Una semana después, Myron estaba sentado en el Baumgart's Restaurant con el detective Lance Banner de la policía y la investigadora Loren Muse del condado de Essex. Myron había pedido el pollo Kung Pao. Banner, el pescado chino especial. Muse, un bocadillo de queso caliente.
– ¿Queso caliente en un restaurante chino? -dijo Myron.
Loren Muse se encogió de hombros a medio bocado.
Banner comía con palillos.
– Jake Wolf alega defensa propia -dijo-. Afirma que Drew Van Dyne le apuntó con una pistola. Dice que le amenazó como un loco.
– ¿Qué clase de amenazas?
– Van Dyne decía que Wolf le había hecho daño a Aimee Biel, o algo así. Los dos son un poco vagos en este punto.
– ¿Los dos?
– La testigo estrella de Jake Wolf. Su esposa, Lorraine.
– Aquella noche -dijo Myron- Lorraine nos dijo que era ella quien había apretado el gatillo.
– Yo creo que lo hizo. Le hicimos la prueba de la pólvora a Jake Wolf y estaba limpio.
– ¿Se la hicisteis a la esposa?
– Se negó -dijo Banner-. Jake Wolf se lo prohibió.
– ¿Está cargando con la culpa de su esposa?
Banner miró a Loren Muse. Ella asintió lentamente.
– ¿Qué? -preguntó Myron.
– Ya llegaremos a eso.
– ¿Llegaremos a qué?
– Mira, Myron, creo que tienes razón -dijo Banner-. Jake Wolf quiere cargar con la culpa de toda la familia. Por una parte, alega defensa propia. Hay algunas pruebas que lo respaldan. Van Dyne tenía su historial. Además llevaba una pistola registrada a su nombre. Por otro lado, Jake Wolf está dispuesto a cumplir condena a cambio de que se libren su esposa y su hijo.
– ¿Su hijo?
– Quiere una garantía de que su hijo irá a Dartmouth y quedará libre de cualquier acusación, incluida cualquier relación con el tiroteo, el escándalo de las trampas y su vinculación a Van Dyne y las drogas.
– Bien -dijo Myron. Era lógico. Jake Wolf era un patán, pero Myron había visto cómo miraba a su hijo en la fiesta de graduación-. Sigue intentando asegurar el futuro de Randy.
– Eso.
– ¿Podrá?
– No lo sé -dijo Banner-. El fiscal no tiene jurisdicción sobre Dartmouth. Si quieren retirar su admisión, pueden hacerlo y es probable que lo hagan.
– Lo que está haciendo Jake -dijo Myron- es casi admirable.
– Aunque tortuoso -añadió Banner.
Myron miró a Loren Muse.
– Estás muy callada.
– Porque creo que Banner se equivoca.
Banner frunció el ceño.
– No me equivoco.
Loren dejó el bocadillo y se sacudió las migas de las manos.
– Para empezar, vas a meter a la persona equivocada en la cárcel. La prueba de los residuos de pólvora demuestra que Jake Wolf no disparó a Drew Van Dyne.
– Dice que llevaba guantes.
Ahora le tocó a Loren Muse fruncir el ceño.
– No va desencaminada -dijo Myron.
– Caramba, Myron, gracias.
– Oye, yo estoy de tu parte. Lorraine Wolf me dijo que había disparado a Drew Van Dyne. ¿No deberían juzgarla a ella?
Loren Muse se volvió hacia él.
– Yo no he dicho que creyera que fue Lorraine Wolf.
– ¿Disculpa?
– A veces la respuesta más obvia es la correcta.
Myron meneó la cabeza.
– No te sigo.
– Vuelve atrás un momento -dijo Loren Muse.
– ¿Cuándo?
– Edna Skylar en la calle de Nueva York.
– Vale.
– Tal vez lo entendimos bien desde el principio. Desde que ella nos llamó.
– Sigo sin entender.
– Edna Skylar confirmó lo que ya sabíamos, que Katie Rochester había huido. Y al principio, fue lo que pensamos de Aimee Biel también, ¿no?
– ¿Y?
Loren Muse no dijo nada.
– Espera un momento. ¿Crees que Aimee Biel huyó?
– Hay muchas preguntas sin respuesta -dijo Loren.
– Pues pregunta.
– ¿A quién?
– ¿Cómo que a quién? Pregunta a Aimee Biel.
– Lo hemos intentado. -Loren Muse sonrió-. El abogado de Aimee no nos deja hablar con ella.
Myron se echó hacia atrás.
– ¿No te parece raro?
– Sus padres quieren que se olvide de todo.
– ¿Por qué?
– Porque fue una experiencia traumática -dijo Myron.
Loren Muse se limitó a mirarle, lo mismo que Lance Banner.
– Te contó -dijo Loren- que la drogaron y la tuvieron en una cabaña de madera.
– ¿Qué pasa?
– Ese agujero hace aguas.
Myron notó un escalofrío en la nuca que bajó por su columna.
– ¿Qué agujero?
– Primero, la informadora anónima que me llamó, la que le vio paseando con Drew Van Dyne. Si habían secuestrado a Aimee, ¿cómo era posible eso?
– Tu testigo se equivocaba.
– Pues me dio la marca del coche y me describió a Drew Van Dyne con pelos y señales. No sé si se equivocaba.
– Los informadores anónimos no son fiables -dijo Myron.
– Bien, pasemos al agujero número dos, el aborto a altas horas de la noche. Lo comprobamos en el St. Barnabas. Nadie le dijo nada de notificarlo a los padres. Es más, no es verdad. La ley no es inamovible, pero en su caso da igual.
– Tiene dieciocho años -interrumpió Myron.
Dieciocho. Mayor de edad. La edad otra vez.
– Exacto. Y hay más.
Myron esperó.
– Agujero número tres: había huellas de Aimee en casa de Drew Van Dyne.
– Tuvieron una aventura. Es normal que estuvieran desde hacía unas semanas.
– Encontramos sus huellas en una lata de refresco, en la cocina. Myron no dijo nada, pero sintió que algo en su interior empezaba a soltarse.
– Hemos investigado a conciencia a todos tus sospechosos, Harry Davis, Jake Wolf y Drew Van Dyne. Y ninguno perpetró ese supuesto secuestro. -Loren Muse separó las manos-. Es como ese viejo axioma pero al revés. Cuando has eliminado todas las demás posibilidades tienes que volver a la primera, a la solución más obvia.
– Crees que Aimee se fugó.
Loren Muse se encogió de hombros y se agitó en la silla.
– Ahí la tienes, una jovencita desorientada, embarazada del hijo de un profesor. Su padre tiene una aventura. Se encuentra en medio de un escándalo. Debió de sentirse atrapada, ¿no crees?
Myron no pudo evitar asentir.
– No hay pruebas físicas, ninguna, de que fuera secuestrada. Y piénsalo bien, ¿para qué iban a hacerlo? ¿Cuál sería el motivo en un caso como éste? Los motivos normales son: primero la agresión sexual. Eso no sucedió según confirmó su médico. No hubo trauma físico ni sexual. ¿Por qué otra cosa secuestran a alguien? Por un rescate. Bien, tampoco eso sucedió.
Myron siguió en silencio. Era casi exactamente lo mismo que había dicho Erik. Si se quería silenciar a Aimee, no la secuestrarían, la matarían. Pero ella estaba viva. Ergo…
Loren Muse siguió pinchándole.
– ¿Tienes un motivo para ese secuestro, Myron?
– No -dijo-. Pero ¿qué me dices del cajero? ¿Cómo te lo explicas?
– ¿Que las dos chicas usaran el mismo?
– Sí.
– No lo sé -dijo-. Tal vez fue una coincidencia al fin y al cabo.
– Vamos, Muse.
– De acuerdo, bien, pues démosle la vuelta. -Le señaló-. ¿Cómo encaja la transacción del cajero en un escenario de secuestro? ¿Lo sabría Wolf, Davis, Van Dyne?
Myron entendió adónde quería ir a parar.
– Y otras cosas -añadió-. Como la llamada desde el teléfono del metro. O que se conectara.
– Todo lo cual encaja con que era una fugitiva -dijo Loren-. Si la hubieran secuestrado tal y como afirma ella, ¿por qué se arriesgarían a dejarla llamar o a conectarse a Internet?
Myron meneó la cabeza. Lo que decía tenía lógica, pero se negaba a aceptarlo.
– ¿Y así es como acaba esto? No es Davis, no es Wolf ni Van Dyne ni nadie. ¿Simplemente se largó?
Loren Muse y Lance Banner intercambiaron otra mirada.
Entonces dijo Lance Banner:
– Sí, ésta es la teoría que se sostiene. Y recuerda: no hay ley contra lo que hizo, aunque haya heridos o muertos. Huir no va contra la ley.
Loren Muse se quedó en silencio. A Myron no le gustó.
– ¿Qué? -soltó.
– Nada. Tal y como dice Banner, las pruebas señalan en ese sentido. Podría explicar también que los padres de Aimee no quieran que hablemos de ella. Ellos quieren ocultar su aventura, su embarazo, y, vaya, les guste o no, le echaron una mano con los cambios de expedientes. Así que es mejor silenciarlo todo. Hacer que parezca víctima en lugar de fugitiva. Es lo más lógico.
– ¿Pero?
Ella miró a Banner. Él suspiró y meneó la cabeza. Loren Muse empezó a jugar con el tenedor.
– Que tanto Jake como Lorraine Wolf querían cargar con la culpa de disparar a Drew Van Dyne.
– ¿Y?
– ¿No te parece raro?
– No. Acabamos de explicarlo. Lorraine le mató. Jake quiere cargar con ello con afán de protegerla.
– ¿Y que estuvieran limpiando las pruebas y trasladando el cadáver?
Myron se encogió de hombros.
– Sería una reacción natural.
– ¿Aunque mataras en defensa propia?
– En su caso, sí. Querían protegerlo todo. Si encuentran a Van Dyne muerto en su casa, aunque hubieran disparado en defensa propia, Randy saldría a la luz, las drogas, las trampas, todo.
Ella asintió.
– Ésa es la teoría y lo que cree Lance.
Myron intentó no parecer demasiado impaciente.
– ¿Pero?
– Pero quizá no fuera lo que pasó. Puede que Jake y Lorraine volvieran a casa y se encontraran el cadáver.
Myron dejó de respirar. Hay algo dentro de cada uno que se puede doblar, se puede estirar, pero, de vez en cuando, sientes que estás tirando demasiado. Si lo sueltas, te romperás por dentro, te partirás en dos. Lo sabes. Myron conocía a Aimee de toda la vida. Y ahora mismo, si acertaba adónde quería ir a parar Loren Muse, estaba a punto de partirse.
– ¿De qué diablos estás hablando?
– Quizá los Wolf volvieran a casa y vieran el cadáver suponiendo que había sido Randy. -Se acercó más-. Van Dyne era el camello de Randy y le había robado a la novia. O sea que quizá los padres vieran el cadáver y supusieran que Randy le había disparado. Tal vez se asustaran y metieran el cadáver en el coche.
– Entonces, ¿crees que Randy mató a Drew Van Dyne?
– No. He dicho que eso era lo que suponían ellos. Randy tiene coartada.
– Entonces ¿qué?
– Si a Aimee Biel no la hubieran secuestrado -dijo Muse-, si huyó y se quedó con Drew Van Dyne, estaba con él en la casa. Y quizá, sólo quizá, nuestra asustada Aimee quiso olvidarse de todo. Tal vez deseaba ir a la universidad, seguir adelante y cortar todas las ataduras, salvo que ese hombre no se lo permitiera…
Myron cerró los ojos. Aquella cosita en su interior estaba muy tirante. Respiró hondo y meneó la cabeza.
– Te equivocas.
Ella se encogió de hombros.
– Seguramente.
– Conozco a esa chica de toda la vida.
– Lo sé, Myron. Es una jovencita encantadora. Pero hay jovencitas encantadoras que también son asesinas, ¿o no?
Pensó en Aimee Biel y cómo se había reído de él en el sótano. Cómo se encaramaba a las barras del parque cuando tenía tres años. La recordó soplando las velas en su fiesta de cumpleaños. Recordó haberla visto jugar en el patio de la escuela yendo a octavo. Lo recordó todo y sintió que empezaba a enfurecerse.
– Te equivocas -repitió.
Esperó en la acera del otro lado de la calle, frente a la casa.
Erik salió el primero. Su cara era triste y tensa. Aimee y Claire salieron detrás. Myron se quedó mirando. Aimee le vio la primera. Le sonrió y le saludó con la mano. Myron estudió su sonrisa. Le parecía igual que siempre, la misma sonrisa que había visto en el patio del parque cuando tenía tres años, la misma que había visto en el sótano hacía unas semanas.
No había nada diferente.
Pero sintió un escalofrío.
Miró a Erik y después a Claire. Sus ojos eran duros, protectores, pero había algo más, algo más allá del agotamiento y la rendición, algo primitivo e instintivo. Erik y Claire caminaban al lado de su hija, pero no la tocaban. En eso se fijó Myron. No tocaban a su propia hija.
– ¡Hola, Myron! -gritó Aimee.
– Hola.
Aimee cruzó corriendo la calle. Sus padres no se movieron. Myron tampoco. Aimee le dio un abrazo y casi lo hizo caer. Myron intentó devolvérselo pero no fue capaz. Aimee le estrechó más fuerte.
– Gracias -susurró.
Él no dijo nada. Su abrazo era como siempre, cálido y fuerte, igual que los de antes.
Pero él quiso que acabara.
Sintió que el corazón se le hundía y se le hacía pedazos. Que Dios le perdonara, sólo quería que le soltara y se apartara de él. Que esa chica a la que había querido tanto se fuera. La cogió de los hombros y la apartó suavemente.
Claire ya estaba detrás de ella y dijo a Myron:
– Tenemos prisa. Pronto nos veremos.
Asintió. Las dos mujeres se alejaron caminando. Erik esperaba en el coche. Myron los miró. Claire iba al lado de su hija, pero no la tocaba. Erik y Claire se miraron, sin hablar. Aimee se sentó atrás y ellos dos delante. Era normal, pensó Myron, pero siguió pareciéndole que querían mantener la distancia con Aimee, como si se preguntaran sobre la desconocida que vivía ahora con ellos. Claire se volvió y le miró.
«Ya lo saben», pensó Myron.
Myron vio alejarse el coche. Y mientras desaparecía calle abajo, se dio cuenta de que no había mantenido su promesa. No les había devuelto a su hija.
Aquella hija había desaparecido.