Capítulo 7

La furia atravesó a Ken. Ella lo había hecho deliberadamente, exponiendo los pechos a cada hombre presente. Maldita fuera por eso. Ken no esperó a que Neil tuviera el Rover bajo control; se zambulló tras ella, cayendo en el mismo sitio, rodando sobre hojas y ramas caídas a lo largo del suelo mojado para yacer inmóvil, mirando el cielo nocturno. Estaban en un área con muchos árboles. Podía escuchar la corriente corriendo a su izquierda.

Ahora me has cabreado. Podría estrangularte por esto. No necesitabas darles un espectáculo.

Estaba asustado por ella. Tenía una mano y una pierna rotas. No tenía armas ni ropa. Y debía estar más enfadado porque la atrapasen que porque se expusiera a todos los hombres. ¿Y si se había golpeado con uno de los árboles y se había roto el cuello? Fácilmente podría haber pasado. No podía imaginar encontrar su cuerpo muerto. Contéstame, maldita sea.

¿Ese era él? Tan cercano al pánico cuando siempre era tan frío bajo el fuego. No le importaba morir, nunca le importó, eso hacía fácil las misiones encubiertas alrededor del mundo, pero esto era algo totalmente diferente. Ella se había metido bajo su piel. Trató de decirse que era simplemente un experimento de Whitney y una vez que se hubiera ido, Jack y Briony estarían a salvo y todo volvería a ser normal, pero eso no detuvo el pánico dentro de él. El miedo se había transformado en un verdadero terror por ella. No podía estar muerta.

La tierra cambió ligeramente bajo sus pies, los árboles y los arbustos temblaron. Se alzó sobre sus pies y trató de respirar normalmente. Mari. Necesito saber que estás viva. Debería sentirse humillado y avergonzado de que hubiese súplica en su voz, pero no lo estaba. Estaba simplemente diciendo la verdad. Lo necesitaba. Era simple y no tenía sentido. Si era simplemente una atracción psíquica entre ellos, tan poderosa y tan potente como era, ¿por qué sentiría tal terror de que pudiera estar muerta?

Por supuesto no le contestaría. Él era el enemigo. Tenía que ser lógico, superar el miedo y usar el cerebro. Tenía mucha más experiencia de la que tenía ella. Tenía que continuar con la premisa de que estaba viva. Podría rastrearla. Cada persona perdía células de la piel, y su sentido del olfato era fenomenal, gracias al realce genético de Whitney, aunque había otros caminos más fáciles que caminar alrededor en la oscuridad olfateando el suelo. Importaba poco si había sido entrenada desde su nacimiento; tenía años de duras batallas bajo su cinturón, pero sobre todo, Jack y Ken habían usado sus habilidades psíquicas mucho antes de los experimentos de Whitney, y ambos tenían talentos fuertes. Con los enriquecimientos, eran capaces de hacer cosas que de saberlo Whitney los mataría.

Se hundió en el suelo cubierto de hojas, hundiéndose en la tierra fría y húmeda, se sentó con una pierna cruzada sobre la otra y las manos descansando sobre las rodillas. Dejó que su mente se expandiese para tomar el mundo a su alrededor, elevándose libre, haciéndose poderoso. Mari, ven a mí. No tienes elección. Ven a mí. Me sientes. Estoy dentro de ti. Alrededor de ti. Ven a mí. Me necesitas. Tienes que estar conmigo. No hay elección para nosotros. Ven a mí. Se convirtió en una letanía, un mantra, difundiendo la orden una y otra vez, olvidando a los hombres que venían e iban mientras buscaban a su prisionera perdida.

Ken se concentró en Marigold, construyendo su imagen en la mente. Conocía la sensación de su piel satinada, la lujuria de sus curvas y su sexy cuerpo. Conocía cada detalle: las heridas sobre su cuerpo, la forma en que su boca estaba llena y prometía, las pesadas pestañas que se rizaban y enmarcaban sus grandes ojos. Ven a mí ahora. Deprisa, Mari. Necesitas venir conmigo. Puedes encontrarme. Somos uno, en la misma piel; necesitamos estar juntos. Sobre todo, se encontraba en su mente, conociéndola a un nivel más íntimo. No podía escudarse de él o ignorarlo.

Su mente cambió, imaginándola, llamándola repetidamente. Su piel estaría sombreada de verde, negro y canela, armonizando con las hojas y los arbustos alrededor de ellos. No sería capaz de estar de pie con su pierna rota, por lo que avanzaría lentamente, un deslizamiento sensual a través de la cobertura, sus pechos desnudos que se balanceaban suavemente, de forma atrayente. Se imaginó la caricia de su mano hacia abajo por la curva de su trasero desnudo, mientras se movía hacia él como una gata de la jungla, moviéndose lentamente a través del follaje para abrirse camino hacia él.

No hubo ningún sonido, pero abrió los ojos, sabiendo que estaba allí. La primera visión de ella le quito el aliento. Nunca había visto algo más sensual. Avanzó lentamente hacia él, su cuerpo perfecto en la noche, un fluido de músculos y curvas rogando su atención. Su cuerpo volvió a la vida, una reacción salvaje y dolorosa, su polla cerca de reventar, pulsando con urgencia. Tenía una urgencia privada de bajarse los pantalones y montarla como un animal, duro y dominante, marcándola.

Ella levantó la cara, y pudo ver las lágrimas corriendo por sus mejillas. Había varios rasguños sobre sus hombros y a través de su pecho izquierdo. Su corazón dio un vuelco, una sensación extraña y muy sorprendente. Siguió moviéndose hacia él, una mezcla de desafío y sumisión en sus ojos. Arrastró su pierna detrás de ella, pero logró avanzar lentamente casi hasta su regazo.

– ¿Es esto lo que quieres? ¿Alguien que te obedezca ciegamente? ¿Es esto lo que necesitas para disfrutar? -Sus brazos rodearon su cuello antes de poder detenerla, y su boca encontró la de él casi desesperadamente.

Él quería su sumisión pero no debido a su control mental. Sus fantasías eran de dominación sexual, no llevándose su identidad o su libre albedrío. Si fuera sumisa, necesitaba que ella quisiera darse a él, que confiase mucho en él, pero en el momento en que su boca encontró la suya, el volcán dentro de él estuvo a punto de explotar.

Hacía mucho desde que había sido capaz de sentir placer. Había pensado que el sexo estaba perdido para él. Sus brazos rodearon su cuerpo para acercarla más, así podría sentir sus pechos presionando contra el torso. Tomó el mando del beso, un puño en su espeso pelo rubio, forzando hacia atrás su cabeza mientras exploraba su boca, su lengua entabló un duelo con la de ella, tomando posesión, no le dio una oportunidad de hacer nada más que responder.

Juró que una corriente eléctrica atravesó su cuerpo y envió fuego a correr por su corriente sanguínea. Por un momento no podía articular un pensamiento coherentemente, sólo sentir su erección rugiendo, la sorpresa de su cuerpo más vivo de lo que nunca había estado. Su cuerpo se movió contra el de él como seda caliente, su boca caliente, húmeda y perfecta, sus sensuales labios. Sus dientes tiraron de su labio inferior lleno, los dedos mordiendo su piel. La quería, justo allí, justo entonces. Nada podía interferir con ellos. Necesitaba eso más de lo que necesitaba respirar.

Sus lágrimas se registraron; un sollozo suave atravesó el calor de la lujuria y lo detuvo abruptamente.

Sintió su cara, la huella de las lágrimas, sintió las lágrimas en su cuello. Abruptamente se apartó de ella, respirando fuertemente, tratando de recuperar su cordura.

– ¿Qué cojones he hecho? -preguntó suavemente-. Lo siento, Mari. Sabía que era un bastardo, pero no esto, nunca esto y no contigo.

¿Cuándo su orden se había vuelto sexual y por qué? ¿Por qué haría algo como eso, sabiendo lo poderosa que era la química entre ellos? No podía recordar cambiar la orden, forzando la conformidad sexual. ¿Había hecho eso? ¿Qué tipo de hombre era?

– Te lo juro, no quería que esto sucediese.

Limpió las lágrimas de su cara.

– Nunca pasará de nuevo. Te llamaba a mí, devolverte, no tratando de hacer que me aceptases sexualmente. -Se sacó la camisa por encima de la cabeza y tirándola sobre ella, rodeándola con su calor, dándole protección y a él un cierto alivio. Era tan hermosa, y estaba destruyendo cualquier oportunidad de que pudiera pensar alguna vez bien de él.

– Me estabas castigando. -Otro sollozo se le escapó, aunque luchara por contenerlo-. Debido a que el otro hombre me vio desnuda. Me estabas castigando.

¿Había hecho eso? Sacudió la cabeza.

– No. Te estaba llamando hacia mí. -¿Realmente podría ser tan despreciable? Ya no confiaría en sí mismo con ella. No podía estar a su alrededor. No estaba a salvo y nunca lo estaría de nuevo. Maldito su padre. Maldito Whitney. Más que nada maldito Ken Norton

¡Jack! Era una orden afilada, algo que raras veces hacía con su hermano, siempre permitía que Jack tomara la iniciativa, pero esta vez era diferente. Esta vez, Mari estaba implicada, no iba a arriesgarse con ella. ¿Y si no hubiera parado? Su cuerpo todavía se estremecía por la necesidad. Sus manos no la dejarían ir, necesitando permanecer en contacto con ella. Si había un infierno, ya estaba en él.

Jack explotó a través de los arbustos, el arma en la mano. Captó la cara de Mari surcada por las lágrimas, sus sollozos y la terrorífica máscara de Ken.

– ¿Qué demonios pasó aquí?

– Encuéntrale un par de vaqueros. Si son suficientemente grandes, se deslizaran sobre esa cosa ligera que el doctor le puso en la pierna. Ken trató de distanciarse de lo que estaba haciendo. No había vuelta atrás, ni cambio. El monstruo vivía y respiraba, estaba vivo y bien y arañaba por la supremacía. Casi la violé, Jack.

Ella parece bastante dispuesta.

Joder cállate y ocúpate de esto. Teníamos un trato. Hicimos un pacto. Estaba todo bien y suficiente cuando pensaste que eras tú. Me hiciste prometerte poner una jodida bala en tu cabeza, pero ahora soy yo, la amenazas en vez de ocuparte de mí.

Jack lo miró duramente y dio un paso adelante, deliberadamente cerca, tan cerca que el cuerpo de Mari se apretaba contra su pecho. La rodeó con sus brazos como si pudiera llevarla lejos de Ken, todo mientras miraba cuidadosamente a su hermano. Cuando nada paso, enterró la cara en su cuello e inhaló profundamente.

Ken permaneció muy quieto, sus ojos plateados nunca abandonaron la cara de su hermano.

– ¿Sabe mi hermana que eres un pervertido? Saca tus manos de mí. No me compartirán.

La indignación disminuyó el torrente de lágrimas.

– Si eres tal bastardo celoso, ¿por qué no estás arrancando mi cabeza, Ken? -exigió Jack, ignorando el comentario de Mari mientras caminaba lejos de ella-. El viejo hubiera sacado su pistola y nos habría disparado a ambos.

– Consíguele los pantalones y sácala de aquí.

Mari contuvo el aliento. Estaba abandonándola con los otros. Debería estar feliz, emocionada, pero en cambio estaba aterrorizada.

– No. -Sacudió la cabeza, lo dijo suavemente, una súplica que no podía detener-. No, tienes que quedarte conmigo.

Él enmarcó su cara con ambas manos.

– No puedo. Tienes que entenderlo. No confió en mí mismo contigo.

– Está todo bien. Esto es. Me lancé sobre ti. Sentí la conexión lo mismo que tú. No fuiste solo tú.

Sus pulgares rozaron las marcas de las lágrimas casi tiernamente.

– No te lanzaste sobre mí y lo sabes. Mari, no voy a correr el riesgo de hacerte daño. No soy un buen hombre.

– Como el demonio que no lo eres, Ken -lo interrumpió Jack-. No sé lo que pasa, pero nunca has tratado a una mujer con falta de respeto en tu vida.

Ken le dirigió a su hermano una mirada de advertencia, y refunfuñó una maldición, Jack giró para llamar a los otros y encontrar un par de vaqueros para Mari.

Cuidadoso con la pierna, Ken la levantó hasta su regazo, sujetándola cerca para consolarla, meciéndola con cuidado hacia delante y hacia atrás.

– Lo siento, dulce, de verdad. Tire de ti hacia mí, pero no se suponía que fuera sexual. -No sabía que había pasado, no podía recordar haber cambiado la orden. Descansó la frente contra la de ella, respirando profundamente para tratar de calmar la tormenta de necesidad y el rugido de auto odio.

Su pierna estaba sangrando de nuevo, y había un hilillo de sangre cerca de su oreja. Otro en la esquina de su boca. Ken lo borró con el pulgar, una advertencia sonó en su mente. El delgado hilillo volvió.

– Puedo mover cosas, y hacer sugerencias, hacer que un guardia aparte la mirada, ese tipo de cosas, pero nunca he visto a nadie más con el poder de controlar con la mente los movimientos de otra persona. No quise venir contigo, pero no podía detenerme a mí misma -admitió Mari. Sacudió la cabeza y limpió la sangre que manchaba su boca-. Whitney nunca puede adivinarlo. Nunca, Ken, ni siquiera accidentalmente. No puedes hacer esto delante de alguien que pueda informarle. -Levantó la cara, el color escurriéndose de su cara-. No informaste de esto, ¿verdad? ¿No está escrito en un archivo en algún lugar?

– Realmente te afecta. No, no hay archivo. Jack y yo tratamos de usar varios talentos por nosotros mismos. Si los tenemos, practicamos hasta que nos hacemos buenos en ellos. Vivimos silenciosamente y sólo tratamos cosas diferentes.

– Si Whitney supiera que podéis controlar a otros seres humanos, tomar el mando de sus mentes así, nunca descansaría hasta tenerlos. Y definitivamente querría vuestros hijos, o… -se interrumpió-. ¿Jack puede hacer esto? ¿Está Briony embarazada? ¿Whitney está detrás de ella porque va a tener un bebé? Es eso, ¿verdad? Eso es por lo que enviaron a Brett y estaba tan determinado a que me quedase embarazada. Ya lo sabe.

– Cálmate. Estás temblando, Mari. Whitney es un burro. Por supuesto que querría a nuestros hijos. Es un chiflado y piensa que podemos tener un superbebé. No sabe lo que puedo o no puedo hacer, además de lo que deliberadamente realzó. -Usó la esquina de la camisa que ella llevaba para limpiar la sangre que goteaba constantemente de su pierna.

¡Date prisa, Jack!

– ¿Cuándo apuntó a ciertos talentos psíquicos, reforzó otros también, verdad? -preguntó Mari-. Eso es lo que pasó con todos nosotros. No le dijimos todo tampoco, pero Ken, este es un talento importante. Lo querría más que cualquier otra cosa. Querría a un niño que lo tuviera. Puede formar y modelar niños dónde tiene más problemas con los adultos. Los adultos no tienen muchos efectos secundarios, pero no puede controlarlos tan fácilmente. No puede averiguar lo que haces.

Ken estuvo en silencio un momento, escuchando el sonido de sus propios latidos.

– Lo sé, si se revelase, querría decir que tuvo acceso a un archivo mío que fue registrado, haría un agarre para mí, ¿verdad?

– Movería cielo y tierra para tenerte. Tiraría de cada hilo que tiene en el ejército y de cada funcionario que le debe favores para tener acceso a ti. -Sacudió la cabeza-. No pienses en eso. Le he visto desmontar a gente para ver si su cerebro es diferente. Pasarías el resto de tu vida enganchado a máquinas para que pudiera estudiar la actividad de tu cerebro.

Ken no contestó. Sabía que era un hijo de puta enfermo para hacer las cosas que había hecho a Mari. A pesar de lo que Mari y Jack creían, Ken estaba seguro de que Whitney tenía la capacidad psíquica y había descubierto el monstruo escondido en él. Sus dedos se enterraron en el pelo de Mari, inclinó la cabeza para rozar un beso en lo alto de la cabeza.

– Tienes que dejar de tratar de escaparte. Podías haberte matado, lo sabes. Te tiraste de un coche en marcha sin saber donde ibas a aterrizar. Podías haber golpeado un árbol. Así es, estás sangrando otra vez.

– No lo hago. Y habrías hecho lo mismo.

– Es diferente.

– ¿Por qué soy una mujer? -resopló-. Primero que nada soy un soldado. Es mi deber escaparme.

Cerró los ojos brevemente y entonces los abrió para encontrar su mirada fija. Tuvo que decir la verdad, sólo una vez. Le debía tanto.

– Porque eres mi mujer. No podría ser capaz de tenerte, pero no quiero tu muerte. -Sus dedos se movieron sobre su mano herida y la dejó caer hasta su pierna-. O que seas herida.

Mari lo miró.

– No puedo ser tu mujer si planeas escaparte de mí, Ken. Destruye la vida de todo el mundo. Tiene que ser detenido. No soy sólo yo. Hay otros, hombres y mujeres, los mantiene encerrados por su estúpido programa de cría. Podemos acercarnos con un plan para hacer esto bien.

– No soy un producto de su programa de cría, Mari; desearía serlo. Desearía tener esa excusa para mi comportamiento, pero no la tengo. La gente nace con cosas malas en ellos, pequeños fallos que mucha gente ignora o no pueden nunca ver. El mío es peligroso. Puedo estar atraído por ti físicamente porque Whitney nos emparejó, pero es más que eso, e independientemente de lo que sea, está creciendo fuerte.

– Conmigo también. Cuánto más cerca estoy de ti, más parezco preocuparme por ti. El sexo y las emociones se entretejen juntos. Whitney nunca habría sido capaz de obligarme a hacer lo que no quiero hacer. No puedo controlar mi mente o las emociones, así que no está haciendo esto. Nos ata juntos, química y sexualmente, pero no podría hacerme querer hacer todo lo mejor para ti.

– No hay ninguna preparación mejor para mí, Mari. Cuanto más pronto ambos lo aceptemos, mejor estaremos. La única cosa que puedo darte es la seguridad de que no estaré con otra mujer. Independientemente de lo que pase en tu vida, te lo juro, no puedo pensar en ti con otro hombre porque me volvería loco, pero independientemente de lo que pase, donde quiera que estés, siempre sabrás que no hay nadie más conmigo.

– Tiene que haber una forma para hacer esto bien.

– Mari. -Su voz fue baja e irresistible, moviéndose a través de su cuerpo como un toque de los dedos en la piel-. Estas asustada, y tienes buenas razones para estarlo. No confió en mí mismo y no voy a joder tu vida más de lo que Whitney ya lo ha hecho. La última cosa que necesitas es estar atada a un hombre que puede volar a una rabia celosa y hacerte daño físico.

– Soy capaz de protegerme a mí misma, Ken y no creo que seas el tipo de hombre que pegue a las mujeres.

– No, sólo pierdo la razón y estoy cerca de violarte porque otro hombre te miró. -Pasó una mano a través de su cabello, dejándolo más despeinado que antes.

– Te deseo. No me preocupan las circunstancias, o la excusa. Te deseo.

– Hay cosas que no sabes de mí, nada de ello bueno. Has tenido suficiente con Whitney y su programa. Te estamos llevando con Lily. Se asegurara que estás sana y te ayudará a empezar una nueva vida.

– ¿Lily Whitney, la hija del doctor?

– No digas su nombre así. Es tan víctima, tal vez más, que el resto de nosotros.

– ¿De verdad confías en ella? He trabajado con Whitney cerca y lejos durante años y seguro que no confió en él o en sus amigos. Ellos saben lo que esta haciendo; no lo aprueban, pero no lo detienen o le dicen a alguien más alto lo que esta pasando.

– Dinos donde esta el complejo, Mari. Sacaremos a las mujeres.

Ella sacudió la cabeza.

– Sabes que habrá una pelea. Los hombres protegerán los laboratorios. Demonios. Están bajo órdenes. Tienen que proteger la base.

– Entonces haremos que el almirante lo cierre.

– En el momento en que las órdenes bajen, Whitney moverá a todo el mundo. Tiene lugares por todas partes, y nunca permitiría de buena gana que le cerraran. Está protegido, Ken. No puedes entrar y cogerle.

– Pero pensaste que el Senador Freeman sería capaz de ayudarte.

– Lo esperaba. Su padre tiene mucha influencia con Whitney. Pensamos que si hablaba con él y le explicaba lo que estaba pasando, intercedería por nosotros. Sabemos que su padre está disgustado con el experimento. Whitney quiere bebés. Está seguro que puede producir el arma perfecta, psíquica y físicamente, de modo que nadie sospechará alguna vez de un niño traído al país y hacer lo que se necesite ser hecho.

– Whitney no te daría esa información así como así.

– No, pero tengo amigos. No todos los implicados están de acuerdo con lo que está haciendo. Una de las mujeres está embarazada de verdad, Ken. Él va a llevarse a su bebé si no la sacamos de allí. Tengo que volver y ayudarlos.

– No tendrías que hacerlo si dejo que Whitney me capture.

– ¡No! Nunca te dejaría cerca de los otros. Te tendría en un laboratorio y te disecaría tan rápido que no sabrías qué paso.

Jack volvió, dándole a Mari los vaqueros, su mirada estrechándose cuando vio la sangre corriendo por su pierna.

– Esta pensando en permitir que Whitney lo tome prisionero -dijo Mari-. No puedes dejar que haga eso.

– Realmente es una opción, pero pienso que tal vez el almirante pueda asignarme al complejo. Si usa al ejército como cobertura, y tiene soldados vigilando el lugar, entonces seremos capaces de conseguir la asignación -dijo Ken-. Pon tu brazo alrededor de mi cuello. Voy a levantarte un poco para poder ponerte los vaqueros. No es necesario que estés desnuda con un grupo de hombre alrededor.

– Está sangrando de nuevo. ¿Por qué demonios está sangrando tanto? -preguntó Jack.

– Ten cuidado -advirtió Ken mientras veía a Jack limpiar la herida-. ¿Se hirió de nuevo?

Jack fue suave mientras deslizaba los vaqueros por la escayola ligera de su pierna. El médico había puesto más una tablilla que una escayola actual porque quería que la herida de bala tuviera aire.

– No se ve como eso. -Más que el sangrado excesivo, su cuerpo parecía extraordinario, curándose tan rápido que ambos hombres sabían que era imposible aún con un realce genético-. ¿Whitney te inyectó algún tipo de acelerante, verdad? -preguntó Jack, su voz sombría-. Debí haber sospechado que haría algo como esto.

Los dedos de Ken se tensaron hasta el punto del dolor en los hombres de Mari.

– ¿Te dio Zenith? Oh, Dios, cariño, dime que no le dejaste chutarte con ese producto.

– Siempre nos lo inyectan antes de cada misión, sólo en caso de que fuéramos heridos. ¿No lo hacen con todo el mundo?

– ¿Cuándo? -habló Ken bruscamente, poniéndose de pie. Mari en sus brazos. Tuvo que agarrarse a su cuello y sujetarse mientras cortaba hacia el Escalade en una carrera suicida-. Maldita sea, Mari, ¿cuándo te lo inyecto? Día y hora. Dímelo ahora.

El miedo puso su corazón a cien. Ambos Norton parecían alarmados.

– ¿Qué sabéis del Zenith que yo no?

– Puede matarte, Mari. Dímelo ahora, ¿cuánto tiempo ha estado en tu sistema?

Logan sostuvo la puerta abierta y Ken prácticamente saltó dentro, Jack detrás de él.

– Dile a Lily que mande un avión. No uno militar, privado. Uno de su compañía de aviones.

– No podemos arriesgarnos a eso, Ken -protestó Logan-. ¿Qué pasa?

– Le inyectaron un Zenith completo antes de enviarla fuera -contesto Ken-. Tenemos que arriesgarnos.

Neil puso en marcha el vehículo, bajando deprisa por la carretera.

– Puedo teneros allí por la mañana. Estamos a pocas horas de distancia. ¿Cuánto tiempo tiene?

Ken juró amargamente, sus ojos plateados brillando con demasiada amenaza mientras intercambia una mirada larga con su hermano.

– Haz que Lily mande el avión, Logan. Dile que se encuentre con nosotros en uno de los laboratorios con instalaciones médicas. Dile que necesitamos el antídoto del Zenith.

– Ryland no va a poner su vida en peligro. Pero se giró para encender la radio y empezó a hablar por ella.

Mari se mantuvo muy quieta. No estaban bromeando alrededor suyo. La tensión en el Escalade podía haber sido cortada con un proverbial cuchillo. Zenith, la droga usada para acelerar la curación, era peligrosa, y todos lo sabían. ¿Por qué Whitney bombeaba a todos sus hombres hasta tenerlos llenos de eso antes de que los enviara en una misión si sabía que la medicina era peligrosa? Y si ese hombre sabía que era peligrosa, Whitney tenía que saberlo. Era el inventor del Zenith.

– Debería haberlo sabido; te curabas demasiado deprisa incluso para un Caminante Fantasmas. Maldita sea. -Golpeó violentamente su puño contra el asiento de delante. ¿En qué demonios estaba pensando? Pero lo sabía. Y Jack lo sabía. Podía verlo en los ojos de su hermano. Estuvo tan jodido pensando en sexo, que no se preocupó por nada más.

– Hay una pista de aterrizaje a unas 80 millas de aquí. Una pequeña granja con un avión para fumigar. Lily dice de hacerlo allí y tendrá un piloto esperando, un amigo suyo, no militar. Se encontrará con nosotros en el laboratorio subterráneo donde Ryland y sus hombres fueron encarcelados primero. No está lejos de su casa, y nadie pensaría dos veces que iría allí. Trabaja allí a veces. Kadan estará con ella para protegerla, junto con la mayor parte de la compañía de Ryland, así que no se preocupa de ese resultado -anunció Logan.

Ken se inclinó cerca de Mari, su aliento caliente contra su oreja.

– Estás olvidando respirar. Te llevaremos allí a tiempo.

– ¿Cuánto hace que saben del Zenith?

– Lily encontró el componente en el laboratorio con todos los datos sobre él. Claramente trabaja para regenerar las células, pero si se le deja en el cuerpo demasiado, empieza a romper las células y ocurre la hemorragia Y si, Whitney es bien consciente de ello. Este es su descubrimiento, sus resultados. Dos hombres murieron en su laboratorio además de docenas de animales de investigación -dijo Ken-. Ni siquiera nos molestamos con las cosas a corto plazo.

Mari enterró su cara contra el hombro de Ken, insensible a si los otros lo veían como una debilidad. No tenía miedo de ser una prisionera. Podía soportar la tortura si tenía que hacerlo, pero la continua traición de Whitney era difícil de aceptar. La había mejorado, había sido su única fuente de información. Había traído profesores, pero finalmente, había seguido su plan de estudios. Había aprendido idiomas, estudiado y dominado temas rápidamente, y seguido el entrenamiento de un soldado. Estaba disciplinada y era muy competente con armas y en el combate cuerpo a cuerpo, así como muy hábil con sus talentos psíquicos. Whitney debería haber estado orgulloso de ella, de todos ellos, pero continuaba engañándolos de todas formas.

Era la cosa más cercana que todas ellas tenían a un padre, y era cruel y frío, completamente sin emoción mientras dirigía sus últimos experimentos. Se había puesto peor con los años, y ahora averiguaba que no era sólo a las mujeres a las que había engañado. Les había dado a los hombres de la unidad de las operaciones especiales Zenith antes de que salieran.

Los dedos de Ken se enredaron en su pelo, un masaje lento que pareció más calmante que sensual. Estaba segura que le dio un beso en la parte superior de la cabeza.

– La unidad tenía órdenes de salir el lunes por la tarde. Whitney se fue, pero dejo el Zenith para los hombres para que lo tomaran antes de irse. Su doctor se lo inyectó a todo el mundo. Sean robó una jeringuilla llena para mí. Pensamos que era una cosa buena.

Sintió la reacción de Ken al nombre. Tomo una respiración profunda y la dejó salir.

– Ese Sean, ¿estaba con el equipo?

Mari sacudió la cabeza.

– No, ya no, pero sabía que iba a ir y no trató de detenerme. No hubiera podido. Defiende a Whitney y no quería que fuese. Dijo que era demasiado peligroso, pero fue junto a ellos esta vez para protegerme.

– Eres un soldado entrenado, ¿Por qué dijo que era demasiado peligroso? -preguntó Ken.

Ella frunció el ceño.

– No lo sé. Somos amigos. Creo que sólo se preocupa por mí.

Ese Sean parece estar mucho alrededor de ella. ¿Crees que Whitney mintió para emparejarla con él así como con Brett y conmigo?

Jack lo miró bruscamente ante el filo de voz de Ken. No a menos que quisiera que Sean y Brett se mataran entre ellos. No compartiría a Briony con ningún otro hombre, y nadie emparejado va a querer compartir tampoco. Más probablemente es alguien del que ha estado alrededor y es un amigo.

Ella puede pensar que son amigos, pero el viejo Sean está caliente por ella.

Jack le frunció el ceño a su hermano. Podías intentar mantener bajo control esos celos, los siento cuando un hombre mira a Briony, pero los tengo bajo control.

Este soy yo estando controlando. No estoy cazándole para meterle una jodida bala en la cabeza, ahora, ¿verdad? Porque muy pronto tenía que dejar que Mari se marchase y quería que fuera feliz.

Brett iba a morir, y si tocaba a Mari otra vez, Ken destrozaría al bastardo con sus manos desnudas. Era todo lo que había. Él iba a asegurarse de eso, pero Sean, ahora Sean podría ser alguien a quien Ken podía respetar, al menos lo suficiente para dejarlo vivo, aunque nunca pensó en Mari y Sean juntos.

Trato de no gemir en alto y mostrar sus pensamientos. Mari era tan afín a él ahora que, como él, podía captar impresiones de lo que estaba pensando. No quería que pensase peor de él de lo que ya lo hacía.

Sostenerla en su regazo fue claramente estúpido, pero no podía dejarla ir. No podía controlar la reacción de su cuerpo, y era tan bueno sentirse vivo de nuevo. Y cuanto más estaba a su alrededor, más fuerte era la reacción que tenía y más rápida. La dolorosa y continua erección era parte del placer ahora, pero el dolor era un pequeño precio a pagar por ser capaz de sentir como un hombre. Había creído que había sido despojado de eso. Sujetándola, sintiendo su cuerpo tan suave y flexible, la manera en que encajaba en él, la curva de su trasero se acurrucaba en su regazo, la caricia de su pecho contra su brazo, robándole el aliento y la mayor parte de su cordura.

Su cuerpo palpitaba y se calentaba, su aguda erección constante. Demonios, no había sido capaz de despertarlo después de la tortura, y ahora no podía marcharse, sobresaliendo y dolorosamente hinchado con necesidad, acuñado a lo largo de la costura de sus nalgas. Ella no podía dejar de sentir cuanto la deseaba. El balanceo del Escalada sólo se añadió a su incomodidad creciente, cuando su trasero se rozo contra él.

Estaba hambriento por probar cada maldita pulgada de ella, estaba desesperado por sentir la piel desnuda contra él, y el calor de su cuerpo estaba afectándola a ella también. Su respiración se aceleró, sus pechos se elevaron y cayeron bajo la camisa que vestía, su cuerpo se movía inquietamente, deslizándose sobre él, causando un estallido de placer palpitante por su pene.

Necesitaba deslizar las manos bajo su camisa y sentir su piel caliente, ahuecar sus pechos y convertir sus pezones en picos duros. Quería más que eso, mucho más. Quería comérsela como a un caramelo, tomarla rápido y duro, escuchando sus pequeños gritos suaves, sus gemidos, pidiéndole por más. Siempre más. Tenía que mantenerla deseándolo, atarla a él sexualmente. Podía hacerlo, no tenía dudas de ello.

Su boca estaba hecha para besar, para el sexo. Sólo podía fantasear sobre su boca alrededor de su pene, sus dientes mordiendo sobre las cicatrices, su lengua bailando sobre él. Se arrodillaría delante de él, ahuecando su saco, tomándolo rápido y duro, sus uñas arañando sobre él, prolongando su placer, y todo mientras sus ojos chocolate estarían cerrados con lo suyo, mientras lo tomaba en su apretada y caliente garganta, mirando lo que le hacia, adorando lo que le estaba haciendo.

Nunca había deseado a una mujer de la forma que lo hacia con Mari. Su corazón latía tan fuerte que pensó que le estallaría través del pecho. Su sangre caliente hasta la ebullición, se precipitaba por sus venas chisporroteando con fuego, y extendiéndose por su cuerpo para sensibilizar cada nervio final. Su pulso atronó en su oído, rugiendo por enterrar su cuerpo en el de ella.

La seduciría lentamente, provocándola, lamería, chuparía y mordería sus pechos y pezones. Sólo un borde de dolor. Le miraría con sus grandes ojos, un poco sorprendida, pero respirando con necesidad, suplicándole por más y se obligaría. Le enseñaría quien era su hombre, arruinándola para cualquier otro, haciéndola ansiar su toque, la caliente lamida de su lengua sobre cada pulgada de su cuerpo.

No iba a ser capaz de ser fácil cuando la tomase; lucharía por el control, pero ella estaría demasiado caliente, demasiado apretada, sus suaves músculos de terciopelo apretándose a su alrededor mientras se hundía en ella, conduciéndose duro, tomando posesión no solo de su cuerpo sino de su alma. Ella era suya e iba a asegurarse de que lo supiera.

Mari podía ver imágenes eróticas bailando en su cabeza. Los músculos de su estómago se apretaron fuertemente, su útero se contrajo. No podía sino reaccionar al hambre desesperada de él. Era una seducción oscura, dura y al borde de la violencia, las imágenes dominantes y llenas de una cruda lujuria. Trago varias veces, su boca seca, su corazón palpitante mientras se encontraba con la intensidad afilada de su mirada de plata.

Su respiración se detuvo, atrapada en sus pulmones mientras su mirada fue a la deriva posesivamente sobre ella, caliente, excitada y llena de deseo desnudo. Podía sentir sus dedos acariciando sus pechos, casi sentía el mordisco de sus dientes, la lamida de su lengua acariciando sus pezones, los dedos acariciando el interior de sus muslos hasta que su cuerpo llorara con necesidad.

¡Para! Mari rodeó su cuello con las manos, presionándolo tan cerca que podía sentir los duros picos de sus pezones. Me estás matando. No puedes hacer esto con los otros aquí. No estamos solos.

No puedo hacer esto sin ellos aquí. ¿Dios, Mari, tienes idea de cuanto quiero sentarme y joderte hasta la locura? Maldita sea. Eso no salió bien. Es más que eso, mucho más que eso. Porque quería que le perteneciese. Quería levantarse cada mañana viendo su cara, encontrar maneras de hacerla reír, tener años para conocer cada faceta de su personalidad. No sabía por qué, pero aquella necesidad era tan fuerte como la necesidad de estar profundamente dentro de ella.

Podía oler su almizcleño olor, llamándole. Estaba húmeda por la necesidad, reaccionando a su fantasía gráfica y a su lenguaje. En vez de estar asustada o rechazarlo estaba reaccionando. Una parte de si mismo quiso llorar. Cualquier mujer saldría corriendo por su cuerpo mutilado. En su fantasía, las imágenes en su cabeza, había sido explicito, su pene marcado con múltiples cortes, sus pelotas cubiertas con ellas. No había contenido la necesidad de sexo duro, aún así lo deseaba. Sólo el pensamiento de ella deseándolo lo puso tan duro que pensó que podría reventar, y cada vez que su culo se deslizaba seductoramente sobre el grueso bulto en su regazo, su sangre golpeaba salvajemente.

¿Ha habido algo como esto antes para ti?

Ken podía escuchar la repentina nota tímida en su voz. Estaba avergonzada por preguntarle, aunque necesitaba saberlo. Enterró los dedos a través de la gruesa masa de pelo dorado y platino. No.

¿Qué vamos a hacer sobre esto?

Nada. Absolutamente nada. Voy a poner tanta distancia entre nosotros como sea posible.

¿Y no tengo nada que decir en tu decisión?

Inclinó la cabeza hacia ella, enterrando la cara en su pelo y sólo la sujetó cerca de él, saboreando su olor y la suavidad de su cuerpo. No sabes lo que eres. Mari. Un regalo. Algo para atesorar, algo tan precioso que no tengo oportunidad de estar alrededor tuyo. Si te tengo, sólo una vez, no seré capaz de dejarte marchar. Besó su pelo, insensible a que su hermano lo estuviera mirando. Sólo tenía algunas horas preciosas con ella y después estaría fuera de su vida para siempre. Iba a tomar lo que pudiera conseguir. Nunca podría decirte estas cosas en voz alta. Parecería cursi, y me sentiría como un idiota, pero necesitas oírlas.

Tal vez no sea capaz de dejarte ir, aventuró Mari.

No tienes elección.


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