Capítulo 18

El soldado más cercano a Whitney lo agarró y lo bajó de un tirón. La hoja cortó la parte posterior del brazo del soldado. Cuando sacó su pistola con rapidez y la apuntó hacia Sean, Whitney gritó:

– ¡No! No lo mates. Lo necesito vivo.

Sean no miró a ninguno del equipo de seguridad. Miraba únicamente a Whitney, como si fuera un robot programado para destruir. A pesar de los hombres que rodeaban al doctor se abrió paso, puños volando, intentando alcanzar su objetivo.

Mari luchó por ponerse en pie. Violet y el senador ya estaban en el ascensor, y no la estaban esperando. Se las tenía que apañar sola, enfrentarse a Whitney, a sus súper-soldados y a un demoníaco Sean. Tomó un profundo aliento y se dirigió lentamente hacia el vestíbulo. La mayoría de los guardias estaban vigilando a Sean, intentando encontrar una manera de dominarlo sin salir heridos. Era rápido y peligroso y la mayoría de ellos, en un momento u otro, habían sido vencidos por él.

No podía usar el ascensor, por lo que las escaleras eran su única opción. Avanzó seis pies antes de que Whitney desviara su atención hacia ella.

– Quédate donde estás, Mari. No quieres que Rose salga herida, ¿verdad?

¿Rose? ¿Estás fuera? Mari dudó, necesitando consuelo.

Kane me hizo correr. Luchó contra un par de guardias. Alguien, debían ser tus amigos, proporcionaron fuego de cobertura. Salté por encima de la valla y estoy corriendo libre. Alguien intentó detenerme; todo el rato gritaba que me podían sacar fuera, pero no confío en nadie. Estoy siguiendo el plan original. Dispersarse y evadirse. Puedo llegar al alijo del dinero y coger mi parte.

Mari supo que había dudado demasiado. La mayoría de los soldados de Whitney en las cercanías tumbaron a Sean en el suelo, luchando. Estaba soltando sonidos inhumanos e intentando arrastrarse, con la fuerza de seguridad a sus espaldas, hacia Whitney.

Cami. ¿Están todas las chicas a salvo y fuera?

Estamos cerca. Nos dispersaremos y nos encontraremos contigo en el punto de encuentro, confirmó Cami. ¿Estás fuera? Volveré y ayudaré.

El doctor suspiró.

– Tienes mucho más talento del que nunca sospeché, ¿verdad Mari? Y pensar que casi di la orden de eliminarte. ¿Estás embarazada del niño de Norton?

– Me enviaste a Sean la noche pasada. No lo sabré hasta que nazca, ¿no? -Retrocedió otro paso, pero dos de los guardias de Whitney estaban centrados en ella. Cada paso que daba, ellos lo imitaban, por lo que estaban bailando una danza macabra con ella.

Era extraño y muy difícil estar en una danza mortal y aún así mantener una conversación telepática con su hermana. Claro que Cami arriesgaría su vida para volver y ayudar a Mari. Mari lo haría por ella. ¡No! Sigue moviéndote. Voy a ir con Ken a su casa en Montana. Envió las imágenes de su localización, que había obtenido de la cabeza de él.

– No entiendo cómo pude perderme tus habilidades durante todos estos años. -Whitney frunció el ceño y se frotó el puente de la nariz.

– Sabía que eras psíquico. Usas el contacto, ¿no? -conjeturó ella sagazmente, esperando despistar a los guardias al hablar con Whitney. Ganó unas pocas pulgadas más, pero la entrada a las escaleras todavía estaba demasiado lejos. Era rápida, muy rápida, pero el equipo de Whitney estaba realzado.

¡No! objetó Cami. No confíes en ninguno de ellos. Sigue el plan.

Vete, Cami. Ahora estoy en una pelea. ¡Márchate!

– Muy bien, querida mía. Claro que lo hago. Tengo un cerebro superior además de ser psíquico. Hay muy pocos psíquicos verdaderos y fuertes en el mundo. -Miró a Sean. El hombre estaba pegado al suelo y asegurado con esposas flexibles en ambos tobillos y muñecas. Todavía estaba luchando por llegar hasta Whitney-. Controlaste su mente, Mari. Plantaste una sugestión, además una desagradable. No te ha tocado, ¿verdad? simplemente cree que lo hizo. Pero Brett… -dijo pensativamente, un pequeño ceño de concentración en su cara.

Mari saltó para cubrir la distancia, usando la habilidad física realzada para llegar a la escalera. Agarró la barandilla, saltó sobre ella y usándola como un trampolín, saltó medio tramo de escaleras. Corrió hasta el descansillo del tercer nivel. Escuchó a Whitney gritarles a sus hombres que fueran tras ella, agarró el segundo pasamanos y realizó un segundo salto.

Ken. Estoy huyendo. ¿Las otras mujeres lograron escapar? No le gustaba la forma en que Cami casi la había expuesto y deseaba que él estuviera con ella. Podía oír a los hombres, uno brincando tras ella, el otro subiendo las escaleras al galope, hablando por radio, y diciéndole a alguien que la interceptara. Alguien estaba esperando en la siguiente escalera: oyó la radio y el zumbido de voces masculinas.

Las guié hacia fuera por el pasillo. Tu amiga Cami las está llevando el resto del camino. Depende de ellas salir una vez que estén en la superficie. Jack dice que todo se está descontrolando. Estoy volviendo hacia ti.

Estoy en las escaleras, intentando llegar al nivel dos, pero estoy atrapada entre dos equipos de seguridad. No creo que pueda llegar hasta ti. Tendrás que irte sin mí.

Como el infierno, no seas ridícula. No me marcharé sin ti. ¿Cuán cerca estás del nivel dos? ¿Puedes vencer al equipo que te persigue?

Sí, pero estoy corriendo directa hacia los hombres que me están esperando. Mari se detuvo, incapaz de decidir qué dirección sería la más prometedora.

Sigue avanzando, dulzura. Rápido. Quieres estar en la cima; golpéalos fuerte y con intención, haz que ganemos un par de segundos.

¿Qué vas a hacer?

Voy a derribar esta casa. ¿Supongo que Sean no lo derribó?

No, y Whitney se dio cuenta de que estaba bajo una sugestión, pero cree que lo hice yo. Había corrido lo más rápido que podía subiendo la larga escalera. Sin aflojar el paso, golpeó la puerta y chocó contra el guardia de seguridad que la estaba esperando allí. Ambos cayeron, Mari golpeándolo con fuerza en la cara.

El guardia le agarró el pie izquierdo y lo giró, haciéndola rodar sobre su estómago, pero ella lo pateó con el pie derecho, golpeándolo con suficiente fuerza como para que su agarre se debilitara. Todavía usando el impulso de la caída, se dio la vuelta quedando agachada y saltó para ponerse en pie. El segundo guardia se abalanzaba sobre ella, y Mari chocó contra su pecho antes de poder evitar su movimiento hacia delante. Él rodeó con los brazos su pequeña forma, presionándole los brazos contra los costados. Mari usó las rodillas, moviéndose hacia arriba para golpearle bajo la barbilla con la cima de su cabeza.

Le clavó ambos pulgares bajo las costillas, y cuando los brazos de él se soltaron, se dejó caer, estirando los codos para ganar más preciosas pulgadas de habitación. Fue capaz de liberar un brazo y golpeó al guardia en la nariz con la palma de la mano, pivotando para lanzar su peso corporal en el golpe. Liberándose, intentó correr de nuevo, sabiendo que los otros dos guardias que la habían estado persiguiendo estaban solamente un par de pasos más atrás.

¡Agáchate!

Ella se dejó caer, ambas manos cubriéndose la cabeza, cuando una ensordecedora explosión los tumbó a todos. Ken salió bruscamente de los escombros, agarrándole el brazo y levantándola de un tirón. Mientras se giraba, golpeó el talón de su bota contra la cabeza de uno de los guardias, haciendo que cayera como una piedra.

– ¡Corre, Mari!

Ken le lanzó una pistola y un cuchillo, después retrocedió para protegerla mientras ella se abría camino entre la suciedad y los escombros. Ve a la izquierda. Sigue el pasillo, le ordenó mientras descargaba una ráfaga de balas, haciendo retroceder a sus perseguidores.

Mari se dio la vuelta, toda concentrada, cuando dos técnicos de laboratorio aparecieron portando armas. Les disparó a ambos, su puntería fue mortal. Continuó moviéndose por el estrecho corredor, arrancando dos cámaras por el camino, sus piernas llevándola cuando su mente se sentía embotada.

– Los otros, Ken, ¿has escuchado algo? -le preguntó Mari ansiosamente.

Ken la movió contra la pared, cubriendo su cuerpo con el suyo mientras las balas se incrustaban en el muro que tenían detrás. Devolvió el fuego, empujándola hacia delante, instándola a que corriera mientras él salía y enviaba fuego de cobertura por el largo corredor. Los cristales se destrozaron, y los guardias saltaron a las entradas de las puertas, utilizando cualquier refugio que encontraban. Ken corrió de espaldas, manteniendo el fuego hasta que rodearon la siguiente esquina y se pudo dar la vuelta y correr con rapidez tras ella.

– Jack dice que las mujeres se marcharon en distintas direcciones. Mi equipo tuvo un momento infernal proporcionando fuego de cobertura para ellas, pero nadie las pudo detener el tiempo suficiente para llevarlas al helicóptero que esperaba. Fueron hacia arriba y saltaron la valla, y se dispersaron en el bosque. Detuvimos a la mayoría de sus perseguidores, pero hay una condenada lucha entre los hombres de Violet protegiendo al senador y los súper-soldados de Whitney. En realidad eso ayudó a que salieran las mujeres.

Ken le agarró el brazo, haciendo que se detuviera abruptamente mientras abría de un tirón la pequeña puerta de mantenimiento situada en la pared.

– La rejilla, métete dentro del hueco. Deprisa.

Mari no perdió el tiempo haciendo preguntas. Sólo tenían segundos. Cuando los guardias giraran la esquina y vieran que se habían marchado, comprobarían la pequeña habitación de mantenimiento. Abrió de un tirón la rejilla y se lanzó al hueco, gateando para darle a Ken espacio suficiente. Él cerró la rejilla y le indicó que fuera hacia delante.

Casi inmediatamente, balas traspasaron la puerta y las paredes que tenían detrás. Mari dudó, su corazón golpeando, pero Ken la empujó por el trasero, instándola a que continuara avanzando. Mari gateó lo más rápido que pudo, intentando estar tranquila. La tubería era sorprendentemente grande, y se iba ampliando a medida que se movía. Ken le dio un golpecito en el tobillo cuando ella llegó a otra rejilla.

Mari la sacó y como en la otra, la rejilla se abrió con facilidad, los tornillos ya habían sido sacados. Mari se deslizó con la cabeza por delante, rodando, con el arma preparada, rastreando la habitación. Se encontró en otro cuarto de mantenimiento, herramientas esparcidas por todas partes, y un cubo de agua sucia con una fregona alejada de la pared. El cubo le parecía fuera de lugar con todas las herramientas.

Miró alrededor, respirando con fuerza, luchando por controlar su miedo. Había estado en varias misiones con balas volando, pero nada la había preparado para esto… escapar de Whitney. Este había controlado su vida tanto tiempo, que no estaba segura de que alguna vez pudiera pensar por sí misma.

La mano de Ken rozó su nuca.

– Has estado pensando por ti misma desde hace mucho tiempo, cariño. Deja de preocuparte.

– No me estabas tocando y sabías lo que pensaba. Odio eso. A veces me das miedo.

Él le lanzó una pequeña sonrisa al pasar a su lado para abrir un poco la puerta, lo suficiente para espiar por ella.

– No tienes exactamente cara de póquer, cariño -dijo arrastrando la voz.

– Ojalá te pudiera creer, pero no soy tan transparente. He pasado demasiado tiempo engañando a Whitney. Tienes mucho más talento psíquico del que muestras.

La alarma estaba sonando con fuerza a través del complejo, y el caos había estallado. Técnicos de laboratorio salían apurados al corredor. Ken estiró la mano y agarró a un hombre por su bata, metiéndolo de un tirón en el cuarto y clavándole un codo en la cabeza. El técnico se desplomó al suelo y yació allí gimiendo.

– Quítale la bata.

Mari se agachó para quitársela. Whitney había hecho obligatorio que todos los técnicos en el tercer nivel llevaran una bata negra de laboratorio y los del segundo una blanca. El hombre llevaba una bata blanca, pero Mari había echado un fugaz vistazo a varios técnicos de nivel tres. Estaban subiendo en tropel las escaleras junto a los equipos de seguridad que barrían cada nivel.

– ¿Qué fue esa explosión? -Golpeó al hombre cuando se intentó levantar, y este se cayó por segunda vez. Mari se puso la bata y echó un vistazo por la habitación en busca de un sombrero.

– Coloqué unas pocas cargas programadas. Continuarán estallando a intervalos irregulares, justo lo suficiente para mantener a Whitney y sus hombres desconcertados. Las mujeres pasaron la valla y presumiblemente ya están fuera. Jack dice que desafortunadamente el senador está casi en el avión. Jack nos está esperando.

– ¿No tienen a mis hermanas? -Mari hizo una mueca de dolor cuando Ken agarró un segundo técnico vestido de blanco y lo estampó contra la pared. Rebotó y Ken lo arrastró dentro del pequeño cuarto-. ¿Ni siquiera una?

– Tus hermanas no son muy transparentes. -Su vívida mirada la inmovilizó-. Sabías que no lo serían. Todas lo habíais discutido con antelación, ¿verdad?

Para evitar sus ojos glacialmente fríos, Mari se agachó para sacarle la bata al técnico.

– Sí. Sabía que no estarías contento.

Y estaría menos contento sabiendo que se suponía que ella se tenía que escapar de él y encontrarse con las otras lo antes posible.

– ¿Sólo porque mis hombres están arriesgando sus vidas para sacarlas? Tus hermanas sabían que iban a estar allí, con balas volando y un helicóptero esperando, y saltaron por la valla y se dispersaron en el bosque. -Estiró la mano y la puso en pie-. ¿Estás planeando hacer lo mismo?

Ella evitó sus ojos. ¿Qué estaba planeando? Iba a ver a Briony. Iba a intentarlo con Ken.

– Estoy planeando ir contigo, luchando con todo lo que tengo, y ganar la libertad. ¿Conoces esa palabra que se supone representa la vida Americana? Libertad, Ken. Queríamos la libertad para tomar nuestras propias decisiones.

– Son psíquicas, muchas sin anclas, al igual que tú. ¿Cómo van ellas, o tú, a sobrevivir sin ayuda? ¿Y realmente crees que Whitney simplemente va a dejarlas marchar? Enviará a cada soldado que tiene para recuperarlas. Las habríamos protegido.

– ¿E intercambiar una prisión por otra?

El corazón de Ken se sintió como si estuviera siendo apretado con fuerza.

– ¿Es lo que crees que estás haciendo, Mari?

Sus ojos se encontraron. Él contó los latidos de su corazón. Ella había hablado con sus hermanas acerca de salir por su cuenta. Él le había dado su alma, y ella estaba pensando en escaparse de él. ¿Y por qué no? La vida con él sería una forma de prisión. No lo podía negar… incluso a sí mismo. Querría gobernar su vida, rodearla en un envoltorio de burbujas y mantenerla escondida del mundo y de cualquier peligro que se pudiera presentar. Mari desesperadamente quería, necesitaba y merecía libertad.

Ken se tragó todo lo que quería decir y cogió la bata de las manos de ella, poniéndosela con un movimiento de hombros. La bata era demasiado pequeña, y le tiraba en los brazos y la espalda, pero serviría para atravesar el corredor. Con explosivos saltando cada pocos minutos, dudaba que Whitney estuviera mirando las cámaras de seguridad. Ken había pasado una buena cantidad de tiempo colocando las cargas para que tuvieran el máximo efecto caótico.

Mari le agarró el brazo antes de que volviera a abrir la puerta de las herramientas.

– No creo que esté intercambiando de prisión, Ken. Es sólo que tengo miedo. Estoy aterrorizada, de hecho. No tengo ni idea de lo que me voy a encontrar fuera de estas instalaciones. Me siento como si fuera a desertar. Necesito encontrar quién soy y lo que soy, y si puedo vivir con el resto del mundo.

No añadió antes de poder entrar en una relación de pareja, pero él escuchó el eco de las palabras en su corazón. Tal vez las escuchó en la cabeza de ella. Y una relación con él no sería la elección de Mari, una vez que estuviera en el mundo real donde hombres normales, tal vez con afición por el romance y la amabilidad, estaban disponibles para ella.

Ken. La voz de Jack se entrometió, aguda marcada por el mando. Aquí se está descontrolando todo. ¿Puedes llegar al primer nivel? Logan y Neil se están dirigiendo hacia ti. Los estoy apoyando, pero si no veo tu trasero en los próximos minutos, romperé el protocolo e iré a buscarte. Muévete, ahora. Había urgencia en la voz de Jack.

Ken sabía que Jack lo haría. Jack pondría su propia vida y la de cualquier otro en peligro para sacar a Ken del problema, justo como Ken haría por él. Estoy de camino. Estamos en el segundo nivel intentando llegar al primero. Dame unos pocos minutos.

Puede que no tengas unos pocos minutos. ¡Oh, mierda! Hubo un momento de completa concentración.

Ken reconoció la vacía e impasible voluntad de hierro de su hermano, que quería decir que estaba disparándole una bala a alguien. Esperó, sabiendo que algo malo había sucedido.

Uno de los guardias de seguridad que guiaba al senador al avión le acaba de disparar en la cabeza. Violet derribó al hijo de puta y metió a su marido en el avión, pero no tiene buen aspecto. No podemos distinguir los tipos malos de los buenos, Ken. Tienes que salir de ahí y llegar al helicóptero. Están saliendo de ese edificio como abejas.

Entendido. Ken abrió un poco la puerta, lo suficiente para espiar el pasillo. La mayoría de los técnicos corrían hacia las escaleras. Unos pocos guardias de seguridad y soldados empujaban por el corredor intentando ver a los individuos, lo que le decía que Whitney no había abandonado la esperanza de encontrarlos.

¿Alguien vio a Whitney?

Tú y yo sabemos que tiene uno o dos túneles. No se va a quedar atrapado ahí. Probablemente está a mitad de camino de su siguiente guarida. Pulsa un botón en un ordenador, su información es enviada a otros ordenadores, y él abandona este laboratorio.

Ken se acercó a Mari.

– Permanece cerca de mí. Camina directamente hacia las escaleras. Mantén la pistola en tu bolsillo y lista para usar. No levantes la vista hacia las cámaras, simplemente camina en la corriente de los otros técnicos.

– Me reconocerán. Aquí no tienen mujeres técnicos. Whitney pensaba que serían demasiada distracción.

– Tu cabello no es tan largo. Puedes subir la chaqueta poniéndola alrededor del cuello. Tenemos que irnos ahora, Mari. Y si digo que corras, sal disparada y no mires atrás.

– No te voy a dejar.

– Estaré justo detrás de ti. No soy un héroe, cariño. No voy a dejar que Whitney me conecte a alguna máquina por el resto de mi vida.

Ella le agarró la parte frontal de la bata.

– Puede que tuviera miedo y dudara, pero tengo intención de ir contigo. Asegúrate de estar justo detrás de mí. Lo digo en serio, Ken, porque volveré a por ti. -Dejando a un lado las dudas sobre el futuro, nunca dejaría a Ken a merced de Whitney.

– Suenas como mi hermano, y te advierto, Mari. Como hagas algo estúpido como eso, te voy a poner sobre mis rodillas.

Ella puso los ojos en blanco.

– Me han pegado con una vara, Ken. La amenaza de unos azotes no me asusta mucho.

Él le dio un pequeño empujón.

– Muévete. Sigue moviéndote.

Mari iba a ir con él. Tenía un respiro. No tenía ni idea de cómo la iba a conservar, pero por lo menos ella no iba a saltar sobre la valla y marcharse por su cuenta. Las mujeres habían planeado la fuga desde hacía tiempo, y aunque Ken y su equipo habían estado allí ofreciendo protección, no habían corrido el riesgo de desviarse de su plan. Creían las unas en las otras, y en nadie más. Incluso Violet estaba fuera de su círculo. Eso preocupaba a Ken. Si las mujeres se volvían en contra de Mari por elegir quedarse con él, ¿terminaría sintiéndose resentida con él?

Apartó todos los pensamientos de su mente y se puso en modo guerrero en el momento que salió del cuarto de herramientas. Se retrasó varios pasos para proteger mejor a Mari mientras ella se abría paso a empujones por el pasillo. Ella se daba espacio para luchar, notó él con aprobación, y se movía con confianza, pero mantenía la cara apartada de las cámaras. Caminaba como una mujer, meciendo las caderas, y vio a dos soldados reaccionar cuando pasó. Los hombres estaban parados en una entrada, buscando en las caras de los técnicos que pasaban.

Antes de que ninguno de los hombres pudiera hablar por sus radios, Ken les disparó. Usó un disparo mortal, derribándolos con rapidez y dureza, dos ataques seguidos que hicieron que los hombres se hundieran hacia el suelo antes de que los disparos se registraran entre la multitud que huía. Continuó moviéndose, escondiendo la pistola con su cuerpo, reaccionando como los otros, casi corriendo.

Un disparo pasó silbando al lado de su oreja y alcanzó a un técnico que tenía cerca, llevando al hombre contra la pared. La sangre salpicó y el técnico gritó, colocándose una mano con fuerza en el hombro. Inmediatamente todo el mundo corrió, chocándose unos contra otros, empujando y dando empellones al correr hacia las escaleras.

Ken perdió a Mari de vista al agacharse, dejando que la multitud lo ocultara, mientras buscaba al enemigo. Una descarga de balas barrió la masa que corría, derribando la gente, de modo que algunos se quedaron tirados en el suelo, y otros los pisotearon. La sangre corría por el pasillo. Ken se deslizó en la sombra de una de las entradas y disparó con rapidez a las luces, sumiendo el pasillo en sombras. Instantáneamente subió por la pared, trepando como una araña hasta que llegó a las vigas que recorrían el soporte del techo.

¡Ken! Mari sonaba ligeramente aterrorizada.

Estoy vivo. Sal de una condenada vez. Jack te cubrirá. Puedes confiar en Neil y Logan. Te llevarán al helicóptero.

No me marcharé sin ti.

Más balas recorrieron la zona donde habían estado, el enemigo sistemáticamente barriendo las zonas bajas y luego las altas, derribando despiadadamente a cualquiera que se metiera en la zona de los disparos. Ken le disparó a la luz, concentrándose en un objetivo de cuatro puntos donde debía estar el corazón.

Mari, te lo juro, te golpearé ese terco y pequeño trasero si no haces lo que te digo. ¡Vete!

Se dejó caer al suelo y se tumbó, esperando una respuesta, pero sólo hubo el sonido de los muertos al caer y los temerosos gritos de los técnicos que querían salir, pero que no eran capaces de reunir el coraje para volver a moverse. Echó un cuidadoso vistazo a su alrededor, usando su realzada visión nocturna. Un hombre estaba muerto a varios pies a su izquierda, con la pistola todavía en la mano, un charco de sangre extendiéndose bajo él. Ken se levantó de un salto y corrió a toda velocidad hacia las escaleras, saltando sobre los hombres caídos, ignorando sus gritos pidiendo ayuda.

Saltó la mitad de las escaleras, subió corriendo el resto, y salió repentinamente al pasillo del primer nivel.

¡Abajo! ¡Abajo!

El grito frenético de Mari hizo que se lanzara al suelo, rodando lo más cerca posible de una entrada, mientras su arma estaba fuera rastreando. Una descarga de balas lo mantuvo rodando, el sonido ensordecedor en los estrechos confines del corredor. Consiguió arrastrarse hasta una puerta abierta y trepar por el lateral de una pared para colocar su cuerpo directamente sobre la puerta. La chaqueta se rasgó cuando sus músculos sobresalieron, agarrando su peso extendido por encima de la entrada. Pudo ver dónde una bala había perforado el material, dejando un hueco en la tela.

Están entrando. Equipo estándar de dos hombres. Ten cuidado. Había miedo en su voz.

¿Estás bien, cariño? Él sonaba calmado, tranquilizador. Esto era por lo que vivía. Más le valía a ella saberlo. Había nacido siendo un guerrero, y cualquiera lo suficientemente estúpido como para ir tras él simplemente tenía el deseo de morir.

Tengo un cuchillo. El idiota no hizo una búsqueda rigurosa. Señala cuando estés fuera de peligro.

Él ignoró la ansiedad en la voz de Mari, manteniendo su tono con la misma nota calmada. Lo sabrás. ¿Cuántos guardias tienes centrados en ti?

Dos. Puedo encargarme de ellos; simplemente asegúrate de ocuparte de los dos tuyos. El tono de Mari igualaba el suyo, tranquilo y seguro, lleno de confianza.

Los dos soldados vaciaron sus pistolas en la puerta y las paredes de la habitación antes de colocar con un golpe nuevos cargadores y abrir de una patada lo que quedaba de puerta. Se hizo astillas y se desencajó de las bisagras, y los dos entraron en el cuarto, espalda con espalda, esparciendo balas en un semicírculo para cubrir cada pulgada de habitación.

Ahora, Mari.

Ken saltó del techo, apretando su pistola y disparándole al soldado más cercano mientras caía. Aterrizó en cuclillas y le disparó al otro. Le sacó de un tirón la bata de técnico, aunque no le gustaba el color blanco para salir en la oscuridad. ¿Estás fuera de peligro, nena? Espió por la esquina.

Un guardia yacía a los pies de Mari, obviamente muerto. El otro guardia estaba luchando con ella por el cuchillo. Ken vio que el hombre giraba el hombro y golpeaba dos veces a Mari, yendo a por la garganta. Ella consiguió girar el cuerpo lo suficiente para que él fallara su objetivo, pero los golpes la habían sacudido. Ken se acercó al guardia por detrás y usó su propio cuchillo, enterrando la hoja hasta la empuñadura en el riñón del hombre. Golpeó la cabeza del guardia con el dorso de la mano, echándolo a un lado y contra el suelo, y estiró la mano para tirar de Mari hacia sí.

Hizo una rápida evaluación, asegurándose de que no sangraba mientras giraban para correr por el pasillo.

– Van a golpearnos con todo lo que tengan -dijo-. Él no va a querer que te escapes.

– No me matará -dijo Mari con absoluta confianza-. Cree que controlé a Sean y planté la sugestión de que tuvimos sexo.

Ken le lanzó una mirada incluso mientras seguía vigilando el pasillo. Es demasiado fácil, Jack. Está tramando algo.

– ¿Descubrió eso?

– Whitney no deja pasar demasiado. Tampoco dejó que los guardias mataran a Sean. Les dijo que no lo hicieran, y eso significa que enviará a Sean tras de mí.

– Cuento con ello -dijo Ken, manteniendo sus escudos firmemente en su sitio. Lo último que ella necesitaba era sentir la cruda violencia arremolinándose en su cerebro. Quería destrozar a Sean pieza a pieza, y tenía toda la intención de hacerlo.

– Pero hará todo lo que pueda por matarte -dijo Mari-. Quiero cubrirte. Ve tú delante y yo me quedaré detrás.

Ken apuntó hacia delante.

– Lo haremos de la manera en que yo siempre lo he hecho. Tenemos ayuda esperando. Simplemente dirígete al helicóptero. Te sacaremos de aquí. -Mientras le pasaba más cargadores, le tocó la mente, no queriendo insubordinación en el medio de lo que sabía sería un infernal tiroteo.

Mari planeaba entregarse si llegaba a darse la situación de estar entre la vida de él o su libertad… y quería libertad ahora que tenía una muestra de ella. Pero estaba decidida a que él no fuera capturado y atormentado por Peter Whitney. La mujer podría desgarrarle el corazón si fuera lo suficientemente estúpido como para dejarla. Ken hizo una pausa, manteniéndose a la izquierda de la puerta, sujetando a Mari contra sí mismo. Sus labios le rozaron la parte de atrás de la cabeza.

Sin importar lo que pase, Jack, júramelo, le dirás al equipo que tenemos que sacarla. No me importa si la tienes que golpear en la cabeza y llevarla inconsciente. No va a hacerse la heroína y salvar mi trasero a costa del suyo.

La diversión de Jack era un bálsamo tranquilizante en una dolorosa herida.

Oh, lo tienes mal, hermano. Esa mujer te tiene todo pillado. Salid de una condenada vez y vayámonos. No vamos a dejar a nadie atrás.

Ken creía en pocas cosas, pero creía en su hermano. Le dio a Mari la localización del helicóptero.

– Corre. Deja que el equipo te proporcione fuego de cobertura. Sigue avanzando, y te seguiré pegado a tus talones.

Vamos a salir, le advirtió a su equipo.

Tenéis enemigos esparcidos en un semicírculo disperso, le advirtió Jack. Mitch está intentando tirarse un farol, pero no lo va a conseguir. Hubo un momento de silencio y luego un rifle se disparó. Oh, mierda, retrocedió y no se mueve.

Mari salió, corriendo con la velocidad borrosa de un soldado realzado. Ken mantuvo el paso justo tras ella. Ella no corrió en línea recta, sino que zigzagueó, intentando encontrar cobertura, en un lugar donde se podía encontrar poca. Estallaron disparos a su alrededor, pero continuaron corriendo. Ken confiaba en que Jack y los otros mantuvieran el enemigo sujeto.

Están llegando.

Abajo, Mari, al suelo. Ken saltó hacia delante para derribarla, tirándola incluso mientras le advertía, protegiendo su cuerpo con el suyo. Abejas furiosas le picaron en la espalda y piernas, pero se estiró sobre Mari, esforzándose por cubrirle la cabeza con los brazos y mantenerla a salvo de los pequeños y mortales misiles que la mini-bomba estaba expulsando.

Jack juró en su cabeza, las maldiciones largas y elocuentes. Clavos. Pusieron clavos en la condenada cosa. Pareces un jodido puercoespín. ¿Puedes correr?

Tengo que hacerlo. Puedo hacerlo. Solamente no dejes que vuelvan a lanzar otro de esos. Dolía como un hijo de puta, pero no iba a dejar que le disparan… o lo capturaran. Se levantó, la espalda y los músculos de sus pantorrillas gritándole. Mari obviamente sentía el dolor en su mente, porque todo el rato intentaba girarse, para mirarlo, pero él la empujaba firmemente hacia delante.

Sacó el dolor de su mente. Tener compartimentos era una herramienta útil, y Ken y Jack la habían aprendido temprano en la vida. Corrió a toda velocidad, los clavos en su cuerpo no lo ralentizaron. Varias personas empuñando armas, incluyendo Neil y Logan, se cerraron a cada lado de ellos, y apoyados sobre una rodilla, mataban sistemáticamente al enemigo.

Mari alcanzó el helicóptero y agarró la mano de Martín, permitiéndole que la subiera de un tirón. Ken saltó y cogió el rifle que le lanzaron, agarrándolo en el aire con una sola mano, deslizándoselo sobre el hombro y dejándose caer para cubrir a su hermano mientras este salía del follaje. Escuchó el grito sofocado de Mari cuando ella vio los clavos en su cuerpo, pero su concentración estaba en el enemigo y en cubrir el trasero de Jack.

Jack salió a campo abierto, disparando a ritmo constante. Ken vio a un soldado siguiendo a su gemelo y apretó el gatillo. El hombre se desplomó, e inmediatamente Ken barrió el área buscando a otros. Uno se levantó justo delante de Jack, disparando demasiado rápido. Ken vio a Jack tambalearse.

Tírate. Incluso mientras daba la orden, estaba apretando el gatillo. Jack golpeó el suelo y el soldado cayó casi encima de él. ¿Es grave la herida?

Sólo me rozó, se llevó un poco de músculo, pero viviré. Jack ya estaba de pie y acortaba rápidamente la distancia, con aspecto tan letal como siempre a pesar de la sangre en su brazo derecho.

Deja de intentar parecer guay y mete el trasero en el helicóptero. Todos saben que eres un tipo duro. Ken mantuvo la preocupación fuera de su voz, cubriéndola con sus habituales bromas.

Estaba esperando que vinieras y me llevaras; me siento algo débil. Jack disparó otra ráfaga, y un soldado usando un pedrusco como escudo parcial, se desplomó.

Ken localizó a dos enemigos con la mira puesta en Jack y les disparó. Briony va a estar mortalmente cabreada contigo por volver a casa dañado.

Llevo a su hermana. Me tratará como a un héroe. Jack cubrió los últimos pies y saltó al interior. Martin y Neil lo siguieron.

– Vamos, vamos -ordenó Neil, y todos desviaron su atención a cualquier fuego antiaéreo que viniera en su dirección.

Logan empujó a Ken hacia abajo y se sentó a su lado.

– Pásame el equipo médico. -Señaló detrás de la cabeza de Mari.

Esta lo agarró y se lo lanzó, su mirada todavía en el terreno, observando. Una vez el rifle fue a su hombro y apretó el gatillo.

– Estamos a salvo. Ningún pájaro en el aire.

Ella notó que no había relajación. Neil y Martin ocuparon posiciones para proteger el helicóptero mientras Logan empezaba a sacar los clavos de la espalda y pantorrillas de Ken. La mayoría eran superficiales; sólo uno o dos estaban más profundamente. Logan desgarró la camiseta de Ken y ella pilló a todos los hombres mirándose los unos a los otros.

Mari se dejó caer al lado de Ken y le puso la mano en la parte de atrás de la cabeza. Se acercó más a él, sintiéndose protectora, sabiendo que él no lo demostraría, pero odiaba que otros vieran las cicatrices y que su espalda pareciera como si un rallador gigante la hubiera raspado, como si la piel fuera queso blanco grumoso. La parte delantera de su pecho tenía el mismo fino patrón de cicatrices que su cara y cuello. No había manera de bloquear la línea de visión que tenían todos los miembros del equipo. Ella detestaba las miradas en sus rostros.

Eh, querido, ¿lo llevas bien? Ella quería preguntar en voz alta, para que todos oyeran la preocupación por él en su voz, que oyeran lo que sentía por él, pero no se podía hacer tan vulnerable. Lo preguntó suavemente, íntimamente, en su mente, intentando unirlos, para que Ken pudiera sentir que estaba con él.

Sus dedos se enredaron con los de ella. Hubo dolor físico, pero fácilmente podía soportar eso. Era mucho, mucho más difícil tener a sus amigos observándolo fijamente -mirándolo- viendo la terrible destrucción de su cuerpo. A Mari le dolía por él, sentía lágrimas quemándole los ojos y la garganta por él. Había sido un hombre guapo con un rostro y un físico increíble, y Ekabela se había tomado mucho cuidado al destruirlo, pulgada a pulgada.

Mari se inclinó más cerca, sus labios rozando su sien como una pluma, en un esfuerzo por distraerlo. Gracias por venir a sacarme. Realmente no me quería quedar ahí.

Él apretó los dedos sobre los de ella y se llevó su mano a la boca.

– ¿Qué demonios pasa aquí? -exigió Jack-. Me han disparado. ¿A alguien le importa una mierda, o me tengo que quedar aquí sentado y desangrarme hasta morir mientras todos mimáis a mi hermano?

Instantáneamente, Neil y Martin desviaron su atención hacia Jack.

– Lo siento. No tenía tan mal aspecto -dijo Neil.

– ¿Tan mal aspecto? -repitió Jack-. Estoy perdiendo sangre.

Ken se atragantó. Cuando Mari tocó su mente, se estaba riendo. Por primera vez desde que había conocido a Jack, a ella realmente le gustó un poco. Lo respetaba como soldado, estaba llena de asombro y admiración hacia él como francotirador, pero no le había gustado mucho y no estaba del todo segura de querer a Briony con él.

Con una pequeña actuación, Jack había cambiado su opinión sobre él. No era el tipo de hombre que llamara la atención sobre sí mismo, o que se molestara por una pequeña herida. Tenía sus propias cicatrices, evidencia de su tortura a manos del mismo hombre que había tenido a Ken durante tanto tiempo. Jack Norton tenía la reputación de ser muy duro. Le lanzó una pequeña sonrisa y lo ayudó con su juego.

– Me aseguraré de decirle a Briony lo duro que eres.

– Briony probablemente va a golpearme con algo cuando me vea. Le prometí que tendría cuidado.

– Le diré que te estabas jactando.

– Si le dices eso voy a tomar represalias. Esa hermana tuya puede ser malvada.

Ken cerró los ojos, sus dedos apretando con fuerza los de Mari, y se permitió dejarse ir. Estaba físicamente exhausto, llevaba tres días sin dormir y su cuerpo ardía por los clavos, pero tenía a Marigold, y eso era todo lo que importaba. Se relajó, escuchando a su hermano bromear con ella mientras el helicóptero los llevaba bien lejos de Peter Whitney y sus locos experimentos.

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