vuelto loco.
Ken tensó los dedos alrededor de los de Mari mientras Lily quitaba la férula.
– Pero se volvió loco, Lily. No importa como de brillante sea, o es, se ha convertido en un monstruo. No podemos permitir que continué y lo sabes. Mantiene a mujeres cautivas y las fuerza a quedarse embarazadas. Están prisioneras, mantenidas en una instalación remota en algún lugar, sin esperanza de salir alguna vez. Y planea experimentar con bebés.
Lily dejó salir el aire en un largo sonido de dolor.
– Estoy haciendo todo lo que puedo para encontrar a las mujeres, Ken.
Pregúntale si lo que Whitney está haciendo con los hombres puede ser invertido. Si está insertando ADN animal en ellos o aumentando sus niveles de testosterona, ¿Puede deshacer lo que él ha hecho?
Ken se aclaró la garganta y trato de parecer intelectual.
– Lily, si el doctor Whitney esta usando ADN animal, o aumentando los niveles de testosterona en algunos soldados, ¿hay una manera de invertir o deshacerse de ello?
La mirada de Lily saltó de su cara a la de Mari, entonces retiro la mirada como si estuviera viendo demasiado.
– Los niveles de testosterona deben ser controlados con drogas. Dependiendo de lo que hiciera y cuanto aumentase los niveles, podría ser capaz de nivelar a los hombres. Pero si realmente esta insertando ADN animal en ellos, que es lo que he empezado a sospechar, no hay nada que pueda hacer. Con el par extra de cromosomas que insertó, tiene un montón de código genético para trabajar con él.
Examinó la pierna de Mari una segunda vez, poniendo una atención más estrecha en la herida.
– Necesita más descanso. Trata de mantenerla durmiendo lo más posible, y necesitará beber muchos líquidos. Realmente oblígala con el agua. El cuarto de baño está ahí. -Señaló una puerta a su izquierda-. Camina con ella para que pueda probar la pierna, pero solo hasta el cuarto de baño y vuelta hasta que le tome una radiografía. Parecía bien cuando la he sentido pero la habilidad psíquica no siempre puede captar los pequeños matices.
– Gracias Lily. La vigilaré.
Ken esperó hasta que Lily lo dejó de nuevo solo con Mari.
– ¿En que estás pensando?
Mari abrió los ojos, y su corazón reaccionó con un pequeño salto. Tenía los ojos marrones oscuros, un flequillo largo y pesado. No lo había notado antes porque había estado demasiado ocupado fijándose en su boca, pero un hombre podría estar seriamente perdido en sus ojos. Estaba en problemas y entrando más profundamente por momentos.
– Brett actúa más como un animal que como un hombre. No se preocupa en absoluto por lo que quiero o no quiero. No le importa realmente más que coopere con él. Cuando no lo hago, se enfurece. No siempre fue así. No quiere decir que no tenga un comportamiento bruto. Creo que le gusta ser fuerte y busca peleas, y a ninguno de nosotros nos gusta lo suficiente, pero su comportamiento es incluso peor ahora.
Ken respiró profundamente y lo dejó salir. Jack y él siempre habían estado mejor de visión que la media, pero ahora ambos podían ver mejor no solo de noche, sino en grandes distancias más como un águila podía ver que como un hombre. Habían asumido que fue debido al realce genético de visión y oído, simplemente incrementando sus propias capacidades, pero ambos podían ver fuentes de calor también. Podían cambiar el color de la piel y mantener la temperatura externa de su piel a diferentes temperaturas que el calor interno del cuerpo, lo que anulaba la habilidad de cualquier otro para ver sus imágenes de calor. ¿Quería esto decir que Whitney había insertado ADN animal en ellos? ¿Era esa parte de la razón por la que había sido tan firme en que Briony tuviese al bebé de Jack?
– ¿Qué es? -Mari giró la cabeza para mirarle directamente a los ojos. Su dedo trazó el fruncimiento de sus labios.
– Jack y yo siempre hemos tenido personalidades dominantes -dijo Ken, ¿Whitney no pudo haber añadido ADN animal a nuestro código genético, podría mentir, Jack? ¿Es posible que nos hiciera incluso más agresivos, conociendo nuestra historia?-. Ambos somos agresivos y no tenemos respaldo. Tenemos ciertos rasgos, tanto física como mentalmente mucho antes de que nos presentáramos voluntarios para el programa psíquico de Whitney.
Ken, hay posibilidades. No quiero considerarlo, pero nuestra visión no es como la visión humana. Y ambos nos hemos convertido demasiado como osos peludos gruñendo en el bosque. Hubo un rastro de humor en la voz de Jack, y los duros nudos en el vientre de Ken se relajaron un poco. Incluso si el bastardo insertó ADN animal, hemos vivido con ello unos cuantos años y no nos hemos comido a nadie.
Nos habría dado algo difícil de controlar, algo que se mezclaría con los celos y la agresividad y aumentaría aquellos rasgos.
Probablemente.
Jack sonó satisfecho. Podía estar satisfecho. Tenía a Briony atada a él y estaba embarazada de gemelos. Estaba totalmente comprometida con él. Jack era un hombre guapo con un físico por el que cualquier mujer se sentiría atraída.
Mari, por otro lado, estaba atraída sexualmente porque Whitney los había emparejado. Tenía la cara de un monstruo y su cuerpo era una colcha de retazos cosida más bien al azar. Mari no querría ser vista andando por la calle con él, sin hablar de bailar con él, si Whitney no hubiera intervenido.
Jack había logrado escapar del legado de violencia, celos y comportamiento asqueroso que su padre les había legado, pero Ken no lo hizo. Sabía que no lo haría, y Mari tarde o temprano sufriría sus malos tratos si estuvieran juntos.
La autocompasión era un pasatiempo miserable e inútil. Se negaba a darse el gusto.
Las yemas de Mari eran ligeras como plumas en su cara cuando trazó el patrón de sus cicatrices.
– Eres tan tonto a veces, Ken. No te ves a ti mismo como realmente eres en absoluto.
– ¿Cómo me ves? -Quería hundir los dientes en su dedo, hacerlo entrar en el calor de su boca, pero se quedó completamente quieto, no atreviéndose casi a respirar, por las dudas que parase de tocarle.
– Eres extraordinario. Absolutamente extraordinario.
Su boca se curvó en una semblanza de sonrisa, la cicatriz se estiró rígida. Le asombró como aquella piel brillante podía estar tan tirante y no sentir en absoluto hasta que se estiraba, y entonces podía ser doloroso. No parecía haber un punto medio.
– Estás dopada.
– Lo sé. Estoy flotando. Pero eso no lo hace falso. Si tienes ADN animal, pareces ser capaz de manejarlo mucho mejor que cualquiera de los demás.
– No querrás decir eso cuando estés durmiendo y te despierte croando como una rana y mi lengua salga disparada y encuentre esa perfecta orejita tentadora tuya.
– ¿Mi oreja te tienta? -Se metió las hebras del pelo detrás de la oreja.
– Demonios si. Todo acerca de ti me tienta.
Mari sintió que se ruborizaba. Ningún hombre le había prestado tanta atención de la forma que él lo hacía. La hacía sentir casi tímida, cuando no era una mujer tímida. El calor se extendió por su cuerpo, y cuando estaba cerca de ella, apenas podía respirar. Su útero se apretó, y entre sus piernas se puso caliente, húmeda y palpitó con impaciencia, como si su cuerpo tuviese una mente propia. Ella estaba sobreestimándose. Sabía que hacer en una situación de combate, y sabía como rechazar las atenciones no deseadas, pero no tenía ninguna pista de cómo seducir a Ken Norton para que la deseara con la misma intensidad febril con que ella le deseaba.
Tragó con fuerza y cambió de tema, decidiendo que la seguridad era preferible cuando no tenía su ingenio con ella.
– ¿Está Jack realmente con mi hermana?
– Cobarde. -Atrapó su mano contra sus labios de nuevo, esta vez, introdujo su dedo seductoramente en el calor aterciopelado de su boca.
Su corazón saltó y empezó a golpear deprisa. Él hacía que el gesto más pequeño pareciera sumamente erótico. Había tenido sexo, lo odiaba, y había decidido que nunca participaría de buen grado, incluso con el más simple chupetón de su boca, sus pechos hormiguearon y los músculos se apretaron con urgente necesidad.
– Si lo soy -estuvo de acuerdo-. No tengo mucha experiencia.
– Yo si
Esta vez su estómago dio un vuelco. Su voz fue baja, un susurro que se deslizó sobre su piel en una tentación demoníaca. Por un momento no pudo apartar la mirada de su boca y la manera en que tiraba de su dedo. Sus pechos reaccionaron como si pudieran sentir sus labios, lengua y dientes deslizándose sobre su cremosa piel, chupando sus pezones hasta que le dolieran y suplicaran por él.
Le gustaba mirar su cara, su forma, las cicatrices solo llamaban la atención sobre la perfección de su estructura ósea y la manera en que sus labios estaban sensualmente cincelados. No podía ayudar el hecho de que estuviera atraída por sus anchos hombros y su pecho densamente musculado. Le gustaban sus brazos grandes y musculosos y sus estrechas caderas. El hombre estaba construido exactamente de la forma en que pensaba que un hombre debería estar formado.
Mari tragó con fuerza y trató de no sentir el baile de su lengua o imaginar la caricia de ella a lo largo de su piel. Era el hombre más erótico que nunca había encontrado. Todo sobre él, incluyendo ese borde de peligro, le atraía.
– Cuéntame algo acerca de Briony, sé que Jack está siendo cuidadoso en caso de que sea una amenaza para ella, pero necesito escuchar algo sobre ella. He pensado en ella todos los días de mi vida y en cierta forma desarrollé una vida de fantasía para ella. Necesito saber que es feliz. ¿Se parece a mí? ¿Cómo es como persona?
Sus dientes acariciaron una y otra vez la yema de su dedo, sus cejas se juntaron mientras pensaba.
– Briony es como la luz del sol. Es brillante, alegre e ilumina la habitación cuando sonríe, te hace querer reír con ella. Se ve como tu, preciosos ojos oscuros y el mismo hermoso cabello. -Frotó las hebras entre sus dedos-. Cuando la luz del sol brilla sobre él, con todo ese oro, plata y platino, parece como un millón de dólares.
Había afecto genuino por su hermana en su voz, y Mari abrazó ese conocimiento para si misma. Necesitaba saber que con todo lo que había perdido, a su hermana le había sido permitido vivir una vida real.
– ¿Qué hay de su familia? ¿Fueron buenos con ella?
– Creció en una familia del circo con cuatro hermanos mayores. Creo que actuar era difícil para ella porque ninguno de ellos es un ancla y tuvo que aprender a arreglárselas por su cuenta, incluso cuando era una niña, pero es fuerte, Mari y tiene coraje.
– ¿Qué hay de sus padres? ¿Fueron buenos con ella?
– Los quería mucho, y si, fueron buenos con ella. Siempre habían querido una hija. Uno de sus hermanos sirvió con nosotros por un tiempo. Es un buen hombre.
– ¿La ama Jack?
– ¿Qué crees?
– Creo que pondría un arma en mi cabeza y apretaría el gatillo si creyese incluso por un momento que era una amenaza para ella o para ti.
– No sabía acerca de ti. Whitney borró su memoria. Siempre que trataba de recordar sentía dolor. Cuando finalmente fue capaz de destruir lo que hizo para bloquear su memoria, nos hizo prometerle que te encontraríamos.
– Y tú me disparaste.
Una débil sonrisa tocó su boca.
– Bien. Puedo no contarle esa parte.
Una sonrisa fantasmal en respuesta curvó sus labios.
– Imagino que no. -Tragó y miró lejos de él-. Necesito ir al cuarto de baño.
Ken se movió, deslizándose de la cama para darle su espacio, tratando de ser casual y no avergonzarla.
– Déjame ayudarte a sentarte. Vas a estar un poco débil por un día o dos. Ese cóctel que Lily te dio puede hacerte sentir bastante mal.
Mari le frunció el ceño, mirándolo alarmada.
– No podemos quedarnos mucho más que un día o dos, especialmente con Lily aquí. Seguirán viniendo hasta que me encuentren.
¿Y por que la ponía tan triste? Mientras había anhelado la libertad, una parte suya había estado aterrorizada de salir al mundo sin una pista de lo que afrontaría.
Ken le rodeó la espalda con su brazo y la levantó a una posición sentada, estabilizándola cuando se balanceó con debilidad.
– ¿Por qué no te escapaste? No puedes decirme que tu y las otras mujeres, todas soldados entrenados, todas realzadas psíquica y físicamente, no pudieron salir en todo este tiempo.
Mari presionó una mano contra su corazón que golpeaba rápidamente. ¿Alguien podía admitir cobardía al hombre que había sido torturado tan horriblemente? No podía encontrar sus ojos.
Ken cogió su barbilla y la forzó a levantar la cabeza.
– Mari, para esto. Fuiste criada por un loco en un ambiente de disciplina y deber.
– Al principio, no pensé en ello en absoluto. Me gustaba el entrenamiento y la disciplina. Había un montón de actividad psíquica, y sobresalía en el entrenamiento con armas y el mano a mano, así que era simplemente un estilo de vida para mí. No conocía que otro tipo de vida realmente existía. Y estaba Briony. Estaba muy asustada por ella. Él prometió que tendría una buena vida si cooperaba con él. Cuando leía sobre las familias, solo imaginaba a Briony en el papel y estaba todo bien.
Mari balanceó sus piernas por el lado de la cama, probando la fuerza de su pierna herida. El Zenith curaba rápido, pero todavía tenía que trabajar los músculos para ponerlos en forma, y Ken tenía razón estaba temblorosa por la debilidad.
– ¿Cuándo empezasteis a daros cuenta de que no toda la gente vivía de la manera en lo hacías?
– Whitney nos dio una excelente educación. Quería soldados inteligentes capaces de tomar decisiones rápidas cuando fuéramos aislados de nuestra unidad, pero haciendo eso, nos animó a pensar por nosotros mismos. No llevó mucho tiempo darse cuenta de que nuestro complejo era una prisión, no una casa.
Dio un paso en el suelo, sumamente consciente del calor del cuerpo de Ken que rezumaba de sus poros cuando su brazo rodeó su cintura para estabilizarla. Su olor le envolvió, nublando su mente por un momento, hasta que todo en lo que pudo pensar era en la sensación de su piel contra la de ella. Quería quitarle la camisa para poder examinar las cicatrices de su pecho y más abajo de su vientre…
– Detente. No soy un santo, Mari.
Mantuvo la sonrisa para si misma. Le gustaba el borde áspero en su voz y la manera en que sus ojos, de un plata tan alarmante, se oscurecían con un hambre tan intensa siempre que pensaba en tocar su cuerpo.
– No te ha costado mucho serlo, ¿verdad?
Ken se tragó su respuesta. No le había tomado demasiado antes de su captura en el Congo, pero había pensado que esa parte de su vida se había ido hacia mucho. Mari lo había cambiado todo. Su cuerpo estaba duro, lleno y muy dolorido con solo la ligera caricia de su suave piel contra él. Nada había conseguido acelerarlo desde su retorno de África, nada ni nadie hasta Mari. ¿Podían las feromonas ser tan poderosas? ¿Tan poderosas que no solo le atrajese sexualmente, sino también emocionalmente?
Caminó con ella a través de la habitación sin contestarle. Solo pensar en sexo era suficiente para hacerle sentirse un salvaje.
Después de unos minutos, Mari salió del baño pálida, su cuerpo se tambaleaba. Ken no espero que tratase de caminar de vuelta a la cama. La cogió en brazos, acunándola contra su pecho. Por un momento se tensó, manteniendo su cuerpo alejado del de él, la resistencia recorrió su cuerpo.
– No luches conmigo. Estás tan débil como un gatito ahora mismo. Puedes hacer flexiones mañana, pero por ahora voy a llevarte de vuelta a la cama.
Ella lo miró con sus grandes ojos oscuros, sus labios pecaminosamente llenos y una mirada entre inocente y tentadora, y sabía que estaba perdido.
– Condenados infiernos -murmuró, siguiendo a través de la habitación y colocándola en la cama-. No puedes mirarme así, Mari.
Se inclinó, enmarcando su cara con las manos deslizando los pulgares por su suave piel una vez, antes de tomar posesión de su boca. Había pensado, esperado, que este primer beso hubiera sido un desengaño, pero en el momento en que tocó sus labios, provocando y tirando con sus dientes hasta que ella se abrió para él, estuvo inmediatamente fundido. La besó una y otra vez, robando su aliento, dándole el suyo, ahogándose en la necesidad.
Ella freía su cerebro. Ni siquiera podía pensar claramente, su cabeza rugía, el trueno en sus oídos, su corazón palpitaba, y su cuerpo tan duro y rígido, frotó su palma sobre el grueso bulto desesperado por aliviarse. Ella había hecho esto, lo hizo volver a vivir, sentirse como un hombre de nuevo. Le había devuelto su vida, y si tomaba lo que su oscura mirada estaba ofreciendo, podría destrozarla completamente.
Ken se forzó a alejarse del borde de la locura, alejando su mano de ella y dando un paso atrás para empujar sus dedos a través de su pelo con agitación. Su respiración salía en jadeos irregulares. La deseaba tanto que por un momento no podía pensar coherentemente, no podía pensar en nada más que en su suave piel y en su exuberante cuerpo. Dio otro paso atrás.
– Esto es una locura. Vuélvete a dormir.
– Estoy sedienta.
Su mirada saltó a su cara.
– Estoy haciendo todo lo posible para estar pendiente de ti, Mari, pero no me lo estás poniendo fácil.
– Seré buena, pero realmente estoy sedienta.
Se sentó un poco indecisa, y él se inclinó para colocar las almohadas. Su brazo rozó su pecho, y soltó una maldición entre sus apretados dientes. Ken vertió agua en un vaso y lo empujó hacia ella, teniendo cuidado de no dejar que sus dedos se tocaran.
Ella se llevó el vaso a los labios, atrayendo su atención de vuelta a su boca. Casi gruñó viendo a su garganta trabajar mientras tragaba el agua. Arrastró una silla al lado de la cama y se montó a horcajadas, apoyando los brazos en la parte superior del respaldo y descansando su barbilla en sus manos.
– Nunca te estremeces o apartas los ojos cuando me miras.
Mari presionó el vaso contra su sien.
– ¿De verdad la gente hace eso?
– Por supuesto que lo hacen, mírame.
– He estado mirándote. -Su mirada fue a la deriva sobre su cara y bajó más abajo para seguir las cicatrices que desaparecían en su camisa. Había un interés evidente en sus ojos-. La gente es idiota.
– Dios, mujer, no estás a salvo. -Aspiró, lo dejó salir y forzó a su mente a alejarse de su pecaminosa boca-. Cuéntame acerca del complejo. ¿Cómo podría el personal militar y, adivino, técnicos de laboratorio estar allí y no darse cuenta de lo que estaba pasando? -Era mucho más que una tentación sentada allí pareciendo vulnerable, somnolienta y mirándole como si pudiera ser un caramelo.
Ella se encogió de hombros, escondiendo su sonrisa por la reacción de él hacia ella.
– El complejo tiene muchas capas y rotan a los soldados que entran bastante a menudo. Por fuera, el lugar parece bastante inocuo. A nivel de la tierra tiene unos pocos edificios, cabañas, la pista de aterrizaje, el helipuerto, ese tipo de cosas, con verja altas y un sistema de seguridad. Los guardias militares normales se encuentran sobre tierra y tienen las casas en barracones sobre tierra. Muchos de los técnicos de laboratorio normales tienen sus barracones sobre tierra también.
– ¿Vivís bajo tierra?
– Siempre lo hemos hecho. Cuatro plantas por debajo. Hay dos laboratorios sobre nosotros. El primero es para el espectáculo. Ahí es donde llevan a hombres como el senador Freeman, y los técnicos de este piso firman contratos de rotación de seis meses. Nunca van por debajo de ese nivel. Entrenamos en el cuarto nivel y somos trasportados en avión a varios sitios al aire libre, siempre bajo la mirada de los guardias de Whitney. El cuarto nivel tiene todo tipo de habitaciones y módulos de entrenamiento y simuladores.
Escuchó lo que no estaba diciendo, la información entre líneas, la existencia dura y fría de crecer con un hombre que pensaba usar a los niños solo para experimentar. No era asombroso que estuviera tan cerca de las otras mujeres. Ellas solo se tenían las unas a las otras mientras crecían.
– ¿Y Sean? ¿Dónde entra él? -Porque sentía el cariño en su mente cuando pensaba en él, y eso lo estaba volviendo loco.
– En el último par de años he entrenado con varios hombres. Sean es uno de ellos. Estaban realzados tanto física como psíquicamente. Era la primera vez que Whitney nos permitía estar alrededor de alguien más por periodos prolongados de tiempo. Incluso rotaba a nuestros instructores así no estábamos atados a nadie. Al menos, al principio, esto era lo que pensábamos.
– ¿Pero ahora?
Se deslizó hacia abajo bajo la sábana, incapaz de sentarse derecha más tiempo.
– Creo que estaba asustado de que se atasen a nosotras y nos dijeran que estaba pasando o tratasen de ayudarnos a irnos. Al tiempo que trajo a los hombres con los que trabajamos, también trajo a sus propios guardias. Eran muy agresivos y acelerados todo el tiempo. -Sus dedos cogieron la sábana, el único signo de nerviosismo que dio.
Ken se estiró y cubrió su mano.
– ¿Y Sean no es uno de sus guardias?
Ella frunció el ceño.
– No lo era. Era parte de nuestro equipo. Trabajábamos bien juntos y fuimos a varias misiones. Él y un hombre llamado Rob Tate eran los más amables, además de ser los mejores en lo que hacían. Brett trabajo con nosotras por un tiempo.
La mención de Brett la hizo estremecerse por dentro. Lo escondió bien, su cara nunca cambio de expresión. Su tono neutral, pero él estaba tocándola y su mente estaba abierta para él. Despreció a Brett
– Ese es el hombre responsable de aquellas marcas en tu espalda. -Ken mantuvo la cara completamente inexpresiva, su tono neutral, pero bajo la calmada máscara, la adrenalina surgió y una rabia helada se instaló en la boca del estómago.
– Todo cambió cuando Whitney anunció su programa de cría. Fuimos extraídas de las misiones que nos sacaban del complejo, y puestas en habitaciones cerradas, Después la vida se volvió insoportable.
Su simple declaración colgó en el aire entre ellos. Las paredes se ondularon y bajo ellos el suelo cambio. Mari jadeó y tiró de su mano. Ken miró hacia abajo. Estaba estrangulando su mano, aplastando los finos huesos mientras apretaba el puño. Instantáneamente aflojó su asimiento y se inclinó para examinar el daño.
– Lo siento, Mari. -Dejó pequeños besos sobre el dorso de su mano-. No sé que demonios está mal conmigo. Normalmente mantengo mis habilidades psíquicas y físicas ocultas.
Ella descansó su mano en la parte trasera de su cuello, sintiendo las cicatrices allí, el inicio de las crestas que no eran tan precisas como los cortes más pequeños que atravesaban su cuerpo. Él descansó su cabeza en su regazo, y le frotó caricias calmantes a lo largo de la nuca y arriba en su pelo negro azabache.
– Excepto por la mano un poco aplastada, es agradable tener a alguien enfadado en mi nombre. -Lo deslumbró con una sonrisa, pequeña y provocativa.
Nadie se había preocupado lo suficiente para estar enfadado, ni siquiera las mujeres hasta que Whitney empezó su programa de cría. Sus vidas habían sido todo lo que conocían, una parte buena, otra parte mala, pero no cuestionaron como vivían o habían sido educadas. ¿Cuál era el sentido? No conocía como se sentía tener a alguien preocupada por ella, pero él le dio un resplandor cálido dentro que no podía describir.
– ¿Ken que le pasó a tu espalda?
Hubo un pequeño silencio. Él empezó a cambiar bajo su mano, pero ejerció presión, sujetándolo.
– Solo dímelo -le pinchó suavemente.
No quería decírselo. La verdad de esta vida, no podía pensar en ello, pensar sobre la desgarradora agonía que nunca parecía tener fin. No quería sentirse como aquellos ciervos, balanceándose despellejados en ganchos de carne en la cabaña de caza del senador. No quería escuchar el zumbido de las moscas, o el continuo goteo de sangre, o sentir los cientos de mordiscos de insectos que no deberían haber sido nada más que un fastidio en medio de tal extrema tortura, pero por la noche, cuando estaba solo, recordaba cada detalle vividamente.
Sus dedos se enterraron en su pelo y los apretó como si reuniese coraje.
– No cooperé con Brett y me odia por eso. Whitney no le dejaba que marcase mi cara, así que golpeó mi espalda y mis piernas con su cinturón y algunas veces con una caña. Todavía no coopero, me fuerza cuando estoy demasiado débil. -Había humillación en su voz.
No entendió porque se lo contaba, solo que tenía que hacerlo.
Ken se tensó. Podía oír su propio corazón atronando en su pecho. Había un gruñido de protesta en su cabeza. Le había costado su orgullo decírselo. Él quiso romper algo e ir a una juerga de muerte, hacer caer a Whitney y a Brett y a cualquier otro que le ayudó a perpetuar un crimen tan vil.
Ella permaneció muy quieta. Le había dado algo importante de sí misma, y estaba esperando su reacción. No podía derribar las paredes y gruñir como un animal herido. Tenía que darle algo igual de importante.
– Ekabela peló la piel de mi espalda. Adivino que estaban cansados de hacer todos aquellos agradables cortes limpios en el frente y querían terminar con ello.
Estuvo en silencio un momento, sus dedos masajearon su cuello y su cuero cabelludo. No había dicho una palabra acerca del dolor o el hecho de que no podía haber evitado una infección importante por estar en la selva. Era un milagro que estuviera vivo. Y esto la hizo aún más curiosa sobre cuan lejos habían ido con ese cuchillo
– Sube aquí conmigo -dijo finalmente-. Canta para mí. Esa es la cosa más hermosa que he escuchado nunca. No he tenido ni una sola pesadilla.
Ken se deslizó sobre la cama, curvando su cuerpo protectoramente alrededor del ella, sus brazos sujetándola cerca. Cantó suavemente mientras ella iba a la deriva en el sueño, y entonces permaneció quieto, las lágrimas quemando tras sus ojos y su corazón golpeando alto y desesperado en su pecho.