Rio presionó más la hoja en la garganta de Elijah.
– Ella no va a ir a ninguna parte contigo -el tono de su voz era grave y contenía un gruñido amenazador-. Ni ahora, ni nunca.
– No Rio, no puedes herirle -protesto Rachael-, es mi hermano, Elijah.
Elijah no movió un solo músculo. Se quedó completametne quieto, notando el pinchazo de la hoja en su garganta. En vez de aflojar la presión al oir a Rachael, Rio apretó el brazo hasta convertirlo en una cinta de acero, apretándo cada vez más.
– Quédate donde estás Rachael. Este caballero y yo vamos fuera juntos. Si quieres seguir vivo, Elijah, procura moverte en total sincronización conmigo. Un movimiento en falso y estás muerto.
– Rio, ¿qué estás haciendo? -Rachael dio un paso hacia ellos.
El cuchillo hizo brotar sancgre. Elijah levantó la mano hacia su hermana, deteniendola al instante. Ella contempló con los ojos muy abiertos como los dos hombres se movían juntos hacia la puerta, retrocediendo hasta la veranda. Rachael les siguió a una distancia prudencial, con el corazón palpitando.
– Sé que vas armado.
– Si.
– ¿Dónde?
– Llevo un arma pequeña en la espalda. Otra atada en la pierna. Tengo un cuchillo en la manga y otro debajo del brazo izquierdo.
Rachael parpadeó. Miró al anciano, quien seguía sentado tranquilamente en el sofá como si estuvieran tomando el té. No tenía ni idea de que su hermano estuviese armado. ¿De donde sacaba tantas armas?
– Dame una buena razón para mantenerte con vida -las palabras eran apenas audibles, un amenazante susurro de muerte en la noche-. No pienses en Rachael para conseguirlo. Ella te quiere. A quien tienes que convencer es a mi, porque yo no te quiero.
Rio ignoró al viejo cuando se asomó en silencio a la veranda. Ya estaba desterrado, condenado para siempre por algo que nunca iba a poder arreglar. También podría hacer algo útil y acabar con las amenazas a la vida de Rachael, al mismo tiempo que iba acumulando delitos.
– Quiero a mi hermana -contestó Elijah en voz baja. El sonido de su voz era ronco-. No tienes por qué creerme.
– Tengo que hacerlo si voy a dejarte vivir. Racahel se merece una vida.
– Si, se lo merece. Yo no soy su enemigo.
Elijah era muy consciente de que el cuchilló no dudaría en cortarle la garganta. Había aprendido a tener paciencia en una dura escuela, sabiendo siempre que en algún momento se produciría un instante de distracción y podría actuar, pero nunca con un hombre como el que tenía en la espalda. La multitud de movimientos defensivos que había perfeccionado nunca funcionarían con ese apretón similar a un tuerca. Suspiró.
– Te daré dos motivos. La seguí hasta aquí para salvarle la vida. Y otro todavía mejor; si no me liberas, se va a enfadar contigo y entonces vas a lamentar no haberte quedado en tu forma animal.
Rio echó un vistazo a la puerta abierta donde Rachael se tapaba la boca con la mano. Parecía un poco impresionada pero no iba a durar demasiado tiempo. Sacudió la cabeza en una suplica silenciosa, con los ojos llenos de ansiedad.
Rio separó la cortante hoja de la navaja de la garganta de Elijah y se alejó un paso.
– Coloca todas tus armas en el suelo, delante de ti. Ten mucho cuidado, Elijah. Tú conoces a nuestra gente. Todo lo vemos como una caza. Ahora mismo, puedes considerarme un cazador.
Elijah, se quitó las armas con deliberada lentitud y las apiló cuidadosamente sobre la veranda. Rachael miró horrorizada el creciente montón.
– Mételos en la casa, sestrilla -dijo Rio manteniendo el tono de voz lo más tranquilo posible. Esperó hasta que ella hubo recogido las armas y los cuchillos y desaparecido en el interior de la casa-. Date la vuelta muy despacio.
Elijah se giró para quedar frente a Rio por primera vez. Se miraron fijamente uno al otro, dos machos fuertes de ojos helados y temperamento peligroso disimulado bajo una cuidada capa de civilización.
El hermano de Rachael habló primero.
– Soy Elijah Lospostos, el hermano de Rachael.
– Tú fuiste el que le puso el precio de un millón de dólares por su cabeza.
– Tuve que moverme rápido. Me imaginé que los funcionarios del gobierno y los bandidos, se esforzarían, cada cual por su lado, en mantenerla con vida. Nuestro tío iba a tener que usar a sus matones para cazarla. No iba a encontrar a nadie dispuesto a renunciar a tal cantidad de dinero matándola. Hice que fuera demasiado irresistible para renunciar a él. Nadie iba a matarla -ladeó la cabeza estudiando a Rio-. Te has olvidado de la ropa.
Rio se encogió de hombros sin dejar el cuchillo.
– Una mala costumbre que tengo. ¿Tienes café? Me gustaría beber algo.
Rachael pasó por delante de su hermano para rodear la cintura de Rio con el brazo.
– Tienes que sentarte. ¿Llegastes a tiempo?
Rio mantuvo su penetrante mirada en Elijah.
– Si. Se va a poner bien, Anciano.
Rachael no pudo por menos que sonreirle al anciano, pero él apartó la cara. Vio el brillo de las lágrimas en sus ojos y el temblor de sus manos cuando las levantó para secarselas.
– Gracias Rio -la voz fue ahogada, apenas audible.
– Es un buen chico.
Rachael urgió a Rio a ir hacia la puerta. Se tambaleaba de cansancio. Le enseñó los dientes a Elijah en algo parecido a una sonrisa y le indicó que entrara primero.
– Primero llama a los demás -dijo Elijah sin moverse-. Sé que están esperando.
Rachael prestó atención. Oyó los gemidos del viento. El ritmo de la lluvia.
– ¿Están dentro Fritz y Franz? -dirigió la pregunta hacia Rio- ¿Están esperando a que entre?
Rio le sonrió abiertamente. Su cara estaba pálida y el brillo del sudor le cubría la piel.
– Desde luego. A ellos también les gusta cazar.
– Muy gracioso. Llámalos.
Río emitió una serie de vocalizaciones. Rachael miró la cara de su hermano. Él fruncía el ceño. Clavó sus uñas en la piel desnuda del Rio.
– ¿Qué les has dicho exactamente?
– Que estén alerta -contestó Elijah- ¿Qué hacen esos dos cachorros? Nunca supe de pequeños entrenándose para la batalla.
Rachael puso los ojos en blanco.
– No pienses ni por un minuto que esas dos pequeñas semillas del demonio son cachorros. Son leopardos nublados adultos de malos modales, terrible carácter y mortíferos colmillos de sable.
– Parece como si te hubieras enfrentado a ellos -Elijah no se había movido. Miraba fijamente el oscuro interior de la casa pero se negaba a dar un paso dentro.
– Uno de ellos casi me arrancó la pierna. No seas crío -Intentaba no notar que a su hermano le sangraba la garganta. No se la había tocado ni una vez. Intentó no ver el cuchillo que todavía llevaba Rio en la mano, mirando sin parpadear el rostro de su hermano- Rio no te diría que entraras si no estuvieras a salvo -Intentó sonar convencida, pero su tono era más una pregunta que una afirmación.
– Sería una buena manera de deshacerse de mí sin sentirse culpable -dijo Elijah.
– No me sentiría culpable si me deshiciera de ti -contestó Rio despreocupadamente-. Entra.
Elijah suspiró y entró en la casa, obviamente en guardia. Era un cambia-forma, uno muy bueno, rápido y eficiente, debia haber llegado allí como un asesino, pero su ropa lo obstaculizaría, lo haría más lento cuando podría necesitar la velocidad contra dos leopardos de cincuenta libras. Vio los ojos brillar hacia él en la oscuridad. Los dos felinos se habían separado y esperaban pacientemente. Uno se agazapó, el otro estaba tumbado sobre su vientre, al lado de la silla. A la espera. Con las orejas separadas y gruñendo. Con los ojos brillantes.
Rio sintió los efectos de viajar tantas millas en tan poco tiempo. Le ardía el cuerpo de cansancio. No había tenido el tiempo necesario para recuperarse después de perder más sangre de la que podía permitirse. Franz le había llamado desde la distancia, alertándolo del peligro para Rachael. Se había bebió de golpe el zumo de naranja y habia salido precipitadamente, sin tiempo para descansar después de la pérdida de sangre. El viaje de regreso había sido una pesadilla, ahogado de terror. Llevó al leopardo a moverse al límite, corriendo durante millas incluso cuando el animal se quejaba por falta de aire.
– ¿Rio? -La voz de Rachael era de suave preocupación-. Ven a sentarte. Entre tu arsenal y el de mi hermano, tenemos bastantes armas para comenzar una guerra. Si viene cualquier vecino, aunque sea para pedir azúcar, sugiero que le peguemos un tiro.
– No podemos hacer eso -protestó Rio-, Tama va a venir preocupado buscando a su investigador extraviado.
Elijah se pasó la mano por el pelo.
– Esa guía es un incordio. Tuve que hacer que un par de mis hombres organizaran una catástrofe para conseguir que apartara los ojos de mí -Rodeó con cuidado una silla y se desplomó en el sofá.
– El garrote -pidió Rio mientras se ponía un par de vaqueros-, déjalo también.
Rachael enarcó las cejas.
– Elijah, no puedes llevar un garrote.
– Me olvidé de él -Elijah se quitó el collar que levaba al cuello. Se lo entregó a su hermana para que lo añadiera a la reciente reserva de armas.
Rachael soltó un exagerado suspiro.
– Están locos los dos.
– Probablemente -concedió Rio. Cogió el vaso que ella le entregaba y se bebió de un trago todo el contenido-. Aceptaré que Elijah no intentó matarte.
– Tony trabajaba para Armando -Se anticipó ella misma mientras hacia el café para no tener que mirarles a ninguno de los dos. Le temblaban las manos. Tenía las rodillas debiles. Llevaba mucho tiempo temiendo este momento y ahora no sabía como sentirse. Apenas confiaba en el alivio que la inundaba y tenía miedo de empezar a gritar alrededor de ambos-. Eso ya lo sabías. Elijah es un cambia-forma.
– De modo que por esa razón no podías acudir a la policía. La primera regla es mantenernos en nuestros dominios -Rio soltó el aliento despacio-. Y Armando usa cambia-formas como asesinos.
– Sobornó un par de cambia-formas en Sudamérica. O tal vez los chantajeó, no sé; es capaz de cualquier cosa. Podría haber amenazado con incendiar la selva tropical, o formar una partida de caza para borrarles a todos del mapa -Elijah estiró las piernas, sus ojos oscuros brillaban en la noche como obsidiana-. No creo que sea humano. Entré en su casa una noche. El leopardo puedo entrar tan furtivamente, que estaba seguro de poder sorprenderlo -suspiró y sacudió la cabeza-. No es un hombre, es un demonio. En su dormitorio había un doble y no pude encontrarlo por ninguna parte.
– ¿Cuántos cambia-formas tiene?
– Dos que yo sepa. No sé si tiene más. Somos un grupo muy evasivo y él no pasa mucho tiempo en Sudamérica. Duncan era uno de ellos.
El anciano entró e inclinó su cabeza.
– Tengo que volver al pueblo a cuidar de mi nieto. Te agradezco lo que hiciste, Rio.
– Encantado de haberle sido útil, Anciano -contestó Rio-. Le agradezco las noticias sobre Drake. Era incapaz de acercarme a Joshua y nadie me daba información.
Rachael levantó la cabeza. Miró airadamente al anciano.
– ¿Quién dijo usted que era civilizado? -preguntó dulcemente.
– Hafelina -Había más amor que reprimenda en el cariñoso apelativo.
Gatita. Ahora lo sabía. Sabía como la llamaba. Empezaba a recordar el idoma olvidado de su infancia.
Elijah se sentó recto, con el ceño fruncido. Sacudió la cabeza, pero permanecio en silencio mientras el anciano entraba. Había una dignidad en él que exigía respeto.
– No la regañes por hablar sin pensar o por defenderte, Rio -dijo el anciano-. Es una mujer valerosa e íntegra. Ya no soy miembro del consejo, pero estoy obligado por nuestras leyes. Haré todo lo posible por cambiar el decreto, pero afrontaré el castigo por mis acciones. Lamento no haber tomado medidas hace tiempo en vez de esperar a que se presentara una crisis personal. Ordenaré que te den noticias de Drake inmediatamente. No te levantes, cambiaré en la veranda. Mi equipaje está allí -le sonrió a Rachael-. Me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerte e intercambiar ideas -dirigió la mirada hacia Elijah-. Tu hermana le ha enseñado a un anciano que nunca es demasido tarde para enmendar los errores. Ya sabes el camino correcto.
Elijah agarró los brazos de la silla con fuerza, clavando las uñas profundamente.
– No hay salvación para lo que he hecho.
Delgrotto sonrió.
– Incluso el alto consejo puede equivocarse. ¿Quién puede medir el valor de un hombre, por su propio sentido de honor?
Elijah apartó la mirada de esos viejos ojos.
– Si no puedo perdonarme a mi mismo ¿Cómo voy a aceptar el perdón de los demás?
– Ningún consejo puede desestimar la petición de asilo, de refugio. Poco importa donde hayas nacido. Hay pocos cambia-formas de verdad en el mundo. No podemos permitirnos perder a ninguno -el anciano se perdió entre las sombras de la veranda, se deshizo de su ropa, guardándola con cuidado en la tradicional bolsa de cuero y se ató la correa al cuello antes de cambiar de forma.
Se hizo un largo silencio. Rachael suspiró.
– De verdad me gustaría odiar a ese hombre.
– Es un buen hombre -dijo Rio-. Hace bien en creer en las leyes que gobiernan a nuestra gente. No podemos ser juzgados por normas humanas y no podemos ir con nuestros problemas a la policía. Tenemos que proteger y vigilar a los nuestros.
– Ya veo lo que esta pasando aqui -dijo Elijah-. Solo un hombre que ha encontrado a su compañera se refiere a ella llamándola sestrilla o hafelina. No puedes quedarte con Rachael. Es imposible que puedas protegerla de Armando. No la he mantenido con vida durante todo este tiempo para permitir que muera en esta selva.
Su voz fue cortante y Rachael se estremeció visiblemente. Sin hacer caso de Elijah, le llevo un tazón de sopa de verduras y una taza de café a Rio.
– Tómatelo todo, lo necesitas -le animó-, y no me cuentes tonterías sobre tu precioso anciano. No es un mal hombre, pero no es tan juicioso como una mujer.
Elijah gimió.
– No discutas con ella en eso de que las mujeres son superiores a los hombres, no llegaremos a ninguna parte. Rachael, no puedes quedarte. Sé que sientes algo por este hombre, pero no puedes quedarte.
– Estoy enamorada de él, Elijah -confesó Rachael en voz baja, mirando a su hermano a los ojos mientras le entregaba un tazón de sopa.
– Maldición, Rachael.
Rachael resopló exasperada.
– ¿Por qué los hombres siempre me dicen eso? Parece que hago maldecir a todos los machos.
Pasó por delante de Elijah para sentarse en el brazo del sillón de Rio, rodeándole el cuello con los brazos. Tenía que tocarle; hundió los dedos en su pelo. Quería inspeccionar su cuerpo y asegurarse de que los arañazos no se habían infectado con la humedad del bosque. Tuvo que contentarse con acariciarle la nuca con los dedos.
Rio intercambió una mirada de entendimiento con Elijah.
– Te entiendo muy bien, también a mi me hace jurar -confirmó el comentario lanzando un gruñido cuando ella le tiró del pelo-. A propósito, soy Rio, Rio Santana.
– Entonces tu también tienes que ir a donde pueda protegerte. Tengo soldados. Mi casa es una fortaleza. Puedo manteneros a ambos a salvo. Vivo cerca de los Glades, de manera que podrás correr con total libertad cuando sientas la necesidad de hacerlo -Elijah miró a Rio, taladrándole con una mirada, mezcla de promesa de venganza y desafío.
– Puede que seas capaz de proteger a Rachael allí, pero yo puedo hacerlo igual o mejor aquí -contestó Rio suavemente. Echó la cabeza hacia atrás aceptando el masaje de sus dedos-. Antes de sigas insistiendo ¿se te ha ocurrido que puedes hacer algo diferente? ¿Algo inesperado? Tu tío te conoce. Te educó. Sabe como funciona tu mente. Pero no sabe como funciona la mía. Ni siquiera sabe que existo.
Rachael hocicó la coronilla de la cabeza de Rio con su barbilla. Sus pechos le acariciaron la mejilla, suaves, cálidos y seductores cuando estaba cansado hasta los huesos.
– Tienes que dormir, Rio. Puedo notar lo agotado que estás.
– Armando no vendrá a este lugar.
– Seguro que si, si la apuesta es lo bastante alta. Si cree que tiene alguna posibilidad de ganar de una vez por todas. No es difícil encontrar a alguien sobornándole para que suelte información vital. Tiene que tener a alguien en nómina, alguien que puede suministrarle información. Incluso pudieran ser algunos de los bandidos, les gusta estar en ambos bandos.
Rio tomo el resto de la sopa y puso el tazón sobre una mesita baja. Su mano buscó la de Rachael. Inmediatamente se llevó sus dedos a su boca. No dejó de mirar a Elijah todo el rato.
Elijah lo miró con los ojos entrecerrados.
– Piensas atraerlo con información sobre Rachael. Algo que le traerá hasta aquí para asegurarse de que el trabajo se hace bien. Querra saber que todo ha terminado. Querrá asegurarse de que está muerta y querrá que yo lo sepa.
Rio asintió.
– Hay bandidos río arriba y río abajo. Algunos son hombres decentes que intentan ganarse la vida. Hay una o dos tribus que estarián dispuestas a ayudarnos. Este es mi territorio, no el suyo. Se ha infiltrado en Sudamérica, dudo que haya pasado mucho tiempo aquí.
– Duncan conocía la disposición de la casa -dijo Rachael-. Alguien se lo dijo.
– No necesariamente. Delgrotto no sabía nada de Duncan. Como uno de los ancianos dijo, toda información de importancia se lleva al consejo. Un miembro de nuestra especie al que no conocieramos sería considerado algo muy importante. Dudo que Duncan tuviera contacto con alguien de mi gente. Era un cambia-forma y sabía que había cambia-formas poblando este área. Oyó a Thomas y a sus hombres, reunió información sobre mi equipo y adivinó que éramos cambia-formas. Como leopardo, le fue fácil encontrar nuestro olor y rastrearnos cosa que como hombre le resultaría imposible. Y lo que es más importante, Duncan no tuvo tiempo de entregarle esa información a Armando. Fue capturado por los bandidos y luego vino aquí curioseando, en busca de Rachael. En cambio se topó conmigo.
Elijah se frotó la mandíbula.
– De modo que tu idea es atraer a Armando hasta aquí.
– Rachael no va a volver. Es mi mujer. Conoces la leyenda, puedes llamarla mito si quieres, pero sé que si está conmigo el único modo de llevartela es por encima de mi cadaver.
Elijah encogió sus anchos hombros.
– No sería la primera vez.
Rachael tiró un pesado libro al suelo. Cayó con un ruido sordo y se hizo un repentino silencio.
– Si seguen así -silbó entre dientes-, les tiro el resto de la sopa encima de la cabeza. A ver si consigo que les funcione el cerebro a los dos. Los quiero a ambos. Poner posturitas y amenazarse el uno al otro no los hace ganar puntos conmigo -apartó la mano de Rio y apartó el tazón de sopa vacío-. Elijah, ¿vas a querer café o no?
– ¿Vas a tirarmelo encima?
– No estoy segura aún.
– Entonces creo que esperaré hasta que termines con tu pequeña… -se calló bruscamente al ver que Rio le hacia desesperadas señas para hacerle callar.
Rachael se giró para fulminar con la mirada a su hermano.
– Sé que no ibas a acusarme de tener mal genio o de ser temperamental. Te mereces que te eche encima toda la cafetera. Deberias haberte dirigido a mi. Soy una mujer adulta no una niña a quien debas proteger. Sé exactamente de lo que es capaz Armando y sé que no tuviste otra opción, aparte de intentar deshacerte de él para que cualquiera de nosotros pudiera llevar una vida normal -se movió para incluir a Rio en su charla-. Si alguna vez se te ocurre la estúpida idea de acercarte a mi en silencio y en plan macho, olvidala de inmediato. Es probable que te golpee con otro palo si lo haces.
Elijah levantó una ceja.
– ¿Te golpeó con un palo?
– Me hizo una cicatriz -dijo Rio con orgullo, apartándose el pelo para dejar al descubierto la irregular linea blanca-. Directamente en la sien. Casi acabó conmigo.
– Sabe lo que hace -confirmó Elijah-, y golpea como un hombre, pero no cocina demasiado bien.
– Soy una buena cocinera -dijo Rachael, ultrajada-. Soy muy buena. No es culpa mía que solo te gusten el arroz y los frijoles. Y sin nada de especias.
– Pones demasiadas especias -dijo Elijah.
Rio sonrió a Rachael maliciosamente.
– No sé Elijah, podrías probar. Vive un poco.
Rachael gimió y fregó los platos, pero estaba sonriendo otra vez. Ese hombre tenía una boca de pecado y un modo de meterle fantasias en la cabeza que a veces eran como mínimo, inoportunas.
Rio se echó hacia atrás en su asiento.
– El anciano tuvo una buena idea. Si fueras al pueblo y pidieras asilo, tendrían que dártelo. Tendrías la protección de nuestra gente. Así tendremos más gente de nuestro lado.
– ¿Que es lo que haces exactamente aparte de enfadar a los bandidos locales? -preguntó Elijah.
La sonrisa de Rio se ensanchó.
– Has estado hablando con Thomas y sus hombres ¿verdad? Basicamente eso es exactamente lo que hago. Ese es mi trabajo.
– Se lo haces a todo el mundo sin demasiado esfuerzo -intervino Rachael.
Franz saltó de la chimenea y se deslizó bajo los pies de Rio, mirando a Elijah con curiosidad. Rio estiró las piernas para que cupiera el pequeño leopardo.
– Me sitúo en una colina o en un árbol, en cualquier sitio que encuentre y escondo mi equipo mientras secuestran a sus victimas o pagan el rescate. Hago lo necesario para mantenerlos seguros. Cuando se van dejo un rastro falso y alejo a los bandidos hacia el bosque.
– He oído que los bandidos tienen refugios.
– Hay laberintos de túneles en los campos de caña, practicamente en todos. Si valoras tu vida no puedes meterte en uno de ello e intentar perseguirlos. Tuvimos que entrar dos o tres veces cuando los usaban para esconder a sus prisioneros. Los hicimos explotar para que dejaran de utilizarlos para eso, aunque podemos entrar si es necesario.
– De modo que no queremos que Armando se ponga de acuerdo con los bandidos y se les ocurra la idea de usar los túneles.
– ¿No crees que si tu tío hubiera averiguado que estaba escondida en una casa en el bosque con un tipo del lugar hubiera venido con un lanzallamas? Sobre todo si la información que le dieron fue para obtener el millón de dólares de la recompensa. Tenemos que descubrir quien es el topo de Armando y mencionar como por casualidad que han encontrado a Rachael. Se pondrá inmediatamente en contacto con tu tío y Armando vendrá hasta aquí a toda velocidad para llegar antes que tú.
– Enviará a su asesino detrás de ella.
Rio se encogió de hombros.
– Por supuesto que lo hará. Querrá asegurarse de que está ahí y querrá quitarme de en medio. Esperan que sea una matanza fácil.
– Te cazará, Rio. Los leopardos son unos enemigos terribles. Nunca se desvían del objetivo y son tan astutos como el diablo. Lo sé.
Rio sonrió abiertamente a Elijah, pero era una sonrisa satisfecha y mortífera.
– Sé muy bien lo que es capaz de hacer un leopardo.
Rachael se enroscó en el regazo del Rio. Parecía completamente natural la forma en que se adaptaba a su cuerpo. La noche había tomado una sensación surrealista, como de ensueño. No podía creerse que Elijah estuviera tumbado en un sillón a poca distancia de Rio, tan relajado como si estuviera en su casa. ¿Cómo podía haber dudado alguna vez de él? Sus ojos no parecía frios y despiadados, aunque sabía que podían serlo. Ahora mismo era su hermano mayor, conversando en la casa. Había olvidado esa imagen. La de Elijah descansando. Elijah relajado. Elijah con una ligera sonrisa en la cara.
Enterró la cara contra el pecho del Río, confiando en que no diría una palabra cuando notará sus lágrimas calientes contra su piel. Entendaría la enormidad del regalo que le habían dado esa noche. Rio la rodeo fuertemente con los brazos, de modo protector, como sabía que haría. Hocicó su cabeza con la barbilla, enterrando una mano en su gruesa mata de pelo, manteniendola cerca.
– Este es mi territorio, Elijah. Mi reino. Los que entran en el están sujetos a mi gente y a mis leyes. No importa si se trata de animales o de personas. Puede que Armando sea importante en Sudamérica y en Florida, pero aquí no es nadie.
Elijah asintió.
– He ido vendiendo lentamente nuestros activos y colocando el dinero donde Armando no pueda tocarlo. Por supuesto, no lo sabe, pero espero que Rachael y yo podamos librarnos de nuestras posesiones y regresar a mi patria. Por desgracia hay problemas.
– Podrías venir aquí, Elijah -ofreció Rachael. Su voz quedaba amortiguada por el pecho de Rio, y no podía verle la cara-. Los ancianos te aceptarían, ya oíste a Delgrotto. Aquí nadie te conoce, podrías tener un nuevo principio.
– No lo sé, Rachael -Elijah miró a su hermana entre sus largas pestañas con ojos fríos- Si no puedo hablar con mi propia hermana ¿Cómo crees que voy a aprender a vivir alguna vez con otras personas de nuevo? Gracias por la oferta, pero si logramos librarnos de la amenaza de Armando, lo último que deseo hacer es fastidiarte la vida.
Rachael se movió como si fuera a protestar, pero Rio apretó el brazo a modo de advertencia.
– Solucionemos cada cosa en su momento. Lo primero es Armando. Encuentra a su topo y sácale lo que sepa.
– Sabrá que estoy aquí.
– Perfecto. Querrá matar a Rachael delante de tus propias narices. Para entonces tu ya habrás preparado algo para esconderla y que parezca que la estás buscando. Pero buscarás en otra zona y él se convencerá de que estás peinando la región por Rachael.
– Pero entonces, cuando trate de atacar a Rachael, estaré a millas de distancia. No pienso hacerlo. Si ese hombre pone un pie en este país, no voy a apartarme del lado de Rachael.
Rachael suspiró con cansanció.
– ¿Te das cuenta de donde saco palabras como “imbécil” e “idiota”? Elijah, por esta sola vez, por favor, escucha lo que Rio tiene que decir.
– ¿Qué sabes de este hombre, Rachael? Estás arriesgando la vida por él.
– Lo sé. Y si insistes en quedarte, tal vez deberías escucharle, porque eso podría salvarnos la vida a los dos, y eso debería ser suficiente para ti. Me fui de casa para no ponerte en situación de tener… -se tranquilizó. Sólo Rio supo que se había metido el puño en la boca para detener lo que iba a decir.
Elijah se sentó recto.
– Nunca quise que murieras, Rachael. Jamás. Siempre fuimos los dos. ¿Para que iba a luchar si no fuera por ti? ¿Por qué iba a molestarme? Podría haber desaparecido en la selva y nunca me hubiera encontrado. Pero no creí que tu pudieras hacerlo.
– ¿Por qué no cambiaba? -giró la cabeza para mirar a su hermano-. Ni siquiera sabía que era capaz de hacerlo. ¿Cómo lo supieste tú?
– Sucedió sin más. Cuando todavía era un niño. Mamá me dijo que no dijera nada. Siempre hablábamos de eso en susurros.
Río acarició la nuca de Rachael con un lento masaje.
– Claro, todavía estaba intentando ocultarselo a su marido. Él no lo supo hasta más tarde. Y luego, los ancianos del refugio de vuestra madre averiguaron que había un extraño. Tuvo que ser así como sucedió.
– Algo salió mal. Papá y mamá estuvieron muy nerviosos hasta que llegamos a Florida. Siguieron estándolo durante un par de años. Mamá no me permitía transformarme y me dijo que no debía contárselo a nadie -Elijah suspiró-. Intentaban protegernos de los de nuestra propia especie. Debían de estar pensando en Armando.
– Pero él lo sabía -dijo Rio-. Solia llevarte a sitios y te dejaba correr.
– Si se lo hubiera dicho a mamá… pero no lo hice. Si lo hubiera contado aunque solo hubiera sido una vez, todavía podrían estar vivos -Elijah se calló, escuchando el relajante sonido de la lluvia-. Luego, cuando lo dije, debería haber mantenido la boca cerrada. Armando ya había hecho sus planes y les mató.
– Sus muertes no tuvieron nada que ver con lo que hiciste o les dijiste a nuestro padres, Elijah -negó Rachael-. No puedes creerte culpable. Hiciste todo lo que pudiste para mantenernos con vida.
– No maté a Armando, Rachael.
– Matarle puede que les hubiera proporcionado libertad, Elijah -dijo Rio-, pero no te hubiera devuelto a nadie y no te hubiera hecho sentirte mejor.
– Me conformaré con asegurarme de que Rachael esté a salvo. Aunque pudiéramos encontrar la manera de meterle entre rejas, mandará a alguien tras ella y no descansará hasta que haya muerto. No importa si va en contra de nuestras leyes o de nuestras convicciones, encontrará el modo de matarla. Lo conozco. Armando es vengativo y me odia. Según su forma de pensar, le traicioné. Se ofreció a convertirme en su hijo. Yo era el heredero de su Imperio y le acompañé durante años. Tuve que hacerlo.
Elijah miró a Rio a los ojos, con la mirada característica de los de su clase.
– Es imposible que entiendas ese tipo retrocido de odio, pero lo que desea por encima de todo es matar a Rachael. La elegí a ella en vez de a él. Así es como lo ve. Ella tiene una especie de poder sobre mí, o de otro modo, me habría convertido en su hijo.
– Pero te moviste demasiado rápido y no lo logró. ¿Por qué? -Rio volvió a mirarle fijamente, despiadado y sin parpadear.
– Se acercó a mí una noche y me dijo que ya era hora de hacer una limpieza en la casa. Quería que Rachael muriera. Dijo que sabía que yo no iba a poder hacerlo, de modo que no me lo iba a pedir, no necesitaba que le demostrara mi lealtad. Me dijo que se encargaría él mismo de hacerlo, que no quería arriesgarse a que cualquiera de sus hombres la violara primero -Elijah tamborileó con los dedos en el brazo del sillón-. Eso fue exactamente lo que me dijo. Hablaba despreocupadamente de asesinar a mi hermana, pero yo no debía preocuparme, no iba a permitir que ninguno de los hombres la violara antes.
– De modo que tuviste que hacer algo.
– Mis hombres estaban en sus puestos. Tenía unos seguidores leales. Conseguí poner a Rachael a salvo en una casa y actué. Por desgracia, él era todavía demasiado fuerte. Sabía que la manera de vencerme era ir por ella. Ella es lo único que me importa. Lo sabes ¿verdad Rachael? Juro que no sé lo que dije cuando te saqué de ese coche, pero Tony había hablado con Armando y te hubieran enviado conmigo hecha pedazos.
– Está bien -dijo ella suavemente-. Elijah, siento haber dudado de ti. Fuera lo que fuera que dijiste, ya lo he olvidado. Por favor, perdóname por las terribles cosas que pensé de ti.
– ¿Y quien puede culparte, Rachael? Hemos vivido demasiado tiempo rodeados de traición y se ha convertido en un modo de vida para ambos -Elijah se removió en su asiento-. De modo que dime lo que quieres que haga, Rio. A ver si podemos trazar un plan para eliminar la amenaza que pesa sobre Rachael.
Rio meció Rachael con cuidado, un gesto calmante y consolador del que apenas fue consciente. Su cuerpo se estremecia entre sus brazos. Estaba abrumada por todo, pero se aferraba a su aparencia de calma porque se trataba de Rachael y es era su manera de ser. Tenía un gran efecto sobre él, volviéndolo todo al revés aun las cosas más simples. Percibió la mezcla de amor y miedo que sentía por su hermano.
– Llévate a Tama río abajo, aléjense tantas millas como les sea posible. Haremos correr el rumor de que encontramos un zapato de Rachael. Luego busca a un soplón que se encargue de decirle a algún funcionario del gobierno, con el topo de Armando presente, que Rachael vive en el bosque. Cuando el topo le de la información a tu tío, enviará al leopardo primero para que lo confirme.
– O a matarla.
– O a matarla -estuvo de acuerdo Rio-. Ese será el momento más crítico. Tendrás que confiar en mi y mantenerte muy alejado. Intentaré mantenerte informado, pero no dará resultado si piensa que estás cerca de ella. Presentirá que hay una trampa. Vas a tener que seguir río abajo y atraer la cacería sobre ti.
Rachael se removió nerviosa mirando con aprensión a su hermano.
– ¿Qué tipo de protección trajiste?
– Tengo a algunos de mis mejores hombres. No va a ser fácil sorprenderme, ni siquiera para su leopardo asesino. Rachael, no te preocupes por mi. Puedo cuidar de mi mismo -la tranquilizó Elijah.
– Elijah tiene razón, sestrilla -murmuró Río suavemente, tranquilizandola también-, sospecho que vuestro tío lo quiere vivo, deseará que se entere de tu muerte antes que cualquier otra cosa, Si nos equivocamos y envía a su leopardo para matar a Elijah, tienes que tener fe en las habilidades de tu hermano. Ha sobrevivido y te ha mantenido con vida todos estos años. No va a ser fácil atraparle. Y Tama estará con él. No hay mejor guía ni más responsable, con excepción de Kim.
Rachael se mordió los nudillos.
– No me gusta; no me gusta que nos separemos cuando venga tras nosotros.
– No vendrá si sabe que estás con Elijah -dijo Rio con paciencia-. Tiene miedo de él. Tu hermano es probablemente la única persona a la que teme. Por eso tiene que destruirte antes de matarle. Y lo único capaz de destruirle es a través de ti.
– Conozco a su leopardo asesino, Rachael -añadió Elijah-. Puedo encargarme de él si viene por mí. Tanto en su forma humana como en la forma animal -su voz estaba llena de confianza.
Rachael asintió y consiguió esbozar una débil sonrisa, pero Rio notó como se estremecía. La acercó más a él, intentando protegerla de la visión de los ojos de su hermano.
– Una vez que Armando entre en el país, Kim Pang, el hermano de Tama se lo dirá a Tama. Puedes empezar en cuanto Armando entre en nuestro bosque. Tendré a algunos de mis hombres preparados con radios para que nos avisen de donde se encuentra. No puede adoptar la forma del animal, si no que se mezclará con los cazadores con la esperanza de protegerse. ¿Qué te parece Elijah?
– Creo que voy a dejar la vida de mi hermana en tus manos -Elijah se levantó y se estiró con un movimiento completamente felino. Sus ojos eran duros, fríos y despiadados-. No me defraudes.
– ¿No vas a quedarte? -preguntó Rachael, a punto de llorar otra vez.
– Tengo que volver al campamento. Nunca se puede estar seguro de donde tiene puestos ojos y oídos y no quiero que el plan se eche a perder antes de que tengamos una posibilidad de ver si funciona -Elijah surgió sobre ellos, alto, peligroso y muy solitario-. Cuida de ella Rio -rozó la cabeza de Rachael con un suave beso, le acarició el hombro y salió a la noche.
Rachael trató de separarse de Rio para seguir a su hermano.
– Deja que se vaya. Para él es difícil alejarse de ti después de tantos años. Tiene que estar solo. La gente como nosotros necesita espacio, Rachael. Tiene que encontrar su propio camino. Se ha pasado la vida concentrado en mantenerlos vivos a los dos. Tendrá que adaptarse antes de encontrar una razón para seguir viviendo. La encontrará en el bosque. Todavía no lo sabe, pero el bosque le llamará -le pasó las manos por el cuerpo, inspeccionando los daños después de la larga carrera.
– Necesitas descansar, Rio. Al menos ven a la cama conmigo.
Le pareció bien. Quería acostarse al lado de ella, sostenerla entre sus brazos y sentir su calor después de sentir tanto terror al pensar que alguien la estaba atacando. Permaneció durante mucho tiempo escuchando el gemido del viento entre los árboles. Oyendo el sonido de la lluvia sobre las copas de los árboles. Escuchando el ritmo de su respiración. Manteniendo su suave cuerpo junto al suyo, el pelo de ella entre las manos, su cuerpo rodeando protectoramente el suyo. Recordó haber pensado que la felicidad era una ilusión, que la vida consistía en vivirla hasta que se acabara, sirviendo a su gente. La felicidad era tener a esta mujer entre los brazos. Se concedió el placer de llenarse los pulmones con su olor y sentir la marca de ella en su carne y en sus huesos.