Capítulo 14

Ken regresó hacia atrás, hacia la sombra más profunda, su mirada fija constante sobre el guardia. El hombre seguramente estaba absorto en el libro y eso le decía mucho a Ken sobre la situación del recinto. El funcionamiento en un laboratorio secreto era un trabajo lento, aburrido. Nadie realmente consideraba que los pudieran atacar o que pudieran intentar entrar a la fuerza. La mayor parte del recinto era subterráneo, por lo que cualquier cazador perdido o extraviado sólo encontraría la cerca, una pequeña pista de aterrizaje y unas dependencias. Nadie se había acercado al lugar durante años, y Whitney tenía algunos bonitos y sofisticados sistemas de alarma. Al parecer, los guardias habían estado demasiado tiempo sin incidentes. Se habían vuelto perezosos y se aburrían. Miró como el guarda dejaba el libro, pero ni siquiera una vez hizo más que dar un vistazo superficial por los alrededores, antes de pasear a lo largo de la línea de la cerca.

Ken esperó hasta que se hubo ido antes de consultar con su hermano.

– No voy a ser capaz de aguantar mucho más tiempo antes de entrar para ir tras de Mari, Jack. Tenemos que hacerlo y rápido.

– Sabes que necesitamos más de Inteligencia -dijo Jack-. He pedido las imágenes por satélite del recinto entero así como las imágenes de la cámara de infrarrojos al tiempo que el movimiento de los hombres. Tenemos que tener esquemas exactos del recinto entero, la disposición, la altura de la cerca y Lily necesitará encontrar a quien diseñó los edificios bajo tierra, entonces sabremos a lo que nos enfrentamos antes de exponer al equipo al peligro. Esta base es muy engañosa.

– Son capas. La capa superior es lo que se ve en el mundo exterior.

– Sí, una custodia fácil con unas dependencias y una franja para aterrizar. Tienes que conseguir que Mari te diga que hay por debajo del terreno.

– Te di lo que ella me dijo. Cuatro niveles, Jack. Está hecho de hormigón, por lo que sabemos habrá algunos sitios huecos como los que hemos encontrado en las bases militares. No es tan impenetrable como le gustaría a Whitney.

– Mira, Ken, no podemos entrar violentamente a tiro limpio. Claramente hay civiles que trabajan aquí y Whitney tiene soldados militares regulares surtidos con su propio ejército personal. Me gustaría coger a las mujeres y escapar sin que nadie nos descubra, lo último que tenemos que hacer es golpear o ser golpeados por un amigo.

– Por lo que estoy preocupado, es porque alguien está trabajando en este lugar que es un objeto legítimo de persecución.

– Ellos son soldados que obedecen órdenes. No tienen una pista de que Whitney es un loco. Mi conjetura es que la mayor parte de ellos nunca lo han visto, se han dirigido a él o incluso ni saben que está aquí. Su asignación es de secreto máximo, el emplazamiento lo es, y hacen su rotación y obtienen como alma que se lleva el diablo las oportunidades de presentarlos a sí mismos.

– Sabes, Jack, realmente me importa un bledo. Lo sabes tan bien como yo que cuando has pasado un tiempo en algún sitio, sabes de qué va y si no lo sabes, oyes rumores y adivinas. Al guarda le importa una mierda si unas mujeres inocentes estén siendo usadas para experimentación. ¿Y dónde demonios está la lealtad del equipo de Mari y los demás entrenados?

La voz de Ken se volvió como el hielo. Sus ojos grises fríos como los glaciares. Jack escogió las palabras con cuidado.

– Estoy de acuerdo conque son preguntas que tenemos que contestar, Ken, pero no aquí. Nuestra misión primaria es de recate. Es por eso que estamos aquí.

– Alguien tiene que sacar a Whitney. Sabes que tiene que ser hecho, Jack.

– Sí, lo sé. No quiero ser el que se lo explique a Lily. -Jack tomó un lento trago de agua y dejó que bajara por su garganta, dando a su hermano un poco más de tiempo. Jack era siempre el que tenía una respuesta rápida y la inversión de papeles no era cómoda-. Tenemos mucho trabajo que hacer antes de traer al equipo. Están preparados, Ken, por lo que si queremos sacarla, tenemos que planearlo. Esto estará oscuro en otra media hora más o menos.

– Puedo sentirla. Está muy alterada. He intentado tenderle una mano a su mente, pero no me contesta. Independientemente de lo que pasa, ella no quiere que sepa sobre ello. -La voz de Ken fue forzada-. Y si ella no quiere que sepa sobre ello, es que algo malo está pasando.

Jack automáticamente tocó su mente, como había estado haciendo desde que eran unos niños, tal y como Ken sabía que haría. Ken estaba preparado y mantuvo los escudos altos. No era fácil mantener a Jack a raya: habían sido sombras en la mente de cada uno desde que cualquiera de ellos pudiera recordar, pero ambos habían trabajado mucho para construir escudos una vez se dieron cuenta que otros también tenían el poder psíquico y la práctica les dio resultado.

Jack no necesitaba saber lo cerca que estaba de volverse loco. En aquel momento, Ken no se preocupaba por las otras mujeres o por los inocentes que trabajaban en el instituto de formación profesional, investigadores o guardias. Si Mari no le avisaba que estaba bien muy pronto, entraría a por ella y que Dios ayudara a quien se pusiera en su camino. Se sentía cruel, no frío e impasible. La disciplina estaba saliendo rápidamente por la ventana.

– Ken, ¿piensas que no sé cómo te sientes con ella encerrada con ese loco? -Jack avanzó lentamente hacia una posición mejor, su mirada haciendo un barrido sobre la ruta que el guardia había tomado.

– Whitney fue tras Briony porque estaba embarazada; no la dejó completamente desnuda, ni la puso sobre una mesa de examen para que algún doctor pervertido la fotografiase. Maldita sea. Jack, puedo sentir como toca a Mari. No actúa como ningún doctor a los que he conocido anteriormente. Y Whitney tiene allí a hombres dispuestos a violar a una mujer si no coopera. -Los nudos en su vientre se apretaron en su interior como duras masas que amenazaban con subir y ahogarlo.

– Tienes que distanciarte, hermano -dijo Jack, manteniendo la voz firme-. Conseguiremos la información de Inteligencia y sacaremos a las mujeres cuanto antes. -Ken no contestó, Jack suspiró y le echó un vistazo-. Sabes que entraré contigo y la sacaré si algo fracasa. Dile que… dale alguna cosa a la que aferrarse.

– Si se lo dijera, enloquecería por mí. Está dispuesta a sacrificarse por las otras mujeres. Las considera su familia y no está dispuesta a irse sin ellas.

– Entonces haremos que funcione -dijo Jack-. Yo no te dejaría atrás. No podemos pedirle que haga algo que no estaríamos dispuestos a hacer con nosotros mismos. No sería capaz de vivir consigo misma.

Ken mordió una réplica. Lo odiaba, pero sabía que Jack tenía razón. Quería entrar y arrastrar a Mari sobre su hombro y encerrarla en algún lugar seguro, pero no le podía hacer esto a ella, al menos no ahora mismo. Ella no sería capaz de vivir consigo misma si algo le pasara a las otras mujeres, lo cual quería decir que tendría que sacarlas a todas antes de que se extralimitara y la sacara sin su consentimiento, lo cual le haría casi tanto daño como todos los demás que habían tomado su vida apartándola. Tenía que darle su tiempo y la oportunidad de poner a salvo a aquellas que consideraba su familia.

Mari era una mujer que quería el control de su vida, merecía controlar su vida. Él era un hombre cuyo ser entero exigía tener el control total y absoluto de aquellos que estaban a su alrededor. Sabía que para la gente Jack parecía el gemelo dominante, siempre a la cabeza, Ken había comprendido que Jack necesitaba sentir el control, del modo que lo hacía Mari, y él se había distanciado, velando por su hermano con cuidado, siempre protegiéndolo, proporcionándole el ambiente que Jack necesitaba.

Ken intentó recordar cuando tomó la decisión de ser el hombre que iría por delante de Jack en las situaciones sociales, tuvo que ser después de que su padre hubiera sido asesinado. Había cultivado una sonrisa plana y una rápida intervención. Jack, al igual que Ken, era absolutamente capaz de dar un tiro certero. Era un regalo con el que ambos habían nacido. Trabajaban bien como equipo, cada uno mirando por el otro, Ken dejaba que Jack hiciera -pasara lo que pasara- lo que necesitaba para ser capaz de sobrevivir. Pero hacer lo mismo por Mari era imposible. Necesitaba que estuviera a salvo. Lo necesitaba.

– Vinimos usando el río para evitar que nos detectaran, pero nuestro equipo tendrá que utilizar una gran altura, bajar abriendo los paracaídas -dijo Ken-. Sabes que no van a alzar la vista a no ser que oigan algo, y no oirán nada si nuestros muchachos vienen utilizando HALO [1]. Nuestro equipo está entrenado y preferiría utilizarlos antes que a gente con la que no tenemos familiaridad para trabajar. Podemos tirar de algunas cuerdas y cancelar un vuelo comercial en el último momento. Hay bastante tráfico aéreo regular sobre el área para que nadie pueda percibir una amenaza si tomemos la ruta del vuelo comercial y la altitud. Quienquiera que haga la supervisión nunca sospechará.

Jack asintió con la cabeza.

– Definitivamente el mejor plan. Los guardias no están alerta. Nada se les ha echado encima en los dos últimos años.

– Los hombres de Ryland pueden asistirnos, pero podemos llamar a Logan y decirle que queremos a nuestra unidad para esto.

Jack asintió con la cabeza de acuerdo.

– Está concedido, Ken, y preparado para hacerlo. Los hombres saben que esto es personal para ti, y están reunidos preparados y esperando a Inteligencia. No van a defraudarte.

Ken sabía que Jack tenía razón, pero esto no desenredaba los nudos en su vientre.

– Compruebo la casa del doctor. Acaba de entrar. -Indicó la pequeña casa pasando por alto las casitas de campo-. Descenderé poco a poco hasta ese punto y entraré por allí. Tú me cubrirás.

– ¿Comprobar la casa del doctor para qué? -preguntó Jack-. No puedes entrar allí y volar esto para nosotros.

– Le hizo fotografías.

– Ese es su trabajo. Tuvo que haberlas dejado en el laboratorio.

– Me aseguraré. Voy a averiguar donde está el laboratorio donde las dejó.

– Maldita sea, Ken. No puedes arriesgarte a informar a nadie del hecho de que estamos aquí. Sólo quédate quieto.

– Tiene fotografías y sabe dónde están las otras fotografías. La tocó, Jack. Cuando estaba desvalida y cuando se suponía que la examinaría impersonalmente, la tocó.

Mari había atenuado sus emociones, hasta arrancárselas, pero no antes de que él hubiera captado la aversión, el sentimiento de completa impotencia, la mezcla de dolor, la desesperación y la impotente rabia que conocía estrechamente. No podía dejar a Mari allí y alejarse hacia algún sitio seguro en aquel momento, pero cierto como el infierno que el doctor podría pagar con una pequeña visita. Nunca podría ser capaz de darle a Mari las cosas que merecía, como equilibrio, tolerancia de compañeros, pero podría darle las fotografías y devolverle la dignidad.

Jack se frotó la boca para abstenerse de protestar. Nada iba a detener a Ken y Jack no podía culparlo. Si fuera Briony, el hombre ya estaría muerto. Por primera vez en su vida, Jack temió por la cordura de su hermano. El hombre era un desconocido, pero ella era la hermana gemela de su esposa y la mujer escogida por su hermano, esto la hacía tan importante y una amenaza al bienestar de su familia.

Ken era, y siempre sería, un hombre peligroso. Era, por turnos, controlado y prudente, frío y eficiente pero siempre capaz de la violencia rápida y brutal si la situación lo requería. Donde Jack era fácil de leer por los que tenía a su alrededor, Ken parecía tolerante y afable. Los hombres de su unidad lo encontraban mucho más accesible. Jack siempre había sabido que en algún nivel Ken se había obligado a ser el hombre “delantero” en un esfuerzo por proteger a su gemelo. No lo había comprendido, hasta ahora, lo extraño que había sido el comportamiento a la naturaleza de Ken.

Ken tenía los mismos demonios ocultos, las mismas pesadillas y miedos y tenía una dosis aún más fuerte de la herencia de su padre, los oscuros celos y la necesidad de la venganza rápida y violenta. Ken había llevado una máscara todos aquellos años, ocultándole incluso a su gemelo la rabia que bullía debajo de la superficie. Entre el trauma de la reciente captura, la tortura y encontrar a Mari, el modo de vida de Ken había sido puesto patas abajo. La suave fachada, tolerante había desaparecido.

Jack suspiró y le echó un vistazo al reloj.

– No dejes que te atrapen. Lamentaría tener que matar a alguien antes de que empecemos.

Ken extendió la mano para golpear ligeramente los nudillos de su hermano con su propio silencioso ritual familiar. Regresó rápidamente hacia el follaje, con cuidado, impidiendo que las delgadas ramas se balanceasen por donde pasaba. Moviéndose a paso de caracol, Ken se movió poco a poco mientras bajaba por la ladera hasta que estuvo a unas yardas de la casita de campo que estaba bastante seguro que era la del doctor. La pequeña casa estaba un poco apartada de las otras y la seguridad era estricta. Los guardias caminaban por el perímetro cada diez minutos, dos de ellos, cambiaban su rutina continuamente. El doctor tenía algo que ocultar.

Ken resbaló silenciosamente por entre los setos que rodeaban la pequeña comunidad de casas cuando un guardia dio la vuelta por un lateral de la casa y se paró, los talones de sus botas a un pie del codo de Ken. El aliento de Ken quedó atrapado en los pulmones, se quedó absolutamente quieto, permitiendo a hormigas y escarabajos avanzaran lentamente sobre él. Un lagarto le hacía cosquillas mientras corría por encima de su brazo haciendo pequeños arranques y paradas, hasta que se posó sobre su hombro, moviéndose de arriba para abajo, oliendo el aire.

El guardia dio tres pasos hacia delante y se paró otra vez, girando rápidamente mientras intentaba descubrir algo o a alguien. Las cejas de Ken se unieron. ¿Había hecho algún sonido? ¿El susurro de la ropa arrastrándose por el suelo? Había tenido cuidado de que su piel reflejara el follaje de su alrededor. Su ropa sobre todo estaba diseñada para reflejar los colores de su entorno.

¿Qué había avisado al guardia? Ken deslizó pulgada a pulgada la mano a lo largo de la chaqueta hasta que alcanzó el cuchillo atado con una correa en la parte de delante. Los dedos se cerraron alrededor de la empuñadura, pero lo dejó en la vaina. Podía sacarlo y lanzarlo casi antes de que pudieran apretar el gatillo. La maniobra había sido practicada durante cientos de horas durante los últimos años y era tan mortal en el lanzamiento como con el rifle.

Lo tengo.

En la voz de Jack no había emoción, era una declaración de hecho. Si el guardia tiraba mal, moriría. Y luego todo el infierno se desencadenaría rápidamente.

Lo sacaré y ocultaré el cuerpo. Ken comenzaba a sudar. Podía oír la respiración del hombre, oler su miedo, ver los nervios cuando buscaba en las laderas con cuidado. Ha sido realzado, Jack. Usa la visión o el oído, pero no te ha enganchado. No podía permitirse que el guardia diera la alarma. Algo lo ponía nervioso, pero Ken no podía entenderlo. No había ningún signo delator donde una parte del arma de Jack podía estar mostrándose a lo largo de un lado del tronco de un árbol. Ningún objeto brillante. Jack tenía la misma capacidad de camuflar su piel, la misma ropa reflexiva. Desaparecía en el entorno hasta que se hacía invisible. Ken sabía exactamente donde estaba Jack, incluso no pudiendo descubrirlo con su vista de águila, pero tenía la maldita seguridad de que el guardia tampoco podría.

Es psíquico. No siente nuestra energía mientras hablamos, pero coge algo más, advirtió a su hermano. No muevas ni un músculo.

Ambos observaban como el guardia cuarteaba el área en una búsqueda lenta y cuidadosa. No cogió los gemelos y esto les dijo a ambos que tenía realzada la vista. Ken intentó entrar en él, con cuidado de mantener el aliento suave e incluso silencioso. Todo el tiempo mantuvo la atención sobre el guardia, no atreviéndose a arriesgarse a volver a mirar a su hermano. Si el guardia descubría a Jack, Ken tendría que matarlo rápidamente y en completo silencio, antes de que el hombre tuviera la oportunidad de dar la alarma o girar el arma a Jack.

No advirtió que el miedo de Mari le llenaba la mente. Fluyó sobre él como si se hubiera abierto de par en par sin los cuidadosos escudos construidos para protegerlo. Su cuerpo se sacudió por la sobrecarga. El aire abandonó sus pulmones rápidamente, se le secó la boca y parecía que se le había parado el corazón, después comenzó a palpitar tan ruidosamente que tuvo miedo de que el guardia lo oyera por casualidad. El sudor estalló sobre su frente, nada de ello era bueno cuando estaba a los pies de un soldado realzado.

Hizo que entrara aire en sus pulmones, empujando el miedo de Mari hacia atrás, y concentrándose en su enemigo. Estaba muy cerca del hombre, sabía que podía ponerse de pie, colocar el brazo alrededor del soldado y sumergir el cuchillo en la zona mortal, todo en unos segundos, pero el hombre todavía tendría tiempo para reaccionar. El realce físico los fortalecía anormalmente y los Caminantes Fantasmas, luchaban hasta su último aliento. El guardia sólo tenía que ser lo suficientemente resistente para tener tiempo de dar la alarma. La desesperación comenzaba a instalarse. Ken obligó a su cuerpo a controlarse y permaneció quieto, pero todo el tiempo con el creciente terror por la extensión de la seguridad de Mari.

Estará bien. Tienes que confiar en ella.

La tranquila voz de Jack ayudaba a impedir que Ken se levantara y se arriesgara a eliminar al guardia sólo entonces podría ir tras Mari tan rápido como le fuera posible. Esperó, dispuesto a que el hombre siguiera adelante. Si usara el control de la mente para conseguir que el hombre se alejara, la efusión de energía podría informar a cualquier otro psíquico del recinto. Respiró profundamente y la sintió. Mari. Su miedo era por alguien más. Podría vivir con esto.

El guardia se relajó después de otro largo y lento vistazo a los alrededores y se desvió rumbo a la esquina de la pequeña casa. Ken esperó otros tres minutos para asegurarse de que el hombre no se giraría y regresaría.

Está despejado, dijo Jack.

Ken avanzó lentamente hacia delante, deslizándose por el bien cuidado jardín de flores, una capa más bien extraña y remilgada de color en medio de ninguna parte. Las ventanas de la casa estaban pintadas de negro y donde había un pequeño trocito de veta, pudo ver que las pesadas cortinas bloqueaban cualquier vista del interior.

El doctor no quiere a nadie metiéndose en sus asuntos. ¿Por qué además todas las ventanas estarían sin luz?

Probablemente es un paranoico. ¿No lo estarías, viviendo aquí con Whitney como jefe?

Ken no contestó. La ventana aparentaba estar libre de alarmas, pero no lo convencía. El doctor tenía algo que ocultar y él iba a averiguar que era. Escuchó, buscando el zumbido bajo de una alarma electrónica. Sus dedos barrieron el alféizar, buscando cables ocultos. Ah, sí, el lugar estaba cerrado rigurosamente.

Ken colocó la mano justo sobre el cristal. Era mucho más difícil descubrir las corrientes de energía con su cuerpo tan lleno de cicatrices, en particular las manos. A veces no lograba sentir las cosas como debería. Esperó, contando los segundos, concentrándose, disponiéndose a sentir la corriente si estuviera allí. Si no la encontraba, deduciría que era debido a la falta de habilidad en las yemas de los dedos y procedería sobre la premisa de que hubiera una allí, pero si sólo pudiese descubrir la corriente atravesando el cable metálico en el cristal, las cosas irían mucho más rápidas.

Ken maldijo las cicatrices que le dejaban tan poca sensibilidad. No podía descubrir la débil corriente, pero cuando la escuchó, estuvo absolutamente seguro de que el doctor tenía una alarma en el perímetro exterior. Pero el doctor no confiaría sólo en esto. Tendría algo más sofisticado dentro. Un sistema de sensores que descubrirían la temperatura del cuerpo humano. Delante de cada puerta había una alfombrilla en el suelo que se veían inofensivas, pero Ken estaba seguro de que tenían un gatillo disparador.

El doc protege algo. Voy a buscar la caja de controles. Tiene que estar oculta por aquí en algún sitio.

Tal vez no sea una buena idea, dijo Jack con inquietud. Entrarás allí y posiblemente matarás al bastardo ¿Cómo lo vamos a ocultar?

Desde luego que iba a matar al doctor. El hombre había tocado a Mari. La había humillado, avergonzado y había disfrutado con ello. Tal vez Ken no debería haber compartido sus pensamientos, pero era demasiado tarde, la información había sido intercambiada y había permitido que pasara. Se odiaba por ello. Ella merecía mucho más. Debería haber entrado, armas echando chispas y sacado, pero no había sido así. Se había quedado parado y les había dejado que la atormentaran. ¿Qué maldita clase de hombre era?

Ken. ¿Me estás escuchando? Tenemos un equipo para entrar. Vamos a sacar a las mujeres de allí.

¿Qué diablos harías si fuera Briony? Le preguntó Ken.

Hubo un pequeño silencio. Sabes lo que haría.

Entonces cierra el infierno y mantenlos fuera de mi trasero.

Ken encontró la caja del control pulcramente guardada debajo del alero cerca del ático. Había descubierto un pequeño cable oculto a lo largo de un tubo y lo había seguido hasta que descubrió la caja. Los mandos tenían que haber sido puestos por alguien asomado a la ventana del ático o por la azotea misma. El doctor había pensado que era inteligente, pero a no ser que la azotea estuviera alambrada también, esto sólo hacía que las cosas fueran más fáciles.

Voy a subir.

Ahora estás seguro, pero tienes a dos guardias que están dando la vuelta alrededor hacia tu posición.

Ken fue hacia el lado de la casa tan silenciosamente como le fue posible, deslizándose por la azotea mientras uno de los guardias caminaba a zancadas en dirección a la vista. El segundo guardia se le unió y hablaron brevemente antes de que cada uno se fuera por caminos separados. Ken permaneció quieto hasta que el ruido de pasos se desvaneció.

Estás seguro.

La caja de los controles estaba conectada a varios circuitos de alarma, pero tenía su propia fuente de energía. No fue tan difícil desarmarla y desactivar las numerosas alarmas que el doctor había puesto.

Ken entró por la rejilla del ático. Inmediatamente pudo oír la música clásica resonando por la casa. El olor de las velas, el sudor y el semen lo atacó en el momento en que entró. Aunque el doctor tuviera la música alta, Ken mantuvo su peso uniformemente distribuido mientras se arrastraba a través del suelo hacia la escalera, impidiendo que cualquier crujido pudiera alertar al hombre del peligro que lo amenazaba. Pasó la pequeña puerta que conducía hacia abajo y miró detenidamente. La casa estaba a oscuras, con sólo el parpadeo de unas velas, lanzando extrañas sombras sobre las paredes. Ken apretó la mandíbula y la adrenalina se elevó otra vez. Las luces de las velas iluminaron el empapelado, proyectando caras y partes del cuerpo femenino en el pronunciado relieve.

Ken se dio la vuelta mientras caía al suelo y después corrigiéndose, aterrizó sobre los pies tan silenciosamente como un gato. El collage desde el suelo hasta el techo de la pared era de mujeres desnudas estiradas en posición horizontal sobre una mesa en un esbozo repugnante de arte médico. Reconoció a Mari, en todas las edades. La luz derramada a través de su cara, podía ver cada emoción en varias fotografías, del miedo al desafío y la cólera.

Toda la habitación estaba dedicada a Mari. Había imágenes de su espalda marcada con señales de bastón, sobre las piernas y las nalgas desnudas, toda desnuda. Había primeros planos de la boca, ojos, pecho y la zona vaginal. Se paró al borde de la pared donde el doctor había colocado las últimas imágenes. Primeros planos del interior de los muslos de Mari revelaban fresas y pequeñas señales de dientes, marcas que Ken le había hecho cuando le había hecho el amor. Las imágenes eran crudas. Casi de naturaleza sexual, una representación obscena de lo que habían sido los momentos más importantes de su vida.

Sosteniendo a Mari en sus brazos, tomándola con salvaje abandono, su cuerpo dispuesto y receptivo a pesar de la brusquedad, a pesar de sus cicatrices y su aspecto, le había devuelto la vida. Le había dado esperanza y el doctor había reducido lo que habían tenido juntos a algo vil de una mente enferma. La bilis se le subió a la garganta y luchó manteniendo el estómago mientras examinaba los ojos de Mari. Esta vez vio humillación y degradación. Ella odiaba lo que Whitney y el doctor le habían hecho, a cada trocito de su acto de amor, tanto como lo hacía Ken.

La rabia lo sacudía dejándolo helado y eso siempre era un mal signo. Se movió hacia la siguiente habitación y encontró las paredes de un modo similar cubiertas, esta vez con una mujer con una abundante cabellera negra y luminosos ojos. Desde el suelo hasta el techo, en cada habitación de la casita de campo, las paredes estaban recubiertas de fotografías de las siete mujeres desnudas. Reconoció a una de ellas como a Violet, la esposa del senador. Ken nunca se había sentido tan sucio o enfermo.

Encontró al doctor en su dormitorio, echado sobre la cama desnudo, mirando hacia el techo y hacia el collage de las siete mujeres desnudas. La música estaba alta y el hombre tarareaba mientras se retorcía sobre la cama. Nunca en absoluto vio a Ken, sólo sintió el agujón del cuchillo cortándole la carne.

– Yo me estaría muy quieto si estuviera en su situación -le siseó Ken.

El doctor se congeló, manteniéndose rígido sobre la cama con el afilado borde de la navaja presionando contra su garganta.

– ¿Qué quiere?

– Es un enfermo hijo de puta -le dijo Ken-. ¿Whitney sabe lo jodidamente enfermo que está en realidad?

– Él dijo que todo estaba bien, que podía tener a las muchachas conmigo siempre. -La voz del hombre era aguda y llorona-. Lo sabe. Pregúnteselo. Se lo dirá. Entra a veces para ver lo que he hecho con ellas.

– ¿Dónde guarda las fotografías originales?

– Whitney las tiene todas. Tiene lugares donde no podemos ir y guardamos las fotografías y archivos con él. -La voz se volvió astuta-. Sólo las comparte conmigo.

– ¿Dónde está Whitney?

– Si se lo digo, me matará.

– Voy a matarlo ahora mismo si no me lo dice.

– Tiene habitaciones en las que nadie puede entrar sobre el cuarto nivel, abajo cerca de los túneles. -Levantó la vista hacia las caras de las mujeres que miraban fijamente-. ¿No son hermosas? Les gusta que las toque y les tome fotografías.

El estómago de Ken se sacudió, amenazando con derramar su contenido. Deslizó el cuchillo apartándolo y cogió la cabeza del hombre con ambas manos, girándola con fuerza, escuchando como se resquebrajaba con satisfacción. Cualquier legitimidad que Whitney hubiese tenido alguna vez, con esta casa y este hombre eran un testamento de su creciente locura.

Voy a prender fuego a la casa.

Maldita sea, Ken, no hagas ninguna locura. Tienes que conseguir bajar.

Haré que se vea como si pareciera que el doctor tuvo un pequeño accidente con el gas. Pero esta casa tiene que quemarse. Por que nunca más nadie vería la perversión que este hombre les había hecho a esas mujeres. Iba a hacer volar al hijo de puta hasta el cielo y cuando lo investigaran, encontrarían al doctor con sus velas, cerillas y un tubo flojo del gas.

No podía mirar las paredes mientras trabajaba, se sentía rastrero rodeado por las imágenes de las mujeres con las que Whitney había experimentado y que había permitido que un hombre muy enfermo, abusara de ellas. ¿Quién había defendido a Mari cuando era una niña? ¿Cuándo fue una adolescente? Jack y él habían estado entrando y saliendo de muchas casas de acogida y su padre había sido un corrupto, pero habían tenido a su madre y después el uno al otro y finalmente una amable mujer que los había defendido cuando nadie más lo hizo. Le dolía el corazón por Mari. Iba a ponerse enfermo si no conseguía salir de ese infierno, se le agitaba y se le hacía un nudo en el estómago por la repulsa mientras establecía la escena, cuidando de no dejar nada que indicara que no fuese un accidente.

Una fuga lenta que no atrapaba a nadie, la casa llena de gas, y el doctor, brincando con su música y velas, desnudo delante de sus santos lugares obscenos, volando en pedazos con su casa, bastante trágicamente.

Atrinchérate bajo el infierno, Jack. Van a peinar el campo cuando esto esté en marcha.

Te cubriré.

Entro. Necesito llegar hasta ella.

Maldición, no. Le gruñó Jack. Lo digo en serio, Ken. Devuelve tu culo aquí. No eres tan estúpido.

Soy exactamente estúpido. Pensar en Mari colocada sobre esa mesa de examen, fijada como un insecto mientras un pervertido enfermo la fotografiaba y la tocaba era más de lo que podía aguantar. Tenía que llegar hasta ella y abrazarla. Este podía ser el error más grande que alguna vez hubiera cometido, pero iba a hacerlo. Ella no estaría sola esta noche.

Jack juró, una abrasadora ronda de maldiciones a las que Ken no hizo caso. Salió de la casa y recompuso las alarmas, dejándolo todo exactamente del mismo modo en que lo había encontrado. En lugar de abrirse camino hasta la parte superior saliendo para unirse a su hermano, comenzó a avanzar lentamente por la hierba para llegar hasta el edificio más grande. Había un camino, un conducto, un tubo, un túnel, algo más en el cemento que podría usar. Siempre había una forma.

Usó el sonido, un talento menor que tenía y que no era el mejor utilizándolo, pero podría buscar en las paredes de cemento un punto hueco. El cemento era delgado en la parte superior de un punto cerca de la pared que daba al sur. Había cajas y plataformas de madera y cajones de todos los tamaños amontonados alrededor. Obviamente los suministros habían sido dejados caer cerca y habían sido descargados. Apiló de nuevo los cajones más grandes y las cajas cercanas de los alrededores para ayudar a proporcionarse un pequeño refugio mientras trabajaba.

Le costó media hora abrirse camino por la delgada capa y otros pocos minutos verter el hormigón en el espacio hueco que encontró dentro. Sabía que a menudo había amplias áreas reforzadas con la nueva barra que dejaban abierta en las paredes de en medio de las más grandes, principalmente en los recintos militares y una vez dentro, nadie lo oiría o descubriría mientras se movía por los alrededores, con la esperanza de llegar hasta los niveles inferiores.

Estoy dentro. Encontró una caja de madera y la deslizó sobre la abertura para esconder el hueco. Tenía que hacerlo y probablemente no se notaría con tantas cajas amontonadas alrededor del área. Mientras se resbalaba hacia el interior, colocando la caja sobre él, la casa del doctor voló, haciendo explotar los escombros, enviando los restos como lluvia; llamas rojas y anaranjadas ondeaban mientras el negro humo de elevaba hacia el aire.

Los hombres salieron precipitadamente del cuartel y comenzaron a correr en todas las direcciones, perfilados por el furioso fuego. Una alarma comenzó a sonar, rompiendo el silencio de la noche con un rugido infernal. Ken hizo una pausa para ver como se quemaba la casa. Los cristales caían hacia abajo en forma de lluvia y puntos negros aparecían sobre las paredes, después eran consumidos por las hambrientas llamas. Había una intensa satisfacción al saber que nadie podría acercarse a ese lugar, hasta que comenzaran a intentar controlarlo con el agua. Era demasiado tarde. Había abierto cada puerta para asegurarse de que el gas había llenado la casa y con esto parecería que el Doctor Pervertido había intentado encender una de sus muchas velas, que accidentalmente había estallado y volado él mismo a través de la habitación, donde se golpeó directamente rompiéndose el cuello.

Los perros salieron precipitadamente desde algún sitio, de un túnel oculto a su izquierda. Sabían que había perros, pero no sabían que los mantenían dentro. Desde su ventajosa posición podía ver que la puerta no se abría de golpe para permitir a los perros escaparse del espacio entre las cercas dobles. Whitney no daba ninguna posibilidad a las mujeres para que pudieran aprovechar el caos e intentaran escaparse.

Si tienen un túnel, tendrán más. Observó Jack.

¿Estás a salvo? Tarde o temprano llegarán a los alrededores enviando a los perros a buscar a alguien, estate en el lado seguro. No creo que Whitney de mucho por sentado.

Estoy bien, le aseguró Jack. Sabes que tiene que tener un par de rutas de escape. Cuando este lugar caiga, él no tiene la intención de estar aquí. Debe de tener más de una docena de laboratorios como éste.

Me figuro que más.

Hubo un pequeño silencio mientras escuchaban las llamas rugir con cólera, amenazando el follaje y los cercanos árboles.

Es un hermoso fuego infernal, comentó Jack.

Quiero que se quemen las paredes por fuera y por dentro. Tenía fotografías desde el suelo hasta el techo de todas ellas, Jack. Incluso de cuando eran niñas. Whitney no sólo lo sabía, sino que lo animaba. Ha sido una de las cosas más enfermizas que nunca había visto.

Es una maldita buena cosa que el hijo de puta esté muerto entonces.

Ken dio una última mirada a las furiosas llamas, deseando que se le quitase la mala sensación del estómago, pero su vientre todavía se rebelaba y tuvo que luchar para no vomitar cada vez que se acordaba de la pared desde el suelo al techo donde estaban las fotografías de Mari. Su vida hecha una crónica por un pervertido extravagante.

Le era indiferente ceder ante sus violentas emociones. Cuando salía de una asignación, era siempre un negocio. Estaba completamente desprovisto de todo sentimiento, no preocupándose por nada de eso para conseguir hacer el trabajo. Cuando alguien intentaba matarlo, raras veces se lo tomaba como algo personal; esto era parte de quien y de lo que era. Pero esto…

Estás enamorado de esta chica.

Vete al infierno, Jack. No es eso. Ella necesita protección.

Entonces hazlo por las otras mujeres. ¿Sientes lo mismo por ellas?

¿Cómo puedo haberme enamorado de alguien que acabo de conocer?

Eres superficial. Siempre te lo dije pero nunca me escuchaste.

Esto no es amor. Ella sólo… lo dejó bruscamente. Esto no era amor. No se atrevía a amar. El amor podía convertirse en algo realmente feo en un hombre como él. La quería… quería cuidarla y ver que tenía una vida mejor.

¿Estaba de broma? Quería despertarse con ella en sus brazos, con las piernas rodeándole la cintura, el cuerpo avanzando lentamente con fuerza contra el suyo, la boca en sus pechos y besarla, calentarla, largos besos que no acabaran nunca.

Esto es sexo. Solamente. Me pongo duro sólo de pensar en ella. Solamente es sexo.

Eres un bastardo mentiroso. Jack bufó mofándose. Caminas hacia el sexo. Ella no sólo es sexo para ti, hermano. Ella es el jodido Cuatro de julio y la Navidad envuelto todo en un atractivo paquete. Kenny está enamorado.

Sigue con ello, Jack, y le diré a Briony que golpeaste con un arma la cabeza de su hermana.

No te atreverás.

Maldita sea. Rechazaba amar a una mujer. No lo haría. No iba a arriesgarse que se pudiera volver peligroso para ella. Sólo la mantendría. La ataría a él. Tenía mucha experiencia con el sexo y ella no. La mantendría caliente para él, queriéndolo. Esta era la llave. Olvidarse del amor. Jack estaba lleno de ello. Por lo que era un desastre. De esta manera podría mantenerla siempre y nunca sentiría la punzada de los celos. Guardaría sus emociones y se mantendría a salvo.

Ken se limpió el sudor de la cara y comenzó a caminar por el estrecho pasillo de cemento, encontrando el camino por el laberinto tan sólo con el toque de Mari dirigiéndolo, porque por un camino u otro… tenía que localizarla.

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