CAPÍTULO 13

Se sentía en el paraíso. Rachael se sumergió en el agua para mojarse la cabeza. Hace semanas que no se sentía tan limpia, sobre todo, después de sólo tomar insatisfactorios baños de esponja, obligada por la infección que había minado su cuerpo. Emergió y buscó a Rio, tratando ocultar su alegría. Su experiencia, al pelear con el leopardo fue tan penosa que no habían hablado mucho sobre ello. Parecía haber envejecido, ahora las líneas en su cara eran más profundas, y sus ojos estaban rodeados por oscuras sombras.

Él le pasó shampoo por el cabello.

– Te ves contenta.

– Nunca creí que un baño se sintiera tan bien. Lo que fuera que Tama haya ungido en mi pierna resulto ser milagroso. No puedo creer como disminuyó hinchazón y estoy segura que también ayudó a que las dolorosas heridas se curaran. Estaban supurando mucho pero ahora ya no. Me siento mucho mejor.

– Bien -Con la punta de los dedos frotó su cabeza en un lento masaje-. Fritz ha regresado. Se coló dentro cuando estaba calentando el agua. Le observé meterse debajo de la cama.

– ¿Y qué hay acerca de Franz? -Quería gemir de éxtasis. Los masajes que le estaba proporcionando eran mágicos-. Estoy preocupada de que no lo hayamos visto.

– Nos siguió a través del bosque. Estaba en el follaje. Vendrá cuando esté listo.

– Deberías habérmelo señalado. Tengo que mantenerme más alerta -Le sonrió a través del shampoo-. Ves, si fuera un leopardo, me hubiera dado cuenta.

– Lo esperaba, y nosotros viajamos juntos todo el tiempo. Estoy familiarizado con su comportamiento. Los leopardos incluso suelen usar más de una vez el mismo escondrijo para la comida, facilitando a los cazadores furtivos la tarea de destruirlos. Tenemos que luchar contra el instinto de establecer pautas de comportamiento. Todos tenemos esa tendencia y en un negocio como el nuestro, puede significar un suicidio. Trato de no usar el mismo camino dos veces. Nunca uso la misma ruta de escape más de una vez. No vuelvo a mi casa por el mismo camino. Tengo que asegurarme de tenerlo presente todo el tiempo.

Rachael se sumergió debajo del agua para aclararse el cabello. No se sentía felina en ese momento, adoraba el agua, cuanto más caliente mejor. Quería permanecer en el baño el mayor tiempo posible. Estaba empezando a darse cuenta de que tomar un baño era un lujo. Cuando emergió, enjugándose los ojos, sintió crepitar la radio.

– Pensé que estaba rota. ¿No le disparé?

– Drake me dejó la suya -Tomó la pequeña radio portátil y escuchó el gorjeo de voces distorsionadas-. Piensan que encontraron el campamento correcto. Van a entrar pronto, probablemente después de medianoche.

Pudo leer la ansiedad en su voz.

– Te quedaste rezagado a causa mía, ¿verdad? Rio, si necesitas ir con ellos, entonces ve. Estoy perfectamente bien sola. Tengo armas aquí. Sabes que sé usarlas.

– Es más que eso, Rachael. Siempre estás asumiendo responsabilidades que no te corresponden. Yo tomo mis propias decisiones, lo mismo que tú. Quería quedarme contigo.

– Porque no confías del todo en ellos.

Se encogió.

– Tal vez por el momento no lo hago, no en lo que se refiere a ti. Si los ancianos de tu aldea contactan con los de la mía y les piden ayuda para llevar a cabo una sentencia de muerte, es posible que lo ancianos de aquí accedan. No te conocen y nuestras leyes son muy estrictas. Algunos pueden ser muy severos.

– Tú realmente crees que tengo una especie de habilidad para cambiar mi cuerpo, ¿verdad? No puedo cambiar de forma. Pensé en ello y traté de hacerlo, sólo para ver si estabas en lo cierto, pero no paso nada. Todavía sigo siendo yo.

– Sólo escúchame por un momento, Rachael. Supón que tu madre te alejó a ti y a tu hermano de la aldea. No quería alterar el balance de la aldea pero decidió que era demasiado joven para vivir el resto de su vida sola por lo que eligió renunciar a su herencia y vivir enteramente con su lado humano.

Rachael descansó la cabeza contra el fondo de la pequeña tina que había acarreado desde el cobertizo cerrado contiguo y la había llenado meticulosamente con agua que él había calentado. La oscuridad caía lentamente sobre el bosque. Las criaturas de la noche estaban volviendo a la vida.

– Supongo que puede haber pensado de esa forma.

– Conoció a tu padrastro.

– Antonio.

– Conoció a Antonio. Era apuesto, rico y muy agradable. La cortejó, se enamoró de él y se casaron. Su Estado estaba ubicado en el linde del bosque. Cada noche la llamaba. Noche tras noche. El Han Vol Dan, la manera del cambio, le susurraba y la tentaba. Finalmente empezó a escabullirse para correr libre en el bosque de la forma en que nuestra especie esta acostumbrada a hacerlo. Al despertarse Antonio cada noche encontraba que su esposa no estaba, que estaba sólo en la cama. ¿Qué supones que ese buen hombre pensaría? -Rio la ayudó a pararse y la envolvió en una toalla. Levantándola de la tina, se inclinó sobre ella, atrapando un hilo de agua que corría hacia abajo por su cuello, lamiéndolo- Pensaría lo que cualquier otro hombre supondría. Su esposa se escapaba de él. Y la seguiría.

Rachael se estremeció con el tono de su voz.

– Ok, no tienes por que añadir el toque dramático. Eres un hombre aterrador cuando quieres.

– Sólo estaba pensando en como me sentiría si pensara que te estas escapando de nuestra cama para encontrarte con otro hombre.

– Bueno deja de pensar en ello. Obviamente tienes una imaginación muy desarrollada, en caso de que no lo hayas notado tus garras están aflorando a través de la punta de tus dedos.

Miró con cierta sorpresa hacia abajo para comprobar que ella tenía razón. De sus manos emergían curvadas y afiladas navajas -gruesas, curvas y peligrosas- habían aparecido por sus fuertes emociones. Sus garras podían extenderse rápidamente a través de músculos, ligamentos y tendones cuando era necesario o ser retraídas cuando no estaban en uso. Su ceño dejo lugar a una seca sonrisa.

– No soy muy civilizado, ¿verdad?

– Supongo que no podemos apartar la selva del hombre

– Pero no estás asustada de mí, sestrilla, eso en sí mismo debe significar algo. Cualquier mujer normal estaría aterrada de ver garras en un hombre.

Ella se sentó en el extremo de la cama, con una sonrisa asomando a sus ojos.

– ¿Estás diciendo que no soy normal? Creo que ya te las has arreglado para mencionar ese hecho en un par de ocasiones. Es similar al viejo dicho, “la sartén le dijo al cazo, apártate que me tiznas”. En comparación, soy perfectamente normal.

– Yo pienso que lo que soy es perfectamente normal, Rachael, y estoy cada vez más convencido que tú eres como yo. Creo que tu padrastro vio como tu madre cambiaba de forma. Como la amaba no le importó. Hasta puede haber pensado que era extraordinario. Pero si los ancianos de su aldea se dieron cuenta de que él sabía, que un humano sabía, podrían haberla hecho desaparecer o peor, sentenciarlo a muerte.

– Kim y Tama lo saben.

– Ellos son hombres de la tribu. Viven en el bosque y tienen un profundo respeto por la naturaleza y las otras especies. No todos los hombres piensan de la misma forma.

– Así que mi padrastro nos saca de allí furtivamente hacia la ciudad y emigramos a los Estados Unidos.

Obviamente no se daba cuenta el verdadero significado de esa frase. Su padrastro se había preocupado por su familia, al intentar sacarlos de ese lugar y llevarlos a los Estados Unidos.

– Donde tenía familia y tierras en Florida al final de las Everglades. Y donde tu madre podía continuar con sus correrías nocturnas sin temer represalias. Pienso que se mudó para proteger a tu familia -La observó de cerca, con una aguda y penetrante inteligencia brillando en sus ojos.

Ella apartó la cara, dejó caer la toalla y alcanzó una camisa.

– Bueno no hizo un buen trabajo protegiéndonos. O a si mismo. Su única familia no fue muy acogedora. No en el bosque pluvial y definitivamente no en los Estados Unidos. Son probablemente tan rígidos o aún más que tus ancianos. Estás tras la pista errónea, Rio.

– Tal vez, es posible. ¿Su familia no los aceptó a tu hermano y a ti?

Ella se encogió de hombros casualmente… Demasiado casualmente.

– Al principio pretendieron hacerlo.

– Venía de una familia adinerada -conjeturó Rio.

– Tenía dinero. Mucho. Al menos su familia lo tenía.

– ¿Qué familia? ¿Era dueño de las tierras cerca del bosque, o éste pertenecía a su familia?

– Era de él y de su hermano -Habló con una voz sin inflexiones, pero podía sentir su disgusto. Hasta repugnancia. Era casi tangible entre ellos en la habitación- Compartían todas sus casas, incluso las que tenían en los Estados Unidos.

El radar de Rio se apagó inmediatamente.

– Entonces eran muy ricos. Realmente podían permitirse ofrecer una recompensa de un millón de dólares. Rachael, ¿se te ha ocurrido pensar que la recompensa sólo será pagada si tú regresas con vida? El francotirador te quería muerta. ¿Podría ser que hubiera dos facciones trabajando aquí?

Volvió la cabeza para mirarlo, con alguna emoción vibrando en la profundidad de sus ojos.

– Eso no se me había ocurrido.

– Así que es posible.

Rachael asintió reluctantemente.

– Si. Y ambos bandos tienen una gran cantidad de dinero. Mi hermano y yo heredamos la parte de mi padrastro de las tierras y su parte del negocio.

– ¿Cómo murieron tu padrastro y tu madre?

– Fueron ejecutados. El reporte oficial de la policía decía que habían sido asesinados.

– Entonces se llevaron a cabo autopsias.

Ella sacudió la cabeza.

– Los cuerpos desaparecieron de la morgue. Fueron robados. Hubo un gran escándalo. Todavía era joven y fue aterrador para mí.

– ¿Entonces adonde fueron tu hermano y tú cuando murieron tus padres?

Sus hombros estaban rígidos.

– Con nuestro tío, el hermano de mi padrastro. Compartía las haciendas y los negocios y nos acogió.

– Entonces debe ser tu tío el que está pagando para mantenerte a salvo o el que te quiere muerta.

– Nunca pagaría para mantenerme a salvo -Luchó para que la amargura no le robara la voz-. ¿Por qué estamos hablando de esto, Rio? Sólo pensar en él hace que se me erice la piel. Abandoné ese lugar. Dejé a esas personas. No las quiero aquí en esta casa con nosotros.

– Tu hermano es una parte de ti, Rachael. Puedo ver que lo amas. Se nota en tu voz cuando hablas de él. Tarde o temprano tienes que resolver este asunto.

– Obviamente te preocupas de los ancianos de tu aldea, pero ellos te hicieron desaparecer de sus vidas. Puedo amar a mi hermano y saber que represento una responsabilidad para él y que es mejor que no ande cerca de él. Es mejor para los dos.

El golpeteo la pared con un dedo.

– ¿Por qué? ¿Qué has hecho que haga que él esté mejor sin ti?

Súbitamente su mirada se volvió fría cuando lo miró.

– No hablo de mi hermano con nadie, Rio. No es seguro para ti, para mi o para él. Si no puedes aceptar eso…

– No te pongas tensa conmigo otra vez. Hice una pregunta perfectamente razonable.

Observó el calor brillando en sus ojos.

– No creo que nadie con un temperamento como el tuyo pueda decir que yo estoy tensa. Estoy hambrienta, no tensa.

Sus cejas se dispararon hacia arriba.

– ¿Sabes cocinar?

Ella lo miró.

– Soy una excelente cocinera. Quise actuar educadamente y no meterme en tu camino. Me di cuenta que tienes cierta tendencia a ser muy territorial.

Antes de que pudiera contestarle, la radio volvió a crepitar. Rio se giró y se apuró a cruzar la habitación para agarrarla. Hubo un momento de silencio.

– Es una fuga. Tenemos una fuga.

Hubo más estática y más palabras que Rachael no pudo entender.

– ¿Qué están diciendo?

– Estoy escuchándolos hablar entre ellos. Van a entrar a sacar a las víctimas. Tienen que entrar como fantasmas. Con uno, es agarrarlo y salir, pero estamos hablando de varias víctimas. Es seguro que alguno entre en pánico y eso es lo que lo hace tan peligroso.

– ¿Qué pasa si alguien entra en pánico? -Podía sentir la tensión aumentando en la habitación. Rio paseaba adelante y atrás inquieto dando pasos rápidos. Ella lo observaba desde la seguridad de la cama. Parecía flotar a través del piso de la habitación, cada paso tan gracioso y fluido como un gato de la jungla. Y era igual que si estuviera enjaulado allí en la casa con ella.

Rio hizo una pausa al lado de su rifle, pasó una mano sobre el cañón.

– Aquí es donde puede ponerse feo. Será mejor que Conner esté cuidándolos -dijo con un tono bajo, casi hablando para sí mismo.

– Este Conner está haciendo tu trabajo, ¿es eso? ¿Qué es lo que acostumbras a hacer exactamente?

– Los protejo. Puedo darle a un pájaro en un ala con el viento en contra. Así que me tiendo por encima de ellos donde pueda divisar el campo entero y mantengo a los bandidos alejados de ellos. Les proveo de disparos de cobertura e intensifico el fuego cuando se están retirando. Nos diseminamos, cada hombre tiene asignada una tarea, llevando a las víctimas hacia el bosque. Drake usualmente los conduce al helicóptero mientras el resto del equipo se dispersa en distintas direcciones. Yo atraigo a los bandidos hacia mí. Abro fuego pesado y los mantengo ocupados siguiéndome hasta que tengo noticias de que cada miembro del equipo está a salvo y que podemos dejar nuestras posiciones.

– ¿Los bandidos te persiguen a través del bosque?

Le sonrió, una pequeña, traviesa sonrisa de muchacho.

– Varios bosques. No hay cosas tales como límites o ríos o lugares a los que no podamos ir. Tenemos que ser algo cuidadosos en sus territorios. Son como ratas, pueden meterse bajo tierra en su laberinto de túneles en los campos. Es por eso que los guiamos hacia el bosque. Nos dispersamos, los hombres cambian de forma y yo me convierto en la única esperanza para los bandidos de tomar revancha.

Ella estaba furiosa otra vez con los ancianos. Tanto que hizo una pelota con la almohada entre sus manos y la arrojó contra la pared en una pequeña muestra de temperamento.

– Se aprovechan de ti, Rio. Estás arriesgando tu vida para ayudarlos a escapar.

Sestrilla, no es así. Los otros arriesgan sus vidas introduciéndose en el campamento mientras que yo permanezco a salvo a una milla de distancia. Todos asumimos riesgos. Todos estamos en peligro cuando los cazadores furtivos entran en nuestro territorio y tratan de matar a especies en extinción. Es lo que hacemos, lo que somos. Deseo hacer lo que hago.

– Y los ancianos se sientan a contar el dinero que les llevan. Apuesto que no hay riesgo para ellos. Simplemente te envían allí afuera, llenando tu cabeza acerca de realizar buenas obras y cubrir necesidades y se sienten afortunados de que estés dispuesto a arriesgar tu vida por la causa.

– Realmente estás enojada -Lo estaba. Podía ver que su cuerpo estaba temblando. Más que eso, ella estaba cerca otra vez. Podía sentir la súbita tensión, el salvaje poder en la habitación, enjaulado pero buscando la liberación. Exudaba una fuerte llamada sensual.

– Detesto a ese tipo de gente. Dictan reglas para todo el resto del mundo y luego se sientan tranquilos y a salvo dirigiéndolo todo, tomando decisiones de vida o muerte sobre la gente y cosechando las recompensas monetarias.

No estaba hablando de los ancianos de la aldea. Rio permaneció en silencio, esperando a ver si podía continuar, pero se levantó de la cama y se acercó a la puerta abriéndola para mirar hacia afuera al bosque que la llamaba.

Toda la charla acerca del mítico Han Vol Dan, de su madre huyendo para ser libre, la hizo ansiar la misma libertad. Poder ser alguien más, aunque fuera por unos pocos minutos, algo diferente, con más control, más libertad. Poseer la habilidad para correr por las ramas de los árboles. Extendió los brazos para abrazar la idea. Muy dentro de ella se sentía llena de poder. Algo indomable. Salvaje. Algo que deseaba que lo liberaran. El fuego corrió por su torrente sanguíneo y algo vivo se movió por debajo de su piel. Sus dedos se curvaron. Le dolió la cara. Los huesos se resquebrajaron y chasquearon.

– ¡No! -dijo Rio bruscamente, la tomó por el hombro y la apartó de un tirón alejándola de la puerta, de regreso a la seguridad de la casa. Envolvió los brazos alrededor de su cintura como si quisiera anclarla a él- ¿Qué crees que estás haciendo?

– No lo sé -No lo miró a la cara. Sólo podía mirar a la tentación que suponían los árboles, el follaje ondulante y el grueso dosel de hojas. Hasta la lluvia parecía llamarla con su ritmo regular- ¿Qué estoy haciendo, Rio?

– Tu pierna aún no está lo suficientemente curada para esto. Nunca sobreviviría el cambio sin lastimarse todavía más. No puedes dejarte llevar por ello aún.

– ¿Es posible parar? Si está en mí, ¿No saldrá a la luz como te pasa a ti? -Aparentemente, estaba calmada, pero por dentro estaba empezando a sentir una mezcla de excitación y miedo. Olió el viento y pudo entender el mensaje que transportaba. Pudo oír las notas que se elevaban del follaje y conocía la canción. Podía ver pequeños lagartos, insectos, una mantis religiosa, escondidos entre las hojas de los árboles como si fueran brillantes imágenes.

La radio que Rio tenía en la mano crepitó, seguida de una ráfaga de estática.

– Estamos adentro. Estamos adentro -la voz era apenas un susurro.

Rachael sabía que la radio era importante. Podía oír la tensión en la voz. Podía sentirla en Rio, pero el salvajismo en ella estaba floreciendo, extendiéndose como un calor salvaje a través de su cuerpo. Con él vino la visión como si nunca lo hubiera sabido. Imágenes termales ondas de rojos y amarillos mientras miraba hacia afuera a la oscuridad. La noche había caído por completo, la fantasmal niebla inundaba el bosque una vez más. Blancas extensiones iban a la deriva deslizándose entre los árboles. Parecían lazos blancos. Inhaló fuertemente y atrayendo el aroma de la noche hacia sus pulmones.

– Maldición, Rachael, voy a cerrar la puerta -Rio se inclinó para verle la cara- Tus ojos están cambiando, tus pupilas se están dilatando. Debes luchar contra ello.

Rachael parpadeó hacia él. La voz de Rio tenía un toque de urgencia, preocupado. Le sonrió para asegurarle que no estaba asustada. Bueno, quizás un poco, pero era una buena clase de miedo. Quería alcanzar esa otra parte de si misma. La sentía fuerte ahora, decidida, creciendo dentro de ella. Podía sacudirse la angustia y el dolor y sentir la pura alegría de vivir libre. Sin responsabilidades. Sin ataduras. No existiría nada más que estar viva y abierta a los sonidos y esencias de la naturaleza.

La tentación era tan fuerte que se deshizo de Rio para dirigirse hacia la puerta nuevamente. Las manos de Rio casi aplastaron sus hombros.

– Rachael, mírame -la atrajo hacia sus brazos, sosteniéndola fuertemente contra su pecho. Podía sentir el descontrol creciendo en ella, veía como lo miraba con ojos que ya no eran enteramente humanos-. Lucha con ello. Quédate conmigo, ahora. No puedes arriesgarte a cambiar con tu pierna en tan mal estado. No la primera vez.

La besó. Fue lo único que pudo pensar en hacer cuando ella se le estaba escurriendo lejos. Se veía tan atractiva, una tentación del bosque pluvial. En el momento que su boca se ajustó a la de ella, le pasó los brazos por el cuello, y presionó su cuerpo contra el de él por lo que simplemente se fundieron juntos. En el calor del bosque su piel se sentía como terciopelo caliente, deslizándose y frotándose contra él haciendo que la fricción trajera su propio calor y excitación. Los dedos se perdieron en su cabello, apretándose allí en un puño para sostenerla mientras la besaba vorazmente. Devorándola. Olvidándolo todo excepto la sensación de su boca, su sabor

Rachael sentía que había pasado de un sueño a otro. El salvajismo en su interior se calmó para dar paso a otro tipo de frenesí. Una pasión desenfrenada, indomable la inundó y se derramó hacia este hombre. El único hombre. Había pensado en dejarlo ir. Había pensado en protegerlo y dejarlo atrás. Nunca pasaría. Era parte de ella como su propia cabeza. Cuando estaban juntos había magia, amor gozoso. Era un ideal tonto y simplista, pero con Rio funcionaba.

Rachael levantó la cabeza para mirarlo, para memorizar su cara, rasgo por rasgo. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que pestañear para apartarlas.

– Eres tan hermoso, Rio -le dolía la garganta y sus ojos ardieron con el amor brotando de ellos como si fuera una fuente.

– Siempre me dices que soy hermoso. No se supone que los hombres sean hermosos.

– Quizás no se supone que lo seas, pero lo eres. Nunca estuve con un hombre como tú antes -Trazó las líneas de su rostro con la punta de los dedos, acariciando su boca. Lo miró a los ojos y sonrió-. No es sólo a causa de tu cuerpo perfecto, Rio, eres un hombre muy bueno.

¿Cómo podía una mujer desarmar a un hombre con unas pocas palabras? Tal vez fuera la honestidad de su expresión o el amor en sus ojos.

– Rachael -Su nombre salió en un áspero susurro. No podía controlar su propia voz.

La radio zumbó a la vida. Podía escucharse el sonido de disparos en cortas ráfagas. Alguien gritó. Se desató el infierno.

– Joshua está herido. Conner está tratando de cubrir a Drake y a sus competidores. Maldición. Maldición -más estática.

Rachael estaba observando atentamente la cara de Rio. Toda expresión desapareció trocándose en una máscara severa.

– ¿Cuan lejos están ellos? ¿A cuantas millas?

La miró, parpadeo, la besó fuerte en la boca y se dio la vuelta para alcanzar el rifle. Rachael le tendió los dos cuchillos que estaban sobre el mostrador.

– Rachael -dudó en la puerta, con la radio en la mano.

– Sólo vete. Apúrate. Esto es a lo que te dedicas. Estaré bien aquí con Fritz.

Rio se dio la vuelta y se marchó. No lo sintió en el porche. No escuchó absolutamente nada. Era tan silencioso en su forma humana como lo era en su forma de gato. Rachael rengueó hasta el pequeño mostrador. Fritz sacó la cabeza desde debajo de la cama y la observó. Le sonrió al pequeño leopardo.

– Bien podría tratar de averiguar como funciona todo esto.

Rio podía oír a Rachael murmurarle suavemente al gato. Se encogió para colocarse los arneses y antes de saltar hacia la siguiente rama ubico las armas de forma de tener un fácil acceso a ellas. Utilizaba lianas para balancearse hacia las ramas de los árboles más cercanos, y cuando tocó el suelo del bosque continuó con su carrera. Corrió a través de riachuelos y lechos de arroyos, impulsándose a si mismo sobre los muelles usando lianas y nuevamente volvió a trepar a los árboles para desplazarse por ellos.

– Estoy llegando desde el sur -se reportó a la radio.

– Ve a por Joshua, está huyendo y fue herido, por lo que está dejando un rastro. Conner está vigilando a los competidores. El equipo se esta dispersando para dejar huellas -La voz de Drake le llegó a través de un montón de estática y respiración agitada.

– Yo interceptaré. ¿Quién está con Josh?

– Está solo. Apúrate, Rio.

– Dile que se dirija hacia mí. Yo lo encontraré.

Mantenían las transmisiones breves y hablaban en su propio dialecto, el que sería virtualmente imposible de traducir a cualquiera que pudiera estar escuchando. Sólo los miembros de su especie hablaban la gutural mezcla de tonos y palabras. Era una de sus grandes ventajas cuando estaban en una misión.

Rio cubrió varias millas en tiempo record, aprovechando las cortas emisiones de estática de Drake para guiarse. Tenía que llegar a Joshua antes que Tomas o uno de sus hombres. Joshua estaba en problemas, herido y solo. Se necesitaban todos los demás miembros del equipo para sacar la mayor cantidad de victimas y llevarlas a un lugar seguro.

Sintió el sonido de disparos haciendo eco en los árboles. Blanca neblina rodeaba el follaje mientras se impulsaba a si mismo a través de las ramas. Se vio forzado a aminorar la marcha para cruzar el río, usando una ruta precaria, dos ramas bajas y una liana. Cuando pasaba de un árbol a otro, casi pierde pie, viéndose obligado a transformar sus manos en garras para poder aferrarse a la corteza. El tronco era ancho con multitud de plantas creciendo por el, que cubrían la corteza. Las ramas se elevaban hacia el cielo, buscando la luz del sol, pero el pesado follaje de los árboles más altos que se hallaban alrededor lo bloqueaban de la preciosa fuente causando que las extremidades del árbol se curvaran y las hojas se debilitaran. Se acható contra el tronco, con las garras enganchadas precariamente en la corteza al tiempo que escuchaba a dos bandidos que se encontraban debajo de él susurrándose uno al otro audiblemente.

Los dos hombres estaban resollando por haber corrido para adelantarse al tumulto con la esperanza de tenderles una emboscada. Concebían planes en su lengua nativa, haciendo frenéticos gestos, mirando todo el tiempo hacia atrás, al lugar desde donde provenían los sonidos de disparos.

Rio soltó el aliento lentamente mientras tanteaba con el pie buscando la rama más cercana. Deseando que no miraran hacia arriba. A la altura que se encontraba, podía sentir el viento rozándole la cara, pero abajo, en el suelo del bosque, el aire estaba completamente quieto y el sonido se trasladaba fácilmente. Utilizando los dedos de los pies se las ingenio para encontrar un lugar para apoyarse y se bajó, manteniendo sus garras enganchadas como un ancla mientras ganaba un punto de apoyo más firme. Mientras estaba en la rama, se inclinó sobre el tronco y deslizó el rifle a una posición adecuada, teniendo cuidado de no hacer crujir las hojas. Luego se quedó muy quieto, cada músculo trabado en posición de alerta como sólo su especie podía hacerlo. Esperando. Observando. Marcando a su presa.

Los bandidos no eran conscientes de su presencia. Se separaron, apartándose de la senda, uno de ellos se agacho detrás del frondoso follaje de los arbustos. El hombre sacudió con impaciencia una oruga que se hallaba sobre una hoja haciéndola caer sobre el tenue rastro. Rio no siguió el recorrido que tomó la oruga. Su mirada estaba fija sobre su presa. Deslizó una mano hacia su cuello para alcanzar el largo cuchillo de la vaina. El rifle permaneció completamente inmóvil, el cañón siempre apuntando al blanco, el dedo permaneció sobre el gatillo en todo momento. Rio sacó el cuchillo. Cuidando de no perder de vista al primer hombre, siguió el progreso del segundo, que se había movido hacia delante y lejos de la senda para treparse a las ramas bajas de un árbol frutal. Mientras trepaba, su bota arañó el liquen del tronco y el peso de su cuerpo, mientras se izaba a si mismo, hizo caer algunos frutos al suelo.

El viento cambió levemente, jugando con las hojas. Comenzó a llover nuevamente, una caída continua, que hizo que los dos bandidos maldijeran cuando las gotas empaparon sus ropas. Rio permaneció inmóvil, alto en las ramas sobre ellos. Le llegó el aroma de sangre fresca. Sintió el susurro de ropa rozando un arbusto. Eso más que nada fue lo que le indicó, que Joshua estaba mal herido. De haber podido, hubiera cambiado de forma, a efectos de aprovechar la fuerza y la rapidez del leopardo para poder irse a casa. En cambio, se estaba arrastrado a si mismo a través del bosque, usando los pasajes más fáciles y las sendas más abiertas.

Rio no esperó a ver a Joshua acercarse. Mantuvo sus ojos en los dos bandidos escondidos para tender la emboscada. El que estaba debajo de él bajo el rifle dos veces. Ato su bota. Se removió inquieto. El que estaba en el árbol sostenía su arma y observaba la senda. Rio mantuvo su rifle apuntando al bandido del árbol. En el momento que vio que el hombre levantaba el arma hacia su hombro, disparó.

Rio no esperó a ver el resultado de su puntería; arrojó el cuchillo al hombre que estaba debajo de él. Fue feo escuchar el sonido de gorgoteo, pero le indicó lo que necesitaba saber mientras cambiaba de posición, saltando hacia otra rama y mirando al primer bandido otra vez.

– Ha caído -dijo Joshua. Inclinándose agotado contra el tronco del árbol. La sangre empapaba su lado derecho-. Gracias Rio, es un placer verte. Me hubieran matado. No me queda mucha fuerza para pelear -Se deslizó por el árbol hacia abajo y se hundió en el suelo del bosque, sus piernas sobresaliendo debajo de él.

Rio se dejó caer al suelo e inspeccionó a los dos bandidos antes de ir hacia Joshua. El hombre había perdido demasiada sangre.

– Deberías haber colocado un vendaje de campo sobre esto.

– Traté. Pero no había tiempo. Estaban por todas partes. Sacamos a todos los que estaban allí. Uno de los hombres desapareció y nadie sabía que había pasado con él. El equipo se separó, cada uno llevando un competidor, y Conner debía cubrirlos -Miró hacia arriba a Rio-. Hirieron a Drake. No sé cuan gravemente.

Rio se puso rígido, forzándose a ser suave mientras trabajaba rápidamente sobre la herida.

– Me mandó hacia ti.

– Lo sé, lo escuché en la radio. Eso es típico de él. Tres se reportaron a salvo. Tú tenías la radio apagada. Traté de avisarte -Joshua empezó a inclinarse hacia un lado.

– Maldición, Josh, no te me mueras. Me enojaré mucho si lo haces -Rio juró bajo su aliento mientras trabajaba rápidamente en la herida para contener el flujo de sangre. El agujero de entrada era pequeño y limpio pero el agujero de salida había hecho un destrozo, un sangriento lío.

El viento lo golpeó en el hombro, trayéndole el olor de los cazadores. Un grupo de ellos, persiguiendo la sangre, que todavía estaba caliente en el rastro de Joshua. Se pondrían furiosos cuando encontraran muertos a los suyos tendidos en el medio de los arbustos.

– Josh, tengo que subirte a los árboles. No tengo elección. No quiero darte morfina, ya estás en shock.

– Haz lo que tengas que hacer -murmuró Joshua. Sus parpados aletearon, pero no fue capaz de encontrar la energía para abrir los ojos- Si tienes que dejarme, Rio, dame un arma. No quiero que Thomas ponga sus manos sobre mí.

– Cállate -dijo Rio bruscamente. Recuperó su cuchillo, y limpió el filo en las hojas de los árboles antes de devolverlo a su vaina- Vamos, los sabuesos se están acercando.

Joshua no emitió sonido cuando Rio lo cargó sobre su hombro como llevando a un hombre muerto. Rio deseaba que perdiera la conciencia. Los músculos de acero que corrían debajo de su piel serían necesarios, así como la enorme fuerza de los de su especie. Trepó al árbol, subiendo más alto de lo que le hubiera gustado pero más arriba hallaría mejor cobertura. No tendría la velocidad necesaria si viajaba a través de las ramas llevando el peso de Joshua, por lo que necesitaría sigilo y cubierta.

La lluvia continua se añadía a las complicaciones, haciendo que las ramas estuvieran resbalosas. En su camino perturbó a pájaros y lémures * que le dedicaron distintas tonadas. Las ardillas lo regañaron y una gruesa serpiente se desenroscó cuando accidentalmente la agarró para anclarse cuando se abría camino a lo largo de una rama alta con Joshua.

Estaba acercándose al río cuando, sin previo aviso, los pájaros se lanzaron al vuelo. Joshua se removió, pero la suave orden de Rio impidió que se moviera. Rio acomodó a Joshua en la conjunción de una gruesa rama, atascándolo de la forma en que un leopardo haría con su cena. Era el único árbol con suficiente follaje para ocultarlos. Había tenido la esperanza de estar del otro lado del río antes de que los bandidos los alcanzaran. Guardados allí tenía una polea y un cabestrillo que podrían ser de utilidad, pero tendría que dejar a Joshua para prepararlos. Se aseguró que no goteara sangre que pudiera delatar su posición. El rugido del río ahogaba casi cualquier sonido, pero no podía disimular las otras señales que le indicarían si alguien se acercaba.

– Thomas y su grupo se acercan, Josh. Debes permanecer en silencio y quedarte justo aquí, sin moverte.

Joshua asintió para hacerle ver que lo entendía.

– Creo que puedo sostener un arma.

Rio negó con la cabeza.

– No hay necesidad -se agachó al lado de Joshua y le controló el pulso. El hombre necesitaba atención médica lo más pronto posible. Empapados por la lluvia, con la ropa colgando de sus cuerpos, las botas friccionando las ampollas de su piel. Las condiciones eran miserables, pero Rio había estado en peores situaciones-Te llevaremos a casa -le aseguró a Joshua.

Rio no perdió tiempo vacilando. Dejando el rifle, fue por los árboles lo más rápidamente que pudo, apurándose para llegar antes que los bandidos. Se dejó caer en un claro sobre una rama baja y se zambulló en el río. Moviendo los brazos con fuertes y precisas brazadas, abriéndose camino por el río incluso con la corriente en contra tirando de él río abajo. Cuando llegó al otro lado, se arrastró hacia el muelle, rodó bajo una maraña de raíces que servían de contrafuerte y recogió el paquete que había escondido en un agujero del tronco.

Los bandidos habían salido del bosque al otro lado. Se dispersaron, examinando el terreno en busca de huellas. Uno estaba demasiado cerca del árbol donde había acomodado a Joshua. Josh estaba apenas conciente y un mal movimiento atraería instantáneamente la atención de los bandidos hacia él. Rio lenta y cuidadosamente sacó el rifle del refugio del árbol y lo tendió sobre una rama para afirmar la mano. Se encontraba en un pantano y si no se movía inmediatamente, el calor de su cuerpo atraería a las sanguijuelas en tropel.

Hizo tres disparos en rápida sucesión, tratando de herir a sus blancos en vez de matarlos. Thomas se vería forzado a llevar a sus hombres a cubierto en vez de seguir la persecución. Rio se arrastró rápidamente hacia atrás sobre su estómago, buscando una mayor cobertura entre los arbustos, tratando de mantener los árboles más grandes entre él y el río.

Los bandidos devolvieron el fuego, una rápida ráfaga de balas que mordieron la corteza de los árboles y escupieron hojas y agujas cerca de él. Se quedó muy quieto, para no revelar su posición mientras marcaba nuevos blancos.

Thomas no era tonto. Sabía a quien se enfrentaba. Se había enfrentado a la puntería de Rio muchas veces y no quería perder más hombres. Hizo señas para que sus hombres se agruparan detrás de la línea de los árboles. Desaparecieron tras ella llevándose a sus heridos. Muchos descargaron sus armas en una última demostración de furia, pero optaron por moverse en retirada antes de arriesgarse a cruzar el río al descubierto para perseguirlo. Podrían tratar de hacerlo más adelante río arriba, donde podrían hacerlo más resguardados, pero para ese entonces Rio esperaba estar con Joshua en lo profundo del bosque y en las manos de su gente.

Preocupado por la posibilidad de que hubieran dejado un francotirador esperándole, Rio se tomó su tiempo para salir del pantano. Mientras se arrastraba hacia el bosque, sintió la picadura de un par de sanguijuelas. Le tomó varios minutos remover las criaturas con el cuchillo. Al tiempo que recuperaba la polea y el cabestrillo del paquete y se levantaba, una bala pasó silbando cerca de su cabeza. Rio se tiró hacia un costado, examinando el área que lo rodeaba. Pensó que estaba bien escondido, pero su enemigo había adivinado hacia donde se había dirigido para evitar el terreno infectado de sanguijuelas.

La bala había fallado por unas pulgadas, evidentemente tenía mayores problemas aparte de las sanguijuelas. Tenía que cazar. El bandido sería paciente, se tendería allí y lo esperaría, sabiendo que pronto tendría que moverse. El río los separaba y Joshua estaba colgado de un árbol, herido y con una urgente necesidad de atención médica.

Bajo el refugio de varios gruesos árboles, Rio acomodó su ropa, doblándola ordenadamente y haciendo una pila con ella para ponerla sobre la rama de un árbol junto con sus botas. Cambió a su otra forma, dándole la bienvenida al poder dentro de él. La fuerza bruta. La perfecta máquina de caza. Audaz e ingenioso, altamente inteligente y astuto, el leopardo comenzó su acecho. Manteniéndose en la sombra de los árboles, el gran gato se dirigió río abajo, caminando sin hacer ruido, rápidamente a través de la vegetación. Mientras saltaba hacia las ramas bajas de un árbol que se hallaba en la orilla del río, el leopardo olió sangre y pólvora. El gato gruñó cuando el francotirador hizo fuego varias veces, barriendo el área donde había estado Rio.

El leopardo se precipitó dentro de una corriente rápida de agua, usando sus poderosos músculos para cruzar el río a nado hacia la otra orilla. El gato trepó al muelle, andando sigilosamente a través del espacio abierto, avanzando y deteniéndose, achatándose contra el suelo y ocultándose detrás de la cobertura que le brindaban los arbustos. Avanzó yardas, hasta que estuvo a una corta distancia del bandido.

El hombre se apuraba caminando rápidamente a través de los árboles, con toda su atención puesta del otro lado del río. Nunca vio al leopardo agachado a sólo unos pies de él. Nunca notó su rápido avance, sólo sintió el golpe, tan fuerte como el de un tren de carga, tirándolo hacia atrás con sus poderosas piernas y músculos. Lo golpeó tan violentamente que nunca llegó a sentir el aplastante peso de las mandíbulas que terminaron con su vida.

Rio luchó contra la naturaleza salvaje de la bestia, se apartó del embriagador aroma de la matanza y rápidamente cambió de forma. Todavía tenía que cruzar el agua con Joshua. Llevaría demasiado tiempo preparar la polea y el cabestrillo. Se apuró de regreso al hombre, agradecido de encontrarlo todavía con vida.

– Nos meteremos en el río, Josh; te llevaré de regreso a la aldea.

– No tienes que hacer eso, Rio. No te pongas en esa posición.

Rio lo cargó sobre su hombro.

– Me importa un comino lo que piensen de mi, Josh. Necesitas ayuda lo más pronto posible.

– ¿Perdiste tu ropa?

Rio sonrió, toda una muestra de dientes.

– Las dejé del otro lado del río en un árbol.

– Siempre fuiste un loco, Rio.

Rio sintió el absoluto cansancio de su voz. Joshua colgaba como un peso muerto, ni siquiera hacía el intento de agarrarse de él. Preocupado, Rio se precipitó dentro del río; usando cada resto de fuerza para luchar contra la corriente para llevarlos a los dos hasta el otro lado. Luego empezó a trotar.

Fue una jornada infernal, de pesadilla. El cuerpo de Joshua golpeaba contra Rio. Su roce desgarraba su piel. La lluvia los empapaba a los dos mientras transcurrían las millas. Rio empezó a cansarse, sentía las piernas de goma, sus pulmones ardían por la necesidad de aire. Sus pies, aunque curtidos y acostumbrados a viajar, estaban destrozados y sangrando. Le llevó varias horas y tuvo que detenerse tres veces para descansar, darle agua a Joshua y apretar el vendaje para que ejerciera presión sobre las heridas. Rio se tambaleó dentro de la aldea justo antes del amanecer, cansado, acalorado y empapado por la lluvia. Nadie salió de las casas, aunque sabían que estaba allí. La sangre de Joshua empapaba la piel de Rio en los lugares donde entraban en contacto sus cuerpos. La lluvia continuaba cayendo, lo hacía en una continua cascada que provocaba que se formara una neblina que se extendía entre Rio y las casas. Empezó a avanzar hacia la casa del único médico de allí. Un movimiento captó su atención. Los ancianos salieron a los porches, observándolo a través del aguacero.

Rio se detuvo por un momento, tambaleándose por el cansancio, sintiendo el enojo derramarse sobre él. La vergüenza. Volvía a tener veintidós años y se encontraba parado ante el consejo con la sangre de su madre y la del asesino de ésta en sus manos. Levantó la cabeza y apretó la mandíbula. Nunca lo aceptarían. Nunca querrían que la mancha de su vida contaminara la de ellos. Podía proteger a su gente, darles su parte del dinero, pero siempre tendría sangre en las manos y ellos nunca lo perdonarían. Su boca se endureció y cuadró los hombros. Sus ojos mostraban un fiero orgullo, su mandíbula fuerte y obstinada. No importaba si no era bienvenido en su aldea. No quería estar allí. Se rehusaba a creer que podía extrañar la interacción con otros de su especie.

Dentro de las casas comenzarían a susurrar. Siempre pasaba lo mismo si durante uno de sus viajes se veía obligado a entrometerse en su espacio. En cada una de esas ocasiones pensaba que iba a ser distinto, mejor… que lo aceptarían. Pero sus caras se mostraban duras, o las apartaban o simplemente lo miraban pasar como si no existiese. Apeló a sus últimos restos de fuerza para forzar a su cansado cuerpo a ponerse en movimiento y llevar a Joshua derecho a la casa del médico. Nunca le permitirían entrar, ni le hablarían. Aunque pensaran que la sangre en su cuerpo le pertenecía, no le harían preguntas ni intentarían ayudarlo. Estaba muerto para ellos.

Deliberadamente Rio subió las escaleras hacia el porche y depositó el cuerpo de Joshua sobre una silla que había allí. Cuando se volvía para partir, Joshua lo tomó por el brazo. Su agarre era débil pero lo mantuvo. Rio se dio la vuelta, se inclinó sobre él.

– Estás en casa ahora, estás a salvo.

– Gracias, Rio. Gracias por lo que hiciste.

Rio le agarró la mano por un momento, cubriendo el gesto con su cuerpo para que no reprendieran a Joshua en frente del consejo.

– Buena suerte, Josh.

Se volteó, derecho como una vara, bajó los escalones e hizo una pausa para permitir que su mirada se deslizara con desdén y arrogancia por la aldea. Para llenarse del familiar escenario. Algo se desgarró en su corazón, algo profundo y terrible. Su temperamento era una afilada espina, enterrándose en su estómago y ardiendo allí. Resueltamente dio la espalda a todos y caminó hacia el bosque donde pertenecía. Por un momento todo estuvo borroso alrededor de él. Pensó que era a causa de la lluvia, pero cuando pestañeó, su visión se aclaró y sus ojos ardían. Rio forzó el aire a entrar en sus pulmones y se dijo a si mismo que estaba vivo y en camino de regreso a Rachael y que eso era todo lo que importaba.

Загрузка...