La policía tomó la declaración a Myron. Hicieron preguntas. No le dijeron nada. Myron durmió en Livingston aquella noche. Win se quedó con él, aunque lo hacía muy pocas veces. Los dos se despertaron temprano. Vieron Sports Deck en la tele y comieron cereales fríos.
Se sintieron normales, bien, estupendamente.
– He estado pensando en tu relación con la señora Wilder -dijo Win.
– No.
– No, no, creo que te deba una disculpa -siguió Win-. Puede que la haya juzgado mal. Creo que no está tan mal, que su trasero es de mejor calidad de lo que pensaba en principio.
– Win.
– ¿Qué?
– No me importa lo que pienses.
– Sí, amigo mío, te importa.
A las ocho Myron fue a casa de los Biel. Se imaginó que ya estarían despiertos. Llamó suavemente a la puerta. Le abrió Claire. Llevaba un albornoz. Iba despeinada. Salió fuera y cerró la puerta.
– Aimee todavía duerme -dijo Claire-. No sé qué le dieron los secuestradores pero la dejaron fuera de combate.
– Tal vez deberías llevarla al hospital.
– Nuestro amigo David Gold… ¿le conoces? Es médico. Pasó anoche y la examinó. Dijo que estaría bien en cuanto eliminara las drogas del sistema.
– ¿Qué drogas le dieron?
Claire se encogió de hombros.
– ¿Quién sabe? -Se quedaron un rato en silencio. Claire respiró hondo y miró arriba y abajo de la calle. Después dijo-: Myron.
– Sí.
– Quiero que lo dejes en manos de la policía a partir de ahora.
Él no contestó.
– No quiero que le preguntes a Aimee sobre lo que pasó.
Su voz fue bastante firme. Myron esperó a que dijera algo más.
– Erik y yo sólo queremos que acabe. Anoche contratamos a un abogado.
– ¿Por qué?
– Somos sus padres y sabemos cómo protegerla.
La implicación era que él no. No había necesitado repetir que, aquella primera noche, Myron había dejado a Aimee sin haberla protegido. Pero lo estaba diciendo.
– Sé cómo eres, Myron.
– ¿Cómo soy?
– Quieres respuestas.
– ¿Tú no?
– Quiero que mi hija sea feliz y esté sana. Eso es más importante que las respuestas.
– ¿No quieres que lo pague el responsable?
– Seguramente fue Drew Van Dyne, y está muerto. ¿Qué más da? Sólo queremos que Aimee pueda dejar esto atrás. Tiene que ir a la universidad dentro de unos meses.
– Nadie deja de hablar de la universidad, como si fuera la panacea -dijo Myron-. Como si los primeros dieciocho años de tu vida no contaran.
– En cierto modo, no cuentan.
– Eso es una estupidez, Claire. ¿Y el bebé?
Claire volvió hacia la puerta.
– Con todo mi respeto, y pienses lo que pienses de nuestra decisión, no es asunto tuyo.
Myron asintió para sí mismo. En eso llevaba razón.
– Tu parte ha terminado -dijo otra vez con voz firme-. Gracias por lo que has hecho. Tengo que volver con ella.
Luego le cerró la puerta.