Capítulo 15

Mari agarró los barrotes de la ventana de la puerta y los sacudió, la mirada fija sobre los dos hombres que se rondaban el uno al otro.

– No necesitamos las armas -dijo Sean.

– No. Puedo golpearte hasta la muerte con mis manos desnudas -contestó Brett.

– Alto -suplicó Mari-. Brett, detente.

– Cállate. Mari. -Brett golpeó un puño como un martillo contra la puerta, provocando que el corazón de ella se acelerara-. Me ocuparé de ti más tarde.

La cámara en la esquina hizo un leve zumbido al cambiar de ángulo para capturar mejor la lucha entre los dos hombres. El aliento de los hombres contenido en los pulmones.

En aquel momento ella de pronto entendió lo que pasaba. El recinto entero era un experimento de laboratorio, y cada uno de ellos era un participante. Whitney quería emociones fuera de control. Quería ver si podía manipular a los hombres en un frenesí asesino. Quería ver si podía adiestrarlos para asesinar a sus propios hijos, si el niño no cumplía las rigurosas normas para ser súper-soldado. Y quería ver si las madres eran lo bastante fuertes para contener a los hombres para impedirles hacerlo. Ponía a prueba la naturaleza humana. Tal vez quien quiera que lo financiaba no conocía los extremos a los que llegaba, pero él ya había matado a una de las siete mujeres que había comenzado a entrenar, y si Whitney se salía con la suya, las demás fácilmente podían morir.

Mari y sus hermanas no eran soldados. Esto nunca había sido su hogar. Ellas eran experimentos de laboratorio, nada más, y si querían sobrevivir con el cuerpo y el alma intacta, tenían que escapar. Tenían que dejar de hablar de ello, hacerlo, y pronto. Inmediatamente.

– Sean, no lo hagas. Es lo que quieren, lo que él quiere. -Ella sintió la necesidad de salvarle, un compañero soldado, un hombre que había jurado cumplir su deber y obedecer órdenes. Ella siempre lo había respetado como soldado, había respetado sus capacidades incluso cuando se había hecho evidente que él no las consideraba a ella y a las otras mujeres parte de la unidad. Whitney le había hecho algo terrible para cambiar su personalidad, para convertirlo en otro Brett, brutal y sin la capacidad de discernir el bien del mal.

– Atrás, Mari -siseó Sean, los ojos sobre su enemigo.

– Si haces esto, no hay vuelta atrás. Él te tendrá para asesinar. No lo ves, estarás tan prisionero aquí como yo. -Era ya muy tarde para él; lo supo casi al momento en que había venido hacia ella y había actuado de modo diferente. El hombre de sonrisa fácil había desaparecido, y un extraño había tomado su lugar.

Él había hecho su elección; aún después de ver lo que los experimentos de Whitney hacían a los hombres, Sean había hecho la elección de participar.

– Ya lo estoy -dijo Sean, apretando los dientes-. Él no va a torturarte más.

Mari sintió las lágrimas quemar tras los ojos. Los cuchillos habían substituido a las pistolas y no había ningún modo de parar lo que iba a pasar. En algún sitio, todo estaba siendo registrado como si fuera un videojuego en vez de la vida real. Un hombre con los ojos apagados los miraba sin más compasión que la que tendría por unos insectos. Él jugaba con sus vidas y lo registraba todo con diligencia, todo en nombre de la ciencia y el patriotismo. Sean estaba equivocado. Whitney todavía la torturaba. Él había apartado lejos de ella a otra persona por la que se preocupaba.

No conocía ninguna otra vida, ni ninguna de las otras mujeres. Habían hablado de escapar, habían planificado durante meses, pero hasta ahora siempre encontraban una razón para esperar, para permanecer un día más. A pesar de su entrenamiento y sus capacidades físicas y psíquicas realzadas, la simple verdad era que tenían miedo de lo que encontrarían fuera del complejo.

En toda su vida nunca habían hablado con alguien que no estuviera asociado al complejo. Los guardias y las vallas no eran las únicas cosas que las mantenían prisioneras. El miedo las retenía de manera tan eficiente como los guardias. El miedo por lo que Whitney haría a Briony. Miedo por las otras mujeres. Miedo de no ser un soldado bastante bueno. Miedo del mundo exterior.

Ella francamente no sabía si podría sobrevivir lejos de este lugar. Los brutales años de entrenamiento, de disciplina, armas, y control, habían sido su modo de vivir desde que podía recordar. Cada momento de educación que alguna vez había recibido había sido diseñado para convertirla en un mejor soldado, una arma mejor. Era lo mismo para las demás. No tenían ninguna familia, ningún amigo, y nadie para abogar por ellas.

Se disparó una alarma, aullando alocadamente, y su corazón casi se detuvo. ¿Y si Ken había sido descubierto? Agarró los barrotes, sus piernas se volvían de goma cuando estaba muy asustada. Lo matarían. Ken. Se extendió hacia él, cuidándose de mantener la energía baja, como si se dirigiera a las otras mujeres como a menudo hacían por la tarde.

Tengo que saber que estás vivo.

Estoy aquí, cielo, voy hacia ti.

Oigo las sirenas. Toqué a todas las muchachas y están todas seguras en sus habitaciones.

La casa de aquel pequeño enfermo y pervertido doctor voló. Es una verdadera tragedia.

Ella forzó el aire por sus pulmones. No te arriesgaste, ¿verdad? Puedo manejar a Prauder. Es todo parte del trabajo.

Gilipolleces. El pecho de Ken se contrajo. Él no la quería en ninguna parte cerca de Prauder, Whitney, Sean, o el matón de Brett. Dime que va mal. Y no digas nada. Puedo sentirlo.

Ella vaciló.

Maldita sea, Mari. Estoy perdiendo la cabeza. Puedo imaginarme todo tipo de cosas realmente desagradables, solamente dámelo directamente.

Estoy a salvo. Encerrada. Sean y Brett tratan de matarse el uno al otro delante de mi puerta.

Ella tomó un profundo aliento y lo soltó, enfocando la cámara del vestíbulo. Brett era un bruto que disfrutaba haciendo daño a otros. Había tratado de romperla, al punto de llegar al límite de las restricciones que Whitney le imponía, pero no había tenido éxito. Brett había sido bien entrenado y realzado físicamente así que su fuerza era fenomenal. Ella debería saberlo; él la había usado en su contra repetidamente. Sean era el soldado máximo, rápido, fuerte y experimentado en la batalla, capaz de separar la emoción y centrarse en la zona de batalla, y era mortal con un cuchillo. Mataría a Brett. Tenía la intención de matar a Brett, y lo haría ante la cámara justo como Whitney quería, y no habría vuelta atrás para él nunca más. Whitney lo poseería en cuerpo y alma.

Mari lo intentó de nuevo.

– ¡Sean, detente!

Él sólo le echó un vistazo, sin parpadear cuando Brett fingió un ataque. Cambió su peso sobre los talones, los ojos sobre su objetivo. Ella volvió su atención otra vez a la cámara. Tenía varios poderes psíquicos, pero la destrucción del funcionamiento interno de una máquina no era una de sus mayores habilidades.

Ken podía probar el miedo en su boca. Ya que quienquiera que no muriera iba a visitarla, y Ken sabía que era mejor llegar allí primero. Cielo. Su voz era suave, calmante; tenía que estar tranquilo por ambos cuando realmente tenía miedo por ella. ¿Juntas energía para protegerte? Él podía sentir la acumulación en su mente al absorber ella la energía psíquica de su alrededor.

¿Estaba concentrándose, preparándose para un ataque? Si encontrara a Sean o Brett tocándola, nunca sería capaz de controlarse. Cada músculo, cada célula en su cuerpo, tensado y apretado, esperando una respuesta.

Intento fundir la estúpida cámara. No puedo concentrarme.

Había un pequeño sollozo en su mente, cubierto a toda prisa, pero él lo oyó -y sintió- el sonido desgarrador, y su cuerpo entero reaccionó.

Abre tu mente a la mía.

La mayor parte de los psíquicos desarrollaban escudos naturales, no deseando a nadie corriendo por todas partes en sus cabezas. Ken estaba acostumbrado a compartir sus pensamientos con Jack, así como enviar y recibir energía. Ellos habían experimentado a menudo y habían practicado durante años para perfeccionar sus habilidades de comunicación.

A Mari le tomó un momento o dos para vencer su reticencia natural y permitirse bajar sus barreras. Él vertió no sólo la energía, sino también indicaciones en su mente de modo que ella supiera exactamente donde concentrar la oleada de poder en la cámara y enviar la interrupción por las líneas, apagando otras cámaras también.

Para asegurarse incluyó todo el equipo de audio también. Ken estaba impresionado de que confiara en él lo suficiente para permitirle entrar tanto en ella. Tal como le había dado su cuerpo, ella le daba su mente. La sensación era mucho más íntima de lo que alguna vez se había imaginado que pudiera ser, como si su alma hubiera rozado la de ella.

Sean está matando a Brett, Ken. Directamente delante de mí. Whitney le ha hecho algo y está loco, igual que Brett.

¿Estás a salvo? Él había encontrado la ruta al segundo nivel y bajaba, pero la zona de ventilación en las paredes de cemento era un laberinto. Estaba salpicada de barras que sobresalían como estacas mortales. Había callejones sin salida y sitios donde tenía que pasar por estrechas bocas de cemento. Tomaba tiempo, un tiempo precioso que temió no tener.

Ella no le contestó enseguida, y durante un momento él pensó que podría perder la cabeza. Maldita sea, Mari, dime la verdad. ¿Estás a salvo?

No lo sé.

Estaba preocupada y esto se añadió a su alarma. Él tomó aire y lo soltó, buscando un modo de ser objetivo. Tenía que dejar de actuar como un idiota y pensar con el cerebro. Estoy llegando, Mari. Pase lo que pase con Sean y Brett, piensa que estoy en camino.

No lo hagas. Este lugar es una fortaleza.

Ya estoy dentro, amor. Soy un Caminante Fantasmas. ¿No sabes que andamos a través de las paredes? Él trató de bromear, con cuidado, tranquilizarla sobre su estado.

Mari trató de mirar por los barrotes de la ventana y vio manchas de sangre sobre la pared de enfrente. La sangre salpicada caía a través del puesto de guardia y se reunía en el suelo.

Brett avanzó lentamente hacia su puerta, su camisa de un rojo vivo, varias manchas grandes que comenzaban a juntarse. Sus dientes se apretaron, gruñó; todo el tiempo la sangre goteaba de su boca. Sean le siguió despiadadamente, agarrando un cuchillo ensangrentado, su cara retorcida en la de un extraño.

Ella se apartó de la ventana, presionando su mano contra sus temblorosos labios. Sabía que Sean mataría a Brett, pero la expresión despiadada, la satisfacción completa y el triunfo en su cara era más de lo que ella podía soportar. Había una calidad salvaje en su rugiente expresión al acechar a Brett.

El dorso de sus piernas golpeó su catre y se hundió, empujándose hacía atrás hasta que estuvo apoyada en la esquina contra la pared, haciéndose lo más pequeña posible. Su mano se deslizó bajo el colchón del catre para sostener el collar de Ken para consolarse.

Ken sintió el rechazo repentino de Mari, su retirada completa como si ella no pudiera soportar su mente tocándola. La violencia siempre había sido su vida, pero no como esto, no la fría, cruel, animal agresión que los dos hombres mostraban. Ella no quería ser parte de ello. Su corazón se apretó, una extraña sensación, sobrecogiéndolo con otro miedo, esta vez por lo que ella pensaría de él. Si había un hombre violento en el mundo, uno que podía separar de toda emoción, era Ken. Peor que eso, cuando permitía a la emoción prevalecer, podía ser tan brutalmente eficiente como cualquier depredador salvaje.

No me apartes. Él suplicó por dentro, pero le salió como una orden, y la sintió apartarse de la brusquedad de su voz. Estaba bufando incluso antes de que él empezara. Había un límite a lo que cualquier persona podía soportar, y Mari estaba en el suyo. Ella necesitaba salir de este lugar. Necesitaba la libertad y ser capaz de elegir sus propias opciones.

Alguien viene. Mari contuvo el aliento, oyendo pasos frente a su puerta. A toda prisa comprobó para estar segura de que la cadena y la cruz estaban bien ocultas. Había murmullo de voces. Sean no estaba solo. Deseó permanecer acurrucada contra la pared, pero no podía dejar que la vieran sentirse tan frágil. Levantando la barbilla, se levantó y afrontó la puerta. Su corazón palpitaba.

Estoy contigo, amor. Voy por el segundo nivel. Es difícil, con algunos obstáculos en el camino, pero cueste lo que cueste, llegaré hasta ti.

El complejo entero tiene cámaras de seguridad por todas partes así como detectores de movimiento e infrarrojos.

Gracias por la advertencia. Y, ¿Mari? Permanece abierta a mi mente. Tengo que saber si estás en el peligro. Ni aunque se desatara un infierno, podría hacer mucho desde donde estaba. Las altas paredes de cemento eran estrechas y el laberinto parecía infinito. No sentía claustrofobia, que ya era algo bueno, porque cuanto más se adentraba en las gruesas paredes, más le parecía que el laberinto era infinito.

La puerta se abrió y Sean estuvo de pie enmarcado en la entrada. Había sangre sobre sus manos, una sonrisa sobre su cara. Detrás de él estaba Whitney con su traje inmaculado, con sus ojos apagados y su media sonrisa espantosa.

– Sean ha decidido ser tu nuevo compañero, Mari -dijo Whitney-. Estoy seguro de que las noticias te complacen ya que siempre te opusiste a Brett.

Ella forzó su mirada a quedarse enfocada en los dos hombres lejos del cuerpo caído en el suelo. Sus ojos encontraron a Whitney. Permaneció callada, no dándole la satisfacción de una respuesta.

– No sabrás algo sobre una explosión en la casa del doctor Prauder, ¿verdad? -No había ninguna inflexión en su voz, ni un mínimo interés.

– No he oído ninguna explosión -se encogió de hombros-, bajo cuatro niveles subterráneos a menudo no sabemos que pasa arriba hasta que alguien nos lo dice.

– Tampoco sabrías nada sobre la llegada de un visitante, ¿verdad? -Whitney persistió.

Su corazón saltó y luego comenzó a palpitar por la alarma. ¿Habían descubierto a los Norton?

– Me temo que tengo muy pocas visitas. Doctor Whitney, cómo usted bien sabe. ¿Por qué pregunta?

– Abandonaste estas instalaciones sin permiso. ¿Por qué reunirías a tu antiguo equipo a no ser que tuvieras un plan? O planeabas escaparte, en cuyo caso sabes que una de tus amigas probablemente encontraría la muerte, o, más probablemente, deseabas hablar con el Senador Freeman.

Ella mantuvo su cara tan inexpresiva como le era posible.

– ¿Por qué querría hacer eso?

– En base a tu pasado. Diría que removerás el problema otra vez. Parece ser tu talento más impresionante por el momento. -Con los ojos entrecerrados dio un paso hacia ella-. Sean va a quedarse contigo un ratito. Esperemos que si Norton no hizo el trabajo, Sean lo haga, porque después de esto, no vas a ser muy importante para mí.

Su estómago dio sacudidas.

– No le entiendo.

– Ah. Eres una mujer muy lista. Mari. Estoy seguro que realmente me entiendes. El Senador Freeman viene hacia aquí y quiere dirigirse a todas las mujeres, pero te mencionó expresamente. Freeman no tiene ninguna autoridad aquí.

– Pensé que Freeman era amigo suyo.

Su mirada fría pasó sobre ella. Cuando era una niña, esa particular mirada marchitaba todo desafío al instante. Ahora la dejó con las palmas sudorosas y la boca seca.

– La gente que hace muchas preguntas sobre cosas de las que no deberían tener ningún conocimiento tiende a desaparecer.

Ella sabía que él tomaba la repentina exhalación cuando el aire abandonó sus pulmones como una rápida comprensión.

– Usted ordenó el golpe contra el Senador Freeman. No habría enviado a nuestro equipo para protegerlo si estaba allí para detenernos.

– Coopera esta vez, Mari, dame lo que quiero. Estoy muy cansado de tus rabietas.

– ¿Por qué? ¿Por qué haría usted esto? Él es el marido de Violet.

– Violet ha olvidado donde está su principal deber y el senador también. Lo pusimos en esa posición, pero él se vuelve más arrogante e ingrato cada día.

– No le pedí que viniera aquí. Nunca estuve cerca de él. Me dispararon.

Los ojos apagados permanecieron fijos en su cara con acusación.

– Encontraste un modo de mandarle un mensaje. Violet te escucharía, por supuesto, y lo persuadiría. Ella descubrirá que soy mucho mejor como aliado que como enemigo.

Mari quiso permanecer silenciosa, temiendo que cualquier cosa que dijera empujaría a Whitney sobre el límite y dañaría a alguien, pero no podía dejarle marcharse sin tratar de salvarse. No se atrevió a mirar a Sean. La misma sonrisa brutal permanecía en su cara durante la conversación. Fortaleció la atención, convirtiéndose en el soldado perfecto informando a Whitney.

– No debería haberme marchado sin permiso, pero iba a volverme loca encerrada. Pensé que si pudiera controlar una misión o dos me sentiría mejor. Usted nos entrenó como soldados. La permanencia en estas células diminutas nos vuelve locas. No hablé con el senador, y cuando fui capturada, traté de extenderme hacia mi unidad. Mi primera prioridad era escapar, y tan pronto la oportunidad se presentara. Así lo hice. Sean puede verificarlo.

Whitney estudió su cara con sus ojos apagados, no mostrando nada de lo que pensaba.

– Es correcto -dijo Sean.

Whitney no hizo caso del soldado.

– Te marchaste sin permiso.

– Sí, es cierto. Y he más que pagado mi error.

– ¿Y eso, Mari? -Él estaba de repente impaciente.

Ella forzó su mirada al suelo en un papel más sumiso.

– Estoy cansada y agotada esta noche y me preguntaba si usted esperaría antes de enviarme a Sean. Al menos espere hasta que sepamos si Norton me dejó embarazada.

– ¡No! -Sean era firme-. Me dio su palabra, señor.

El doctor Whitney alzó la mano y Sean se calló.

– Seguramente aumenté tus posibilidades con todas las inyecciones de fertilidad que te di -dijo Whitney a Mari mientras estudiaba su cara-. No te creo. Creo que tienes tu propio plan, y como Sean indicó. Realmente le di mi palabra.

Mari se quedó rígida como una vara, manteniendo su expresión en blanco, pero no podía controlar la palpitación repentina de su corazón. Quiso derrumbarse y caerse en un montón de sollozos en el suelo. No podía pasar por esto otra vez, no con Sean. ¿Qué lo había poseído para permitir a Whitney incluirlo en su demente programa? Ellos a menudo hablaban de como los hombres se convertían en brutos después de tomar el cóctel químico de Whitney.

El Doctor Whitney echó un vistazo hacia la cámara.

– Después de que termines aquí, irás al laboratorio médico para unas pruebas más. No sabía que tus poderes psíquicos se habían desarrollado lo suficiente para dañar no solamente una, sino varias de las cámaras y el equipo de audio.

Él esperó, pero ella rechazó tomar el cebo, permaneció callada.

– Ah bien. Te deseo una tarde muy agradable -dijo Whitney. Su sonrisa permaneció firmemente en su lugar mientras apartaba el pie de Brett con la punta de un zapato inmaculado-. Haré que alguien recoja el cuerpo. -Se volvió y los dejó.

La puerta se cerró tras de él con un familiar sonido metálico. Mari se estremeció al pensar en el cadáver de Brett yaciendo a pocos centímetros de su puerta mientras su asesino la afrontaba, la sangre sobre sus ropas y manos.

Ella sacudió la cabeza.

– ¿Por qué lo hiciste, Sean?

– Sabes el porqué, Mari. Siempre has sabido como me sentía sobre ti. -Él dio un paso adelante en el pequeño cuarto de baño, su hombro rozándola, casi golpeándola.

Ella se apretó contra la pared, las lágrimas le quemaban tras los párpados y obstruían su garganta.

– No lo sé, Sean. Te lo juro, realmente no lo sé.

Él salió, secándose las manos.

– ¿Cómo piensas que me hizo sentir dejar entrar a Brett aquí y oír tu lucha, oír que él te golpeaba? No había nada que pudiera hacer sobre ello. Él no era para ti; nunca lo fue. Lo sabes, y le dije a Whitney que él no era para ti. Whitney estuvo de acuerdo conmigo.

– ¿Entonces tomaste su lugar? Esto no tiene ningún sentido.

– Mejor yo que alguien más. Siempre te he deseado. No te lo oculté. Eras tú la que quiso mantenernos sólo como amigos.

– Y esto debería decirte algo. Permites a Whitney aparearnos sabiendo que no quería ser más que una amiga para ti. Esto no me salva, Sean. -Por primera vez ella sintió la desesperación absoluta. Él la miraba sin comprensión, insensible a lo que ella pensara o sintiera-. Esto es por ti. Tú me deseabas, y este era tu modo de conseguirme. No te preocupó en absoluto como me sentiría, ¿verdad?

Él se encogió de hombros.

– Mejor yo que Brett o alguien más. Debiste aceptarme una de las cien veces que hice la oferta.

– No siento otra cosa por ti más que amistad.

– Whitney tiene razón, eres obstinada. Rechazaste intentarlo. No me diste ninguna otra opción, Mari. Esto es por ti. -Él dio un paso más cerca de ella, amenazándola-. Quiero que entres en la ducha y borres el olor de ese hombre de ti.

– Vete al infierno.

Él sacudió la cabeza.

– No haremos eso, Mari. No tienes ninguna opción. Me perteneces, y voy a asegurarme que si hay un bebé, es mío. Entra en la ducha y haz lo que te digo.

Ella le frunció el ceño.

– ¿Realmente pensaste que sería tan fácil? ¿Qué llegarías aquí y te llevarías las pocas opciones de elección personales que tengo y qué lo aceptaría? Brett era un bruto vicioso y lo despreciaba. Tú fuiste siempre especial para mí. No podía haberte respetado más. Pero esto… -Ella extendió las manos y sacudió su cabeza-. Esto es un acto despreciable, y lo que quieras de mí tendrás que tomarlo. Y puedes vivir sabiendo que eres un violador enfermo de mierda como Brett.

– He dado mi vida por ti, Mari. Harás lo que digo. Vendí mi alma a Whitney por ti.

– Tú no tienes alma.

– Entra allí y dúchate antes de que te arrastre y te frote yo mismo.

– Apestas, Sean.

Sean la agarró por el pelo y la arrastró hacia el cuarto de baño, estallando furioso cuando ella no hizo lo que le ordenaba. La empujó con fuerza.

– Entra.

Ella pateó la puerta cerrándola en su cara.

Mari. Cielo. ¿Qué pasa? Me asustas, cariño. Deja de intentar apartarte de mí.

Ella pensaba que había apartado su mente de Ken, no sólo intentado. Debía haberse extendido porque estaba tan tensa y asustada. No quería que él supiera, atestiguara su total humillación. Permaneció un momento apoyada contra la puerta de cuarto de baño y luego comenzó a desnudarse. Una vez que Sean oyera la ducha, podría calmarse y ella podría hablar razonablemente con él.

Mari dio un paso bajo la cascada de agua y cerró los ojos, levantando la cara. No puedes ayudarme ahora. Ken. Este lugar está cerrado y no puedo escaparme sin las demás. No me iré sin ellas. Nunca me lo perdonaría. Por favor márchate.

¿Qué diablos dices?

Ella se apoyó contra la ducha y dejó que las lágrimas se filtrasen bajo el rocío de agua caliente, pretendiendo no ceder ante el sentimiento de desesperación, pero se ahogaba en él. Su pecho se sentía oprimido. Apenas podía respirar, y su garganta era áspera y la ahogaba. Por primera vez que pudiera recordar, sintió pánico.

Cariño. La voz de él se movió en su mente. Suave. Tan tierna que provocó una nueva inundación de lágrimas. Estoy aquí, Mari. Háblame. Compártelo conmigo. Apóyate un poquito por Dios.

No puedo. Ella deseó extenderse. Deseó sentir el confort de sus brazos, y tal vez era un error. Ken la había hecho débil, había hecho que ella le necesitara. Siempre había sido capaz de aguantar, de estar sola, pero ahora deseaba la roca sólida de su cuerpo, la fuerza de sus brazos. Quiso que él abrigara su final y parara la locura antes de que perdiera la cabeza. Whitney la rasgaba en trocitos, tal como Ekabela había cortado el cuerpo de Ken en secciones lineales.

Puedes decírmelo.

Te enfadarás. Había tenido suficiente de hombres enfadados. Se abrazó y se acurrucó, deseando poder desaparecer por el desagüe con el agua.

No contigo. Tengo rabia en mí que nunca he soltado, y tal vez sale hirviendo a la superficie, pero nunca contigo, Mari. Sólo quiero lo mejor para ti. Dímelo.

Iba a decírselo y sabía que era un error, pero no podía detenerse. Desesperadamente, desesperadamente, necesitaba a alguien. Whitney me ofreció a Sean. Sean mató a Brett. El cuerpo está delante de mi puerta y Sean me espera. Él no va a aceptar un no por respuesta y es más fuerte que yo. No puedes llegar a mí a tiempo. No si estás en el segundo nivel.

Durante un momento él se fue; su mente se apartó bruscamente de la suya, abandonándola y privándola y haciendo que se sintiera enferma. Un ruidoso golpe sobre la puerta la hizo saltar. Sean venía a tomarla y no había ninguna salida.

Cielo, escúchame. Había dolor en su voz, en su mente, dolor y culpa mezclada con la rabia más fría que ella alguna vez había tocado. No puedo llegar a ti. Perforo por capas para intentar encontrar un camino en la pared debajo de mí. Todos son callejones sin salida.

Está bien. De verdad. No lo estaba y ambos lo sabían.

Permanece conmigo. Mantén tu mente en la mía.

No. No te quiero aquí conmigo cuando pase. Me siento sucia. No podría soportar que fueras testigo de esto.

Ella tuvo la sensación de unos labios que rozaban la comisura de su boca, y tocó sus labios maravillada. ¿Cómo hiciste eso?

La puerta se abrió de golpe y Sean rasgó la cortina de baño. Mari le miró con la cara mojada de lágrimas, sintiendo una total desesperación.

Intenta unirte con él mentalmente. ¿Es un telépata?

Sí. Durante un momento ella no comprendió, y luego una pequeña esperanza parpadeó y floreció. Ella no se atrevía a creer que podría, porque sería terrible si él no pudiera hacerlo. ¿Puedes usar el control mental sobre él?

Estoy malditamente seguro de que lo voy a intentar. No puedes cometer un error, Mari, y delatar por casualidad el hecho que estoy aquí y nos comunicamos.

– Levántate, Mari -Sean extendió la mano.

Despacio ella desdobló las piernas, rechazando sentirse intimidada porque no tenía ninguna ropa. ¿Por qué haces esto, Sean? Por favor háblame así podré dejar de temblar. Te tengo miedo. No me gusta tenerte miedo.

Con muestras de renuencia puso su mano en la de él y permitió que la ayudara a levantarse. Él tiró hasta que el cuerpo de ella rozó el suyo. Ella no podía evitar estar rígida, pero logró no luchar.

¿Por qué usamos la telepatía? Sean la empujó delante de él hacia el dormitorio, revisando cuidadosa las paredes, buscando una cámara oculta.

Estoy casi segura de que Whitney tiene vigilancia de audio aquí. Cosas que me ha repetido sólo podía saberlas si las escuchó en mi habitación. Siéntate en la cama conmigo, durante un minuto, Sean, déjame acostumbrarme a la idea de esto.

¿No dijo que estropeaste todo el audio cuándo rompiste las cámaras?

No me quiero arriesgar. Sabes que él siempre miente.

Ella sintió a Ken moviéndose en su mente cuando se distanció de Sean. Él estudiaba el campo de energía, los rastros olvidados de Sean. Ella sintió la oleada repentina de energía que entraba en su mente, juntando todo lo que ella tenía y atando a los dos juntos en una unidad poderosa. Esto la asustó tanto que casi se retiró. Ella no era Mari, permaneciendo sola, era parte de Ken, abriéndose a él, todos sus miedos y esperanzas y cada recuerdo que tenía. Era asombroso estar tan cerca de otro ser humano, tan completamente vulnerable a él.

Dejó que su cuerpo se hundiera en la cama, alcanzando la delgada manta para intentar proteger su cuerpo de la lujuria en los ojos de Sean. ¿Por qué le repugnaba tanto? Cuando Ken la había mirado con cien veces más hambre, ella se había derretido para él, se había derretido en él. El instinto de conservación exigía que lo apartara antes de que su mente liberara cada fantasía secreta, cada deseo secreto, real e imaginario, y Ken respondiera del mismo modo.

Un temblor la traspasó. La mente de él ya llenaba la suya de tanta información, y con sus recuerdos vino el poder. Su energía fundida en una corriente estable, un flujo poderoso, una corriente tan fuerte que ella temió que pudiera salir antes de que Ken pudiera tomar el control por completo.

Sean tiró de la manta. Mari opuso resistencia, pero esta resbaló lo suficiente para revelar la elevación de sus pechos. Él tiró más fuerte de la manta, su codo le empujó la espalda hasta que quedó tumbada a través de la cama.

No quiero esperar. Me conoces de años, Mari. Me perteneces, siempre lo has hecho. Tomo lo que es mío. Su boca sujetó con fuerza su pecho, una mano rodeando su garganta, los dedos apretando para recordarle no luchar.

– Sean, me haces daño. -Ella golpeó con ambas manos contra su pecho, tratando de apartarlo.

Esperó que Ken se lo perdiera. Era consciente de la rabia en él, una entidad viva, negra, fiera y brutal. Utiliza la telepatía, oblígalo a contestarte.

Sean, por favor, duele.

Entonces no luches.

Ella sintió la reacción instintiva de Ken, las emociones vertiéndose, arremolinándose juntas para hacer la rabia aún más poderosa. Pero él se mantuvo tan frío como el hielo, más frío aún, completamente silencioso y centrado, apartando la rabia como si nunca hubiera existido, hasta que su mente fue el tranquilo ojo de un huracán que da vueltas.

Ella oyó la cadencia suave de su voz, hipnotizando, ordenando, baja y apacible, pero tan insistente que no podía negarse. Las palabras se deslizaban por ella, imposible comprenderlas, montando a caballo sobre la corriente de energía que resbalaba de su mente hacia la de Sean.

Sean se sentó, su cara sobresaltada. Sacudió la cabeza varias veces como si la limpiara. La voz nunca se detuvo, nunca se elevó, el tono nunca cambió. Era implacable en su asalto y empujaba en la mente de Sean, exigiendo la obediencia. La cara de Sean palideció considerablemente, sus ojos de mirada ausente. Ella reconoció el peso en su mente. Lo experimentaba en mucho menor grado. Ken había agarrado la mente de Sean con fuerza y rechazaba soltarla.

Sean se levantó, arrastrando los pies hacia atrás, mirándola fijamente con un miedo salvaje, desvalido. Ella tuvo miedo de moverse, por miedo a romper el hechizo que Ken tejía con su voz. No sabía cómo funcionaba, pero la energía la dejaba agotada. Sean se resistió, luchando contra el murmullo continuo de aquella orden implacable. Cada paso que lo apartaba de ella se arrastraba por el suelo como si él se resistiera a levantar el pie.

Mari contuvo el aliento cuando Sean golpeó su tarjeta de acceso por la cerradura para abrir la puerta. Para su asombro soltó la tarjeta al suelo antes de andar arrastrando los pies hacia fuera. La puerta se cerró de golpe tras él, pero siguió moviéndose, apartándose lejos de ella. Podía oír sus pasos alejándose.

De todos modos la enorme inundación de energía siguió. Agotada, Mari se echó atrás, tirándose encima la manta, su cuerpo entero temblaba de modo incontrolable. Oyó el tic-tac del reloj y el propio latido del corazón. La energía crujió alrededor de ella, crujió en su mente, que se levantaba con tal poder que la asustó pensar lo que Ken y ella podrían hacer juntos si se inclinaran a la destrucción.

La voz siguió, y ella trató de entender las órdenes, determinada a averiguar lo que Ken exigía de Sean. No podía interrumpir, por miedo a que Sean volviera, ya que él sabría que no había estado sola para ahuyentarlo. Vio la tarjeta en el suelo, pero no podía encontrar la fuerza ni para acercarse lentamente. Todo lo que era estaba en aquel río de energía.

Permaneció con los ojos cerrados, sintiendo la oleada que se hinchaba, y comprendido que no estaba sola con Ken. Jack se les había unido, lanzando su energía psíquica en la participación de Sean en su orden. La mente de Sean ya no era la suya propia pues había sido asumida totalmente por los gemelos Norton. Ella intentó tirar de su propia energía hacia atrás, con miedo de estar tan expuesta al hermano de Ken, pero la unión era demasiado fuerte. Fue empujada más y más lejos de su mente, andando por un laberinto de pasillos, buscando con un objetivo mortal, oscuro.

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