Capítulo 1

Ken Norton miró las nubes oscuras que se arremolinaban oscureciendo las estrellas y proyectaban un siniestro velo grisáceo a través de la luna. Notó las sombras de los árboles, cercanos al viejo edificio, comprobando constantemente cualquier alteración, cualquier signo de alguien deslizándose a través de la oscuridad fuera del alcance de las cámaras, pero su mirada no se apartaba de la gran cabaña de caza y los dos cadáveres que se balanceaban desde los ganchos para carne en el porche. El olor a sangre y a muerte asaltó las ventanas de su nariz y tuvo arcadas, una reacción estúpida por los dos ciervos despellejados que colgaban de los soportes de la entrada, cuando era un francotirador y había tenido más que su cuota de muertes.

El color de su piel cambió para mezclarse mejor con los alrededores, y sus ropas especialmente diseñadas reflejaron los colores a su alrededor, dándole el efecto de desaparecer totalmente en el follaje que le rodeaba, ocultándolo de los ojos curiosos. Por milésima vez miro lejos de los cadáveres que se balanceaban todavía goteando sangre.

– ¿Quién demonios ordena un golpe contra un senador de los Estados Unidos? -preguntó, sus ojos grises como el acero se volvió mercurio turbulento-. Y no cualquier senador, un senador que es considerado como el candidato a vicepresidente. No me gusta esto. No me gustó desde el momento en que nos dijeron quien era el objetivo.

– Demonios, Ken. Este no es un hombre inocente -su gemelo, Jack, contestó, moviéndose con cuidado para conseguir una posición mejor para cubrir la cabaña-. Lo sabes mejor que nadie. No sé por qué demonios estamos protegiendo a este hijo de puta. Quiero matarlo yo mismo. Este es el bastardo que fue el cebo para atraerte al Congo. Él salió y tú fuiste dejado allí para ser cortado en pequeños pedazos y despellejado vivo. -Las palabras fueron amargas, pero la voz de Jack era completamente calmada-. No me digas que no piensas que estaba involucrado. Cualquier persona podía haberlo ordenado. El senador te tendió una trampa, Ken, entregándote al líder de los rebeldes y Ekabela estuvo cerca de matarte. Podría golpearle cien veces y nunca perder el sueño por ello, o mantenerme al margen y dejar que lo golpearan.

Exactamente. -Ken se giró, teniendo cuidado de mantener los arbustos rodeándolo todavía. Esperaba que la oscuridad hubiera escondido su leve estremecimiento cuando su gemelo sacó a relucir el pasado. No pensaba demasiado en la tortura, siendo cortado en pedazos diminutos, su trasero despellejado, o como sentía deslizar el cuchillo a través de su piel. Pero tenía pesadillas cada vez que cerraba los ojos. Entonces lo recordaba todo. Cada corte, sus propios gritos haciendo eco profundamente donde nadie podía oírlos. El ciervo que colgaba de los ganchos para carne trajo todo de vuelta con detalles duros y vívidos. No podía evitar preguntarse si todo esto no era parte de un plan mucho más grande.

Estiró la mano, comprobando los temblores. Las cicatrices eran rígidas y tirantes, pero su mano ya estaba estable.

– ¿Por qué crees que nos escogieron para protegerle? Tenemos una rencilla contra este hombre. Sabemos que es más de lo que todos piensan, por eso ¿quien mejor que nosotros para sacarle sin preguntas? ¿Quién mejor para echarle la culpa? Algo no está bien.

– Lo que no está bien es proteger a este bastardo. Dejemos que lo maten.

Ken miró a su gemelo.

– ¿Te estás escuchando a ti mismo? No somos los únicos que sabemos que el senador Freeman no es tan limpio como han llevado a creer al público. Todos fuimos interrogados cuando volvimos del Congo, ambos equipos llegamos a la misma conclusión, que el senador estaba sucio, aunque nunca ha sido cuestionado, nunca reprendido o expuesto. Y ahora nos han ordenado protegerlo de un intento de asesinato.

Jack estuvo en silencio por un momento.

– Y crees que nos han tendido una trampa para pagar el pato si lo consiguen.

– Demonios, si, creo eso. ¿La orden vino directamente del admirante? ¿En realidad se lo dijo el admirante a Logan personalmente? ¿Por qué no lo arrestan, si saben que este tipo esta sucio? Y solo rechazamos un trabajo para deshacernos del General Ekabela, otro viejo enemigo nuestro, uno relacionado con este senador. A mí me parece un poco como una pauta.

– Ekabela fue eliminado de todas formas. Solo enviaron a otro tirador y no conseguí el placer de poner al tipo en el suelo.

Ken le frunció el ceño a su gemelo.

– Lo estas haciendo personal.

– El senador lo hizo personal cuando te entrego a Ekabela para que ese sádico pudiera torturarte. No voy a fingir. Quiero al senador muerto. Ken. No me importa mirar hacia otro lado si alguien quiere cortarle la garganta. Si vive y sigue el camino en el que está, está obligado a convertirse en presidente o al menos en vicepresidente, y ¿entonces dónde vamos a estar? Es consciente que sabemos que está sucio. La primera cosa que haría es mandarnos en una misión suicida.

– ¿Cómo cuando quisieron mandarnos de vuelta al Congo para matar a Ekabela? -Tuvo que dejar de mirar aquellos cadáveres. Iba a ponerse enfermo, su estómago se revolvió en protesta. Casi podía oír el goteo constante de sangre aún cuando estaba a varias yardas de distancia. Corría como una pequeña corriente a través de las tablas y se acumulaba en un charco oscuro y brillante. Trato de aislarse del sonido de su propio grito en la cabeza, pero trepaba por su piel y cada cicatriz palpitó como si cada nervio recordase las cuchilladas estables del implacable cuchillo.

– Ekabela merecía morir -dijo Jack-. Se merecía más que eso y lo sabes. Destruyó pueblos, cometió genocidio, controló la industria de la droga y robó a las Naciones Unidas cuando trataron de llevar comida y medicinas al área.

– Es verdad, pero mira quien ocupó su lugar. El general Armine, más temido y odiado que Ekabela, y que extraño fue que la transmisión de poder fuese tan fácil.

– ¿Qué demonios estás tratando de decir, Ken?

Ken alzó la vista hacia las nubes que oscurecían un trozo de la luna, mirándolas tejer un oscuro velo lenta y vagamente sin ningún lugar adonde ir. Recordó la pauta de las nubes en la jungla, el balanceo de la canopia y el olor de su propio sudor y sangre.

– Estoy diciendo que nunca hacemos las cosas personales, pero alguien lo ha estado haciendo por nosotros. No me gusta eso y este trabajo me gusta aún menos. Creo que nos están tendiendo una trampa de nuevo. No creo en coincidencias, y esta es una enorme.

Jack juró por lo bajo y puso su ojo en la mira, inspeccionando con cuidado la cabaña de la montaña varios cientos de yardas de ahí.

– Está ahí con su esposa. Podríamos sacarle y salir airosos; nadie se daría cuenta.

– Solo nuestro equipo entero.

Jack le dirigió una pequeña sonrisa sin humor a su hermano.

– Me habrían ayudado y lo sabes. Odian a ese hombre casi tanto como yo.

– Alguien quiso a Armine en una posición de poder. Alguien aquí, en los Estados Unidos. He pensado mucho sobre esto, Jack. Cada misión a la que hemos sido asignados el año pasado ha creado un vacío, un agujero por el que algún otro de los bajos fondos se metiese. Desde los señores de la droga colombianos hasta el General Ekabela en el Congo, hemos creado una vacante en aquellas posiciones de poder y alguien esta manipulando esto. Simplemente no pienso que sea el presidente de los Estados Unidos. -Le echo un vistazo rápido a su hermano-. ¿Verdad?

Jack juró de nuevo.

– No. Pienso que estamos jodidos.

– No puedo preguntarle a Logan si el admirante le dio la orden cara a cara, porque Jesse Calhoun contactó con él, dijo que era urgente, y Logan fue a verlo. Jesse ha estado dirigiendo una investigación sobre el vínculo del senador y Ekabela. Eso es por lo que Kadan Montague tomó su lugar en el equipo.

– Pensé que Jesse estaba todavía en una silla de ruedas -dijo Jack-. Lo último que escuché es que estaba inactivo y haciendo fisioterapia.

– Bien, aparentemente está trabajando de nuevo. Es uno de los psíquicos más poderosos en nuestro equipo y tiene cerebro. El almirante no iba por dejarlo. Es un infierno de cosa lo que le hicieron. Entre el realce, los experimentos psíquicos y las piernas de Jesse, tiene el palillo más corto.

– Todos lo tenemos. Cuando nos ofrecimos para las pruebas psíquicas -dijo Jack-, no teníamos ni idea de que apuntábamos un arma contra nuestra cabeza. Estamos jodidos, Ken. Estamos metidos en esto tan profundamente. ¡Demonios!, todos los Caminantes Fantasmas lo están. ¿En que nos hemos metido nosotros mismos?

Al menos se habían ofrecido voluntarios para la experimentación. Todos Fuerzas Especiales, todos militarmente entrenados. Las mujeres habían sido bebés, huérfanas que Whitney había adoptado en países extranjeros, niñas que había comprado y pagado, experimentando con ellas sin pensar en sus vidas.

Ken sacudió la cabeza.

– No sé, pero tenemos que averiguarlo. El coronel Heggens trató de sacar a Ryland Miller del equipo. Asesinó a un par de ellos antes de que se escaparan y lo expusieran. Tal vez no consiguieron la cabeza de la serpiente.

– Sabemos que la cabeza es el doctor Whitney. Es el cerebro. Levantó los experimentos, tenía los contactos, el dinero y la autorización para tener luz verde, y fingió su propia muerte. Encontrando a Whitney, matamos a la serpiente.

– Tal vez. -No hubo duda en la voz de Ken-. Primero todos creímos que Whitney fue asesinado. Entonces creímos que fingió su propia muerte para continuar con sus experimentos ilegales, que estaba dirigiendo sin interrupciones justo con sus experimentos militares. Ahora… -Se calmó, mirando las nubes de nuevo. El continuo goteo de sangre parecía demasiado alto en la noche. Nunca antes su pasado le había consumido hasta el punto de poner en peligro una misión, pero por primera vez, estaba empezando a dudar de su habilidad para mantenerse concentrado.

– ¿Crees que alguien esta detrás de Whitney para matarlo de verdad y tuvo que fingir su propia muerte, no para ocultarse de la exposición y de nosotros, sino para no estar en el punto de mira? -Jack se frotó las sienes-. ¿Cómo demonios nos hemos metido en este lío?

– Nos importaba un comino en su momento -dijo Ken-. Ahora tienes una esposa y gemelos en camino y tienes algo por lo que vivir. Vamos a retirarnos, reagruparnos con nuestro equipo, y realizar algunas preguntas molestas. Podemos hacer que Logan se ponga en contacto con el equipo de Ryland Miller y entre todos podríamos tener el suficiente cerebro para averiguar que está pasando.

Jack frunció el ceño, retrocediendo, y usando los codos y los dedos de los pies, moviéndose poco a poco a través del pesado follaje.

– ¿No podemos abandonar al bastardo a un disparo fácil, verdad? Si alguien más lo quiere muerto, probablemente deberíamos averiguar quien y como nos afecta.

Ken se movió a través de un camino de conejo, con el estómago pegado al suelo, el arma acunada fuera de la suciedad. Por un momento tuvo un mal presentimiento.

– Siéntelo, Jack -susurró Ken, el ojo en la mira. Algo está mal. Se comunicó telepáticamente con su hermano gemelo. Era una habilidad práctica cuando querían permanecer ocultos. Habían estado hablando una y otra vez así desde que Ken podía recordar, nunca necesitaron comunicarse verbalmente con el otro cuando la telepatía era tan útil. Por consiguiente, tenían un vínculo fuerte que los había mantenido en un buen lugar durante años. El experimento psíquico con el que habían estado de acuerdo después del entrenamiento en los SEAL solo había potenciado esta poderosa herramienta.

También lo siento. Kadan envía la alerta. Van a venir duro y rápido. Vamos a tener que proteger a este bastardo. Quienquiera que lo quiera muerto ya está aquí.

Ken mantuvo el ojo en el senador a través de la ventana. La esposa trofeo joven y bella del senador es consciente de que tienen visita también. Mírala.

Jack trató de ver a través de la mira. A través de la ventana de la cabaña una rubia se agachó para darle un besito en la mejilla a su marido. Ella dijo algo, sonrió, mostrando un montón de dientes y el senador le contestó, tocando su barbilla. Se giró, hacia la ventana, dándoles una visión de su cara.

Oh si, lo sabe. Y no le ha dicho ni una palabra a él, dijo Jack.

Un montón de buenos hombres podrían caer esta noche. Ken apenas podía resistir el impulso de deslizarse en la casa y salvarlos del problema cortando la garganta del bastardo. El senador había traicionado a su país por dinero, o poder, o la combinación de ambos. A Ken le importaba un comino cuales fueran sus motivos; se había vendido. Y había sido el cebo que había enviado a Ken al Congo en una misión de rescate, una misión que le había enviado directo al infierno, y a su hermano detrás de él. Y ahora, irónicamente, estaban protegiendo al traidor.

– ¿Demonios cual es el nombre de su esposa? -preguntó Jack-. ¿No crees que sea una de nosotros? ¿Un Caminante Fantasmas?

Ambos estudiaron a la rubia alta cuidadosamente. Se había alejado del senador hacia la siguiente habitación, donde alcanzo varias armas, sujetándolas como si supiera lo que estaba haciendo.

Ken inspiró profundamente y lo dejó salir. ¿La esposa del senador? ¿Un Caminante Fantasmas? ¿Cuál era su nombre? Violet Smythe. En el informe había poco de su vida antes de casarse con el senador. Violet. El nombre de una flor. Cuando habían sido informados acerca de los experimentos psicológicos con los niños, los huérfanos en los que trabajo habían sido todas hembras y les había dado nombres de flores.

– Violet -dijo en alto.

¿Dónde encajaba ella en todo esto? ¿Cómo podría un Caminante Fantasmas traicionar a sus compañeros soldados? Sabía por lo que habían pasado. Miró fijamente a través de su mira otra vez, apuntando al ojo izquierdo del senador. Todo lo que tenía que hacer era empujar el gatillo y se habría acabado. Nadie más sería asesinado. Un disparo y el hombre que le había entregado en las manos de un loco estaría muerto.

Sé lo que estás pensando, dijo Jack. Dios sabe que si alguien tiene una razón para matar a ese hijo de puta, eres tú. Si quieres hacerlo, Ken, di una palabra y lo hago ahora.

Jack lo haría en un latido del corazón. Ken tocó su mandíbula llena de cicatrices. Había poca sensación en cualquier parte de su piel, y poco dejó de lo que una vez fue su hermosa cara o cuerpo. Un temblor recorrió su cuerpo, y por un momento, la rabia explotó, caliente, pura y sin estar cubierta por el hielo que usualmente llevaba. Vaciló, sabiendo que podría asentir con la cabeza y Jack apretaría el gatillo. O, todavía mejor, podría hacerlo por si mismo y tendría la satisfacción de saber que había eliminado a un traidor. Inhaló profundamente y respiró lejos toda emoción. Este camino llevaba a la locura, y se negaba a seguir con la herencia con la que había nacido.

Sintió el alivio de Jack y comprendió como de cerca le había estado vigilando su hermano últimamente.

Estoy bien. Por supuesto Jack sabía que sudaba profusamente y escuchaba gritos. Jack y Ken vivían en la mente del otro. Jack lo sabía. Y el conocimiento de que no había sido capaz de sacar a Ken antes de que Ekabela le torturase lo corroía. Eso no importaba, al final Jack le había sacado y había sido hecho prisionero. Jack creía que tenía que haberlo impedido. Estoy bien. Repitió Ken.

Lo sé.

Pero no estaba bien. No había nacido bien, no había estado bien de niño, o en su temprana carrera militar. Estaba peor desde su captura y tortura en el Congo, los demonios lo montaban duro, día y noche. Y ahora, con el senador necesitando protección, probablemente del mismo hombre que le había estado pagando por años, Ken sabía que la peligrosa sombra dentro de él se había convertido en una amenaza demasiado real para su salud.

Tenemos compañía, anunció Kadan telepáticamente. Estad alerta. Empujaré al senador a una habitación segura.

Kadan. Vigila a la esposa, advirtió Ken. Creemos que puede ser una de las nuestras. Está armada hasta los dientes y sintió la presencia de intrusos en el momento en que nosotros lo hicimos.

Kadan nunca expresaba sorpresa. Nadie estaba realmente seguro de si sentía emociones después de todo. Parecía una máquina, de hecho, simplemente hacía su trabajo. Y era bueno en ello. Entendido.

Ken se colocó en su posición. La vida de Kadan dependería de él. Jack mantendría al senador vivo. Si Violet hacía un movimiento contra Kadan, era mujer muerta. Se mantuvo concentrado en su objetivo principal. Kadan se movió a través de las sombras. Era casi imposible verle. Un borde borroso a veces, una percepción de movimiento, sólo porque Ken sabía donde iba a estar. Habían revisado su ruta varias veces. Ken lo mantuvo claro, barriendo el área circundante con la conciencia aumentada.

Una cuadrilla de asesinos estaba moviéndose por el lugar, y tratarían de reducir cualquier número contra ellos. Neil Campbell y Trace Aikens eran imposibles de localizar, pero estaban allí. Martin Howard había retrocedido para ayudar a Kadan a asegurar al senador.

Kandan alcanzó el porche, moviéndose por delante de los ciervos muertos que se balanceaban, para entrar en la cabaña. Hablo brevemente con Violet y ambos se apresuraron a la habitación del senador, empujándole de vuelta a la cocina donde estaba la “habitación segura”. El cuarto incombustible estaba debajo del suelo principal.

Los ciervos muertos que se balanceaban macabramente llamaron la atención de Ken de nuevo. La sangre goteaba. La brisa de la noche traía el olor. Se tragó la bilis, limpió las gotas de sudor de la frente, y puso de nuevo el ojo en la mira. Algo sobre los ciervos le molestaba, no lo dejaría ir. Una sombra parecía crecer en el lado opuesto de los ciervos, emergiendo en la parte superior cerca del gancho de carne.

Ken apretó el gatillo y la sombra cayo con un fuerte ruido sordo, un brazo se estiró como si suplicase. Incluso mientras Ken disparaba, el arma de Jack sonó, y un segundo cuerpo cayó simultáneamente, en el lado más lejano del tejado.

Un tercer disparo resonó mientras Jack se escabullía entre los arbustos para cubrirse, la bala golpeó donde había estado antes su cabeza. Ken ya estaba apuntado al breve destello. Tomándose su tiempo, apretó su dedo sobre el gatillo mientras cambiaba a una posición de cazador. La bala golpeó la casa, conduciendo al tirador hacia atrás, con el rifle todavía en sus manos. Ken siguió con una segunda ronda, pero su objetivo estaba cayendo a través de las ramas del árbol. Sabía que ninguna de sus balas había matado a su objetivo, un acontecimiento raro.

Con el ojo en la mira, siguió el camino del tirador mientras caía hacia abajo por la pendiente, chocando a través de los árboles y los arbustos.

Al instante la conciencia golpeó a través de la mente de Ken, como si todos los miembros de los Caminantes Fantasmas y la escuadra asesina estuvieran conectados de alguna manera con el tirador caído.

¡Retírate, Ken! Kadan emitió la orden. Están dando media vuelta para proteger a ese hombre. Alcánzalo primero. Quienquiera que sea, es más importante que el objetivo principal. Asegura al tirador inmediatamente. Sujetaremos a su equipo mientras intentas huir.

Cubro tu espalda, dijo Jack innecesariamente. Cada miembro del equipo de los Caminantes Fantasmas sabía que donde fuera Ken, también lo hacía Jack, y viceversa.

Hubo un instante de tranquilidad y luego una corriente eléctrica chisporroteó en el aire, haciendo un ruido seco y con un destello, tan real que los bordes de las nubes se iluminaron en respuesta a la corriente. El poder aumentó. No había duda por la ansiedad repentina del ambiente. Brilló sobre la brisa de la noche, una alarma repentina que los otros miembros de la unidad del tirador no pudieron controlar.

Ken se llevó el rifle al hombro y aligeró el paso. Sabía la localización del cuerpo, y a juzgar por la manera en que el francotirador había caído, había estado cayendo inconsciente. Eso no quería decir que siguiese inconsciente. Igual que los otros, era un súper-soldado, realzado tanto física como psicológicamente. Y eso quería decir contenerlo tanto como fuera posible.

Ken planeaba cada movimiento mientras corría, confiando en que Jack mantendría al enemigo alejado de él. Dos disparos sonaron casi simultáneamente. Una bala zumbo a su derecha, cortando la corteza del árbol cerca de donde giró. El tirador se le había anticipado saltando de un tronco caído a otro para ganar la colina lejana. Jack sin duda había estado más acertado con su bala, porque nadie más disparo a Ken a pesar del picor entre sus omóplatos.

Lo tenemos inmovilizado. La voz de Kandan fue de ultra calma. Les estoy impidiendo comunicarse, pero no podré sujetarlos para siempre. Coge al tirador, sácale de aquí, y por Dios, mantenlo vivo para que podamos sacarle información. El resto sacaremos al senador y a su esposa fuera de aquí. He llamado a un segundo helicóptero. Tomaremos la ruta de escape secundaria. Vayan con Nico y consigan una casa segura.

Entendido. Envió de vuelta Jack. Estarían solos una vez que determinasen una localización para mantener al prisionero, al menos hasta que Kadan y el resto del equipo estuvieran seguros de que el senador estaba a salvo.

Ken se movió a través de la suciedad suelta y las hojas, cuidando de no dejar rastro. La velocidad era esencial, Jack disparó dos veces más.

Están tomando posiciones, Ken. No quieren que consigas a ese hombre. Estoy justo detrás de ti, solo no me pegues un tiro. Jack recargó mientras corría, manteniendo el pesado follaje cuando barrió la región buscando algún signo del enemigo, protegiendo a Ken mientras zigzagueaba a través de los pesados árboles y arbustos para alcanzar al enemigo caído.

Ken redujo la marcha mientras se acercaba a su presa. Si el hombre todavía estaba vivo -como Ken creía que lo estaba- podría estar muy bien armado y listo para el ataque. Había un zumbido en la cabeza de Ken, la presión que acompañaba a la comunicación telepática. Alguien que no era de su propio equipo estaba tratando de hablar, pero Kadan era un escudo fuerte y tenía éxito en interferir en todas las interacciones psíquicas. Pocos soldados realzados podrían hacer lo que Kadan podía, y era probablemente una sorpresa para el equipo de asesinos. Pero también estaba claro que el otro equipo también estaba realzado no solo físicamente, sino psíquicamente también, lo que significaba que también eran Cazadores Fantasmas.

Tenía que ser Whitney viniendo tras el senador. ¿Quería decir que habían discutido? Ken continuó con más cautela, cuidando de moverse con el viento, y evitando pisar las ramas del suelo. El tirador sabría que venía, pero vacilaría al disparar, asustado de herir a uno de los suyos. Estaba pidiendo ayuda, el zumbido frenético y continuo en la cabeza de Ken se lo decía. No había palabras, Kadan se encargaba de eso, pero todos los abiertos a una interacción extrasensorial sabrían que el tirador estaba vivo y pidiendo ayuda. Ken tuvo que cerrar todos los contactos psíquicos inmediatamente antes de que los esfuerzos combinados del otro equipo le sobrecargaran.

Aparto el follaje y vio al tirador yaciendo justo delante de él, ocultándose. La primera bala le había golpeado en el pecho, y llevaba puesto al menos uno, posiblemente dos chalecos, haciendo que su pecho pareciera como un barril bajo su ropa reflectante. La armadura corporal le había salvado la vida, pero la segunda bala le había cortado la pierna. La sangre salpicaba las hojas y la hierba con grandes manchas negras. A veces Ken pensaba que no volvería a ver sangre tan roja. En la jungla la sangre había parecido negra, reuniéndose a su alrededor como en un río. Se colgó el rifle alrededor del cuello y sacó la pistola, siendo cuidadoso ahora mientras se acercaba al francotirador.

El arma de hombre debía haberse enredado en los arbustos, pero el tirador la había sujetado con fuerza, y eso le decía a Ken que el hombre no estaba inconsciente. No se movía y no tenía el arma en una posición de disparo, aunque estaba en su mano y el dedo en el gatillo.

Ken se movió fuera del campo de visión del tirador, asegurándose que el hombre herido tendría que girarse en un ángulo incómodo. Y eso no iba a pasar debido a la forma que presentaba la pierna. El hombre estaba completamente en silencio, enroscado como una cascabel, esperando por un amigo o un enemigo para ponerse en acción.

Ken se movió muy deprisa, enganchando el rifle y arrojándolo lejos antes de que el tirador fuera consciente de que estaba encima de él. El tirador no peleó por el arma; en cambio, su mano libre se movió como un relámpago, arrastrando suavemente una pistola del asimiento en su bota sangrienta, la mano se deslizo demasiado rápido, un dedo en el gatillo, levantándolo hacia su propia cabeza.

El corazón de Ken casi se paró. Reaccionó casi sin pensarlo, pateando duro, conduciendo la puntera de su bota hacia la mano, mandando la pistola a volar y escuchando con satisfacción el crujido de los huesos.

El tirador todavía no hacía ni un ruido, pero su otra mano fue por el cuchillo escondido. Tan suavemente. Tan rápido. El tirador iba a matarse a si mismo para evitar la captura. ¿Con qué tipo de fanáticos estaban tratando? El tirador usó su mano rota, aunque no se estremeció mientras sacaba el cuchillo, pero esta vez gritó cuando Ken pisó muy fuerte la mano, inmovilizando el cuchillo en el suelo. El grito fue en un tono agudo y envió un escalofrío por la columna de Ken.

Se agachó junto al hombre herido y miró sus grandes ojos con largas pestañas. Ojos que reconoció. Ojos que le habían estado mirando con risa y cariño. Los músculos de su estómago se apretaron, y juró suavemente por lo bajo mientras quitaba de un tirón el pasamontañas de la cabeza del hombre. No parecía un hombre, y malditos fueran todos, sabía exactamente quien era.

Ese pequeño milisegundo de reconocimiento fue suficiente para ella. Golpeó con el codo su garganta, buscando un golpe mortal, tratando de pasar a través de su traquea y aplastar su vía respiratoria. Definitivamente estaba realzada físicamente. Tenía la velocidad y la fuerza a pesar de sus heridas, pero Ken evitó el golpe y sacó su botiquín, luego apoyo su peso sobre ella, la sujeto, y preparo la aguja. Usando los dientes, quito la funda y dio al émbolo, inyectándola rápido, rezando porque no fuera alérgica y pudiera hacerle un rápido chequeo y huir.

Jack subió tras él, tomando posición mirando lejos de ellos, haciendo un barrido con su rifle para mantener atrás a cualquiera de la escuadra del francotirador que pudiera deslizarse a través de la red de su equipo.

– Deprisa -gruñó Jack-. Noquéalo y deja de ser tan amable.

– Es Mari -susurro Ken, necesitando decirlo en alto.

– ¿Qué? -Jack se giró, mirando al tirador mientras sus ojos revoloteaban hasta cerrarse-. ¿Estás seguro?

Ken tiró del cinturón suelto de la mujer y lo abrochó alrededor de su pierna.

– Es eso o tu esposa está jugando a francotirador con el otro equipo. Tiene que ser Mari. Se ve exactamente como Briony.

Jack se dio la vuelta hasta que tuvo una buena visión de la cara de la mujer. Había suciedad, arañazos y sangre, pero la visión de su pálido pelo, platino y oro que se derramaba alrededor de su cara, casi le paró el corazón.

– ¿Va a superarlo?

– Estoy intentándolo. Ha perdido mucha sangre. Jack. Kadan y los otros no serán capaces de mantenerlos mucho más. ¿Quién es nuestro médico?

– Nico es el más cercano. Vendrá en el helicóptero, aproximadamente en una hora.

– Dile que nos encontraremos en el punto. Vamos a cargarla y esperar que no se desangre mientras huimos. -Ken alcanzó la parte superior de la mujer para coger su brazo. Inhaló mientras lo hacia. Había estado conteniendo el aliento sin darse cuenta, asustado por oler su esencia. Whitney había hecho muchos experimentos, todo sobre el realce genético de las feromonas. Ken no quería ser parte de eso. Ya tenía bastante a lo que enfrentarse.

Mari era pequeña y proporcionada bajo el chaleco, las ropas de camuflaje y las botas de reglamento. En el momento que Ken hizo entrar su olor en sus pulmones, supo que estaba en problemas. Poco importo que estuvieran rodeados por el enemigo, o que oliese a sudor y sangre; su olor natural actuó como una droga poderosa, un afrodisíaco y encontró a su cuerpo reaccionando a pesar de la peligrosa situación. Apretó los dientes y se la cargó al hombro, luego se movió rápidamente a través de los arbustos hacia el punto de encuentro con el helicóptero.

Jack recuperó su arma, colgándosela alrededor del cuello y fue detrás de su hermano, forzando su atención en mantenerlos vivos y no preocupándose por lo que podía pasarle a la hermana de su mujer.

Kadan y el resto del equipo pondrían a salvo al senador y a su mujer, utilizando los vehículos. Kadan ya había pedido otro helicóptero para una recogida en una ubicación opuesta. Ken y Jack estaban bastante seguros de que el equipo de asesinos iba a cargar contra ellos y su prisionero, o al menos dividirse. En cualquier caso, Kandan necesitaba hacer preguntas a la esposa del senador. Al menos necesitaban echarle un vistazo más de cerca a ella.

Ken corrió, sintiendo con cada paso que daba, el peso del conocimiento de que había sido él quien había disparado a la mujer. Si moría, no sería capaz de hacer frente a Briony, la mujer de Jack. Quería a Briony. Lo aceptó con su fea cara y su cuerpo, nunca se estremeció o apartó los ojos. Pero más que su aceptación, había cambiado la vida de Jack. Había traído felicidad y esperanza a ambos cuando su mundo había sido triste e implacable.

Briony y su hermana gemela habían sido dos de las huérfanas sobre las que Whitney había experimentado y había separado a las gemelas, manteniendo a Marigold y dando a Briony en adopción. Briony estaba desesperada por encontrar a Mari, y si Ken la había matado, no tenía ni idea de lo que le haría a su familia. Mandó una silenciosa plegaría mientras corría, tratando de ignorar el olor de la sangre y la sensación de humedad en su camisa.

Habían estado buscando a Marigold, desenmarañando las pistas que les llevarían hasta ella durante semanas. Empezaron por la premisa de que Whitney todavía la tenía encerrada en uno de sus muchos recintos. Las localizaciones eran secretas y difíciles de encontrar, ya que tenía una autorización de alta seguridad y alguien de muy arriba estaba ayudándole a cubrir sus huellas. Pero tenían el nombre y el número de registro del jet privado que había aterrizado en el Congo llevando al senador. Y había un jet privado llevando a los hombres que habían seguido a Briony a través del país.

Los jet eran propiedad de dos corporaciones diferentes. La compañía en Nevada tenía un secretario que simplemente declaró que el propietario, un tal Earl Thomas Barlett, no estaba disponible. Firmaba todos los documentos y poseía una casa, aunque no había ningún documento público sobre él, ni siquiera un permiso de conducir. Bastante extrañamente, la compañía de Wyoming reflejaba la de Nevada. Ambas compañías consultoras estaban representadas por el mismo abogado, quien había comprado los jets para cada una.

La corporación en Wyoming poseía bastante tierra salvaje en las Cascadas, inaccesible para todos excepto para pequeños aviones que tomaban tierra en una pista de aterrizaje muy cara o por un río rápido y peligroso. El senador resultó que solo poseía su propia cabaña de caza en una tierra colindante y tenía privilegios de aterrizaje dados por la compañía consultora de Wyoming. El mismo abogado había sido usado para adquirir esos derechos.

Jack y Ken habían estado a punto de hacer un pequeño reconocimiento cuando llegaron las órdenes de proteger al senador. Su equipo había tomado el helicóptero en una zona remota, había establecido la vigilancia y un plan de salida. El senador había insistido en que él y su mujer debían continuar con su viaje de caza a pesar del peligro, y ella había coincidido, rechazando la recomendación del equipo de moverse a un área más segura.

Ken trató de no pensar en la mujer colgada sobre sus hombros, o como su cuerpo se sentía contra el suyo. No quería tocar su piel o buscar su pulso, o reconocer como su pelo sedoso se deslizaba a lo largo de su mandíbula donde su cabeza rebotaba. Parecía envolverlo, y su olor lo empapaba a través de sus poros, sus pulmones, profundamente en sus entrañas y huesos donde sabía que no podría eliminarla.

Quería estar entumecido para el resto de su vida. No quería afrontar otra prueba de fuego. No estaba seguro de ser lo suficientemente fuerte para vencer la rabia que vivía y respiraba dentro de él. No podía permitirse sentir. No podía permitirse desear o necesitar. Vivía para el trabajo. Vivía para mantener a Jack a salvo y ahora a Briony y a los gemelos que llevaba. La vida para él se había parado casi antes de que hubiera nacido y era mucho más seguro para todos así.

Esta mujer desconocida, el enemigo, podía destruirle no solo a él, sino a su familia. No era por culpa de ella, pero no permitiría que la compasión influyera en su razón. No iba a convertirse en más monstruo de lo que ya era. Lentamente, pulgada a pulgada, su vida había sido puesta en peligro, hasta que su piel reflejaba las oscuras sombras dentro de él donde nadie podía verlas.

Los sabuesos han sido liberados, advirtió Kadan. Ninguno se quedó para perseguir al senador. Van detrás de ustedes, no me atrevo a dejar al senador, por si acaso es una trampa, pero tengan cuidado. No estoy seguro de quien es el tirador, o por que es tan importante, pero salgan de aquí. Están en territorio enemigo. Y será capaz de comunicarse con ellos si no lo sacan fuera de alcance.

Entendido, dijo Jack. Había retrocedido incluso más lejos para protegerlos mientras corrían hacia la seguridad. Y nuestro él, es una ella.

Ken no se molestó en agradecerle. Chapoteó a través de tres corrientes estrechas y subió por un terraplén escarpado, agradecido por el hecho de que estuviera realzado genéticamente. Podía correr largas distancias sin luchar por tomar aire y llevando a la mujer, con lo pequeña que era, no era un problema. Pero los soldados que venían tras ellos estaban también realzados, y llevaban armas. Trato de permanecer en el follaje más espeso cuando era posible, profundamente en los árboles, cuidando de no exponer su cuerpo mientras corrían hacia el punto de encuentro.

El sonido del helicóptero lo alcanzó. Estaba volando bajo y rápido. Kadan había sujetado al otro equipo para darles la pausa que necesitaban.

Podrían volverse por ti, por pura frustración, advirtió Ken a Kadan.

Nico voló sobre aquella extensión de terreno de la corporación que ustedes dijeron que poseían. Es una instalación de entrenamiento militar, anunció Kadan. Tengan cuidado, podrían rastrearlos en el aire.

Ken juró suavemente y se movió a una posición justo al lado del claro, donde podría permanecer cubierto por el follaje. Jack subió tras él, pero vigilando el camino por el que habían venido.

– Necesitas permanecer fuera de esto, Jack -dijo Ken-. Haré que Nico me deje caer en una casa a salvo y tú estarás en casa con Briony. Lo más probable es que esto no acabe bien.

– No saldré corriendo y te dejare en este nido de avispas.

– ¿Y qué si la hemos matado? ¿Entonces qué? Solo vete a casa y estarás fuera de esto. Nunca le digas que hemos encontrado a su hermana.

– ¿Mentir a Briony? ¿Vivir una mentira con ella? Eso es lo que todos hicieron con ella todos estos años. Y maldito sea si lo hago. Le prometí que siempre le diría la verdad, y no importa como de sucio se ponga esto, le diré todo de la manera en que pasó.

– No tienes porque estar en esto.

– No cambiamos las cosas a estas alturas. Briony no querrá eso y nunca lo haría. Lo que estés pensando, Ken, olvídalo. Si hay una oportunidad de sacar a la hermana de Briony limpia, lo haremos. Si no podemos recuperarla, entonces no tenemos elección aquí y lo aceptaremos.

– Briony no lo hará.

– Es más fuerte de lo que crees que es. No quiere que Whitney ponga sus manos en nuestro bebé más de lo que yo lo hago. No me marcho, así que déjalo.

Ken mantuvo su mirada en el helicóptero mientras bajaba hacia el claro. Nico estaba en la puerta, las manos listas, el ojo en la mira para cubrirlos mientras corrían.

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