El estruendo en la cabeza de Ken se volvió más fuerte. Nunca olvidaría el sabor o el aroma de Mari en su mente; nunca dejaría de necesitar alcanzarla, tocarla, poseerla. Finalmente, tan seguro como que vivía y respiraba, podía ir a ella, tomarla, hacerla suya. Y una vez que eso ocurriera, ambos estarían perdidos. Les había demostrado, a ella y a él mismo, que no era de confianza. La destruiría de la misma forma en que su padre había destruido a su madre. Primero los celos y después los malos tratos, y finalmente la locura vencerían al amor, y el asesinato sería rápido y brutal. Y entonces Jack se vería obligado a cazarlo y matarlo.
Envió a su hermano una pequeña y triste sonrisa y movió la otra mano para tapar los ojos de Mari.
Siempre te he querido, Jack, y no quiero hacerte esto. Sus dedos se tensaron en el gatillo.
– ¡No! -Había miedo y angustia en la voz de Jack-. ¡Maldito seas, no, Ken!
Saltó hacia adelante, cien años demasiado tarde, aún con su fuerza y velocidad realzadas, nunca llegaría a tiempo.
La forma en que Ken había sacado el arma era tranquila y experta. No había indecisión, solo resolución, como si supiera que algún día tendría que usar esa última línea de defensa por su hermano. En el instante en que levantó el arma, Mari estaba ya en movimiento. Saltó de la cama, cada movimiento cuidadosamente calculado. Su cabeza chocó contra el arma de Ken. Ella sintió el calor de la explosión cuando la bala salió de la pistola, demasiado cerca de su cara. El ruido fue ensordecedor cerca de su oído, pero se agarró a la muñeca de Ken y cayeron ambos al suelo. Aterrizó con fuerza, incapaz de proteger su pierna.
Se escuchó gritar. El grito salió de su garganta, pero se colgó con todas sus fuerzas del brazo de Ken, sujetándolo con el peso del cuerpo cuando vio las estrellas, asustada de perder el conocimiento antes de que Jack detuviera a su gemelo.
Ken no forcejeó. En vez de eso la envolvió con los brazos y puso la boca contra su oído.
– Intentaba salvarte. Whitney también tiene mi perfil. Conoce mi interior, donde nadie más lo hace, y pensó que sería divertido emparejarte con el diablo.
Ella giró la cabeza para mirar fijamente los ojos extrañamente coloreados.
– El diablo no habría intentado acabar con su propia vida para mantenerme segura.
Hubo un momento, un pequeño latido, en que vislumbró una cruda emoción en aquellos plateados ojos y su corazón saltó en respuesta.
– Nunca estarás segura de nuevo, Mari, no mientras yo viva.
Jack apartó la pistola de una patada a través del suelo lejos de Ken y se hundió junto a ellos, la mano temblorosa yendo al hombro de su hermano. Mari no había creído que pudiese estar tan afectado.
– ¿En qué estabas pensando? Ken, tendrías que dejarme ayudarte.
Ken sacudió la cabeza, agarrando a Mari cerca de él, estirando la mano hacía la sábana para una vez más cubrir su cuerpo. Sus manos eran impersonales, como si su boca nunca hubiera saboreado la carne de ella, llevándola a un febril punto de placer sensual sin intentarlo siquiera.
– No hay forma de ayudarme Jack, y lo sabes. Solo puedes ayudarla a ella. Ya sabes que tienes que hacer para mantenerla segura.
– Eso es una chorrada Ken. Puedo meter una bala en su cabeza y acabar con esto.
Mari levantó la mano.
– ¿Tengo voto?
– Estas sangrando otra vez por el mismo sitio -dijo Ken. Estaba de pie, alzándola en sus brazos, el dolor empujaba el aire de sus pulmones-. No puedes matarla, Jack. Tienes que protegerla de cualquiera… incluso de mi.
Mari intentó desesperadamente aferrarse a su conciencia. El movimiento le giró la pierna e hizo que su estómago protestara con un violento tirón, pero rehusó desmayarse, necesitando escuchar cada palabra.
Jack movió la cabeza.
– No tiene que ser así.
– ¿Que? ¿No me has visto actuar como un animal? Sabes exactamente como va a ser… una larga caída en el infierno… No voy a hacerlo. Rechazo ser él. Prefiero estar muerto. -Ken colocó a Mari sobre la camilla, con cuidado para evitar sacudir su pierna-. Échale un vistazo, Jack, mira cuanto daño se hizo.
Se alejó de ella, sin mirarla, sin tocarla, su voz tan vacía como su expresión.
– A ver -Jack se estiró y enganchó la pistola-. ¿Vas a hacer el imbécil de nuevo?
Ken rechazó responder. Jack caminó cerca de la camilla, y de repente colocó el arma contra la cabeza de Mari.
– Te juro, por nuestra madre, que si piensas hacerlo de nuevo, le reventaré los sesos.
Inmediatamente Ken volvió a vivir, ensombreciéndosele la cara, los ojos estrechándose para reducirse hasta plateadas hendiduras.
– Aparta la jodida pistola de su cabeza o vamos a tener un problema Jack.
– Por mi puede desangrarse. Cualquier cosa que te ocurra, cualquiera, por tu mano o por la de otros y ella está muerta. ¿Lo coges? Te doy mi jodida palabra acerca de eso. Está muerta. Me conoces. Sabes que nunca paro. Piensa largo y tendido sobre eso antes de intentar esta gilipollez conmigo otra vez.
Jack retiró el arma, se la tiró a Ken, y lo empujó al pasar para irse hacia la entrada.
Ken permaneció solo un momento sujetando el arma, mirando fijamente tras su gemelo. No dijo nada, solo permaneció en silencio, los nudillos blancos donde sujetaba la culata del arma. Por fin, la metió en la funda bajo su brazo y cogió una profunda y relajante bocanada antes de examinar la sangre que se filtraba por la sábana.
Mari inhaló con aspereza, intentando encontrar alguna forma de aliviar la tensión.
– Bueno, esto fue bien. Puedo ver que tiene la mala costumbre de querer disparar a la gente. No estaba bromeando.
– No, no lo hacía. -Ken quitó la sábana de la pierna-. ¿Tenías que caer tan fuerte? Realmente esto es un desastre.
– Duele -admitió y alargó la mano para cogerle el brazo-. No me lastimaste. Yo tomé parte, no era todo por tu culpa, lo sabes. Podría haber dicho que no.
Él movió la cabeza y ella sintió el temblor que le recorría el cuerpo.
– No tienes forma de entender lo que pasa aquí.
– Entiendo más de lo que tú crees -dijo Mari.
Jack apoyó la cadera en la puerta, lanzándoles una mirada de odio a ambos.
– Entonces cuéntanos.
Ella le echó un rápido vistazo.
– Esto es acerca del programa de reproducción de Whitney, por supuesto. Todos estamos atrapados en él. Este es un gran experimento. ¿Briony está embarazada?
Jack se puso tieso.
– ¿Por qué pensarías eso?
– Porque Whitney estaba desesperado por dejarme embarazada. Estaba furioso con Brett por no conseguir terminar el trabajo. Cuando averigüé que estaba contigo, no fue tan difícil darse cuenta de que la quería en la misma situación.
Ken asintió.
– Es mucho más que eso.
– Ya sabíamos lo que estaba haciendo, Ken -dijo Jack-. Lo hemos sabido desde que envió a su equipo a recuperar a Briony. Quiere los bebés.
– ¿Que hizo qué? -Mari empujó a Ken, exigiendo una respuesta.
La ignoró, señalando con la cabeza a su hermano.
– ¿No lo entiendes? Lo sabe. Hizo esto. Lo sabe todo sobre mí.
– No estas siendo razonable -dijo Jack.
– Él quiere decir Whitney -interpretó Mari
Ken asintió, cubriéndose la cara con la mano, extendiéndose la sangre de Mari por la mandíbula.
– Siempre he sospechado que era psíquico. Lo sabe todo sobre mí. Sabe como soy y estableció esto. No puede ser por nada más, Jack. Sabía lo que yo haría si me enviaba a por ella.
– Piensa que te conoce, igual que pensaba que me conocía a mi. Aún tengo a Briony. Y estoy bien con ella. Nos ves juntos, he podido tener algo de celos ahora y después también, pero no soy como él y tú tampoco.
Mari paseó la mirada de uno a otro.
– ¿Quién es él? Ya no estáis hablando de Whitney.
– Lo soy -le dijo Ken a Jack. Su voz era un bajo y suave susurro de sonido, pero el impacto que llevaba era letal-. Soy exactamente como él.
– No es verdad -negó Jack.
– Al diablo que no lo es -chasqueó Ken-. ¿Sabes lo que quería hacerle cuando supe que otro hombre había estado dentro de ella? ¿Tocándola? Demonios, Jack. Ni siquiera la conozco. No sé ni la menor cosa sobre ella. No la amo. No me ama, ¿cómo podría hacerlo? Pero da lo mismo. Quería martillar dentro de ella, hacerle olvidar a cualquier otro, castigarla por atreverse, atreverse, a permitir que otro hombre la tocara de esa manera. No tuve cuidado con ella, no quería tenerlo. Quería que supiera con quien estaba.
Jack golpeó con la parte trasera de su cabeza contra la jamba de la puerta.
– Eso no es sano.
– Siempre he sabido que él estaba vivo, viviendo en mí. Siempre lo he sabido. Y aquel hijo de puta de Whitney lo sabía también. Él quería ver que nos ocurriría. Como su pequeño juego destruiría nuestra familia. Rápido. Lento. Una gran explosión, una silenciosa bala en la cabeza. Ahora mismo está cómodamente sentado y observándonos, Jack. El bastado está conectado a nosotros de alguna manera. Quiere forzar el asunto para ver si tú haces el trabajo de meterme una bala.
– ¿Y eso en que le beneficia? -preguntó Jack.
– Quiere ver que le pasa a Briony, ver si ambos sois lo bastante fuertes y lo bastante dignos para que vuestros hijos sean súper-soldados. Mari es prescindible para él, siempre lo ha sido. ¿Por qué crees que intentó conseguir un bebé de ella a través de otra persona? No quería que su trabajo fuera una pérdida total
Mari apartó la cabeza de ambos. Podía oír el tormento en la voz de Ken, y eso la desgarraba por dentro. No la amaba. ¿Cómo podría? No sabía todo lo que había en el pasado de Ken y Jack, pero oía el timbre de verdad en la voz de Ken y las cosas estaban tomando sentido. Whitney la odiaba porque no podía controlarla demasiado bien. Había utilizado amenazas contra las otras mujeres para mantenerla a raya. Y ella era fuerte, siempre una amenaza para él y sus programas. Hacía demasiadas preguntas. Whitney había estado furioso cuando Brett fue incapaz de dejarla embarazada.
Intentó separarse de lo que él estaba diciendo. Era como si todo le ocurriera a alguien más. Una mujer que ella no conocía. Era un soldado y necesitaba volver a su unidad. Donde pertenecía… a lo que comprendía. No era del tipo de estar tumbada inútil con las lágrimas quemando sus ojos, mientras un hombre usaba su cuerpo, pero había hecho justo eso, incapaz de resistir la boca y las manos de Ken.
Con Brett, era una tensión cada simple momento que él lograba estar cerca de ella. Estaba destinada a defenderse a si misma y a su derecho como una persona a elegir con quien quería estar. Con Ken, lo necesitaba desesperadamente cerca. Cada momento que pasaba en su compañía empeoraba la adicción por él, hasta que se sentía desesperada queriendo su toque.
– ¿Podría Whitney hacer eso? -preguntó, buscando en su memoria algún descuidado momento en que él podría haber cometido algún desliz-. ¿Cuál es tu apellido?
– Norton. -Fue Jack quien respondió, los ojos todavía trabados en su hermano.
El corazón le saltó de nuevo. Reconoció el nombre y debía haberlo sabido. Francotiradores. No solo francotiradores. La elite.
Ken limpió la sangre de su pierna, todo el tiempo evitando tocar su piel. El orgullo debería haberle evitado mirarlo, pero estaba fascinada por la forma en que su cuerpo se movía, por el deslizarse de sus manos, siempre cuidadoso de evitar su contacto. El recuerdo salía de la nada, desencadenado por el hipnotizante ondular de los músculos bajo la piel. La cara de Whitney contorsionada de ira.
Al infierno los Norton de todas formas. ¿Cómo les dejaste escabullirse, Sean? Lo hice fácil y la pifiaste.
No volverá a ocurrir, Doctor.
Sean había permanecido cerca de ella mientras Whitney la pinchaba con una aguja antes de una de sus misiones. Recordaba el subrepticio roce de su mano para alentarla. Siempre odió las agujas, y solo Sean había sabido de aquella pequeña debilidad.
Ken se puso rígido, los dedos rodeándole el pie como un torno.
– ¿Quién es?
Mari parpadeó, mirando a Jack y de vuelta a Ken.
– No sé que me estás preguntando. Y me estás haciendo daño.
Ken se alejó de ella como si le hubiera quemado, limpiándose la palma en el muslo.
– El hombre en el que estabas pensando ahora mismo. Capté la impresión de él. Un hombre grande, respaldando a Whitney. Le gustas.
– ¿Captas todo eso solo por tocarme?
– Demonios, contéstame -ordenó Ken.
– Ken, retírate -le advirtió Jack.
– Hiciste tu elección, Jack. -Ken le lanzó una dura mirada-. Ahora todos nosotros tenemos que vivir con las consecuencias.
Mari colocó la cabeza en la manta metida bajo ella, los ojos estrechándose en su cara, dejando una especie de túnel de visión. Reconoció los familiares signos de su carácter golpeando.
– Espera un minuto. Tengo la horrible sensación de estar empezando a comprender que está pasando aquí. Llámame lenta, pero por alguna razón, aunque sois hombres, esperaba que actuarais con inteligencia.
– Mari…
– No me conoces lo suficiente para utilizar mi nombre. No tienes la menor idea sobre mi o mi vida. Soy tu prisionera, ¿recuerdas? Me disparaste. -Su voz estaba teñida de furia, así que la mantenía ultra-baja, pero era demasiado tarde para sujetar su genio. Ya estaba buscando algo que romper sobre la cabeza de él-. No te atrevas a llamarme Mari. No me importa si tengo una pierna rota. Si quieres torturarme, adelante, pero estaré condenada si te sientas allí siendo un engreído actuando como un amante celoso a causa de Brett, Brett, de entre toda la gente. Eso es lo que te hace saltar. Ahora me doy cuenta. Él “te tocó así” y después pierdes la cabeza. Que completo idiota.
– Mari…
– Que imbécil. No me hables. No toques mi pierna. -La adrenalina corría por su cuerpo, mientras ella se encontraba temblando-. ¿Tienes alguna idea de cómo es ese hombre? ¿Lo que es para una mujer tener a alguien que le desagrada tocándola? Vete al infierno, Ken. La próxima vez que quieras poner una pistola en tu cabeza, te ayudaré a apretar el gatillo.
– No lo entiendes -dijo Jack.
– ¿Estas bromeando? Soy la única que tiene que aguantar a Brett… o cualquier otro… al capricho de Whitney. No tú, no Ken. Y captar un destello de un soldado que me ha tratado con decencia y respeto, uno al que admiro, ¿es motivo de celos también?
Ken se quedó muy quieto, los dedos todavía rodeándole el pie, el contacto físico enviando chispas eléctricas silbando por las terminaciones nerviosas, aumentando el torrente de ira que se levantaba como un volcán.
– ¿Quién es? -repitió Ken.
Ya le dolía. Que demonios. Usó la pierna buena, encogiéndola y sacudiéndola, directa a su cara, usando la realzada fuerza, necesitando la satisfacción de marcar solo una vez contra él. Estaba interfiriendo con su mente y Mari encontraba eso inaceptable.
Él bloqueó el golpe con un brazo, lo bastante fuerte para hacer que la pierna se entumeciera, sin soltar el otro pie, ni siquiera perdió el agarre, como si su ataque hubiera sido tan intrascendente que casi ni lo había notado.
– Era Sean, ¿no es verdad?
– Vete al infierno.
– No lo entiendes -repitió Jack-. Whitney no hizo esto.
Mari apretó con fuerza los labios, estudiando sus caras. Ken no había movido un músculo, la mano todavía permanecía alrededor de los dedos de sus pies. Podía sentir el calor de su palma, era demasiado consciente de él como hombre, no como captor, no como enemigo.
– Infórmame.
– El viejo se las arregló para dejar su legado en uno de nosotros. -Ken lo dijo en tono prosaico.
Pero estaba afectado. Lo ocultaba muy bien, tan bien que ella dudaba que Jack pudiera atravesar su máscara, aquella falsa máscara sin emoción que Ken mostraba al mundo. Pero cuando la tocaba, cuando estaban piel con piel, ella veía más, sentía más, supo más de lo que él nunca tuvo intención… y estaba definitivamente afectado.
– Fui el afortunado al que nuestro padre le dio su herencia, y Whitney lo sabía desde el principio. Creía que lo había enterrado donde nadie podría saberlo nunca, pero él es psíquico y leyó en mi como un libro abierto, y todo este tiempo ha estado esperando su oportunidad.
Jack se aclaró la garganta.
– ¿Piensas que quiere ver tu reacción hacia ella cuando la aparee con otro hombre?
– Piensa que los mataré… o la mataré
El estómago de Mari dio un salto. Había una tranquila verdad en la voz de Ken. Se mojó los labios repentinamente secos.
– Realmente alguien necesita ponerme al corriente aquí porque, para ser totalmente sincera, no me gusta como suena esto. Whitney tiene una forma de manipular a la gente para que hagan exactamente lo que él quiere que hagan y yo no soy exactamente su persona favorita.
– Ken. -Jack la ignoró-. Él no te está leyendo. No tiene idea de tu carácter. Crees que el viejo está merodeando dentro de ti. Demonios, yo pensaba lo mismo, pero no es verdad. Fuimos investigados. Whitney tiene una alta acreditación de seguridad y leyó todo en nuestros expedientes.
– ¿Qué es todo esto? -preguntó Mari, intentando desesperadamente ignorar la forma en que cada punta de los dedos de Ken estaba llevando puntos de fuego a su tobillo.
– Jack, no tiene nada que ver con eso. Probablemente leyó los expedientes, pero lo sabe. Puso esto en marcha porque quiere ver como reaccionaré y como reaccionará Mari, y ahora que tienes a Briony para protegerla, quiere ver como reaccionarás tú. -Los dedos de Ken se removieron en el tobillo de Mari, y de repente volvió su mirada glacial hacia ella-. Mi padre era un hombre loco de celos. Asesinó brutalmente a nuestra madre e intentó matarnos a nosotros. Whitney lo sabe y planeó esto. Tu. Yo. Jack. Briony. Todo es un gran juego para él.
– Bien, está jugando un juego mortal entonces -dijo Jack-. Porque nadie nos controla, Ken. Hacemos lo que siempre hemos hecho, creamos nuestras reglas y aguantamos juntos.
– ¿Que hay acerca de ella? -la replica de Ken era tan baja que Mari apenas captó las palabras.
Jack suspiró.
– Sabes que es imposible dejarla atrás, así que vamos a tener que trabajar con eso. No fue fácil para mí con Briony, pero nos arreglamos.
– No soy tu, Jack. Te lo estoy diciendo. Soy como era él.
– No, no lo eres. -Mari era firme, obligando a ambos a que se fijaran en ella-. Si Whitney vio algo en algún informe en algún sitio, si, lo ha usado contra vosotros. Es muy bueno envolviendo a la gente en enredos, explorando sus debilidades, pero si tiene habilidades psíquicas y te tocó, no ha leído esto en ti.
– ¿Cómo lo sabes?
Los dedos de Ken reanudaron aquel gentil roce a lo largo de sus tobillos, el apretón tan fuerte como siempre, pero el toque había perdido su aviso y se había convertido en una involuntaria caricia.
– Porque yo te toqué.
Ken parpadeó. Fue su único movimiento. No hubo cambio de expresión en su cara, pero sabía que había reaccionado.
Jack se acercó lentamente.
– ¿Tienes esa clase de habilidad? ¿Lees a la gente cuando los tocas?
– No la tiene -negó Ken-. Está mintiendo para intentar relajar mi mente.
– Ya quisieras. No lo haría ni siquiera por ti. ¿Por qué querría aliviar tu mente? Peor te sientes tú, más feliz soy yo.-Los ojos de Ken eran acero caliente, pero ella sostenía su mirada y se encogió de hombros con fingida despreocupación-. No podría preocuparme menos que me creas o no.
– ¿Lo haces? -preguntó Jack.
Mari estudió sus caras. Había indudables grietas en sus armaduras, tanto si lo querían admitir como si no.
– No muy fuerte, pero lo bastante intenso como para saber que Ken no es un asesino, especialmente no de mujeres. Cumpliría una orden, pero no podría girarse asesinando a alguien sin una razón seria.
– Es bueno saberlo. -Ken le soltó el pie y se llevó el calor-. Si eres tan buena en todo esto, ¿por qué no me dices quien es este hombre y podemos dejarlo?
Ella frunció el ceño.
– Sabes que era Sean.
– Y vendrá tras de ti.
– Whitney lo enviará, si, pero si estás en lo cierto de que esto es un experimento, ¿por qué lo haría? ¿Por qué enviaría a alguien a devolverme a él? ¿No quería ver que ocurría entre nosotros?
– Enviará a Brett primero -replicó Ken-. Todo esto es parte de su pequeño y feliz plan. Y entonces enviará al otro porque hay un vínculo entre vosotros y Whitney lo sabe… y él sabe que yo sé y sabe que los mataré.
Había un filo en su voz que la alarmó, el tono bajo, medido y sin piedad. Quería decir que no debería importar, pero ya conocía el poder de los experimentos de Whitney, y tenía un aroma realzado, igual que Ken lo tenía, igual que Jack. Eso hacía la feromona responsable mucho más potente. Whitney había creado una poderosa atracción sexual que sobrepasaba el autodominio común y amenazaba la disciplina de incluso el soldado más fuerte… justo como el doctor había planeado.
Si Ken era realmente como su padre, como evidentemente temía, ella estaría en más problemas de los que jamás había soñado. Dudaba de si podría resistir a Ken Norton si él hacia insinuaciones sexuales hacia ella, pero lo intentaría. Con lo que no había contado era con interesarse de una forma u otra por el hombre. Era atraída a él, no solo sexualmente, también emocionalmente, y aquello no tenía sentido y casi la asustaba más que la atracción física
– Me duele la pierna y esta conversación me está haciendo sentir enferma. No debería estar revelándoos información. Somos enemigos.
Jack sacudió la cabeza.
– No creo que lo seamos. Si de verdad os habían ordenado proteger al senador, como estábamos nosotros, entonces estamos del mismo lado. Tienes el emblema de los Caminantes Fantasmas tatuado en lo alto del brazo -se levantó la manga-. Somos miembros de una unidad de elite de las Fuerzas Especiales y todos trabajamos para los Estados Unidos. Estamos del mismo lado, Mari. No sé como se han cruzado los cables, pero sospecho que Whitney tiene algo que ver con esto.
– Crees que Whitney ha ido por libre.
– Todos creíamos que estaba muerto… asesinado -replicó Jack-. Desapareció hace ocho meses, y su hija “vio” su muerte, lo vio asesinado.
– Puedo asegurártelo, está muy, muy vivo.
– Nadie ha visto u oído de él. Solo recientemente, empezamos a sospechar que simuló su propia muerte.
Mari frunció el ceño, moviéndose ligeramente para aliviar el dolor de las caderas. Nada podía parar el dolor de la pierna, así que lo ignoró, de la forma en que había sido entrenada. Le fastidiaba que Jack hablara siempre, como si Ken estuviera aún dando vueltas a otras cosas… cosas sobre las que no quería que pensara.
– Es posible que simulara su propia muerte así no podría ser asesinado. Si el gobierno, o sus amigos decidieran que era una responsabilidad, o un lunático, podrían haber decidido deshacerse de él, o al final tenerlo encerrado en una institución.
Arriesgó una mirada hacia Ken, pero estaba mirándole la pierna.
– ¿Qué amigos? -preguntó Ken.
– Tiene un par de personas que lo visitan ahora y entonces. El complejo está bajo fuerte vigilancia cuando vienen, y están rodeados de guardaespaldas. La mayor parte del tiempo nos mueven al final del complejo y solo captamos vistazos de ellos. Sean trabaja con Whitney ahora, solo unas pocas veces nos ha hablado de las discusiones entre ellos.
Ken se alejó de ella, cruzando los brazos sobre el pecho y observándola con ojos fríos.
– ¿No se te ha ocurrido que matar a una mujer porque alguien no regresó podría estar un poco fuera de lo normal?
Mari se dio cuenta de que su cuerpo estaba todavía ligeramente entre ella y su hermano. Algo en su engañosamente casual postura y su tono envió un escalofrío por su columna.
– ¿Qué es normal? Me crié en el cuartel con otras chicas. Éramos soldados, entrenadas como soldados, participé en misiones desde los doce años. Ninguna de nosotras ha estado nunca fuera excepto en una misión o ejercicio de entrenamiento. Normal era lo que Whitney nos decía que lo era.
– ¿Y ahora? -apuntó Jack, disparándole a su hermano una mirada de advertencia.
Mari se encogió de hombros.
– Whitney está empeorando. Cuando era una niña, solo parecía malo, y distante, pero con los años, está de verdad deteriorado, especialmente los últimos dos años. Durante un tiempo pareció como si tuviera un lado humano. Creo que quizás su hija, Lily, estaba dándole raíces pero…
– ¿Conoces a Lily? -interrumpió Jack.
Mari inclinó la cabeza, intentando no estremecerse mientras Ken le limpiaba la pierna. Más sangre se había escurrido.
– Hablaba de ella con frecuencia, y parecía como si realmente pudiera amarla, aunque, para ser sincera, no podía imaginar que fuera capaz de querer de verdad. No nos veía a ninguna de nosotras como seres humanos. En los dos últimos años se ha vuelto fanático. Incluso sus amigos parecen estar teniendo problemas para tenerlo controlarlo.
– Háblanos de sus amigos -la animó Jack, dando otro paso.
Mari intentó impedir que su mirada vagara hacia el arma en su cintura, o las otras dos armas en los arneses gemelos bajo sus brazos. Estaba tan cerca que sería capaz de enganchar una de las armas si era rápida… muy rápida.
– ¿Hay algo en el rostro de mi hermano que encuentres fascinante? -preguntó Ken.
El tono bajo la hizo tiritar. Podía sonar tan completamente amenazador al mismo tiempo.
– En este momento no -le hizo frente, determinada a no ser intimidada-. Me preguntaba si estaba tentándome deliberadamente a hacer un intento por sus armas o si estaba tan inmerso en la conversación que ha olvidado que soy su prisionera.
– ¿De verdad piensas que eres tan rápida? -preguntó Jack.
– Por lo general, pero me está doliendo un poco ahora, así que mi cronometraje podría bajar. En cualquier caso vosotros sois doble-combinado. Ken está esperando que me eche encima de ti, y francamente, es realmente una trampa aburrida. Ninguno de vosotros ha pensado mucho en eso.
– Disculpa, era un estímulo por el momento, solo para ver donde estábamos -dijo Jack-. Tú pensabas ir a por la pistola.
– Tengo que escapar. No tengo elección. Por mucho que disfrute vuestra compañía, en realidad, realmente tengo que volver… todos me están esperando.
– Y todo este tiempo creía que estábamos empezando a ser amigos. ¿No estabas de acuerdo en que estábamos del mismo lado?
Ken los ignoró a ambos y una vez más tomó posición en su cabecera. Limpió su cara con una tela fresca.
– Aplaza el intento de escapar un poco más. La pierna no está para eso todavía.
– Desearía poder, pero aunque estemos del mismo lado, van a venir a buscarme y alguien acabará herido. Puedo ser capaz de entrar en el campamento antes de que Whitney se dé cuenta de que me he ido alguna vez. Mi gente va a intentar que pase.
– Danos solo la localización del campamento, y estaremos encantados de escoltarte a casa -sugirió Jack.
– Y llevarás algunos amigos solo para hacerlo divertido -dijo Mari. Lo rechazó-. Estoy cansada. Puedes interrogarme más tarde, ¿vale?
– Toma otro vaso de agua. -Ken deslizó el brazo tras su espalda de nuevo-. No podemos arriesgarnos a que te deshidrates.
– ¿Se hizo mucho daño en la pierna? -preguntó Jack.
Mari cerró los ojos y apartó la cabeza de ellos. Le gustaban. Incluso los entendía. Eran soldados. Respetaba eso. Estaban haciendo su trabajo y bien podían estar del mismo lado, estaba bastante segura de que lo estaban, pero no podía elegir arriesgar la vida de todos por descubrirlo.
Inhaló, arrastrando la masculina fragancia de Ken a sus pulmones. Había estado más estimulada, más humillada y más entusiasmada de lo que nunca lo había estado en su vida. Tenía que escapar. Nada de lo que dijera o hiciera los iba a convencer para dejarla ir.
– Mari, bebe el agua.
El acero en la voz de Ken le hizo rechinar los dientes. Sabía que el murmullo de ira atravesando su cuerpo lo avisaría. Tenía una obstinación de una milla de ancho, y era lo que había llevado a su separación de Briony, por su inusual infancia, y por la degradación del loco programa de procreación de Whitney.
Ken apretó el brazo a su alrededor y bajó la cara mientras su cálido aliento abanicaba su mejilla, hasta que estuvo envuelta en su aroma y su cuerpo empezó a responder. Intentó desesperadamente centrarse en el dolor de la pierna, en su desesperada situación, o cualquier cosa menos la sensación de los músculos de su brazo, el calor de su piel tan cerca de ella.
¿Estás haciendo esto a propósito? Porque es rastrero.
No me desafíes solo para probar alguna estúpida cuestión. Necesitas el agua para recuperar tu salud. Bebe.
Volvió la cabeza para mirarlo, los labios a pulgadas de los de él, la mirada trabada con la de él. Era una buena cosa que fuera telépata, porque no tenía aliento en los pulmones para respirar… o hablar
¿Te ha mencionado alguien alguna vez que eres un completo idiota?
Creo que mi hermano lo ha hecho en muchas ocasiones.
Ella asintió con la cabeza.
Bien. De acuerdo entonces. Mientras alguien lo haga.
Tomó un pequeño sorbo de agua y lo dejo gotear por su garganta, sorprendida de lo muerta de sed que estaba. Las drogas estaban empezando a abandonar su sistema, y las cosas estaban bruscamente mucho más enfocadas. El tiempo había pasado. Entendía porqué la habían tenido sin sentido mientras la movían de sitio en sitio, probablemente un paso por delante de su unidad, pero no tenía idea de si habían sido horas o días.
El pánico la oprimió por un momento y lo contuvo. Las cinco mujeres abandonadas en el campamento eran su verdadera familia. Bueno, estaba Sean y un par de los otros hombres que no habían sido cogidos en la telaraña de engaño de Whitney. Pero había sido criada con las otras mujeres. Estaban todas unidas, hermanas. No tenían padres, ni otros amigos, así que el vínculo entre ellas era fuerte. Al final no importaba si estaba del mismo lado que Ken y Jack, porque tenía que volver. No podía dejar que las otras encararan una posible muerte a manos de Whitney.
Estaba absolutamente segura de que Whitney había empezado a caer en la locura. Podría haber empezado como un brillante científico, pero en algún lugar del camino había empezado a convencerse de que era de lejos más inteligente que cualquier otro y que el fin justifica los medios. Las reglas no eran para él. Tenía demasiado poder y demasiada poca responsabilidad.
Mari bebió más agua. Tenía que recuperar fuerzas.
– ¿Cuánto tiempo me habéis retenido?
– Un par de días -respondió Jack-. No podemos dejarte llamar a tu unidad, y nos están pisando los talones.
Le dirigió una breve sonrisa, deliberadamente se recostó contra el brazo de Ken, determinada a demostrarle, y a ella misma, que podía tener bajo control sus sentimientos físicos.
– Son buenas.
– No tan buenas -discrepó Jack-. Ellas no te tienen y nosotros si. De haber estado buscándote, te habríamos encontrado.
– Eres muy arrogante.
Las cejas de Jack se arquearon
– Eso no es ser arrogante, es un hecho.
– Estoy cansada y me duele la cabeza. -Levantó la vista a Ken-. Probablemente desde que me clavaste el codo.
– Lo recuerdo. Y nunca me diste las gracias por salvarte la vida.
– Hubiera preferido que fueras un poco más gentil al hacerlo.
Estaba jugando, intentando aligerar la situación, o perder tiempo, no estaba segura de que, pero una sombra cruzó la cara de Ken. Tan cerca de él, captó aquella fugaz reacción a sus palabras.
Ken le colocó la cabeza en las almohadas.
– Has estado fuera un par de días. Hemos estado apartando a tu unidad de alguien que podía tenernos atrapados en fuego cruzado.
Mari lanzó una mirada a Jack. Tenían un plan. Con todo lo que estaban haciendo, ella no podía ser parte de eso.
– Tengo que volver. No lo entendéis. Si no vuelvo, Whitney va a herir a una de las otras. No puedo dejar que ocurra.
– Danos la localización y nosotros iremos y las sacaremos -dijo Ken.
Ella empujó su pecho.
– Sabes que no puedo hacerlo. No las traicionaré. No tengo idea de quien sois realmente.
Los relucientes ojos enfrentaron los de ella como el filo de una espada. Fríos. Posesivos. Muy aterradores. Su pulso emprendió un ritmo frenético. Él mostró una pequeña emoción, y aquello había sido aterrador, pero esto parecía peor. Bajo la máscara, su mente estaba trabajando rápido, calculando, formulando, procesando datos cada parte tan rápido, o más, que la de ella. ¿Qué otros atributos había realzado Whitney en él? Que otros códigos genéticos habían deslizado Whitney en su cuerpo, porque justo en aquel momento parecía más un depredador que un hombre.
El latido en su cabeza se incrementó. Captó el intercambio entre Jack y Ken. Una simple mirada, nada más, pero fue suficiente. Hizo una inspiración profunda y calmante y relajó mente y cuerpo.
¿Sean? ¿Alguien? ¿Estáis ahí fuera? La cabeza le dolía no por el codazo, sino porque alguien estaba ahí fuera, llamando, usando la telepatía. Y los Norton habían sido alertados.
La mano de Ken le rodeó el cuello, los dedos deslizándose al punto de presión. Intentó pararle, pero era una eternidad demasiado tarde. Sintió las olas de vértigo, la habitación girando alrededor de ella, y todo se volvió negro.